miércoles, 28 de abril de 2021
Halcón Millonario
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En el Halcón Millonario no hay mucha intimidad. Es una nave estrecha y vieja y se necesita casi todo el espacio disponible para la carga, claro. Así que llevar pasajeros es un incordio. Ya es bastante sacar pelos de Cookie del desagüe de la ducha. Como si el resto de los sistemas no se estuvieran cayendo a pedazos.
Así que le vendrían bien el montón de créditos que el guapo chaval y el viejo le ofrecían por el viaje. Y es que Man no le hacia ascos a un culo bonito y a una cara guapa fueran de quien fueran.
Pero con el viejo brujo siempre encima del chico y al asomarse alguna vez al camarote comprobó que esto era literal, no había forma de hacer una aproximación. Y encima los dos malditos robots siempre en el medio, estúpidos cotillas mecánicos.
El contrabandista estaba deseando sentar al joven en sus rodillas para enseñarle a pilotar la vieja nave. Pero empezaba a pensar que tendría que seguir sentándose él sobre los poderosos muslos peludos de su copiloto. Las cosas se complicaron aún más después de escapar por los pelos de la horrorosa estación de batalla imperial. Por lo menos se habían librado del viejo y lo habían cambiado por la pizpireta morena. Una gran mejora estética a juzgar por los cánones de Man.
La tensión del combate y la adrenalina se disipan despacio mientras la morenita se paseaba por el poco espacio disponible rozando sus tetitas puntiagudas apenas cubiertas por el vestido blanco de gasa semitransparente con todo el mundo. Man sabe que en algún cajón hay guardado un bikini de chapa, ganado en alguna timba a un alienígena que le quedaría de maravilla. El cookie la admiraba con la estolidez propia de su especie. Los dos hombres babeaban tras su estela y los robots perdían aceite.
Mientras el piloto se ponía nervioso al ver la sensual y escasa lencería de encaje secándose en los conductos del hiperimpulsor. El tanga blanco y el sujetador cristalino apenas tapaban los duros pezones y el culito respingón bajo la gasa del vestido. Y esos días ni siquiera los llevaba. En el estrecho corredor que lleva a la cabina la princesa le pasa al muchacho las nalgas por la polla que al instante responde poniéndose muy dura a la vez que su cara toma un tono grana. Lo provoca descarada pero el muchacho tiene una experiencia limitada. Hasta ese momento solo había follado con su mentor y ese acoso lo agobia.
El contrabandista se levanta en ese momento del sillón de piloto encontrándose con su ruborizado y casi virgen pasajero en el estrecho corredor. Menos mal que están en el hiperespacio y no hace falta manejar los controles, basta con computar la trayectoria. Bueno, casi virgen con mujeres, por que el viejo bien que le daba candela en cuanto hacían un descanso en los entrenamientos.
Aprovechó el momento, la oportunidad la pintan calva, y echó mano a su bragueta agarrando por encima de la tela vestuario blanca el duro pene de su pasajero. Que se puso aun mas duro con un jadeo de sorpresa. A su alrededor la vieja nave crujía, vibraba, resoplaba y hacia extraños ruidos como el robot sexual de una ninfómana.
Lesa miraba la escena con cara de morbo, mientras Kike agarraba a Man por el cuello y le clavaba la lengua hasta la garganta. Lo hacía con ansias de virgen cachondo buscando la saliva del piloto. La chica seguía contemplando a los dos chicos que se sobaban mientras levantaba despacio la parte de delante de su falda descubriendo sus torneados y bellos muslos y al fin su perfectamente depilado pubis. Una princesa siempre debe estar preparada para todo. Los dos androides también miraban la escena encajados bajo el afuste del cañón láser de babor. No podían hacer mucho ruido o se delatarían como mirones.
Empezó a acariciar los labios de su vulva con suavidad. Man devolvió el beso jugando con la lengua del rubio. A la vez bajaba sus mallas blancas desnudando el rabo y el culito duro. Los dedos de la chica se introducían el su vulva o se deslizaban por sus labios. Estaba muy excitada por el bello espectáculo que contemplaba. La otra mano amasaba una de sus tetas por encima del trasparente vestido blanco pellizcando el duro pezón. Sin perder detalle del espectáculo que le daban los dos hombres.
El piloto acariciaba con suavidad la polla de su pasajero cada vez mas dura mientras la saliva de ambos resbalaba por sus barbillas a la ropa que aún les cubría. El rubio echando un vistazo a la princesa dejó de perder el tiempo y le arrancó la ropa a Man. Empezó por el chaleco que siempre llevaba y que al muchacho le oscura horrible. Y todo eso en medio del pasillo que lleva al puente, entre el hipermotor y el replicador de comida, no se han molestado en buscar un camarote. Abrió la camisa blanca. Se inclinó a lamer y mordisquear sus pezones oscuros en el pecho depilado, agarrando con las dos manos el culo del dueño de la nave.
Amasando sus nalgas, las abría suave pero firme buscando con el índice el agujero del ano. Kike tenía suficiente experiencia con hombres como para saber lo que les gustaba. Un gemido se le escapó al piloto cuando lo encontró. Ya tenia dos dedos dentro del culo prieto del piloto cuando se arrodilló ante él para pasar la lengua por sus huevos y tronco duro arriba hasta el glande. Apoyando la espalda en el hipermotor cuando se metió el tanga de la princesa en la boca para ahogar sus gemidos.
Ya lleva días cachondo por la presencia de sus dos bellos pasajeros. Así que al poco notó como el semen subida por su polla hasta la ansiada lengua del rubito donde quedo depositada y notando aun dos de los dedos de este clavados en su culo. Kike se incorporó mirando a la princesa que se acercaba a ellos sinuosa y con mirada lasciva. Para juntar sus labios con los del chico y buscar con la lengua dentro de la boca de este los restos del semen del piloto.
Se unen los tres en un lascivo beso cruzando las leguas y compartiendo la abundante corrida los dos chicos deslizaban sus manos por el duro culo de la princesa. Man por fin se decidió a abandonar el compartimento del hipermotor y llevarles a su camarote para seguir la fiesta en un sitio mas cómodo y donde el cookie pudiera verles y masturbarse.
El único lugar así era su camarote con una cama enorme necesaria para acomodar la enorme masa de Chicuacua. Así podrá albergar la pequeña orgía. Ya han perdido la mitad de la ropa por los corredores de la nave. Y los dos hombres terminan de arrancársela al cruzar la escotilla de acceso. La princesa entra tras ellos ya sin el vestido, solo con sus tacones altísimos y se acerca a la cama. El enorme cuerpo del cookie ocupa la escotilla al completo así que los robots no tienen más remedio que conectarse al sistema de vigilancia para ver la escena.
La princesa se tumba boca arriba y empieza a acariciarse ella misma provocando a los chicos. Sus manos recorren los durísimos pechos, el vientre plano bajando despacio hacia el pubis. Pero no pueden llegar allí. El sitio ya está ocupado por dos bocas que la comen cruzando las lenguas sobre el clítoris. Sus pollas vuelven a estar durísimas al fin y al cabo en una galaxia muy muy lejana a los hombres las erecciónes les duran horas.
Chicuacua pajea despacio su enorme garrote mirando el espectáculo pero sin intervenir. Es capaz de controlarse y dejar a la demás los papeles protagonistas en la escena. Los chicos están haciendo correrse a la princesa una y otra vez y solo usando sus lenguas.
Pero se deciden a cambiar de postura. Man se acuesta boca arriba en la cama. Lesa se le sube encima para meterse la polla del piloto en el coño. Kike con su experiencia con hombres es el ideal para perforar el culito de la realeza. Empieza lamiéndolo para lubricarlo. Con su lengua no sólo alcanza el ano de la chica también los huevos del capitán. Y se sube sobre los dos para penetrar despacio pero firme el ano que se le ofrece.
No les cuesta sincronizarse y se mueven despacio para no perder ritmo. Pero el placer que sienten, el sexo que comparten hace que giman, que suspiren, hasta babean rociando a los demás de saliva. La princesa de corre incansable teniendo las dos pollas dentro. Dos bocas besándola con sus lenguas lamiendo su piel.
Al final los dos hombres se corren en su interior llenándola de semen. Otra enorme ducha del mismo elixir les llega desde la escotilla donde el cookie se corre sin parar lanzando gigantescos chorros de lefa sobre los tres cuerpos de la cama. En el puesto de seguridad del puente los androides han dejado un enorme charco de aceite en el suelo.
El viaje en busca de la rebelión sigue de forma igual de placentera, aunque se descubre que el rubito y la princesa no es que sean hermanos, es que son mellizos. Que su padre es uno de los malos malosos y que los persigue para follárselos. Casi nadie sabe qué la espada que el viejo le dio a Kike en realidad es una gran forma fálica para dar placer a todo el mundo.
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martes, 27 de abril de 2021
Fantasía heroica
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Pudiera haber sido una fiesta de disfraces o una partida de rol, o una convención de ciencia ficción y fantasía, pero no lo era.
Situado entre el desierto y el bosque. Dos enormes lunas alumbraban el ajado y enorme edificio de dos pisos de adobe reforzado con vigas de madera. Un tejado de placas de pizarra plagado de chimeneas de piedra cubría la edificación con aspecto de no querer mantenerse en pie mucho más tiempo. Una torre almenada de piedra que debía procurar cierta protección estaba adosada al frente de la posada.
A un lado unos corrales mantenían confinados diversos tipos de ganado y animales de silla y arrastre, desde caballos, mulas y bueyes a ejemplares más exóticos de seis patas o lagartos cubiertos de escamas. Incluso se veía entre ellos un centauro que con pocas luces pastaba en el mismo pesebre que un hermoso ejemplar de caballo árabe. Los cuerpos de ambos muy parecidos.
En el interior la sala era oscura, con madera por todas partes y la disposición típica de todas las tabernas del multiverso. Una larga barra a un lado con una tabernera detrás para servir a los parroquianos los mejunjes alcohólicos de su gusto. Mesas de diversos tipos, talladas en enormes troncos, no parecía haber un standard para eso en este caso.
Una enorme chimenea en un rincón para las noches frías e incluso las cálidas, al fin y al cabo estamos en un mundo de fantasía. Algún tipo de animal enorme de seis patas y casi sin desollar se asaba en un espetón al que una jovencita cubierta con harapos y manchas de hollín en la cara se encargaba de dar vueltas.
Una película, un casting, pero la situación seguía siendo erótica, interesante. Una hermosa y delicada rubia con el largo pelo lacio se movía entre las mesas con aire lánguido. Su única vestimenta era un vestido de gasa completamente transparente, sus pezones claros se veían a través de la tela tan fina. Incluso el vello rubio de su coñito se descubría cuando movía las piernas.
A su lado un forzudo con un tanga de cuero como única vestimenta. Sobre el banco de madera cubierto con piel descansaba su culo desnudo mientras sus manos se perdían bajo las sedas qué no tapaban el cuerpo de la rubia. Ella suspiraba al lado de su oreja adornada con varios pendientes enjoyados, dispuesta a ganarse su propina dándole placer al mastuerzo aquel.
Bellas mujeres morenas con corsés de cuero o sujetadores de cota de malla asomando sus plenos y turgentes pechos por los escotes de sus escasas prendas bebían cerveza de cuernos arrancados de caprinos de la zona. Peleaban entre ellas por los favores de otro par de mancebos elfos al servicio de la taberna, suponía que eran chicos pero en mi raza y con esa edad, con nuestra constitución tan delgada igual podían ser muchachas. Sólo las puntiagudas orejas los distinguían de los humanos.
Musculosos macizos de reducidas armaduras para lucir sus músculos y enormes armas como si quisieran compensar algo distribuidos por las mesas del local. Todos ellos con tangas de cuero o metal para cubrir pubis a los que sin duda daban buen uso tras las batallas. Si eran enanos de baja estatura y completamente cubiertos de pelo. Elfos delgados como juncos e incluso un semitrol de rocosa piel entre ellos.
Una fantasía de héroes de la antigüedad. El enorme pincho moruno del forzudo empezaba a tomar rigidez bajo el cuero del taparrabos. ¡Ah! Si y la espada de acero damasquino descansaba junto a ellos en el banco.
En otro rincón una guerrera que oprimía sus duras tetas en un corset de cuero y sus pies en unas botas altas del mismo material y entre medias muy poca cosa mas, se dejaba agasajar por un delgado efebo de oscura y suave piel descubierta al completo, solo adornado con unos collares de oro. Sentado en sus poderosos muslos ejercitados en batalla y en innumerables campañas el fibrado muchacho se esforzaba por acariciar las voluptuosas formas de la soldado. Creí distinguir una de sus manos por debajo de la armadura agarrando sus pezones.
Había otras mesas ocupadas por elfos, enanos y gentes de otras razas todos ellos apenas sin ropa. Algunos de ellos ocupados además de en beber y comer en juegos sexuales de algún tipo, desde besos y tocamientos varios a mamadas apenas disimuladas bajo los tableros de las mesas. Tampoco hacía falta mucha ropa, el calor reinaba en esas tierras de vegetación lujuriante y tupida. Donde a veces había que abrirse paso por el bosque a base de hacha y machete.
Por todo un lateral del local una barra de robustos y gastados tablones de recia madera arañados por los innumerables roces con cuchillos y hachuelas. Tras ella una posadera de generosos senos apenas cubiertos por una blanca blusa de lino con un más que lascivo escote, seguía poniendo jarras de cerveza y cuernos de vino. Sacaba el líquido de los enormes barriles que tenía detrás de ella y vasos de aguardiente y de sospechosos licores de polvorientas botellas de grueso vidrio coloreado, con aspecto de llevar siglos en esos robustos estantes.
Envuelta en mi larga capa que me ocultaba casi por completo, atravesé la cortina de trenzas de cuerda y cuentas de cristal que hacía de puerta en el oscuro antro. No me molesté en echar la gran capucha que cubría mis largos cabellos rojos y mis orejas terminada en punta, hacia atrás. Para evitar la curiosidad del resto de los parroquianos preferí seguir ocultando un rato más mi cuerpo extremadamente flexible y delgado.
Me acerqué a la barra y le pedí a la voluptuosa camarera una jarra de esa cerveza casi masticable que se destilaba por entonces. Ella aprovechó para pasearme los dos enormes jarros, digo pechos ante la cara.
Antes de deslizar en su escote la moneda de cobre que era el pago de mi bebida aproveché para darle un pellizco a su pezón. Que respondió de inmediato poniéndose duro, marcado en el lino, ya no tan blanco a esas alturas de las noche y asomó una sonrisa a su colorada cara. Pero no estaba allí por los abundantes encantos de la cantinera.
Estaba allí por un hombre o monstruo o mitad de uno y mitad del otro. Tenia que cortarle la polla y llevarla como trofeo a una bella princesa que me esperaba entre sedas en su palacio de oro, mármol y marfil. Dispuesta a recibirme entre sus brazos como recompensa.
Tenía colgada a mi espalda del tahalí que cruzaba mi pecho entre mis tetas mi espada Mata dragones, fiel hasta el final. No era mi única arma claro. Los filos de las dagas en las fundas dentro de las cañas de las botas. Estrellas ninja y cuchillos arrojadizos en el cinturón por encima del tanga de cuero y algunas sorpresas muy afiladas más disimuladas en el sujetador de cota de malla, la melena y la capa. Y había dejado el arco y la ballesta y sus proyectiles colgando de la silla de montar.
Ya me chorreaba el coño pelado al pensar en tener la polla de aquel fulano en el ídem y luego en la mano una vez que no estuviera unida a su usuario. Decían que ese órgano tenía poderes curativos. Me lo habían descrito, pero hasta tenerlo delante no me haría un idea de como era. Aparte de su enorme tamaño.
Hasta que atravesó la misma puerta de cuentas de cristal engarzadas en cordeles que yo había cruzado un momento antes. Era enorme, a la espalda llevaba dos hachas de doble filo cruzadas que rozaban las envejecidas vigas del techo cubiertas del hollín de las antorchas y de las lámparas de aceite. Pero eso no era lo que mas impresionaba, los arañazos del hierro forjado de sus armas solo repasaban los que un segundo antes habían hecho los dos afilados cuernos que coronaban su testa.
Cabeza que tenia un asombroso parecido con la de un buey, su nariz ancha perforada con un pesado colgante en forma de aro de hierro. Su cabello grasiento y enmarañado caía sobre unos hombros aún mas anchos que la puerta, de forma que tuvo que ladearse para poder cruzarla. Sus pezones oscuros y de los que colgaban dos enormes aros de oro coronaban unos pechos aún mas amplios que los míos y cruzados por los tahalíes de las hachas.
De su cinturón cruzado sobre un vientre que parecía una tabla de lavar, aunque por el profundo olor que desprendía el fulano no debía saber lo que era eso, colgaban varias hachas arrojadizas y una corta pero ancha espada de doble filo. El enorme bulto del tanga parecía ocultar una polla de muy respetable tamaño.
Sus piernas como columnas jónicas en las que se marcaban los husos de sus músculos terminaban en dos gastadas botas de piel sin curtir, que desde luego habían recorrido muchas leguas. Por eso había podido adelantarlo por el bosque a lomos de mi caballo después de haberlo seguido durante un par de días, sin que el bovino se diera cuenta.
Esa cosa era un minotauro, y las leyendas decían que estaban tan extintos como los dragones. Claro que yo había despachado ya un par de estos últimos. Así que como de costumbre en ese aspecto la leyenda se equivocaba.
Mirando alrededor desestimó las mesas ocupadas por otras razas y a punto estuvo de disputarle el efebo a la guerrera, lo vi en sus ojos lascivos enormes y bovinos. Pero le disuadió de ello el emblema real que ella llevaba en el cuero de su hombrera y tatuado en diversas partes de su cuerpo, y que demostraba al servicio de quien estaba y su entrenamiento de combate.
Como yo seguía oculta por la tupida capa de lana no podía saber de mi raza ni de mi sexo pero tampoco pareció gustarle el misterio y al final se sentó junto a la chimenea sobre la cabeza de un troll que hacia las veces de banco de piedra.
Deduciendo por las miradas lascivas que lanzaba a los ejemplares masculinos menos vestidos que pululaban por la sala, que mis encantos no le atraerían. Decidí líbrame de la capa y pasearle mis glúteos por la cara a ver si con eso lograba sacarle de la presencia de tantos testigos. Igual esa parte de mi anatomía tan expuesta como cualquier otro culo en la sala sí sería capaz de atraer su atención.
Dejé caer la capa en el banco en el que estaba sentada atrayendo así algunas miradas. Así que me levanté y me acerqué a la chimenea contoneando mi cadera en busca de fuego para mi pipa. Eso solo era una excusa, no perdía de vista al minotauro.
Tuve que pasar justo por delante de él e inclinarme hacia las brasas sin doblar la rodillas. Al ver mi culo duro firme y mi ano que la fina tira de cuero no conseguía ocultar del todo, tan cerca de la chata nariz fue él quien me agarró de la cintura y me arrastró hacia el establo. No era de muchas palabras.
Su acción apenas llamó la atención del resto de los parroquianos acostumbrados a ese tipo de acciones, de parejas que se retiraban buscando más intimidad. Parejas o tríos o grupos buscando un sitio para follar.
Ya entre las cuadras y los caballos se arrancó el tanga y pude ver como su polla dura apuntaba al tejado de paja. Aunque le gustara el sexo masculino de cualquier raza no me había costado mucho excitarlo con mi culo respingón. Con el salvajismo que le caracterizaba pretendía follar mi ano a cuatro patas y sin mas preliminares que pasar su enorme lengua rasposa de vaca entre los cachetes de mi culo.
Desde luego no era de muchas palabras. He de admitir que eso me puso lo suficientemente cachonda para lo que iba a venir. Pues se estaba recreando en comerme el ojete e incluso intentar follármelo con esa lengua enorme, áspera y dura. Me libré del sujetador para aumentar mi propio placer pellizcando mis pezones.
Pero eso a mi no me convenía, lo necesitaba vulnerable, así que me giré boca arriba con la agilidad que me caracteriza. Desde luego con la fuerza no iba a ganarle. Apenas alcanzaba a rodear su enorme cuello con mis tobillos. Verme las tetas desnudas no pareció frenar su lascivia. Mientras apartaba la tira de cuero que me tapaba el ano.
Cuando me la clavó bramaba como el animal que era en celo. Me follaba duro fuerte con largas embestidas que me hacían tener un orgasmo detrás de otro. Aguantaba su ritmo de macho que no ha follado en mucho tiempo hasta que se corrió. Con su lefa en mis intestinos. En ese momento una de mis dagas cayó desde mi bota a mi mano y de allí a hacerle un corte horizontal en su cuello para evitar que sus bramidos alertaran al resto de la posada y cercenar su polla aún clavada en mi culo para llevarla a mi princesa.
Del minotauro no tenía que preocuparme, con la capacidad de regeneración de su raza se recuperaría en pocas horas. Pero durante semanas se comportaría como un manso y no como un toro bravo. Hasta la polla volvería a crecerle hasta que otro cazarecompensas volviera a cortarla por sus poderes curativos.
Mientras tanto yo solo tuve que volver a colocar bien el tanga, recoger el sujetador y trepar a la silla de mi caballo. Sin molestarme en sacar el miembro, bueno en este caso no sería viril, sino bovino de mi ano. Allí se conservaría bien hasta llegar al lujoso palacio. Y además me daría un placer adicional con el movimiento del galope.
Una vez preparada la poción con el ingrediente esencial mi princesa duende de tres pechos y hermosa piel verde, recuperaría la salud y su lujuria natural. Podríamos volver a compartir su lecho entre sedas y almohadones de plumas.
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viernes, 23 de abril de 2021
Reencuentro
Llegamos los tres bastante borrachos a casa
JUAN
Llegamos los tres bastante borrachos a casa. Nos habíamos encontrado con Sonia una amiga de mi mujer en un bar y habíamos seguido la juerga con ella. No fue difícil convencerla de que se viniera con nosotros.
Algunos bailes, mas copas. Esa noche hacía calor y el alcohol parecía que desinhibía bastante a Sara, mi chica. Sonia se nos había sumado por que estaba aburrida con sus amigas y hacia las tres de la mañana decidimos irnos a casa a tomar la última juntos. Al día siguiente no teníamos que madrugar.
Al llegar y sin mas ceremonias nos descalzamos e invitamos a Sonia a hacer lo mismo para que relajara sus bonitos y doloridos pies enfundados en unos zapatos de altísimo tacón.
Decidí sacar una botella de un licor fuerte que reservaba para esas ocasiones, y qué mejor que aquella con esas dos bellezas sentadas en el mismo sofá. Esas últimas copas ayudarían a liberar tensiones.
Sonia es morena, de cabello y de piel, muy delgada y el aspecto que su cuerpo tiene es de finos cables recorriendo sus piernas que salían de una breve minifalda de vuelo. Un ligero top anudado al cuello dejaba toda la espalda bronceada con sus músculos marcados al aire. Sus pezones duros como piedras se marcaban en la fina tela coronando unos pechos no muy abundantes pero por su apariencia muy firmes.
Sara había salido un poco mas discreta pero no mucho más. Clarísima de piel y casi rubia de cabello y una muy larga melena, los pechos abundantes los lucía en un top con un generoso escote. El firme y no escaso culo en unos pantalones verdaderamente cortos ajustados, que desnudaban casi del todo sus muslos y el resto de sus bonitas piernas.
Yo con unos simples vaqueros y una camiseta tapaba mi cuerpo cuidado gracias a la natación como el general de los tíos con los que nos cruzábamos. Soy más alto que ellas y podía rodear sus cinturas con mis brazos largos al caminar por la calle.
No pocos tíos y algunas chicas me habían mirado con envidia durante la noche al ir acompañado de tan buen material. Ya en casa y a solas, con unas copas en la mano, con buena música, cenando algo ligero y rápido. La conversación se fue haciendo algo caliente y cachonda y el alcohol destruyendo la timidez de ambas que ya de entrada no era mucha.
Me senté enfrente de ellas y cogí los pies de Sara para descalzarla y masajearlos. Sonia, sentada con las piernas dobladas y recogidas casi bajo su cuerpo, había recogido poca la tela que las cubría casi en la cintura. Mientras deslizaba la vista por los muslos morenos que la recogida falda de la invitada me permitía atisbar hasta casi su arranque. Sonia envidiosa me puso los pies sobre los muslos, rozando los de mi mujer, diciendo:
-Yo también quiero.
Mirando a los ojos a mi mujer, ella asintió con la cabeza y procedí a darle un masaje a la invitada en los bellos y cuidados pies. Momento que aprovechó Sara para ir por el aceite de masaje y descargar un abundante chorro en los tobillos pies y pantorrillas de su amiga manchándome los vaqueros. Seguí acariciándolos y ella comenzó a suspirar e incluso me atreví a subir por las pantorrillas por donde Sara había echado el aceite. Me daba la impresión que esa era una pista que me daba mi mujer.
Derramó una generosa cantidad en mis manos y en sus pies y procedió a ponerlos sobre mis pantalones al lado de los de Sonia. Junté los cuatro pies y seguí acariciándolos mientras ellas los deslizaban juntos unos sobre otros acariciándoselos entre ellas.
Suspiraban y ronroneaban debido a mis caricias y las suyas. Hasta que Sonia que siempre fue algo mas atrevida dijo:
- Esto no es justo Juan debería disfrutar como nosotras.
Y haciéndome sentar en la butaca se arrodillo a mis pies para, poniéndolos encimas de sus bellas y desnudas piernas, masajearlos. De pronto Sara se fijó en lo arruinados que estaban mis pantalones y sin mas contemplaciones me dijo que me los sacara.
Pensando que esa noche podía haber guerra debajo solo me había puesto un minúsculo tanga que no cubría mas que mis genitales, sujetándolos de forma escasa. Y tan burro como me estaba poniendo apenas podía con mis huevos. La polla ya salía por arriba. Yo les dije que por que no me los quitaban ellas y sin mas problemas mi chica procedió a desabrocharlos y tirando cada una de una pernera me los sacaron derribándome casi en el proceso de la butaca.
Les dije no es justo, yo tan desnudo y vosotras con tanta ropa. A lo que Sonia se sentó en mis rodillas mirándome de frente y me dijo sonriendo:
-sácamelo tu.
-Ordenes son ordenes.
Así que le saqué la camiseta dejando su torso y sus grandes pechos descubiertos. No se había puesto sujetador. Sobre los que me lancé de inmediato para comérselos y lamer los amplios pezones. Sonia parecía excitada al verme lamer las tetas de su amiga y un momento que esta levantó la cabeza, la vio con la falda levantada y la mano en el interior del tanga. Una delicada prenda de encaje rojo. Con los muslos bien abiertos le dijo:
- sin la falda estarías mas cómoda.
En un arranque que yo no esperaba en absoluto y que hizo saltar mi polla de alegría. Sin pensarlo más Sonia se la quitó arrojándola al suelo quedando únicamente con el tanga y el top. Incluso se giró mostrándonos el culito perfecto, prieto y duro bronceado. No pudimos hacer mas que aplaudir el arranque de espontaneidad y pedirle que se acercara a nosotros. Le hacia el gesto con la mano para viniera.
- Ya que estás ahí ¿por que no te vienes aquí?
Sonia besó a Sara en la boca, al principio un besito en los labios pero al ver que mi mujer le correspondía pronto ambas sacaron las lenguas dándose saliva cantidad jugando con ellas. Y yo viéndolo en primer plano como las lenguas entraban en la boca de la otra.
Mi polla dura como una piedra pedía atención y el tanga no podía contenerla. Como pude le hice un hueco para que asomara rozando directamente en el coño aun cubierto de Sara.
- Te toca nena, yo la tengo todos los días y me la puedo comer cuando quiero.
Diciendo que ella podía disfrutarla todos los días se levantó de mis muslos y ayudando a la invitada a sacarse el tanga le cedió su lugar. Esta aprovechó y tomó el sitio mirándome de frente. Ella misma se sacó el top, desnudando sus pechos y quedando la mas desnuda de los tres.
Me ayudó a sacarme la camiseta aún antes de clavarse ella misma mi rabo que la esperaba con impaciencia. Una vez terminados los preparativos con su manita sujetó mi pene y despacito fue sentándose sobre él abriendo paso por los finos labios entrando suave y despacio en su apretado coñito.
Sara terminó de desnudarse y haciéndome abrir las piernas lo mas posible se sentó en el suelo entre mis muslos. Desde allí, donde podía alcanzar a lamer mis huevos y el culito bien abierto de su amiga que suspiraba fuerte diciendo que nunca nadie le había hecho algo así. Intentaba sujetarla para que no botara muy deprisa y disfrutara del beso negro a la vez que no hiciera que yo me corriera tan pronto.
Le acariciaba los morenos pechitos, tan duros, o deslizaba un dedo entre nuestros vientres para acariciarle el clítoris. Con el doble tratamiento de lengua y rabo Sonia se corría una vez y otra. Abrazada a mi besándome en la boca de forma salvaje mientras sacaba aun mas el culito para que Sara se lo comiera.
Se bajó de mis piernas, tras su primer orgasmo, yo por el alcohol aún aguantaba. Lo que mi mujer aprovechó de inmediato para comerme la polla húmeda de los jugos de su amiga que gustosa colaboraba en la tarea. Verlas cruzar la lenguas sobre mi miembro cada una a un lado y ser acariciado a cuatro manos me llevó al borde del orgasmo. No sé como no me corrí en ese instante.
Una vez duro y limpio el instrumento decidimos cambiar de escenario e ir al dormitorio donde estaríamos mas cómodos. Sara oficiaba de maestra de ceremonias y tumbó a la invitada junto al cabecero de de nuestra cama para poder comerle el coñito a placer puesta ella a cuatro patas. A mí me dejó su grupa y a mi elección por cual de los dos agujeros prefería penetrarla.
Tras lamer durante un rato coño y culo de mi esposa pasear la lengua por el perineo y las nalgazas o metérsela en el ano como si quisiera penetrarla con la lengua. Busqué el aceite de almendras para lubricar su ano y mi polla y tras dilatarla con el pulgar. Luego con dos dedos suavemente le introduje el glande.
Mientas apreciaba las largas lamidas que le daba a la vulva de Sonia. Esta podía ver perfectamente como mi pene entraba despacio en el culo de su amiga. Al sentir la polla en su ano arreció sus maniobras con la lengua arrancándole orgasmo a su amiga tras orgasmo hasta el momento en que me corrí en su culito.
Me fui a lavar que es lo propio tras el sexo anal por muy limpio que esté el agujero en el que has metido la polla. Al volver me las encuentro en un fantástico sesenta y nueve que aunque ya no consiguió reanimar mi herramienta sí que me brindó un espectáculo maravilloso.
Sonia se quedó a dormir y repetimos juegos por la mañana.
SONIA
Los encontré en un bonito pub, me aburría soberanamente con las amigas con las que estaba, un verdadero peñazo. Hacía tiempo que no veía a Sara y agarré la oportunidad por los pelos. Nos pusimos a charlar poniéndonos al día y así aproveché para dar esquinazo a las chicas con las que estaba.
Poder contemplar a Juan su marido, tan guapo y apuesto como siempre , con esos vaqueros que le marcan su culo firme y jugoso, aunque Sara con el escotazo que llevaba no se quedaba muy atrás. Sus tetas grandes y bonitas siempre fueron objeto de mi envidia ya que la naturaleza no me ha dotado ahí con gran cosa. Mis tetas son pequeñas y muy duras.
Nos fuimos a otro bar y de allí a otro y el alcohol en sangre subía con cierta rapidez. Estábamos cerca de sus casa y me propusieron tomar la última allí aunque mejor nos vendría a los tres un café. Sentados en el sofá, relajadas y disfrutando de una copa y de música suave veo asombrada cómo como Juan sin cortarse por mi presencia le daba a su mujer un masaje en los doloridos píes.
Los míos necesitaban de un tratamiento parecido después de pasar la noche bailando, sin ningún pudor los puse sobre sus muslos reclamando sus caricias. Sara nos puso aceite de masaje en las piernas a las dos pringado sus vaqueros. Juan no se cortó en absoluto y mientras su vista se deslizaba por mis muslos arriba. Mi falda recogida al sentarme los descubría, junto mis pies a los de sus esposa y los masajeaba juntos.
Nuestros muslos desnudos se frotaban de una forma muy agradable y me sentía francamente bien y relajada junto a mis amigos. Ella se levantó por un frasco de aceite de masaje y nos embadurnó a ambas subiendo por mis pantorrillas.
Los cuatro pies se frotaban de forma muy sensual y las manos de Juan los recorrían de forma sabia arrancándome verdaderos suspiros de placer. No me parecía justo que nosotras recibiéramos tran grato tratamiento y propuse que se lo diéramos a él entre las dos. El pantalón nos estorbaba y ella dijo que se lo sacará. El contestó:
-¿ por que no me los quitáis vosotras?
Cada una tiramos de una pernera hasta sacárselos del todo. Ahí pude ver, asombrada, durante un segundo ese culo que admiraba pues el chico solo llevaba un minúsculo tanga azul que marcaba lo qu parecía ser un respetable paquete. Sara se sentó sobre sus muslos de frente para besarlo como desesperada y yo a su lado los veía darse lengua y saliva.
Con el alcohol y la escenita que me estaban montando mis amigos yo estaba excitada y casi sola. Una de mis manos se deslizó bajo mi falda para acariciarme la vulva por encima del encaje rojo de mi tanga. Al poco Juan le sacaba el top a su mujer mostrándome así el precioso par de enormes pechos.
Colgaban un poco y tenían unos pezones durísimos con unas areolas enormes. El chico con gran aplicación procedió a meterselos en la boca y lamerlos con evidente deleite de mi querida amiga. Mis dedos ya entraban por el lateral de mi prenda íntima abriendo los labios de mi coño e introduciéndose suavemente.
Así me sorprendió Sara con las piernas bien abiertas, haciéndome un dedo y llamó la atención de su marido sobre ello. Pocas cosas me podía sorprender ya pero me dijeron que sin la falda estaría más cómoda. Visto que la timidez no iba con ellos me saqué la prenda dejándola caer al suelo y girándome les mostré los muslos y el culito que el breve encaje no cubría. Aplaudieron mi actuación y tendieron sus manos para que fuera con ellos.
Besé a mi amiga en los carnosos y sensuales labios, suave al principio hasta que sentí en ellos la punta de su lengua juguetona. Complacida la recibí dentro de mi boca cruzándola en un amistoso duelo con la mía. La saliva iba de una a otra mezclándose como en un matraz de alquimista. Apoyé una de mis manos en su hermosos pechos acariciándoselos ya sin disimulo pellizcando su pezón duro sosteniendo la teta entera en mi mano.
Ella me correspondió cogiéndome del culo para acercarme a ellos acariciando mis nalgas e incluso deslizando un dedo entre ellas buscando la goma del tanga y el ano. De pronto Sara notó en la entrada de su coñito la punta de la polla. Diciendo que ella ya la tenía todos los días se levantó de los muslos de su chico dejándome el sitio para que disfrutara yo de tan hermoso instrumento.
Ocupé su lugar sobre las musculosas piernas y me saqué el top, desnudando mi pecho de una sola vez pues no llevaba sujetador. Le saqué la camiseta, desde luego también quería disfrutar de su torso poderoso. Juan me besó suavemente los pezones y noté cómo Sara apartaba la tela de mi tanga. Agarrando el pene lo colocó en la entrada de mi coñito. De un golpe de cadera me lo introduje lo antes posible y yo misma comencé a moverme.
Sara a mis espaldas se había sacado lo que le quedaba de ropa y se había sentado entre los muslos de su esposo. Ahí fue una locura cuando sentí su lengua en mi ano. Tenía la polla de Juan en el coño clavada hasta el fondo y Sara me hacia el primer beso negro de mi vida. Me corría una vez y otra disfrutando como nunca lo había hecho en mi vida.
Nunca tantas sensaciones se habían combinado para hacerme gozar. Le besaba profundo, mi lengua recorria su boca, llegando a los mas lejanos rincones. Extenuada me bajé de sus rodillas para ver como Sara se lanzaba sobre la polla de su marido para comérsela. Gustosa la ayudé en la tarea, lamiendo sus huevos por los que habían escurrido mis propios jugos. Besándola juntando nuestros labios y lenguas alrededor del pene que de milagro seguía duro y sin correrse.
Sara me llevó a su dormitorio donde me tumbó para acomodarse entre mis muslos. Ella a cuatro patas comerme el coño como nadie lo había hecho antes. Juan se colocó detrás de ella y podía ver cómo le comía el culo. A cada lamida de él ella me clavaba su lengua en lo mas profundo de mi vagina. Al poco por fin se decidió a clavársela lo que repercutía en mi coño cada vez que se la clavaba.
Como si Sara quisiera introducirse en mi interior. Yo veia asombrada como su culazo de impresión se tragaba aquella polla sin protesta alguna haciendo que yo siguiera con los orgasmos mas geniales que me ha hecho disfrutar una lengua. Así hasta que la sacó ya relajadita y embadurnada de su semen, era evidente que Sara lo había disfrutado. Juan se fue a lavar y yo quise probar el coñito de mi amiga, asi que cuando volvió nos encontró en un sesenta y nueve ardiente. Lamiendo los labios buscando el clítoris y dándole feroces lamidas.
Desde luego me quedé a dormir con ellos para seguir disfrutando al despertar.
SARA
Juan y Sonia han contado cada uno desde su punto de vista lo que pasó esa noche de reencuentro. No voy a repetirlo, baste decir que me lo pasé de miedo. El trio fue genial y ambos se portaron de maravilla, morbosos, y viciosos. Pensaron más en darnos placer unos a otros que en lo que ellos sentían en cada momento.
Ahora voy a repasar algo de lo que nos llevó hasta eso. Los tres fuimos compañeros de universidad, allí nos conocimos. Fuimos buenos amigos, salíamos de marcha y otras actividades, al cine, deportes. Hasta que Juan y yo empezamos a ir más en serio. No es que dejase a Sonia de lado, seguíamos compartiendo muchos ratos.
Por entonces yo me consideraba bisexual. Había tenido escarceos y líos con chicas y mujeres. Me encantaba comerme un xoxito, pero Juan me encantaba y estaba decidida a que funcionara. Así que había dejado de lado cualquier otro intento.
Nos gustaba nadar e ir a la piscina juntas. Ver su cuerpo fibrado con aquel bañador deportivo que parecía aplicado con spray sobre su cuerpo me excitaba. Nos dirigíamos a los vestuarios y encima la tenía que ver desnuda. Aún oliendo a cloro ella me ponía muy cachonda.
Al pasar a las duchas la cosa se complicaba más. A veces nos duchaba juntas y era ella la que me pedía que entrara en su cabina. Al final terminábamos haciéndonos un dedos una a la otra mientras nos besábamos y lamíamos la piel de nuestros cuellos. Con el agua cayendo sobre nuestros cuerpos.
Después de eso admito que yo tenía cierto caso de conciencia, aunque lo de Juan todavía no se había concretado me parecía estar engañando a los dos con el otro.
Así que esa noche al verla tan sexime padeció la ocasión perfecta para disfrutar los tres juntos y zanjar por fin mi pequeño problema de conciencia. Literalmente metí la polla de mi marido en el coño de mi amiga que hacía años había acariciado. Hice todo lo posible para que ambos disfrutaran juntos y de mí.
miércoles, 21 de abril de 2021
Los del vestido y la artista
Proyectado en la pared, ahí estaba toda mi desnudez en cuatro metros de blanco muro. Cada cinco segundos la imagen cambiaba para mostrar una vista nueva de mi piel descubierta. Todo el que pasaba por la galería de arte contemplaría mis desnudos, en tela, en papel fotográfico, en barro, escayola o en manchas de luz en la pared, todos mis autorretratos, todos desnudos. De eso iba la performance.
Y yo, la artista, paseándome entre ellos apenas cubierta con una gasa trasparente. Tenia que demostrar que la exhibición de mis encantos no se limitaba a las piezas expuestas. Cada vez cuesta mas trabajo hacerse un nombre en el mundo del arte. O montas algo de escándalo o nadie te hace caso.
Que se fijaran en mi cuerpo ayudaría a vender las obras. Quien me deseara podría tenerme o por lo menos una de mis imágenes hecha y firmada por mí.
Me sabía lo suficientemente bella y con con un cuerpo bonito como para que esa maniobra comercial me brindara unas buenas ventas y puede que algo de placer si se terciaba.
Mi exhibición estaba dando buenos resultados económicos, ya tenía apalabradas algunas ventas. Pero aparte de las miradas lascivas a mis expuestos pezones y mi cadera casi descubierta nadie se había atrevido a insinuarse.
Casi todo estaba vendido. La hora de cerrar se acercaba, estaba a punto de rendirme y dejarlo para el día siguiente. Vestirme con algo más de ropa y marcharme a casa.
La puerta automática se abrió dejando pasar una ráfaga del agobiante aire de la tarde de julio y a una bonita pareja. Una joven sexi con un corto vestido veraniego atado detrás del cuello, lo que le dejaba un precioso escote. Alta delgada, pelirroja, sus preciosas piernas y su espalda bronceada.
El chico también pelirrojo pecoso, un poco mas alto que ella y puede que unos veinte años mayor, vestía vaqueros y camiseta bajo los que se adivinaba un físico bien cuidado.
Admiraban las obras despacio, relajados y con cierta mirada lasciva que me gustó. Él rodeó su cintura con un musculoso brazo y la beso en el cuello. Un lujurioso, largo y húmedo beso que yo admiraba desde el otro lado de la sala con mi copa de vino en la mano. Parece que lo que estaban contemplando no les resultaba del todo indiferente. Se estaban excitando.
Cogí otras dos copas y crucé la galería entre las imágenes de mi cuerpo desnudo y fui a ofrecérselas con una sonrisa y muy poco más encima. Los lascivos ojos de ambos recorrieron mi anatomía reconociendo de inmediato al vivo lo que había en las fotografías y el resto de las obras. Devolvieron mi sonrisa ampliada en sus sensuales labios.
Nos presentamos, me dieron sus nombres de pila pero no me dijeron la relación que hay entre ellos. Un puzzle que estaba dispuesta a resolver. De entre las piezas que no tenían la pegatina de vendido se habían interesado por una foto en blanco y negro en la que se me veía la cara, los pechos y los hombros y mi lengua rozando el pezón de la perfecta teta de una amiga.
- ¿Me enseñas el resto de la exposición?
Se colgó de mi brazo apoyando uno de sus pechos en mi piel desnuda interesándose por los desnudos, mis aficiones y mi vida sexual, tratando de conocerme mejor. Mientras él gestionaba la compra con el personal de la galería nosotras recorríamos el resto. Rozándonos le comentaba el resto de las obras a veces con los detalles mas escabrosos de su factura.
Me hacía inteligentes preguntas sobre el arte, mis técnicas. Ella mantenía mi excitación con roces que parecían inocentes y casuales pero constantes.
Mi poca ropa le facilitaba alcanzar mi piel y mi actitud tampoco se lo impedía.
Detrás de una de mis estatuas en escayola me atreví a besarla, un suave roce de nuestros labios. Pero ella aprovechó para cogerme el culo por debajo de la gasa. Viendo sus avances yo acaricié uno de sus pechos sobre el vestido, notando la dureza de su pezón en la yema de mis dedos. Nos sonreímos antes de separarnos.
Seguíamos viendo el resto de la exposición despacio cuando él se acercaba a nosotras. Fue directa al grano cuando le soltó:
-Papá ¿por qué no la invitamos a cenar?
El asintió sin poner pegas mientras yo aún me atragantaba con aquel papi. Para calmarme y pensar en el morbo que me había dado una sola palabra decidí ir a cambiarme y reflexionar un poco sobre ello. ¿De verdad serían padre e hija? o ¿Él sería un sugar dady?. Aquella extraña parejita estaba despertando mi lujuria.
Al ponerme mi ligera faldita de vuelo decidí prescindir del tanga y guardarlo en mi bolso. El suje ni me lo había traído.
El top con la espalda desnuda lo llevaría sin sujetador dejando que los duros pezones excitados se marcaran en la fina seda. Al salir del baño parece que volví a sorprenderlos agradablemente a juzgar por las sonrisas y el vistazo que le echaron a mi atuendo.
Casi sin dejarme despedirme de la encargada de ventas ella volvió a coger mi brazo y el de su padre y nos condujo a un discreto y caro restaurante no muy lejos de allí. Me dio la impresión de que ya lo conocían. Me cogió del brazo con firmeza, como para indicarme que ya no podría escapar de ella. ¡Como si yo lo pretendiera!
En cuanto giramos la primera esquina la niña me besó de nuevo pero esta vez lo puso todo, buscaba mi lengua con la suya y dándome a beber su saliva. Mordisqueaba mis labios juguetona agarrando mi culo para apretarme contra su delgado cuerpo. Yo tampoco me hice la manca y sujetaba su delgada cadera rodeandola con un brazo mientras la otra mano la dirigí de inmediato a sus durísimas tetas.
- Ya tenía ganas.
Al terminar de besarme, con mi lengua aún en su boca, giró la cabeza para repetirlo con su apetitoso padre que se había acercado a nosotras. Él nos rodeó con sus fuertes brazos, a la dos. Sujetó su cabeza echando un brazo levantado y hacia atrás, lo que dejó su suave axila a mi alcance. No me pude resistir y pasé la lengua por ella un momento, por su cuello de cisne y por el filo de su mandíbula.
Ellos seguían en un lascivo morreo en que sus lenguas se cruzaban dentro y fuera de sus bocas. Yo solo podía mirarlos excitada, espectadora en primera persona, agarrándome aún más a la cintura de ella, mareada por mi propia lujuria.
Sentados a la mesa redonda, pequeña y en un rincón discreto. Cubiertos nuestros muslos con el mantel pronto sentí sus manos, las de los dos, deslizándose bajo mi falda. Estábamos muy juntos ya que la mesa era muy pequeña. Separé mis piernas para darles mejor acceso. Ambos se alegraron al llegar a mi vulva y descubrirla húmeda depilada y sin nada que les impidiera acariciarla cada vez que el camarero se alejaba. Yo también investigaba bajo el mantel, no pensaba quedarme quieta y descubrí que ella también había decidido prescindir de la lencería y que estaba tan húmeda como yo.
Ella sacó los dos dedos que tenía en mi xoxito y se los llevó a la boca con una increíble cara de vicio. Verla lamerse los dedos húmedos de mis jugos casi me provoca un orgasmo. Al otro lado, al deslizar la mano por el vaquero del padre encontré allí la mano de ella agarrando la dura y depilada polla que ya asomaba por la abierta bragueta.
La hija me cedió el tronco y ella se dedicó a acariciar los suaves huevos. Mientras volvía a besarme jugando con mi lengua y dejando hilos de saliva en nuestras barbillas sin soltar ambas la polla de su progenitor. A todo ello charlábamos como si por debajo del tablero no pasara nada.
Los tres estábamos muy excitados. La sensualidad del ambiente, la comida era sabrosa y las caricias más que morbosas. Hasta los camareros eran guapos y vestían sexis. La faldita negra de la chica que nos trajo el segundo plato apenas conseguía cubrir sus nalgas y se veía un poco de piel blanca entre las medias y el borde de la prenda. Las camisas blancas eran translúcidas casi trasparentes y los pezones oscuros de los chicos se marcaban en la tela. Además de sus paquetes en los ajustados pantalones negros.
Empezaba a necesitar ese rabo dentro de mi, a desear comerme esa vulva suave y caliente y tener en la lengua el sabor de sus orgasmos. Aquellos como los que sus hábiles dedos me estaban provocando en la discreta esquina del restaurante. Nuestras caricias y lascivos besos por fin consiguieron que él se corriera dejando su semen en nuestros dedos. Ya no me asombraba nada y vi cómo, morbosa, igual que había hecho antes con mis jugos se los llevó a la boca. Lamió la semilla de su padre mirándome a los ojos como desafiándome.
A esas alturas ya debía saber que yo no me iba a echar atrás. Chupé mis dedos recogiendo todo el semen que pude en mi lengua y volví a besarla compartiéndolo. Aún más dejé caer unas gotas de la abundante lefa mezcladas con nuestras salivas en mi postre y mirando a sus bellos ojos azules usé la cucharilla para comérmelo. Incluso de le di una cucharadita a ella.
Ella subiendo el nivel recogió las ultimas gotas directamente del glande, pero esta vez llevó los dedos a la boca de él que los chupó goloso.
Estaba claro que había dado con la horma de mi zapato con aquellos dos. Me ofrecieron llevarme a su chalet a tomar unas copas pero mi loft estaba mas cerca y ya no podíamos esperar. Queríamos arrancarnos la poca ropa y disfrutar de nuestros cuerpos desnudos.
En el asiento de atrás de un mini rojo ella me clavaba los dedos lo más que podía en la vulva mientras me sorbía el aliento y la saliva. Gracias a los cristales tintados nadie podía vernos excepto él por el retrovisor.
En el ascensor las dos nos lanzamos a por él en un lujurioso beso a tres lenguas mientras mi mano se deslizaba entre las nalgas de la hija bajo el ligero vestido clavando el índice en su ano. Estaba convencida que no iba a rechazar esa caricia. También aproveché para soltar el nudo que sostenía la prenda tras el fino cuello.
Sin cerrar la puerta tiré de su leve vestido sacándolo por la cabeza y dejándola desnuda en mi recibidor. Únicamente con sus sandalias me puse a contemplar su perfecto cuerpo con ojos de artista. Deseaba inmortalizar ese desnudo en mis obras y así se lo propuse. La quería como modelo. Mientras le pedía a su padre que nos preparara unas copas señalando mi bar. Me encantaba tener un camarero desnudo así.
Aunque ya conocía su sabor lamido de nuestros dedos, necesitaba saborearla directamente de la fuente y sin siquiera desnudarme yo, la tumbé en mi sofá para ponerme a cuatro patas entre sus muslos y lamer su jugoso coñito.
La hice gemir mientras se corría. El padre dejó las copas al alcance de nuestras manos y estaba claro que en mi postura se lo estaba poniendo muy fácil. Noté como levantaba mi falda, echándola sobre mis riñones y se agachaba tras de mí para mordisquear mis glúteos y deslizar la lengua húmeda y caliente por toda mi raja. Del clítoris al ano, la humedad de sus besos hacían contraste con el calor de la noche.
Era tanta la excitación que llevaba durante toda la jornada que me derramé en su boca a las pocas veces que su lengua pasó por mi clítoris. Al relajarme tras el orgasmo ella aprovechó para librarme del top. Mis tetas rozaban sus muslos mientras seguía saboreando su xoxito.
La dura polla de su padre buscaba entre los labios de mi vulva el camino a mi interior. Estaba tan mojada que no le costó penetrarme. Noté su glande llegando al fondo de mi vagina y moviéndose suavemente follándome tierno pero insistente. Mirando como yo hacia disfrutar a su bella hija con mi lengua seguía provocando mis orgasmos. Mis jugos seguían mojando sus huevos y bajando por sus fuertes muslos incansables.
Él ya se había corrido en el restaurante y ahora parecía eterno. Pero al fin con mi permiso se derramó en mi coño llenándome con su semen.
-me llega, ¿Donde lo quieres?
-¡donde estás!. No te salgas.
No dejó que abandonara mi placentera tarea y fue él quien limpió mi pubis con su lengua recogiendo en su boca la mezcla de sabores que rezumaban de mi interior provocándome un nuevo clímax.
Con ellos estaba siendo multiorgásmica.
Besó a la joven dejando su polla que empezaba a perder dureza al lado de mi cabeza. Me di cuenta que aún no la había tenido en la boca. Abandoné el manjar que estaba disfrutando para limpiar la bella herramienta que tanto me había hecho disfrutar con mi lengua.
No conseguí endurecerla de nuevo pero tampoco importaba. Los tres habíamos disfrutado de los cuerpos de los otros y de nuestros orgasmos. Ahora descansábamos revueltos en mi húmedo sofá. Mojados de sudor, flujos de ambas y semen.
No pude resistir la tentación de plasmar su belleza salvaje con el rojizo cabello revuelto desmadejada sobre los cojines. Y la del trabajado cuerpo del padre con la polla que tanto me había hecho disfrutar agotada sobre su muslo. Alcancé la cámara que siempre tengo a mano por si llega la inspiración o dos pervertidos como ellos.
-¿Me dejaríais haceros una fotos?.
Me dejaron fotografiarles sin complejos. Incluso posaron para mi objetivo mientras terminábamos las copas que no habíamos llegado a probar y bebíamos unas nuevas. Aún desnuda me movía a su alrededor con mi cámara plasmando en pixeles sus bellos cuerpos sudados. La sesión estaba siendo bastante mas pornográfica de lo que pretendía y no podría publicar casi ninguna de ellas. No importaba, las guardaría para mi disfrute y les regalaría unas copias a ellos.
Lo fue todavía más cuando se animaron de nuevo y empezaron a besarse y acariciarse como si el objetivo de la cámara no estuviera guardando para la posteridad sus lascivos movimientos.
Las fotos de ella sentada sobre la cara de su progenitor con las manos acariciando sus pechos y la expresión de pura lujuria en su bello rostro me darían muchos ratos de autocomplacencia. Hice una nueva serie con la polla depilada que aunque no estaba todavía bien dura ya morcillona. Era un bonito espectáculo con los sensuales labios y lengua de la hija recorriéndola con gula. O simplemente colgando entre los duros y torneados muslos.
No posaban claro. Sus movimientos eran naturales, sensuales en sí mismos. Cambiaban de postura cuando algo les decía que esa alteración le iba a dar mas placer a su pareja.
Aunque les propuse una nueva sesión de fotos mas seria que o poco me conocía o iba a terminar como esa noche desnudos y revueltos. Ellos me invitaron a su casa lo que desde luego acepté. Puede que su jardín fuera un buen fondo para volver a plasmar sus desnudos. Al aire libre y bajo la luz del sol.
Ya en su casa, unos días después, en lo que estaba siendo una agradable visita volvimos a renovar nuestros juegos. Llevé las ampliaciones en una carpeta para regalárselas y estuve mostrándoles las fotos que les había hecho. Y ellos me enseñaban el lugar de preferencia donde habían colgado mi autorretrato. Todo eso ya completamente desnudos por supuesto. De hecho les regalé la copia de esa misma foto que habían comprado y esta vez la teta que yo estaba chupando era la de la hija y que había hecho en esa noche memorable. Juntas las dos fotos en el mismo formato, con el mismo marco, y con las leves diferencias, serian un buen adorno en su salón.
domingo, 18 de abril de 2021
Fontanero
Me abrió un chico como de unos veinte años. Apenas vestido con un pantalón de deporte blanco tan fino, corto, y ajustado que marcaba una polla preciosa. Además del resto de su cuerpo delgado con músculos finos, bronceado y guapo a rabiar. Moreno con el otro corto y unos preciosos ojos azules.
No pude dejar de admirarlo de abajo arriba aunque él me sometía al mismo escrutinio. Mis piernas musculosas saliendo de un vaquero recortado y mis brazos fuertes de una camiseta de tirantes. El vientre plano como una tabla de lavar, mi pecho de barril y mi cara, hasta mis ojos azules clavados en los suyos pardos y en su cuerpo fibrado.
-¡hola!. Creo que tenían un aviso. Un desagüe.
-¡Ah! Si, ven por aquí.
Con la caja de herramientas en la mano lo seguí sin perder de vista sus prietas nalgas moviéndose armoniosamente mientras caminaba.
Me condujo hasta un enorme y sibarítico baño con jacuzzi incluido. Un desagüe atascado no planteaba mayores dificultades pero me gustaba la compañía y me lo tomé con calma. Parecía que estábamos solos en la casa y el chico se quedó conmigo sentado en un inodoro y charlando.
Se presentó como Marcos y yo le di mi nombre estrechándonos la mano un momento mas largo del necesario, pero placentero para ambos.
Conseguí sonsacarle que efectivamente estamos solos.
En un descuido al aflojar una junta conseguí empaparme la camiseta evidentemente adrede. Tengo el suficiente dominio de mi oficio como para que esas cosas no me pasen por accidente.
-¡ups!
Aunque con la temperatura reinante no había ningún problema por estar calado él me dijo que me sacara la camiseta para no resfriarme. Así de todas formas simplemente quedaríamos vestidos iguales.
Así que la agarré, me la saqué por la cabeza y la dejé sobre el lavabo. Pasando cerca de él en el proceso y secándome con ella el pecho y la cara. Luciéndome todo lo que podía.
-¿Vas al gym?
Me preguntó.
-no, solo trabajo duro, tu si que parece que te machacas bastante.
-bueno hago lo posible, normalmente prefiero nadar, pero para no hacer ejercicio tu tienes un buen cuerpo.
Diciendo esto mientras doblaba un brazo para probar el bíceps.
-¿Puedo tocar?
-pues claro.
Así que pasé una mano por su brazo medio acariciando, medio apretando. El puso su mano en mis abdominales siguiendo sus formas marcadas.
-estos los tienes bien.
-gracias, pero debería volver al trabajo, el placer para después.
- Eso espero.
Sonriéndole. En una difícil postura bajo el lavabo, le pedí que me alcanzará una herramienta. A lo que accedió de inmediato rozando mis dedos con los suyos al entregármela.
El tacto fue suave, casi sedoso.
Al poco rato me ofreció un refresco y casi de inmediato regresó con dos latas en la mano. Al tenderme una volvimos a rozarnos. La suya debía estar agitada pues al abrirla la presión hizo saltar el líquido sobre los dos volviendo a empaparnos. Nos reímos al volver a estar empapados.
El pasó la mano por su pecho extendiendo el dulce refresco por su piel bronceada y luego se llevó un dedo a los labios para lamerlo.
La situación era morbosa a tope. Le pregunté:
-¿Puedo?
Y yo también pasé un dedo por su pecho, muy cerca del pezón y luego me lo llevé a los labios, una vez rota la barrera, él cogió mi mano entre las suyas y se llevó ese mismo dedo a su boca lamiéndolo y jugando con él.
Me acerqué mas a él, puse una mano en su cintura sobre su piel y quitando mi otra mano de su cara busqué su lengua con la mía. Durante unos segundos largos juguetearon amistosas para meterse en la boca del otro. Noté su lengua recorriendo mis dientes y yo clavé la mía lo mas dentro que alcanzaba.
Yo estaba sudado, él pringoso de refresco y el jacuzzi parecía que nos llamaba. Así que bajé su pantalón de deporte hasta los tobillos y con un leve azotito en su duro culo, le dije:
-¡Ala!, a la ducha.
Se giró mostrándome el culo bronceado del todo. Le solté un segundo suave azote a la vez que lo seguía hasta allí. Mientras se llenaba de agua con él sentado en el borde se puso a terminar de desnudarme. Yo de pie frente a él.
Abrió mi vaquero y lo bajó despacio acariciando mis muslos en el proceso. Lo dejó caer y me libré de él de una patada a la vez que de mis sandalias.
En el ajustado bóxer que llevaba se marcaba mi polla bien dura colocada hacia mi derecha. Lo contempló un momento y por fin sin que usara las manos, con los dientes agarró la goma de la prenda y la libero de su prisión. El gayumbo quedó justo bajo mi culo duro. Acercó la cara y aspiró fuerte por la nariz.
-huele a macho, a sudor.
-tu hueles de maravilla y me incliné a besarlo.
Levantó la cabeza y según me inclinaba veía entre sus muslos su polla apuntándome directamente a la cara. No pude resistirlo y mientras nuestros labios volvían a juntarse, estiré la mano y me hice con ella. Acariciándola con mucha suavidad, los huevos suaves todo bien depilado. En realidad estaba depilado del todo y su piel era tan suave como si lo hubiera hecho un rato antes.
Poco más tardó en desnudarme del todo, sacando mi calzoncillo por los pies y dedicarse a acariciarme a mí como yo lo estaba haciendo con él. Descubrió que yo también me depilo pero me había dejado una tira justo encima del rabo. Por fin pudimos meternos en el agua. Seguimos acariciándonos esta vez recorriendo nuestras pieles húmedas con gel de baño. Dándonos lengua y cruzando las pollas duras. No podía dejar de acariciar su culo y meter un dedo con el gel y el agua en el ano.
Primero uno, luego dos, cada vez que lo metía él casi me mordía los labios o la lengua. Se me giró dándome la espalda y dejándome el culo bien cerca. Lamía su nuca mientras seguía dilatando su ano con mis dedos.
Bien limpito me alcanzó el aceite de baño y eché un buen chorro en su espalda dejando que resbalara por su columna y metiéndose sólo entre sus nalgas donde mis dedos lo repasaban por el ano.
Él lubricó mi polla con sus manos tiernamente casi sin girarse, solo echando aceite. Y pasando una mano entre sus muslos tiraba de mi rabo conduciéndolo, guiando y apoyando el glande en la entrada que había estado dilatando con cuidado.
Empujé suave, no quería dañarlo y suavemente y sin parar se fue clavando hasta los huevos hasta que sentí la suave piel de sus nalgas apoyada en la zona depilada de mis muslos. Los dos lanzamos a la vez un grito de placer.
En ese inoportuno momento se abrió la puerta de repente. El grito debió haberla alertado. Entra una chica en tanga y una corta camiseta. Muy bonita, y muy parecida al chico que yo tenía entre mis brazos. Su negra melena le llega justo a la pezones, marcados en la fina tela de la prenda, y sus preciosos ojos azules nos miran con deseo y vicio. diciendo:
-Hola hermanito. Me parece muy mal que diviertas solo.
- No me habías dicho que teníamos una compañía tan agradable.
-¿Me vais a reñir los dos? Silvia, Únete y deja de decir bobadas.
Según se acercaba al jacuzzi se fue sacando la camiseta con lo que pude ver sus durísimas pero no muy grandes tetas. Al llegar a nuestro lado agarró la polla de Marcos apartando la mano que yo tenía allí y me dio un morreo de campeonato. Un beso guarro con mucha lengua que igualó a los que me había dado su hermano.
Con la mano que había apartado del duro nabo tiré del tanguita de la belleza para intentar sacárselo. Pero la prenda era tan endeble que me quedé con ella entre los dedos. Me limité a arrojarlo al suelo y poner esos dedos en su vulva que parecía un horno. Suave, húmeda y muy muy caliente. Nuestra saliva resbalaba hasta la espalda de Marcos al que seguía teniendo empalado.
Pero ya no podía parar, tenía que correrme, tenía que dejar mi lefa en ese culito tan duro. Silvia demostró se tan morbosa como cualquiera de los dos. Según la sacaba de tan acogedora gruta se arrodilló entre los dos y separando las nalgas de su hermano con las manos empezó a comerle el ano y lamer mi semen que rezumaba. Acariciaba a la vez los huevos del chico para no dejar que perdiera la importante erección que llevaba.
Nunca me hubiera imaginado tan incestuo proceder, pro ahí estaba ante mis ojos. Marcos fue el que se hizo cargo de mi polla, aprovechando que estábamos en el agua le dió un lavado rápido y se la metió en la boca para terminar de exprimirla. Como él aún la tenía dura Sonia quería su ración.
- Vamos hermanito ahora me tendrás que follar tú.
Es toda una organizadora, hizo sentar a su hermano en el escalón de la bañera y ella se le subió encima. ¿Adivináis donde me puso a mí? pues entre los dos de pie. Mientras ella me daba una de lar mejores mamadas de mi vida chupando mis huevos y toda la polla Marcos de dedicaba a lamer mi culo y follármelo con dos de sus deditos lubricados con el mismo aceite de baño que antes había pasado por mi rabo. Como se movían despacio y con ternura coordinando sus movimientos con la sabiduría de la costumbre ninguno de los dos perdía ritmo en mi cuerpo. Hasta conseguían besarse y rozar sus lenguas bajo mi perinneo.
Entre los dos consiguieron no sólo que se me volviera a poner dura sino que terminé corriendome en la boquita tragona de Sonia. Como su hermano era el que estaba más cerca fue el primero con el que compartió mi leche. Pero yo llegué a tiempo de mezclar mi lengua con las suyas en un lascivo beso donde las salivas y los restos de mi semen pasaban de boca en boca. Para entonces ellos también se habían corrido, Marcos dentro del coño de Sonia.
Y también para entonces yo tenía que continuar mi faena atendiendo el siguiente aviso que no sería ni de lejos tan placentero como el rato compartido con los dos hermanitos. Me quedé con las ganas de probar el xoxito de Sonia o su culito, ese día. Lo dejamos para una futura ocasión pues desde luego que pensaba repetir con ellos. Hacerlo con más tranquilidad y puede que hasta en una cama y su pudiera meter a mi novia ya sería una locura.
sábado, 17 de abril de 2021
Me gustan los chicos y cuando lo ví fuerte como un toro, en camiseta de tirantes y pantalón corto, cuidando del jadín al lado del chalet de mis padres, me encoñé como un tonto. El primer paso fue trabar conversación, entre vecinos cosa facil. Me enteré de que vivía con sus padres como yo, pero que estaban de viaje y de que podíamos ser buenos amigos. Me invitó a tomar algo y acepté.
Cómodamente instalados en su sofá comencé con los piropos, que si que casa más bonita, que si qué guapo eres, lo más típico. Luego seguimos con las mujeres, que si tetas que si coños. Para entonces ya como viejos amigos, metí de refilón un chiste de homosexuales y le pregunté cómo se tomaba él el tema. Respondió que nunca había tenido nada con un chico, pero que no rechazaba nada en el tema del sexo. La conversación iba de maravilla además el chico era virgen. Procuré seguir con el tema y le relaté algunas de mis aventuras. Le dejé claro que era bisexual pero que me encantaban los chicos. Él me miraba asombrado y excitado.
-¿Pero cóo pudiste hacerlo?
-Es muy fácil, solo tienes que dejarte llevar y gozar. ¿Quieres probar?
Aunque se horrorizó ante la posibilidad, sus ojos brillaban con un matíz de deseo cuando me miraban. Me levanté, me puse enfrente de él y le dije:
-Mírame, ¿te parezco guapo? ¿No crees que un cuerpo como el mio o el tuyo no puede ser deseado por un hombre, no solo por una mujer?.
-¿Que pretendes?
-Hacerte el amor, me gustas mucho.
Quiso huir pero alpasar por mi lado, le cojí de la cintura, lo atraje hacia mí y le besé dulcemente en los labios que ardían de deseo. No tardó mucho en responder a mis besos. Su boca se abrió y mi lengua penetró en ella y acarició la suya y sus dientes. Rodée su talle con los brazos y mis manos le acariciaron la espalda, de la nuca a las nalgas y los muslos desnudos por el pantalón corto. Él también me abrazó. Nuestros falos a la misma altura estaban excitados y solo querían quedar libres. Susurré a su oido mientras le mordisqueaba suavemente la oreja:
-¿Donde está tu habitación?
Nos fuimos hacia allí agarrados de la cintura y morreandonos ansiosamente. Descalzos cómo estábamos nos tumbamos en la cama mirandonos. Volví a besarle y mis manos desabrocharon su short, para descubrir que debajo no llevaba nada. Acaricié su erecta polla hasta que poniéndose boca arriba se sacó toda la ropa sin bajarse de la cama. Después de que guiando sus temblorosas manos él me hubiera desabrochado el pantalón este desapareció en el suelo. Fue él quien me agarró la polla y se puso a masturbarme mientras me besaba en el hombro en la mejilla y los labios. Movía mi pene rápidamente hasta que le dije, más suave no tenemos prisa.
-¿Quieres probar mi polla en el culito?
-Estoy deseándolo.
Le fui poniendo a cuatro patas lamiendo su espalda hacia abajo, hasta llegar a sus nalgas que fuí besando y pasando la lengua por su ano. Lo humedecí bien con mi saliva, metí un dedo para que se fuera acostumbrando y gimió de gusto. Le daba más y más saliva jugando con la lengua y los dedos en su ano.
-Métela, me dijo ansioso.
Me incorporé y acerqué mi pelvis a la suya. Comencé a forzar su esfínter con el glande, empezó a dilatarse y esta vez de un empujón metí mi polla hasta los testículos. Eso debió dolerle un tanto, pues soltó un grito. Para evitar sufrimiento empecé a sacarla despacio y volverla a meter con cuidado. Sacarla despacio y volverla a meter con cuidado. A las dos o tres metidas el dolor se le había pasado, pues comenzó a gemir de placer. Aceleré el ritmo notaba que meib a llegar el orgasmo y paré unos segundos. Entre jadeos me dijo:
-Sigue,
Continué y no volví a parar hasta que no dejé toda mi leche dentro de su cuerpo. Entonces él dándose la vuelta se hizo con mi polla y empezó a chuparla con furia obligándome a mí a hacer acrobacias para alcanzar la suya con mi boca. No mentía cuando me dijo que quería probarlo todo en el sexo. Se restregaba contra mi cuerpo como una serpiente en celo. Mi lengua acariciaba lapunta de su capullo, mis dientes mordían suavemente el arranque del glande y los labios se apoyaban en el tronco de su falo. Con una mano jugaba con sus testículos acariciando su escroto y tirando de los pelos de la base de su nabo y metía los dedos de la otra donde había entrado mi polla un rato antes. Así pronto mi boca se llenó de su leche caliente por su excitación.
Me dispensaba idénticas atenciones pero mi polla todavía no se recuperaba. Continué con mis juegos simulando de mi boca una vagina o un culito metiendo y sacando su polla de mi boca con rápido ritmo apretando labios y dientes contra la suave piel y jugueteaba con la lengua y su capullo. Inmediatamente después se deslizó por debajo de mí pasando por entre mis piernas para dejandome tumbado boca abajo en la cama penetrarme con su polla ya recuperada. Poniendome a cuatro patas le facilité el trabajo buscando mis propias nalgas la bella verga que iba a penetrarme. Las acarició con las manos abriendolas y acariciándome la raja con los pulgares. Seguidamente sentí en el ano como empezaba a entrar. Luego cedió el leve dolor que mi culo acostumbrado sintió una vez dentro la polla demi nuevo amante. Una de sus manos agarrando la mía. Inclinandose sobre mi espalda comenzó a follarme y a besarme en los hombros y a seguir masturbándome suave. Al fín nos corrimos juntos y girándome volví a besarlo en la boca de rodillas de frente sobre la cama nuestras pollas agotadas volvieron a unirse mientras nos acariciabamos. Seguimos durante toda la tarde acariciándonos y hablando de sexo y de las nuevas experiencias que podríamos disfrutar juntos. Siendo vecinos y amigos.
En la tienda de ropa
Entré a probarme unos vaqueros. Era un lunes por la mañana temprano y no había nadie
En la carretera
Una carretera solitaria
Una carretera solitaria y un coche con las luces de avería, una figura que hacia señas y yo como un buen samaritano me paré delante del vehículo en problemas casi sin pensarlo. Era verano y la noche era muy calurosa, ni con las ventanillas bajadas podía evitar el sudor en la espalda. El conductor del otro coche era muy joven, unos 18 años, muy guapo y agobiado, le dejé llamar a su familia desde mi móvil y ante la imposibilidad de hacer nada con su vehículo me ofrecí a acercarlo hasta el próximo hotel en la carretera, e incluso a pagar su habitación dinero qué me habrían de reintegrar sus padres. En el motel solo quedaba una habitación y decidimos compartirla y resultó que solo tenía una cama de matrimonio, así que agotados como estábamos nos quedamos en ropa interior para acostarnos.
Él quedó asombrado ante mi tanga, prenda que solo había visto en chicas. Me preguntó si no me molestaba en el culo, si era cómodo. Yo estoy bastante bien, me curro en un gimnasio y me gusta comerme un culito joven y el allí ante mí con su slip blanco, viva imagen de la inocencia, me apetecía, tras responder a sus preguntas y hacer un par de posturitas para que pudiera apreciar las excelencias y lo sugestivo de la prenda. Me lo quité se lo pasé y le dije pruébate lo, Tenia alguno limpio en la bolsa de viaje pero me gustaría verlo con el mío puesto aún húmedo con mi sudor, caliente de mi piel. Y aún mas ver cómo se quitaba su slip, Juan decidido se lo bajó y lo dejó sobre la cama de donde cogió el mío.
Difícil se me hizo en ese momento no lanzarme a por su rabo para metérmelo en la boca pero desnudo como estaba me tumbé encima de las mantas para disfrutar del espectáculo. Sin ningún complejo se lo puso, metió la mano dentro para acomodar su polla y huevos y supongo que sin darse cuenta que detrás tenía un espejo que me daba una preciosa vista de su culo, se abrió las nalgas con las manos para que el cordón se metiera en su raja. A mí que estaba ardiendo de deseo se me estaba empezando a poner dura y abrí las piernas ligeramente dobladas para que él pudiera apreciar el efecto que estaba causando en mí. Le anime a moverse, andar agacharse, y para que pudiera comprobar si le resultaba agradable, dio unos pasos dobló las rodillas, se agachó, se acarició los genitales por encima de la licra. ¿Y bien que te parece? Fantástico, creo que me gusta, me miró con picardía y vio mi polla dura y creo que a ti también. De pronto se puso serio y me dijo que le caía muy bien que era muy simpático pero que a él le gustaban las chicas,
En la situación en que estábamos, la declaración parecía una falsedad pero tenía que permitirle conservar su orgullo. Así que le contesté, mientras me llevaba sus calzoncillos a la nariz para aspirar su aroma de machito que a mí también me gustaban pero que el sexo entre chicos es fantástico, pero que si no quería no teníamos que hacer nada excepto dormir. Me levanté, me acerqué a él y le pregunté por el tanga, metí un dedo entre la tira de la cintura y su muslo, preguntándole si no le iba muy prieto, le acaricié con el dorso de mis dedos un pezón, notando que lo tenia duro y erizado, y él no trató de separarse, su respiración se aceleró. Con el dedo del elástico tiré ligeramente y fui desplazándolo hacia su culo donde enganchó la goma vertical y bajó hasta sus gloriosas nalgas, parecía paralizado y yo me decidí extendí la mano y le agarre el culo acercándolo a mí.
Hasta que nuestros pechos se juntaron y mi pene duro ya rozaba mi tanga bajo el que notaba otra dureza muy similar. Apoyando su cabeza en mi hombro y rindiéndose me dijo: por favor no me penetres. Me separé un poco le cogí la barbilla y deposité un suave beso en sus labios y mirándole a los ojos le prometí no hacerlo, pero a la vez le dije que iba a pasarlo de miedo. Volví a abrazarlo juntándolo a mi cuerpo y besándolo. Esta vez de forma profunda explorando su boca con mi lengua sus dientes y su lengua juguetona se unió a la mía. Acaricié su sudada espalda bajando hacia su culo y cogiendo sus nalgas en mis manos lo apreté a mí. Deslizando mis labios por su cuello hacia su oído le dije: vamos al baño necesitamos una ducha. La bañera era algo sibarítico, una enorme bañera rectangular capaz para tres o cuatro personas cómodamente instaladas. Todo un descubrimiento que me hubiera dado rabia desperdiciar si hubiera estado solo. Afortunadamente la agradable compañía entró en la bañera delante de mí vi como sus piernas fuertes pasaban el borde separando un poco los músculos de los glúteos entre los que aun estaba el elástico de mi tanga.
Mientras el agua resbalaba desde la ducha sobre nuestros cuerpos empezando a llenar la pequeña piscina volví a abrazarlo y besarlo y por fin conseguí agarrar su polla metiendo la mano por dentro de la tela. Él se decidió por fin a tocarme y recorrió mi pecho con sus manos mientras me acariciaba los pezones entre el pulgar y el índice. Le bajé el tanga y se lo quité y por fin nuestras pollas desnudas se unieron duras y triunfantes aplastadas entre nuestros vientres. Me senté y lo senté entre mis piernas dándome la espalda. Le di un suave masaje con el champú librando los hombros y espalda de la tensión acumulada en la noche. Mi polla dura colocada entre sus nalgas se movía sola mientras mis manos enjabonaban y acariciaban dulcemente la suya, besaba sus hombros y nuca y le acariciaba el pecho y los hombros.
Él giró la cabeza hacia mí para decirme que era maravilloso y que estaba disfrutando y para darme su lengua extendida que aproveche para besar y comer. Le dije que se pusiera de pie despacio y fui lamiendo su espalda, besando sus omóplatos, y recorriendo con mi lengua la línea de su columna, bajando por ella hasta su culo separando sus nalgas y lamí su ano mientras le agarraba la hermosa polla y él gemía de placer. Procuraba no masturbarlo fuerte para que se mantuviera duro, pero retrasaba su eyaculación, y la mía, lo más posible. Le hice inclinarse para que todo quedara al alcance de mi golosa boca: culo testículos y hasta el bello rabo que me trague entero mordisqueándolo con suavidad lamiendo su glande o metiéndolo entero en la boca.
Allí en la bañera, lo lamí entero limpio desde los pies y el dedo gordo recorrí sus muslos, con mi lengua volví a comerme su polla y culo, le chupé el ombligo y los pezones, y con el sabor de su rabo aun en la boca volvía besarlo. Le pregunté si lo estaba pasando bien y me respondió que lo estaba volviendo loco. Así que cogiéndolo por los hombros le indiqué que le tocaba el turno a él y como aplicado discípulo, me lamió entero, besó mi cuerpo con auténtica ansia y todo eso sin salir de la piscina.
De ahí pasamos a la cama ya secos pero con ganas de volver a sudar. La verdad es que estaba loco por follármelo pero no quería traicionar su confianza así que decidí olvidarme del tema y como los dos estábamos agotados le propuse un 69 se tumbó boca arriba en la cama yo me coloqué sobre él dejando caer mi polla sobre su boca y atrapando la suya entre mis dientes, aunque desde luego no me había olvidado de su culito que seguía siendo sobado y acariciado y me tiendo uno o dos de mis dedos en el ano a la vez que le decía que hiciera lo mismo conmigo y le daba feroces lamidas a su rabo comiéndolo con la eficacia de un tragasables. Pero el no se quedaba atrás y le gustaba lamer mis huevos peludos o meterse en la boca mi glande lamiendo lo como si de un chupachups se tratara.
El se corrió primero derramando su leche en mi boca amarga como un buen licor desde luego no perdí ni una sola gota y no tarde mucho en ser exprimido del todo y he de decir en su favor que no desperdició ni una gota saboreándolo. Me giré y nos besamos en la boca donde conservábamos el sabor del otro todavía sobre las lenguas y así nos dormimos desnudos en los brazos del otro y sobre las mantas.
Ya por la mañana cual no sería mi sorpresa que me despertó su cabecita juguetona en mis muslos intentando hacerse con mi rabo duro por los sueños de la noche. Así que retomamos nuestros juegos por la mañana disfrutando de nuestros cuerpos acariciándonos suavemente lamiendo nuestras pieles golosas mi lengua volviendo a recorrerlo entero chupando su culito y su ano entrando en él lo más posible con la lengua acostumbrándolo a la idea de la penetración. Luego le dejé hacérmelo a mí y le pedí que me follara con uno de sus dedos, luego con dos, yo estaba muy excitado y al fin le pedí que me penetrara con su duro rabo.
Para ser su primera vez consiguió entrar a la primera suavemente, dulce bien lubricado su rabo por mi saliva y mi culo por la suya y aun así ayudados por un botellín de licor del bar que colaboraba con frecuentes chorritos. Hasta que se corrió en mi interior donde sentí cada trallazo caliente y festejándolo con mi propio orgasmo sobre las sabanas. No quiero imaginar lo que pensaría de nosotros la camarera que no vio salir junto de la habitación cogidos de la mano y dándonos besos en la boca por el pasillo y cuando vio nuestro semen en las sabanas. De allí a mi coche a recoger el suyo y una cariñosa despedida ante el mecánico.
El primer trio
Por la calle levaban cada una la mano en la cadera de la otra. Todos en el barrio sabían que eran tortilleras y a ellas no les importaba gran cosa lo que la gente pensara de ellas. Pero en el piso de al lado se instaló una familia que desconocía las inclinaciones sexuales de sus vecinas. En dormitorio pared con pared instalaron a la hija, una deliciosa muchacha de diez y ocho años con un cuerpo de los que quitan el sueño.
En esas noches cálidas la chavala oía perfectamente los jadeos y gritos de placer de la pareja de lesbianas que hacía el amor al grosor de un ladrillo de su cabeza y no distinguía la voz de ningún varón con ellas. Eso la complacía extrañamente, nunca le había gustado salir con chicos, siempre lo mismo egoístas y atentos solo a su placer. Sus vecinas le gustaban, sus cuerpos bronceados que generosamente mostraban por las escotadas camisetas y minifaldas que habitualmente vestían le atraían misteriosamente cuando se cruzaba con ellas en el portal.
Alguien tenía que romper el hielo. Las tres se deseaban, a la pareja no le importaba convertirse en un trío con una criatura tan deliciosa como su bella vecinita. Espiaban sus movimientos a través de las ventanas del patio o su breve y sexi ropa interior tendida a secar por su madre. Ambas suspiraban y comentaban entre ellas los encantos de la dulce chica ya no tan adolescente.
Así que un día que coincidieron en el ascensor Paola la invitó a cenar a su casa. Dentro del piso Lola preparaba la cena cubierta tan solo con un delantal y sus braguitas minúsculas. Paola explicó a Linda que allí todas eran mujeres y que no debía haber timideces entre ellas y sin más se sacó los pantalones y el top que llevaba quedando tan solo con un mínimo tanga que apenas cubría nada de su espléndida anatomía. Pidieron a la invitada: -ponte cómoda por favor. Y la joven extrañamente complacida se quitó su falda (bien cortita por cierto) y su camiseta negra sin mangas, ante la golosa mirada de las dos lesbianas. Quedó con el sujetador y sus braguitas de encaje. Las dos espectadoras con la tentación de gritar: que siga que siga. Pero tiempo al tiempo.
Lo que no pudieron evitar fueron los elogios. -Eres guapísima- -Estas como un tren- la adolescente había avisado de su tardanza e incluso podría pasar la noche en la casa de las vecinas. Y a ninguna de ellas le importaría que eso llegase a pasar.
Las tres casi en pelotas, sudando en ropa interior y moviéndose por la estrecha cocina. Se producían abundantes roces entre ellas, roces que ninguna parecía tratar de evitar, la temperatura subía en la habitación. Hablaban de la próxima entrada en la universidad, de sus trabajos, de los chicos y el sexo. Linda confesó su poca atracción por los muchachos de su edad. Sus dos nuevas amigas recibieron esta información con una descarada sonrisa, pasaban a temas más personales, a hablar de ellas mismas.
El ambiente se iba caldeando y más cuando Paola pasándose sus manos por los grandísimos pechos y levantándolos un poco con las palmas dijo a la invitada: ¿No te parece que mis pechos son un poco demasiado grandes? Lola dirigiéndose también a la invitada y quitándose el delantal cuyo peto cubría las perfectas tetas cónicas: cada día he de convencerla de que sus senos son preciosos. La chica respondió: -ya me gustaría a mí tenerlas así de grandes, las mías son demasiado pequeñas. ¡Miradlas! Y uniendo la acción a la palabra se libró del sujetador que a estas alturas le quemaba sobre los pechos. Paola se acercó aún más a ella con la intención de comparar y tocar, desde luego a ella. - No, desde luego, así me gustaría tenerlos a mí. Y pasó las yemas de los dedos por los perfiles de uno de los senos de Linda y además son suavísimos.
La chica casi desnuda perdía a pasos agigantados la poca timidez con la que había entrado en la casa y lanzó su mano en busca de de una de las peras maduras de la lesbiana, sopesándola en su mano y retorció suavemente uno de sus pezones. Lola aprovechando que sus compañeras estaban ocupadas se quitó el slip y apareció una espesa mata de pelo negro que cubría su sexo. La chica captó el movimiento con el rabillo del ojo y desplazó la otra mano de la cintura y el seno generoso a las descubiertas nalgas de la otra mujer y tirando un poco de ella hasta juntarla a si se besaron. Se frotaban los senos mientras la otra se masturbaba ante el turbador espectáculo. Paola acabó de desnudar a la invitada mientras le sorbía el aliento, la lengua en un lascivo beso y sus tiernas manos recorrían los pezones y todo el contorno de los firmes pechitos.
Linda caliente, excitada terminó por abrazarla y juntar sus cuerpos desnudos que frotaban sus pieles sin descanso. Lola no quería perderse su parte de la diversión y de acercó a ellas con la intención de besar y acariciar. Situándose tras Linda besaba sus hombros y le clavaba los duros pechos en la espalda y frotaba su monte de Venus en las firmes nalgas de su invitada, mientras sus manos recorrían toda la piel desnuda que podían alcanzar. Situada entre las dos expertas lesbianas la chica se dejaba hacer sintiendo placeres que nunca había imaginado hasta ese momento. Pieles bellas desnudas frotándose con la suya, dulces caricias y besos tiernos. Paola comenzó a descender besando su cuello delicado, los hombros blancos y los dulces pechitos, le lamía el vientre deslizando sus labios por la suave epidermis y el ombligo e introducía por fin la lengua en coñito virgen de la chica haciéndola recostarse en el sofá de la sala.
Viendo que una de ellas quedaba desatendida reclamó las atenciones de la otra lesbiana que solícita acudió a besar la dulce boca y a acariciar las adolescentes tetitas. La bella con verdadera curiosidad deslizó sus manitas por las anatomías de sus nuevas amigas y tocó por primera vez un coño distinto al muy masturbado suyo.
Trio con los vecinos
No la había perdido de vista desde dos manzanas atrás. Caminábamos una detrás de la otra, yo mirando fijamente el meneo de su cadera al andar. La pelirroja melena cruzando de lado a lado su espalda bien torneada. Desde que me había dado cuenta que era Sara la vecina del piso de arriba. De su ropa sexi y provocativa que me había llamado la atención aún antes de fijarme en que estaba siguiendo a una vecina. Yo volvía a casa de la universidad y ella de hacer alguna compra por que llevaba una bolsa y yo caminaba tras ella. No podía apartar la vista de su duro culo y su meneo. Era algo hipnótico.
Siempre me había gustado su look. Ese día llevaba una blusa con los hombros desnudos, blanca y de estilo mexicano. Lo lógico habría sido llevar una falda larga de vuelo puede que plisada y también blanca semitrasparente o de flores muy colorida.
Pero ella no es convencional, lleva lo que quiere. En este caso unas mallas blancas tan ajustadas como esmalte aplicado sobre madera. Solo el encaje de un sensual tanguita de encaje interrumpía el triángulito sobre las nalgas, la perfección de su culo. Todo ello resaltaba su perfecta piel bronceada. La rubia melena teñida y su cara expresiva, casi de rasgos duros.
A mis diez y ocho años no podía presumir de demasiada experiencia real, ni con chicos ni con chicas. Apenas unos besos y caricias robados en la disco o en el portal. Más de un magreo, pero tampoco demasiados o acariciar alguna polla dura por encima de los vaqueros. Aunque un bonito cuerpo me atraiga por igual sea del sexo que sea.
De frente venía su marido Juan justo a tiempo para cruzarnos en el portal. Estaba haciendo ejercicio y solo cubría su cuerpo bien trabajado con un ajustado pantalón de lycra, ni siquiera llevaba camiseta y lucia sus pectorales depilados cubiertos de gotas de sudor. No pude evitar deslizar la vista por su torso poderoso, la tableta de su vientre e incluso por el paquete bien marcado en el ajustado pantalón.
Por un segundo creo que él se había dado cuenta de donde tenía clavados mis ojos, justo en el sitio en el que él puso su mano fuerte, agarrando la nalga con firmeza posesiva. Y lo hizo mirándome a los ojos, a mí, mientras la atraía hacia su cuerpo y la besaba profundamente y con lengua. Mientras Sara se colgaba de su cuello pegando sus tetas al poderoso pecho sin importarle su sudor. Un beso lascivo del que no me perdí detalle, viendo como sus lenguas se cruzaban dentro y fuera de sus bocas. Allí mismo justo detrás de la puerta del portal sin cortarse demostrándome la pasión que se tenían.
Con todo eso yo ya me había excitado y mucho. Solo la tela de mis escasos shorts vaqueros contenía mi calentura. La humedad estaba calando mi tanguita de algodón sencillo. En un segundo mis pezones duros se empezaron a notar en la tela de la camiseta de tirantes a pesar del sujetador de una tela bastante fina. Pero mi timidez me impedía acercarme a ellos y buscar un acercamiento mas íntimo.
Así que tuvieron que ser ellos, que me habían visto crecer en el mismo edificio, los que me invitaran a pasar el resto del día con ellos. Estaba tan acostumbrada a verla, a cruzarme con ella que me estaba perdiendo detalles.
Por fin hicieron cómo que se daban cuenta de mi presencia y me saludaron con la misma simpatía de siempre.
-¡Hola, preciosa! ¿qué tal? Marta.
No sabía muy bien que contestar, estaba aún algo cortada por esa efusiva demostración de afecto. Salté por donde pude y al terminar de decirlo me di cuenta que habían sido palabras afortunadas. Sus amplias sonrisas me lo demostraron.
- Vengo de ver mis últimas notas, ¡he aprobado todo!.
-¡genial! eso hay que celebrarlo. ¿Por qué no vienes a casa y tomamos algo juntos?. Así que estás de vacaciones.
Sabían perfectamente que mis padres tardarían en llegar. Conocían sus horarios. Y que podría pasar un rato con ellos sin molestias. Solo esperaban mi aceptación. Y sin pensar mucho haciendo caso más a mis hormonas que al cerebro se la di.
- Si, claro, me encantaría celebrarlo con vosotros.
Abrieron su puerta y me hicieron pasar delante. Ahora sé que aprovecharon para echarle un buen vistazo a mis muslos desnudos y mi culo respingón. Al entrar en su casa se descalzaron y me pidieron que hiciera lo mismo. No me costó mucho sacarme las sandalias. Sara también se libró del sujetador sin tirantes que llevaba bajo la blusa y sus pechos quedaron libres bajo la fina gasa de su blusa. El ambiente era de total confianza, al fin y al cabo nos conocíamos de siempre. Era media mañana pero aún así pusieron unas copas y algo de música suave.
Mientras yo me sentaba con ella en el sofá para charlar amigablemente él fue a darse una ducha y a mí me hubiera gustado seguirlo y ver ese espectáculo. Pero el que yo tenía delante en ese momento tampoco era despreciable. Cada vez que ella se inclinaba hacia mí para rellenarme la copa o hablar en confianza, podía ver sus tetas, casi al completo, que cada vez tenía más claro que eran operadas. Duras como piedras y redondas. Dejó descansar una de sus manos sobre mi desnuda rodilla y a mi me gustó esa caricia.
-Disculpa que andemos así por casa pero nos gusta estar cómodos y más con este calor.
- Es vuestra casa y no voy a venir yo a imponernos nada. Si no viviera con mis padres también andaría por casa casi en bolas.
Me reí con lo que me pareció una risa tonta en ese momento.
- Si quieres quitarte algo más hay confianza. Yo no voy a decir nada.
Tenía ganas de ver más de su cuerpo. Nunca la había visto en bikini o lencería y si eso podía pasar estaría encantada, me podría conformar solo con eso.
-¿De verdad no te importa?
Parecía estar pidiendo permiso a la vez que lo estaba deseando. Pero en ese momento volvió Alex de la ducha. Llevaba atada una toalla no muy grande a la cintura y un bóxer que no parecía tener mucha tela en la mano. Se puso el calzoncillo haciendo equilibrios delante de nosotras sin que se le cayera la toalla. Aunque por debajo me parco ver solo un segundo unos huevos depilados. Así lo único que tenía puesto era un bóxer aún más ajustado que su malla de deporte y mucho más pequeño. Debí quedarme con la boca abierta admirándolo por que ella soltó una pequeña carcajada subiendo a su vez la mano que tenía en mi rodilla por mi muslo. Llegando muy cerca de la tela del short, casi rozando mi xoxito Se me erizó la piel al notarlo y no dije nada.
- Bueno chicas ¿dónde está mi copa?
Se la alcancé mientras él rozaba mis dedos que no estaban muy firmes en ese momento para cogerla. Le dio un buen trago y casi junto a mí se inclinó sobre Sara y separando sensualmente los labios le pasó el alcohol a la boca de ella. Si antes estaba excitada ahora me estaban poniendo a mil sabiendo que allí no había más espectadora que yo. Y que me dedicaban ese excitante espectáculo.
-Se nota que os queréis.
- El amor y el sexo son muy importantes en una pareja.
Contestó él.
-Pues en vuestro caso parece que no tenéis ningún problema con eso.
Con una mano de Sara en mi muslo fue ella la que habló en ese momento.
- Nos gusta divertirnos. ¿Y tú?¿No te diviertes con nadie?
- Poca cosa por ahora.
La mano subía despacio por mi pierna, acariciando con suavidad mi piel. Excitándome a la vez. Y desde luego no hice nada por pararla. Me estaba gustando demasiado. Se acercó más a mí y me habló al oído rozando mi oreja con sus voluptuosos labios.
-¿Nos ponemos algo más cómodas?
Le di un trago más a mi vaso para darme algo de valor. Y asentí con la cabeza por que sabría que la voz me fallaría. Cogió mi mano con firmeza y confianza y me arrastró a su vestidor. Es evidente que me dejé llevar sin oponer resistencia. Su ropa sexi y sus conjuntos de lencería perfectamente ordenados y colgados en perchas. Aunque me daba la impresión que no usaba con frecuencia esos tangas y sujetadores, al menos en casa.
Sin cortarse un pelo ante mí se sacó la blusa, las tetas como obuses apuntaban directamente hacia mi cuerpo. Los pezones parecían bien duros oscuros en su piel bronceada sin marcas de bikini ni bañador. Meneando el culito prieto empezó a bajarse las mallas. El tanga de encaje era tan sugerente como había supuesto en la calle y fue lo único que se dejó puesto. Empecé a imitarla sin prisa esperando que ella me mirara como yo la estaba admirando a ella.
Me saqué la camiseta cruzando los brazos por debajo de mi pecho. Al tirar de la tela hacia arriba mis tetas quedaron ante sus ojos sin nada que las tapara. El short siguió el mismo camino arrojado encima de su cama tamaño King size y como ella me quedé solo con el tanga.
Nos mirábamos sonriendo y al menos por mi parte con ganas de seguir explorando. Pero estaba algo paralizada por mi timidez, así que dejé que fuera ella la que decidiera. Sin más problema se bajó el tanga dejándome ver su vulva depilada al completo. Se giró dando una vuelta sobre si misma y me preguntó:
-¿Que te parece?
- Eres preciosa. Vestida y desnuda.
- Tu sí que estás buena. Vamos nena sacátelo todo. No seas tímida.
El tanga siguió el camino de las demás prendas sobre su cama y yo también le enseñé mi xoxito pelón.
- Elige lo que quieras, creo que todo te vendrá bien.
Sara buscó en un cajón y sacó un par de pijamas de raso francamente sexis. El pantalón reducido a la mínima expresión seguro que se veía medio culo con eso puesto. La camiseta de finos tirantes y muy cortita solo nos taparía las tetas y en su caso es probable que ni siquiera toda la curva de su parte inferior.
Sin pensarlo más me empecé a poner aquello que sabía me quedaría escandaloso. Y me daba cuenta que eso era lo que más me gustaba. Mirándonos en el espejo, que cubría toda una pared, me imaginaba lo que se vería en ese espejo de forma habitual. Estábamos sensacionales, muy sexis, por delante y por detrás, la mitad de nuestras nalgas al aire.
Cuando salimos al salón Juan ya nos había preparado las copas y puesto música suave. Y desde luego seguía casi desnudo. Se me fueron los ojos de su mujer a su cuerpo casi sin querer. Se notaba todo ese footing y ejercicio. Sus músculos perfectamente cincelados. Nos alcanzó las copas rozando nuestros dedos de forma sensual.
- Gracias. Parece muy buena. ¿No querrás emborracharme?
- Lo es. Y solo si tu quieres.
Desde luego él me estaba mirando. Viendo como me quedaba el pijama de su mujer. Decidí exhibirme para ellos girando sobre mi misma y subiendo un poco el bajo de la camiseta hasta que se me vio la parte baja de mis tetas. Justo como las de Sara.
Hablando de ella, se me pegó a la espalda haciéndome notar sus tetas en los omóplatos y rodeando mi cintura con las manos.
-¿A que es guapa?
Le dijo a su chico. Hablando por encima de mi hombro y apoyando la barbilla en mi clavícula. Soplando en mi cuello se me erizaban hasta los pelos que me había depilado esa misma mañana. Cuando acarició mi ombligo casi me corro de pie entre ellos.
Como me estaban temblando las piernas me dejé caer en el sofá y ni por esas me libré de ellos, ni lo pretendía claro. Se sentaron cada uno a un lado de mí, tan cerca que nuestros muslos desnudos se rozaban. Pronto noté una mano en mi espalda acariciando mi piel por debajo de la camisetita. No sabía de quien era ni me importaba. Pero me gustaba.
Viendo por donde iban los tiros dejé caer la mano que tenía libre, en la que no tenía el vaso en el muslo más cercano e ese lado. El de Sara que de inmediato separó las piernas aceptando la caricia. Notaba el calor de su vulva en mis dedos a través de la poca tela que la cubría. Y a ella se le escapó un gemido.
Al otro lado Alex había conseguido deslizar una caricia por debajo del pijama y rodear mi seno con sus dedos. Cuando pellizcó con suavidad el pezón lo sentí como un calambrazo en el coño. Y estaba deseando librarme de toda esa ropa que me quemaba en la piel. Seguro que la parejita estaba dispuesta a ayudarme con eso.
-¡Bésala!
Sara le dio un trago a su vaso y acercó la cara despacio a la mía. Sabía lo que esperaba de mí y la recibí con los labios entre abiertos esperando a que me pasara el líquido que tenía en su boca. Cuando teníamos los labios pegados como con cola el alcohol y las lenguas pasaron de una a otra. Me estaba volviendo loca y más cuando noté los labios calientes y húmedos de Alex en mi cuello. Su mano no había dejado mis tetas. Rodeando el contorno y teniendo mis pezones entre las yemas de sus dedos.
- ¿También me vais a dar cariño a mi?
- Todo el que quieras.
Empezó a subir la camiseta después de quitarme el vaso de la mano y dejarlo lejos de un posible accidente. Ya tenía las tetas al aire cuando tuve que separar el beso con su esposa para levantar los brazos. y que pudieran quitármela. No hicieron lo que esperaba, se lanzaron a lamer mis axilas sudadas, una cada uno. Me hacían cosquillas pero me excitaba mucho más. Estaba gimiendo como loca. Empezaron en los sobacos pero sus lenguas no descansaban desplazándose despacio hacia mis pechos. Besaban el pezón y lo mordisqueaban sin hacerme daño, solo placer.
Así animada desplace mis manos a sus cuerpos. con una me hice con una de las tetas de Sara un par de tallas más grandes que las mías. Me fue fácil pues levantaban la tela de la camiseta. Por debajo de veía la curva y por encima un escote escandaloso y precioso. En cuanto hice un gesto para tirar de la tela, Sara se separó y se la quitó del todo. Para que no estorbara siguió por el short y quedó desnuda del todo a mi lado. Volvió a pegarse a mí haciéndome notar el calor de su cuerpo.
Besó a su marido justo ante mi rostro, me miraban de reojo con una expresión de picardía en sus ojos. Así que me uní al morreo dándoles mi lengua y saliva. Yo también quería tocar, Alex estaba a mi alcance, su cuerpo definido y musculoso. Rozaba su piel con el dorso de mis dedos, bajando por los pectorales, rozando sus pezones que se pusieron duros como piedras. Como estaban los míos.
Fue su mujer la que le indicó que se pusiera de pie ante nosotras y empezó a bajarle los boxers. La polla dura saltó sola ante nuestros rostros. La sujetó por la base y le dió un besito en el glande antes de ofrecérmelo a mí. Tengo que admitir que en mis intentos anteriores de hacer una mamada había sido bastante torpe, influenciada por el porno que había visto siempre había intentado tragar más de lo que podía. Sara en cambio me animó a tomármelo con más calma.
La imité suavemente besando la piel suave del rocoso miembro. Sacando la lengua y pasándola del tronco al glande y los huevos depilados y suaves. Lo teníamos delante a nuestra merced y él se dejaba lamer y besar. Sara le hizo subir un pie al sofá para tenerlo más expuesto. Mientras ella empezaba a tragarse la polla cada vez mas en la boca yo me dedicaba a los huevos entre sus piernas por el perineo.
En ese momento dejé salir mi lado más morboso, mis fantasías más profundas y abrí con las manos esas durísimas nalgas. Pasé la lengua por toda la raja, por el ano cerrado, como estaba recién duchado sabía a limpio.
- ¡Vaya sorpresa! no ha hecho falta que te animáramos mucho.
-¡Déjala! que me está encantando. No la cortes ahora.
Y no me cortó en absoluto, Seguí comiéndole el culo y los huevos mientras nuestras salivas se mezclaban en su piel y de vez en cuando cruzábamos las lenguas. Yo me había arrodillado detrás de Alex. Estaba juguetona, aprovechando algo de esa saliva que sobraba le metí hasta dos dedos en el culo a Alex y en vez de quejarse lo estaba disfrutando. Pero empecé a subir besando su musculosa espalda y pegándome a su cuerpo hacerle notar mis tetas en su piel. Hasta llegar a su cuello de toro, la nuca y las orejas. Sara no quería que se corriera y lo hacía con suavidad aunque no dejaba el rabo.
Alex echó la mano hacia atráshasta agarrarme el culo aún tapado por el short y apretarme más contra él.
- No nos estamos portando bien con la invitada cariño.
Sara se levantó y dio la vuelta por detrás de su marido para buscarme y llevarme de la mano a su dormitorio. Junto a su cama donde habíamos dejado nuestra ropa se arrodilló a bajarme la poca tela que aún me cubría. Acercó la cara a mi pubis y aspiró mi aroma como si fuera lo mejor del mundo. Enseguida pasó la lengua por el monte de Venus. Suave y sin prisa con había hecho con la polla de Alex que nos contemplaba con cara de vicio desde el umbral. Estiró el brazo para tirar toda la ropa al suelo y dejar la cama libre.
Separó mis piernas lo justo como para poder deslizar la lengua entre mis labios y buscar el clítoris con la punta. Sería obvio decir que a esas alturas estaba más que encharcada, que mis jugos resbalaban por el interior de los muslos y que ella los recogía con devoción. Se fue echando en la cama pero tirando de mi cuerpo para que trepara sobre ella hasta dejar mi cadera encima de su carita. Y ella siguió comiéndome pero ahora alcanzaba todo de mí culo y coño sin ningún esfuerzo, ninguno más que separar mis nalgas a lo que yo misma colaboraba.
Por fin Alex se acercó a nosotras y despacio entre los muslos de Sara le clavó la polla. Yo no lo vi pues le daba la espalda, lo que el aprovechó para pegarme a su torso, lamer mi cuello y nuca y amasar mis tetitas. Al oído y muy suave me dijo:
-¿Quieres que te folle?
- Lo estoy deseando, pero ponte un condón.
Reptando, Sara salió de debajo de mí para buscar en la mesilla lo que les había pedido. Rompió el envoltorio y ante mi atenta mirada se lo calzó al chico. Quería saber como se ponía bien una gomita. Estaba tan dura que no le costó trabajo desenrollarlo alrededor del nabo. Me dejé caer panza arriba en la cama con el culo en el borde del colchón. Sara aprovechó para ponerse sobre mi cara y ahora me tocaría a mi comer conejo mientras Alex me follaba.
Como todo en esa tarde fue tierno y dulce y el glande separaba mis labios despacio abriéndose paso en mi interior. A la vez yo separaba los de Sara con mi lengua al mismo ritmo buscando una penetración más profunda. No podía gemir ni suspirar porque tenía la boca demasiado ocupada en dar placer.
No sangre porque el himen ya me faltaba de una experiencia anterior para nada placentera y para nada comprable a todo lo que estaba sintiendo entre ellos. Lo mismo con el cunnilingus, había practicado alguno pero había sido tan ansiosa que no lo llegamos a disfrutar del todo ni mi amiga ni yo. Pero con Sara me esforcé, fui dulce, tierna, sin prisa, clavando la lengua en su vulva o buscando el clítoris y jugando con él. Mientras Alex entraba y salía de mi llevándome al cielo a cada penetración. Además me acariciaba el clítoris con el pulgar y el pubis con el resto de los dedos. Mientras con la otra mano sujetaba uno de mis muslos.
- Eres estrechita y muy dulce.
-Y no veas como me come, cariño.
Estiré la otra pierna acercando el pie a su cara y aceptó la invitación. Empezó a lamer los dedos de mi pie sin dejar de moverse dentro de mí, chupando el pulgar, lamiendo la planta y hasta el talón y yo no me había duchado desde la mañana. Mi orgasmo fue apoteosico, nunca había tenido uno así. pero estaba muy dispuesta a tenerlos mucho más a menudo a partir de entonces. Alex se corrió segundos después dentro del condón, dentro de mi xoxito. No puedo decir que sea multiorgásmica pues me dejó tan agotada que no pude seguir. Aunque Sara si lo es, se había corrido varias veces en mi boca.
Se bajó de encima para dejarme descansar y se volvieron a poner a mis costados acariciándome con ternura para que recuperara. Y besándome y dándome cariño.
-¿Te lo has pasado bien?
- Como nunca, sois maravillosos. No sé cómo he podido pasar sin un sexo tan bueno.
- Tu también has estado fantástica. Pues cuenta con nosotros de vez en cuando para repetir.
- No soy la primera que metéis en esta cama ¿verdad?
- No, no el primer chico tampoco, pero eso podemos contártelo otro día.
Efectivamente se había hecho tarde y tenía que volver a mi casa a contarle lo de las notas a mis padres. Aunque lo celebraran, el resto del día me iba a saber a poco.
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