sábado, 11 de junio de 2022
Túnel dimensional, el barco pirata.
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"Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia"
Tercera ley de Clarke.
El túnel al multiverso es una tecnología desconocida y aún incontrolada. Los científicos no se ponen de acuerdo en sus bases teóricas. Pero sus efectos son bien conocidos en la institución que lo estudia gracias a los informes de los conejillos de Indias, ups, perdón, las personas que lo cruzan con destinos inesperados: Otras épocas, lugares e incluso mundos de fantasía, de novela o de cine.
Esta colección de extractos de esos informes hace hincapié en las vivencias más eróticas de la protagonista narradas por ella misma.
Cruzaba la calle, no se lo que pensaría el taxista que se abalanzaba sobre mí desde el cruce cuando la pirotecnia que avisa de la activación del túnel me salvó del atropello.
Esa tarde llevaba mis mosqueteras, un short vaquero corto por abajo y por arriba que apenas tapaba mi cadera, y una breve camiseta de tirantes con un escote, algo mas que provocativo.
Habrá quien diga que con mi experiencia debería vestirme más, esperando las luces pero en invierno cuando voy tapada hasta el cuello el túnel solo me lleva cuando estoy desnuda en casa o en la piscina climatizada o follando con algún amigo o amiga.
Esta vez al llegar al otro lado estaba sobre un entarimado de madera basta que se movía de un lado a otro. La cubierta de un barco, uno antiguo a juzgar por la cureña del cañón que se encontraba a mi lado.
Por mis conocimientos de armería, evidentemente a esas alturas había tenido que documentarme sobre un montón de temas históricos. Era una culebrina del s. XVII o XVIII mas o menos y detrás de la que me apresuré a ocultarme.
Ahora sí que estaba en un buen lío, seria imposible esconderme de una tripulación de hombres en esa bañera. Si no conseguía ocultarme iba a terminar mas follada que una coneja y sin poder controlarlo. O puede que un paseo por la plancha y arrojada directamente a los tiburones por bruja.
Por el momento intenté averiguar todo lo que podía. Había un hombre al timón que por suerte no me había visto ni a mi ni a las luces de salida del túnel. Supongo que se había quedado dormido sobre la rueda que gobernaba esa bañera.
Pero el vigía de la cofa estaba bastante despierto, lo oía moverse allá arriba dando vueltas alrededor del mástil. Supongo que miraba al horizonte buscando luces de otros barcos o señales de tierra y por eso no me vio.
No parecía haber nadie más despierto. Quizá el camarote de popa ofreciera algún refugio aunque allí se encontrara el capitán. En esos barcos la tripulación dormía en la proa.
De cañón en cañón fui deslizándome sigilosamente hacia la popa buscando algo que pudiera servirme como arma. Aunque no esperaba encontrar una pistola cargada puede que si un machete o una porra, algo silencioso y contundente.
Solo estaba a dos cureñas del castillo de popa cuando se abrió la puerta del camarote. En vez del fulano mal encarado, sucio y maloliente que esperaba lo que salio por allí fue una bella pelirroja con una sencilla blusa de gasa blanca y unos estrechos pantalones de cuero.
Pude contemplarla a placer iluminada por los dos fanales que colgaban a babor y estribor por debajo de la línea de visión del timonel. Los pantalones de cuero marcaban los largos y ahusados muslos y la cadera. Las luces a su espalda trasparentaban la blusa casi dejándome ver sus pechos.
Toda una belleza salvaje que no parecía necesitar de ningún hombre para defenderse a juzgar por el sable que llevaba colgado de un tahalí de cuero que le cruzaba el pecho marcando la forma de unas bonitas tetas.
La veía a la mortecina luz de los fanales colgados a ambos lados de su melena sobre la puerta del camarote. Se giró para echarle un vistazo al timonel, al que cayó la mayor bronca que he oído nunca. Hablaba un inglés arcaico con cierto acento cokney.
Los juramentos que echaba aquella belleza eran dignos de los marineros y camineros de cualquier época. No creo que al fulano aquel se le volviera a ocurrir dormirse otra vez.
Las risas del vigía se oían bajando desde la cofa. Parecíamos las únicas personas despiertas en esa bañera. Sabia que en cuanto diera dos pasos más me descubriría y ella llevaba el pincho moruno. Así que me puse cómoda y dejé que ella se preguntara como demonios había llegado yo a bordo de su barco en medio del Caribe.
Como esperaba me puso la punta del estoque entre las tetas para preguntarme que demonios hacía allí y estoy suavizado mucho lo que me dijo. Con las manos bien a la vista para no correr el riesgo de que me pinchara por error me incorporé despacio mostrándole que no era ninguna amenaza.
El timonel asombrado, eso es decir poco, mas bien con cara de pasmo, nos miraba a ambas con expresión de salido. Más cuando ella cortó uno de los tirantes de mi camiseta con un ágil movimiento de la cuchilla y desnudó una de mis tetas.
- ¿Quién eres? y ¿de dónde has salido?.
- Solo una viajera y estoy sola. No soy ninguna amenaza.
- Eso lo decidiré yo, ¿no crees?.
- Por ahora. Ven conmigo.
Le dije que estaba sola pero aún así mientras me conducía a punta de espada al camarote despertó a media tripulación y ordenó un registro de la nave. Hizo revisar la borda por si había llegado en un esquife.
Estaba claro que la pelirroja no era solamente la amante del capitán o de un oficial, ella tenía mando propio. Cuando se presentó descubrí con sorpresa que había ido a caer al bergatín Reina Real de la capitana Anne Bonny, la amante de Mary Read y de Jack Calico Rackham.
- Eres una corsaria famosa.
-A estas alturas, pirata. La patente de corso que teníamos expiró.
No había leído mucho sobre piratas en mi época pero el nombre me sonaba. Se cree que ambas mujeres eran lesbianas o al menos bisexuales. Puede que no me fuera tan mal con ella.
Podía darme por satisfecha de no haber caído en las manos de Barbanegra, de Henry Morgan o de William Kidd. Me habría ido mucho peor con cualquiera de esos animales.
El camarote me sorprendió por limpio y relativamente ordenado. Sobre una mesa de roble enorme había instrumentos marítimos y cartas de navegación. Algunas joyas amontonadas sin cuidado en un cuenco brillaban a la luz de unas velas de sebo.
Una cama gigantesca para estar a bordo de un barco ocupaba el centro del espacio bajo los ventanales de la popa. Estaba claro que todo aquello venía de los botines robados a otros barcos o asaltos a ciudades costeras.
Unas cuantas prendas de ropa yacían abandonadas sobre un banco acolchado a un lado, incluido un lujoso y precioso vestido de la época de color azul claro, parecía seda y evidentemente muy caro en cualquier tiempo. También había ropa de hombre con la que ella solía vestirse.
- ¡Desnudate!. Quiero ver lo que hay debajo de esas ropas.
Sin soltar la espada me acarició con la otra mano la teta desnuda y probó el tacto de mi ropa extraña para ella. Me ordenó que me desnudara del todo y le fui pasando las prendas para que las curioseara. Cada vez parecía más claro que las teorías sobre su sexualidad no iban muy desencaminadas.
- Estas cosas son raras, no reconozco los tejidos. Quédate las botas. Quiero verte con ellas.
- Como desees.
Me pidió que me dejara las botas pero todo mereció la pena. La cara que puso al verme solo con el tanga hubiera merecido una foto. Pero el móvil seguía en los bolsillos del short que previamente me había sacado.
-¿Que es eso que llevas?
- Se llama tanga, se lleva mucho en mi país.
- ¡Dámelo!.
Me pidió el tanga solo para volver a asombrarse al ver mi vulva depilada. Se llevo la minúscula prenda a la nariz para olerla con expresión morbosa. Oler mi aroma mas íntimo. Verla hacer eso me puso a mí muy caliente.
- ¡Llevas el coño pelado! Y hueles muy bien.
- En mi tierra casi todas lo tenemos así.
Arrojó el alfanje a un lado que se clavó en los tablones del casco. Me empujó hasta su cama con un colchón de plumón asombrosamente cómodo. Tiró de mis botas que era lo único que me quedaba puesto.
Me contemplaba entre lasciva y enfadada por la brecha en la seguridad de su barco. Según me quitaba cada bota lamió los dedos de mis pies, lasciva.
Abrió las piernas para sentarse sobre mis muslos, de frente y clavarme la lengua hasta la garganta. No pude evitar agarrar con las dos manos su culo cubierto por el fino y suave cuero que lo marcaba de maravilla. Auténtico cuero de ternera, nada de sintéticos.
- ¡Estas muy buena! Igual he tenido suerte de que hayas caído en mi barco.
- Yo si que he tenido suerte de dar con una capitana y haber caído en tus brazos.
Subir mis manos por debajo de la sencilla blusa acariciando la suave piel de la pirata pelirroja. En esa época no se llevaban sujetadores así que me pude agarrar a sus tetas sin más problema. Mientras cambiábamos saliva le pellizcaba los pezones, duros como piedras.
- Que tetas tan ricas, Anne.
En ese momento nos interrumpió la llamada a la puerta del sobrecargo. No habían encontrado a nadie más a bordo. El tipo me miraba lujurioso por encima del hombro de su capitana. Pero Anne Bonny no me iba a compartir. Así que lo echó con cajas desempleadas.
- Capitana. No hay nadie más a bordo ni lanchas amarradas al casco.
- ¡Vale! Pues ¡lárgate! y Dobla la guardia.
Mientras tanto yo me había tumbado del todo sobre la cama para demostrarle que no era ninguna amenaza y que aceptaba sus avances. Me exhibía impúdica ante sus ojos. Separando las piernas. Según volvía hacia la cama se fue sacando la blusa.
Sus tetas eran tan bonitas como me habían parecido cuando un rato antes las estaba acariciando, pequeñas, cónicas y muy duras. No se molestó en quitarse nada más en ese momento sino que se agachó entre mis muslos y clavó la lengua en mi coñito.
¡Vaya que era experta! Su lengua hacia maravillas en mi vulva. Momentos después ya me estaba corriendo en su boca.
- ¡Que bien lo comes!
- ¡Que bien sabes!
Me dijo sonriendo un momento que separó la boca de mi pubis. Me estaba haciendo gemir. Esperaba que la medicina y las vacunas del siglo XXI me protegieran, como ya habían hecho en los viajes anteriores.
- Yo también quiero probarte. Gírate.
Tuve que tirar de sus pantalones, con fuerza, para poder quitárselos. Los tenía muy ajustados. Pero por fin conseguí dejarla desnuda del todo. Tumbarla sobre las plumas de su lecho y ponerme encima en un sesenta y nueve.
Tras apartar la pelambrera roja conseguí deslizar la lengua por los carnosos labios de su coño y saborear sus jugos. Ahora sí que jadeábamos las dos de puro placer. Agarrada a sus prietas nalgas como si fuera a perderlas. Separándolas y deslizando un dedo a su ano.
Mi trastada pareció gustarle pues redobló los esfuerzos con su lengua y me imitó buscando el agujerito de mi culo con alguno de sus dedos. También los usaba para penetrarme el coño.
Después de varios orgasmos me giré buscando su boca. Probando mis jugos de su lengua. Sin dejar de acariciarnos con ternura. Bien pegadas la una a la otra con un muslo entre los suyos, nuestras tetas frotándose.
- Sinceramente, no esperaba encontrar alguien como tú.
- No todo van a ser abordajes y matanzas. Nena. Cuando alguien me gusta intento disfrutar lo más posible. Aunque desde luego no esperaba encontrar un bocadito como tú caído del cielo en medio del Caribe.
- Y ¿donde encuentras chicas como yo? tan dispuestas a darte placer y gusto.
- En Tortuga y otros puertos siempre hay chicas en las cantinas dispuestas a satisfacerme por un doblón. Otras veces raptadas en algún abordaje, aunque esas a veces necesitan algo de persuasión, pero no mucha, yo soy mucha mejor opción que mi tripulación.
Desde luego aproveché para interrogarla, para hacer algo de investigación de cama sobre su vida y sobre cómo alguien como ella había llegado a tener su propio navío y tripulación. Con esa conversión de almohada nos quedamos dormidas desnudas.
Al amanecer me puse una camisa de hombre y unos pantalones de lino que tenía Anne por allí y mientras ella dormía a pierna suelta salí a dar una vuelta por la cubierta.
Levantando la cabeza vi en lo alto del palo mayor, por encima de la cofa, la bandera negra con las dos espadas cruzadas bajo la calavera ondeando al viento de la mañana. Era la enseña pirata diseñada por el propio Rackham, nada de tibias.
A la luz del día, aunque no era un barco grande, el bergatín resultaba impresionante. Con las culebrinas en cubierta y otra por debajo con cañones más pesados. La proa hendía el agua como la cuchilla de un patín el hielo.
Todas las velas desplegadas impulsaban al veloz balandro a una buena velocidad. Cabalgando las olas como un semental por los montes.
Tenía que acercarme a la proa a hacer mis necesidades aunque me mojara el culo. Bueno el agua del Caribe estaba bastante caliente, así que no importaba mucho. Eso sí todos los marineros que hubiera por allí me verían.
Yo les veía a ellos con sus rabos fuera y alguno hasta se puso duro al verme bajarme los pantalones y sentarme en la tabla agujereada para hacer mis necesidades.
A esas alturas todos sabían quien era yo, la amante de su capitana. Los rumores corren rápido en un barco como ese no demasiado grande. Aunque estaba protegida por su jefa no las tenía todas conmigo.
Alguno de ellos si que se atrevía a echarme algún requiebro. Puede que hubiera aceptado las atenciones de los más guapos si Anne no me hubiera tenido tan ocupada.
Se les veia trabajar duro arriando velas, reparando cabos y madera, limpiando los cañones y baldeando las cubiertas. Haciendo las miles de labores que un barco como ese necesitaba a diario solo para mantenerlo a flote, ni siquiera hablo de hacerlo maniobrar.
Tras dos días después de sexo salvaje con Anne Bonny entrábamos en el puerto de Tortuga. En el camarote ella me tenía siempre desnuda y follando. En ese momento otro barco salía hacia mar abierto. Nos cruzamos con él poco antes de llegar a la bocana del puerto.
El tiempo era bueno y navegaba con las portillas abiertas y las bocas de sus cuarenta cañones asomando por ellas. Supongo que era una precaución por si había alguna fragata de la Royal Navy esperando cerca.
Yo estaba apoyada en la barandilla cerca de la proa, contemplando el espectáculo. Anne apoyada detrás de mí, sus duras tetas clavadas en mi espalda. Su mano levantaba la falda del vestido de seda que me había hecho poner para lucirme en la llegada a puerto.
Sus dedos habían alcanzado los depilados labios de mi vulva. Lógicamente iba sin bragas pero con medias, ligas y unos preciosos zapatos de tacón. Me estaba haciendo correr con sus dedos juguetones. Al oído, rozando mi oreja con sus labios, me decía:
- Ese es el Concordia. El barco de Eduard Teach, Barbanegra.
- ¿De verdad ese barco es el Queen Anne's Revenge?.
- Eso me han dicho, sí. Le ha cambiado el nombre. El tipo odia a los protestantes.
- Sabes que en mi país ¿todos sois leyendas? , como vuestros barcos.
Me desplazaba despacio hacia nuestra popa para poder echarle un buen vistazo al otro navío. Entre tanto Anne estaba dando las órdenes para entrar en el puerto con seguridad.
No quiero pensar en lo que se imaginaria la corsaria y si tripulación cuando las luces del túnel empezaron a rodear mi cuerpo. Pensarían que estaban locos.
Ese fue el momento que eligió el túnel para devolverme a mi época. Me perdí la visita guiada a Tortuga pero me llevé el vestido de seda azul y los conocimientos sobre la vida pirata y dos de sus barcos más famosos.
Ella se quedó con mi ropa y supongo que le sacaría partido al tanga y las botas con alguno más de sus amantes.
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