domingo, 16 de junio de 2024
La mujer del cirujano
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Carmen lucia un par de mórbidos senos por lujuriosos escotes, pero muy poca gente sabía que esas tetas perfectas estaban llenas de silicona. Carmen en su transexualidad se sentía cómoda y le gustaba su cuerpo tal y como lo había moldeado.
Desde crío había sido chapero pero había tenido suerte; de lujo. Sus servicios, los mas caros de la capital, eran reclamados por la gente de mas dinero y éxito y a veces no solo hombres, también mujeres y parejas.
También tenia el cuerpo más perfecto y la cara mas bella. Desde luego nada de drogas y cuidarse mucho. Gracias a todo eso y a su astucia pudo retirarse pronto con sus buenos ahorros, prácticamente era millonaria.
Ya desde antes había moldeado su cuerpo de acuerdo con lo que sus clientes buscaban. Y cuando dejó la profesión mas antigua del mundo se decidió a transformarlo en lo que ella deseaba. Hacerlo según sus gustos y transformarse en lo que es ahora: por fuera una chica con una larga melena rubia lacia y lisa.
Quedarse con una preciosa de carita redondeada, con sus dos ojazos negros, pómulos marcados y labios sensuales y rojos. El cuello y hombros perfectos, dos pechos suspendidos como frutos tropicales maduros pero no excesivos, un culito capaz de quitar el sueño y unas largas y torneadas piernas.
Y si debajo de sus faldas o pantalones tiene un pene capaz de dar satisfacción tanto a hombres cachondos como a la hembra mas ardiente eso no le importa a nadie más que a quien pretenda acostarse con ella.
El cirujano que le operó los pechos, un exitoso profesional pero más bien maduro, tenía una mujer joven y bonita. A quién el doctor no podía atender del todo en sus aspectos sexuales.
Tras cruzarse con Carmen en la sala de espera de la consulta se encaprichó de ella, de su salvaje erotismo. Y más todavía al enterarse por su esposo que no era del todo una mujer, sino una mujer con pene. Es tan femenina que al principio ni siquiera se dio cuenta de la poderosa herramienta que la otra mujer lleva entre sus muslos. Se decidió a conquistar a ese extraño ejemplar de ambigua sexualidad.
- ¿Quién es esa mujer que salía?.
- ¿La última paciente o la enfermera?.
- La rubia. A la putita de tu enfermera ya la conocía.
- ¿Es guapa?. ¡Eh!.
- Preciosa.
- Sus tetas han sido un trabajo magnífico. Casi como las tuyas. Y eso que no había materia prima con la que empezar.
- Gracias. Pero sigues sin decir nada de ella.
- Es una transexual. Llevo unos años haciéndole trabajillos. Me estoy esforzando con ella.
- Pues por lo que he visto lo consigues. Es una belleza.
Las dos son bellas mujeres que quieren seguir siéndolo y coincidían en algo más que en el cirujano. Se veían en el gimnasio. Más bien fue la esposa la que localizó el local donde la transexual ejercitaba sus glúteos perfectos y el resto de su cuerpo. Se apuntó también. Y allí comenzó el ataque. Pronto entre las dos surgió una gran amistad.
Habían empezado a desnudarse para cambiar sus ropas de calle por la lycra con la que se ejercitaban.
- ¡Hola! Eres tú.
- Pues si claro, soy yo. Pero no sé quién eres tú.
Sonreía la rubia sin saber muy bien donde quería llegar la otra bella mujer.
- Eres paciente de mi marido. Te he visto en su consulta.
- Vaya es imperdonable que yo no me fijara en ti. Es imposible que no haya visto una chica tan guapa.
- No pasa nada, salías con prisa y creo que yo me ocultaba tras una revista. Soy Sonia por cierto. Encantada.
Se dieron allí mismo, en el vestuario, ambas solo con la lencería, los dos primeros besos, en las mejillas, demasiado castos para el gusto de ambas. Pero ya rozaban sus tetas cubiertas con sensuales sujetadores de encaje.
Desde entonces empezaron a hacer ejercicio juntas y charlaban como viejas amigas. Sonia necesitaba algunos consejos sobre cómo mantener alta la líbido del veterano médico. Carmen como experta en ese campo, no en vano había dedicado años a ese trabajo, podía compartir sus vastos conocimientos.
- Ya apenas se le levanta. Ni con juegos, ni disfraces. Estoy perdiendo la esperanza. No se me ocurre nada.
- ¿Sabes lo que tienes que hacer?.
- Dime.
- Métele un dedo en el culo. No hay nada como estimular la próstata para que mantengan la polla dura.
- ¡Pero eso es una marranada!.
- Si el sexo no es guarro no hay diversión. Cielo.
Por supuesto ella era perfectamente consciente de ello, y lo practicaba, pero no lo iba a confesar de primeras. Sonia, la esposa del cirujano se quejaba de sus problemas sexuales y la otra, de gran experiencia, le daba consejos sobre como aumentar la excitación, la relajación o mantener la erección de marido.
El tema del sexo no era tabú entre ellas pero Carmen tampoco se sinceraba del todo. Claro que Sonia sabía lo de su no precisamente pequeño secreto.
- Este finde te vienes a casa y lo pasamos juntas. Voy a estar sola. Nos divertiremos. Podemos salir de copas, probarnos ropa, hacer lo que queramos.
Carmen seguía pensado que Sonia estaba en la inopia y no estaba muy segura de poder pasar un par de días con su nueva amiga sin que todo saltara por los aires. Pero al fin se decidió. Le atraía mucho esa chica y pensaba que ella también le gustaba a la mujer.
- De acuerdo, iré.
Hasta que estando el doctor en un congreso y las dos en casa de este, la mujer se quedó solo con sus braguitas ante su invitada y le pidió hazme el amor. No fue tan descarada pero esa era la idea.
- Has venido muy guapa. Ese vestido te queda genial, tan ajustado.
Pero solo pensaba en verla sin él.
- Gracias. Tú también estás fantástica.
También quería verla desnuda, desde luego. Sin esa falda, ni la blusa.
- ¿Quieres beber algo?.
- ¿Me pones una copa?.
Aprovechó el viaje a la cocina a buscar hielo para aligerar su atuendo. Una vez decidida para qué perder más tiempo. Se quitó la falda, la blusa y el sujetador.
Era una jugada arriesgada pero estaba convencida de que le iba a salir bien. ¿Acaso no se iban a probar ropa?. Pues empezarían por librarse de la lencería. Se quedó solo con unas sexis braguitas de encaje y se lucía así ante su invitada.
Sabía que se lo iba a tomar bien. Aún con las dos copas en las manos desde la entrada al salón le dijo:
- ¡Fóllame!.
A Carmen le gustaba la chica, su desparpajo, y no se hizo de rogar. Se levantó del sillón. Le quitó los vasos de las manos. Se sacó el entallado vestido de lycra por la cabeza y aproximándose a su anfitriona la tomó en sus brazos.
- Será todo un placer. Llevo días deseándote.
- Pues anda que yo.
La besó en los labios, agarró sus nalgas con las manos y metió un muslo entre los suyos.
- ¡Que rica estás! Nena.
- ¡Que buen trabajo ha hecho mi marido contigo!. Cielo.
Se besaban con furia y deseo. Mientras al sentir un coño ardiente en su muslo desnudo a la transexual le crecía en la entrepierna lo que una chica de nacimiento no tiene ahí. Su pequeño tanga ya casi no lo tapaba.
- ¡Que ganas tenía de verla! y tocarla. Lo que me la he imaginado.
- ¡Lo sabías!. Pues es toda tuya. Cariño.
- Me lo había contado un pajarito, pero bueno, luego hay pistas que lo confirmaban.
Sonia no aguatando más, le apartó el tanga a un lado y se puso a chupar la polla. Retiró la piel del capullo y pasó su lengua una y otra vez por excitado glande. También chupaba los depilados huevos como caramelos.
Pero Carmen, que no quería correrse tan pronto, la cogió de los sobacos la enderezó y volvió a besarla en la boca.
- Tienes una boquita que parce una aspiradora. Si sigues me voy a correr.
- No me importaría. Quiero saborear tu semen.
- Tenemos todo el finde. Y vamos a hacer de todo. Ahora quiero follarte. Vamos a tu cama.
Mientras, Carmen la empujaba hacia el dormitorio y el lecho y le quitaba la braguita brasileña. La quería completamente entregada. Aún estaba con el tanga del que su polla escapaba orgullosa. Poco le iba a durar.
Los perfectos pechos operados de ambas se rozaban incesantemente, duros como piedras los pezones. Lo hacían mientras se besaban compartiendo saliva junto a la cama. Cruzando las lenguas.
El cirujano había hecho un trabajo maravilloso con las tetas de las dos. Y pretendían disfrutarlas juntas.
Ninguna de ellas sabía que en la habitación de un hotel de otra ciudad el marido estaba controlando el sistema de seguridad de la casa. Viendo en su tablet las cámaras repartidas por las habitaciones. Y desnudo del todo se pajeaba con furia. Él también había deseado a Carmen.
Sonia empujó a su amante al lecho conyugal.
- Quiero montarte.
Fue Carmen quien se tumbó boca arriba mientras la morena mujer del médico se colocó a horcajadas cabalgando sobre el erecto miembro. Hizo descender su voluptuosa cadera despacio sobre el enhiesto bauprés. Consiguió que le llegara al fondo de su coño. Apoyó las nalgas en los muslos de la transexual y empezó a moverse con auténtica furia.
Sonia nunca había visto o notado esa forma de mover la pelvis. Esa forma de apretar la músculos pubococigeos exprimiendo su nabo. Solo había sentido su polla tan apretada en los culos de sus clientes cuando se dedicaba a ello. Y con el movimiento parecía que la mujer del cirujano quería arrancárselo.
La bella transexual masajeaba suavemente los enormes pechos operados de su compañera de cama que con los ojos cerrados sentía en su interior el taladro de placer. Subiendo y bajando sobre la cadera de Carmen.
- Ahora quiero follarte yo.
De pronto Carmen se revolvió en la cama y se dieron la vuelta quedando ella encima. Los pechos frotándose y sintió como su partenaire cruzaba las piernas por detrás de sus muslos casi encima de su culo. Las dos gemían y suspiraban, cachondas.
En otra ciudad al ver el culo de la transexual, que nunca había conseguido tocar pues ya era perfecto de por sí, el médico se estaba corriendo.
Carmen sujetaba las muñecas de su amiga por encima de su cabeza para poder lamer las axilas y las perfectas tetas. Respondiendo cada vez con más fuerza y más deprisa a los golpes de pelvis de la rubia con la proximidad del orgasmo.
Para las dos un completo golpe de placer en oleadas sucesivas y llenas de felicidad por compartir así el sexo guarro y morboso. Por fin llegando ambas a un orgasmo casi simultáneo.
- Cielo. Este finde te voy a follar por todos tus agujeros y tú a mí los míos.
- ¿Yo a tí?. Pero si no tengo polla.
- Pero tienes dedos, y lengua y tus juguetes como me contaste. Te dije que el sexo ha de ser guarrete para disfrutarlo. No solo con la furia con que tú lo haces.
- Me tendrás que enseñar todo eso. Así también podré hacerlo con mi marido.
- ¿Crees que le gustaría estar con las dos?.
- ¿Quién no querría estar con dos diosas como nosotras?. Y podríamos enseñarle trucos nuevos.
Ese orgasmo fue el inicio de un idílico fin de semana lleno de placer, y guarreo, para ambas. Y también para el doctor, que se perdió la mayoría de las conferencias encerrado en la habitación con la tablet haciéndose pajas como un mono.
Pero creo que voy a dejar lo que pasó durante el resto del fin de semana para la continuación. A ver si el cirujano coge un vuelo más temprano para pillar a su mujer y su amante desnudas y poder unirse a ellas.
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