martes, 31 de agosto de 2021

Sin gas en el puti

Ya se que es lo mas tonto que puede pasar al volante pero me quedé sin gasolina. Había anochecido y lo único que se veía en la carretera era un puticlub como a unos trescientos metros. Aparté el coche de la carretera lo mejor que pude y fui para allá con la intención de llamar por telefono pidiendo ayuda. En la recepción había una chica muy simpatica, dulce y con muy poca ropa que a juzgar por la cantidad de coches que había en el aparcamiento se debía estar aburriendo soberanamente. Tras explicarle mi situación, de inmediato me cedió el telefono. Pude contactar con el seguro y con dos gruas pero nadie me aseguraba la asistencia antes de tres horas así que no me quedaba mas remedio que armarme de paciencia. Mientras hablaba por telefono no podíá dejar de mirar a mi alrededor con curiosidad pues nunca había estado en un sitio de esos. A decir verdad tampoco era nada del otro mundo. Similar a una recepción de hotel, un mostrador y un casillero para las llaves de las habitaciones. A mi derecha estaba la puerta del bar donde debía estar el resto de las chicas. A la izquierda la escalera a las siguientes plantas y un poco mas allá la puerta de la cocina y un comedor. También la miraba a ella, una morenaza de formas rotundas, cabello rizado, y ojos oscuros, solo cubría su cuerpo con una especie de corsé calado cuyas copas llegaban justo al borde superior de la areola de sus pezones y un short de licra que apenas le cubria la mitad de sus redondeadas y hermosas nalgas firmes y repingonas. Me dijo: -¿por qué no esperas conmigo aquí en vez de hacerlo en tu coche?. Accedí a su amable ofrecimiento y le pregunté por el baño. Me indicó la puerta del pub y me dijo que al fondo con lo que tuve que atravesar todo el local donde pude apreciar al resto de las chicas que con diversos atuendos cada uno mas pequeño y provocativo conversaban en grupos. Solo habíá dos hombres que muy ocupados manoseando a las chicas con las que estaban no me prestaron la menor atención. Si sentí clavadas en mi culo cubierto con un vaquero ajustado los ojos extrañados de algunas de ellas. Siempre he sido bastante liberal en cuestiones de sexo tan liberal que no me importaba mucho el sexo de mis parejas. Me agradaba verlas a todas ellas tan ligeras de ropa , los mini vestidos, los escotes de vértigo. Sentada en el baño pensaba en la ridícula situación en la que me había metido y me estaba excitando sola. Al salir del cubículo ante los espejos y la encimera de los lavabos se estaba maquillando unas preciosa morenita, pequeña delgada con una dulce carita. Me sonrió y me preguntó si iba a trabajar allí. Me senté sobre la encimera después de lavarme las manos a su lado. Le dije que solo se me había estropeado el coche y estaba esperando una grúa. -me alegro, me dijo, hoy lo ves en una noche tranquila aunque de normal esta lleno de babosos. Apoyó una mano en mi muslo. -eso no es una buena vida. Mirándome a los ojos. Le acaricié suave la dulce carita y le pregunté: -¿por que lo haces? -dinero claro. Aunque le he cogido tanto asco a los tíos que me gustan las chicas. Su mano había pasado a mi cintura y con los rojos labios me besó suave. -Vamos fuera. Una rubia había tomado el lugar de la morenaza en recepción y esta nos esperaba en la barra. Ya me había pedido un refresco. -aquí el alcohol es muy malo. Y una Coca-Cola para la coca que me acompañaba. Sentadas en los taburetes en un discreto rincón. -nosotras te hemos visto primero aunque hay mas a las que les gustaría echarte mano. Y no te digo donde te pondrían esa mano. La chica del baño llevaba un mínimo top con la espalda descubierta y una falda tan corta que sobre el terciopelo de la banqueta veía su muslo al completo y buena parte de su nalga. Al otro lado justo bajo mi barbilla el escote de la recepcionista me dejaba muy poco a la imaginación. Rozaba su brazo desnudo con el mío y jugueteaba con la áspera tela de mi vaquero. Nunca había pensado que terminaría el día durmiendo con dos putas pero la idea empezaba a atraerme. Me contaron anécdotas mientras flirteaban conmigo. Yo también les conté algunas de mis mas morbosas aventuras. Hablándome al oído rozando con sus labios mi oreja. Nuria la recepcionista me propuso que nos fuéramos las tres a una habitación de la que había cogido la llave. Cogiendo la mano de Sara y girando la cabeza lo justo para besarle le dije: -lo estoy deseando, os estoy deseando. Me guiaron hasta un dormitorio normal de hotel sin demasiadas extravagancias. Ni se molestaron en poner en la tele uno de los canales porno del cable que tenia reservado el local. La película la íbamos a protagonizar nosotras. Se limitaron a emparedarme entre las dos en cuanto cerramos la puerta y mientras Nuria besaba mi boca con furia, notaba en mi espalda los duros pechos de Sara y su boca en mis hombros entre las dos sacaron la fina camiseta de tirantes que cubría mis pechos bronceados. Nuria de agachó de inmediato a comerlos y morder suave mis oscuros pezones. Sara no perdió el tiempo y desabrochó mis vaqueros bajándolos hasta los tobillos. Quitarme las sandalias y terminar de sacarme los pantalones fue cosa fe un segundo. Me manejaban como una muñeca dejándome solo con el mínimo tanga. Mis manos tampoco estaban ociosas. Le había conseguido sacar el corsé de encaje a Nuria liberando sus enormes pechos y deslizando dos dedos en el interior de su húmeda vulva desde la cintura del ajustado mini short. La otra mano en ese momento la tenia echada hacia atrás y apoderándome de la firme nalga de la chica delgada por debajo de su faldita. Mi cabeza echada atrás, suspirando y dejando mi cuello libre a los labios de ambas. Me giré para hacerle un poco de caso a mi otra belleza, lo que aprovechó Nuria para librarme del tanga. Me agaché para comer las duras tetitas pequeñas cónicas. Tras quedarme con su top en la mano. La faldita ya había caído y su negro tanga de encaje era lo único que me escondía su vulva fina y pequeñita. Al agacharme mi culo había quedado perfecto para que la otra morena me besara y lamiera las desnudas nalgas. Ya libres de todas la ropa las dos me llevaron a la ducha, supongo que sería la costumbre antes de follar. Allí había un sitio cómodo para las tres. Abrieron el agua que corría desde la moderna ducha sobre nuestras pieles suaves. El gel de ducha nos ayudó a acariciarnos, la dermis enjabonada dejaba que nuestras manos recorrieran los cuerpos dulces de las otras. Yo sentía cuatro manos sobre mí pues ellas parecían conocerse bien. A mi en cambio me faltaban manos para tan maravillosos cuerpos. Apretada entre ellas sus pechos, sus cuerpos frotándose con mi húmeda piel. Nuestros labios no pasaban y yo lamía la piel limpia y brillante. Regresé a la entrada donde la nueva chica, la rubia, me invitó a tomar un refresco con ella. Lo suyo era trina de manzana que con los hielos parecía whisky.

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