miércoles, 18 de marzo de 2009

¿SOLO UNA PUTA?

¿SOLO UNA PUTA?
Entré en el puti club bajando la interminable escalera; ella estaba apoyada en la barra, rubia, grande, cual nórdica amazona poderosa, enfundada en un ajustado vestido negro, corto, como cosido sobre su piel, del que sus tetas enormes parecían querer escapar por el amplio escote. Sus muslos duros y poderosos dirigían la vista como por el blanco cemento de una doble autopista hacia el negro tanga que asomando por debajo de la corta falda recortada ocultaba un dulce misterio.

Con voz ronca me indicó su deseo: dinero, con vil metal podría comprar su sublime carne rotunda. En un cubículo separado apenas de la escueta pista de baile por biombos y sobre un humilde colchón en el duro suelo podría tenerla. Ajenos al resto de las prostitutas, clientes y proxenetas del local como perdidos en nuestro propio mundo a medias negocio a medias deseo.

Lentamente se bajó los tirantes de su vestido negro y sus rotundos y puntiagudos pechos me apuntaban con sus orgullosos y erizados pezones, inclinándome sobre ellos los lamí con devoción. Bajando por su vientre chupé su ombligo, mi lengua dibujaba círculos sobre la nívea piel. Mis manos acabaron de bajar su vestido sobrepasando los obstáculos que los inmensos pechos operados y las redondeadas nalgas oponían y deslizándolo por los muslos y piernas hasta que ella misma levantando lo justo los negros zapatos de fino tacón lo apartó de una patada. Su tanga negro ante mi nariz, el olor del deseo surgía de allí. Así que impaciente por fin bajé su diminuta braguita con mis dedos liberando la ansiosa y dura polla que allí se escondía. Deposité un ferviente beso en el capullo que me apuntaba justo entre mis azules ojos.

Ella cogió mis manos y me levantó, suavemente depositó un húmedo beso en mis labios carnosos. Me abrazó deslizando sus manos por mi espalda hasta agarrar firmemente mi culo. Su lengua ya exploraba mis dientes y jugaba al escondite con la mía. Entonces ella empezó a desnudarme a mí, ahora sus diestras manos abrieron los botones de mi camisa, sus maquillados labios besaban primero mi largo cuello, luego mis hombros y por fin bajando los tirantes del blanco sujetador mis anhelantes pechos. Se metió mis pezones en la boca duros por la excitación. Revolvía su rubia melena entre mis dedos, apretándola contra mis senos. Una vez libre del sujetador me empujó al colchón; arrodillada a mis pies me sacó las sandalias de tacón y mi pantalón masculino de pinzas dejándome solo el tanga blanco. Subiendo sobre mis piernas, depositando en ellas dulces besos y parte del carmín que cubría sus labios, que a poco posó sobre la blanca licra y mi monte de venus. Aún guardo esa braguita con la roja marca de la barra de sus labios. Subió por mi vientre lamiendo mi ombligo, la curva de mis costillas, la parte baja de mis grandes senos y sorbía mis oscuros pezones, la gran aureola o los cogía entre sus blanquísimos dientes.

Mordisqueaba mi piel suave y volvió a besar mi boca ávidamente lamiendo cada rincón, el calor de nuestros pechos juntos, Nuestros vientres y su cada vez más duro pene entre mis piernas abiertas. Sin apartar su boca de la mía y sin sacarme el tanga, solo haciéndolo a un lado su elástico entró en mi, profundamente, mis piernas rodearon su cintura para facilitar la penetración. Le arañaba la espalda, intentaba alcanzar sus nalgas musculosas con las manos o sus muslos o toda su bronceada piel. La sentía en mí poderosa, en mis entrañas colmada por su fuerza, por su polla. Mirándonos a los ojos, oliendo solo el sudor de nuestra piel, sumergidas en la extraña música oyendo solo nuestros corazones, el momento duró siglos y solo entonces su cadera comenzó a moverse.

El éxtasis y la gloria, la apretaba cada vez mas fuerte entre mis muslos cruzándolos por detras de su musculoso culo, su polla fuerte y serena cada vez mas dentro de mi cuerpo a cada golpe de su cadera, sus pechos, toda ella se movía como queriendo entrar en mí, como si toda ella en mi interior tocara cada uno de los puntos sensibles. Ella con su sabiduría de mujer me arrancaba cada uno de esos orgasmos. Ella se corrió, su semen caliente ardía en mis entrañas. Mi sexo quemaba y ella aún dura por unos minutos seguía en mí y no oíamos nada mas que nuestra respiración, no veíamos mas que los ojos de la otra, no olíamos nada mas que nuestro sudor y dos gotas del perfume que me había puesto esa mañana, no tocábamos mas que nuestra piel. Y no saboreábamos nada mas que la sal de nuestros labios. Alcanzado el objetivo del orgasmo Por fin ella se retiró de entre mis muslos, se hizo a un lado y tomando mi cara entre sus manos depositó un dulce beso en la punta de mi nariz.

lunes, 16 de marzo de 2009

El camionero

Manolo conducía su trailer de segunda mano por una autovía cualquiera devorando kilómetros en una calurosa madrugada de verano, acaba de pasar un puti club de los muchos que hay por las carreteras. Es un chico joven, guapo, musculoso y con cierto aire de inocencia. A unos dos kilómetros una figura en el arcén le hace señas para que se detenga pero cerca no hay nadie, ni nada ni edificios, ni unas luces de avería ni siquiera los faros de otro vehículo. La carretera libre de luces y apenas se ve, clava los frenos y detiene el dieciocho ruedas, tiene buen corazón y eso algún día le meterá en un lío.

Pero esta noche cuando la puerta del pasajero se abre sube a la ajada cabina una chica morena de cabello, de piel oscura y rasgos entre sudamericanos y algo de mulata, es muy guapa y su cuerpo por lo que se ve a la difusa luz del panel de instrumentos es algo impresionante. Los pechos firmes y duros parecen querer romper la tela de la camiseta estrecha y de profundo escote. Los muslos desnudos y torneados salen de un pantaloncito tan corto que medio culo firme y redondito queda fuera de él. El ombligo bronceado está adornado con un pircing, una media luna de plata. La chica con un acento insinuante que recuerda las palmeras y el profundo azul del mar caribe le cuenta con gran profusión de cariños, cielos y amores que se ha escapado del prostíbulo que él acaba de pasar donde la tenían retenida contra su voluntad. Manolo se ha dado cuenta que nadie sabe de la fuga y que los posibles matones de medio pelo nunca podrían seguirle la pista a su camión de entre todos los que pasan por esa carretera.

Se siente a salvo y tranquiliza a la chica que al poco rato se queda dormida en el asiento, Manolo la cubre con su chaqueta y sigue conduciendo.
Tras coger dos desvíos que su ruta exigía se detiene a desayunar e invita a la chica, Sandra agradecida ve cómo los demás camioneros lo miran con envidia, acompañado de esa belleza. Ella se arrima mucho a su brazo y su pecho casi desnudo se pega a su poderoso bíceps cuando ella le agarra del brazo y le besa en la boca sin reparos excitándole casi sin proponérselo. Manolo piensa en cómo se lo va a explicar a su joven novia Sonia con la que vive, cuando un rato mas tarde aparque el camión a la puerta de su casa. A la vez se siente responsable de la desvalida que ha recogido en el camino. Al fin se da cuenta de que solo la verdad es la única solución para salir del embrollo.

Sonia vestida solo con un leve vestido de tirantes, salió a recibirlo en cuanto oyó el ruido del poderoso motor, con un cariñoso beso con lengua apretándose a su cuerpo. De pronto oyó el sonido de la otra puerta de la cabina y vio los largos muslos morenos y el precioso y casi desnudo culo de Sandra bajar por la escalerilla. Un breve arrebato de celos le hizo arrugar el sensual morrito, pero un poderoso abrazo de los bíceps de oso de su novio y las fuertes manos recorriendo sus nalgas sin ningún disimulo le hizo pesar que si hubiera algo entre su chico y la sensual morena no la habría traído a su propia casa. Sentados en el sofá ante unas tazas de café ambos explicaron la aventura nocturna y la ya ex prostituta contó su triste historia, ampliándola con su vida en el pobre país de origen, el falso matrimonio con un español que en cuanto bajaron del avión le quitó el pasaporte y la dejó en manos de los proxenetas. Incluso soltó alguna lagrimita ante el joven y atractivo matrimonio.

Sonia tenia tan buen corazón como su marido y aunque un poco mas desconfiada le ofreció a la hermosa caribeña una habitación en su casa. Le ofreció una ducha y casi antes de poder ponerse uno de los vaporosos camisones de Sonia estaba dormida en la pequeña cama de la habitación de invitados. Manolo y ella pensaron en explicarle a los vecinos que ella era una compañera de estudios de la joven esposa mientras permaneciera en su casa.

E inmediatamente se fueron a su dormitorio para ampliar el cariñoso recibimiento que Manolo se merecía. Este no podía apartar las manos del cuerpo de su esposa y le iba subiendo la falda mientras se dirigían a la enorme cama de matrimonio. La atrapó por la cintura y besaba sus hombros y su cuello con verdadera pasión a la vez que amasaba los enormes pero bien formados pechos. Manolo recordando el firme culo de la invitada pegaba la dura polla a las nalgas poderosas de Sonia. Deslizando sus manos por debajo de la falda le acarició la parte delantera de los muslos acariciando el monte de venus suavemente por encima de la lycra, bajó el tanga hasta sacárselo por los pies, momento que aprovechó para agachándose deslizar la cara por su culo, mordisquear suavemente las nalgas y pasar la lengua por la rajita hasta el ano. En el otro dormitorio la joven invitada oía medio en sueños los ruidos de la pareja amándose. Sonia ya entregada se agachó arrodillándose sobre la cama para permitirle el acceso más cómodo posible, mientras disfrutaba de la húmeda caricia en su agujero más intimo.

Manolo empezó a besar la piel de las nalgas y la espalda subiendo lamiendo por la línea de la columna mientras le subía el vestido hasta sacárselo por la cabeza. Ella ya desnuda pero impaciente esperó a que él se arrancara la ropa y volviera a comerle las nalgas, a lamer su ano ensalivándolo bien como preparación a la lenta y delicada penetración. Le puso el glande en la entrada y fue empujando despacio casi sin necesidad de guiarla con su mano pues los días sin follar en la carretera y la imaginación pensando en los pechitos de Sandra conseguían una extraordinaria dureza en su polla. Lentamente la follaba despacio acariciando sus pechos o pasando una mano por debajo de sus anchas caderas con el dedo ensalivado para excitar su clítoris, Sonia jadeaba, suspiraba aunque intentaba controlarse para no despertar a Sandra, y Manolo bufaba sintiendo como el culito de su esposa apretaba su rabo como queriendo exprimirlo. Hasta que se corrió dentro de ella aún siguió entrando y saliendo durante un rato pues parecía que su polla no quería quedarse en reposo. Cuando por fin bajó la dureza se la sacó para inmediatamente pasar a comerle otra vez el culito, el semen que rezumaba de su ano y los jugos que la excitación hacían brotar de su coñito al que alcanzaba perfectamente teniéndola puesta a cuatro patas. Manolo agotado tras la noche de volante se quedó dormido al poco rato mientas su esposa le acariciaba el cabello y le besaba en la frente.

Entonces se puso el ligero vestido y fue a comprobar como su invitada seguía durmiendo algo inquieta, la sábana se le había recogido a los pies y los morenos muslos quedaban a la vista hasta las braguitas que le había prestado. Uno de sus pechos morenos y el oscuro pezón de pequeño tamaño asomaba por el tirante del leve camisón algunas tallas más grandes de lo que debería. Algo se removía en el fondo de su corazón la veía como alguien desvalido, a quien proteger y por otro lado la belleza de la muchacha la había conmovido y recordaba sus experiencias juveniles con amigas, la investigación sobre el sexo que le llevó a sus primeras experiencias lésbicas. Todo a su debido tiempo la joven se quedaría con ellos al menos unos días. El tiempo necesario para despistar por si alguien la perseguía y ayudarla a comenzar una nueva vida, no la iba a liberar de la esclavitud para lanzarla a la pobreza.

Contenta y sin las braguitas, olvidadas en el dormitorio se puso a hacer las faenas de la casa, al cabo de un par de horas Sandra despertó asustada por que no sabía dónde se encontraba. Sonia alarmada al oír el ruido acudió al dormitorio para verla acurrucada contra la pared. Despertada su ternura se sentó en la cama junto a ella la acogió entre sus brazos y besando su suave y negrísimo cabello le repetía estas a salvo, nadie va a hacerte daño.

Te vamos a cuidar. Poco a poco se fue tranquilizando y automáticamente empezó a responder a las caricias de la rubia. Deslizó sus brazos por su espalda abrazándola y masajeando suavemente su espalda o arañando suavemente la línea de la columna sus pechos apenas cubiertos por las livianas telas se rozaban consiguiendo poner duros los pezones de ambas y el primer beso suave en los labios fue algo completamente natural. Sonia acariciaba la negra melena y la cogió de la mandíbula mientras los besos se fueron haciendo mas apasionados y las lenguas empezaban a entrar en acción. Cuando Sandra deslizó una mano por sus muslos en una leve caricia. Avanzando cada vez mas descubrió que la rubia no llevaba bragas. Deslizo dos de sus dedos hasta su coñito y apartando el vello fino y rubio le acarició los labios de la vulva que se abrieron solos a la caricia, descubriendo como pétalos de una flor el anhelante clítoris. Un gemido de placer escapó de sus labios. Sonia casi desmayada de placer intentó apartarla y decirle que no era necesario que la recibían de buena gana y ella contestó que quería hacerlo, se inclinó y retirando los tirantes del camisón dejó al descubierto los pechos pequeños cónicos y bien firmes de su invitada y pasó a mamarlos y acariciarlos con sus labios, con la lengua tierna, haciéndola suspirar. Lo que temía se había producido antes de lo esperado así que rindiéndose a lo inevitable se separó solo un segundo para quitarse el vestido y sacarle la negligé a la invitada.

Recostadas en la cama se besaban sin prisa las lenguas cada vez mas atrevidas mientras las manos recorrían sin descanso el cuerpo de la otra. Sandra seguía investigando el coñito de la rubia mientras esta dedicaba sus atenciones a su firme y prieto culito, sus nalgas eran amasadas y acariciadas. De pronto la ex prostituta se colocó encima de ella y paso a besar sus hombros, lamer los pechos grandes claros poderosos y meterse los pezones de grandes areolas en la boca mientras su cuerpo sinuoso se frotaba contra el de la rubia, seguía bajando por el vientre hasta el ombligo donde metió la lengua mientras los pechos duros rozaban adrede el monte de venus de su amante. Los pezones en el clítoris fueron un descubrimiento nuevo pues Sandra era capaz de manejarlos como si de un dedo se tratara acariciándola con un fino control. Pero seguía bajando la lengua, ya lamía los vellos rubios y por fin llegó a la vulva que abierta la esperaba anhelante. Sonia se retorcía de placer con los muslos bien abiertos mientras la morena le proporcionaba todo el placer que podía como expresión de su agradecimiento. Sus sabias caricias apasionadas despertaban los rincones de su coñito haciéndola suspirar. Con los poderosos muslos bien abiertos y la morenita acurrucada entre ellos pensaba que solo la presencia de su marido haciendo gozar a la belleza invitada podía hacer completo el instante de placer.

Pero Manolo aun dormía el sueño de los justos por completo ajeno a los planes de las dos chicas que se estaban amando en el dormitorio de al lado. Con el sabor de varios de sus orgasmos en su lengua y labios Sandra besó a Sonia en la boca y se volvió a acurrucar entre sus brazos como buscando la protección que no ha tenido hasta ahora. Sonia también quería hacerla gozar pero ella dice:
-Espera quiero disfrutar de vosotros, quiero haceros sentir lo agradecida que os estoy, incluso quiero daros el dinero que he conseguido ahorrar de las propinas que me daban los clientes-. Se estiró para alcanzar su bolso olvidado en la mesilla y sobre el generoso pecho de Sonia dejó caer una pequeña fortuna en billetes.
-Pero criatura... ¿tú estas bien de la cabeza? Todo eso es tuyo, nosotros no te pedimos nada-.
-Sois tan buenos conmigo que quiero... haceros felices-.
-Bueno a mí me estas haciendo muy feliz así desnuda encima de mí, y seguro que a Manolo le pasaría lo mismo, te quiero junto a nosotros-.
Y volvió a besarla con toda su pasión.
-Ahora solo tenemos que buscar una forma de decírselo, cosa que no creo difícil. Ahora me toca a mí hacerte un poco más feliz a ti.

Con los muslos a ambos lados de la rubia cabeza Sandra hizo descender su coñito sobre la boca y la lengua y durante un buen rato su clítoris, los labios hasta donde alcanzaba la inquisitiva lengua dentro de la vagina y hasta el perineo y el ano recibieron las caricias húmedas de la mujer del camionero. Los ojos azules de deslizaban por el vientre plano y los pechitos morenos y sus manos no estaban quietas: de las nalgitas, por la espalda a los pechos y hombros por delante toda la piel que alcazaba tocaba y acariciaba. Varias veces se corrió la caribeña sobre la boca golosa pero esta no paraba. Aún así su cabeza no había dejado de darle vueltas al asunto de su marido y decidió que un ataque directo era lo mejor. Se aproximaba la hora de la comida cuando el chico despertaba solo y hambriento.

Decidiendo que un ataque frontal era la mejor estrategia agarró a Sandra de la mano y desnudas como vinieron al mundo se fueron al dormitorio donde Manolo dormía desnudo con la sábana recogida entre las piernas y la polla dura por los sueños apuntando al ombligo. Cada una se puso a un lado y entre las dos se pusieron a comerle el rabo que inmediatamente al sentir las lenguas dulces y cariñosas dio un salto como reacción. Un dulce despertar con las dos bellezas junto a su polla y los culitos desnudos casi junto a su cabeza. Así que aprovechó y deslizó sus manos por el culito blanco y por el culito moreno hasta que sus dedos índices investigando alcanzaron los dos coñitos cachondos que chorreaban jugos.

La sorpresa quedaba muy diluida por lo que sentía en su polla, la lengua de la morenita empezaba a investigar sus huevos peludos mientas su mujer se dedicaba al hermoso tronco, o cambiaban y la ex putilla se metía le glande en la boca para apretarlo mientras la rubia se dedicaba a los peludos testículos y en cuanto abrió las piernas al perineo. Sonia quería, con algo de cargo de conciencia por haber sido la primera en beneficiarse a la invitada, ver a su marido follarse a la caribeña, con una leve indicación la hizo darse la vuelta, subirse encima de él y sosteniendo ella misma las nalgas duras, las fue bajando despacio mientras contemplaba como el duro miembro de su chico penetraba en el coñito dulce y ella misma la guiaba en la penetración y así la hizo cabalgarlo mientras ella se sentaba sobre su cara para que el chico le comiera el clítoris con la maestría que le caracterizaba. Manolo con la lengua ocupada con los labios de la vulva, el perineo y hasta el ano de su esposa y las manos amasando las nalgas de esta sentía el sinuoso cuerpo de Sandra moviéndose sobre su vientre hasta clavarse la polla en lo más hondo del delicioso coñito. No lo veía, no podía tocarlo pero sentía el rabo apretado durante unos momentos, quieta, acomodándolo en su interior solo con los músculos de la vagina, luego sintió todo el movimiento como si quisiera exprimírselo. Las dos chicas se besaban con furia, la lengua de la caribeña recorría la boca ansiosa y le amasaba los desarrollados pechos con una atención especial a los rosaditos pezones duros.

Ninguno de los tres estaba quieto, ninguno podía parar dando todo el placer posible y recibiéndolo de los demás. Sonia fue la primera en correrse, sus abundantes jugos se deslizaban por la barbilla de su hábil marido. Al sentirlos en la lengua este descargó el semen en la vagina de la caribeña ardiente y ella inmediatamente recibiendo las caricias de la cariñosa pareja derramó la mejor corrida que había tenido en mucho tiempo sobre los testículos empapados por sus jugos del camionero. Agotados por las emociones del día se dejaron caer encima del chico besándolo ambas por el placer recibido. Las lenguas de ambas competían por entrar en su boca y jugar con la de Manolo.

Este no perdía la oportunidad de acariciar los deseables cuerpos desnudos mientras pensaba en todo lo que estaba pasando. Entre las dos le habían dejado la polla en carne viva y no tenía ninguna explicación para ello. Cómo su joven novia había llegado a tal grado de complicidad con la extranjera. Y lo que les esperaba a partir de ahora. Cosa que su esposa pasa a explicarle con detalle mientras le da de comer. Sandra se quedará a vivir con ellos y a la ayudará en su pequeño negocio haciéndole compañía mientras él esta fuera en sus rutas. Y cuando llegue le espera una cariñosa bienvenida por parte de las dos chicas. La hermosa caribeña abre los ojos negros ante el plan y tan cariñoso recibimiento que no esperaba.

Tras la comida y para ayudarle a reponer fuerzas lo sientan en un cómodo sillón mientras Sonia le enseña a su chico algunas habilidades que él no le conocía. Sobre el sofá del salón agarra a la caribeña y la coloca a cuatro patas, ella se sitúa detrás y con la habilidosa lengua le recorre las nalgas cada vez mas dentro de la rajita hasta alcanzar el ano rugoso, lamiendo los alrededores o intentando penetrar en él con la lengua. Baja por el perineo buscando el coñito moreno, los labios finos ofrecen el tesoro del clítoris solo con un roce mínimo y su dueña suspira y goza de la caricia de su amiga, de su amante. Manolo comienza a explicarse el grado complicidad entre las dos chicas por que hasta entonces desconocía las habilidades lésbicas de su novia.

sábado, 14 de marzo de 2009

En el bar (por la rubia)

Estaba cachonda, caliente y aquel imbecil me había dado plantón, probablemente estaba casado y no se había atrevido a decírmelo. Bueno él se lo perdía. Pero yo tenia ganas de un cuerpo firme y masculino sobre mí. Manteniéndome apretada contra el colchón mientras se introducía con lentitud dentro de mí. Desde luego que tenía ganas de que alguien me follara o quizá de fallármelo yo. Mi mente y mi pensamiento volvían sobre ello una y otra vez haciendo que mis jugos mojaran las bragas que llevaba y me había quedado sin plan. Me sentía húmeda. El bar se iba vaciando y ninguno de los clientes parecía prestarme atención o ser digno de que yo se la prestara él. Pero el camarero sí. Es muy joven, me dije, y qué mas da, me dije después. Es muy guapo, y los músculos aunque no excesivos se marcaban por la fina tela blanca de su camisa. Hacía mucho calor allí dentro aunque fuera parecía a punto de nevar. Me fui al baño y me saqué las bragas para guardarlas en el bolso no sin antes haberlas olido. El perfume a sexo inundó mis fosas nasales. Iba a excitarlo a volverle loco y a comérmelo allí mismo. Lo deseaba de una forma animal e instintiva. Me abrí el escote un poco mas y me subí los pechos hasta dejar el borde de la areola justo sobre la línea del encaje de las copas del sujetador. Cuando volvió a mi mesa le pedí otra consumición dejándole que observara a placer la curva de mis senos comprimidos y el profundo canal entre ellos. Cuando se marchó la última parejita que había estado haciéndose arrumacos cerca de mí y poniéndome aun más nerviosa abrí las piernas al máximo para que pudiera ver lo que le esperaba. Había esta guiñándole el ojo durante un buen rato, si no eran suficientes pistas solo me faltaba ponerme a dar botes desnuda sobre el mostrador, lo que era exactamente mi intención. Bueno todo llegaría. Pero el chico no era tonto, cuando de la forma mas insinuante que pude le pregunté lo que le debía me contestó que un beso, y por fin pude sentir su carne. El beso que empezó siendo suave terminó largo, jugoso, con un montón de lengua y saliva por ambas partes, mi mano en su nuca le impedía retirarse ni para respirar. Aproveché para catar la firmeza de su culo, de sus nalgas fuertes y musculosas. Solo le dejé marchar para que pudiera echar la cortina metálica a la entrada y nadie pudiera molestarnos. Y cuando volvió, de inmediato volví a cogerle para deshacerme de su camisa que tanto me molestaba. Mas de un botón rodó por el suelo. Lo besé en el cuello mordiéndolo como una vampira. Bajé por su pecho dejando adrede mi carmín en su piel como un efímero recuerdo del rato de pasión. Le comí los pezones pequeños y duros, oscuros sin vello. Lamí su vientre hasta que metí la lengua en el ombligo. Pensé que se había quedado manco pero sentía sus manos fuertes en mis nalgas desnudas aprovechando que había recogido mi corta falda, amasándolas, sujetándolas, aprentándolas o acariciándolas más suave, deslizando un dedo incluso en el canal de las nalgas hasta introducirse en el ano. La falda ya recogida del todo en la cintura no era ningún impedimento para sus caricias cada vez más atrevidas. Subió las manos por mis costados para levantarme y llevándolas a mi vientre soltó los pocos botones que le quedaban abrochados a la blusa, para bajarla de los hombros y sacármela por los brazos. Ni me acordaba de la pulsera donde se quedó enganchada un segundo. Consiguió liberar mis pechos usando una sola mano para soltarme el sujetador. Una hábil maniobra que me gustaría saber con quien había aprendido, quizá me gustaría jugar con ella también. Estirando mis brazos dejé que me lo bajara hasta las manos y los aros de la prenda rozaron su vientre. De ahí cayó al suelo donde quedó olvidada. Bambolee un poco los pechos en su honor manteniéndolo cercado en la barra. Él de inmediato se inclinó para besarlos, su lengua juguetona me los excitaba con sabiduría acariciando suave las areolas, mordisqueando suavemente o sorbiendo los pezones entre sus labios. Besaba todo el volumen del pecho, con sus dulces labios, excitándome aún más. Teniéndolo inclinado sobre mis tetas solo alcancé a bajarle los pantalones estirando al máximo los brazos. Entonces muy a mi pesar se separó lo justo como para sacarse las playeras y los pantalones tan deprisa que apenas pudo mantener el equilibrio. Se dejó un ajustado slip de licra que me permitía adivinar el contorno de su perfecta polla. Inmediatamente me cogió del culo y levantándome con una fuerza que yo no sospechaba me depositó sobre el mostrador donde se puso a lamer mi coñito. Que maestría en su forma de manejar la lengua, sin usar los dedos que no dejaban de acariciarme los muslos o los pechos y el vientre, la vulva se abrió sola a sus caricias, los labios ofreciendo ellos solos y actuando casi como una parte separada de mí, sin control consciente entregando el tesoro de mi clítoris hinchado a la legua juguetona. Abrí los muslos a todo lo que daban de sí las caderas para permitirle cada vez más fácil acceso a mi tesoro. Ni se las veces que me corrí mientras él se esforzaba por recorrerme hasta el perineo buscando mi culito con su lengua. Decidida a darle acceso a todas las partes de mi cuerpo, giré sobre el granito del mostrador quedando a cuatro patas y dejando a su alcance toda mi grupa. De forma inmediata abrió mis poderosas nalgas con las manos para alcanzar con la lengua el agujerito de mi culo. Allí de una forma deliciosa se entretuvo durante mucho rato recorriéndolo completo del coñito al ano. Mordisqueando las nalgas o lamiéndolas y besándolas con toda la ternura de que era capaz. Estaba en un orgasmo casi continuo, quería averiguar donde había aprendido a complacer de esa forma a una mujer siendo tan joven, y sentía cierta envidia de la mala pécora que le había enseñado todos esos trucos. Era imposible que yo le pudiera coger el rabo y devolverle el placer que me estaba dando y ya había tenido no sé cuantos orgasmos. Suspirando, por fin pude decirle: bájame de aquí, quiero sentir tu rabo en mi interior, quiero devolver todo el placer que me estas dando. Cogida de su mano me dejé conducir al fondo de un pequeño almacén. Allí sobre una estrecha litera conseguí hacerme con su rabo e inclinada sobre él lo besé con adoración.

jueves, 12 de marzo de 2009

En el concierto (continuacion en el pueblo)

Aunque la siguiente vez que la vi fue en el pueblo que le enseñé encantado. Sus rincones y los sitios en los que jugaba de niño. El calor y el breve vestido que lucía hizo que renováramos nuestros juegos allí donde la fantasía nos dictaba. Cuando le enseñé las máquinas de trabajo aparcadas en la era empezamos a besarnos y acariciarnos. Mi mano se deslizaba bajo la falda para acariciar los muslos bronceados subiendo por detrás agarrando las desnudas nalgas y bajar su tanga para metermelo en el bolsillo de mis shorts por los que su mano ya se había metido buscando mi culo. Separé mi lengua de la suya para metérsela en el oído y decirle: ¡quiero saborearte! Me tumbé en la hierba y ella se arrodilló junto a mi cabeza bajando lentamente la cadera sobre mi cara entre una máquina de sembrar y un arado. Orientada hacia mis pies en cuanto deposité un suave beso en los labios depilados de su vulva sentí como sus manos me abrían los pantalones cortos liberando el duro prisionero que allí se refugiaba. Lo masturbaba suavemente solo para mantener su dureza y permitirme a mi seguir con la tarea sin muchas distracciones. En eso estaba deslizando la lengua del clítoris firme pasando por sus labios finos introduciéndose todo lo posible dentro de su coñito; paseándolo por el perineo y penetrando el ano todo lo que podía. Yo estaba a oscuras cubierta la cabeza por la tela de su falda. Se inclinó hasta meterse mi polla en la boca clavándome aun más si era posible el coño en la boca. Comenzó a tragarse mi pene apretando el glande contra su paladar mientras le daba un buen repaso con la lengua juguetona besándome el tronco y se estiraba un poco mas hasta meterse los testículos en la boca. Me hizo doblar las piernas y separarlas para poder levantar el culo que también quería lamer para entonces tenia el short enrollado en un tobillo. Yo tenía un dedo alojado en su ano. Pero ella no paraba con su lengua. No quería ni hablar de follar, quería mi semen en su boca y no paró hasta que mi corrida le llegó a la lengua. De inmediato se giró sobre mi cuerpo y me besó con mi propia leche que pude saborear de sus labios cuando mi lengua los traspasó para jugar con la suya. Volví a ponerme los pantalones pero no le devolví el tanga. La llevé al regato donde nos bañábamos en verano y nos metimos desnudos en el agua donde volvimos a acariciarnos. Aunque el agua estaba fría ante su magnífico cuerpo y sus jugueteos mi polla volvió a ponerse en condiciones y dentro del agua me hizo follarle el culito lubricándolo solo con el agua. Yo sentado en una piedra y ella sobre mí clavándosela con suavidad. Menos mal que aun era temprano y no fue nadie por allí. Una vez limpitos la llevé a la nave de una amiga pastora que tenia el aprisco cerca de allí. Nos fuimos a charlar tumbados en su pajar. Los presenté y de inmediato parecieron caerse bien compartiendo una botella de refresco le contamos nuestra historia; primero lo mío con la pastora y mi primo con los que compartíamos baños desnudos en el regato. Luego con Sonia cuyos muslos largos desnudos salían del vestido recogido casi hasta enseñar el tanga que ya se había puesto. Mi amiga también lucia sus largas y morenas piernas saliendo de un pantalón de deporte ajustado y aun más corto que mi short que era lo único que tenia puesto. Una camiseta recortada de la pastora que nos mostraba la parte inferior de sus pechos estando recostada en esa postura. Todo eso era nuestro atuendo pues todos estábamos ya descalzos. Sonia riendo le dijo a la pastora que puesto que yo me había acostado con las dos lo justo era que ellas hicieran el amor. La sonrisa de mi amiga denunció que la idea no le desagradaba y fue ella la que se aproximó a la chica de la capital para tumbarse sobre ella. Comenzaron a besarse suavemente Yo agradecí el descanso que me ofrecían además de disfrutar del espectáculo. Sonia metió la mano por debajo de la camiseta de mi amiga buscando sus pechos. En cuanto se hizo con sus pezones estiró el cuello y soltó un gemido profundo. Sonia aprovecho que habían separado el beso para sacarle la camiseta y apoderarse de sus tetitas con la boca. La lengua recorriendo sus pezones. Mi pastorcilla disfrutaba de esas caricias hasta que se decidió a actuar bajando los tirantes del vestido para besar y lamer los pechos de la visita. Siguió bajando para levantar su falda y atacarla justo entre sus preciosos muslos. Levantándolos y abriéndolos y besando primero por encima del tanga apartándolo justo para lamer sus labios. Entonces se lo quitó y se dedicó a comerle sin mas estorbos el completamente depilado coñito. Ahora le tocaba el turno a Sonia de suspirar y gemir mientras ella misma se acariciaba los pechos y retorcía los pezones. Mi amiga en una pausa para tomar aire le dijo: ¡espera, termina de desnudarte! Mientras se incorporaba y se sacaba el vestido. Directamente fue a por el coño de la pastora que esta vez quedó debajo tumbada de espaldas en la paja. Tirando de los muslos de su nueva amante se la colocó encima en un sesenta y nueve del que salían un montón de suspiros y gemidos de placer. Estaba claro que mis amigas se lo estaban pasando bien juntas y con el espectáculo y el descanso yo estaba empezando a reaccionar. Fue la pastora la que me hizo señas para que me acercara y le ayudara. Me puse a comerle el culo a Sonia mientras ella seguía lamiéndole el coño. Me saqué el short y me puse para follarla. La pastora cogió mi rabo con la mano y lo guió hasta la vulva de su nueva amiga y cuando la tuve ensartada del todo siguió usando la lengua sobre mis testículos y el clítoris, los muslos de ambos y toda la piel que pudo alcanzar. Yo, de rodillas no podía mas que dedicarme a lo que tenia entre manos, o más bien ensartado. Hasta que a mitad de faena nos obligó a separarnos y me hicieron tumbar a mí de espaldas en la paja. Se pusieron ambas a comerme la polla a dos bocas, cruzaban las lenguas con su sabor sobre ella. Me dejaron sus preciosos culitos al alcance de las manos para que siguiera acariciándolas y masturbándolas hasta que mi pastorcilla se decidió a subirse encima de mi polla y cabalgarme Sonia durante un rato mas le estuvo lamiendo los pechos hasta que se volvió a sentar sobre mi cara mirando a nuestra amiga a la que se puso a besar con pasión y acariciar. Como conocía el gusto de mis amigas por el semen las avisé de cuando iba a correrme y volvieron a lamerme la polla para recoger mi semen que luego compartimos en un beso a tres. Por supuesto Sonia invitó a la pastora a su casa cuando fuera a la ciudad. Y a su vez fue invitada a juguetear entre la paja cuando quisiera. La monté en el tractor y volvimos a mi casa donde volvimos a follar.

martes, 10 de marzo de 2009

En el bar

Era un día laborable, y por ello me extrañaba más. Se había sentado en una mesa y había pasado horas allí. Al cruzar delante de ella le echaba jugosas miradas a sus larguísimos y bien torneados muslos enfundados en unas medias de rejilla de las de putón de toda la vida y que salían de una minifalda de cuero muy, muy corta. Unas sandalias con un tacón de aguja fino y largo los ahusaban aún más. Los pechos abundantes, generosos asomaban entre los botones desabrochados de su blusa blanca, casi transparente. Los pezones apenas los disimulaba el encaje del sujetador que los cubría lo justo Pues al agacharme para dejar en su mesa las consumiciones que me pedía mis ojos se deslizaban por el canal de su escote y mi otro yo reaccionaba a la forma perfecta al modo como eran sostenidas aquellas dos enormes masas. El carmín rojo fuego de sus labios los perfilaba como una herida sangrante y la lengua asomaba burlona de vez en cuando para remojarlos. La nariz un poco ancha y plana para mi gusto pero le daba personalidad a su rostro. Los ojos muy maquillados, los párpados en un tono carne daban resalte a las pupilas azules. De vez en cuando me guiñaba uno de ellos dejando caer las largas pestañas. La media melena rubia y lisa como si acabara de salir de la peluquería. Tendría como unos cuarenta y tantos años y estaba jugando conmigo. Yo me había quedado solo atendiendo el bar de mi tío, eso no era nuevo para mi. A mis todavía no cumplidos veinte años no me gustaba estudiar y para ganarme unas perrillas atendía el bar por las noches. Alguna vez mas de una chica había me dejado caer su número de teléfono o si era mas descarada me había pedido el mío. Había salido con esas chicas e incluso a veces había conseguido llevármelas a la cama, pero nunca había tenido un coqueteo tan descarado. El bar se fue vaciando pero ella no parecía querer marcharse. Hacía frío fuera pero dentro tenía la calefacción al máximo, de hecho yo solo estaba con unos vaqueros y una camisa blanca y su abrigo de pieles descansaba en una silla a su lado. Pensaba quedarme a dormir en la litera del almacén pues me tocaba abrir por la mañana. Me distraje un minuto cobrando a la última pareja que se marchaba y cuando volví a mirarla otro botón mas de su escote había caído. El sujetador blanco podía verlo perfectamente y sabiendo que la miraba descruzó las piernas lentamente abriéndolas de forma insinuante. En la confluencia de sus muslos blancos que sus medias, no pantis, descubrían pude ver el negro encaje del tanga cubriendo su pubis. Sus movimientos como los de gato lentos y deliberados, insinuantes y sinuosos, hechos para excitar para provocar. Cada músculo calculado trabajado para resaltar alguna parte de su bello cuerpo. Despacio se levantó y se acercó a mí bamboleando las caderas, sin molestarse en estirar el cuero sobre sus muslos, las medias ajustadas a ellos dejaban al descubierto parte de su piel hasta llegar a la falda. Con una voz ronca y sensual me preguntó qué me daba y yo le contesté que un beso, y o ella estaba caliente o yo había perdido la razón. Deslizó una mano sobre mi hombro, acariciadora, recorriendo mi piel hacia mi cuello y tirando de mi, me acercó a ella hasta que sus labios se posaron sobre los míos, solo un segundo después sentí su lengua abriendo mi boca para explorarla con lentitud y el resto de nuestros cuerpos hicieron contacto. Sentí los dos poderosos pechos sobre la fina tela de mi camisa y el cuero de su falda frotándose contra mis caderas donde algo que ya llevaba un rato recordándome que existía estaba reaccionando a toda máquina. Mis manos se deslizaron por su cintura sintiendo el tacto suave de la seda de su blusa, sus dedos revolviendo el corto cabello de mi nuca, un escalofrío recorrió mi cuerpo de allí hasta los pies y su otra mano en mis nalgas empezaba a apretarme fuerte contra ella. Mi lengua jugaba con la suya en un baile de saliva y deseo mientras sus carnes duras se apoyaban en mi cuerpo. No sé lo que duró aquel primer beso pero me pareció eterno. Ninguno quería separar el abrazo, solo para pasar a mayores. Mis manos se posaron en las firmes nalgas amasándolas de una forma salvaje y su falda se recogió un poco más. Déjame echar el cierre le dije entre suspiros, solo así pude lograr que me soltara. Muerto de frío volví a su lado pensando que no me iba a faltar su calor. Y así fue, entre sus brazos volvió a recibirme y sus uñas perfectas y largas trazaron surcos suaves en mi espalda. Recogí la falda un poco mas y por fin llegué a acariciar la piel suave de su culo desnudo, así fue como descubrí que no era rubia natural y lo oscuro que se me había insinuado antes entre sus muslos no eran sus bragas sino el negro vello de su pubis. Con violencia me abrió la camisa saltando algún botón y el carmín de su boca parecía un reguero de sangre recorriendo mi pecho de arriba a abajo. Me comía las tetillas, lamiendo y mordisqueando los pezones manteniéndome acorralado contra la barra. Ella llevaba la iniciativa y yo no podía ni quería hacer nada para pararla. Se agachó un poco mas para lamer mi vientre hasta llegar al ombligo y desabrocharme el cinturón. Yo también quería ver y acariciar su piel. Así que la sujeté para que volviera a besarme en la boca y pude quitarle la blusa, solo dos botones quedaban y saltaron deprisa, solo una pulsera de oro detuvo la liviana tela arremolinándola un segundo cuando terminaba de salir de sus brazos. Parecía que sus pechos firmes, grandes, generosos me miraban implorando que los liberase de la prisión de encaje en la que estaban constreñidos. Y mientras acariciaba uno de ellos por encima de la tela notando el pezón duro en mis dedos con la otra mano hice saltar el broche de su espalda. Tirando de la prenda salió sola por sus brazos estirados a los que les costaba abandonar mi cintura. Las tetas colgaban un poco, eran grandes y bronceadas como de top less o de cabina de rayos uva, las areolas oscuras y el pezón duro casi un centímetro de carne que se dejaba chupar y sorber, pasar mi lengua alrededor o los dientes suavemente. O besaba toda la piel del pecho, metiendo mi cara entre ellos apretándolos en mis mejillas sin dejar mis dedos quietos, sin dejar de recorrer la piel de su espalda o vientre. Sus manos ansiosas no paraban quietas desabrochando los vaqueros y bajándolos por mis muslos dejándome en ajustado slip con mi polla dura marcándose a través de la fina licra. Me separé de ella lo justo para sacarme los playeros los calcetines y el pantalón y de inmediato la cogí de las nalgas y la subí a la barra. Allí con la falda de cuero recogida en la cintura y recostada sobre sus codos con las piernas bien abiertas me incliné sobre el tesoro de entre sus muslos y comencé a besarlo con adoración, el bien recortado y moreno vello, los carnosos, desarrollados labios de su vulva que se abrieron al primer roce leve de mi lengua juguetona. Así pude deslizarla entre ellos en busca del preciado tesoro de su prominente clítoris o intentaba introducirla lo más posible en el pozo de su vagina y todo ello sin dejar de mover mis manos arriba y abajo por los muslos o subirlas por su vientre en busca de los globos de sus pechos pero sin acercarlas al coño húmedo reservándolo solo para mi golosa lengua y juguetones labios. Ella cual gimnasta abría cada vez mas los muslos y yo podía deslizar mi lengua un poco mas abajo hacia el canal de sus poderosas nalgas, por el perineo. Gozando y gimiendo se dio la vuelta para quedar a cuatro patas sobre la superficie de granito pulido y permitirme un cómodo acceso al ano, abriendo las grandes nalgas con mis manos me dediqué al beso negro lamiendo su raja con toda la intención y jugando con mi lengua en el agujerito estrecho, intentando introducirla lo mas posible. Parecía disfrutarlo cuando la mordisqueaba las nalgas con dulzura o bajaba lamiendo de nuevo hacia su coñito, su profundo aroma a hembra excitada inundaba las fosas de mi nariz que también rozaba su piel, su culo o se introducia todo lo posible en la vulva. Estaba consiguiendo hacerla disfrutar, parecía correrse al ritmo de mi lengua y mi polla estaba tan dura que casi me dolía. Me pidió que la bajara, que me quería en su interior. Así lo hice y acogiéndola de la mano la conduje al humilde catre del cálido almacén. Sin soltar mi mano se sentó y de inmediato cogió otra parte muy apreciada de mi persona. Sosteniendo mis huevos con una mano depositó un suave beso en el duro glande. Sacó la lengua para dedicarla al frenillo, sus ojos clavados en los míos como los de un torero mirando al tendido durante una gran faena.

domingo, 8 de marzo de 2009

En el concierto (por el chico)

Me apetecía mucho ver a ese grupo. Últimamente lo llevaba siempre puesto en el CD del tractor. Así que cuando me enteré que tocaban en la capital de la provincia hice mis planes. Dejé el tractor en la nave y vestido solo con el short vaquero y las playeras me fui a dar una ducha. De camino encontré a mi primo con el que había perdido la virginidad hace algún tiempo. No quiso acompañarme pues había quedado con su ligue actual una chico del pueblo de al lado con el que se bañaba desnudo en la acequia por las noches. Tenía muy claro que era gay así que nos despedimos con un buen morreo y no sin que él metiera la mano por dentro de mis cortos pantalones para darle un buen achuchón a mi polla. Pero a mí también me gustan las chicas. Ya en casa no perdí mas el tiempo para quedarme desnudo del todo y darme una buena jabonada y repasar el depilado. Pensando en si conseguiría ligarme alguna chica me coloqué un tanga sexy y metí unos cuantos condones en el bolsillo y una camisa ajustada para marcar pecho y bíceps. Cogí el coche y aparqué lo mas cerca que pude de la plaza mayor. Las multitudes de encaminaban hacia el escenario y yo aprovechaba para no perder detalle de los escotes y minifaldas, piel femenina expuesta en la noche veraniega. Intenté colocarme lo mas cerca posible del escenario allí donde la multitud se cerraba mas para sentir el roce de los cuerpos calientes, chicos y chicas. Conseguí llegar casi hasta el altavoz donde me detuvo el culo fantástico de una morena. La presión de la gente me obligaba a pegarme a ella que parecía ajena a todo lo que ocurría a su alrededor concentrada solo en la música. Bailaba todo lo que podía entre la gente. En uno de sus saltos aterrizó sobre mis playeras. No hubo daño pero por fin se dio la vuelta y pude contemplar su magnífica delantera. Los pechos perfectos, no muy grandes cónicos y firmes, y los pezones duros por la excitación marcados en la tela de su camiseta de tirantes. No podía ver mas abajo por que me lo impedía la gente que me apretaba contra ella aunque ya había comprobado la dureza de sus nalgas. Ella si me dio un buen repaso de las playeras a la raíz del cabello. Tiene una bonita cara y una nariz respingona. Con los dos besos de rigor se presentó clavando sus durísimas tetas que se sostenían sin necesidad de sujetador en mi pecho. Pidiendo mil disculpas por el pisotón del que ya ni me acordaba. El resto del concierto lo pasamos juntos. Ella me arrimaba el culito prieto que tanto me había impresionado desde el principio a la bragueta. Cuando pasé los brazos alrededor de su cuerpo para cogerle de la cintura no protestó en absoluto. Viendo que mis avances no caían en saco roto incluso me atreví a dejar algún beso en sus hombros desnudos o en su cuello y cuando lo hacía ella se apretaba aún mas a mi cuerpo. Al terminar el concierto me arrastró de la mano hasta un discreto café donde conseguimos una mesa en un rincón solitario, ella me dijo que invitaba para disculparse del pisotón. Por fin pude contemplarla a gusto, es algo mayor que yo pero está buena de verdad. Unos largos y ahusados muslos marcados en el estrecho vaquero, una fina cintura que había podido apreciar cuando la rodeé con mis brazos. Y sus pechos orgullosos e insolentes que me apuntaban. No podía dejar de mirarle el generoso escote. Acercó su cara a la mía y por fin pude besar sus rojos labios que casi de inmediato se abrieron para recibir mi lengua en el interior de su boca. La suya reaccionó al instante cruzándose con la mía en un jugueteo muy placentero. Deslicé una mano lentamente de su cintura al pecho y apoderarme suavemente de su pezón, rozándolo con insistencia. Su boca dejó la mía para pasear la lengua por mi oreja y meterla en mi oído, lo que me excita mucho y de lo que ella se dio cuenta de inmediato, mirando directamente mi bragueta. Al oído me dijo que si quería acompañarla a su piso y yo que en ese momento tenía una mano en su culo no pude, no quise negarme, tenía unas ganas locas. La llevé en mi coche y allí mismo en el parking la besé de pie juntando nuestros cuerpos calientes. Recorrí su espalda con mis manos amasando sus nalgas, ella no se quedó atrás en absoluto me acariciaba el pecho y devoraba mi boca con ansia rodeando mi cuello con sus brazos. Conduje hasta su casa para así poder coger el coche en cuanto nos despidiéramos. Subimos en el ascensor sin separar nuestros cuerpos ni un centímetro. Ya en el sofá me propuse desnudarla de la forma más tierna que supe. Lentamente bajé los tirantes de la camiseta y repasé con lengua y labios la suave piel de sus hombros, de su escote buscando lentamente los pechos cónicos y duros. Levantó los brazos y pude liberarla de la incomoda prenda mientras lamía sus perfectas axilas depiladas. Acaricié la suave piel lamiéndola mientras ella me arrancaba la camisa. Me miraba y me empujó a un sofá donde siguió sentada sobre mis muslos para seguir besándonos y sus pechos acariciaban el mío. Se movía sinuosa encima de mi cuerpo acariciándome con todo el suyo. Y eso que aun no nos habíamos quitado los pantalones. Quería ser ella la que trabajaba y sujetaba mis manos para que no la tocara. Mientras sentía en la polla dura el calor de su coño a través de las dos telas vaqueras. Solo se bajó de mí para descalzarme y sacarse las botas y los calcetines. De ahí continuar con mis vaqueros para lo que tuve que levantar un poco el culo del asiento. Su cara fue todo un poema al ver mi tanga mientras me acariciaba el pubis suavemente con su melena. Luego lo hizo con los pechos deslizando los pezones por mi piel, manejándolos con tanta seguridad como si fueran sus dedos. Mi pene reaccionaba a cada toque con un leve salto. Se separó de mí para terminar de desnudarse y me pidió que desfilara para ella y le enseñara como me quedaba la prenda de la que se escapaba la punta del glande. Marché hasta el fondo de su salón y le mostré mi cuerpo sin pudor. Volviendo a acercarme a ella que sentada en el sofá me recibió con un beso sobre la poca tela que cubría mi polla. Con sus manos comenzó a bajarme la prenda sin dejar de tocarme. Incluso metiendo una mano entre mis piernas para tocarme el culo y deslizar un dedo en la entrada de mi ano, algo que me encanta. Comenzó a besarme suave la polla para que no perdiera su dureza pero enseguida me dijo que era mi turno de usar la lengua lo que estaba deseando hacer sobre su cuerpo. Me hizo volver a tumbar en el sofá para sin timidez de ninguna clase sentarse sobre mi cara con sus suaves muslos a cada lado de mi cabeza. Su coñito chorreaba sus jugos de excitación de los que no perdí ni gota. Abrí las nalgas con las manos dedicándome también a su culito sudado, besaba la cara interna de sus muslos o volvía por el perineo a su vulva en la que penetraba todo lo que podía con la lengua e incluso la nariz. O me dedicaba al clítoris hinchado oyendo sus gemidos de placer. Creo que conseguí que se corriera varias veces mientras mi pene se calmaba un tanto pues hasta ahí ella me había puesto a punto del orgasmo. De pronto comenzó a deslizarse sobre mi cuerpo diciéndome que parara que me quedara quieto, pero sin separar su coñito de mi piel donde dejaba su rastro de humedad. Así hasta que consiguió empalarse en mi pene sin que ninguno de los dos guiara el instrumento. La sujetaba de las caderas. Inclinada sobre mi pecho me besaba y lamía mi cara húmeda todavía de sus jugos, de su propio sabor. Permaneció quieta unos segundos. Mientras me besaba y yo sentía como sus muslos apretaban mi polla. Luego empezó a moverse despacio. Dejando que yo me acompasara con ella subiendo mi cadera cada vez que ella bajaba la suya consiguiendo así penetrarla mas profundo. Mientras follábamos seguí recorriendo su suave piel con las manos, su delicioso cuerpo delgado y fibroso, sus cónicas tetas y su preciosa cara, el culo respingón y duro o la curva de su espalda. O arqueaba la espalda para besar sus labios, lamer su lengua o comerme sus pezones. De pronto se levantó de mí, y se colocó de rodillas en el sofá mirando a la pared. No hacía falta ninguna indicación y el glande volvió a buscar el solo la húmeda entrada de su coñito. Ahora podía tocar a gusto sus nalgas prietas y ensalivando uno de mis dedos acariciar a gusto la entrada de su ano e incluso deslizar la punta en su interior. Todo eso sin dejar de bombear en su vulva apretada. Parece que lo del culo le estaba gustando. Los dos gemíamos y bufábamos como locomotoras sudando en el calor de la noche. Me pidió que me corriera dentro pues tomaba sus precauciones, mis condones seguían olvidados en el fondo de mi bolsillo. Y con cada chorro de semen ella apretaba el coño como si quisiera exprimirme. Dispuesto a hacerle pasar la mejor noche de su vida le dije al oído que no se moviera y comencé a besar y lamer su piel empezando por la de la nuca para bajar por la espalda, siguiendo la línea de su columna buscando sus nalgas, el ano abierto y entregado a esas alturas, y el coño que rezumaba de mi semen y el sabor de su orgasmo. Sentado en la mesa de centro seguía usando la lengua siguiendo el beso negro y bajando a su clítoris y volviendo a penetrar su vulva con mi lengua lamiendo sus labios y recogiendo mi lefa de allí. Parece que lo disfrutó hasta que deshaciendo la postura se tumbó en el sofá llamándome para un sesenta y nueve y así como a mi no me había importado comerle el coño con mi semen en él. Ella se metió mi polla que había perdido su dureza en la boca tal y como estaba con mi semen y sus humedades. Volví a atacar su dulce coñito, buscándole nuevos orgasmos. Mientras ella seguía lamiendo mi polla, tragándola flácida al completo metiendose mis huevos en la boca y lamiendo mi escroto. Ahora era ella la que ensalivaba uno de sus dedos y lo metía en mi ano acariciándolo suave y ello sin indicarle nada por su propia iniciativa. Me giré para volver mi cabeza con la suya. Y volvió a besarme sin importarle tener su sabor en mis labios y lengua. Nos acariciábamos tiernamente toda la piel que alcanzábamos, durante un rato más. Desnuda como estaba se dirigió a la cocina a preparar café y algo de cenar lo que nos permitiría reponer fuerzas y no dormirme de camino a casa. La seguí hasta allí y volví a besar sus pechos mientras apoyaba el culo en el frío canto de la encimera. No podía dejar que una bomba tan caliente como esa se me enfriara. Desnudos sobre su alfombra cenamos o desayunamos. Sin necesidad de tostadas extendí la mermelada sobre su piel para luego recogerla directamente con la lengua. Ella hizo lo mismo con mi pecho y mis pezones. Le pedí si podía ducharme y evidentemente ella se vino al baño conmigo deslizándose en la bañera a mi lado. Para entonces mi polla se había recuperado dispuesta a un segundo asalto. Me confesó que nadie le había prestado tanta atención a su hermoso culo y que el mío había sido su primer beso negro. Me pidió que se lo estrenara. Usando su aceite de baño como lubricante y otra previa comida de su adorable ano para excitarla. Me senté en el fondo de la bañera y sosteniéndola de las nalgas dejé que ella misma se la fuera introduciendo. Como yo había tenido experiencias de ese tipo e incluso mi culo hacía años que había perdido la virginidad, creo que logré que ella lo disfrutara. Con paciencia, lubricando frecuentemente ella se movía despacio apretándome el pene con su cerrado ano. No lo dejó hasta que volví a correrme dentro de ella esta vez en un conducto diferente. Terminamos de ducharnos y antes de marchar cambiamos los teléfonos. Me pidió que volviera cuando quisiera. Desde luego su piso es parada obligatoria cada vez que bajo a la ciudad.

viernes, 6 de marzo de 2009

En el concierto

Me fui sola al concierto, me apetecía ver a ese grupo y no encontré a nadie a quien engañar para que me acompañara. Por otra parte podían aburrirse y querer marcharse a mitad de la actuación si yo hubiera insistido mucho. Así que me puse unos vaqueros y una camiseta de tirantes, iba sin sujetador pues mis pechos no lo necesitan, son firmes y duros, no muy grandes. Era en una de las plazas de la ciudad y gratis, patrocinado por un banco y una cadena de radio. Intenté meterme entre la gente hasta cerca del escenario o por lo menos algún lugar donde pudiera ver bien. Para abrirme paso tuve que utilizar los codos y puede que algún pisotón.

Hablando de estos últimos y hacia la mitad del concierto en uno de los saltos de una animada canción aterricé con el tacón de una de mis botas sobre la playera de un chico que se encontraba detrás de mí. Inmediatamente me giré y pedí disculpas mirado el daño que le había causado a sus pies que parecían ilesos. Fui subiendo la vista lentamente por sus pantalones que enfundaban lo que parecían unos duros muslos mientras escuchaba sus confusas explicaciones, me detuve un momento en su paquete, que parecía que se alegraba de verme, seguí subiendo la vista lentamente deleitándome para encontrarme un vientre plano y un pecho que parecía querer salirse de la camisa entreabierta y la carita de ángel de un chico como de unos dieciocho o diecinueve años. Parecía que estaba solo, como yo, pues cuando miré alrededor después de apartar con trabajo la vista de su hermosa carita nadie parecía prestarnos atención. Todos a nuestro alrededor concentrados en la música. Me presente de inmediato: Sonia y el se llama David. A pesar del estruendo de la música parecíamos entendernos perfectamente y yo me perdía en las palabras que salían de sus labios finamente tallados, gruesos y sensuales que me moría de ganas de besar. Me confirmó que había ido solo al concierto y como desagravio lo invité a algo al terminar la actuación. Intentaba que no se separara de mí y seguí brincando y divirtiéndome durante le resto del concierto. Mientras procuraba arrimar el culo a su bragueta o apoyarme en él disimuladamente cuando tocaban alguna balada o algún tema mas dulce. El chico tampoco era manco y viendo que yo me mostraba accesible me cogió de la cintura y apoyó la cabeza suavemente en mi hombro desnudo e incluso a depositar allí algún tierno beso. No sé si se había dado cuenta de que yo le sacaba mas de diez años o eso parecía no importarle.

Cuando se acercaba el final del concierto lo agarré de la mano para no perderlo entre la multitud que se disgregaba y que me lo quitase alguna otra loba quinceañera. Me siguió como un cordero. Conseguí llevarle a una cafetería tranquila que había pasado desapercibida a las hordas que huían de la finalizada actuación. Para así poder charlar tranquilos y quizá iniciar una aproximación más íntima. Sentados en un pequeño sofá junto a una esquina del local y en un oscuro rincón me contó que vivía en un pueblo y que trabajaba en el campo y que se había bajado del tractor para darse una ducha y coger el coche para venir a la ciudad. Yo le conté algo de mi vida aunque estaba mojando las bragas de la excitación y la impaciencia. Mi actitud traicionada por mis pezones duros como piedras. Él los notaba a través del algodón de la camiseta y les echaba algunas miradas. Yo procuraba acariciar sus manos o poner las mías en su muslo en un gesto de confianza al que esperaba él correspondiera bien pronto. ¡Por fin! Como si no le hubiera estado dando suficientes pistas durante la noche se lanzó y besó mis labios. Evidentemente respondí y puse toda mi alma en ello. Le di la lengua para que la saboreara. Casi tuve que abrir sus labios con ella, forzándolos. Pero una vez rota la timidez me abrazó y comenzamos a besarnos con entusiasmo. Yo acariciaba sus pectorales sin acabar de creerme que pudiera haber tanto músculo junto en un solo sitio y eso que me dijo que no iba a ningún gimnasio. Le lamía el cuello un poco áspero por la sombra de la barba y la oreja metiéndole la punta de la lengua en el oído. Me daba cuenta de lo excitado que lo tenía por el bulto en sus pantalones que parecía coger cada vez mas dureza pues el tamaño ya lo tenía de serie. Por fin se decidió a cogerme un pecho que acarició con delicadeza rodeado el pezón con sus dedos y pasando una uña suavemente por la areola por encima de la tela haciéndome suspirar. Le susurré al oído: -vamonos a mi casa y no se hizo de rogar. Bajamos al parking donde había dejado su coche contra el que me acorraló para sorberme la lengua a la vez que me cogía las tetas con sus manos para acariciarlas. Aparcamos bajo mi piso y ya en el ascensor me subió la camiseta sacándola del vaquero para contemplar y comerse mis pechos durante unos pocos segundos mientras yo le acariciaba la cabeza revolviendo el rubio cabello. -¡Que buena estas!- me decía -Me vuelves loco- Yo solo conseguía pensar en bajarle los pantalones. Al cerrar la puerta a nuestras espaldas yo ya había perdido la camiseta y faltaban casi todos los botones de su camisa que arrojé al suelo en cuanto terminé de arrancársela. Contemplé a gusto su pecho poderoso, los hombros musculosos y los enormes bíceps. Lo empujé al sofá donde cayó de espaldas y me arrojé encima para seguir besándolo sentada a horcajadas sobre sus muslos. Me dije a mi misma -Ten paciencia, un bombón así hay que disfrutarlo despacio.- Así mientras mi lengua recorría su boca, mis pezones duros como piedras le rozaban el pecho lampiño con suavidad. Me movía encima de él como una sierpe a veces dejando mis pechos al alcance de su boca que él besaba con suavidad y adoración, mientras mantenía sus manos por detrás de su cabeza sujetándolas con las mías. -Déjame hacer, relájate y disfruta- A horcajadas sobre su ingle sentía la dureza de su polla en mi coño separados solo por las telas vaqueras, mientras mi vientre y tetas subían y bajaban o iban de lado a lado rozando los suyos con suavidad. Me bajé para quitarme las botas y sacarle las playeras y los calcetines y enseguida desabroché los pantalones y se los fui bajando por los muslos. ¡OH sorpresa!, Debajo llevaba un tanga negro de los de chico. No conocía ningún hombre que se atreviese a llevarlo, pero en su cuerpo de culturista quedaba de maravilla. Las piernas como dos columnas corintias donde los husos de sus músculos se marcaban perfectamente. Y la punta morada del glande asomando por la cinturilla de la prenda. Me incliné y le pasé el cabello por la ingle y cuando le tocó el turno a mis tetas de acariciar su duro pene sentí en los pezones el salto que dio el órgano. -Quieto-, le dije. Y me volví a incorporar para desnudarme del todo, sacarme los vaqueros y las bragas con prisa y volverme a arrojar encima de él para sentir su cuerpo en mi piel. No quería sacarle el tanga, quería hacerlo durar. Le pedí - Quiero verte, ponte de pie- David, como el de Miguel ángel pero en carne y hueso en vez de mármol, lo hizo sin timidez, se giró despacio para mostrarme un par de gloriosas nalgas sobre las que hubiera podido partir nueces y entre las que se perdía la goma de la prenda, fue hasta el fondo del salón y volvió hacia mí asombrada cara el hermoso paquete aun cubierto. Lo besé por encima de la lycra y volvía notar el sobresalto del miembro, me encantaba producir esa reacción en el chico. Pasé mi lengua por sus muslos mientras metía la mano entre ellos en busca de la tira del tanga, deslicé un dedo por el perineo e incluso insinuarlo hacia el ano entre las nalgas relajadas. Pero su polla me tenía impresionada, la notaba temblar junto a mi mejilla impaciente. Acabé de sacar la prenda que aún lo cubría para dejar libre el magnífico tronco largo (lo suficiente) y grueso quizá un poco mas de lo necesario. Lo besé sintiendo su dureza con mi lengua. Pero no quería que se corriera demasiado pronto. Así que le dije -ahora te toca a ti- ¡Que chico mas dulce! Seguía mis instrucciones al pie de la letra. Volví a tumbarlo en el sofá para esta vez colocarme sobre su cara, de inmediato saco la lengua y al menor roce de ella mis labios se abrieron para permitirle el libre acceso. Estaba muy húmeda pues hacia horas que estaba excitada, pero eso pareció gustarle aun más. Me agarró las nalgas con las manos llenas de callos fuertes y recias y las empujaba o tiraba de ellas suavemente según la zona que pretendía lamer. Las abría para tener al alcance de la lengua golosa el aro musculoso de mi cerrado ano. Era la primera vez que me hacían un beso negro y cuando me rozó el agujerito creí morir de gusto, ahí tuve un delicioso orgasmo. El ano y todos sus alrededores hasta la parte musculosa de la nalga, el perineo y volvía a la vulva. Me corrí varias veces sobre su boca y su lengua no perdía ni una gota de mis jugos. Era un gran explorador y tocó todos los puntos que alcanzaba con la punta de la lengua. Yo con las manos apoyadas en la pared no podía mas que gemir mientras me decía a mi misma -tu te lo has buscado, este chico te va a matar a polvos- No sé de donde saqué las fuerzas para pedirle que parara y despacio me fui moviendo sobre su cuerpo mis muslos flexibles sobre su pecho y mi coñito chorreante dejó un reguero de humedad entre sus pechos y sobre su vientre siempre en busca del anhelado rabo que no había perdido ni un ápice de su dureza. Sin manos, los labios abiertos solo por el instinto y la firmeza del instrumento se abrieron para dejar paso al glande morado y descubierto por una fimosis. Él me sujetaba las caderas y yo con los codos apoyados en su pecho le rodeaba con las manos la cara de ángel que escondía un diablillo travieso. Besaba sus labios que guardaban mi propio sabor como un tesoro, la legua incansable recorriendo su dulce boca. Entró en mí despacio, suave, los labios rodeando su dureza como queriendo absorberle por el rabo. Yo estaba encima, mandando y después de unos segundos quieta en los que solo me dediqué a sentirle en mi interior comencé a moverme golosa, despacio, quería hacerlo largo, sentirle mucho tiempo dentro. Pero aunque hubiese eyaculado en ese momento yo me habría sentido satisfecha pues estaba siendo un amante exquisito y considerado. Mas no ocurrió tal cosa pronto él se acompasó conmigo y cada vez que yo bajaba él daba un golpe de cadera para clavarse mas profundamente, con los talones apoyados en el brazo del sofá haciendo palanca. En veinticinco minutos por el reloj del video no se había corrido ni la dureza había bajado en lo mas mínimo. -Este chico es una mina- pensaba arrobada mientras lo disfrutaba a tope, mis líquidos vaginales chorreando por sus testículos depilados. Durante todo ese tiempo él no dejó de acariciar mi piel de los muslos a mi cara que acariciaba con delicadeza. Pasando por las nalgas a las que alcanzaba con sus largos brazos. Y dedicando un especial cuidado a mis pechos que siempre han sido una de mis zonas erógenas preferidas. Me acariciaba la espalda rascando suavemente la línea de la columna cuando yo me inclinaba lo suficiente sobre él para besarlo. O era él quien se incorporaba para lamer mis labios, sorber mi lengua o comerme los pechos pasando la lengua por los pezones mordisqueándolos con mucha suavidad o besándolos. Yo había perdido la cuenta de las veces que me había corrido y aquello no bajaba. Me la saqué y le indiqué un cambio. Apoyé las rodillas en el sofá y los brazos y los pechos en el respaldo y él de pie detrás de mí volvió a penetrarme. Con qué cariño me acariciaba las nalgas mientras seguía follandome. Se ensalivó un dedo y lo deslizó por la raja de mi culo en busca de mi ano incluso haciéndolo entrar un poquito. Nadie me lo había hecho antes, las dos sensaciones combinadas me subían al paraíso, estaba gozando como una perra, orgasmo tras orgasmo. Ya no podía controlarle el tiempo pues estaba mirando a la pared pero se me hizo placenteramente interminable. Le pedí hazlo dentro no te preocupes pues en la época tomaba la píldora y sentí en mi interior cada golpe de su eyaculación caliente. Su pene saltaba y se contraía en mi interior como si no quisiera dejar de echar semen. Entonces me dijo -quieta, no te muevas- al oído deslizando la punta de la lengua por mi oreja de ahí pasó a los hombros sin dejar de acariciarme los pechos con una mano y el clítoris con la otra, Pasó su lengua por mi columna de arriba abajo húmeda y caliente. Llegando hacia las nalgas y se metió entre ellas. En esa postura yo estaba totalmente abierta y expuesta con las piernas bien abiertas. Arrodillado tras de mí estuvo un buen rato comiéndome el culito, lamiendo mi ano o bajando un poco mas metiendo la lengua en mi coñito y lamiendo su propio semen mezclado con mis jugos sin que eso pareciera importarle, sin olvidarse de prestar atención a mi clítoris. Yo me retorcía sin saber como no me había desmayado de placer. Quise prestarle el mismo servicio y me deslicé hacia el sofá hasta quedar tumbada de espaldas. Él se colocó encima de mí en un perfecto sesenta y nueve. De inmediato me hice con su polla que olía a mi propio sexo y por la que quedaban restos de su corrida abundante y que perdía despacio su perfecta dureza. Eso no importaba, recibía las caricias de mi lengua con gusto y esa era la única forma de poder metérmela en la boca entera, dado el tamaño que adquiría cuando estaba en erección era imposible. Mi propio sexo seguía chorreando en su lengua juguetona y logró que me corriera alguna vez mas mientras yo le lamía los testículos y le devolvía los favores en su ano con uno de mis dedos. Aunque seguimos acariciándonos un rato mas no conseguí que volviera a endurecerse, pero tampoco me importó, otro polvo mas en aquellas condiciones hubiera acabado conmigo. El se giró y se tumbó sobre mi con el sabor de mi coño en sus labios, nos besábamos sin dejar de tocar la piel del otro y sin dejar de decirnos ternuras. A la luz de mi salón era todavía más guapo que en la oscuridad del concierto. Desnuda y meneando las caderas me fui a la cocina a preparar café para reponer fuerzas, él iba a necesitarlas para coger el coche y no dormirse al volante al regreso a su pueblo. Él me siguió tal y como su madre lo trajo al mundo y me acorraló contra la encimera para volver a besarme los pechos, era incansable y tenía muchas ganas de mi cuerpo. Volvimos al salón con el café y la mermelada y desnudos sobre la alfombra hicimos un desayuno temprano. Para la mermelada usamos como plato el cuerpo del otro y como cubiertos solo la lengua con la que lo lamíamos. De allí a la ducha y ya recuperado en la bañera si que se le volvió a poner dura y con mucho cuidado y delicadeza como se había comportado toda la noche y usando el aceite de baño como lubricante me desvirgó el culito. Se sentó en el fondo de la bañera y sin dejar de recorrer mi húmeda piel con sus poderosas manos o sosteniéndome el culo con ellas me fue bajando hasta quedar sentada sobre su polla donde descubrí que con la adecuada ternura y cariño y mucho lubricante se pueden tener orgasmos en todo el cuerpo. Aunque pensaba que después del tratamiento que había recibido durante las horas anteriores no iba a volver a corredme en meses. Evidentemente le arranqué la promesa de venir a visitarme cada vez que volviera por la ciudad cosa que cumple como el caballero que es y yo me quedé con su teléfono para poder llamarle si iba por su pueblo. Aun pude deleitarme contemplando sus bellas nalgas cuando se ponía el tanga y como se tenía que acomodar los huevos y el rabo para hacerlos caber en tal estrechez, los músculos marcados de sus piernas al ponerse los pantalones y los pectorales y bíceps al intentar encerrar el pecho en la estrecha camisa. Hasta despedirlo con un profundo y cariñoso beso en la puerta de mi apartamento. Desnuda y feliz pude acostarme.

La siguiente vez lo visité en el pueblo donde pudimos follar en el pajar, en la era, y rememorar un montón de mitos eróticos rurales.