sábado, 19 de febrero de 2022
Mi primo, su mujer y mi jardín
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Son un matrimonio atractivo, me gustan los dos. No son unos jovencitos pero yo tampoco, aunque me conservo bien. Él, Mario, es uno de mis primos. De esos primos que solo ves en las bodas y los bautizos. Piensas que está muy bueno y que el traje le sienta de maravilla. De buena gana le hubiera hecho un favor o dos.
Nuestra relación apenas se ceñía a esas ocasiones. Incluso asistí a su boda, todavía recuerdo el vestido blanco con escote palabra de honor que llevaba ella. Sara estaba maravillosa, muy sexi, aunque elegante también. Me quedé con las ganas de ver su lencería y saber si llevaba tanga y liguero, blancos por supuesto.
Nos reencontramos por motivos de trabajo, ellos vinieron a mi despacho para una consulta. Ya hacía un tiempo desde la última ceremonia familiar. En esta ocasión no se me iban a escapar, conseguí su teléfono, mas que nada para no tener que pedírselo a mi madre. Y empecé una relación amistosa y más cercana con ellos.
Quedaría a tomar café o ir de compras con ella, lo que suponía un descaso para él. A los chicos nunca les gusta ir de tiendas con sus chicas. Y siempre, en cada ocasión, procuraba vestirme lo mas sexi posible faldas cortas, pantalones ajustados y shorts, el vientre al aire.
Como ella yo prefiero el vestido palabra de honor o cuello halter, con los hombros desnudos y un amplio escote. Así eran las prendas que nos comprábamos sensuales y provocativas.
A veces sus caras reflejaban sorpresa o incluso deseo al verme llegar así. Se acercaba el verano, uno caluroso, lo que me permitía mostrar aún mas de mi cuerpo a mis parientes. Y ellos también se libraron de bastantes de sus pesadas ropas para el frio.
Ellos también se libraban de ropa claro. El pecho de barril de Mario se veía entre los botones abiertos de sus camisas y sus poderosos brazos por las mangas cortas de sus camisetas. Sara también me sorprendió con algún top que descubría su pálida pero elegante y lisa piel.
Yo en cambio estoy mucho mas bronceada debido a que en el jardín de mi chalet puedo tomar el sol sin temor a miradas curiosas gracias al tupido, alto y cuidado seto. Me gusta tomar el sol lo mas desnuda posible, completamente en bolas. Así estoy bronceada del todo.
Uno de los días que apretaba el calor los había invitado a pasar el día conmigo relajados en el jardín. Les había indicado que se trajeran el bañador. Aunque no tengo piscina es agradable pasar el día en el césped fresco, en bañador o desnudos del todo.
Les abrí la puerta vestida con lo mínimo posible, un ajustado pantaloncito muy corto y ajustado y la parte de arriba de un minúsculo bikini de cortina. Al girarme para conducirlos al interior pudieron ver mas de las mitad de mis nalgas, que el escaso pantalón descubría. No me paré a ver su reacción.
Sobre el fresco césped les había preparado unos refrigerios. La hierba recién segada invitaba a descalzarse. Relajados en las cómodas tumbonas estaba deseando que se libraran de algo mas de sus ropas.
Él había tenido la precaución de traer puesto el bañador y en cuanto el sol apretó un poco mas se libró de los pantalones y la camiseta mostrándonos a las dos el ajustado bóxer de lycra. Al fin podía apreciar en mejores condiciones el paquete de mi primo.
Todo un contraste con los trajes con los que estaba acostumbrada a verlo hasta que entraron en mi despacho. Su magnífico cuerpo bien depilado relajado sobre la tumbona ofrecía un bonito espectáculo.
Ella en cambio tenia el bikini en el bolso así que la acompañé a mi dormitorio para que pudiera cambiarse. Conseguí quedarme con ella mientras se sacaba el ligero vestido por la cabeza y luego un sensual conjunto de encaje, sujetador y tanguita casi trasparentes. Sus pechos ya los conocía, los había visto en algún probador, pero el pubis depilado fue una bella sorpresa para mí.
Me moría por poner mi boca sobre esa vulva o ver como su chico se la follaba. Contemplar en primer plano mientras yo le lamía los testículos. La ayudé a ponerse un bikini pequeñito anudando los cordones mientras aprovechaba para rozar su suave piel.
- Espérame un momento mientras me cambio el bikini.
Yo me libré del pantaloncito dejando desnudo todo mi culo pues mi bikini tenía el tanga mas pequeño que había podido encontrar. Sara miró anonadada el levísimo tanga. Pero en vez de escandalizarse admiró la prenda y como me quedaba con amables palabras. El suje si me lo cambié por el que hacía juego con el tanga, solo cubría mis areolas y además era muy trasparente.
-¡Que pequeño! es la primera vez que veo uno así en vivo. Te queda genial.
- Eso espero, por lo que han costado. Tengo otro parecido para ti. ¿Por qué no te lo pruebas?
- No sé.
- Con tu cuerpo lo lucirás, te quedará estupendo.
Sonreí y le dije que había comprado dos iguales y que seguro que a ella le sentaría de maravilla. No la deje pensarlo mucho y lo puse en su mano rozando sus dedos todo el tiempo que me atreví.
Un microtanga idéntico al mío, unas finas cadenillas sujetaban un rombo de tela que apenas daría para cubrir los labios finos de su vulva. Se mordió un segundo el labio inferior fingiendo que se lo pensaba pero sonriendo se volvió a sacar la braguita de su bikini para calzarse esa pequeñez.
Al fin y al cabo no iba a permitir que yo le enseñara mas piel a su chico que ella. Admirando sus hermosas curvas le tendí el sujetador que daba lo justo para tapar sus rosados pezones. Además se trasparentaban en el fino tejido.
Así ataviadas volvimos al jardín con una nueva bandeja de sangría que me había encargado de cargar con un poco mas de alcohol. La cara de Mario era un poema cuando nos vio aparecer. Su mandíbula inferior pegada al pecho. Sus ojos no sabían donde posarse mientras nos acercábamos a él.
Conscientes del efecto que provocábamos y que se delataba cada vez mas bajo la lycra de su bañador. Puso la mano en el culo de su esposa amasándolo con confianza pero sin dejar de mirarme. Yo, juguetona les dije que si para mi no había nada.
- ¡Qué!, primo, todo el cariño para tu mujer y para tu familia no dejas nada.
- Ya me ocupo yo de darte cariño.
Dijo Sara. El resultado fue que Sara fue la que me cogió una nalga. Nos reímos los tres de la ocurrencia pero ambos tardaron en soltar su presa de lo que yo no me quejaba en absoluto notando su mano acariciándome el pandero.
Las bromas siguieron en ese tono. Ella puso el vaso helado sobre el vientre de su chico "para que se refrescara". Yo jugueteaba con hielo entre mis tetas y mi vientre consiguiendo mojar el sujetador y que los pezones se pusieran aún más duros de lo que ya estaban.
No dejábamos de mirarnos unos a otros, toda la piel expuesta y la polla dura a la que faltaban milímetros para asomar por encima de la goma del bañador. Ella como queriendo tomar posesión del pene la acariciaba de vez en cuando por encima de la lycra. Hasta me ofrecí a girarme por si querían un poco mas de intimidad.
- Si queréis me vuelvo para que puedas meterle mano sin cortarte.
- No hace falta, si quiero acariciarle no me importa que me veas. No me corto.
- ¿Verte solo a tí?
- No prima, a los dos.
Él dijo que podía mirar que ya no le importaba y eso mientras apartaba el sujetador de su mujer para comerle las tetas, tan cachondo estaba. Ella metía la mano dentro del bañador agarrando la dura polla, sacándola a tomar el aire.
- ¿Ves como no importa?
-A vosotros no. Pero a mí me estáis poniendo cachonda.
- Y ¿No era eso lo que pretendías?. Esos bikinis no son de lo más normal.
- Ya es hora de que unas. ¿No crees?
Me miraron los dos y al ver mi cara de vicio. Ella me propuso tocar también ofreciéndome el pene en su manita. Me arrodillé entre sus muslos y golosa empecé a lamerlo. Ella soltó mi sujetador, no me apartó y se unió a mí en la tarea.
Por fin su lengua se cruzó con la mía mezclando nuestras salivas. Babosas las dos sobre la depilada y suave piel de su rabo llenándonos las bocas de carne prieta besándonos lascivas sin alejarnos mucho de la polla. Cruzando las lenguas y compartiendo saliva.
Aunque yo estaba deseando acariciar su coñito fue ella la primera que hizo a un lado mi tanga con sus dedos y se apoderó de mi vulva. Me estremecí al notar sus yemas acariciándome el clítoris.
- No sabía que tenías tanta experiencia con chicas.
Ella sonrío morbosa al notar la humedad que chorreaba entre mis muslos.
Yo notaba su vulva mojada parecida entre sus piernas y rota toda contención dejé que siguiera prestando atención a su chico. Mientras yo me colocaba a su espalda para comerle el culo y el coño y que él me viera hacerlo. Como sospechaba le encantó notar mi lengua en todos sus rincones suspirando con mas fuerza cuando le clavaba la lengua en el ano.
- Si, prima. Cómeme entera.
Se corría en mi boca sin dejar que la suya se separara de la hermosa polla de Mario. Sus gemidos y suspiros eran ahogados por la carne dura. Pero los de mi primo llegaban a mis oídos nítidos.
Queríamos estar más juntos, más piel con piel. Conseguí que Sara se pusiera por debajo de mí dejando su coñito al alcance de mi boca. Mi cadera sobre su cabeza estaba justo en la posición ideal para que Mario me follara.
Su mujercita, generosa, me ofrecía la polla de mi primo. Yo estaba muy mojada y cachonda y la lengua de esa chica tan guapa haciéndome caricias en el clítoris no hacía más que aumentar mi excitación.
Encerré mi cara entre sus muslos dejando que el duro grande se abriera paso entre mis labios. La pétrea polla me llenaba. Se movía despacio dejando que Sara le chupara los huevos y lo que podía de mi pubis. Parecía que lo tenían ensayado. Que no era la primera vez que hacían eso con alguna chica... o chico.
Notaba sus manos acariciando mi piel, las de ambos. Todo era placer, entre ambos me estaban haciendo sentir cosas de las que habia disfrutado pocas veces en mi vida. Y yo que pensaba que los estaba seduciendo y en realidad era yo la que había caído en sus brazos.
Pero estaba claro que no me quedaba quieta. Mi lengua saboreaba los jugos que Sara soltaba en cada uno de sus orgasmos. Se me da muy muy bien comer coños. Excepto cuando levantaba la cabeza para gemir en mis propios climax.
Como Mario se estaba tomando su tiempo ambas tuvimos muchos orgasmos antes de que se corriera. Aunque tomo mis precauciones sacó la polla de mi interior para derramar su lefa en la boca de Sara. De inmediato me giré para besarla y compartirla. Incluso él se unió al beso a tres lenguas para saborear su semen.
Nos derrumbamos los tres sobre el césped respirando agitados. La polla de mi querido primo perdió su dureza después de correrse. Teníamos que darle tiempo para que se recuperara. Volvimos a la sangría mientras ellos me contaban algunas de sus aventuras.
Resulta que si eran aficionados a los tríos. No era la primera chica, persona, que follaba con ellos. Eso le dio pie a mi imaginación, estar con ellos y una cuarta persona, ya fuera chica o chico o transexual. Que ellos también habían probado con esas mujeres con polla.
Yo también les conté cosas de mi vida, mi bisexualidad y que este estaba siendo el mejor trio de mi vida.
Poco a poco, con la conversación de pervertidos, los roces de los cuerpos desnudos y las manos cariñosas nos estábamos animando de nuevo. Notaba por turnos los dedos de ambos acariciándome el coñito. Y los besos dulces de sus labios, sus lenguas buscando la mía.
Esta vez fue Mario el que terminó de espaldas en la hierba. Con mi lubricante en el ano de su mujer esperaba ver como esa polla abría su culito. Yo quería probar la lengua de mi primo y ver si se defendía tan bien como Sara.
Me senté en la cara de mi primo y me abrí el culo. Quería que empezará con un beso negro. Si lengua no me defraudó en absoluto. La notaba en todos mis rincones dándome más orgasmos.
Sara se estaba sentando despacio sobre el rabo para que ninguno de los dos se dañara mientras estaba penetrándola por el ano. Volví a saborear sus sensuales labios su lengua juguetona. Ambas nos acariciabamos las tetas, el vientre, el clítoris.
No solo nos besábamos en los labios, el cuello, los hombros, las orejas, los pechos, los brazos y hasta los sobacos. Lamiendo cualquier pedacito de piel que alcanzaban nuestras lenguas.
- ¿Cambiamos?
Sara se levantó dejándome el sitio para que su chico follara mi culito. También me la clavé despacio. Quería disfrutar la penetración. Mientras seguía dando placer y cariño a Sara. Ahogando nuestros gemidos en la boca de la otra.
Esta vez ya no paré hasta que me llenó con su semen. Eran tan pervertidos, dignos compañeros para mi placer, que me pusieron a cuatro patas para lamer mi ano a dúo. La lefa que rezumaba era recogida por sus ávidas lenguas.
Esta vez el descanso fue más largo. Reponiéndonos con la cena. Se quedaron a dormir por supuesto. Yo me he quedado en su casa muchas noches después de esto. Y los encuentros familiares se han vuelto más animados desde entonces pues sabía que iba a verlos. O directamente a ir los tres juntos.
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