martes, 31 de agosto de 2021
Sin gas en el puti
Ya se que es lo mas tonto que puede pasar al volante pero me quedé sin gasolina. Había anochecido y lo único que se veía en la carretera era un puticlub como a unos trescientos metros. Aparté el coche de la carretera lo mejor que pude y fui para allá con la intención de llamar por telefono pidiendo ayuda. En la recepción había una chica muy simpatica, dulce y con muy poca ropa que a juzgar por la cantidad de coches que había en el aparcamiento se debía estar aburriendo soberanamente. Tras explicarle mi situación, de inmediato me cedió el telefono. Pude contactar con el seguro y con dos gruas pero nadie me aseguraba la asistencia antes de tres horas así que no me quedaba mas remedio que armarme de paciencia. Mientras hablaba por telefono no podíá dejar de mirar a mi alrededor con curiosidad pues nunca había estado en un sitio de esos. A decir verdad tampoco era nada del otro mundo. Similar a una recepción de hotel, un mostrador y un casillero para las llaves de las habitaciones. A mi derecha estaba la puerta del bar donde debía estar el resto de las chicas. A la izquierda la escalera a las siguientes plantas y un poco mas allá la puerta de la cocina y un comedor. También la miraba a ella, una morenaza de formas rotundas, cabello rizado, y ojos oscuros, solo cubría su cuerpo con una especie de corsé calado cuyas copas llegaban justo al borde superior de la areola de sus pezones y un short de licra que apenas le cubria la mitad de sus redondeadas y hermosas nalgas firmes y repingonas. Me dijo:
-¿por qué no esperas conmigo aquí en vez de hacerlo en tu coche?.
Accedí a su amable ofrecimiento y le pregunté por el baño. Me indicó la puerta del pub y me dijo que al fondo con lo que tuve que atravesar todo el local donde pude apreciar al resto de las chicas que con diversos atuendos cada uno mas pequeño y provocativo conversaban en grupos. Solo habíá dos hombres que muy ocupados manoseando a las chicas con las que estaban no me prestaron la menor atención. Si sentí clavadas en mi culo cubierto con un vaquero ajustado los ojos extrañados de algunas de ellas.
Siempre he sido bastante liberal en cuestiones de sexo tan liberal que no me importaba mucho el sexo de mis parejas. Me agradaba verlas a todas ellas tan ligeras de ropa , los mini vestidos, los escotes de vértigo. Sentada en el baño pensaba en la ridícula situación en la que me había metido y me estaba excitando sola.
Al salir del cubículo ante los espejos y la encimera de los lavabos se estaba maquillando unas preciosa morenita, pequeña delgada con una dulce carita.
Me sonrió y me preguntó si iba a trabajar allí. Me senté sobre la encimera después de lavarme las manos a su lado. Le dije que solo se me había estropeado el coche y estaba esperando una grúa.
-me alegro, me dijo, hoy lo ves en una noche tranquila aunque de normal esta lleno de babosos.
Apoyó una mano en mi muslo.
-eso no es una buena vida. Mirándome a los ojos.
Le acaricié suave la dulce carita y le pregunté:
-¿por que lo haces?
-dinero claro. Aunque le he cogido tanto asco a los tíos que me gustan las chicas. Su mano había pasado a mi cintura y con los rojos labios me besó suave.
-Vamos fuera.
Una rubia había tomado el lugar de la morenaza en recepción y esta nos esperaba en la barra. Ya me había pedido un refresco.
-aquí el alcohol es muy malo.
Y una Coca-Cola para la coca que me acompañaba. Sentadas en los taburetes en un discreto rincón.
-nosotras te hemos visto primero aunque hay mas a las que les gustaría echarte mano. Y no te digo donde te pondrían esa mano.
La chica del baño llevaba un mínimo top con la espalda descubierta y una falda tan corta que sobre el terciopelo de la banqueta veía su muslo al completo y buena parte de su nalga.
Al otro lado justo bajo mi barbilla el escote de la recepcionista me dejaba muy poco a la imaginación. Rozaba su brazo desnudo con el mío y jugueteaba con la áspera tela de mi vaquero.
Nunca había pensado que terminaría el día durmiendo con dos putas pero la idea empezaba a atraerme. Me contaron anécdotas mientras flirteaban conmigo. Yo también les conté algunas de mis mas morbosas aventuras.
Hablándome al oído rozando con sus labios mi oreja. Nuria la recepcionista me propuso que nos fuéramos las tres a una habitación de la que había cogido la llave.
Cogiendo la mano de Sara y girando la cabeza lo justo para besarle le dije:
-lo estoy deseando, os estoy deseando.
Me guiaron hasta un dormitorio normal de hotel sin demasiadas extravagancias. Ni se molestaron en poner en la tele uno de los canales porno del cable que tenia reservado el local. La película la íbamos a protagonizar nosotras.
Se limitaron a emparedarme entre las dos en cuanto cerramos la puerta y mientras Nuria besaba mi boca con furia, notaba en mi espalda los duros pechos de Sara y su boca en mis hombros entre las dos sacaron la fina camiseta de tirantes que cubría mis pechos bronceados.
Nuria de agachó de inmediato a comerlos y morder suave mis oscuros pezones. Sara no perdió el tiempo y desabrochó mis vaqueros bajándolos hasta los tobillos. Quitarme las sandalias y terminar de sacarme los pantalones fue cosa fe un segundo. Me manejaban como una muñeca dejándome solo con el mínimo tanga.
Mis manos tampoco estaban ociosas. Le había conseguido sacar el corsé de encaje a Nuria liberando sus enormes pechos y deslizando dos dedos en el interior de su húmeda vulva desde la cintura del ajustado mini short.
La otra mano en ese momento la tenia echada hacia atrás y apoderándome de la firme nalga de la chica delgada por debajo de su faldita.
Mi cabeza echada atrás, suspirando y dejando mi cuello libre a los labios de ambas. Me giré para hacerle un poco de caso a mi otra belleza, lo que aprovechó Nuria para librarme del tanga. Me agaché para comer las duras tetitas pequeñas cónicas. Tras quedarme con su top en la mano. La faldita ya había caído y su negro tanga de encaje era lo único que me escondía su vulva fina y pequeñita.
Al agacharme mi culo había quedado perfecto para que la otra morena me besara y lamiera las desnudas nalgas.
Ya libres de todas la ropa las dos me llevaron a la ducha, supongo que sería la costumbre antes de follar. Allí había un sitio cómodo para las tres. Abrieron el agua que corría desde la moderna ducha sobre nuestras pieles suaves.
El gel de ducha nos ayudó a acariciarnos, la dermis enjabonada dejaba que nuestras manos recorrieran los cuerpos dulces de las otras.
Yo sentía cuatro manos sobre mí pues ellas parecían conocerse bien. A mi en cambio me faltaban manos para tan maravillosos cuerpos. Apretada entre ellas sus pechos, sus cuerpos frotándose con mi húmeda piel. Nuestros labios no pasaban y yo lamía la piel limpia y brillante.
Regresé a la entrada donde la nueva chica, la rubia, me invitó a tomar un refresco con ella. Lo suyo era trina de manzana que con los hielos parecía whisky.
lunes, 30 de agosto de 2021
Lucha grecorromana
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Soy luchador de grecorromana, lucha libre y cualquier especialidad donde lucir mi cuerpo y no arriesgar mucho el físico. Ahora es una disciplina de exhibición puramente pero hay que mantenerse en una forma física admirable, un cuerpo cuidado, bonito y musculoso. Gano algún extra en exhibiciones e incluso como modelo masculino.
Me había surgido un lucrativo contrato para luchar en una exhibición en una lujosa finca. El público unas cuantas parejas de ricos, gente de la alta sociedad. Ellos tenían su fiesta y nosotros pondríamos el espectáculo.
Mi lastimoso y vetusto vehiculo parecía muy pobre aparcado al lado de aquellos coches de alta gama. Me recibió una bonita secretaria con un fino pantalón de pinzas que marcaba un culo precioso y una americana y por lo que se veía de su escote sin nada debajo, un bello espectáculo en cualquier caso.
Me llevó a un vestuario en el que me esperaba lo que había de llevar para el combate: un mínimo taparrabos de cuero y una botella de aceite. Con un encogimiento de hombros mental, el que paga puede exigir algunas cosas, me desnudé ante la atenta mirada de la bonita secretaria. Me embadurné bien con el pringue. Me puse el tanga que a esas alturas entre el cuerpo de la chica y el sobeteo de mi propio cuerpo no llegaba a tapar del todo mi rabo. Menos mal que me había depilado al completo esa mañana.
Con una sonrisa cómplice me condujo por un cuidado jardín hacia un improvisado ring en medio de una gran extensión de fresco césped recién cortado. Aquello tenía pinta de una escena sacada de una peli de romanos o una serie como Espartaco. Con los patricios examinando a los esclavos desnudos en una bacanal. Supongo que habrían sacado la inspiración para montar algo así de allí.
Alrededor, sentados o reclinados en carísimos muebles unas cuantas parejas con aspecto de pijos. Ellos de traje y ellas con increíblemente sexys vestidos de noche rozando entre si sus torneados muslos cubiertos con medias de seda. Como si yo ya no fuera bastante inspirado y ademas toda esa elegante carne así expuesta.
Viniendo desde el otro lado de la casa y escoltado por una rubia tan impresionante como mi secretaria morena venía mi contrincante. Ataviado con la misma ropa que yo y tan guapo, musculoso y sensual como yo mismo. Tan rubio como la chica a la que acompañaba y con unos ojazos azules que podrían quitar el sentido a más de uno y de una.
Con una reverencia y una ojeada casual a las mujeres del público nos aproximamos agachados mirándonos a los ojos, midiendo nuestras fuerzas.
Sabíamos que no era una lucha de verdad. Se trataba de dar un espectáculo muy caliente, muy sexi y provocativo. Desde luego no íbamos a rompernos la crisma.
Así que en vez de un combate debería parecerse a una mezcla entre ballet y masaje. Agarrándonos de donde pudiéramos, luciendo nuestras pieles y muslos perfectos. De vez en cuando apartando los taparrabos para que el público pudiera ver algo mas de la mercancía por la que estaban pagando. Y así excitarse ellos también.
En el primer envite consiguió dejar mi polla al aire durante un par de segundos, a la vista de los espectadores entusiastas lo que le valió un aplauso.
Encajó el cuello en mi hombro y yo mi cara en el suyo mientras nos sujetábamos de las cinturillas de los tangas. Su piel es tan suave y cuidada como la mía.
Me agarré a sus duras nalgas, me pareció que esa maniobra no le disgustaba. Con un tirón me quedé con su taparrabos en la mano. Si el mío era tan endeble como ese no tardaría en perderlo. La ovación fue mucho mas fuerte mientras notaba su glande duro rozándome el muslo.
De reojo veía como las damas rozaban sus muslos entre si, excitadas, como ellos tenían los penes bien duros y todos nos miraban cachondos. Mi colega y yo sabíamos que aquello continuaría en una orgia. Nosotros solo eramos el cebo, el detonante.
Vistas así las cosas no me importaría ser yo el primero que probara carne.
Con una espectacular llave calculada como una acrobacia y no como agresión pasé por encima de su hombro para quedar a su espalda. Evidentemente él colaboró conmigo dándome un apoyo en el momento preciso y haciéndose una clara idea de lo que yo pretendía.
Si mi intención hubiera sido seguir el combate habría agarrado sus brazos. No lo era, pero para que disimular mas. Olvidando esa excusa agarré su polla con una mano y un pezón con la otra. Mientras él echaba su cadera hacia atrás frotando sus nalgas contra mi polla que ya llevaba mucho rato dura.
Eché los dientes a su cuello en un beso mordisco al que correspondió apretándose mas a mi cuerpo. Parece que le gustó.
La gente ya no nos aplaudía tenían sus manos ocupadas en los cuerpos de sus vecinos mas cercanos o acariciándose a si mismos. Por allí se veía la mano de un hombre apoyada en la polla de otro. La de una mujer deslizándose por dentro de su escote acariciando una teta y sacándola fuera de la tela que la cubría.
Una falda levantada por otro sitio descubriendo unos bellos muslos torneados. Otros hombres habían perdido sus camisas luciendo sus torsos musculados en caros gimnasios y recibían las atenciones de mujeres ya medio desnudas o de otros chicos.
Mi colega ya me había desnudado de un tirón y mi polla encajada en la raja de su culo que se movía suave y despacio acompañando mis movimientos. Se giró buscando ávido mi boca con sus labios, mi saliva con su lengua. Le devolví las atenciones metiendo la mía lo mas posible hasta su garganta a la vez que agarraba sus durísimas nalgas con las dos manos. Apretaba su cuerpo musculoso contra el mío.
Notamos las manos de una de las invitadas que curiosa sobre nuestros movimientos. Se nos unió para ver de cerca como follaban dos chicos. De su vestido muy ligero y escotado, por cierto, solo quedaba el elegante tanga, las medidas y unos zapatos de tacón altísimos.
Mientras a nuestro alrededor comenzaba la bacanal con gente ya desnuda del todo y empezando a follar. Había gente que se nos había adelantado. Con dos dedos húmedos de mi saliva y clavados en el ano de mi contrincante dilatándolo, él gimió en mi oído mientras lamía mi oreja. Deslizó en mi oído la frase que esperaba:
-¡Fóllame!
Se giró de nuevo quedando frente a nuestra nueva amiga que arrodillada frente a él se introdujo el rabo en la boca. Ella con sus finas y cuidadas manos separaba las poderosas nalgas del chico esperando ambos por mi durísima polla. Sujeté su cadera rozando las manos de ella y con mi rabo bien ensalivado mi glande fue abriendo su estrecho ano con dulzura y mimo.
Él gemía quedamente notando su culo perforado y su polla rodeada por unos bonitos labios rojos de una chica desnuda que tenía delante. Y todo ello delante de un público que nos miraba excitado o que ya estaba ocupado en su propio placer, en algunos casos ambas.
Pellizcaba sus pezones y lamía el sudor de su cuello. Mordisqueaba su nuca. A la vez que seguía empujando su culo con mi polla, cada vez mas rápido. A la chica no parecía importarle dispuesta a sacar la lefa de mi contrincante con sus bonitos labios.
Por detrás de mí se acercó a nosotros un cuarentón bien cuidado. Una amiga suya le había hecho el favor de ayudarlo a librarse del elegante traje. Y ya venía desnudo del todo y con el rabo tieso apuntando al frente. Para llamar mi atención me pasó la mano por los hombros acariciando mi piel.
El aceite con el que estaba embadurnado le ayudó a deslizar los dedos por mi cuerpo. No me quejé sino que giré la cabeza para besarlo. Me esperó con la boca abierta y la lengua fuera para cruzarla con la mía. Nuestras salivas resbalaban de los labios hacia mí pecho. Tan abundantes que llegaban a mi polla y lubricaban el culo que follaba.
La orgia avanzaba, nadie conservaba ya más que algún tanga, medias o puede que alguna camisa abierta que no impedían las caricias. Todos los movimientos eran sexuales, todo caricias, cuerpos sobre cuerpos.
A pesar de lo que me estaba gustando tener el rabo en tan ajustada cueva, no quería correrme tan pronto. Quedaba mucha diversión por delante. El mismo hombre que me besaba se encargó de limpiar mi sable. Y le dejé el sitio. Se encargó de seguir follando al otro gladiador que por la pinta debía estar a punto de correrse en la boca de la invitada.
Me apetecía probar un coñito, o dos. Es más deseaba echarle un segundo vistazo a las secretarias sexis que nos habían recibido al principio de la fiesta. Suponía que visto el cariz que había tomado la reunión aquellas pájaras no andarían lejos.
Efectivamente un poco más lejos, sobre una cómoda tumbona de jardín, se estaban enrollando. Ya se habían desprendido de los trajes y hasta de los tangas. La rubia encima de mi morena en un precioso sesenta y nueve.
Solo tuve que acercarme con la polla en ristre. Mi secretaria desde abajo solo tuvo que estirar la mano para agarrar mis huevos y tirar de mí. Me acercó hasta su colega y me fue guiando con su propia mano hasta que me introdujo en la vulva que ella había estado lamiendo segundos antes. Los dedos de su otra mano sostenían los labios abiertos.
Cuando mi glande estuvo dentro su lengua empezó a repasar mis testículos. Se agarró a mis nalgas abriéndolas quizá como invitación a quien pasara por allí. Aunque la postura ya era complicada. Tampoco me hubiera importado. Pero como parecía que ningún otro aceptaba la sugerencia. Ella misma metió uno o dos de sus dedos en mi ano para estimularme.
Y a fe mía que no lo necesitaba. Ya estaba cachondo de sobra. Acariciaba la espalda y toda la piel que alcanzaba. Incluso podía amasar las importantes tetas de las dos.
- Ahora fóllame a mí.
Me dijo ella. Me empujó con suavidad para que la sacara y diera la cuenta a la tumbona. La rubia levantó la piernas de su colega y guió mi pene hacia el ano de la morena. No podía aguantar mucho más. Pero ellas tampoco, llevaban mucho rato calientes y dándose caña. Pocas entradas en ese culito apretado y me estaba corriendo.
Ellas lo hicieron en segundos gimiendo. Al sacar mi rabo de su ano la rubia se dedicó a lamer todo del clítoris al ano. Por supuesto que me agaché a ayudarla. Soy un caballero.
Estaba convencido de que alguien me ayudaría a volver a ponerme en marcha. Nadie parecía dispuesto a dejar de gozar. Me acerqué a la barra a pedir un reconstituyente.
Me ayudaron, desde luego, una pareja de lo que parecía toda una pantera y su gigoló. Melena teñida, muchas horas de gimnasio, muchas operaciones de estética, en realidad sólo una arrugada aquí y otra allá delataba su verdadera edad. El chico aún más joven que yo, más delgado también llevaba sus horas de ejercicio. Como en mi oficio en el suyo un cuerpo perfecto era algo necesario.
Entre los dos me cogieron en un suave corro de césped. Se dedicaron a lamer cada centímetro de mi piel. Ella me cogió del culo, separó mis nalgas y me comió el ano como pocas veces habían hecho antes. El chico dedicado a lo mismo pero en mi polla y huevos. En segundos entre los dos me habían puesto en condiciones de nuevo.
La pantera se tumbó en la hierba para recibirme con las piernas bien abiertas. Y el gigoló detrás de mí empezó a follarme clavándome a su pareja como si estuviéramos pegados con cianocrilato. Ella me exprimia la polla como si sus horas de gimnasio las hubiera dedicado a ejercitar los músculos de su vagina. Y encima era multiorgásmica, así que gemía y suspiraba en mi oído como una locomotora de vapor del viejo oeste.
Ella lamía una de mis orejas y el chico la otra. Cualquiera diría que tenían ensayada esa coreografía. Polvo por interposición de cuerpo podían llamarlo. No me hizo falta más para llenarla el coño de semen y poco más tarde mi culo recibió la descarga de su amante.
Para entonces la fiesta decaía y yo ya había cobrado.
Así que hice un discreto mutis y me metí en mi vetusto vehiculo para volver a casa. Si alguien de la fiesta necesitara de nuevo alguna de mis habilidades podría localizarme sin problema.
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martes, 24 de agosto de 2021
Los del vestido y la travesti
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-Subimos a probarnos la ropa que nos hemos comprado.
Hacía cinco minutos que había oído el motor del mini entrando en el garaje. Los dos entraron como una tromba saliendo del sótano.
Así empezó una tarde muy interesante. Mi hija y su amigo se habían pasado la tarde en un centro comercial. Venían cargados como mulas con un montón de bolsas de ropa. Subieron las escaleras al primer piso y a su habitación.
Yo estaba tirado en el sofá solo con un corto pantalón de deporte. Estaba comprobando unas aburridas cifras para el trabajo en la tablet. Con el calor que hacía sobraba toda la ropa. No pude fijarme mucho en el muchacho en el poco tiempo que tardaron en pasar de la puerta a la escalera. Pero me pareció delgado, guapo y con una bonita melena castaña.
-¡que bueno está tu padre!
Me pareció oír mientras subían. Pero no hice mucho caso.
Conociendo a Marta lo de la ropa no sería más que una excusa para follárselo. Y en ese momento yo dudaba de si las pocas palabras que me habían dirigido no serían una invitación para contemplar el espectáculo. Como no sabía cómo reaccionaría el chico, me quedé donde estaba al menos hasta tener más datos. Resulta que era eso lo que querían.
Todos sabemos lo que tardan las chicas en arreglarse. Al cabo de hora y media lo que bajó por la escalera fueron dos preciosas jovencitas. Me llevé una enorme sorpresa, tenía claro que lo que había entrado por la puerta del garaje era un chico. Pero allí estaba ella junto a mi hija.
-Papi te presento a Sheila.
A los hechos consumados no podía poner objeciones, así que mantuve un respetuoso silencio. Hasta que me dieran más datos.
La melena castaña, que antes estaba sujeta en una cola de caballo, estaba peinada y cepillada con un estilo mas femenino. La carita dulce perfectamente maquillada, un top de mi hija que yo conocía descubría sus hombros y le dejaba un bonito escote barco. Una ajustada minifalda de cuero nueva marcaba su culito respingón.
Unas medias de las que se podía ver el encaje por debajo de lo que a mí seguía pareciéndome un cinturón ancho, adornaban sus largos y torneados muslos. Para terminar unos enormes tacones estilizaban sus piernas. Si me la hubiera cruzado por la calle solo me hubiera dado cuenta de lo que había debajo de esa escasa ropa si me hubiera fijado mucho.
Mi hija, maquillada con esmero y con su roja melena enmarcando su preciosa carita, llevaba un vestido nuevo rojo de raso como el que había pertenecido a su madre. Y que era una de las cosas que había empezado este lío. Este era completamente nuevo y enseñaba más de su bella anatomía. La tela se pegaba a su maravilloso cuerpo como si no llevara nada. Y efectivamente se apreciaba que no llevaba otra cosa debajo de la prenda. La espalda desnuda al completo. Tenía una raja en la falda hasta casi el pubis luciendo su muslo. Sus sandalias de tacón desnudaban sus pequeños pies de uñas primorosamente pintadas.
- ¡Vaya par de bellezas!
Estaba claro que esas dos habían bajado buscando guerra. Mi mandíbula había caído hasta tocar mi pecho. Ante tan bello espectáculo estuve a punto de babear. Apenas pude balbucear.
-¿pensáis salir?
- pues claro, no nos hemos arreglado tanto para quedarnos en casa. Pero desde luego necesitamos un caballero que nos escolte.
-Y que os haga de chófer, pague la cena y las copas claro.
Dije sonriendo.
- Por supuesto, pero seguro que obtendrá su recompensa por ello.
- Tendremos que llevarnos el mini, en la Harley no podemos ir los tres.
- No es problema, tu conduces.
Tiró su llavero en mi regazo.
- Al menos me dejareis vestirme. ¿no?. No puedo salir en pelotas.
- Por supuesto y ponte elegante que nos llevas a cenar.
No pude más que rendirme a la evidencia. Así que levanté el culo del sofá y me fui a poner un traje. No podía desmerecer a ese par de pibones. Bajé recién duchado, afeitado y bien vestido en veinte minutos mientras ellas cuchicheaban sentadas en el mueble del que yo acababa de levantarme.
Primero fuimos a tomar unos aperitivos por la zona de vinos de la ciudad. Me daba cuenta de que nadie que nos miraba y era mucha gente, se daba cuenta del secretillo de Sheila. Era lógico que nos miraran, bueno a ellas, además de ser guapas estaban espectaculares con esos modelitos.
Las dos se cogían de mis brazos y se apoyaban en mí con toda confianza. De Marta era normal con nuestra especial relación, pero su amiga a la que no conocía hasta ese día, pronto perdió la vergüenza y se me arrimaba como si nos conociéramos de siempre.
Sospecho que mí hija le habría contado que éramos mucho más que padre e hija, vista la confianza que se tenían. Así que cuando nos vio besándonos no pareció extrañarse. Marta se me colgó del cuello y mimosa empezó a darme piquitos que pronto empezaron a ser morreos en toda regla. Al rato ya tenía su lengua explorando mi boca en busca de la campanilla.
- Para un poco, cielo, que le vas a dar envidia a tu amiga.
- Es verdad pobre Sheila tenemos que darle un poco de cariño a ella también.
- Yo estoy bien, por mí podéis seguir. No quiero cortaros el rollo.
- Ya lo sé. Le dijo Marta. Pero no te he traído de carabina, quiero que también disfrutes.
Y uniendo los hechos a las palabras la cogió de la cintura y le dio uno de los besos más tiernos y lascivos a la vez que yo hubiera visto nunca. Empezó mordisqueando los labios con los suyos, deslizando la lengua por allí. Poco a poco abriendo la boca de Sheila que la recibió con gusto y dejando a su vez que su lengua saliera al encuentro de la de Marta. Si con eso no se le había puesto dura no iba a pasar nunca. A mí se me estaba poniendo como una piedra solo de verlas.
Todo ello en medio de un bar de tapas bastante concurrido. Me parece que si el camarero no nos echó por escándalo público fue por que le gustaba lo que estaba viendo. Una pareja de cincuentones que estaba a nuestro lado se las quedó mirando con una mezcla de excitación y estupor en sus rostros. Puede que las viera alguien más, pero yo no estaba como para apartar los ojos de tan dulce espectáculo.
- Vamos chicas que estáis despertando pasiones.
De allí nos fuimos a un coqueto restaurante que ya conocía. Discreto e ideal para llevarse a ligues y amantes, justo el sitio que necesitaba. Tras una generosa propina al camero nos acomodó en una mesa en un rincón oscuro. Prácticamente solo una vela nos iluminaba. Nuestras rodillas se tocaban bajo el mantel y mi americana descansaba en el respaldo de mi silla. Mi camisa era muy fina y creo que Sheila echaba algunos vistazos a mi torso. No es por presumir pero bastante trabajado en el gimnasio.
Juguetona, Marta deslizaba su manita por mi muslo para calentarme y de vez en cuando me besaba. Su amiga reclamaba mi cariño también y no me costaba nada besar esos labios finos y sensuales perfectamente perfilados de carmín rojo. Abría la boca buscando mi lengua que jugaba con la suya. Mientras dejaba descansar mi mano sobre la media que cubría su muslo, acariciándolo con suavidad. Tenía ganas de deslizarla bajo la falda pero me parecía pronto para esas atenciones. Y si se le ponía dura puede que se le notara.
Marta en cambio no se cortaba conmigo y de vez en cuando me acariciaba el paquete sin que le importara que se me pusiera dura. Además de comerme la boca como si quisiera sacarme de ella lo que estábamos cenando.
Por supuesto le devolvía el favor y buscaba la raja de la falda para poder acariciar su vulva depilada. A veces me encontraba con la mano de Sheila sobre el desnudo muslo de mi hija. Como no se había puesto tanga no me resultó nada difícil llegar a su coñito.
- Papi gracias por ser tan comprensivo con mi amiga.
- Está siendo todo un placer, cariño.
- No sabía que fueras tan amplio de gustos. No estaba segura de que esto saliera bien.
- Creo que ya te he demostrado lo morboso que soy y me encanta que tu lo seas también. Hacía mucho que no disfrutaba de los favores de una joven tan especial como tu amiga. Pero no es mi primera vez.
Se quedó pensativa, estaba seguro que tramando una nueva travesura que resultaría tan placentera como las que habíamos tenido. Toda humedecida por la excitación, y agradecida de que estuviera cuidando tan bien de su amiga se llevó mis dedos mojados en sus jugos a la boca para lamerlos lasciva.
Sheila no se había perdido ni una palabra de la conversación. Su sonrisa se hacía más amplia al comprender que no sólo era comprensivo con su situación sino que además me gustaba. Se inclinó hacia mí.
- Los siguientes quiero probarlos yo.
Así que volví a mojar los dos en esa salsa tan rica de entre los muslos de mi hija y se los dí a probar a su amiga que los lamió aún con más ansia si cabe. A partir de ese momento ya no me corté en absoluto. Tenía curiosidad por saber lo que la faldita de cuero escondía. Deslicé la mano muslo arriba, primero por la media, luego acariciando piel y por fin llegando al tanga. Aquello ya presentaba una hinchazón considerable y la hice separar los muslos para sacar de allí su polla y que no le hiciera daño.
Pude apreciar el depilado, su piel suave, acaricié sus huevos. Agarré la polla que no era precisamente pequeña para acariciarla con suavidad, despacio para que el camarero no se diera cuenta. A ella se le escapó un gemido que Marta acalló con un beso largo, profundo y con mucha lengua.
Se que los tres estábamos deseando volver a casa para disfrutar de nuestros cuerpos sin más interrupciones ni incómodos espectadores. Pero como ellas me habían tendido esa pequeña trampa yo quise hacérselo desear un rato más.
Seguí acariciando la polla de Sheila. Bien dura, bajo el mantel no podía verla pero me gustaba lo que estaba tocando. sobre la mía a veces notaba las manos de las dos. Una en los huevos y otra acariciando el tronco. Mirando que no tardaría en correrme Marta cogió la tarrina de su helado y poniéndola bajó el mantel recogió sobre ella mi lefa.
Una de sus travesuras. Con la cucharilla recogió una buena porción y se lo ofreció a su amiga. Esta con una perversa sonrisa mirándome a los ojos lo metió en su boca y lo saboreó. La siguiente fue a mi boca y Sheila me besó de inmediato para compartir el postre. Marta también lo probó y se besaron ante mis ojos. Entre sus lenguas juguetonas pasaba el helado.
Mi hija también recogió la lefa de su amiga en mi postre. Mientras yo le exprimía el rabo. Al primero que se lo dio a probar era a mí. Pero las dos se encargaron de sacármelo de la boca con sus lenguas.
Tras los postres regados con semen de nuestras dos pollas y que disfrutamos los tres volvimos al mini.
Las llevé a una discoteca con un ambiente bastante liberal. Quería que me vieran bailar con esa dos bellezas. Y algo más, quería lucir a Sheila ante gente que comprendiera lo especial que era. Y que la hiciera estar confiada y segura en la personalidad que ella eligiera.
Entre mis brazos moviéndose por la pista de baile con ritmo y agilidad, con una bonita sonrisa en sus labios. No había podido hablar con Marta sobre lo que de verdad podía sentir Sheila. Si solo estaba jugando o de verdad de sentía mujer. Pero en ese momento me parecía que se encontraba muy a gusto con su personalidad femenina.
Había parejas y grupos de homosexuales tanto de chicos como de chicas divirtiéndose, bebiendo y bailando como nosotros. Además de algunas travestis y transexuales más avanzadas en sus cambios que la joven que bailaba conmigo o con mi hija según la canción que sonara en ese momento.
Una de ellas ataviada con unas botas mosqueteras por encima de sus rodillas, los muslos bien torneados hasta un cortísimo short vaquero y un top que apenas cubría un gran par de tetas operadas se acercó a nosotros. Aunque Sheila algo cortada todavía se colgaba de mi brazo o del de Marta sí que estuvo cambiando impresiones durante un rato con la guapa transexual. Incluso recibiendo algún consejo y oyendo sus experiencias. Claro que teniendo a mi hija consejos de belleza no serían.
Desde luego como todo el mundo por allí ninguno de los tres nos privábamos de acariciarnos o besarnos según nos apeteciera. Ambas se frotaban conmigo bailando manteniendo mi nivel de excitación pero sin permitir que me corriera.
Sheila incluso tuvo que ir al baño un par de veces acompañada de Marta para volver a acomodarse la polla dentro del tanga. Cuando ambas regresaban yo podía detectar en los besos de mi hija un cierto regusto a rabo en su lengua. La última vez que fueron ya me pusieron la delicada prenda en la mano y lamiendo mi oreja una por cada lado me pidieron:
- Guárdala tú.
Y la metí en mi bolsillo, al lado de la cartera, bastante más vacía que cuando habíamos salido de casa.
Un par de copas más tarde decidimos que era hora de continuar nuestra fiesta en privado. Marta, se había cuidado y en varias rondas solo había pedido refrescos y decidió que ella conducía. Nos mandó a los dos al asiento de atrás. Las lunas tintadas nos permitían cierta intimidad. Como si tuviera hambre atrasada Sheila empezó a abrir mis pantalones. Le costó sacar mi polla del slip, así que lo bajó todo hasta medio muslo.
De inmediato mi rabo apuntó al techo del coche. Ella se inclinó sobre mi cadera y empezó a besar mis huevos. Era la técnica de Marta. La saliva abundante envolvía mí aparato y pronto sus labios rodearon mi glande. Solo la flexibilidad de un cuerpo joven le permitía hacer eso en el reducido espacio. Mi mano se deslizó por su torneada espalda sobre la ropa. Acariciando hasta llegar bajo el cinturón de cuero que ellas llamaban falda hasta agarrar una de las prietas nalgas.
Cuando deslicé un dedo por el ano ella tuvo que soltar un momento mi polla para dejar escapar un grito de placer de sus labios. A través del retrovisor podía ver la sonrisa lasciva de mi hija que nos animaba. Un poco más allá estaban los huevos y la polla durísima de Sheila y me dediqué a acariciarlo todo.
El portón del jardín se abrió tan suave con siempre para dejar pasar al pequeño utilitario y su carga de viciosos y lujuriosos.
Nos íbamos librando de la ropa según cruzábamos el salón y subíamos por la escalera hacia el dormitorio que compartía con mi hija. Le pedí a Sheila que se dejara las medidas. Su delgado cuerpo estaba sensacional con ellas. Marta solo conservaba sus tacones pero se los quitó antes de subir al lecho. Y a mí me costó llegar al sofá con el slip y los pantalones del traje por las rodillas. Allí me desnudaron del todo entre las dos.
Ya en la cama Marta separó los muslos de Sheila y levantó sus piernas hasta el pecho. Con gula pues aquello no tenía otro nombre, empezó a comerle el culo y lamer el ano. Se notaba que no era la primera vez que lo hacía.
- Te la estoy preparando, papi. Es virgen y desea que tu seas su primer chico.
- Que honor. ¿Estas segura? cielo. Es una gran decisión.
- Estoy viendo el amor y el cariño que le tienes a tu hija y si. Quiero que tu seas mi primer amante y te lleves mi virginidad.
- No se hable más. Entonces.
Marta me dejó el sitio y fue dejando caer despacio el cuerpo de su amiga sobre mis muslos. Con mi polla apuntando directamente hacia su estrecho ano. Antes de que alcanzara su objeto Marta nos puso una buena ración de lubricante que siempre teníamos a mano en mi pene y en su culito. Mi hija siempre atenta a nuestras necesidades.
Por fin pude empezar a abrir el estrecho orificio. Al principio no fue fácil, estaba muy cerrado y ella tensa y nerviosa. Pero en cuanto pasó el glande parece que se relajó y poco más tarde ya la tenía ensartada hasta la empuñadura. Yo podía incluso, girando la cabeza, lamer sus pies y chupar sus deditos aún enfundados en las medias. Marta la besaba y lamía las pocas lágrimas de dolor que se le escaparon. Cuando terminó de relajarse empecé a follarla despacio pero firme. Y pronto sus jadeos nos indicaron que lo estaba disfrutando.
- Lléname con tu leche. Córrete dentro.
Marta y yo acariciábamos su polla manteniéndola dura. Las otras manos pellizcaban los pezones durísimos del pecho plano. No dejábamos de acariciar su piel. Su primera experiencia con un hombre tenía que ser maravillosa. Tenía que disfrutarla. Así que seguí sin parar hasta que me corrí en su culito. Ella lo hizo en la boca de mi hija que mantuvo el semen sobre su lengua para besarme a continuación.
Compartimos la lefa para después caer sobre la cama con Sheila en medio. Sin dejar de acariciarnos, nuestras manos seguirán recorriendo la piel de los otros sin descanso.
- Bueno, ¿Qué te ha parecido?
- Sois maravillosos y aunque Marta y yo ya habíamos disfrutado juntas, tener un hombre por fin ha sido genial.
- Me alegro de que me hayas disfrutado. Pero ha sido toda una encerrona.
- ¿Me hubieras follado así si no te hubiéramos acorralado?
- Probablemente sí. Pero claro no lo sabíais.
Así relajados seguimos conversando y aclarando algunos puntos. Cuando nuestros rabos volvieron a ponerse tiesos Marta tenía el morbo de verme a mí enculado. No sería mi primera vez y lo disfrutaba, así que por qué no darle el capricho. Mientras ella y yo hacíamos un sesenta y nueve, en primer plano ella tenía la polla de Sheila follando mi culo.
En eso sí tenía algo de experiencia y creo que eran las bonitas nalgas de mi hija con las que había practicado. Yo estaba gozando mientras Marta me comía la polla y Sheila me follaba. Apenas podía gemir o suspirar pues mi lengua estaba ocupada en la depilada vulva de la viciosa de Marta.
Desde luego se quedó a dormir con nosotros y por la mañana volvimos a repetir. Sheila se ha terminado echando novio pero hasta entonces de vez en cuando nos visitaba y tras llevarlas a cenar y de copas volvíamos a follar los tres juntos.
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lunes, 23 de agosto de 2021
Túnel dimensional, Sherlock Holmes
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"Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia"
Tercera ley de Clarke.
El túnel al multiverso es una tecnología desconocida y aún incontrolada. Los científicos no se ponen de acuerdo en sus bases teóricas. Pero sus efectos son bien conocidos en la institución que lo estudia gracias a los informes de los conejillos de Indias, ups, perdón, las personas que lo cruzan con destinos inesperados: Otras épocas, lugares e incluso mundos de fantasía, de novela o de cine.
Esta colección de extractos de esos informes hace hincapié en las vivencias más eróticas de la protagonista narradas por ella misma.
Sólo llevaba un par de semanas en el París del Rey Sol pero les había sacado partido. Había follado con nobles, clero y pueblo llano disfrutando de los cuerpos mas lascivos de la época. Volvía de Versalles hacia Paris a caballo, un bonito paseo por la campiña, no muy adecuado para una dama. Pero en esa época las damas hacían lo que les daba la gana. Cuando el túnel envolvió al corcel y al jinete. La luz titilante azul que eran los primeros indicios del cambio dimensional me rodearon.
¡Vaya! pensé. Como aparezca a caballo en medio del tráfico voy a montar una buena y encima con este vestido y el pelucón. Pero en contra de lo que esperaba: una calle o carretera llena de automóviles los cascos bien herrados de la magnífica bestia claqueában sobre adoquines que apenas podía ver debido a la cerrada niebla. Aunque era de día casi no se veía un pimiento.
Justo delante una calesa cerrada me obligó a tirar de las riendas para no chocar. En ese momento a mi derecha en la torre del reloj del parlamento el Big Ben cantó las tres con sus campanas. Asombrada por la novedad, esta vez el túnel no me había devuelto a mi tierra y tiempo sino que había continuado viaje, apenas pude contar el repique. Sólo me libró de la colisión la rapidez de mis reflejos y pude frenar el animal a tiempo.
Por suerte ni el vestido, ni el caballo llamarían mucho la atención en la época de Victoria Regina. O por lo menos lo harían mucho menos que en mi siglo. Mi atuendo algo pasado de moda y con demasiado escote podría colar. Solo esperaba no encontrarme por allí con el destripador pues con el descocado vestido igual me confundiría con una prostituta.
Por suerte estaba en el West End a tiro de piedra de la esquina del parlamento y no entre las callejas de White Chappel ni en el atrasado East End. Perdida en mis cavilaciones, solo una parte de mi mente registraba como de la calesa se bajaba una bellísima pelirroja que por supuesto se quedó extrañada de que una chica sola montara a caballo a esas horas y por medio de Londres.
Inclinándome sobre el cuello del brioso animal le dije:
-¡disculpadme señora!.
En el mejor ingles que pude,
-creo que me he extraviado.
Ella miraba el escote francamente escandaloso de un vestido pasado de moda casi dos siglos y dedujo que me dirigía a alguna fiesta de disfraces. Considerando todo lo que estaba ocurriendo en realidad yo venía de una.
Afrancesé mi nombre para disimular tanto mi acento como el despiste en mis modales y me presenté. Respiré hondo cuando ella se tragó la trola, eso me dejó pensar en ella en ese momento. Me devolvió la cortesía y confesó ser la infame Irene Adler. Salté de la silla al duro pavimento para dejar pasar unos segundos y tranquilizarme de la impresión de conocer quién era el personaje con quién me había cruzado. La pelirroja debió advertir algo en mi actitud y sorprendida me preguntó:
- ¿Le ocurre algo?. ¿Está bien?.
Así que le dije:
- conozco de oídas a un amigo suyo, un tal Sherlock Holmes.
En esa época el doctor Watson apenas había publicado y ese nombre no era tan famoso como llegaría a serlo en un futuro, en mi pasado. Con toda mi experiencia el viaje en el tiempo aún me da dolor de cabeza. Famoso, excepto para mí que había leído todos los libros escritos sobre el genial detective. Los de Doyle y los apócrifos de cualquier otro autor. Ella me comentó:
-más tarde, esta misma noche, tengo que acudir al piso del investigador por algunos asuntos. Me invitará a tomar el té o a cenar. Si quiere reunirse conmigo se lo puedo presentar.
Supongo que la visión de más de la mitad de mis tetas la animó a invitarme, pensó que no desentonaría con las personalidades de los dos amigos y que era seguro que Holmes desentrañaría el misterio que me envolvía. Evidentemente no quise perder la ocasión y respondí:
-nada me causaría más placer, por supuesto acudiré.
Además pude gorronearle un capote con el que no pasar frio durante el paseo que pensaba dar por la ciudad hasta la hora de la cita. Volví a montar en mi caballo y no perdí la oportunidad de conocer Londres entre la niebla. Tenía en la cabeza un mapa aproximado de la ciudad de mi época.
Evidentemente no disponía de un GPS pero podría orientarme, el mapa de la ciudad no había cambiado tanto y yo recordaba más o menos el de mi época. Deseaba ver el parlamento, la catedral, el puente de la Torre nuevo y reluciente y la misma Torre. Asomarme a la orilla y ver los vapores que recorrían el Támesis incluyendo los impresionantes acorazados, cruceros y dreadnoughts recién salidos de los astilleros de la Royal Navy añadiendo los humos de sus calderas a la poca visibilidad.
A la hora convenida me reuní en Trafalgar Square con la bella Irene a la sombra, por decir algo, de la columna de Nelson... bueno a esa hora ya todo eran sombras. Ante la duda de si tomar un carruaje y atar el caballo detrás, lo que hice fue coger su antebrazo y subirla a mi silla. Suponiendo que esa persona que tenía ante mí hacía justicia al personaje sobre el que yo había leído, "La Mujer" que había seducido reyes y recorrido Europa. Irene no se asustaría por un breve paseo a caballo por las calles de Londres.
Apreté su estrecha cintura entre mis brazos llevándola a mujeriegas delante de mí, en la silla. Irene correspondió a mi confianza con una bella sonrisa envolviéndonos a las dos con el mismo capote que me había dejado unas horas antes. El viento hacía volar su fino cabello rojo que me acariciaba la cara y los hombros desnudos.
Me condujo hasta hasta Baker Street donde pude dejar el penco en una cuadra justo al lado de la montura que Watson usaba para hacer sus visitas de médico a domicilio. Y ella me guió hasta la casa de la señora Hudson, el doscientos veintiuno b. La viuda resultó ser una cuarentona voluptuosa y espectacular con un escote aún mas amplio que el mío y a la que la pelirroja saludó con un húmedo beso en los labios.
Irene me presentó como una amiga suya francesa que estaba de visita en la ciudad y la viuda Hudson me besó a mí, dándome la lengua hasta la garganta. Considerando que era mi primer beso en el s. XIX y la espectadora que teníamos me resultó tremendamente erótico. Mojando la extraña lencería francesa que aún llevaba en ese momento. Nos indicó las escaleras con un gesto y nos dijo que en un rato nos subiría algo de cena.
El corazón latía fuerte en mi pecho y no era solo por la empinada escalera. Yo, que había follado con reyes, personajes de novela, cine y televisión y mitos de todas las épocas y que había comido los chochitos de bellezas a lo largo de la historia y la fantasía estaba nerviosa por verme cara a cara con uno de mis mayores héroes, el detective.
Watson alto y rubio, con su fiero bigote dorado, nos abrió la puerta antes de llamar como si ya supieran que estábamos allí. Cojeaba levemente por la herida recibida en Afganistán. Si él supiera la sangre que se ha derramado y sigue brotando en ese país desde su época se quedaría anonadado. Lo noté cuando se apartó para dejarnos pasar. Irene se colgó de su cuello y lo saludó con una familiaridad que me dejó asombrada. Pero visto el discurrir de la velada las cosas se movían por un camino lógico. El beso que se estaban dando no era nada fraternal.
La música de violín, que solo se insinuaba en la escalera, llenaba ahora el piso con su volumen. Reverentemente me quedé en la entrada escuchando. Watson también me saludó a mí rodeando mi cintura con sus manos y besándome largo y sensual. Su lengua juguetona se insinuó un momento entre mis labios. Aproveché para acariciar su corto cabello cortado en un estilo militar para ganar unos segundos y tranquilizarme. Aunque el fiero bigote rubio me hacía cosquillas en el labio superior, tuve un pensamiento loco sobre lo que el mostacho del médico me haría en el pubis depilado con láser.
Por fin nos acompañó al salón. El fuego en la chimenea crepitaba intenso, llenando de calor el recinto solo iluminado por lámparas de gas.
Dónde Sherlock Holmes, descalzo, vestido únicamente con unos pantalones de pinzas y unos tirantes frente a la chimenea exhibía su musculoso, fibrado y perfecto cuerpo mientras arrancaba del Stradivarius notas melancólicas. El mismo Sherlock había confesado que se había gastado apenas unos chelines en el instrumento, para esa época él lo tasaba en quinientas guineas, y ahora en pleno siglo XXI se podría vender por una cifra de seis o más bien siete dígitos. Les hice un gesto a los dos para que no lo molestaran mientras me libraba del capote prestado y me dejaba caer en un extrañamente cómodo sofá para contemplarlo arrobada. Lo que habría dado por tener en ese momento mi móvil o incluso una simple grabadora.
En un rincón sobre una mesa de trabajo gastada y quemada a corros había desplegado todo un laboratorio de química. Detrás de mí, sobre mi cabeza, unos agujeros de bala en la pared dibujaban como si los hubieran trazado con regla la VR (Victoria Regina) sobre la que había leído años antes. Podría acariciar el instrumento, no seáis mal pensados, el violín, o la babucha donde guardaba el tabaco, todo en aquella habitación me llevaba a los años en los que leía y releia las novelas y las descripciones que Watson hacía de todos esos objetos.
Con un gesto dramático hizo el violín a un lado y por fin posó su mirada de halcón sobre mí. Sin saludar siquiera a Irene sus ojos gris acero me recorrieron de pies a cabeza, sin piedad, captando hasta el ultimo detalle. Para así comenzar una serie de deducciones increíblemente acertadas, empezando por mi autentica nacionalidad y terminando por preguntar:
-¿Usted que hacía en el camino de París a Versalles esta mañana?.
Como ya me esperaba que con solo mirar las briznas de hierba de mis botas desentrañaría mis más íntimos secretos no quedé tan impresionada como el resto de la audiencia y sus demás visitantes habituales. Me limité a darle una explicación breve pero desde luego verdadera que tampoco pareció impresionarle mucho.
Se acercó a Irene y la ayudo sensualmente y sin prisa a librarse de parte de su ropa mientras la besaba en su blanquísimo y pecoso cuello. Por fin supe que no era ni tan misógino, ni asexuado como los escritos de Watson lo retrataban. Que todo eso no era mas que una concesión a la moral victoriana.
El que dos hombres vivieran juntos con una moral bastante relajada habría levantado ampollas en esa sociedad si se hubieran publicado algunos de los detalles más jugosos. Detalles que yo estaba muy dispuesta a explorar, no como Doyle. El buen doctor sentado a mi lado me prestaba el mismo favor, aflojando lazos y corchetes y liberando al fin mi tórax comprimido por el corsé.
Los cónicos y perfectos pechos de la pelirroja fueron liberados casi al mismo tiempo que los míos y ella misma se puso las manos en ellos masajeándolos con sensualidad y pellizcando sus pezones rojo oscuro, pequeñitos y durísimos. Los aliviaba así de la tortura de su corsé. Watson, lamiendo mi oreja, me animó a ir con Sherlock. Puede que no tuviera el intelecto del detective pero desde luego poseía una extraordinaria intuición. Mientras, él fue a dejar entrar a la señora Hudson y su bandeja ya con sus enormes tetas al aire sobresaliendo por encima de su escote.
Yo, con Irene al otro lado, le comía la boca al detective mientras acariciaba los desnudos pezones de ella con una de mis manos. Sherlock me devolvió el beso con ardor y acarició también mis pechos descubiertos con sus largos y finos dedos quemados por la nicotina y los químicos. Bajé la mano por su vientre, acariciando los marcados abdominales, deseando tener ya en ella la detectivesca polla. La pelirroja me había ganado por la mano, literalmente, ya tenía allí sus finos dedos que desplazó hasta los peludos huevos para hacer sitio a mi mano. Acaricié los delgados y delicados dedos de ella a la vez que la virilidad del hombre mientras los tres nos fundíamos en un beso húmedo. Cambiando la saliva de lengua juguetona en lengua juguetona.
La señora Hudson desnudaba al médico con tanta ansia que fue el primero de todos en estarlo del todo. Casi lo descoyunta cuando lo arrojó al sofá de un empujón con sus ganas. Arrodillada entre sus muslos se hizo de inmediato con su rabo. Veía su cabeza subir y bajar mientras le daba placer a Watson con su boca golosa. Sus poderosas posaderas, desnudas con la falda levantada hasta la espalda, de blanquisima piel, desde luego allí nadie tomaba el sol, se meneaban al mismo ritmo que su cabeza.
Holmes tenía ganas de vernos a la pelirroja y a mí en acción y con suavidad empujó nuestras cabezas para juntar nuestros labios. Mis dedos estaban perdidos entre sus otros labios buscando el clítoris entre la rojiza pelambrera. Irene agarrada a mi cadera terminó de deshacerse de mi lencería mientras se inclinaba a chupar de mis pezones. Al destapar mi pubis lo descubrió depilado y suave. Se llevó una sorpresa, no era algo que se hicieran las mujeres entonces.
Pero era una sorpresa agradable pues enseguida se arrodilló entre mis muslos y se puso a lamer mis labios con una maestría que no había esperado. Si él beso de la Hudson había empezado a calentarme ahora me estaba corriendo como una fuente.
Sherlock también deseaba probar esa novedad y se arrodilló al lado de su amiga para degustar mi xoxito. Separé bien los muslos incluso hasta levantar las rodillas hasta mis pechos dejándoles a ambos todo el acceso libre. Lo aprovecharon y de inmediato las lenguas de los dos se cruzaban desde el ano hasta el clítoris saboreando cada uno de mis orgasmos.
Entre lo que me hacían sentir y el espectáculo de las impresionantes tetas de la viuda botando mientras cabalgaba al doctor yo no hacia más que correrme. Lo miré a los ojos y vi que Watson no iba a tardar mucho en correrse. Miré al detective y sus lascivos ojos grises me devolvieron la mirada.
- ¡Fóllame! Clávame al sofá.
- Sus deseos son órdenes.
Se puso entre mis piernas y su fino y durísimo rabo se fue introduciendo en mi vulva. Mis tobillos terminaron en sus hombros mientras Irene me daba lengua y saliva. Sus manos se confundían sobre mis tetas y no sabía cual de los dos pellizcaba mis pezones.
- Córrete dentro, no hay problema.
Como él detective ya se había hecho una idea de donde venía yo no tuvo problema alguno en seguir esa indicación. Cuando la sacó volvió a bajar al pilón y los dos volvieron a lamer mis labios y chupar el semen que rezumaba de allí.
Para comerme el coño se habían puesto a cuatro patas entre mis muslos. Eso lo aprovecharon la Hudson y el doctor que se colocaron detrás y de inmediato tenían las lenguas clavadas en los culos del detective e Irene. Los dos hombres se habían corrido y necesitarían algo más de estimulación para recuperar su dureza. Aunque Watson no había dejado de lamer el ano de Sherlock.
Así que las tres chicas nos subimos al sofá para darles un pequeño espectáculo erótico. Quería probar los coños de ambas. La viuda separó sus rollizos muslos para permitirme el acceso a su poblado pubis de vello tan rubio como la cabellera de Watson. Tuve que apartar tantos pelos para llegar a su grueso y sensible clítoris que me costó un rato hacerlo.
Ese tiempo lo aprovechó la pelirroja para colocarse entre mis piernas. Estaba enviciada con mi coñito depilado. Había perdido la cuenta de mis orgasmos, esa noche mis héroes de novela me iban a matar a polvos. Mis manos amasaban los enormes melones y la pelirroja me lamía entera a mí. Mientras me clavaba los dedos en el coño encharcado había empezado a lamer el vientre, los pechos, las axilas oa bajar por mis piernas hasta los pies.
Mientras nos miraban los dos hombres también se habían dado estimulación por su cuenta. Nunca me habría imaginado verlos darse lengua de esa manera. Y hacerlo sin dejar de acariciarse. La larga polla de Sherlock de nuevo apuntaba al techo y si he de ser sincera me hubiera encantado ver como entraba en el blanco culo de su amigo.
El detective parecía leer mi mente y justo a mí lado vi como su glande se abría paso por el arrugado agujero negro del médico. La tres excitadas nos lanzamos como lobas a besar y lamer los labios y las pieles de ambos chicos. Yo caí debajo de Watson cuyo nabo ya había reaccionado y me dediqué a lamerlo de los huevos al glande hasta que se corrió en mi boca.
Ya estábamos todos más relajados después del maratón de sexo en el que todos habíamos demostrado las ganas que nos teníamos. Luego todos cenamos frente al fuego con la mínima ropa posible, estuvimos charlando y yo saciando mi curiosidad sobre los casos y vida y milagros de todos esos personajes. Se me ofrecía la ocasión de corregir hasta cierto punto los escritos del señor Conan Doyle.
Sherlock demostró ser un conversador tan inteligente y animado como yo había soñado en mi juventud.
Para terminar todos juntos en una enorme cama con postes en las esquinas y dosel. En la que habitualmente dormían el detective y el doctor cuando no tenían otra compañía. Una nueva orgía nos esperaba. Durante los días que el túnel tardó en buscarme la única que salió del piso fue la señora Hudson para traer más víveres con los que reponer nuestras fuerzas.
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domingo, 22 de agosto de 2021
Hada y el chico atrevido
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-"Es preciosa y esta buenísima"
pensaba, mientras la gente me obligaba a estrecharme aun mas contra ella. Tenia la cara inmersa en la bonita maraña de su melena color castaño, me obligaban a apretar mis genitales contra la firmeza de su culo enfundado en un ajustadísimo vaquero.
Los inevitables roces me excitaron. Sintiendo todo eso ¿Quien no se arriesgaría un poco?. Procuré alcanzar aquel trasero con la mano, y cuando lo conseguí lo acaricié suavemente con la duda de como se lo tomaría.
Imagínese mi sobresalto cuando, no sé todavía como, consiguió darse la vuelta. Ante esa maniobra retiré la mano en misión de exploración. Ella se me quedó mirando unos segundos, clavando la mirada en mis ojos de forma desafiante. Estaba evaluandome. Acercó su rostro a mi oído y deslizó estas palabras que me dejaron helado:
-Soy transexual, piénsatelo, si aún quieres probar me bajo en la próxima, sígueme.
Perece que mi osadía o yo mismo no le disgustaba del todo. La gente que iba con nosotros en esa lata de sardinas, de un autobús en hora punta, debía ir a sus asuntos pues aunque la situación llegó a ser algo descarada nadie pareció quedársenos mirando de forma rara. Yo suelo mantener la cabeza fría bajo tensión y en aquella situación era lo que mas necesitaba.
Primero inicié una maniobra de comprobación no fuera a resultar una chica normal que se estuviera riendo de mí. Justo tras la bragueta no notaba nada. Pero entre sus muslos conseguí tocar un bulto nada familiar. La tenía colocada entre sus piernas, como aquello se pusiera duro tenía que apretar mucho en esos vaquerostan estrechos.
Podria ser un homosexual, un travesti, aunque por su cara, preciosa por cierto y con muy poco maquillaje, no me lo parecía. Alcancé como pude uno de sus pechos con la mano por debajo de su cazadora. Allí había carne, quizá debajo hubiera silicona pero parecían pequeñas y muy duras. Parecía que formaba una teta magníficamente dibujada.
Me decidí a probar suerte y bajé detrás de ella. La alcancé en la acera y me presenté con dos besos en sus mejillas. Era muy joven, de mi edad, unos veinte, puede que menos, y por fin descubrí su nombre: Hada.
La cogí de la cintura para caminar a su lado. Y a ella no debió parecerle mal por que me sonrió. Incluso alguna vez mi mano se dejaba caer por tan estupendo culo sin miedo de lo pudiesen pensar de mí con un monumento como aquel a mi lado.
Mientras me recriminaba por mi impaciencia me contó con dureza por si me asustaba que aún no le habían operado el sexo pero que tenía pensado hacerse esa importante operación. Que los pechos que tanto me agradaban debajo de tanta ropa eran resultado solo de las hormonas y no de la silicona.
Cuando llegamos a su casa antes de dejarme entrar me dijo:
-Me gustas mucho, pero no quiero engañar a nadie, si yo te gusto y todavía quieres, entra conmigo y si no... bueno es fácil retirarte, aún estás a tiempo. Aunque me encantaría que hiciéramos el amor.
Sin pensarlo mas la besé en la boca y le dije:
-Te deseo.
Me hizo sentar cómodamente en un sillón y comenzó un lento strip-tease. Se quitó la cazadora siguiendo un ritmo que solo se escuchaba en su linda cabecita. Después un jersey ajustado, tan fino, como de angora, que marcaba la silueta de sus durísimas tetas. Lo hacia lanzándome besos con sus labios sensuales pintados de rojo pasión.
Se desabrochó los vaqueros y los fue bajando lentamente dejando al descubierto unas larguísimas piernas perfectamente depiladas. Aunque le costaba hacerlo por lo ajustado de la prenda. Su cuerpo todavía lo tapaba una blusa blanca larga que empezó a desabrochar despacio comenzando desde arriba descubriendo el escote, el nacimiento de los poderosos pechos y un sujetador negro de encaje.
Se giró y mientras seguía desabrochando me dejaba ver alternativamente sus hombros desnudos moviendo su larga y rizada melena como un péndulo. Terminó de quitársela y pude contemplar su torneada espalda bronceada cubierta ya solo por la fina tira del sujetador y las braguitas trasparentes a juego. No llevaba tanga.
Se volvió a mirarme cuando ya tenia suelto el sujetado. Pero apretado a sus pechos con las manos. Cuando terminó de arrojar la camisa a un rincon, sus tetas me parecieron maravillosas. No demasiado grandes, firmes, cónicas, coronadas por un pequeño pezón oscuro que apuntaba al frente, desafiante y con deseo.
Por fin terminó la actuación sacándose las braguitas. Pero manteniendo oculto durante unos segundos más con la mano como si se avergonzase de él su pequeño pene. Aquel precioso conjunto me hizo decirle:
-No te operes, no te hace falta, estas magnífica asi.
Contestó que lo había pensado todo muy bien y que si todavía quería hacer el amor con ella.
- Eso no es asunto tuyo, es mi decisión. ¿Todavía te animas? ¿Quieres seguir? Me gustas.
Levantándome y acercándome le fui diciendo:
-Ahora más que nunca.
Le cogí la cara dulcemente con las manos y posé mis labios en los suyos. Acariciaba con mis pulgares sus pómulos y con las palmas el filo de su barbilla suave como si nunca hubiera habido barba allí. Abrí la boca para recibir su lengua en ella junto con una buena ració de saliva.
Tenía las orejas perforadas y los labios carnosos y sensuales. Me lengua recorría sus dientes blancos y se cruzaba con la suya o subía explorando su paladar, su lengua recorría mi boca como queriendo llegar a la laringe. Mientras mis manos no se separaban de su cuerpo desnudo, de su piel suave y bronceada.
Acariciando con la yema de los dedos la linea de su columna bajando despacio hasta alcanzar las nalgas duras y respingonas que tanto me habían impresionado en el autobús. Abrirlas suavemente y acariciar suave la entrada a su ano con uno de mis dedos.
Empezó a desnudarme con maestría y antes de darme cuenta tenía los pantalones y el boxer en el suelo, jersey y camiseta siguieron el mismo camino aunque parecía que ella no separaba sus manos de mi piel.
Aún no había acabado cuando ya estaba de rodillas ante mí, metiéndose la polla en la boca. No hacía falta, ya estaba muy dura antes de que empezara con tan magistral mamada. Lo chupaba con fruición apretándolo contra el paladar, con la lengua. E incluso clavando suavemente los dientes en el tronco para que no se le escapara mientras terminaba de sacarme el boxer por los pies.
Yo estaba muy excitado desde el striptease y no tardó en terminar de endurecer el instrumento con tan placenteras labores. Toda nuestra ropa quedó diseminada por el pequeño salón. Ya desnudo del todo me condujo al único dormitorio del apartamento, lo único que me fijé de allí fue en la enorme cama. Donde se tumbó boca arriba esperándome.
Aunque era mi primera verga, me decidí a comérsela, sin pensar más en el asunto, pues quería darle todo el placer posible a aquella ninfa.
- No hace falta.
- Relájate y disfruta.
Arrodillado entre sus muslos me la metí en la boca donde cabía casi entera, estirando los brazos para acariciarle los pechos. No dejé de acariciarla con la lengua y los labios, los huevos, el escroto, lamia el tronco hacia arriba hasta el glande que me volvía a meter en la boca.
No conseguí que cogiera mucho grosor, era una herramienta fina y larga, pero si mucha dureza y parecía que a ella le gustaba. Por como gemía un montón. Dejé la labor para seguir lamiendo el plano vientre,subiendo por su piel lentamente. cerró las piernas para aprisionar entre los muslos mi duro falo. Llegué a sus pechos besándolos, lamiendo el pezón oscuro de pequeña areola pero duro y marcado.
Los metí en la boca sujetándolos con los dientes para acariciarlos con la lengua. Continué subiendo por el arranque de sus pechos hasta las axilas, tan suaves que parecían la piel de su culito, el cuello fino, donde me fijé por primera vez en la nuez. Y volví a besar su boca y a darnos lengua sin descanso.
Mantenía la polla apretada entre sus muslos y durante unos segundos me moví como si la follara así subiendo y bajando la cadera. No fue mucho tiempo o me habría corrido. Sin separar la boca de la suya seguimos besándonos, lascivos, guarros, hasta mordiendo suavemente sus labios y su lengua.
Cuando subía la cadera notaba su glande recorriendo la piel de mi vientre. Sus manos sujetaban con fuerza mis nalgas o masajeaban mi espalda. Me puse a su lado y fue ella laque se puso encima. Besándome y acariciando mi piel con la lengua devolviéndome el favor. Bajando de mi boca por mi pecho acariciando mis pezones y mi vientre hasta volver a meterse en la boca mi polla, no sin antes haberle dado unas buenas lamidas a mi escroto.
Aprovechó esos momentos para colocarme un condón usando sus labios para bajarlo sobre mi tronco. Después usando una mano que tenía libre fuera de mi rabo que parecía no querer soltar cogió de su mesilla un tubo de lubricante. Lo esparció generosamente por su ano. Yo podía verlo todo en el enorme espejo del armario, que tenía justo enfrente. Su culo bien abierto y dos de sus dedos penetrando con suavidad su ano con el gel.
Viendo que la tenía bien dura se levantó, justo encima de mi cadera y fue doblando las rodillas despacio. Bajando el culo lentamente hasta dejar su ano justo en la punta. Aún mas despacio se la fue clavando dejando caer su peso sobre mi pubis con suavidad y apuntando hacia mi con su pene aun duro.
Ella parecía controlar su placer y subía y bajaba a un ritmo propio pero completamente placentero para mi. Me estaba follando ella a mí.
Acariciaba su polla con suavidad, su vientre, o alcanzaba sus pechos, no quería dejar de tocarla por si ese sueño de mujer esquiva desaparecía. Cuando quise darme cuenta pues parecía que el tiempo se había detenido estaba a punto de correrme.
Animándola con mis gemidos no dejó de moverse encima de mí hasta que no sintió la flacidez de mi aparato. Se limitó a echarse encima de mí y besarme en los labios. Hada apoyó la cabeza en mi pecho. A la vez que rodeaba sus hombros tiernamente con mi brazo y dejaba la otra mano en su cadera.
En ese momento vulnerable ella solo me pedía algunos mimitos. Fui perfectamente capaz de dárselos, me tenía hipnotizado. Acariciarla tiernamente besarla con suavidad y recorrer su cabello con las manos. Así me confirmó que le gustaban los chicos cariñosos y dulces. Eso es lo que había visto en mí.
Siempre ha sido toda una mujer, Decidió no operarse, debido a su profesión parece que le da más morbo a los hombres así como está. Hemos continuado viéndonos de vez en cuando, le siguen gustando los chicos dulces y cariñosos. Seguimos haciendo el amor con la pasión de la primera vez.
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sábado, 21 de agosto de 2021
Algo me despertó
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Algo me despertó.
Algo me despertó y por mas vueltas que daba en la cama no conseguía volver a dormir. Así que me levanté con la intención de beber un vaso de agua, comer algo o leer o ver la tele. Esa noche hacía mucho calor y dormía desnudo del todo sin taparme en absoluto. Un impulso o quizá el ruido de un motor me hizo acercarme al ventanal que separaba mi salón del jardín.
No me conservo mal del todo, un gimnasio en el sótano y una pequeña piscina en el jardín me lo permiten. Tengo los cuarenta cumplidos, moreno y ya me ha salido alguna cana. Alto y delgado con un culo duro y respingón, fibrado.
Es una zona solitaria, una casa aislada, prácticamente en medio del campo. Y cual fue mi sorpresa al ver junto a mi valla un coche aparcado. Era un modelo viejo y sencillo. El vehículo no estaba vacío, el movimiento de los amortiguadores demostraba que estaba ocupado.
Dentro una pareja se besaba con pasión. Las cuatro ventanillas bajadas del todo debido al calor hacía que no se empañasen y me permitían un cómodo espectáculo. Las luces de mi jardín iluminaban la parte alta de los asientos y los veía besarse con auténtica furia.
Eran bellos y jóvenes, sus lenguas se cruzaban dentro y fuera de las bocas dejando caer hilos de saliva por sus pechos desnudos. Dos chicos fibrados, sin vello, sensuales cuerpos frotándose. No es que yo fuera gay, puede que más bien bisex, por lo menos de concepto, hacía mucho que no estaba con otro hombre. Pero soy lo suficiente morboso como para reconocer un bello espectáculo allí donde lo encuentre. También había hecho mis experimentos en ese campo hacía tiempo, con amigos o dejándome ligar en algún pub de ambiente, ya hacía años de eso.
Al verlos mi pene reaccionó de inmediato poniéndose firme, sabiendo que deseaba estar con ellos. No tenía claro si lo contrario también era cierto pero sentía que debíamos darnos una oportunidad. Pensaba que serian morbosos y que una oportunidad de hacer un trio en una cama más cómoda que el asiento de atrás de un coche no sería para que la dejaran escapar.
Me acerqué a los ventanales del salón y encendí las luces de dentro de la casa. Sabía que me podrían ver completamente desnudo desde el vehículo, bien iluminado y mirándolos con descaro. Esperé a ver su reacción; lo primero fue un susto que hizo que escondieran las cabezas por debajo del nivel de las ventanillas. Luego la curiosidad hizo acto de presencia, sus cabezas iban asomando poco a poco. Seguí sin moverme mientras dejaba que me miraran a gusto.
Esperaba no asustarlos del todo y que se marcharan. Si hubiera pasado eso tendría que haberme conformado con hacerme una paja y volverme a la cama. Pero no se oía el sonido del motor así que crucé la cristalera y caminé despacio por el jardín, descalzo y desnudo, exhibíendome, dejando que ellos eligieran.
Me acerqué a la valla sonriendo y con una erección que apenas había disminuido en todo ese rato. Saludé con la mano, solo un gesto y ellos respondieron de igual manera, buena señal. Aún mejor cuando abrieron la puerta mas cercana a mí. Lo que me permitió una mejor vista de sus cuerpos que no habían tapado.
- ¡Hola! Habéis elegido un buen sitio para aparcar.
- Creíamos que no vivía nadie aquí. No queríamos molestar, ni despertarlo.
- No molestais, me ha despertado el calor.
Asumiendo que la cosa iba bien los invité a una copa dentro y que como podían apreciar podían dejar sus ropas en el vehículo con toda confianza.
-¿Queréis tomaros una copa conmigo? Como podéis ver no hace falta que os vistais. Todos podemos disfrutar de la desnudez.
Se miraron a los ojos aún dudando. Pero parecieron darse confianza en uno al otro.
- De acuerdo. Eres muy amable.
Bajaron del coche, se calzaron una sandalias sencillas y cruzaron por la puerta del jardín que les abrí. Ya mas de cerca comprobé que mi primera impresión era acertada eran guapos y estaban buenos. Uno rubio y otro moreno, Marcos y Alex, fibrados y delgados, sus cuerpos jóvenes de piel perfecta, depilados y muy sexis. Sus pollas, supongo que por culpa del susto, no estaban duras del todo y colgaban entre sus muslos. Ellos también me examinaban a mí y no pareció disgustarles lo que estaban viendo.
Los tres estábamos algo nerviosos, lógico considerando que éramos completos desconocidos. Aunque estábamos sin ropa, parece que la situación inesperada nos cortaba un poco. Las erecciónes que lucíamos los tres habían bajado algo en las presentaciones y cruzando el jardín. Aunque las pollas seguían bastante morcillonas. Le indiqué a uno de ellos que pusiera algo de música, mientras yo preparaba unas copas para romper el hielo.
- Ahí está el equipo ¿puedes poner algo de música? ¿Que queréis beber?
Marcos le dio un beso en los labios, uno suave, al otro antes de levantarse e ir hacia a la cadena que yo tenía encima de un mueble en un rincón del salón. Me gustó el detalle y estaba algo envidioso, quería que me besaran a mí.
Así que les dije medio en broma, medio en serio:
- si vais a repartir besos yo también quiero.
Sin una palabra el que estaba de pie, el rubio se acercó a mi y me dio uno de los besos mas morbosos y lascivos que me han dado nunca. Sus labios atrapaban los míos y los mordisqueaban con suavidad aún sin usar la lengua. Cuando agarraban uno pasaba la lengua por allí pero sin entrar en mi boca. Mi erección volvió a los niveles de antes y eso que tampoco habíamos usado las manos para nada.
Cuando me acerqué al sofá a llevarle la copa a Alex me incliné y también lo besé. La misma técnica, la misma excitación y su polla reaccionó como la mía. Viendo que ya habíamos roto el hielo me relajé convencido de que el resto de la noche iba a ser lasciva y mágica para los tres.
Alex, extendió el brazo me acarició el pecho con suavidad. Agarrando uno de mis pezones entre dos dedos. Yo seguía dándole saliva. Marcos se acercaba a nosotros por detrás rozando mi culo con su firme polla. Me enderecé con lo que el rubio pudo pegarse a mi espalda poniendo su ya dura verga justo en el canal entre mis nalgas. Mordisqueaba mi hombro y cuello el besos húmedos.
Pero justo delante de mí Alex que seguía sentado en el sofá tenía mi rabo justo enfrente de sus bellos ojos. Lo levantó con su mano y empezó a darle besos y lamidas a mis huevos depilados. Aquellos dos sabían como hacer las cosas. Ya no podía controlar los gemidos y suspiros que escapaban de mi boca.
Marcos había rodeado mi pecho con sus brazos y pellizcaba mis pezones. Eché la cabeza atrás sobre su hombro y él besaba y lamía mi cuello de la clavícula a la oreja. Hasta meter la punta de la lengua en mi oído. Alex por su parte había subido por la polla sin separar la sin hueso del tronco hasta meterse el glande entre sus bonitos labios.
Estaba a puntito de correrme en su lengua, viéndolo él, me dejó descansar. Fue a por su amigo que seguía detrás de mí acariciándome. Me hice un poco a un lado y esa boquita golosa buscó el nabo de Marcos. Tardó un momento en dejarlo a punto de la erupción, como a mi. Ninguno de los dos queríamos correremos tan pronto.
Cogí su mano para levantarlo y llevarlos a los dos a mi dormitorio. La cama era suficiente para los tres. Entre Marcos y yo tumbamos a Alex sobre mis sábanas para lamerlo y comernoslo enterito. Nuestras lenguas recorrían cada centímetro de su suave piel. De la cara a los pies pasando por el cuello, los hombros, todo el pecho, incluido cada durísimo pezón.
Los regueros de saliva se mezclaban y a veces juntábamos las sin hueso. Si mi mano sujetaba la polla, la de Marcos le acariciaba los huevos. Llegamos al vientre y veía como su amigo besaba su ombligo. Mirándome lascivo el chico se saltó los genitales y fue a por uno de los pies. Como Alex empezó a retorcerse por las cosquillas. Yo sujeté el otro pie y lo llevé a mi boca. Chupé sus dedos uno por uno, la planta del pie y el empeine antes de subir lamiendo su pantorrilla.
Cada uno por una pierna subíamos buscando la polla. Yo llegué antes a los huevos y Marcos se metió el glande en la boca. Mi saliva resbalaba por el perineo del chico. Así que aproveché y empecé a buscar entre las duras nalgas. El ano estaba apretado pero pronto se relajó con la caricia de mis dedos ensalivados. Con un gesto de asentimiento su amigo me dio el permiso.
- Yo ya me lo he follado, hoy te toca a tí.
Pude ponerme entre sus piernas y levantarla hasta mis hombros.
- El lubricante está en ese cajón. ¿Me lo alcanzas?
- Pues claro.
Se estiró hasta la mesilla y abriendo el pequeño envase paso una buena cantidad del gel en mi duro glande y en el culo de Alex. Incluso sujetó las nalgas de Alex para que se la fuera metiendo despacio y firme.
No tenía prisa, quería disfrutar de ese bello cuerpo masculino. Marcos me besaba lascivo y pellizcaba mis pezones a la vez. O se metía los dos de los pies de su amigo en la boca, justo al lado de mi cuello.
- Correte, llénale el culo de semen.
La polla dura de Alex botaba apuntando al techo o golpeando el duro vientre al ritmo de mis embestidas. Para mantenerla aún más dura de vez en cuando se agachaba y le daba una lamida. También empezó a jugar con mi ano. Todavía tenía el lubricante y empezó a ponérmelo en el ano.
Mientras lamía mi oreja me dijo:
-A qué tiene una polla preciosa, ¿la quieres en tu culito?
-¿No la quieres tú?
-A mí ya me ha follado.
En ese momento me corrí. Cuando saqué la polla mi semen salía del ano cayendo a mi sábana. Marcos pidió meter la cabeza entre nuestros cuerpos lo suficiente como para darle un par de lamidas.
Dejé descansar sus piernas en el colchón. Y ahora Marcos separaba mis nalgas para que fuera yo el que sentado sobre la cadera de Alex me fuera clavando ese durísimo rabo. Bajando despacio el culo sobre el pubis del chico. Me apoyaba en sus pectorales, acariciando sus pezones. Él también acariciaba los míos o sujetaba mi cintura ayudándome a moverme.
Marcos también quería su orgasmo. Se sentó un momento sobre la cara de Alex que le comió el culo ante mis ojos. Su polla me señalaba.
- Sube y dámela. Quiero chuparla.
Se levantó y me la puso delante de la boca. Así que no tuve más que separar los labios para poder lamerla. De los huevos a la punta la tenía toda para mí. Mientras me movía con suavidad ya no paré. Quería la lefa de los dos chicos.
Alex se corrió en mi culo y en ese momento Marcos me llenó la boca de semen. Solo tuve que inclinarme un poco para dejarlo caer en la boca de Alex. Para después seguir inclinándome y meter la lengua en su boca para jugar con la lefa de su amigo y su saliva.
Marcos se colocó detrás de mí para lamer mi ano y la polla y los huevos de su amigo.
- ¿Tenéis que iros? Podéis quedaros si queréis. Estoy de vacaciones.
- Tenemos que dormir en nuestras casas. Pero podríamos volver de día.
- Habrá que ir al coche a por vuestras ropas. Pero podéis ducharos aquí.
Así lo hicimos. Yo mismo recogí sus pantalones y camisetas de la bandeja trasera mientras ellos se duchaban juntos. No sería casualidad que salieran del baño con las pollas duras de nuevo. Como no podían irse en esas condiciones, sentado en un sillón, les hice una mamada a los dos. Me metía cada rabo en la boca alternativamente, mientras pajeaba el otro. Ellos gemían y se besaban intercambiando saliva.
Guardé la lefa en la boca y ellos se inclinaron a recoger su parte directamente de mi lengua. Con los rabos bien limpios y sabor a semen en la boca marcharon a su casa. Aún quedaba mucho verano para poder disfrutar en mi jardín y mi cama con los dos chicos.
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jueves, 19 de agosto de 2021
Desfile del orgullo gay
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En la calle solo con un mini short de lycra y una banda elástica alrededor de mis pechos, un sujetador bandeau. El resto de la gente iba con tan poca ropa como yo y muchos aún menos o disfrazados o con cualquier indumentaria exótica que se les hubiera ocurrido.
Era un desfile del orgullo gay, el primero para mí. Y hacia un calor terrible que invitaba al desmadre. Por eso iba con mucha ilusión, ver cuerpos hermosos casi sin ropa. Supongo que en realidad todavía no tenía muy clara mi sexualidad por aquel entonces.
Había tenido relaciones con chicos y chicas, pero lo cierto es que el sexo de mis parejas no importaba lo más mínimo. Y sigue sin importarme, para qué limitarme.
Quería divertirme, bailar y pasarlo bien y quizá si surgía la ocasión algo de sexo. La caravana parecía inmensa, muchos camiones, infinitas banderas arco iris ondeando en la suave brisa, gente por todas partes, muchos disfraces, la mayoría de fantasía. La música a todo volumen atronaba las calles de la ciudad.
Mirando hacia uno de los camiones con equipo de sonido un grupo de culturistas vestidos solo con tanga lucían sus músculos impresionantes.
Una carroza cargada de drag-queens, sus vestidos y disfraces cargados de pedrería y plumas pero luciendo también sus pieles. Por allí un grupo de travestis, chicos muy bien maquillados y vestidos con minifaldas y tops, tacones altísimos.
Las chicas también iban disparadas, muy sexys y arregladas y repartiendo besos, caricias. Sus mínimos atuendos apenas tapaban tanto de sus cuerpos como el mío. A veces menos.
Yo me dejaba querer, si la persona me gustaba devolvía el beso. A veces con lengua y yo acariciaba culos o pechos, incluso tocaba alguna polla o coñito que se me puso al alcance la mano. Tanto como recibía caricias en mis pechos, mi culito, por todas partes.
Un poco mas allá chicas ataviadas con unas pocas tiras de cuero y anillas de metal que era lo único que las cubría. Un montón de cuerpos deseables y sudorosos o untados de aceite, la piel brillante.
Bailaban, bebían disfrutaban.
Veía el espectáculo, me movía entre los grupos, saludando, dejando un beso aquí, un abrazo allí. Alguien me tocaba el culo sin disimulo. Se lo puse fácil. Lo saqué un poco para que la atrevida mano pudiera recorrerlo sin problemas.
Al ritmo de la música me movía sin preocupaciones. Al girarme para comprobar quien me estaba magreando clavados en mí pude ver dos preciosos ojos azules y una bonita cara enmarcada en el pelo corto y moreno con mechas teñidas de azul eléctrico. Por debajo de eso el cuerpo bronceado al completo, delgado y fibrado, solo estaba cubierto por unas tiras de cuero y unas anillas de metal colocadas estratégicamente.
La morenita era la mas bonita del grupo de las esclavas que iba por el mismo camino que yo. Agarrándome a su cuello me puse a bailar muy pegada a ella. Mis tetas duras apartaban el cuero que apenas cubría sus pezones. Le hurtaba mi boca a sus intentos de besarme y me lanzaba a por su fino cuello, pero lo hacia por el juego. Yo lo deseaba tanto como ella. Estaba deseando probar sus sensuales labios rojos.
En ningún momento su mano firme se había separado de mi culo, magreando mis nalgas. Al principio por encima de la lycra de mi short pero en un momento se coló dentro agarrando carne. Me sentía deseada. Uno de sus muslos se introdujo entre los míos desnudos, notaba perfectamente su piel caliente acercándose sin pausa a los labios de mi vulva.
En un acorde de la música fui yo quien dobló las rodillas apoyando la pelvis en su muslo y mi cabeza en su cuello desnudo. Movía mi cadera adelante y atrás frotando mi vulva, solo tapada por un poco de fina lycra, contra su muslo. Masturbándome con su pierna como un animal en celo. Pasaba la lengua por su piel salada, lamiendo del hombro a su oreja y buena parte de la barbilla.
Lamí el sudor de su cuello y ella por fin consiguió mis labios, abrí la boca recibiendo en ella su lengua juguetona. Respondí lasciva a su beso, me hacía sitio en su boca para que mi lengua buscara en ella su saliva. Para que muestras lenguas se acariciaran la una a la otra, a veces con las caras tan separadas que la gente cercana podía verlo.
A nuestro alrededor la juerga continuaba, la música atronaba, pero nosotras estábamos aisladas de todo. Nos mirábamos a los ojos y recorriendo despacio y con cariño la piel de la otra con las manos, con la yema de los dedos. Ella ya exploraba con la otra mano por debajo de mi escaso top de lycra apresando entre los dedos mi pezón duro por la excitación.
Eso me hizo jadear pero no quedarme quieta y apresé los labios de su vulva entre mis dedos por debajo de un tanga de cuero un poco demasiado flojo y desde luego ya muy húmedo. La venganza es un plato que se toma frio y nosotras íbamos muy calientes. Sin dejarme un respiro me agarró de la mano y me arrastró hasta el portal mas cercano que milagrosamente estaba abierto y vacío.
Sin dudar me bajó el short. Se puso detrás de mí con sus pechos clavados en mi espalda, una mano se deslizaba entre mis nalgas buscando mi rajita. La otra sujetaba mi vientre o mis pechos apretándome mas a ella como si a estas alturas yo pensara en escapar. Notaba su muñeca o antebrazo abriéndome el culo y dos de sus dedos en mi interior.
Me besaba el cuello, la nuca, bajaba por mi prácticamente desnuda espalda. Cuando tuvo la lengua lamiéndome el culo yo jadeaba como una burra. Inclinándome más y más. Así me corrí por primera vez esa tarde, ya venía muy cachonda. Sin pensar en que los desconocidos vecinos podían sorprenderme desnuda en su escalera.
Los vecinos no, pero dos chicos extraviados del desfile que como nosotras buscaban un sitio discreto nos distrajeron durante unos segundos. Estaban muy buenos aunque no eran de los culturistas.
Un poco mas abajo que nosotras, en la escalera, se besaban con furia tan lascivos como nosotras. Al poco uno de ellos ya tenia la polla del otro en la mano y poco mas tarde en la boca.
Aún más excitada por el espectáculo gemía sin importar quien pudiera oírme. Giraba mi cabeza todo lo que podía para contemplarlos mejor. Caliente por los hermosos cuerpos masculinos y la lengua que sin descanso me hurgaba en la vulva, el perineo y el ano.
Me corría una y otra vez. Pero yo también quería dar placer, no solo recibirlo. Quería lamer piel y sexos, morder pezones. Lamí mis jugos de su lengua cuando la besé, cuando volvimos a cruzar las lenguas. Eso sin separar los dedos de su vulva.
Conseguí aflojar del todo la prenda de cuero que cubría su depilado pubis, no es que me lo pusiera muy difícil. Me lancé como una loca a chupar los pelados labios de su coñito.
Con la ventaja de la altura de la escalera que me permitía ponerme tumbada debajo en una postura cómoda pero con los escalones clavándose en mi espalda. El ano rosado que en cuclillas descendía desde dos escalones mas arriba despacio hacia mi boca.
Agarré las nalgas morenas con fuerza para que no se me escapara. Aunque no corría ningún peligro de ello.
Mi amiga gemía y jadeaba cada vez que la tocaba el sensible y duro clítoris con la lengua pero no tapaba del todo los gritos de placer de los dos chicos. Ella se corrió en mi lengua. No les perdía de vista, de reojo. Me gustaban sus rabos duros y sus culos prietos pero me encantaba comerme el xoxito dulce que tenía delante.
No podía dejar de lamerlo, la recorría una y otra vez del ano sudado pero limpio al clítoris. Por sorpresa noté en el mío unos dedos que lo investigaban lo que me hizo clavar la lengua en su culo. Ella soltó un grito cuando noto una mano desconocida acariciando su suave piel.
Ellos se habían acercado y sentíamos sus manos en nuestros cuerpos. Uno de ellos me acariciaba el coño, ya iba por mi segundo o tercer orgasmo, mientras el otro lo tenía clavado por su firme culo en su rabo. Todos gemíamos de placer, todos teníamos las manos o las pieles de los otros en nuestros cuerpos.
Los cuatro sentíamos y dábamos placer según nuestros gustos. Ni nuestros nombres sabíamos. No me había preocupado de preguntarle el suyo a mi amiga, ni de darle el mío. A esas alturas ya tenía claro que todos eramos de gustos amplios, más o menos, y que solo queríamos disfrutar de la buena compañía. Y allí corríamos mucho riesgo de que algún vecino nos pillara en bolas. Tampoco nos hubiera importado mucho.
Hasta que el chico que me acariciaba nos llevó a su casa. No llegué a probar su lefa en ese momento aunque lo estaba deseando, se contuvo para correrse después.
- Aquí nos van a acabar pillando. En mi casa estaremos solos.
Recompusimos nuestras ropas como pudimos. Eran tan escasas que no fue difícil en ningún caso. Ellos lo único que llevaban puesto eran unos cortísimos pantalones de deporte, ni camisetas habían traído. De todas formas hacia tanto calor y siendo el día que era nuestro grupo no llamaba mucho la atención por la calle.
Montamos nuestra pequeña orgia en la cama de sus padres Sólo pasamos por la cocina para buscar algo de beber y refrescarnos. Ninguno pensaba en el alcohol, solo en los cuerpos de los demás.
Yo dejé colgado mi bandeau en el respaldo de una silla al lado del frigorífico. Los shorts de los chicos y el mío se quedaron en el suelo del pasillo. Y entre los tres fuimos sacando el body de cuero de mi amiga junto a la enorme cama tamaño King size. Besando su cuerpo a tres bocas y lamiendo su suave piel.
Yo aproveché para acariciar las suaves pollas depiladas. sin separar mis labios de la piel de alguno de los otros. Los gemidos llenaban la habitación mientras nos íbamos deslizando sobre el colchón. Ahora me tocaba a mí, manos y lenguas por toda mi piel. Incluso una polla que se deslizaba entre mis labios con suavidad, y puse todo mi empeño en darle una buena mamada.
Alguien me estaba haciendo un beso negro y esa legua juguetona me estaba llevando al cielo. Yo tampoco tenía las manos ociosas tocando todo lo que alcanzaba. Íbamos moviéndonos según nos apetecía, según buscábamos los cuerpos de los demás.
Allí uno de ellos me folló mientras su amigo le follaba a él y yo me comía el coñito de la de los cueros que con los muslos bien abiertos estaba sentada delante de mí apoyada en el cabecero de la cama. A cuatro patas dando y recibiendo placer no me di cuenta de los nuevos participantes hasta que carraspearon en la puerta.
Hasta sus padres, unos maduros atractivos, se unieron a nosotros. Habían ido recogiendo nuestras prendas por el camino hasta el dormitorio. Nos miraban con unas sonrisas lascivas en sus bellos rostros.
Las dos nos comimos el coño de su madre en cuanto nos deshicimos de su ligero vestido de tirantes. El tanga ya había desaparecido en algún momento anterior.
Los chicos estaban desnudando a su padre y lamiendo su torso atlético. Y él se dejaba, no sabía si ya eran bisexuales o era el espíritu del día del orgullo.
La orgia estaba en marcha y cada vez éramos más los que participabamos. Más gente, más diversión. Tres pollas para rellenar agujeros que las estaban deseando pero sin olvidar las lenguas y los dedos.
Ninguno salió de allí hasta el día siguiente. Sus padres tuvieron que prestarnos algo de ropa para volver algo más decentes a nuestras casas. Yo me llevé el vestido que le habíamos quitado a su madre la tarde anterior y uno de sus preciosos tanguitas de encaje.
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