sábado, 11 de junio de 2022
Túnel dimensional, el barco pirata.
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"Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia"
Tercera ley de Clarke.
El túnel al multiverso es una tecnología desconocida y aún incontrolada. Los científicos no se ponen de acuerdo en sus bases teóricas. Pero sus efectos son bien conocidos en la institución que lo estudia gracias a los informes de los conejillos de Indias, ups, perdón, las personas que lo cruzan con destinos inesperados: Otras épocas, lugares e incluso mundos de fantasía, de novela o de cine.
Esta colección de extractos de esos informes hace hincapié en las vivencias más eróticas de la protagonista narradas por ella misma.
Cruzaba la calle, no se lo que pensaría el taxista que se abalanzaba sobre mí desde el cruce cuando la pirotecnia que avisa de la activación del túnel me salvó del atropello.
Esa tarde llevaba mis mosqueteras, un short vaquero corto por abajo y por arriba que apenas tapaba mi cadera, y una breve camiseta de tirantes con un escote, algo mas que provocativo.
Habrá quien diga que con mi experiencia debería vestirme más, esperando las luces pero en invierno cuando voy tapada hasta el cuello el túnel solo me lleva cuando estoy desnuda en casa o en la piscina climatizada o follando con algún amigo o amiga.
Esta vez al llegar al otro lado estaba sobre un entarimado de madera basta que se movía de un lado a otro. La cubierta de un barco, uno antiguo a juzgar por la cureña del cañón que se encontraba a mi lado.
Por mis conocimientos de armería, evidentemente a esas alturas había tenido que documentarme sobre un montón de temas históricos. Era una culebrina del s. XVII o XVIII mas o menos y detrás de la que me apresuré a ocultarme.
Ahora sí que estaba en un buen lío, seria imposible esconderme de una tripulación de hombres en esa bañera. Si no conseguía ocultarme iba a terminar mas follada que una coneja y sin poder controlarlo. O puede que un paseo por la plancha y arrojada directamente a los tiburones por bruja.
Por el momento intenté averiguar todo lo que podía. Había un hombre al timón que por suerte no me había visto ni a mi ni a las luces de salida del túnel. Supongo que se había quedado dormido sobre la rueda que gobernaba esa bañera.
Pero el vigía de la cofa estaba bastante despierto, lo oía moverse allá arriba dando vueltas alrededor del mástil. Supongo que miraba al horizonte buscando luces de otros barcos o señales de tierra y por eso no me vio.
No parecía haber nadie más despierto. Quizá el camarote de popa ofreciera algún refugio aunque allí se encontrara el capitán. En esos barcos la tripulación dormía en la proa.
De cañón en cañón fui deslizándome sigilosamente hacia la popa buscando algo que pudiera servirme como arma. Aunque no esperaba encontrar una pistola cargada puede que si un machete o una porra, algo silencioso y contundente.
Solo estaba a dos cureñas del castillo de popa cuando se abrió la puerta del camarote. En vez del fulano mal encarado, sucio y maloliente que esperaba lo que salio por allí fue una bella pelirroja con una sencilla blusa de gasa blanca y unos estrechos pantalones de cuero.
Pude contemplarla a placer iluminada por los dos fanales que colgaban a babor y estribor por debajo de la línea de visión del timonel. Los pantalones de cuero marcaban los largos y ahusados muslos y la cadera. Las luces a su espalda trasparentaban la blusa casi dejándome ver sus pechos.
Toda una belleza salvaje que no parecía necesitar de ningún hombre para defenderse a juzgar por el sable que llevaba colgado de un tahalí de cuero que le cruzaba el pecho marcando la forma de unas bonitas tetas.
La veía a la mortecina luz de los fanales colgados a ambos lados de su melena sobre la puerta del camarote. Se giró para echarle un vistazo al timonel, al que cayó la mayor bronca que he oído nunca. Hablaba un inglés arcaico con cierto acento cokney.
Los juramentos que echaba aquella belleza eran dignos de los marineros y camineros de cualquier época. No creo que al fulano aquel se le volviera a ocurrir dormirse otra vez.
Las risas del vigía se oían bajando desde la cofa. Parecíamos las únicas personas despiertas en esa bañera. Sabia que en cuanto diera dos pasos más me descubriría y ella llevaba el pincho moruno. Así que me puse cómoda y dejé que ella se preguntara como demonios había llegado yo a bordo de su barco en medio del Caribe.
Como esperaba me puso la punta del estoque entre las tetas para preguntarme que demonios hacía allí y estoy suavizado mucho lo que me dijo. Con las manos bien a la vista para no correr el riesgo de que me pinchara por error me incorporé despacio mostrándole que no era ninguna amenaza.
El timonel asombrado, eso es decir poco, mas bien con cara de pasmo, nos miraba a ambas con expresión de salido. Más cuando ella cortó uno de los tirantes de mi camiseta con un ágil movimiento de la cuchilla y desnudó una de mis tetas.
- ¿Quién eres? y ¿de dónde has salido?.
- Solo una viajera y estoy sola. No soy ninguna amenaza.
- Eso lo decidiré yo, ¿no crees?.
- Por ahora. Ven conmigo.
Le dije que estaba sola pero aún así mientras me conducía a punta de espada al camarote despertó a media tripulación y ordenó un registro de la nave. Hizo revisar la borda por si había llegado en un esquife.
Estaba claro que la pelirroja no era solamente la amante del capitán o de un oficial, ella tenía mando propio. Cuando se presentó descubrí con sorpresa que había ido a caer al bergatín Reina Real de la capitana Anne Bonny, la amante de Mary Read y de Jack Calico Rackham.
- Eres una corsaria famosa.
-A estas alturas, pirata. La patente de corso que teníamos expiró.
No había leído mucho sobre piratas en mi época pero el nombre me sonaba. Se cree que ambas mujeres eran lesbianas o al menos bisexuales. Puede que no me fuera tan mal con ella.
Podía darme por satisfecha de no haber caído en las manos de Barbanegra, de Henry Morgan o de William Kidd. Me habría ido mucho peor con cualquiera de esos animales.
El camarote me sorprendió por limpio y relativamente ordenado. Sobre una mesa de roble enorme había instrumentos marítimos y cartas de navegación. Algunas joyas amontonadas sin cuidado en un cuenco brillaban a la luz de unas velas de sebo.
Una cama gigantesca para estar a bordo de un barco ocupaba el centro del espacio bajo los ventanales de la popa. Estaba claro que todo aquello venía de los botines robados a otros barcos o asaltos a ciudades costeras.
Unas cuantas prendas de ropa yacían abandonadas sobre un banco acolchado a un lado, incluido un lujoso y precioso vestido de la época de color azul claro, parecía seda y evidentemente muy caro en cualquier tiempo. También había ropa de hombre con la que ella solía vestirse.
- ¡Desnudate!. Quiero ver lo que hay debajo de esas ropas.
Sin soltar la espada me acarició con la otra mano la teta desnuda y probó el tacto de mi ropa extraña para ella. Me ordenó que me desnudara del todo y le fui pasando las prendas para que las curioseara. Cada vez parecía más claro que las teorías sobre su sexualidad no iban muy desencaminadas.
- Estas cosas son raras, no reconozco los tejidos. Quédate las botas. Quiero verte con ellas.
- Como desees.
Me pidió que me dejara las botas pero todo mereció la pena. La cara que puso al verme solo con el tanga hubiera merecido una foto. Pero el móvil seguía en los bolsillos del short que previamente me había sacado.
-¿Que es eso que llevas?
- Se llama tanga, se lleva mucho en mi país.
- ¡Dámelo!.
Me pidió el tanga solo para volver a asombrarse al ver mi vulva depilada. Se llevo la minúscula prenda a la nariz para olerla con expresión morbosa. Oler mi aroma mas íntimo. Verla hacer eso me puso a mí muy caliente.
- ¡Llevas el coño pelado! Y hueles muy bien.
- En mi tierra casi todas lo tenemos así.
Arrojó el alfanje a un lado que se clavó en los tablones del casco. Me empujó hasta su cama con un colchón de plumón asombrosamente cómodo. Tiró de mis botas que era lo único que me quedaba puesto.
Me contemplaba entre lasciva y enfadada por la brecha en la seguridad de su barco. Según me quitaba cada bota lamió los dedos de mis pies, lasciva.
Abrió las piernas para sentarse sobre mis muslos, de frente y clavarme la lengua hasta la garganta. No pude evitar agarrar con las dos manos su culo cubierto por el fino y suave cuero que lo marcaba de maravilla. Auténtico cuero de ternera, nada de sintéticos.
- ¡Estas muy buena! Igual he tenido suerte de que hayas caído en mi barco.
- Yo si que he tenido suerte de dar con una capitana y haber caído en tus brazos.
Subir mis manos por debajo de la sencilla blusa acariciando la suave piel de la pirata pelirroja. En esa época no se llevaban sujetadores así que me pude agarrar a sus tetas sin más problema. Mientras cambiábamos saliva le pellizcaba los pezones, duros como piedras.
- Que tetas tan ricas, Anne.
En ese momento nos interrumpió la llamada a la puerta del sobrecargo. No habían encontrado a nadie más a bordo. El tipo me miraba lujurioso por encima del hombro de su capitana. Pero Anne Bonny no me iba a compartir. Así que lo echó con cajas desempleadas.
- Capitana. No hay nadie más a bordo ni lanchas amarradas al casco.
- ¡Vale! Pues ¡lárgate! y Dobla la guardia.
Mientras tanto yo me había tumbado del todo sobre la cama para demostrarle que no era ninguna amenaza y que aceptaba sus avances. Me exhibía impúdica ante sus ojos. Separando las piernas. Según volvía hacia la cama se fue sacando la blusa.
Sus tetas eran tan bonitas como me habían parecido cuando un rato antes las estaba acariciando, pequeñas, cónicas y muy duras. No se molestó en quitarse nada más en ese momento sino que se agachó entre mis muslos y clavó la lengua en mi coñito.
¡Vaya que era experta! Su lengua hacia maravillas en mi vulva. Momentos después ya me estaba corriendo en su boca.
- ¡Que bien lo comes!
- ¡Que bien sabes!
Me dijo sonriendo un momento que separó la boca de mi pubis. Me estaba haciendo gemir. Esperaba que la medicina y las vacunas del siglo XXI me protegieran, como ya habían hecho en los viajes anteriores.
- Yo también quiero probarte. Gírate.
Tuve que tirar de sus pantalones, con fuerza, para poder quitárselos. Los tenía muy ajustados. Pero por fin conseguí dejarla desnuda del todo. Tumbarla sobre las plumas de su lecho y ponerme encima en un sesenta y nueve.
Tras apartar la pelambrera roja conseguí deslizar la lengua por los carnosos labios de su coño y saborear sus jugos. Ahora sí que jadeábamos las dos de puro placer. Agarrada a sus prietas nalgas como si fuera a perderlas. Separándolas y deslizando un dedo a su ano.
Mi trastada pareció gustarle pues redobló los esfuerzos con su lengua y me imitó buscando el agujerito de mi culo con alguno de sus dedos. También los usaba para penetrarme el coño.
Después de varios orgasmos me giré buscando su boca. Probando mis jugos de su lengua. Sin dejar de acariciarnos con ternura. Bien pegadas la una a la otra con un muslo entre los suyos, nuestras tetas frotándose.
- Sinceramente, no esperaba encontrar alguien como tú.
- No todo van a ser abordajes y matanzas. Nena. Cuando alguien me gusta intento disfrutar lo más posible. Aunque desde luego no esperaba encontrar un bocadito como tú caído del cielo en medio del Caribe.
- Y ¿donde encuentras chicas como yo? tan dispuestas a darte placer y gusto.
- En Tortuga y otros puertos siempre hay chicas en las cantinas dispuestas a satisfacerme por un doblón. Otras veces raptadas en algún abordaje, aunque esas a veces necesitan algo de persuasión, pero no mucha, yo soy mucha mejor opción que mi tripulación.
Desde luego aproveché para interrogarla, para hacer algo de investigación de cama sobre su vida y sobre cómo alguien como ella había llegado a tener su propio navío y tripulación. Con esa conversión de almohada nos quedamos dormidas desnudas.
Al amanecer me puse una camisa de hombre y unos pantalones de lino que tenía Anne por allí y mientras ella dormía a pierna suelta salí a dar una vuelta por la cubierta.
Levantando la cabeza vi en lo alto del palo mayor, por encima de la cofa, la bandera negra con las dos espadas cruzadas bajo la calavera ondeando al viento de la mañana. Era la enseña pirata diseñada por el propio Rackham, nada de tibias.
A la luz del día, aunque no era un barco grande, el bergatín resultaba impresionante. Con las culebrinas en cubierta y otra por debajo con cañones más pesados. La proa hendía el agua como la cuchilla de un patín el hielo.
Todas las velas desplegadas impulsaban al veloz balandro a una buena velocidad. Cabalgando las olas como un semental por los montes.
Tenía que acercarme a la proa a hacer mis necesidades aunque me mojara el culo. Bueno el agua del Caribe estaba bastante caliente, así que no importaba mucho. Eso sí todos los marineros que hubiera por allí me verían.
Yo les veía a ellos con sus rabos fuera y alguno hasta se puso duro al verme bajarme los pantalones y sentarme en la tabla agujereada para hacer mis necesidades.
A esas alturas todos sabían quien era yo, la amante de su capitana. Los rumores corren rápido en un barco como ese no demasiado grande. Aunque estaba protegida por su jefa no las tenía todas conmigo.
Alguno de ellos si que se atrevía a echarme algún requiebro. Puede que hubiera aceptado las atenciones de los más guapos si Anne no me hubiera tenido tan ocupada.
Se les veia trabajar duro arriando velas, reparando cabos y madera, limpiando los cañones y baldeando las cubiertas. Haciendo las miles de labores que un barco como ese necesitaba a diario solo para mantenerlo a flote, ni siquiera hablo de hacerlo maniobrar.
Tras dos días después de sexo salvaje con Anne Bonny entrábamos en el puerto de Tortuga. En el camarote ella me tenía siempre desnuda y follando. En ese momento otro barco salía hacia mar abierto. Nos cruzamos con él poco antes de llegar a la bocana del puerto.
El tiempo era bueno y navegaba con las portillas abiertas y las bocas de sus cuarenta cañones asomando por ellas. Supongo que era una precaución por si había alguna fragata de la Royal Navy esperando cerca.
Yo estaba apoyada en la barandilla cerca de la proa, contemplando el espectáculo. Anne apoyada detrás de mí, sus duras tetas clavadas en mi espalda. Su mano levantaba la falda del vestido de seda que me había hecho poner para lucirme en la llegada a puerto.
Sus dedos habían alcanzado los depilados labios de mi vulva. Lógicamente iba sin bragas pero con medias, ligas y unos preciosos zapatos de tacón. Me estaba haciendo correr con sus dedos juguetones. Al oído, rozando mi oreja con sus labios, me decía:
- Ese es el Concordia. El barco de Eduard Teach, Barbanegra.
- ¿De verdad ese barco es el Queen Anne's Revenge?.
- Eso me han dicho, sí. Le ha cambiado el nombre. El tipo odia a los protestantes.
- Sabes que en mi país ¿todos sois leyendas? , como vuestros barcos.
Me desplazaba despacio hacia nuestra popa para poder echarle un buen vistazo al otro navío. Entre tanto Anne estaba dando las órdenes para entrar en el puerto con seguridad.
No quiero pensar en lo que se imaginaria la corsaria y si tripulación cuando las luces del túnel empezaron a rodear mi cuerpo. Pensarían que estaban locos.
Ese fue el momento que eligió el túnel para devolverme a mi época. Me perdí la visita guiada a Tortuga pero me llevé el vestido de seda azul y los conocimientos sobre la vida pirata y dos de sus barcos más famosos.
Ella se quedó con mi ropa y supongo que le sacaría partido al tanga y las botas con alguno más de sus amantes.
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viernes, 10 de junio de 2022
Concierto, la rueda pinchada
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Otra historia de David en chico de pueblo de la serie: "concierto". Esta vez él y su primo ayudan a una milf con un problema mecánico.
Dos chicos guapos y una rueda pinchada en medio del campo. Una damisela en apuros que pide ayuda a dos caballeros.
Por supuesto no sin antes tener la precaución de colocar un poco mas altas las tetas en el escote con con un par de botones abiertos. Casi se veía la areola de la pezones.
Los vi llegar desde un camino lateral y bajarse de un tractor agrícola. No estaban nada mal, me esperaba un cuarentón gordo y eran dos chicos guapos, jóvenes y delgados.
Los recibí con mi mejor sonrisa mientras paraban detrás de mí coche. Bajaron sin dejar de mirarme. Les devolvía el favor observando sus culos que parecían durísimos mientras bajaban de la enorme máquina.
- Hola chicos, he tenido un pequeño percance.
- Ya lo vemos. Puede que podamos "echarte una mano". Yo soy David y este es mi primo Mario.
- Me encantaría que dos chicos tan guapos me echaran una mano, pero primero habría que cambiar la rueda. Yo soy Sonia. Encantada.
Me miraban las tetas mientras accedían a ayudarme a cambiarla. Para eso las estaba enseñando lo más posible. Eran de un pueblo cercano y pasaban por allí.
- Eso no será un problema. No nos costará mucho.
En realidad pensaba dejar que ellos hicieran todo el trabajo. Pero viéndoles fibrados con sus camisetas de tirantes no pensaba dejarlos sin recompensa. Me estaban poniendo cachonda solo con ver como se movían sacando las herramientas y la rueda de repuesto.
Naturalmente exhibía más mis encantos mientras ellos trabajaban. Descubría mi voluptuoso cuerpo para animarlos en la tarea que una vez realizada no parecía tan difícil. Los veía trabajar, forzando sus músculos haciendo palanca y moviendo la rueda pinchada.
A esas alturas mis tetas rebosaban del sujetador enseñando los pezones. Lo hice con disimulo pero en apenas un par de hábiles movimientos de manos ya me los podían ver.
El pantalón de cintura baja había caído aún mas dejando que ellos vieran la goma del tanga rosa y la mitad de mis poderosas nalgas. Sus ojos iban detrás de mí culo mientras ponían la rueda de repuesto en su sitio.
Cuanto mas me agachaba mas carne quedaba expuesta y ellos no dejaban de mirarla. Aunque sin dejar de trabajar. Procuraba rozarme con ellos, con sus brazos fuertes, mis pechos acariciando sus espaldas y mis muslos sus caderas y culos duros.
En poco rato habían terminado, mi coche volvía a estar en condiciones y podía seguir mi camino. Pero desde luego no sin agradecerles a esos chicos tan amables el favor.
- Muchas gracias chicos. Habéis sido muy amables.
- Tengo algo para que os limpieis.
Mientras se lavaban con una garrafa de agua y algo de jabón que llevaba en el maletero. Sus camisetas quedaron arruinadas entre la grasa y el agua jabonosa. Así que sonriendo les pedí que se deshicieran de ellas admirando sus torsos fuertes morenos y depilados.
- Hace mucho calor, podéis quitaros las camisetas.
-Y tú ¿qué te vas a quitar? guapa.
- Normalmente prefiero que me desnuden a mí.
Con una mano apoyada en el pecho de cada uno de ellos rozando sus pezones y sonriendo morbosa.
- Eso tampoco nos costará mucho. Y será todo un placer.
Por fin se lanzaron sobre mí poniéndome una mano en una teta y la otra en el culo. Como si se hubieran puesto de acuerdo ambos haciendo la misma maniobra. Uno a cada lado.
Y aproximaron sus caras a la mía. Sus labios a los míos, hasta que sin complejos y en medio del campo nuestras leguas juguetonas se unieron en un húmedo beso, las tres.
Excitada y caliente poco me preocupaba ya estar a medio camino entre dos pueblos en una carrera por la que podía pasar más gente.
Ellos colaboraban para desnudarme y en segundos mis tetas estaban al aire. Los pantalones caían por mis muslos descubriendo el minúsculo tanga rosa. Sus dedos lo hicieron a un lado hurgando en mi húmedo y caliente coño.
Mis manos se desplazaron directamente a sus pollas buscándolas por dentro de sus vaqueros y tirando de ellos hacia mí. Sus fuertes manos me depositaron sobre el caliente capot de mi propio coche y separaron mis muslos para lamer mi chirri los dos juntos.
Sus lenguas cruzándose en los labios de mi coño haciendo aún mas morbosa la situación. No creí que ellos se atrevieran a tocarse. Pero lo hacían.
Y logrando que yo me corriera una y otra vez, mi conejito y culo recibiendo sus atenciones. No dejaban de lamer mi piel y pasar la lengua por mis puntos erógenos.
Uno de ellos, el tal David, consiguió situarse a un lado del capot y darme su polla en la boca además de lamer sus depilados huevos. Su compañero trepó sobre mi cuerpo hasta clavarme su polla y ayudarme a comer la otra polla.
Le estábamos dando lengua por el rabo y los huevos dejando que nuestras salivas se mezclaran. Mario estaba entrando en mí, despacio, tierno, haciéndome notar cada centímetro de su duro nabo.
En el maletero también llevaba una manta vieja para ocasiones como esas. Quería las dos pollas dentro.
- Chicos ¿me follariais el coño y el culo a la vez?.
- ¡Me pido el culo!.
Saltó Mario que aún estaba encima de mí. Mientras David extendía la manta en la hierba a un lado del camino nosotros nos bajamos del coche y fuimos tras su culo prieto.
Ellos se adelantaron y antes de hacer nada más se besaron. He de admitir que me quedé de piedra pero más excitada todavía. Los miraba acariciarse las pollas pasmada. Pero no quería quedarme sin participar de la juerga.
Los primos parecían pasarlo bien solos y yo estaba dispuesta a entrar en su juego y ponerme en medio. David se tumbó boca arriba sonriendo y con la polla apuntando al cielo.
- ¿Dispuesta?.
Ni me molesté en contestar, con las piernas a cada lado de su cadera fui bajando despacio la mía hasta empezar a deslizar el glande en mi xoxito. Me incliné hacia adelante para meter mi lengua en su boca y dejar caer saliva dentro. El me dio su lengua cruzándose con la mía.
Mario vino por detrás sabía a por lo que iba. Y lo recibí con las nalgas bien abiertas. Estaba claro que a ellos no les importaba tocarse. Apoyaban las manos en el otro para buscar la partida más cómoda.
Incluso diría que ya lo habían hecho antes y no es una postura fácil. Moverse follando, lo hacían fácil, sensual, lascivo. Se les notaba que lo hacían muy bien por que les gustaba.
Jadeábamos, gemíamos, como si nadie nos pudiera escuchar al lado de esa carretera solitaria.
Cuando quise darme cuenta ya tenía las dos pollas dentro y solo lubricadas con saliva. Se movían sincronizados. Yo ya me había corrido varios veces pero ellos aguantaban bien con las pollas duras.
Pero nada dura para siempre y al fin me llenaron con su semen. Los dos agujeros rezumando lefa. Viendo por donde iban los tiros deduje que me reservaban una sorpresa final.
Así fue. Entre los dos se pusieron a lamer mi pubis y mi ano recogiendo el semen. Y todo eso junto a mis jugos yo quería saborearlo. Volvimos a juntar las lenguas. Un beso a tres, uno más de los que compartimos esa mañana calurosa.
Yo tenía que continuar mi camino y ellos su tarea dura la que fuera. Así que cambiamos los números para comunicarnos por WhatsApp. Nos vestimos y seguimos nuestro camino.
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domingo, 5 de junio de 2022
El tanga rojo, la tormenta de verano
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Yolanda se sacó las tetas sentada a mi lado en el coche. No lo había hecho descarado claro pero al moverse en el asiento de cuero y levantar los brazos quedaron ante mi vista sus preciosos pechos. Su camiseta o top o como se llame era muy corta por debajo.
Me explicaré algo mejor. Sobre todo cómo habíamos llegado a esa situación. Al fin y al cabo Yolanda es mi hermana.
Me había estado provocando desde que la recogí cerca de la discoteca. Sus rodillas estaban justo al lado de la palanca del cambio y podía ver sus preciosos muslos al completo. Es verdad que llovía, mucho, y ella estaba calada. Pero con cualquier otra chica pensaría que estaba buscando algo más.
Cuando llamó me estaba haciendo una paja revisando sus fotos en bikini del verano anterior. Vale, tampoco es que yo sea un santo y ella me excitaba, mucho.
Está muy buena, linda carita, cuello fino, las tetas no las tiene muy grandes pero parecían talladas en mármol por su dureza, el vientre plano, cadera generosa y culito respingón, además de sus largos y torneados muslos.
Esa noche yo había salido pero no había encontrado a nadie con quien ligar. Ninguna chica parecía dispuesta a entregarse a mis besos. Viendo que amenazaba tormenta me había vuelto a casa temprano.
Estaba desnudo tirado sobre mi cama. Cuando llamó me dio un buen susto. Al principio pensé que le había paso algo. Apenas me dió tiempo a ponerme los vaqueros y un jersey y coger las llaves del BMW que era el primer coche en la salida del garaje del chalet. A mi padre no le importaría que cogiera su carro para ir a buscar a su ojito derecho.
Igual si tenía suerte estaría con alguna de sus amigas y podría distraerme de mi obsesión por mi hermana. Viendo a otra de esas zorritas con las que salía medio desnudas, como solían salir de fiesta.
Al llegar a la puerta de la disco ni siquiera la localizaba. Se había refugiado en un portal un poco más allá. Me llevé una pequeña desilusión al ver que estaba sola. Así que puse la calefacción a tope y abrí la puerta. Su bonita melena castaña chorreaba.
Sabía que es mi hermana pero ¡que buena está!. Con sus larguísimas piernas saliendo del cinturón que ella llama falda. Sus pezones bien marcados en la fina tela que dice ser camiseta, top, no sé nada de ropa femenina. Además la tela era tan fina que mojada se trasparentaba del todo.
Aunque se ve mas piel por ella que si se hubiera puesto solo un sujetador. Y además estaba tan mojada que se trasparentaba, ya se que me repito, pero es que estaba tan buena y adorable, calada en el asiento de cuero, como un cachorrillo.
Me estaba poniendo cardiaco y no es que fuera la primera vez. Con su manía de llevar los mismos microscópicos bikinis que nuestra madrastra. Pasando delante de mí por casa solo con unas braguitas y una de mis camisas abierta del todo.
Enseñándome sus generosos escotes o luciendo esas hermosas piernas que me volvían loco en sus diminutos o ajustadisimos pantalones.
- Estas guapísimo con ese jersey, tato. Deberías ponértelo para ligar. Se te echarían las tías encima.
- Si tu lo dices. Igual tendrías que dejarme salir con tus amigas y así sí que ligaría más.
- ¡Ja! Ninguna de esas zorras te merece. Deberíamos hacer esto más, charlar y "eso". Quedar solos tu y yo.
Considerando que el jersey me lo había regalado ella no era un gran cumplido. Si que era cierto que la prenda se ajustaba a mi torso definido y a mis trabajados abdominales. Pero lo acepté con una sonrisa como cada palabra que salía de sus sensuales labios.
- Sube más la calefacción del coche, por fi.
- Pensando que tendrías frío y estarías mojada ya la tenía a tope.
- ¡Eres un cielo! Mario. Me encanta como me cuidas, tato.
Me había puesto cachondo y si no fuera mi hermana haría rato que hubiera saltado sobre ella. Aún a pesar de tener mis necesidades sexuales bien cubiertas por Sonia, la chica que venía a limpiar a casa.
Se quitó los zapatos de tacón y subió las piernas al asiento de cuero, recogidas bajo el duro culo, con lo que la escasa falda terminó de estrujarse en su cinturita dejándome ver el reducido tanga rojo casi al completo.
Sus rodillas quedaron tan cerca de la palanca del cambio que las rozaba con mis dedos en cada semáforo y cambió de marcha.
Rozó mi torso con sus deditos en una suave caricia, provocándome aún más. Me dijo:
- No tires hasta casa. Busca un algún sitio tranquilo para aparcar, pasar un rato juntos y poder charlar.
Me desvíé hacia un aparcamiento pavimentado que ya conocía. No era cuestión de embarrar todo el coche llevándola al monte. Mi padre se daría cuenta. Solitario y frecuentado por parejitas era el sitio ideal para charlar un rato o eso. Más bien "eso".
El agua resbalaba por los cristales que se empañaron pronto con nuestras respiraciones agitadas y la humedad de su ropa y cabello según se evaporaba con la calefacción.
Recostó el respaldo del asiento, lo que no le hizo ningún favor al poco orden que sus prendas mantenían dejándome ver mucha más de su suave piel.
Charlábamos relajados. Me contó sobre su noche. Yo lo dije que ya estaba en la cama cuando me había llamado. Me preguntó con un acento tan sarcástico que apenas merecía contestación:
- ¿Qué estabas haciendo en la cama y despierto?.
Luego pasamos a hablar algo de sus amigas y otras conocidas.
- ¿Estoy más buena que Sonia?
Me soltó a bocajarro. Yolanda ya sabía que la chica, no podíamos llamarla criada pues nadie la considera así en casa, y yo éramos follamigos desde hacía una temporada. Estaba claro que entre ellas no había secretos.
Entonces fue cuando le pregunté:
- ¿Estas jugando conmigo? Yolanda. Me provocas. Sé que Sonia ya te lo cuenta todo. Que sois muy, muy amigas.
Con una cara de lascivia que apenas pude soportar reuniendo mis últimas reservas de fuerza de voluntad me contestó:
- El juego llegará hasta donde tu quieras... Sonia y yo también jugamos. Ya se que te pajeas con mis fotos en bikini. A partir de ahora tendrás las que me hace Sonia en lencería o desnuda del todo.
Me estaba provocando descarada. Imaginar a las dos haciendo un sesenta y nueve en la cama de Yolanda se la pondría dura al más santo de los varones.
Hasta que por fin me hizo un inequívoco gesto con su dedo índice para que me inclinara sobre ella. Donde me recibió con la boca abierta esperando mi lengua. Me dediqué a juguetear un rato con sus sensuales labios, lamerlos, antes de darle una buena ración de la sin hueso y de saliva.
Tiraba de mi jersey para descubrir mi pecho. Lo que me hizo separar nuestras bocas. Lo aprovechó para besar mis pectorales y mordisquear mis pezones. Incluso a pasar la lengua por mis depiladas axilas.
La polla me apretaba dura dentro de los vaqueros pues cuando me levanté para ir a buscarla no me había puesto ni un slip. Duermo siempre desnudo del todo. Pero ella se encargó de liberarla de su encierro acariciándola con ternura.
Yo tampoco había perdido el tiempo haciéndome con su prieta teta, acariciándola, amasándola y jugando con su duro pezón subiendo mi mano desde el plano y suave vientre.
Como pedía más su cuerpo caliente comencé a masturbarla deslizando un par de dedos bajo su mini, apartando el tanga rojo a un lado. Juro que no le di ni un tirón pero en ese momento la microscópica prenda se me quedó entre los dedos. Me limité a arrojarla a un lado.
Parece que le gustó lo que le hacía y deseaba más. Pues empezó a jadear y a empujarme para que sustituyera los dedos por la lengua. Trabajo al que me dediqué poniendo en ello todo mi empeño. Ya no nos importaba el parentesco, solo disfrutar.
La postura para poder comerle la cuca en los asientos de delante era más que difícil, por no decir imposible. Le di una palmadita en el muslo.
- Anda, pásate atrás.
Ella, más flexible y recogida que yo cruzó entre los dos asientos sin problemas. Con miedo de quedarme atascado me estuve pensando salir a la tormenta y entrar por las puertas de atrás.
Me abroché el botón del pantalón y solo con eso y las playeras salí y volví a entrar en el coche lo más rápidamente que pude. Sin olvidarme de mover los asientos delanteros para hacer más sitio. Ni me molesté en guardar la polla, bajo esa cortina de agua nadie iba a verme.
Al reunirme con mi hermanita en el amplio asiento de atrás se puso a lamer las gotas de agua de la piel de mi pecho. A mordisquear mis pezones y par la lengua por mis axilas, hombros, el cuello y la oreja.
- Como te deseo, tato.
Jadeaba en mi oreja. En el tiempo que había tardado en volver con ella se había terminado de desnudar. Aunque antes había podido ver partes de su bella anatomía al descubierto era la primera vez que veía sin nada encima. Me pareció todavía más bonita.
- ¿No quería que te comiera? Te voy a saborear Yolanda.
- Lo estoy deseando.
La hice ponerse entre los dos asientos de adelante hacia el salpicadero dejando su marmoreo culo encajado y con los pies separados. No me hacia falta ni separar las nalgas con las manos para encajar la cara entre ellas y empezar a saborear tan delicioso manjar.
He de admitir que el olor era algo fuerte. Aunque se había duchado antes de salir, se notaban el sudor, las horas bailando, moviéndose y la excitación que había tenido viendo estos cuerpos deseables en la disco. No me importó, la hacía aún más sabrosa.
Pasé la lengua por toda la raja, explorando. Descubriendo al tacto húmedo de la sin hueso el ano, el perineo, los labios de la vulva y el clítoris. Sus gemidos me indicaban que iba por buen camino. Así que me dediqué a profundizar en la tarea.
Por cómo gemía y suspiraba creo que le di más de un orgasmo solo con la lengua. Clavándola en el coñito o en el ano según mi capricho. Recorriendo y humedeciendo toda la piel de alrededor, de las nalgas a los muslos y la espalda.
- No te vas a escapar con esto hermanito. Tienes que follarme. Quiero probar esa polla tan rica de la que disfruta Sonia.
Se giró demostrando de nuevo su flexibilidad. Tiró de mis vaqueros hasta sacármelos dejándome tan desnudo como ella. Mi polla apuntaba al techo del coche.
Pusó una rodilla a cada lado de mis muslos. Guiando el rabo con su maníta lo llevo a su interior despacio. Degustando la penetración. Agarrando sus nalgas controlaba su movimiento. No quería que acelerara demasiado.
La coleta en la que tenía recogida la melena daba en el techo. Pero yo subía mi cara buscando su boca, sus labios y su lasciva lengua. Dejaba caer su saliva en mi boca y yo se la devolvía mezclada con la mía.
De vez en cuando también bajaba la cabeza para lamer sus tetas y besar los durísimos pezones. Yolanda tampoco tenía quietas las manos, las notaba por todas partes, acariciando, tocando, pellizcando.
- Yoli, me voy a correr. Me tienes muy cachondo.
- Hazlo dentro amor mío. La madrastra me llevó al ginecólogo y tengo puesto un diu desde los diez y ocho.
Fue decirme eso y segundos más tarde me derramaba en su interior. Se quedó encima de mí sin moverse, solo abrazados, hasta que mi polla se salió sola de su xoxito.
- Vamos a tener que limpiar este estropicio antes de que papá cosa el coche mañana.
- No te preocupes, para limpiar el asiento tengo toallitas en el bolso y de limpiarte a tí me encargo yo.
Uniendo acción a la palabra se deslizó entre mis piernas ya tumbado en el asiento y se dedicó a lamer mi nabo. Aunque estaba flojo la caricia de su lengua seguía dándome placer. Dejándolo sin ninguna huella ni de mi semen ni de sus abundantes flujos.
Cuando terminó con tan placentera tarea, al menos para mí, sino a besarme. Me dio a compartir nuestros sabores mezclados en su lengua juguetona. Volví a recibirla entre mis brazos mientras nos besábamos. Nos acariciábamos con ternura demostrándonos de nuevo el cariño de hermanos.
- Tendríamos que volver. Antes de que me la vuelvas a poner dura o no respondo de mis actos.
- No me importaría, pero tienes razón. Es tarde y no quiero que se preocupen por nosotros. Podemos repetir esto cuando queramos ahora que los dos sabemos lo que deseamos. Que nos deseamos.
Volvimos a vestirnos, ella con más rapidez y facilidad que yo. Me puse al volante y volvimos a casa. Dejé el coche en el mismo sitio de donde lo había cogido y todo eso sin que se me fuera la sonrisa tonta de la cara.
Por fin había tenido a mi hermana y yo le había dado todo mi ser. Y lo que es más ella quería seguir con ello.
Tengo pensadas varias aventuras para toda la familia incestuosa, padre, madrastra, los dos hermanos y la criada. Todas empezarán el título con las palabras, el tanga rojo.
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