viernes, 18 de febrero de 2022

Segar el césped

. Le vi por la ventana de su dormitorio, su padre le había mandado cortar el césped mientras ellos estaban trabajando. Es un chico guapo el hijo de los nuevos vecinos. Ellos se han ido a trabajar pero como él está de vacaciones se ha quedado solo en casa. Yo voy sólo con un pantalón de deporte viejo y muy pequeño. Y me lo había puesto de milagro por que había dormido desnudo y me gustaba andar así por casa con ese calor. Él llevaba un vaquero que parecía recortado por el mismo, muy reducido. Casi asomaban sus duras nalgas por debajo de la escasa tela. Eso y unas playeras viejas era lo único que tenia puesto. Levantó la vista un segundo y me pilló mirándolo, en vez de sospechar algo levantó un brazo para saludar y sonrió. Le imité saludando con la mano pues el ruido del infernal aparato habría impedido toda conversación. Mi costumbre en vacaciones es desayunar en el jardín y decidí hacerlo así sin ponerme nada más encima. Hacerlo desnudo del todo me parecía muy descarado. Sacar la bandeja a la mesa que tenía en mi césped descalzo. Había puesto una cafetera entera, bollos y mermelada de sobra para un regimiento. Le hice señas para que se uniera a mí y le puse una taza de café delante de la otra silla. - Perdona por el estruendo de ese cacharro. Mi padre debería comprar otro más nuevo. Al cabo de un rato cruzó la valla pidiéndome disculpas por haberme despertado con el ruido. Le dije que no pasaba nada y que ya era hora de levantarme y a ser posible desayunar en buena compañía. Lo dije echándole un buen vistazo a su bello cuerpo. - Siento haber empezado tan pronto a hacer ruido. Supongo que te he despertado. - No importa, ya tendría que haberme levantado. Y merece la pena para tener tan buena compañía en el desayuno. Lo dije echándole una buena mirada apreciativa a su cuerpo, a su piel morena, a sus músculos definidos. Sus pezones pequeños oscuros que podrían ponerse durísimos con el estímulo adecuado. Algo como mi lengua. - Muchas gracias por el desayuno. El trabajo me ha abierto el apetito. Y me gusta pasar tiempo contigo. Sino estaría solo toda la mañana. Me contestó amablemente que también apreciaba mi compañía, ya que iba a pasar la mañana solo. Y pensar que sus ojos también acariciaban mi cuerpo me ponía cachondo. Tenía ganas de ver más del suyo y sin cortarme le propuse ya que nadie había de vernos, quedarnos completamente desnudos. -¡Qué calor hace! Estaríamos mejor desnudos del todo. - Pues tienes razón estaríamos mucho más cómodos en bolas. Viendo que le lacia bien, sin más, me bajé el pantaloncito de deporte y lo abandoné en la hierba. Me imitó y vi que tampoco llevaba nada mas que su depilada y de respetables dimensiones polla bajo el deshilachando vaquero. - Tienes razón, con la hierba fresca, se está mejor en bolas. -¿Y ese short? ¿Lo has comprado? Ya ves que a mí también me gustan prendas así, más bien cortas. Que se vea lo más posible del cuerpo. - Era un vaquero viejo y mi madre lo cortó. Y como no me parecía bastante pequeño luego le di yo otro rebaje. Cuando le pregunté sobre la prenda me dijo que se lo había hecho su madre. Pero pero que él le había pegado un recorte más a posteriori. Viendo su bronceado integral me contó que aprovechaba cualquier rato para tomar el sol completamente desnudo. Cosa que yo ya sabía pues lo tenía bien admirado desde mis ventanas del piso superior. Que además también me había visto a mi en iguales condiciones a través de nuestras ventanas. - Ya veo que no tienes marcas de bañador. - Como mis padres trabajan cuando me quedo solo aprovecho para estar desnudo. Tu también lo haces. Te he visto alguna mañana, desde mi habitación del primer piso, tomar el sol sin nada sobre una toalla en ese rincón de ahí. Por eso no le daba importancia a estar sin nada a mi lado. Jugueteando con un resto de mermelada de mi plato me llevé el dedo a los labios y lo lamí lascivo. Pareció gustarle el gesto pues sonrió al verlo mientras charlábamos de naderías y le ofrecí el plato de confitura acercándolo a su mano. - Puedes tomar lo que quieras. Y no me refería solo a la mermelada. Untó el dedo recogiendo una cantidad generosa y se lo llevó a la lengua que sacó de su boca en un gesto aún mas provocativo. Mi sonrisa lasciva se hizo aun mas amplia. Después me puse un poco en un pezón y el frio hizo que se endureciera de inmediato. Él siguió el juego y puso un poco más en su ombligo. Con el jugueteo y la provocación nuestras pollas empezaban a tomar consistencia. Así que en ese momento me lancé. Recogí aun mas mermelada con dos dedos. La puse a lo largo de su pene de la base al glande. Sin perder su sonrisa ladeada me soltó: -Eso tendrás que limpiarlo. - ¿Si? ¿Y cómo quieres que lo limpie? - Es comida, con la lengua sería buena idea. Y separó las piernas. Me arrodillé entre sus muslos y acariciando sus suaves y depilados huevos con una mano. Comencé a pasar la lengua por el tronco recorriéndolo de arriba abajo hasta seguir por los testículos. Clavando los ojos en los suyos que se entrecerraron por el placer que le estaba dando. Levanté sus piernas todo lo que pude buscando el agujero oscuro, sudado pero limpio. Y clavando la lengua en él, pasándola por toda la raja y cuenta a los testículos y el pene. Empezó a acariciarme la cabeza y los hombros. La postura no era muy cómoda para él así que se deslizó del del banco de plástico hasta quedar tumbado sobre la hierba fresca. Mientras el sol calentaba nuestras pieles desnudas. Ocupado como estaba no me di cuenta que se había bajado el plato al suelo. Seguro que prendía jugar más con la mermelada. Cuando puse mi pelvis sobre su cara en un sesenta y nueve noté en mi culo y polla el contraste entre la humedad fría de la mermelada y la caliente de su lengua. Lamiendo de mis huevos, ano y rabo la confitura que había puesto antes allí con sus dedos. Notaba su lengua en mi ano excitándome aún mas de lo que ya estaba, luego fue uno de sus dedos con la mermelada y dos abriéndome el culo a la espera de lo que tenia en la boca en ese momento. Lubricó mi ano con mas mermelada y yo hice lo mismo con su rabo. No le dejé levantarse, me incorporé yo. Me fui sentando despacio sobre su pene dejando que entrara en mi cuerpo despacio. Abriéndose camino como una barra caliente entre mis nalgas. Apoyado en su pecho jugando con sus pezones y él con los míos, jadeando ambos y moviéndome despacio sobre mis rodillas. Estaba a punto de correrme casi sin tocar mi polla. Subía y bajaba la cadera despacio notando la dureza de su rabo en mi interior. Salpicaría todo su vientre y pecho con mi esperma. Pero él tenía otra idea. En cuanto se corrió tiró de mi cadera hasta poner mi culo sobre su torso y mi rabo directamente frente a su boca. Le dio un lametazo rápido a mis huevos, si se hubiera detenido más con eso me habría corrido sin remedio. Pero lo quería en la boca. Así que puso mi glande en los labios y con solo dos o tres bombeos suaves de su mano me derramé con un fuerte suspiro. Al fin y al cabo estábamos al aire libre y teníamos que contenernos y no hacer mucho ruido. Me incliné para besarlo y compartir mi lefa de su lengua a la mia. Jugamos un rato con las lenguas, con la saliva mientras sus manos acariciaban mi cuerpo. - Tengo que seguir. - Eres un chico genial. Ya llevábamos mucho rato desayunando. Ambos teníamos más cosas que hacer esa mañana. Volvió a su jardín. Al día siguiente lo volví a invitar a desayunar conmigo. En vez del corto pantalón de deporte salí al jardín únicamente con un suave y ajustado bóxer de lycra. Al rato de estar sentados desayunando entre besos y caricias a los dos nos apetecía pasar a mayores. Lo despojé de su short que terminó en el césped. Se puso a mi espalda y me besó en el cuello y el hombro con ternura. Sentía su polla dura insinuandose justo en el canal de mis nalgas por encima del boxer ajustado. Sus manos recorrian mi vientre desnudo subiendo hacia mi pecho para acariciar los pezones duros de excitación, morenos y negros. Los labios se posaban con dulzura en mi hombro derecho y su lengua comenzó a recorrer la piel ansiosa de caricias. su gloriosa desnudez muy apretada a mi espalda. Mientras yo deslizaba mis manos por sus caderas echando los brazos hacia atrás, en busca del ansiado culo y ofrecido a mi caricia. Casi sin despegarme de él, piel con piel, me fui girando lentamente hasta quedar frente a frente. Muy juntos, besando la boca lujuriosa y sintiendo la lengua juguetona dentro de la mia. La dureza de los miembros apretados entre nuestros vientres aumentando el grado de excitación al máximo. - Hoy fóllame tú. Nos gustaba hacerlo sobre el césped a la luz del sol. Así que no nos movimos de allí. Me gusta ver la cara del chico que follo, la expresión de lujuria en su rostro. Pero aquel día simplemente en cuanto se puso a cuatro patas me puse a comerle el culo como preparación para follarle. Gemía y suspiraba, intentando no hacer mucho ruido por si había vecinos al otro lado. Pero yo intentaba que gozara lamiendo todo aquello que podía alcanzar. Le chupaba los huevos, el culo, el ano y saboreaba cada centímetro de su suave piel. Tenía mi polla dura como una piedra. Deseando entrar en su cuerpo. Esa mañana desayunábamos tostadas con aceite de oliva. Ideal como lubricante. Solo tuve que estirar la mano y embadurnar mi rabo y su ano con el óleo. El glande entraba casi sólo, no era virgen. Mis movimientos se fueron haciendo más rápidos y fuertes poco a poco. Sujetaba su cadera para que no perdiéramos el ritmo. Pero él se incorporó sobre un brazo para girar la cabeza y besarme. Ofrecerme su lengua saliendo de entre sus finos labios. Con el torso pegado a su espalda chupé la punta de su lengua. Pellizcando sus pezones con una mano. Y todo ello sin que mi nabo se saliera de su ano. Tuvimos que hacerlo más lento para poder acariciamos más. Así que sudados y calientes duramos más que la mañana anterior. Incluso alcanzaba a pajear su bonita polla con la otra mano. También quería que se corriera. Que derramara su simiente sobre la hierba de mi jardín. Todo llega y cuando noté las contracciones del orgasmo en su culo apretando mi rabo yo me corrí dentro de él. Pude agacharme y seguir con un morboso beso negro aunque su culo sabía a aceite de oliva y a mi propia lefa. A partir de aquel día cada vez que tenía ganas de follar y no estaban sus padres se venía a desayunar conmigo. .

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