sábado, 5 de marzo de 2022
Gemelos separados
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¿Que hubiera pasado si Luke y Leia se hubieran conocido en otras circunstancias? ¿Si el emperador no hubiera construido la estrella de la muerte?.
Me sentí atraído hacia ella de inmediato. Apenas la conocía, pero su cuerpo y su sexo me llamaban desde el otro lado de la sala. Alguien me dijo que era la hija de Bail Organa, el senador del poderoso y rico mundo de Alderaan.
A su lado yo soy un paleto, el piloto del representante de un mundo pobre, desértico y atrasado del borde exterior, Tatooin. Nuestro embajador es un anciano excéntrico llamado Ben Kenobi. Solicitábamos del imperio que nos librara de la dominación de los Hutt. Vestía una túnica sencilla y unos pantalones del color de la arena de mi planeta.
Era un baile del senado galáctico. Una fiesta enorme con senadores, sus esposas e hijas, representantes de muchos mundos de la galaxia. Puede que incluso se esperase la presencia del emperador más tarde en la velada. No sé si nos habían invitado para que viéramos la magnificencia de Coruscant o para hacernos sentir miserables.
Todo el mundo parecían pavos reales con atuendos diseñados para llamar la atención. Exhibían los cuerpos de cientos de especies alienígenas. La gran galería parecía un puzle multicolor de millones de piezas.
Es bonita pero no una belleza. Algo en sus rasgos denotaba fuerza, valor, inteligencia. Vestía demasiado sexi, un vestido blanco de gasa que trasparentaba sus pequeñas formas perfectas. Es menudita, fibrada y con un cuerpo trabajado.
Los pezones pequeñitos y oscuros, durísimos se veían en aquella tela tan trasparente como si no llevara nada. Morena, lleva el cabello recogido en un complicado peinado a ambos lados de su cabeza.
Pero correspondió a mi sonrisa, a mis miradas, por increíble que parezca. Así que saqué fuerzas de flaqueza, me acerqué y le hablé. Respondió, no es tímida. Es inteligente y en carácter y gustos somos muy parecidos. Su personalidad es como la mía incluso físicamente somos similares, muy similares.
El mismo cabello, aunque la vida en el desierto con interminables horas de sol habían clareado el mío hasta hacerlo casi rubio. De altura, constitución y puede que hasta el rostro sea parecido. Como mirarse en el espejo distorsionado de una feria.
Tras la presentación todo fue natural entre nosotros. No necesitábamos que al alto droide dorado nos tradujera, ambos hablábamos bien el galáctico estándar.
- R2D2 piérdete. Y llevarte a C3PO por favor.
En un rincón oscuro, tras una columna, mi mano se deslizó entre sus muslos por debajo de la falda de su vestido llegando a acariciar los labios de su vulva depilada. Su mano sujetando mi polla por encima de mis estrechos pantalones me excitaba tanto como la humedad de su coño me decía que lo estaba ella.
Convencidos de lo que queríamos nos fuimos juntos en mi aerocoche alquilado buscando un sitio tranquilo y oscuro solo para nosotros. La azotea de uno de los más altos rascacielos del planeta capital del imperio. Parecía raro llevar a toda una princesa y senadora a un sitio así.
Subió la falda del vestido desnudando los preciosos muslos en el asiento a mi lado. Acariciaba la suave piel con deseo subiendo por su pierna hacia la vulva cubierta apenas por una bragas totalmente transparentes y capaces de guardar su olor durante meses.
Los gemidos de la dulce princesa alagaban mis oídos. Estaba seguro de hacerla gozar. Mientras jugaba con los labios de la vulva y su clítoris acacias acallaba sus gemidos con mis besos. Chupaba su lengua y sorbía su saliva. Ya le había conseguido algún orgasmo con la punta de mis dedos.
- ¡Oh! Luke, se te Dan bien los trabajos manuales. Veremos que tal manejas otra pieza.
Leia estaba ansiosa, tiró de mis pantalones hasta bajarlos por debajo de mis rodillas. Me arrancó la túnica y a punto estuve de perderla arrojada sin cuidado fuera del vehículo por el dosel abierto. El viento revolvía nuestros cabellos, los rodetes de su peinado deshechos y la melena suelta.
Apartó sus bragas a un lado y se subió encima de mis muslos en el asiento donde estaba. Despacio fue bajando la cadera hasta clavarse mi polla. Ella sola lo estaba haciendo todo subiendo y bajando. Yo la sujetaba de su durísimo culo para que no se saliera del aerocoche.
Mordisqueaba sus pezones y lamía sus tetas. La gasa del vestido era tan fina que no tuve ni que quitárselo para que sintiera mi lengua y saliva. El cuerpo fibrado y delgado era ideal para ese tipo de sexo acrobático en el estrecho asiento de un vehículo como ese.
Se corrió varias veces antes de que yo dejara mi semen en su coñito de la nobleza.
Me quedé con sus braguitas transparentes hechas con la seda de una rara araña de un planeta a muchos parsecs de allí. Ella me pidió mis boxers que guardó en su bolso como recuerdo y como promesa.
Al llegar a la habitación que tenía asignada en la torre de dignatarios extranjeros aspiré el aroma de su intimidad que guardaba la delicada prenda.
Sabía su nombre, su dirección en una de las torres del senado. Para esto la había llevado hasta allí. Conocía el código de su comunicador. Y yo volví a llamarla, claro, volvimos a quedar, pero esta vez solos. Sin una multitud que nos observara. No era digno que vieran a una princesa en mi habitación para extranjeros. Yo iba a su apartamento para los senadores y sus familias.
Empezamos a vernos y cada vez el sexo entre nosotros fue grandioso. Saltaban chispas cuando tenía sus pechos en mis manos o si ella tomaba mi polla en su boca.
Cuando la penetraba nos fundíamos el uno en el otro como la mas fina aleación, como distintos tipos de acero en un damasco. Nos íbamos conociendo mejor. Descubrimos que teníamos un montón de cosas en común. Los dos éramos adoptados. La tía Beru me lo había contado.
Una mañana, después de ducharnos juntos y hacer el amor bajo el agua, al mirarme en el espejo del baño en el lujoso apartamento de la princesa ella apoyó su cara bonita en mi hombro. En el reflejo se veían dos rostros pero eran el mismo. Como no me había fijado hasta ese momento. La única diferencia eran nuestros cabellos.
Al mirar sus ojos azules idénticos a los míos vi en ellos el mismo reconocimiento que me había alcanzado como un rayo. De alguna forma nos habíamos encontrado después de ser separados al nacer.
De pronto el shock que había en su rostro dio paso a una calentura que era idéntica a la mía. Girándome la abracé y llamándola hermana por primera vez en nuestras vidas. Mi lengua buscó la suya con ansia agarré su culo bajo el albornoz y la subí al lavabo.
Mi polla dura buscó entre sus muslos abiertos los labios de su vulva depilada. Sus pechos clavados en el mío. Tiró mi albornoz al suelo mientras mi cadera golpea su pelvis. La vulva de mi hermana gemela, su coño, sus tetas en mis manos incestuosas, sus pezones mordidos por mi boca.
Sus aullidos de placer resonaban aún en mis oídos cuando me corrí dentro de ella oí de sus labios las palabras que deseaba:
- Hermanito, como te quiero.
- Lo sé. Leia.
Casi terminamos en el suelo cuando al correrme me flaquearon las piernas. La volví a arrastrar a la cama del lujoso dormitorio para volver a comerle el coño, el culo, mi lengua recorría incansable su cuerpo arrancando orgasmo tras orgasmo. De los pies delicados a la nuca y el cuello fino y aristocrático.
Ella me comía la polla, pasaba la lengua por mi ano por mis sobacos y pies. El sexo con mi salvaje hermanita es mas que fantástico. Desinhibida y lasciva es la mujer con la que más he gozado.
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