domingo, 8 de marzo de 2009
En el concierto (por el chico)
Me apetecía mucho ver a ese grupo. Últimamente lo llevaba siempre puesto en el CD del tractor. Así que cuando me enteré que tocaban en la capital de la provincia hice mis planes. Dejé el tractor en la nave y vestido solo con el short vaquero y las playeras me fui a dar una ducha. De camino encontré a mi primo con el que había perdido la virginidad hace algún tiempo. No quiso acompañarme pues había quedado con su ligue actual una chico del pueblo de al lado con el que se bañaba desnudo en la acequia por las noches. Tenía muy claro que era gay así que nos despedimos con un buen morreo y no sin que él metiera la mano por dentro de mis cortos pantalones para darle un buen achuchón a mi polla. Pero a mí también me gustan las chicas. Ya en casa no perdí mas el tiempo para quedarme desnudo del todo y darme una buena jabonada y repasar el depilado. Pensando en si conseguiría ligarme alguna chica me coloqué un tanga sexy y metí unos cuantos condones en el bolsillo y una camisa ajustada para marcar pecho y bíceps. Cogí el coche y aparqué lo mas cerca que pude de la plaza mayor. Las multitudes de encaminaban hacia el escenario y yo aprovechaba para no perder detalle de los escotes y minifaldas, piel femenina expuesta en la noche veraniega. Intenté colocarme lo mas cerca posible del escenario allí donde la multitud se cerraba mas para sentir el roce de los cuerpos calientes, chicos y chicas. Conseguí llegar casi hasta el altavoz donde me detuvo el culo fantástico de una morena. La presión de la gente me obligaba a pegarme a ella que parecía ajena a todo lo que ocurría a su alrededor concentrada solo en la música. Bailaba todo lo que podía entre la gente. En uno de sus saltos aterrizó sobre mis playeras. No hubo daño pero por fin se dio la vuelta y pude contemplar su magnífica delantera. Los pechos perfectos, no muy grandes cónicos y firmes, y los pezones duros por la excitación marcados en la tela de su camiseta de tirantes. No podía ver mas abajo por que me lo impedía la gente que me apretaba contra ella aunque ya había comprobado la dureza de sus nalgas. Ella si me dio un buen repaso de las playeras a la raíz del cabello. Tiene una bonita cara y una nariz respingona. Con los dos besos de rigor se presentó clavando sus durísimas tetas que se sostenían sin necesidad de sujetador en mi pecho. Pidiendo mil disculpas por el pisotón del que ya ni me acordaba. El resto del concierto lo pasamos juntos. Ella me arrimaba el culito prieto que tanto me había impresionado desde el principio a la bragueta. Cuando pasé los brazos alrededor de su cuerpo para cogerle de la cintura no protestó en absoluto. Viendo que mis avances no caían en saco roto incluso me atreví a dejar algún beso en sus hombros desnudos o en su cuello y cuando lo hacía ella se apretaba aún mas a mi cuerpo. Al terminar el concierto me arrastró de la mano hasta un discreto café donde conseguimos una mesa en un rincón solitario, ella me dijo que invitaba para disculparse del pisotón. Por fin pude contemplarla a gusto, es algo mayor que yo pero está buena de verdad. Unos largos y ahusados muslos marcados en el estrecho vaquero, una fina cintura que había podido apreciar cuando la rodeé con mis brazos. Y sus pechos orgullosos e insolentes que me apuntaban. No podía dejar de mirarle el generoso escote. Acercó su cara a la mía y por fin pude besar sus rojos labios que casi de inmediato se abrieron para recibir mi lengua en el interior de su boca. La suya reaccionó al instante cruzándose con la mía en un jugueteo muy placentero. Deslicé una mano lentamente de su cintura al pecho y apoderarme suavemente de su pezón, rozándolo con insistencia. Su boca dejó la mía para pasear la lengua por mi oreja y meterla en mi oído, lo que me excita mucho y de lo que ella se dio cuenta de inmediato, mirando directamente mi bragueta. Al oído me dijo que si quería acompañarla a su piso y yo que en ese momento tenía una mano en su culo no pude, no quise negarme, tenía unas ganas locas. La llevé en mi coche y allí mismo en el parking la besé de pie juntando nuestros cuerpos calientes. Recorrí su espalda con mis manos amasando sus nalgas, ella no se quedó atrás en absoluto me acariciaba el pecho y devoraba mi boca con ansia rodeando mi cuello con sus brazos. Conduje hasta su casa para así poder coger el coche en cuanto nos despidiéramos. Subimos en el ascensor sin separar nuestros cuerpos ni un centímetro. Ya en el sofá me propuse desnudarla de la forma más tierna que supe. Lentamente bajé los tirantes de la camiseta y repasé con lengua y labios la suave piel de sus hombros, de su escote buscando lentamente los pechos cónicos y duros. Levantó los brazos y pude liberarla de la incomoda prenda mientras lamía sus perfectas axilas depiladas. Acaricié la suave piel lamiéndola mientras ella me arrancaba la camisa. Me miraba y me empujó a un sofá donde siguió sentada sobre mis muslos para seguir besándonos y sus pechos acariciaban el mío. Se movía sinuosa encima de mi cuerpo acariciándome con todo el suyo. Y eso que aun no nos habíamos quitado los pantalones. Quería ser ella la que trabajaba y sujetaba mis manos para que no la tocara. Mientras sentía en la polla dura el calor de su coño a través de las dos telas vaqueras. Solo se bajó de mí para descalzarme y sacarse las botas y los calcetines. De ahí continuar con mis vaqueros para lo que tuve que levantar un poco el culo del asiento. Su cara fue todo un poema al ver mi tanga mientras me acariciaba el pubis suavemente con su melena. Luego lo hizo con los pechos deslizando los pezones por mi piel, manejándolos con tanta seguridad como si fueran sus dedos. Mi pene reaccionaba a cada toque con un leve salto. Se separó de mí para terminar de desnudarse y me pidió que desfilara para ella y le enseñara como me quedaba la prenda de la que se escapaba la punta del glande. Marché hasta el fondo de su salón y le mostré mi cuerpo sin pudor. Volviendo a acercarme a ella que sentada en el sofá me recibió con un beso sobre la poca tela que cubría mi polla. Con sus manos comenzó a bajarme la prenda sin dejar de tocarme. Incluso metiendo una mano entre mis piernas para tocarme el culo y deslizar un dedo en la entrada de mi ano, algo que me encanta. Comenzó a besarme suave la polla para que no perdiera su dureza pero enseguida me dijo que era mi turno de usar la lengua lo que estaba deseando hacer sobre su cuerpo. Me hizo volver a tumbar en el sofá para sin timidez de ninguna clase sentarse sobre mi cara con sus suaves muslos a cada lado de mi cabeza. Su coñito chorreaba sus jugos de excitación de los que no perdí ni gota. Abrí las nalgas con las manos dedicándome también a su culito sudado, besaba la cara interna de sus muslos o volvía por el perineo a su vulva en la que penetraba todo lo que podía con la lengua e incluso la nariz. O me dedicaba al clítoris hinchado oyendo sus gemidos de placer. Creo que conseguí que se corriera varias veces mientras mi pene se calmaba un tanto pues hasta ahí ella me había puesto a punto del orgasmo. De pronto comenzó a deslizarse sobre mi cuerpo diciéndome que parara que me quedara quieto, pero sin separar su coñito de mi piel donde dejaba su rastro de humedad. Así hasta que consiguió empalarse en mi pene sin que ninguno de los dos guiara el instrumento. La sujetaba de las caderas. Inclinada sobre mi pecho me besaba y lamía mi cara húmeda todavía de sus jugos, de su propio sabor. Permaneció quieta unos segundos. Mientras me besaba y yo sentía como sus muslos apretaban mi polla. Luego empezó a moverse despacio. Dejando que yo me acompasara con ella subiendo mi cadera cada vez que ella bajaba la suya consiguiendo así penetrarla mas profundo. Mientras follábamos seguí recorriendo su suave piel con las manos, su delicioso cuerpo delgado y fibroso, sus cónicas tetas y su preciosa cara, el culo respingón y duro o la curva de su espalda. O arqueaba la espalda para besar sus labios, lamer su lengua o comerme sus pezones. De pronto se levantó de mí, y se colocó de rodillas en el sofá mirando a la pared. No hacía falta ninguna indicación y el glande volvió a buscar el solo la húmeda entrada de su coñito. Ahora podía tocar a gusto sus nalgas prietas y ensalivando uno de mis dedos acariciar a gusto la entrada de su ano e incluso deslizar la punta en su interior. Todo eso sin dejar de bombear en su vulva apretada. Parece que lo del culo le estaba gustando. Los dos gemíamos y bufábamos como locomotoras sudando en el calor de la noche. Me pidió que me corriera dentro pues tomaba sus precauciones, mis condones seguían olvidados en el fondo de mi bolsillo. Y con cada chorro de semen ella apretaba el coño como si quisiera exprimirme. Dispuesto a hacerle pasar la mejor noche de su vida le dije al oído que no se moviera y comencé a besar y lamer su piel empezando por la de la nuca para bajar por la espalda, siguiendo la línea de su columna buscando sus nalgas, el ano abierto y entregado a esas alturas, y el coño que rezumaba de mi semen y el sabor de su orgasmo. Sentado en la mesa de centro seguía usando la lengua siguiendo el beso negro y bajando a su clítoris y volviendo a penetrar su vulva con mi lengua lamiendo sus labios y recogiendo mi lefa de allí. Parece que lo disfrutó hasta que deshaciendo la postura se tumbó en el sofá llamándome para un sesenta y nueve y así como a mi no me había importado comerle el coño con mi semen en él. Ella se metió mi polla que había perdido su dureza en la boca tal y como estaba con mi semen y sus humedades. Volví a atacar su dulce coñito, buscándole nuevos orgasmos. Mientras ella seguía lamiendo mi polla, tragándola flácida al completo metiendose mis huevos en la boca y lamiendo mi escroto. Ahora era ella la que ensalivaba uno de sus dedos y lo metía en mi ano acariciándolo suave y ello sin indicarle nada por su propia iniciativa. Me giré para volver mi cabeza con la suya. Y volvió a besarme sin importarle tener su sabor en mis labios y lengua. Nos acariciábamos tiernamente toda la piel que alcanzábamos, durante un rato más. Desnuda como estaba se dirigió a la cocina a preparar café y algo de cenar lo que nos permitiría reponer fuerzas y no dormirme de camino a casa. La seguí hasta allí y volví a besar sus pechos mientras apoyaba el culo en el frío canto de la encimera. No podía dejar que una bomba tan caliente como esa se me enfriara. Desnudos sobre su alfombra cenamos o desayunamos. Sin necesidad de tostadas extendí la mermelada sobre su piel para luego recogerla directamente con la lengua. Ella hizo lo mismo con mi pecho y mis pezones. Le pedí si podía ducharme y evidentemente ella se vino al baño conmigo deslizándose en la bañera a mi lado. Para entonces mi polla se había recuperado dispuesta a un segundo asalto. Me confesó que nadie le había prestado tanta atención a su hermoso culo y que el mío había sido su primer beso negro. Me pidió que se lo estrenara. Usando su aceite de baño como lubricante y otra previa comida de su adorable ano para excitarla. Me senté en el fondo de la bañera y sosteniéndola de las nalgas dejé que ella misma se la fuera introduciendo. Como yo había tenido experiencias de ese tipo e incluso mi culo hacía años que había perdido la virginidad, creo que logré que ella lo disfrutara. Con paciencia, lubricando frecuentemente ella se movía despacio apretándome el pene con su cerrado ano. No lo dejó hasta que volví a correrme dentro de ella esta vez en un conducto diferente. Terminamos de ducharnos y antes de marchar cambiamos los teléfonos. Me pidió que volviera cuando quisiera. Desde luego su piso es parada obligatoria cada vez que bajo a la ciudad.
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