lunes, 7 de agosto de 2023
La pantera y su hijo
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Había conseguido ligar, una pantera cachonda, una milf, divorciada, que iba provocando a todo el mundo aunque ella estaba de copas con un grupo de amigas.
Unos zapatos de tacón altísimo que le dejaban unas bonitas, torneadas piernas apenas cubiertas por unas medias de ligas y una falda de tubo corta y muy ajustada a sus anchas caderas. Un top cuello halter que revelaba más que un generoso escote. Se veían sus hombros desnudos del todo. Mostraba parte de un sujetador sin tirantes de encaje. Más que sujetador, obra de ingeniería por todo el trabajo que tenía que hacer.
Labios gruesos, sensuales y profundamente rojos, nariz chata y ojos azules, todo ello enmarcado en una melena lisa teñida de rubio. Todo en conjunto le hacía una cara bonita.
En realidad yo no tuve que hacer nada, con diez y nueve años nunca me habría atrevido a entrarle a una mujer así. Fue ella la que me localizó en la pista del pub. En segundos me tenía arrinconado contra a una columna en el rincón mas oscuro del local.
- Hola, guapo. Bailas muy bien. ¿Quieres hacerlo conmigo?
A día de hoy todavía no se si eso era ya una proposición. Aunque a mí me parecía demasiado pronto para insinuar que el baile podía ser horizontal.
- Pues claro, encantado de bailar con una diosa como tú.
Alagarla no me vendría mal. Seguro que me haría ganar puntos, y eso que no parecía necesitarlos ya en esa fase tan temprana del cortejo.
- Veo que tienes labia, chaval. Eso me gusta.
Bailamos durante un rato, cada vez mas cerca el uno del otro hasta entrar en contacto. Fue cuestión de minutos, por no decir segundos. Pegó sus tetas a mi torso apenas cubierto con una fina camiseta. Su cadera rozaba mi pubis donde mi polla ya había tomado consistencia.
- Puedes pegarte más. No me pienso quejar.
Cuando me di cuenta tenía su lengua dentro de mi boca buscando la campanilla y dándome saliva cantidad. Mis manos estaban rodeando su cintura y amasando su culo. Ella había conseguido poner una de las suyas en mis pectorales y estaba pellizcando uno de mis pezones. Yo encantado.
- ¡Que buena estás!.
Yo soltando una frase que era todo poesía. Menudo panoli estaba hecho por entonces. Pero como ella tenía muy claro lo que buscaba no le importó e incluso recibió mis palabras con una suave carcajada.
- ¿Nos ponemos más cómodos?.
Como allí era imposible quitarse la ropa supuse que se refería a que nos sentáramos a tomar una copa.
Nos retiramos a un rincón aún más oscuro con sofás para estar más cómodos y tranquilos. Y darle esquinazo a mis amigos que ya me habían visto bien acompañado. Todo sin apartar mis manos de su voluptuosa anatomía, ni las suyas de mi cuerpo.
Ella pegaba su culo a mi pubis al caminar juntos notando lo dura que me había puesto la polla. Ya sentados se me pegaba como con cianocrilato haciéndome notar sus tetas poderosas en mi brazo y pecho.
Notaba su mano acariciando mi piel, que no me quedaba más remedio que corresponder. Con mucho gusto por supuesto. Ella había metido la mano por debajo de mi camiseta. Notaba suaves las yemas de sus dedos acariciando mi vientre y subiendo hasta el pecho para pellizcar mis pezones.
Yo había conseguido meter la mano por debajo de su falda. Las medias terminaron pronto y mis dedos rozaron la piel de la cara interna de sus muslos. Segundos más tarde estaba acariciando el húmedo encaje de su tanga.
Ella gemía en mi oído a la vez que lamía mi oreja y besaba mi cuello. Así que no debía de hacerlo mal del todo. Aparté ese escaso trozo de tela para poder deslizar los dos por la seda de los labios de su vulva. Sus jadeos incrementaron el volumen. A punto estuve de sacar la mano de ese horno para que no nos pillaran, pero mirando alrededor resulta que todo el mundo estaba haciendo lo mismo.
Así que que continué con mi labor. Metí la lengua en su boca para ahogar sus gemidos. Cruzaba la suya con la mía lo más lascivo que había sentido nunca. Mientras dos de mis dedos entraban más en su xoxito. Parece que llegó a correrse por la forma en que me chupaba la sin hueso.
Por supuesto ella no estaba quieta. También acariciaba mi cuerpo. Pasaba la mano por encima de mi dura polla. Pero claro no quería que eyaculara en mis calzoncillos. Así que solo lo manoseaba sin prisa. O deslizaba la mano bajo mi camiseta para pellizcar mis pezones con suavidad.
Al cabo de un rato, tras su orgasmo, casi sin terminar las copas, lamiendo mi oreja, me propuso irnos a su piso. Yo, con las ganas de follar que tenía, no lo dudé ni un segundo.
- ¿Nos vamos?. Podemos ir a mi casa.
- Desde luego, estaré encantado de acompañarte.
Nos despedimos de nuestros respectivos grupos. Algunos también habían encontrado compañía y se habían perdido ya. Nos fuimos a su casa comiéndonos la boca por el camino. No estaba lejos. Metiéndonos mano en cada portal y cada esquina, en la calurosa noche de agosto.
En el ascensor ella agarró mi polla por encima del vaquero con la intención de no soltarla en el resto de la noche.
- Tienes un bonito rabo. Pero quiero todo de ti.
Y agarrando su poderoso culo le contesté.
- Ya lo tienes.
Por fin cruzamos la puerta de su piso. Mi camiseta y su falda desaparecieron nada mas cruzar la puerta. Su tanga de encaje negro que por fin pude ver y no solo tocar, era tan pequeño que apenas tapaba los labios de su coño depilado. De inmediato lo volví a acariciar, buscando el clítoris con el índice y metiendo dos dedos en el muy húmedo y caliente agujero.
- No se te da mal hacerle un dedo a una chica. Veamos que tal se te da el resto.
No sé como conseguimos llegar a su enorme cama. Me hubiera perdido por su casa si no me hubiera indicado el camino. Allí donde terminamos de arrancarnos la poca ropa que nos quedaba el uno al otro. Donde pude ponerle a cuatro patas para lamerle el coñito que chorreaba y su culo que me moría de ganas de follar.
Estábamos tan calientes que no hacían falta muchos más preliminares, aunque claro que desde la disco ya llebábamos un buen rato con ellos. Me mantuve lo suficientemente concentrado como para calzarme un condón. Lo que no sirvió de nada por que eran tantas las ganas que se rasgó y terminó en el suelo.
- Follame ya. Sin condón. No me vas a dejar preñada.
Tenía claro que yo, mucho, no había mojado el churro y que no corría mucho riesgo. Además de que tenía tantas ganas como yo. Y de inmediato me puse en situación para meterla en la vulva cuando me incorporé.
Y solo entonces, eso sí, follarla con todas las ganas que llevaba acumuladas. Procuraba no hacerlo con prisa, sino firme y profundo, tanto como para no correrme pronto como para que ella lo sintiera. Y no debía hacerlo mal a jugar por sus gemidos y suspiros. Ya no paré hasta que me corrí dentro de ella.
- Déjame probarlo.
Lo que no esperaba es que ella se girara para lamer mi nabo húmedo con el semen y sus jugos. También deslizó una mano entre mis muslos para acariciar mi ano con un dedo.
- Yo también quiero saborearte.
Sin dudarlo le devolví el favor en un sesenta y nueve en el que disfruté con mi propia leche rebosando de su coño mientras le lamía los labios y el clítoris.
- Sí que eres morboso. Me encanta.
Al poco rato dormíamos los dos plácidamente debido al cansancio, las copas y el habernos corrido a gusto. Cuando desperté amanecía, no era la primera vez que pasaba la noche fuera de casa, pero sí la primera que lo hacia en una buena cama y así de bien acompañado.
Ella tenia el sueño profundo y me levanté a mear y lavarme un poco. Como suponía que éramos los únicos allí fui completamente desnudo. El baño estaba junto al dormitorio. Tras descargar y lavarme, polla incluida, me dirigí a la cocina a por un vaso de agua.
Allí me llevé el susto de mi vida. Sentado a la mesa y solo con un diminuto y apretado slip puesto estaba un chico como de mi edad más o menos con una sonrisa burlona en los bonitos labios. Guapo, alto, delgado, depilado y con algún tattoo.
- Pasa, pasa, no te quedes ahí plantado.
Me dijo.
- Creía que estaba solo.
- Te has follado a mi madre, hay confianza, pero si vas a estar mas tranquilo... Puedo quedarme como tú.
Y se quitó el slip quedando tan desnudo como yo. Yo seguía enmudecido y pasmado. Todavía más por su descaro. Apenas pude balbucear un saludo.
- Ho... , hola.
- ¿Lo ves? Ahora estamos iguales. Soy Mario.
- Ya veo. Y estás muy bien. Yo David. Encantado.
Depilado del todo, delgado y con un cuerpo estupendo. Él me miraba el cuerpo desnudo mientras yo cogía un vaso, lo llevaba al grifo y bebía apoyando el culo en la fresca encimera. Haciendo tiempo para tranquilizarme. Todo eso para poder recuperar el habla. Cuando de pronto me preguntó:
- ¿Que tal follasteis?
Había esperado a que me llevara el vaso a los labios para hacer la pregunta. Me dio la tos y me tiré el agua por el pecho y el vientre. Él, riéndose se mí, se levantó, agarró un paño de cocina limpio y se acercó para secarme con delicadeza. Su cara estaba muy cerca de la mía.
- Mario. Es una diosa follando.
Contraataqué. A ver como se quedaba.
- Soy muy consciente de ello. Está muy buena.
Volví a atragantarme pensando en esa madre e hijo follando juntos. Y dándome mucho más morbo.
Y entones cuando su mano casi empezaba a rozar mi polla y notaba el glande de la suya rozando mi muslo me besó suave y tierno en los labios. Los separé para que las lenguas pudieran jugar sin estorbos ni descanso. Mi mano se fue derecha a su culo duro para pegarle a mi cuerpo. Solo separé el beso para preguntarle:
- ¿Que diría tu madre si nos pilla así?.
- Disfrutaría del espectáculo.
Ahora fue él quien bebió agua de mi vaso y me la pasó de boca a boca directamente. El beso fue tan lascivo como los de su madre. Sospechaba que era con quien él había aprendido a jugar así con la lengua.
Y las dos pollas, ya duras para entonces, estaban juntas apretadas entre nuestros vientres desnudos. Los dos jugábamos con el culo del otro manoseándolo con fuerza.
Se arrodilló entre mis pies y empezó a lamerme los depilados huevos. Lo hacia tan bien como su madre. Así que suponía que ella no sólo le había enseñado a besar.
Levanté la vista. Entonces la vi en la puerta sonriéndonos, tan desnuda como nosotros. Una mano en su coño, dos dedos dentro de él. Volvía a estar excitada mientras miraba como su hijo le hacia una maravillosa mamada al chico con el que había follado esa noche. Mi rabo aún tendría el sabor de su almeja aunque lo había lavado un poco.
Entonces noté uno de los dedos del chico abriéndose camino hacia mi ano, un sitio que su madre había explorado delicadamente con anterioridad, con su lengua y su mano entre mis piernas. Dejándole hacer con el dedo mientras apretaba mi glande contra el paladar con su lengua. Ni se había dado cuenta de que ella nos miraba hasta que dijo:
- Chicos. ¿Por que no volvemos a la cama?. Estaremos más cómodos.
Estaba claro que la invitación era para los dos. Pensar que ella nos quería a los dos en su lecho, desnudos y follando hizo volar mi imaginación.
Le miré a los ojos a ver como reaccionaba pero no hizo mas que incorporarse con naturalidad. Agarró mi polla con la mano para conducirme de vuelta al lecho de su madre. Y lo necesitaba por que me habría perdido en ese piso enorme.
Ella nos seguía rozando mi espalda con sus pezones y agarrando mi culo. Nos hizo tumbar boca arriba lado a lado. Se colocó entre nosotros y agarró nuestras pollas cada una con una mano. Nosotros empezamos a besarnos y a compartir babas mientras ella nos las chupaba alternativamente.
- Bueno chicos, parece que os habéis hecho amigos enseguida. A ver que sabéis hacer.
- ¿Me quieres follar?.
Me preguntó Mario. Lo estaba deseando desde luego.
- Por supuesto. Me parece que no voy a ser el primero en disfrutar de ese culito tan duro. Pero seguro que tu madre también quiere estar con nosotros.
- Hay opciones. Sobre todo si tu también quieres que te follen. Puedo hacerlo yo o... ella. ¿Aún no te ha enseñado sus juguetes?.
- Es muy pronto para eso. No sabía si podíamos repetir y no quería asustarlo.
Estaba dándome cuenta de donde me había metido. Aquellos dos son un par de pervertidos.
- Creo que nunca he visto esas cosas más que en el porno.
Y cerré sus labios con otro beso mientras su madre nos comía las pollas poniéndolas duras como vigas de puente con su lengua juguetona. Una vez conseguida una misión tan compleja dudó un segundo sobre cuál de ellas subir.
Me hice una idea el que pretendía cuando se subió sobre la cadera de su hijo. No hizo falta que me dijera nada. Cuando Mario me hizo sitio abriendo las piernas alcánzandome un frasco de lubricante ya sabía lo que esperaban de mí.
Arrodillado entre los muslos de Mario lubriqué el ano de su madre y mi propia polla. No me costó mucho penetrarla, por allí ya había pasado suponía que el otro nabo y esos mencionados juguetes, pero muchas veces.
A pesar de que la postura no era la más cómoda conseguimos acompasarnos. Yo conseguía además lamer y besar su cuello y hombros. Por sus jadeos y suspiros parecía que se corría o al menos lo disfrutaba. Fue ella la que no quiso que nosotros tuviéramos nuestro orgasmo.
Quería ver más acción entre los chicos. Moviendo un poco la cadera consiguió descabalgarme. Giro la cabeza y me sonrió.
- ¿No quieres follártelo?.
Me estaba ofreciendo el duro culo de su hijo. Y he de admitir que me apetecía. Es más, ella misma se desplazó sobre la cabeza de Mario dejando al alcance de su lengua el coño y el culo. Sujetó los tobillos del chico levantándolos lo suficiente como para que se le abrieran las nalgas y el ano quedara a la altura perfecta de mi polla.
Le puse más lubricante a mi polla y al nuevo culo que se me ofrecía. También entró fácil. Luego me ha confesado que no eran solo los juguetes de su madre los que lo follaban. Ella empezó a lamer uno de los pies del chico mientras recibía sexo oral.
No se donde tendría Mario la lengua pero de vez en cuando ella tenía que separar la lengua de los dedos para gemir. Yo me hice con el otro pie y empecé a chuparlo mientras le follaba. Tampoco me privé de acariciar sus tetas y pellizcar con suavidad sus pezones. Incluso de vez en cuando dejábamos tranquilos los pies para besarnos, intercambiar saliva y jugar con las leguas.
No sé lo que duramos pero antes de que yo pudiera dejar el semen en su recto él se corrió sobre sus propios abdominales. Segundos más tarde lo hacía yo en su culo. Sujeté los tobillos para bajar los pies a la cama. Su madre y yo nos inclinamos a lamerlo.
Cruzábamos las lenguas sobre la suave piel del chico recogiendo su lefa y compartiéndola en nuevos y lascivos besos.
- Que buenos sois, chicos. He perdido la cuenta de las veces que me he corrido.
Nos dejamos caer sobre el colchón y ella quedó entre nuestros cuerpos pero con los pies junto a nuestras cabezas. Me había gustado jugar con los pies de Mario y mientas nos relajábamos le daba besos o lamía uno de los de ella. Aún fue más sensual cuando noté su lengua en los míos. Algo que nunca había sentido.
- Esto ya lo habéis hecho más veces. ¿Verdad?.
- ¿El qué?.
- Un trio con otra persona.
- No, eso es la primera vez. Es verdad que de vez en cuando nos lo montamos juntos pero hasta ahora éramos nosotros solos.
- No sé cómo hemos llegado a esto, pero ha sido genial. Nunca habíamos invitado a nadie a estar junto a los dos.
- Pues sois geniales, me puede el morbo que tenéis.
Pasamos la mañana follando. Haciendo cosas que yo solo había visto en el porno o ni siquiera eso. Cosas que yo nunca había ni imaginado. Pero todo fue maravilloso, con ellos era y sigue siendo fácil hacer el amor.
......
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