domingo, 20 de febrero de 2022
La hija de mi compañero
.
Hacía muchos años que no la veía, de hecho ni siquiera la reconocí. Marta es hija de un antiguo amigo y compañero de trabajo. No es mi sobrina de sangre, pero como soy hijo único ella es a la única mujer que podría llamar así.
De niña jugaba sentada en mis rodillas cuando tomaba algo con su padre en algún bar. Era una criatura preciosa muy rubia y con unos preciosos ojos azules.
Pero nada más que eso, casi un juguete al que entretenía mientras su padre y yo hablábamos de coches, de fútbol, política o arreglabamos el mundo. Yo era más algo joven que él y por entonces estaba soltero.
Por motivos laborales tuve que cambiar de ciudad y perdimos el contacto. Apenas conseguía hablar por teléfono o internet con mi amigo de tanto en tanto.
Sí que preguntaba por la niña, por mi sobrina y sus progresos, no lo hacía del todo por compromiso. Aunque apenas pensaba en ella por las complicaciones de la vida siempre le tuve un cariño especial.
Supe así que había pasado el ciclo básico y el medio de su educación con cierto éxito. Cuando me comentó que iba a empezar la universidad solo pensé en cómo pasa el tiempo y en qué me estaba haciendo haciendo viejo.
Seguía soltero y no pensaba en las complicaciones de una relación. Buey suelto bien se lame, como decía mi abuela.
Pero tampoco lo relacioné con que en la ciudad en la que vivía ahora hay una de las universidades de más prestigio del país. Y su padre se olvidó de mencionarlo puede que adrede.
Así que cuando aquella guapa rubia me saludó en la cola del supermercado ni siquiera la reconocí. Hacía muchos años que no la veía aunque de vez en cuando pensaba en ella. Solo me perdí en la profundidad de sus ojazos azules.
Extendidas sobre la cinta a su lado había las típicas cosas para pasar una tarde viendo la tele en el sofá. Prácticamente lo mismo que estaba comprando yo.
- Pero tío Alex ¿no sabes quien soy?.
De niña me llamaba tío y eso me encantaba.
- Créeme si conociera a un ángel como tú no lo olvidaría. No tengo ni idea de quién eres y de cómo sabes mi nombre. Y desde luego no tengo ninguna sobrina tan guapa.
Un poco de adulación para subirle el ego no le viene mal a nadie. Y la verdad es que la criatura que tenía delante de mí se la habría puesto firme al más santo de los varones.
La rubia melena le llegaba a la mitad de la espalda. Los ojos seguían siendo los mismos de un azul profundo en los que podría ahogarme. La dulce carita había perdido las pecas que la adornaban de niña. Pero sus rasgos se habían convertido en los de una belleza digna de una modelo de catálogo.
Los hombros estaban desnudos por que su top se anudaba detrás del fino cuello. Eso le dejaba un escote delicioso, una tetas no muy grandes pero que parecían muy duras. Asomaban en un canalillo en el que podía perderme. La cinturita estrecha estaba al aire por la corta prenda y se veía el ombligo adornado con un discreto pircing.
Sus larguísimas piernas salían de una falda que a duras penas merecía ese nombre por la escasa cantidad de tela vaquera con que estaba hecha. Sus sandalias solo eran unas tiras de fino cuero que exhibían sus cuidados pies como si no llevara nada. Las uñas pintadas del mismo color rojo que las de sus manos.
Admito que obnubilado por esa belleza mis respuestas apenas eran coherentes.
- Bueno, ¿me vas a dejar con la intriga?.
- ¿Quién eres? y ¿de que me conoces?.
- Soy Marta la hija de Juan.
- ¿En serio?. No podía reconocerte en la mujer en que te has convertido. La última vez que te vi eras una niña, apenas me llegabas a la cintura.
- Alex. Ahora he pasado bastante de ahí y sé bien lo que hay por esa zona.
- Cierto, te has convertido en toda una belleza. Y tu padre no me ha dicho lo guapa que te has puesto.
- Será por celos, no me vayas a ligar. Entonces tenías fama de mujeriego. Era pequeña pero no tonta.
- No exageremos, pero admito que no se me daban mal las chicas.
- ¡Que modesto! Si cada sábado estabas con una diferente. Que te venían a buscar cuando estabas con nosotros. Y seguirás igual. Tu piso será un desfile de modelos de lencería con lo guapo que te conservas.
Parece que ella también sabía jugar a eso de adular. El que una belleza tal me dijera que estaba bien me subió la moral algunos puntos.
- Pues ninguna de esas modelos debe darse cuenta de ello. O es que estoy de vacas flacas, ahora no estoy con nadie.
- Venga tío Alex, invítame a algo y me cuentas qué es de tu vida. He echado de menos lo cariñoso que eras y la paciencia que tenías con aquella mocosa.
¿Como negarme a esa proposición? Solo con que me vieran con ella ya ganaría muchos puntos.
- Vale, te llevaré a uno de mis pubs favoritos y te invito a lo que quieras. Pero suponía que una belleza como tú tendría algo mejor que hacer un sábado por la noche que estar con un vejete como yo.
- Madurito interesante en todo caso, y ya ves por las marranadss que había comprado que no tenía plan.
Dejamos o más bien arrojamos todo lo que habíamos comprado al maletero de mi coche aparcado en la calle a una manzana del súper. Dos calles y un pequeño parque más lejos entramos a uno de mis locales favoritos para llevar a mis ligues. Que además acababa de abrir y éramos los únicos clientes del local.
Con nuestras copas en la mano la conduje al rincón del fondo donde cómodos sofás ante mesitas bajas permitían la conversación. En otros casos lo que hacían las parejas era meterse mano y acariciarse con cierta discreción.
Yo no iba a ser tan descarado y entrarle a una joven que había jugado en mis rodillas de niña. Así que durante un buen rato estuvimos conversando y poniéndonos al día. Su conversación era fluida y adulta y era todo un placer simplemente hablar mientras ella me permitía contemplar a gusto su belleza.
La falda había trepado algo más por sus largas piernas y de vez en cuando podía echarle buenos vistazos a sus torneados muslos. Cada vez que se inclinaba a recoger la copa de la mesita el escote se abría un tanto y los cónicos y duros pechos mostraban el canalillo.
Yo no podía competir con nada de eso aunque me conservaba en un forma aceptable y hasta podría presumir de mis abdominales. Pero a ella no parecía importarle y simplemente me hipnotizaba con su forma de ser.
El pub se fue llenando e incluso a nuestro alrededor algunas parejas se hacían arrumacos algunos bastante descarados. Nos daba igual, concentrados el uno en el otro.
- Tío, ¿sabes que que pequeña estaba enamorada de ti?
En ese momento estaba bebiendo de mi tercera copa ya punto estuve de escupir todo el alcohol encima de su bella anatomía. Aún tosiendo solo pude responder:
- Cielo, eso me se le dice a un anciano cuando está bebiendo. Me has podido provocar un ataque.
- Creo que traspasé mi complejo de Electra de mi padre a tí.
- Bueno tu padre es una bellísima persona que no duraría en darle hasta su último céntimo a un amigo en apuros. Es mi mejor amigo, pero no es que sea el más agraciado del mundo. No sé cómo ha salido una criatura celestial como tú.
- No has conocido a mi abuela. ¿verdad? Aún tan mayor y sigue siendo una belleza. Soy clavada a ella y nadie se explica como mi padre puede ser su hijo. Pero no te desvíes.
- No me aparté del tema, es solo que no me podía imaginar algo así. Eras una niña.
- Pero muy madura y me enteraba de todo.
Dejó descansar una mano sobre mi muslo. He de admitir que me estaba poniendo muy nervioso.
- Ya no tienes edad de jugar encima de mis piernas.
- No a lo que jugaba entonces. Pero seguro que podemos encontrar otros juegos.
Su mano seguía acariciando mi muslo como en un descuido. Como si ella no se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Y seamos sinceros yo me moría por besar sus labios de fresa.
Despacio nos inclinábamos hacia el otro. Las caras cada vez mas cerca. Ya no hicieron falta más palabras. La labios hicieron contacto por primera vez. Un roce suave, un beso tímido, solo un leve toque.
Por fin me atreví a tocar su suave piel y ahora fue mi mano la que descansó en su muslo. Despacio, subiendo desde la rodilla. Ningún tipo de seda se podía comparar con lo que estaba acariciando. Y ella no sólo me dejaba, sino que además me estaba animando con la primeros gemidos de placer que escaparon de su boquita.
- ¡Ahhh! ¡Tío Alex! Ya tenía ganas.
Y eso no sólo no me cortaba, sino que me animaba más.
- ¿Me llevas a tu casa?
- Tendremos que recoger la compra. Al menos para picar algo.
Pasamos por mi coche con prisa. Ambos teníamos ganas de explorarnos. Con la bolsas en las manos nos dirigimos a mi casa. Todo estaba en el mismo vecindario así que minutos después llegábamos a mi portal.
Tras la puerta de mi piso estreché el delicioso cuerpo de la chica entre mis brazos y la besé con ardor, con pasión y empecé a darle lengua. Noté como ella abría los labios y respondía, al principio con timidez, luego con lengua y una gran cantidad de saliva.
Mis manos resbalaron a lo largo de la espalda. Una espalda firme esbelta que terminaba en un trasero tentador. Las manos acariciaron aquel esplendido culo por encima de la minifalda vaquera sin que mis labios dejaran de besar su boquita.
Sentía contra los muslos el contacto del pubis de Marta solo separados por las telas de algodón. También la presencia del vientre, plano, firme y amplio, que empezó a moverse muy lentamente. Restregándose contra la dureza de mi miembro tieso.
Sobre el pecho notaba su dos senos. Tan fina era tela de su top y de mi camisa . El ligero movimiento los frotaba, los hacía palpitar bajo el calor de la piel.
Mis manos empezaron a explorar aquella maravillosa hembra. Era escultural. Acaricié los muslos desnudos y suaves. Después mientras una mano valoraba la magnificencia del culito, por encima de la falda, y de las caderas, la otra ascendió y acarició las tetas.
Marta lanzó un sordo gemido. Un jadeo. Frases entrecortadas de deseo.
-Eres bueno, tío Alex.
Susurró. Le debía dar morbo seguir llamándome tío. Ya que no tenía ninguno de sangre, tanto su padre como su madre eran hijos únicos.
-Y tú estas de verdad buena, Marta...
- ¡Oh! ¡Qué manos tienes!. Alex.
- ¿Que ocurre? ¿Estás bien?
- De maravilla. Me haces vibrar.
La respuesta fue un nuevo jadeo, otros gemidos. Le quité el top y no llevaba sujetador. Los senos quedaron al descubierto. Eran dos bellísimas redondeces erguidas coronadas por pezones oscuros, suaves y erectos que invitaban a hundir la cabeza en su tibio aroma. Las besé las succioné y les dí pequeños mordiscos solo con mis labios.
- Marta, cariño, tesoro. ahh, me matas.
- Me muero, vida mia.... Sigue comiéndome los pechos. Tito.
Le quité la minifalda que cayó al suelo de mi habitación. Al liberarla de la braguita , ésta se enganchó en las dos estupendas nalgas. Eran dos prodigios de armonía, separadas altas y salientes. Las agarré con las manos en un gesto posesivo. No quería que se separara de mí cuerpo.
Marta también ponía su parte en aquel conocimiento íntimo que intercambiabamos. Tenía sus propias ideas y deseos Acarició con sus manos suaves mi espalda y pecho, liberándome de la camisa y dejándola caer al suelo.
Si ella quería desnudarme yo no pensaba poner impedimentos. Segundos después mis pantalones y slip siguieron el camino del resto de las prendas arrojadas a un rincón de mi habitación.
Acarició la piel alrededor de mi pubis prácticamente recién depilado y cerró finalmente una mano sobre el miembro erecto y dilatado. Acariciaba mis huevos también. Yo solo gemía en sus oídos.
Se inclinó y apoyó la cabeza en mi pecho. Cuando me dí cuenta estaba lamiendo y mordisqueando mis pezones. Duros como piedras sentía que me gustaba mucho esa caricia. Mi sobrinita postiza sabía como hacer gozar a un hombre.
- Déjame probarla.
Se inclinó más, hasta poder besar el glande con sus labios de fresa. Hasta metes mis testículos en la boca. Hasta pasar una mano entre mis muslos y ponerla entre mis nalgas. Hasta acariciar mi ano con uno de sus dedos e incluso penetrarme con el. Todo mientras su lengua subía y bajaba por el tronco de mi rabo humedeciéndolo.
-Oh, tío... cariño... Que duro está...
- Solo está así por ti. Por todo lo que me haces. Ahora quiero saborearte yo. Levanta.
Lo hizo frente a mí, pegada a mi cuerpo. Con sus duras tetas en mi torso y su lengua buscando la mía. Dejando que la salpica de ambos resbalara por las barbillas.
Mi boca descendió a lo largo del cuerpo desnudo de la chica cubriéndola de besos y de mordiscos. Lamí la suave piel de sus axilas siguiendo un camino solo marcado en mi imaginación hacia sus pechos. Me detuve en el vientre. Clavé la lengua en su ombligo y sostuve entre mis labios el pequeño pircing.
Después la empujé hasta tumbarla sobre la cama y continuar con el descenso por su cuerpo.
Aquel perfume de mujer. Aquel aroma lúbrico y tentador de joven estremecida por el deseo me embriagaba como hubiera hecho el mejor licor destilado. Hundí el rostro entre los bellos muslos y lamí la mojada hendidura. No había vello que impidiera o molestara mis maniobras.
Un gemido prolongado y exasperante escapó de los labios de la chica. Lamí el clítoris y luego lo oprimí entre mis labios. Clavé la lengua en lo más profundo de su húmeda gruta. Buscando provocar sus primeros orgasmos. No me conformaría con uno solo.
- Tío me vas a derretir. Me voy a licuar si sigues así.
Efectivamente sus corridas en mi boca eran jugosas. No creo que fueran squirt pero desde luego eran abundantes. Pero ella me quería en su interior, quería que la follara. Y desde luego estaba bien preparada con lo que hacía estado haciendo con mi boca.
Se me puso ella misma a cuatro patas. apoyada en sus rodillas sus nalgas eran algo glorioso. La perfecta imagen de la lujuria ofrecida a mis deseos.
Cogiendola de la cintura, despacio fui aproximando la polla dura a la vulva jugosa. Deleitándome en la vista de las dos nalgas firmes, blancas abiertas y del ano ofrecido, oscuro agujero apretadito y promesa de goce futuro. el canal definido y sin vello.
El glande hizo por fin contacto con los labios finos arrugados y rojos. y un estremecimiento recorrió el cuerpo de la chica. Suavemente con la punta del miembro acaricié los dos pliegues de sensible piel.
La dureza irresistible del pene conseguia que no hiciera falta guiarlo con una mano mientras acariciaba con suavidad los íntimos rincones de la rendida muchacha. Esta suspiraba comenzando a sentir en su interior mi firmeza masculina.
Sujetaba su cadera, acariciaba su torneada espalda. Su suave epidermis bajo la yema de mis dedos. Se irguió lo suficiente como para pegarse a mi torso. Tuve que sujetarla del pecho acariciando así sus durísimas tetas. Girada la cabeza para ofrecerme su lengua y poder cruzarla y jugar con la mía.
Así era necesario bajar el ritmo. Lo que por cierto me venía bien para no correrme demasiado pronto dentro de esa maravilla de mujer.
- Cielo, ¿tomas precauciones?.
- Por supuesto tío, me cuido. No me vas a dejar embarazada.
Era inevitable mi orgasmo. Con un nuevo gemido de ambos le llené el xoxito con mi semen. Me incliné a comérselo. Nunca me ha importado saborear mi lefa saliendo de un culo tan jugoso y además sorbete para comerle el culo. Lamer su ano y que siguiera gozando.
Pero como es lógico mi polla había leído su dureza y nos tumbamos a descansar, muy cerca, nuestros cuerpos pegados. Su cabeza apoyada en el hueco de mi hombro, sus pechos clavados en mi costado y la humedad de su pubis rozando mi cadera.
Yo podía acariciarle con ternura, el dulce rostro, el lateral de una de sus tetas. Y de vez en cuando besarla la frente, la nariz respingona y sus labios llenos y sensuales. Seguimos compartiendo confidencias, más íntimas ahora.
- Sabes, tengo celos de los chicos que han estado contigo.
- Es mi pequeña venganza por cuando te veía irte con esas bellezas y no te quedabas conmigo. Me sentía segura en tus brazos. y no quería que te fueras.
- Si lo hubiera sabido, nunca te hubiera dejado. Te habría abrazado hasta el día de hoy.
- Y ahora ya sé por qué ellas te buscaban si las hacías gozar como a mí hoy. Si se lo pasaban tan bien.
- Ninguna de ellas me hacía disfrutar como tú. Tienes algunos trucos que ninguna de ellas sabía. No sé quién te los habrá enseñado. Sobrina.
- Imaginación y documentación. La verdad es que en general los chicos tienen poca imaginación. Van a correrse ellos y punto. Sin pensar en hacernos gozar a las chicas.
- Pues espero que no haya sido el caso conmigo.
- Para nada, es la vez que mejor me lo he pasado con un hombre. Con mi tío.
Eso me hizo sospechar algo.
- ¿Con un hombre? y ¿con mujeres?.
- He probado y me ha gustado mucho. Supongo que soy bisexual.
Seguimos así un buen rato hasta que sus caricias en mi nabo lo hicieron revivir para otro asalto. Nos pasamos toda la noche en brazos del otro dándonos placer.
Volvió más noches y al final se vino a vivir conmigo con el permiso de su padre, mi viejo amigo. Aunque no somos pareja como tal. Cada uno sigue follando con quien puede y le gusta además de compartir cama. Algún día se irá pero por ahora nos lo damos todo el uno al otro.
.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario