sábado, 16 de abril de 2022
De carnaval con mi madre
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Se acercaban los carnavales, tengo diez y ocho años y por fin se me iba a permitir pasar la noche o la mayor parte de ella fuera. Junto a unos amigos, salir y divertirnos disfrazados.
Yo tenia pensado algo espectacular, me disfracé de chica, pero puse todo lo posible de mi parte y la ayuda de mi hermana para quedar, no bien, fantástica.
Me depilé entero aunque casi no hace falta pues no tengo mucho vello. La ropa de mi hermana: unas medias negras cubriendo mis largas y finas piernas, una minifalda de imitación cuero ajustada a mi culito respingón y a los muslos disimulaba el pene que habia tenido que colocarme hacia atras entre los muslos.
Un sujetador con rellenos de silicona disimulaba la ausencia de senos. Un top cubriendo lo lo justo atraia la vista hacia mi vientre plano y mi ombligo que iba desnudo pero adornado con un pircing falso.
Un maquillaje algo agresivo, que ella me ayudó a aplicarme, disimulaba lo poco masculino que quedaba en mis rasgos y un peinado diferente a mi larga melena rubia terminaba de ocultar mi personalidad real.
Con la cazadora abierta, al bajar al portal donde mis amigos me esperaban ni ellos consiguieron reconocerme en un primer momento. Incluso intenté disimular con cierto exito mi voz y hasta que no me eché a reir como una loca no llegaron a darse cuenta de que de verdad era yo.
Resultó una verdadera sorpresa para ellos, alguno tuvo que tragarse algún sincero piropo que me habia dirigido.
Todos se habian esforzado tanto como yo en disfrazarse pero ninguno habia conseguido llegar a engañar a los demas tanto como yo. Los disfraces eran variados pero aún con las máscaras se les reconocía. Nadie más se había cambiado el pelo, maquillado, cambiado la forma de su cuerpo o modulado su voz como yo.
Ibamos a ir a una fiesta de disfraces pero aún era tempano. Así que nos dedicamos a vagar por las calles atestadas disfrutando de la vista del resto de los disfraces y tomando algo en algun bar. Para ser febrero no hacía demasiado frío.
Casi de imediato mis amigos tomaron el papel de caballeros protectores al lado de una dama, me rodearon y ya no me soltaron. Era una lástima por que yo no quería nada con ninguno de ellos.
Parecía que a nuestro alrededor la gente con la que hablábamos me tomaba por una chica de verdad. Y algunos y algunas de esas personas me parecieron interesantes. Ver los disfraces sexis luciendo los cuerpos que había debajo.
Despues de algunos experimentos exitosos y algunas miradas jugosas por parte de algún hombre y puede que alguna chica también, me relajé y conseguí disfrutar con alegría.
Al cabo de un rato largo conseguimos llegar a la disco. Había un monton de chicos y chicas casi todos con una gran multitud de disfraces diferentes.
Al principio conseguimos mantener nuestro grupo junto pero tras la primera deserción de nuestro romano tras una Cleopatra cada uno decicidió ir por su lado y mezclarnos con el resto de la gente.
Yo estuve bailado con chicas y chicos sin preocuparme en nada del genero o la orientación de mis ocasionales parejas. Sin pensar en si ellos y ellas habian llegado a imaginar la verdad bajo la ropa prestada.
Al acercarme a la barra para pedir una copa me deslizaba por la sala mirando el espectáculo de la gente divirtiéndose sin complejos.
Hubo quien se me arrimó mucho y a esas alturas yo estaba tan cachondo.... cachonda que les correspondía. Me dejaba rozar e incluso tocaba yo algún culo o vientre que se interponía en mi camino.
Me frotaba con sus cuerpos acariciando lo que podía alcanzar con mis manos e incluso dejándome besar. Suave al principio y dando lengua si la persona me gustaba. Pero no me quedaba con nadie. No había encontrado la persona que me dejara atontada esa noche.
Entonces la vi, junto a la barra, con una copa en la mano. Es difícil ir sexi en febrero aunque no haga mucho frío.
Pero ella lo había conseguido, llevaba el viejo traje que mi padre se había puesto en su boda, olvidado antes de largarse con su secretaria. No se por qué lo había conservado. Como es delegada se lo podía poner sin problemas. El pantalón de pinzas se ajustaba a su cadera poderosa marcando su culazo.
Se había olvidado de ponerse la camisa así que el chaleco apretaba sus pechos grandes, poderosos, dejando un canalillo fantástico. De hecho parecía que ni siquiera llevaba sujetador. Le sentaba de maravilla.
Aunque la americana y la corbata lo tapaba todavía, sólo se veía parte del escote. Su melena morena la llevaba en un recogido alto luciendo su cuello fino y elegante.
Mi madre estaba preciosa y llamaba la atención de todo el que pasaba cerca de ella. Muchas chicas la miraban con envidia y algunas también con deseo.
Mi hermana y yo ocupados con nuestros disfraces en su cuarto no nos habíamos dado cuenta de que nuestra madre pensaba salir.
Estuve mirándola, admirándola un buen rato y disfrutando de ver como levantaba esa expectación. Por fin me decidí a acercarme, ella no se había dado cuenta e mi presencia. Le dije:
- Caballero ¿Me invitaría a bailar?.
Tardó unos segundos en reaccionar, puede que hasta en reconocerme. Dejó el vaso en la barra. Pero al momento sonrió y tendió su mano hacia mí. Me cogió de la cintura como si efectivamente yo fuera su chica y me pegó a su cuerpo. Mis tetas falsas apretándose contra las suyas de verdad.
- No sabía de qué te ibas a disfrazar, hijo.
- Llamame Sheila. ¿Qué te parece tu nueva hija?.
- Preciosa, como la original. No es orgullo de madre pero es increíble que tanto de chico como de chica estás tan guapo, guapa. ¡Ufff que lío!.
- Si, hasta yo me estoy equivocando con eso.
- Tu hermana te ha maquillado muy bien. Y su ropa te sienta genial, estas muy sexi.
- Tú también mamá. Estas preciosa con el chaleco y el pantalón marcando tus curvas.
Y se echó a reír. Me apreté más contra ella y apoyé la cabeza en su pecho generoso siguiendo en mi papel de jovencita con su daddy.
- Es increíble lo bien que te queda un traje viejo Mami. Tu también estás muy sexi. Como para comerte.
- Si vamos a hacerlo, lo haremos bien Sheila, llámame Alex. Y ahora estoy con una jovencita preciosa que no se como se ha fijado en un maduro como yo.
- Un maduro muy atractivo con un gran sex appeal. Y que me va a invitar a una copa.
Mi madre estaba juguetona. En ningún momento había soltado mi cintura, ni me había dejado separarme ni un centímetro. Mi mejilla rozaba la suya mientras hablábamos.
Es un roce que habíamos tenido cientos de veces como madre e hijo, pero esa noche de veía como algo especial más sensual.
Sus tetas en mi pecho empezaban a incomodarme, más bien a excitarme, en los pantys prestados de mi hermana algo empezaba a ponerse duro. Incluso me pareció que en algunos momentos su mano rozaba mi culo apretándo la nalga sobre la tela de la minifalda.
Me llevó hasta la barra sin soltar mi cintura, con su mano sobre mi piel desnuda entre la minifalda y el escaso top y desde luego que pidió dos copas.
Nunca había echado de menos a mi padre en realidad, se había parado hacia muchos años. Ella estaba resultando ser mi sugar daddy y me lo estaba pasando genial.
Yo no quería separarme, había encontrado la persona con la quería pesar esa noche de carnaval.
- Alex estás siendo todo un caballero. Me siento muy a gusto contigo.
-Y tú Sheila una jovencita increíble. Podrías encontrar gente de tu edad do con chascar los dedos.
Solo le sonreí para indicarle que no me apetecía estar con nadie más.
Me acarició la barbilla, levantado mi rostro para que lo mirara a los ojos. La otra mano seguía clavada en mi culo amasando mi nalga por encima de la minifalda.
Se inclinó y me besó. Por más que lo deseara me pilló de sorpresa. Me quedé helada cuando sus labios se juntaron con los míos.
No era nuestra costumbre besarnos en la boca. Así que al principio no pude apartarme pero tampoco colaborar. Pero fue un segundo. Al momento ya estaba buscando sus labios con los míos, mordisqueándolos y jugando con ellos.
No se lo que le parecería a la gente que teníamos alrededor, pero como en toda la noche hasta ese momento me importaba un pimiento.
Tenía curiosidad por ver lo que había bajo la americana, que más se había puesto. Suspirando por sus besos le abrí el botón que la sujetaba y por fin pude ver como le quedaba el chaleco sin más estorbos.
- Vamos Alex luce ese torso.
Deslicé la chaqueta por sus hombros, bajándosela por los brazos. Me quedé hipnotizada viendo como sus tetas rebosaban por la prenda que las apretaba. Con lo bonito que sus hombros, brazos y axilas quedaban saliendo de un chaleco masculino.
En un descuido mientras Alex cogía su copa de la barra conseguí meter la mano por dentro de las medias. Colocar la polla que ya estaba más que morcillona por delante y hacia un lado. Apretada contra Alex no se notaría nada. Al terminar las copas le dije:
-¿Bailamos?
Me volvió a sacar a la pista. El baile era aún más agarrado, más apretado. No quería soltar a mi madre. Se tenía que dar cuenta de la dureza de mi polla pegada a su pubis. Tampoco ella se separaba.
Sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo. Me acariciaba como yo lo hacía con las chicas con las que salía. Empezó a subir por mi espalda con mucha suavidad. Llegó a comprobar que de verdad tenía puesto un sujetador.
Luego bajó hasta agarrarme el culo, las dos nalgas. En ese momento besé su cuello. Llevándolo un poco más allá. Si ella no lo quería me pararía los pies en ese momento, no lo hizo.
Metía un muslo entre mis piernas. Nuestras tetas bien pegadas, las mías falsas con las suyas voluptuosas. Empecé a recorrer la suave piel de su cuello y el hombro hasta donde alcanzaba por el tirante del chaleco con la lengua y los labios.
Se le escapó algún gemido en mi oído, lo que animaba a seguir. Eso y sus caricias que también se intensificaban.
Buscó mis labios de nuevo y esta vez las lenguas empezaron a jugar con más intensidad. El beso de hizo muy lascivo. Me chupaba la sin hueso cuando la metía entre sus labios. Las cruzábamos fuera de las bocas jugando con la saliva.
- Mamá. ¿estás segura de esto?
- Me has puesto muy cachonda Sheila, te vas a echar atrás ahora.
- Te llevo años deseando Alex. No te voy a dejar escapar. Mamá te deseo.
- Pues sigue.
Volvimos a besarnos. No digo que yo la besé. Fue algo mutuo, los dos estábamos poniendo toda la pasión y lascivia que podíamos en ese morreo.
Sujetó mi mano y la llevo por el chaleco hasta una de sus tetas. La firme masa de carne rebosaba por la sisa de la prenda. Pude deslizar los dedos por dentro de la tela hasta alcanzar su durísimo pezón.
Alex me seducía igual que mi madre me tenía encandilado. Ella también me acariciaba, incluso con cierta discreción llegó a pasar la mano por debajo de la minifalda y rozar mi polla dura.
La pista de baile no daba más de sí. Me cogió de la mano y me arrastró hasta un rincón oscuro. Por suerte ninguno de mis amigos andaba por allí a esas alturas. A cubierto por las sombras y con lo calientes que estábamos nos pusimos más lascivos.
Ya pude meter la mano bajo el chaleco y amasar sus tetas a placer. Pellizcar con suaves sus durísimos pezones. Alex volvió a acariciar mi polla dura por encima de los pantys.
- Cielo, le vas a romper las medias a tu hermana. O se las voy a romper yo. ¿Qué braguitas te ha dejado?
- Unas negras de encaje, muy sexis.
Lamiendo mi oreja me decía:
- Pues estoy deseando verlas y arrancártelas con los dientes.
- Y tú. ¿Que llevas debajo de los pantalones?.
- Uno de mis tangas, en un rato lo verás.
No sé cómo se aflojó el cinturón. Por lo pegados que estábamos no creía que nada pudiera pasar entre nuestros cuerpos. Así me dejó meter la mano por dentro y agarrar su culo, tocando su piel.
Incluso en medio de la discoteca lo estábamos disfrutando. Y no éramos los únicos, a nuestro lado un chico le estaba haciendo una paja a otro. Era hora de buscar un sitio más íntimo y volver a casa.
Por la calle tuvimos que portarnos como madre e hijo por si algún conocido nos veía. Aún así podíamos cogernos de la mano con los dedos entrecruzados. Yo seguía en mi papel de jovencita meneando el culo y había gente que se volvía a mirarlo.
En el ascensor no pudimos contenernos más y nos lanzamos a los brazos del otro como animales en celo. Allí mismo abrí el chaleco pidiendo ver al fin sus tetas al desnudo, algo que había contemplado desde hacía tantos años.
Si se abrían las puertas del ascensor podía taparse con la americana que llevaba por encima. Alex me tenía bien agarrada la polla.
Ya en casa no paramos hasta su dormitorio. Pero no me dejó desnudarme. Al contrario encendió todas las luces para verme.
- Nena dejame mirarte. Quiero ver que tal estás.
- Claro, mamá. No sabía que te gustaran las chicas.
Di una vuelta sobre mi mismo y unos pasos meneando la cadera.
- Se te ha corrido el maquillaje pero no muy cerca parecerías una chica. Además una morenaza con un tipin muy sexi. Siempre tuve amplios horizontes.
- ¿Y a qué esperas para disfrutarla?.
- Ya a nada. Ven.
Me lancé a sus brazos y a sus labios. Empezó a desnudarme despacio, con ternura quitándome cada prenda como lo haría con una amante.
Sus besos recorrían mi piel, la que iba descubriendo. Al principio el top para verme con el sujetador. La falda bajó por mis piernas cubiertas todavía por los pantys. La verdad es que viéndome en el espejo no estaba nada mal solo con esa lencería.
Mi madre consiguió quitarme las medias sin romperlas y dejarme solo con las bragas y el suje. Ahora me tocaba a mí. La americana la había perdido en el salón. Quería verla solo con el chaleco esa prenda me había dado morbo.
Tiré de los pantalones, sacándolos por sus largos muslos. Y aproveché para besar sus pies pequeñitos. Sabía que mi madre estaba buena, la veía por casa, a veces con menos ropa que la que tenía puesta en ese momento. Pero solo con un tanga y un chaleco tenía un morbo que me dejaba alucinado.
Subí lamiendo la piel de sus pantorrillas y muslos. Ella gemía con mis caricias. El olor de su coño me tenía embriagado. Lamí el encaje del tanga. Era tan fino que yo notaba el sabor de su humedad y ella tenía que notar la humedad de mi saliva.
Lo aparté y clavé la lengua en los labios de la vulva. Su orgasmo llegó a los pocos segundos. Moviendo la cadera como en espasmos eléctricos. Me hizo ilusión conseguir que mi madre disfrutará así.
Yo tuve menos cuidado con su tanga que el que ella tuvo con mis medias y me quedé con el breve encaje entre los dedos.
Mientras ella se estaba quitando el chaleco. Ya la tenía desnuda del todo. Mi polla sujeta por las bragas, bien dura, estaba pegada a mi vientre apuntando hacia arriba.
Me eché encima de ella para volver a besarla. No le importó que mi lengua tuviera su sabor. Me la chupó con la misma lascivia que en la discoteca.
Por fin me quitó el sujetador. Besaba y lamía mi piel bajando por mi cuerpo. Los hombros y el cuello, el torso y las axilas, mordisqueaba mis pezones. Ninguna chica me lo había hecho antes, todas se bajaban al pilón enseguida.
Me estaba gustando lo que me hacía mi madre. Lamer toda mi piel, por delante y por detrás, no iba directa a por mi polla. Es más me cogió por la espalda bajando por ella lamiendo la línea de la columna. Hasta darme un muerdo en la nalga.
Si ella quería ir por ahí le facilitaría el trabajo. Me abrí el culo y dejé que ella pasara la lengua por toda la raja, hasta clavarla en mi ano. Nunca había sentido algo así. Aprovechó para sacarme las bragas en ese rato.
A cuatro patas sobre su colchón notaba como mi padre me lamía el culo, los huevos, el perineo y las ingles y tiraba de mi polla hacia atrás para pasar la lengua por ella.
- Joder, mamá, qué bueno es esto.
- Disfruta cariño. Te voy a comer entero.
Yo me estaba derritiendo casi a punto de correrme.
- Mamá, si sigues así me correré.
Ni habló. Me dio la vuelta y se metió la polla en la boca. Me dejé ir. Recogió todo mi semen. Mantuvo mi lefa en la boca y subió a besarme. La compartimos en un beso, volviendo a cruzar las lenguas con la saliva y la lefa.
Se tumbó a mi lado con la cabeza apoyada en el hueco de mi hombro lamiendo y besando mi piel de vez en cuando mientras hablábamos. Nos hicimos la confesión de que ambos nos deseábamos desde hacía tiempo.
En el tiempo que tardé en recuperarme no dejó de acariciarme, ni yo a ella todo lo que alcanzaba de su cuerpo. Especialmente sus preciosas tetas.
- ¿Quieres más? Mamá.
- Lo quiero todo.
Y se agarró a mi polla que para entonces daba buenas señales de recuperación.
- No te muevas, cielo. Te voy a montar.
Se subió sobre mí cara, mirando hacia mis pies. Pensaba que iba hacer un sesenta y nueve pero solo me dejó su culo y coño para que se lo comiera. Seguía erguida sobre mi cabeza.
Por supuesto que clavé mi lengua en el ano y el coño y lamí todo lo que tenía a mi alcance. Acariciaba mi polla dura con suavidad para no excitarme demasiado.
Cuando ella estaba a punto se fue desplazando sobre mi cuerpo. La humedad de su vulva creando un reguero sobre mi torso y vientre. Hasta levantarse lo justo para clavarse mi polla.
Como seguía dándome la espalda podía jugar con su culo perfecto y clavar un dedo en el ano. Lo recibió con más gemidos y suspiros y ninguna queja.
- Mamá, si sigues así terminaré corriéndome dentro.
- Pues hazlo. No vas a tener otro hermanito.
Así fue. Después de un rato de ese tratamiento mi orgasmo llegó incontenible después de un par de los suyos. Volvió a moverse y está creed si que para hacer un sesenta y nueve.
Yo lamía su coñito y chupaba el semen que rezumaba mientras ella se dedicaba a limpiar mi sable con su lengua juguetona. Seguía con un dedo clavado en su ano y ella me imitaba abriendo mi culo con el índice de su mano derecha.
Jamás imaginé la lascivia que mi madre guardaba. Pero la estante dejando salir conmigo, de lo que estaba muy agradecido y satisfecho después de haberme corrido con ella.
Terminamos durmiendo juntos y desnudos. Repetimos por la mañana. En ese momento no sabía que podía esperar de esa nueva situación con mi madre. Pero lo esperaba con ansia.
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