domingo, 16 de junio de 2024
La mujer del cirujano
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Carmen lucia un par de mórbidos senos por lujuriosos escotes, pero muy poca gente sabía que esas tetas perfectas estaban llenas de silicona. Carmen en su transexualidad se sentía cómoda y le gustaba su cuerpo tal y como lo había moldeado.
Desde crío había sido chapero pero había tenido suerte; de lujo. Sus servicios, los mas caros de la capital, eran reclamados por la gente de mas dinero y éxito y a veces no solo hombres, también mujeres y parejas.
También tenia el cuerpo más perfecto y la cara mas bella. Desde luego nada de drogas y cuidarse mucho. Gracias a todo eso y a su astucia pudo retirarse pronto con sus buenos ahorros, prácticamente era millonaria.
Ya desde antes había moldeado su cuerpo de acuerdo con lo que sus clientes buscaban. Y cuando dejó la profesión mas antigua del mundo se decidió a transformarlo en lo que ella deseaba. Hacerlo según sus gustos y transformarse en lo que es ahora: por fuera una chica con una larga melena rubia lacia y lisa.
Quedarse con una preciosa de carita redondeada, con sus dos ojazos negros, pómulos marcados y labios sensuales y rojos. El cuello y hombros perfectos, dos pechos suspendidos como frutos tropicales maduros pero no excesivos, un culito capaz de quitar el sueño y unas largas y torneadas piernas.
Y si debajo de sus faldas o pantalones tiene un pene capaz de dar satisfacción tanto a hombres cachondos como a la hembra mas ardiente eso no le importa a nadie más que a quien pretenda acostarse con ella.
El cirujano que le operó los pechos, un exitoso profesional pero más bien maduro, tenía una mujer joven y bonita. A quién el doctor no podía atender del todo en sus aspectos sexuales.
Tras cruzarse con Carmen en la sala de espera de la consulta se encaprichó de ella, de su salvaje erotismo. Y más todavía al enterarse por su esposo que no era del todo una mujer, sino una mujer con pene. Es tan femenina que al principio ni siquiera se dio cuenta de la poderosa herramienta que la otra mujer lleva entre sus muslos. Se decidió a conquistar a ese extraño ejemplar de ambigua sexualidad.
- ¿Quién es esa mujer que salía?.
- ¿La última paciente o la enfermera?.
- La rubia. A la putita de tu enfermera ya la conocía.
- ¿Es guapa?. ¡Eh!.
- Preciosa.
- Sus tetas han sido un trabajo magnífico. Casi como las tuyas. Y eso que no había materia prima con la que empezar.
- Gracias. Pero sigues sin decir nada de ella.
- Es una transexual. Llevo unos años haciéndole trabajillos. Me estoy esforzando con ella.
- Pues por lo que he visto lo consigues. Es una belleza.
Las dos son bellas mujeres que quieren seguir siéndolo y coincidían en algo más que en el cirujano. Se veían en el gimnasio. Más bien fue la esposa la que localizó el local donde la transexual ejercitaba sus glúteos perfectos y el resto de su cuerpo. Se apuntó también. Y allí comenzó el ataque. Pronto entre las dos surgió una gran amistad.
Habían empezado a desnudarse para cambiar sus ropas de calle por la lycra con la que se ejercitaban.
- ¡Hola! Eres tú.
- Pues si claro, soy yo. Pero no sé quién eres tú.
Sonreía la rubia sin saber muy bien donde quería llegar la otra bella mujer.
- Eres paciente de mi marido. Te he visto en su consulta.
- Vaya es imperdonable que yo no me fijara en ti. Es imposible que no haya visto una chica tan guapa.
- No pasa nada, salías con prisa y creo que yo me ocultaba tras una revista. Soy Sonia por cierto. Encantada.
Se dieron allí mismo, en el vestuario, ambas solo con la lencería, los dos primeros besos, en las mejillas, demasiado castos para el gusto de ambas. Pero ya rozaban sus tetas cubiertas con sensuales sujetadores de encaje.
Desde entonces empezaron a hacer ejercicio juntas y charlaban como viejas amigas. Sonia necesitaba algunos consejos sobre cómo mantener alta la líbido del veterano médico. Carmen como experta en ese campo, no en vano había dedicado años a ese trabajo, podía compartir sus vastos conocimientos.
- Ya apenas se le levanta. Ni con juegos, ni disfraces. Estoy perdiendo la esperanza. No se me ocurre nada.
- ¿Sabes lo que tienes que hacer?.
- Dime.
- Métele un dedo en el culo. No hay nada como estimular la próstata para que mantengan la polla dura.
- ¡Pero eso es una marranada!.
- Si el sexo no es guarro no hay diversión. Cielo.
Por supuesto ella era perfectamente consciente de ello, y lo practicaba, pero no lo iba a confesar de primeras. Sonia, la esposa del cirujano se quejaba de sus problemas sexuales y la otra, de gran experiencia, le daba consejos sobre como aumentar la excitación, la relajación o mantener la erección de marido.
El tema del sexo no era tabú entre ellas pero Carmen tampoco se sinceraba del todo. Claro que Sonia sabía lo de su no precisamente pequeño secreto.
- Este finde te vienes a casa y lo pasamos juntas. Voy a estar sola. Nos divertiremos. Podemos salir de copas, probarnos ropa, hacer lo que queramos.
Carmen seguía pensado que Sonia estaba en la inopia y no estaba muy segura de poder pasar un par de días con su nueva amiga sin que todo saltara por los aires. Pero al fin se decidió. Le atraía mucho esa chica y pensaba que ella también le gustaba a la mujer.
- De acuerdo, iré.
Hasta que estando el doctor en un congreso y las dos en casa de este, la mujer se quedó solo con sus braguitas ante su invitada y le pidió hazme el amor. No fue tan descarada pero esa era la idea.
- Has venido muy guapa. Ese vestido te queda genial, tan ajustado.
Pero solo pensaba en verla sin él.
- Gracias. Tú también estás fantástica.
También quería verla desnuda, desde luego. Sin esa falda, ni la blusa.
- ¿Quieres beber algo?.
- ¿Me pones una copa?.
Aprovechó el viaje a la cocina a buscar hielo para aligerar su atuendo. Una vez decidida para qué perder más tiempo. Se quitó la falda, la blusa y el sujetador.
Era una jugada arriesgada pero estaba convencida de que le iba a salir bien. ¿Acaso no se iban a probar ropa?. Pues empezarían por librarse de la lencería. Se quedó solo con unas sexis braguitas de encaje y se lucía así ante su invitada.
Sabía que se lo iba a tomar bien. Aún con las dos copas en las manos desde la entrada al salón le dijo:
- ¡Fóllame!.
A Carmen le gustaba la chica, su desparpajo, y no se hizo de rogar. Se levantó del sillón. Le quitó los vasos de las manos. Se sacó el entallado vestido de lycra por la cabeza y aproximándose a su anfitriona la tomó en sus brazos.
- Será todo un placer. Llevo días deseándote.
- Pues anda que yo.
La besó en los labios, agarró sus nalgas con las manos y metió un muslo entre los suyos.
- ¡Que rica estás! Nena.
- ¡Que buen trabajo ha hecho mi marido contigo!. Cielo.
Se besaban con furia y deseo. Mientras al sentir un coño ardiente en su muslo desnudo a la transexual le crecía en la entrepierna lo que una chica de nacimiento no tiene ahí. Su pequeño tanga ya casi no lo tapaba.
- ¡Que ganas tenía de verla! y tocarla. Lo que me la he imaginado.
- ¡Lo sabías!. Pues es toda tuya. Cariño.
- Me lo había contado un pajarito, pero bueno, luego hay pistas que lo confirmaban.
Sonia no aguatando más, le apartó el tanga a un lado y se puso a chupar la polla. Retiró la piel del capullo y pasó su lengua una y otra vez por excitado glande. También chupaba los depilados huevos como caramelos.
Pero Carmen, que no quería correrse tan pronto, la cogió de los sobacos la enderezó y volvió a besarla en la boca.
- Tienes una boquita que parce una aspiradora. Si sigues me voy a correr.
- No me importaría. Quiero saborear tu semen.
- Tenemos todo el finde. Y vamos a hacer de todo. Ahora quiero follarte. Vamos a tu cama.
Mientras, Carmen la empujaba hacia el dormitorio y el lecho y le quitaba la braguita brasileña. La quería completamente entregada. Aún estaba con el tanga del que su polla escapaba orgullosa. Poco le iba a durar.
Los perfectos pechos operados de ambas se rozaban incesantemente, duros como piedras los pezones. Lo hacían mientras se besaban compartiendo saliva junto a la cama. Cruzando las lenguas.
El cirujano había hecho un trabajo maravilloso con las tetas de las dos. Y pretendían disfrutarlas juntas.
Ninguna de ellas sabía que en la habitación de un hotel de otra ciudad el marido estaba controlando el sistema de seguridad de la casa. Viendo en su tablet las cámaras repartidas por las habitaciones. Y desnudo del todo se pajeaba con furia. Él también había deseado a Carmen.
Sonia empujó a su amante al lecho conyugal.
- Quiero montarte.
Fue Carmen quien se tumbó boca arriba mientras la morena mujer del médico se colocó a horcajadas cabalgando sobre el erecto miembro. Hizo descender su voluptuosa cadera despacio sobre el enhiesto bauprés. Consiguió que le llegara al fondo de su coño. Apoyó las nalgas en los muslos de la transexual y empezó a moverse con auténtica furia.
Sonia nunca había visto o notado esa forma de mover la pelvis. Esa forma de apretar la músculos pubococigeos exprimiendo su nabo. Solo había sentido su polla tan apretada en los culos de sus clientes cuando se dedicaba a ello. Y con el movimiento parecía que la mujer del cirujano quería arrancárselo.
La bella transexual masajeaba suavemente los enormes pechos operados de su compañera de cama que con los ojos cerrados sentía en su interior el taladro de placer. Subiendo y bajando sobre la cadera de Carmen.
- Ahora quiero follarte yo.
De pronto Carmen se revolvió en la cama y se dieron la vuelta quedando ella encima. Los pechos frotándose y sintió como su partenaire cruzaba las piernas por detrás de sus muslos casi encima de su culo. Las dos gemían y suspiraban, cachondas.
En otra ciudad al ver el culo de la transexual, que nunca había conseguido tocar pues ya era perfecto de por sí, el médico se estaba corriendo.
Carmen sujetaba las muñecas de su amiga por encima de su cabeza para poder lamer las axilas y las perfectas tetas. Respondiendo cada vez con más fuerza y más deprisa a los golpes de pelvis de la rubia con la proximidad del orgasmo.
Para las dos un completo golpe de placer en oleadas sucesivas y llenas de felicidad por compartir así el sexo guarro y morboso. Por fin llegando ambas a un orgasmo casi simultáneo.
- Cielo. Este finde te voy a follar por todos tus agujeros y tú a mí los míos.
- ¿Yo a tí?. Pero si no tengo polla.
- Pero tienes dedos, y lengua y tus juguetes como me contaste. Te dije que el sexo ha de ser guarrete para disfrutarlo. No solo con la furia con que tú lo haces.
- Me tendrás que enseñar todo eso. Así también podré hacerlo con mi marido.
- ¿Crees que le gustaría estar con las dos?.
- ¿Quién no querría estar con dos diosas como nosotras?. Y podríamos enseñarle trucos nuevos.
Ese orgasmo fue el inicio de un idílico fin de semana lleno de placer, y guarreo, para ambas. Y también para el doctor, que se perdió la mayoría de las conferencias encerrado en la habitación con la tablet haciéndose pajas como un mono.
Pero creo que voy a dejar lo que pasó durante el resto del fin de semana para la continuación. A ver si el cirujano coge un vuelo más temprano para pillar a su mujer y su amante desnudas y poder unirse a ellas.
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sábado, 15 de junio de 2024
Dos cross dresser
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Las dos cross dresser.
- ¿Pero esto que es?.
- La primera vez estaba solo, depre, caliente y con una curda de las que hacen época. Empecé a jugar, oler y pasar por mi piel la ropa que mi ex se había dejado en casa cuando se largó. En realidad estaba tan borracho que hasta que no vi las fotos que me había hecho con el móvil no me acordé de nada. Y eso fue a la mañana siguiente.
- Vale eso te lo admito, pero de ahí a ponérte la ropa y seguir con ello hasta vestirte y maquillarte como una mujer, e incluso comprarte tu propia ropa, hay un mundo.
- Si claro. Al principio fue el pedo. Pero al ver las fotos y verme con su lencería me dio morbo. Y eso que ni me acordaba de habérmela puesto.
- Así que seguiste.
- No es tan fácil. Al principio me daba reparo. Pero la noche del sábado siguiente ya sobrio pero muy cachondo pensé: ¡Que diablos! No se va a enterar nadie.
- Así que volviste a hacerlo.
- No solo eso. Intenté hacerlo lo mejor posible, vestirme y maquillarme, aunque lo hice fatal. Para el sábado siguiente busqué un par de pelucas y algo de maquillaje nuevo. También me he comprado ropa y lencería más de mi talla. Los tutoriales de Internet han ayudado también. He seguido practicando desde entonces y ya ves el resultado.
- Vale, todo eso me lo trago. Pero no me has dicho si quieres follar con hombres. Si te has vuelto gay de repente.
- De joven tuve mis experiencias con hombres. Durante una época fui bastante bisexual pero como chico. Mientras estuve casado no hice nada fuera del matrimonio aunque creo que ella sí me puso los cuernos.
- Y ¿ahora?.
- Ahora quiero probarlo todo, hombres, mujeres, transexuales, vestido de hombre o mujer. Me he liberado y no me voy a cortar por nada.
Toda esa conversación la estábamos manteniendo en su salón ante dos cubatas. Había quedado con él, ella, menudo lío, para recogerlo e irnos de copas y ligue, o de putas para ayudarle a pasar el duelo del divorcio. Y me encontré con esa sorpresa.
Me recibió con un pelucón rubio, larguísimo, muy bien maquillada y un vestido muy sexi. La falda era tan corta que podía ver la blonda de las medias y lo que parecía un liguero. Y para colmo unos inverosímiles tacones sobre los que parecía moverse perfectamente meneando la cadera. Parecía que había practicado mucho.
Tras superar el susto inicial comencé ese interrogatorio.
- Vale acepto todo. Y ¿por qué me lo muestras a mí? Y ¿por qué ahora?.
- A ti porque hemos ido juntos a clubs las suficientes veces como para saber que no te vas a asustar. Te he visto subir con transexuales. Sé que no te molesta una polla.
- ¿Solo por eso?.
- Sabía que eres el pervertido capaz de aceptarlo. Pero sobre todo, porque me gustas. Si quería enseñarle esto a alguien, tendría que gustarme y ver que pasa.
- Nada mal. Admito que lo que veo me intriga y puede que me guste... un poquito.
- ¿Pues a qué esperas?.
- A que me digas tu nombre.
- Yolanda.
La cogí de la cintura y besé sus labios rojos. Me estaba animando, todo ese morbo me estaba dando ideas y calentando mucho.
Nuestras lenguas se enredaron durante un buen rato. Mientras nuestros cuerpos se juntaban, tan pegados que no cabría entre ellos ni una hoja de papel de fumar. Me agarré a su culo y conseguí levantar la falda lo suficiente como para comprobar que debajo llevaba un tanga y un liguero.
Yolanda se estaba comportando como una auténtica dama. Acariciaba el cabello de mi nuca y su otra mano recorría mi espalda. También llegaba a mi culo y lo amasaba como si quisiera hacer pan con mis nalgas.
Eso estaba muy bien pero se me había metido algo en la cabeza. Algo que nunca se me habría ocurrido sin verla a ella así. Así que sujeté sus hombros y la separé unos segundos.
- Vísteme.
- ¿Cómo?.
- Si, déjame ropa, maquillaje y una peluca. Y nos montamos algo en plan rollo bollo.
- ¿Hablas en serio?.
- Desde luego. Sabes que me gusta probar cosas nuevas y me has picado con todo esto. Subamos el nivel de morbo.
- Creo que tengo algunas cosas que te valdrían. vas a quedar preciosa. Desnúdate.
Eso hice. Empecé a sacarme la ropa despacio, exhibiendome. Mirándola a los ojos para ver si le gustaba de verdad lo que veía. Y sí, parecía que me devoraba con la mirada.
- Mmmm. Ya estás depilado. Nos ahorramos un trabajo. Ven al dormitorio, allí lo tengo todo.
Y claro que lo tenía. Más de la mitad de su armario reservado para ropa de mujer, un tocador perfectamente preparado y unas cuantas pelucas bien colocadas.
- ¡Joder!. Si que te has esforzado.
- Si me ponía, merecía la pena hacerlo bien.
Yo entraba desnudo del todo, como preparado para ser algo completamente nuevo. Había dejado mi viejo yo en el suelo de su salón.
- ¡Siéntate!. Veamos que podemos hacer.
Ya solo con una peluca pelirroja con el pelo largo hasta los omóplatos mi aspecto cambiaba del todo. Pero no paró ahí claro. Empezó con el maquillaje. Yo no habría sabido ni por donde empezar, pero ella parecía toda una experta.
- Has practicado mucho.
- Lo suficiente, además de usar la ayuda de tutoriales de Internet claro. Pero quédate quieta. ¡Coño!.
Además de maquillarme aprovechaba para rozar mi piel cada vez con menos disimulo. Suaves caricias que me mantenían excitado. Tenía los pezones duros como escarpias y él, ella, los tocaba con las yemas de los dedos de vez en cuando.
Me pintó las uñas de las manos y los pies del rojo más rojo que había visto en mi vida.
- ¿Eso se quitará bien?.
- Pues claro. No pensarás que voy a ir a trabajar con estas uñas.
Me enseñó las suyas. Larguísimas y decoradas.
- Estas son acrílicas, postizas. Pero lo que te estoy poniendo a tí fue con lo que empecé y se quita bien.
Cuando quise darme cuenta no habría reconocido mi cara ni mi madre. Bueno ella nunca habría pensado verme así, claro. La piel, los ojos maquillados de azul, la nariz, los labios rojos como una fresa y como más grandes, todo había cambiado y parecía competamente femenino. Pero os hacéis una idea.
- Pasemos a la lencería. Pruébate esto.
Me acercó un body de lencería rojo putón que taparía muy poco de mi cuerpo. Mientras intentaba ponérmelo ella buscaba medias y más cosas para mí. Aún no sé cómo las tías se ponen esas cosas de forma habitual y admito que he repetido varias veces desde entonces.
- Espera, Mírate un segundo.
Me levanté y me miré en el enorme espejo que se había instalado. Ya casi parecía una putita. Pero faltaban detalles. Estando allí mismo me puso los rellenos en el pecho para que se me vieran unas tetas.
- Siéntate. No quiero que le hagas una carrera a las medias.
Parecía que lo había hecho toda la vida. Enrolló una media negra entre sus dedos, la encajó en mi pie y fue subiéndola por mi pierna. Acariciaba mi pantorrilla y muslo. Casi llegaba a la polla, apenas contenida por el encaje rojo, que llevaba horas dura.
- Tienes la piel suave.
La liga de esa media llegaba a la mitad del muslo. Y de la misma forma, suave, con sus dedos rozando mi piel, me puso la otra. Arrodillada frente a mí, incluso podía ver un bonito escote.
- Ahora una falda y un top, o una blusa. Será lo que mejor te quede.
- Y ¿los zapatos?. Espero que no me busques algo como eso que llevas puesto, me torcería un tobillo al dar el primer paso.
Los tacones que llevaba levantaban su ya considerable estatura al menos en otros catorce o quince centímetros.
- Tranquila cielo. Yo tampoco comencé con algo tan alto. Tengo ahí las sandalias con las que empecé, serán de tu número, son muy sexis y lo suficientemente bajas.
Sobre la cama ya había puesto una falda, que me quedó muy entallada a la cadera y tan corta que también se me veía parte de la piel del muslo por encima de la media. También había una blusa blanca que a primera vista parecía completamente trasparente y un top con la tela justa como para tapar el body. Supongo que para darme opciones, me probé las dos prendas.
- ¡Joder! Si parezco una tía.
- Estando así y conmigo. Eres una tía. Ve haciéndote a la idea.
- Soy Cristina, entonces.
Me sonrió aceptando mi nombre.
- Es bonito, como la chica que lo lleva.
Se acercó a mí y me cogió de la cintura. Mirándome a los ojos me besó. El primero que nos dábamos. Empezó suave solo mordisqueando mis labios con los suyos.
Yo estaba tan cachond...a que necesitaba más, mucho más. Sujeté su labio inferior entre los míos y puse la lengua por él. A la mierda el carmín que acababa de ponerme. Pero aquello debía ser caro y de buena calidad pues apenas se movió de su sitio.
Quería ver como aguantaba con los labios alrededor de nuestras pollas. Pero eso ya llegaría. En ese momento pretendía disfrutar de todo el morbo que estábamos viviendo.
- ¿Bailamos?.
Puso música suave como para un agarrado lento y lascivo. Mientras acariciábamos el cuerpo de la otra sobre la ropa femenina.
- Por supuesto. ¡Bésame!
Pegamos nuestros cuerpos como con cola. Las tetas falsas era lo único que nos hacía mantener una pequeña distancia. Nos frotábamos lascivas sin dejar de cambiar saliva de una boca a otra.
- ¡Joder! Sabía que eras un vicioso. Pero esto está superando mis mejores expectativas.
- Viciosa, cariño. Toda una guarrilla.
- Con la de pajas que me he hecho con videos de lesbianas y ahora estamos viviendo uno.
Por fin pude bajar una mano de su cintura al duro culo. Ella puso las dos en mis nalgas amasándolas como si no quisiera perderlas. Algo empezaba a ponerse duro bajo las faldas.
De pronto su boca empezó a recorrer mi cuello, la oreja, el filo de la barbilla. Humedecía mi piel de una forma completamente lasciva. Me hizo empezar a suspirar y gemir como no lo había conseguido ninguna mujer antes.
El reducido top por el que me había decidido al final solo tapaba el encaje rojo del body. Dejaba mucho de mi piel al alcance de su lengua. Yolanda se estaba esmerando.
- Me estás poniendo muy cachonda Yolanda.
- Tu llevas años calentándome.
Bajé más las manos por su cuerpo y por fin pude comprobar que efectivamente lo que llevaba bajo el vestido era un liguero. Tenía ganas de ver esa prenda sobre un cuerpo y no en Internet o en un escaparate.
Estaba levantando la falda de su vestido y acariciando la piel de sus muslos. Cuando por fin llegué a su culo me dí cuenta que tenía un tanga y que tenía a mi disposición sus nalgas desnudas.
- Cómeme las tetas, nena.
Entre el escote del vestido y los postizos conseguía disimular la ausencia de pechos. Así que volví a su cuello y bajé despacio por sus hombros. Los tirantes resbalaron por sus brazos dejando a la vista un sujetador de encaje precioso. Seguro que era un conjunto de lencería completo.
Le hice levantar los brazos para lamer sus axilas. Y seguir por el pecho hasta sus pezones. Ella misma abrió el suje y sacó los postizos. Me llevé una nueva sorpresa. Llevaba unos pircings, unos pequeños aros de oro.
- Para eso querías que te los comiera ¿eh?. Guarrilla.
- Pues claro, me pone muy burra que jueguen con los pircings.
- Es la primera vez que veo unos pezones así. Pero te quedan fantásticos.
No sé el tiempo que pasé disfrutándolos. Pero me encantaba comer esas tetas con los aros. Y desde luego a ella también le estaba volviendo loca que se lo hiciera. Tanto me gustó que más tarde me he puesto yo un par de barritas atravesando los pezones.
- Sácame el vestido, amor.
- Encantada.
Tenía ganas de ver ese conjunto sobre su cuerpo. Solo eso y los tacones.
- Déjame verte.
Se apartó lo suficiente como para dejarme verla. Y me ponía cachonda lo que tenía delante. Giró sobre si misma, no pude ajustar la tentación y le di un suave azotito a sus prietas nalgas desnudas.
- ¿Te gusta?.
- Pues claro. Parece un culito delicioso.
- Pues cómemelo.
Se inclinó, doblando el cuerpo lo suficiente como para dejarme ese estupendo pandero al alcance de mi boca. Como quería seguir el juego morboso me limité a apartar del camino de mi lengua la gomita del tanga.
Estaba claro que las dos lo deseábamos. Me incliné y besé suave la piel de su culo. Le di un muerdo y pasé la sin hueso por toda su raja. Cuando la clavé en el ano empezaron sus gemidos. Pasé una mano entre sus muslos para acariciar su durísima polla y los huevos apenas tapados ya por el resto de la prenda.
- Me derrites. Si sigues así me correré.
- ¿Quites que te folle?.
- Si, claro. ¡Clávamela!.
- Quítame algo de ropa.
Dejé en paz su adorable culito lo suficiente como para que me quitara la mini y el top que me había puesto minutos antes. Solo me quedé con el body y las medias. El rabo ya se había escapado un rato antes de su complicado encierro en el escaso encaje rojo.
Se inclinó para darme un buen par de lametones a los huevos y metérselos en la boca.
- No es la primera vez que comes una polla.
Pude decir entre suspiros.
- Ni va a ser la última. Pero pocas con tantas ganas como le tenía a la tuya.
Siguió lamiendo el tronco de mi rabo hasta meterse el glande en la boca y apretarlo contra su paladar y la lengua. Pasó una mano entre mis muslos para jugar con uno de sus dedos con mi agujerito trasero. Y todo ello solo apartando en encaje rojo del body.
- Teníamos que haber hecho esto mucho antes.
- Ahora que estoy bien preparada es mucho mejor. Quiero cabalgarte.
Tenía mi polla dura como una piedra, era el momento. Me empujó a la cama y se libró del tanga para hacerlo más cómodo. Pero aún así verla con el liguero y el sujetador con la verga dura apuntado a mi cara me tenía muy cachonda.
Tuvo las previsión de poner lubricante tanto en mi polla como en su ano. Despacio, sensual, como una auténtica dama subió sobre mi cadera y fue bajando el culito despacio hasta apoyar el glande en su agujerito.
Bueno puede que no tuviera que usar el diminutivo. Estaba claro que la mía no era la primera que entraba por allí, como estaba demostrando la forma en la me abría paso en su interior. Bajaba la cadera hasta apoyar las nalgas en mis muslos mientras gemía como toda una zorrita.
- ¡Joder! ¡Como me llenas!.
- Y tú. Cabrona. ¡Como me aprietas!. A poco que te muevas me correré.
- Lástima que no pueda saborearlo.
- Lo harás de mis labios.
Empezó a subir y bajar lentamente, con suavidad, para poder disfrutarlo ambas. Yo acariciaba sus muslos suaves a los lados de mi cuerpo. Y hasta de vez en cuando cogía su polla y huevos. No lo hacía mucho por que no quería que se corriera pronto.
- ¡Me corro! Nena.
- Lléname de leche, cariño.
El que lo hizo fui yo. No pude aguantar mucho más tiempo la excitación. Me derramé dentro de ella. Pocos orgasmos habían llegado a ese nivel de morbo.
- Levanta, quiero comerterlo. Te habías preparado bien.
- Me he limpiado esperando todo esto. Aunque pensaba que tú serias un caballero.
- Podemos cambiar de roles, viendo lo morboso que está resultando todo esto.
Sin una protesta, más bien con mucho gusto, se puso a cuatro patas a mi lado. Me incorporé para pasar la lengua por toda su grupa enmarcada por el liguero y las medias. De su prístino ano rezumaba un poco de mi lefa que de inmediato recogí entre mis labios.
- ¡Gírate!.
De rodillas sobre su cama, con los cuerpos bien pegados volvimos a cruzar las lenguas. Disfrutamos de mi sabor.
- Aún tienes que correrte tú.
- ¿Donde lo quieres? Preciosa.
- En la boca. Túmbate.
De inmediato me amorrré al pilón. Dejé caer mi saliva sobre el glande y muy cachonda empecé a pasar la lengua por todo su pubis. Chupé sus huevos. Lamí la piel alrededor de su base. Subí con la lengua por el tronco y luego me la tragué.
Como yo, tampoco pudo aguantar mucho tiempo ese tratamiento. En segundos me llenó la boca con su espeso y amargo semen. Y también quiso saborearlo en el beso más lascivo que pudimos darnos. Mezclando lefa y saliva entre nuestras lenguas.
Duró más por que esta vez había más cantidad. No dejábamos de recorrer la piel de la otra con nuestras manos. O agarrábamos el culo de la otra para tirar de su cuerpo y pegarnos todavía más.
Por fin agotadas por la emoción de la tarde nos derrumbamos sobre el colchón. Pero muy juntas, se acomodó de costado bien pegada a mí, con la cabeza en el hueco de mi hombro. De vez en cuando apartaba el tirante del body para besar mi pecho e incluso alguna vez llegaba a lamer mi pezón.
- ¡Ha sido fantástico! Sabía que eres un guarro, pero no esperaba este nivel.
Rodeé su cuerpo con mi brazo como habría hecho con cualquier mujer. Para darle su ración de mimos post coito.
- El que, perdón, la que no se esperaba todo esto he sido yo. Pero estoy de acuerdo ha sido genial. ¿Pero ya estás cansada?.
- Descansamos, comamos algo y ¿vamos por el segundo asalto?.
- Por mí estupendo.
Esa noche no llegamos a salir de su piso. Incluso volvimos a vestirnos de mujer para recibir al chico de las pizzas. No sé lo que pensaría de nosotros.
Otras veces uno de los dos ha hecho el papel de chico mientras el otro hacia de mujer. Alternando una vez ella y otras yo. Hemos vuelto a repetir en plan lesbi.
Si estábamos muy cachondos ni nos hemos preocupado de vestirnos, simplemente nos hemos puesto en pelotas y hemos hecho un sesenta y nueve o nos hemos follado.
También hemos ido a un local de ambiente y swinger, vestidas o no, donde hemos socializado con gente de gustos afines. Hasta conseguir algún trio o alguna pequeña orgía con nuevos amigos o amigas.
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Dos cross dresser
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Las dos cross dresser.
- ¿Pero esto que es?.
- La primera vez estaba solo, depre, caliente y con una curda de las que hacen época. Empecé a jugar, oler y pasar por mi piel la ropa que mi ex se había dejado en casa cuando se largó. En realidad estaba tan borracho que hasta que no vi las fotos que me había hecho con el móvil no me acordé de nada. Y eso fue a la mañana siguiente.
- Vale eso te lo admito, pero de ahí a ponérte la ropa y seguir con ello hasta vestirte y maquillarte como una mujer, e incluso comprarte tu propia ropa, hay un mundo.
- Si claro. Al principio fue el pedo. Pero al ver las fotos y verme con su lencería me dio morbo. Y eso que ni me acordaba de habérmela puesto.
- Así que seguiste.
- No es tan fácil. Al principio me daba reparo. Pero la noche del sábado siguiente ya sobrio pero muy cachondo pensé: ¡Que diablos! No se va a enterar nadie.
- Así que volviste a hacerlo.
- No solo eso. Intenté hacerlo lo mejor posible, vestirme y maquillarme, aunque lo hice fatal. Para el sábado siguiente busqué un par de pelucas y algo de maquillaje nuevo. También me he comprado ropa y lencería más de mi talla. Los tutoriales de Internet han ayudado también. He seguido practicando desde entonces y ya ves el resultado.
- Vale, todo eso me lo trago. Pero no me has dicho si quieres follar con hombres. Si te has vuelto gay de repente.
- De joven tuve mis experiencias con hombres. Durante una época fui bastante bisexual pero como chico. Mientras estuve casado no hice nada fuera del matrimonio aunque creo que ella sí me puso los cuernos.
- Y ¿ahora?.
- Ahora quiero probarlo todo, hombres, mujeres, transexuales, vestido de hombre o mujer. Me he liberado y no me voy a cortar por nada.
Toda esa conversación la estábamos manteniendo en su salón ante dos cubatas. Había quedado con él, ella, menudo lío, para recogerlo e irnos de copas y ligue, o de putas para ayudarle a pasar el duelo del divorcio. Y me encontré con esa sorpresa.
Me recibió con un pelucón rubio, larguísimo, muy bien maquillada y un vestido muy sexi. La falda era tan corta que podía ver la blonda de las medias y lo que parecía un liguero. Y para colmo unos inverosímiles tacones sobre los que parecía moverse perfectamente meneando la cadera. Parecía que había practicado mucho.
Tras superar el susto inicial comencé ese interrogatorio.
- Vale acepto todo. Y ¿por qué me lo muestras a mí? Y ¿por qué ahora?.
- A ti porque hemos ido juntos a clubs las suficientes veces como para saber que no te vas a asustar. Te he visto subir con transexuales. Sé que no te molesta una polla.
- ¿Solo por eso?.
- Sabía que eres el pervertido capaz de aceptarlo. Pero sobre todo, porque me gustas. Si quería enseñarle esto a alguien, tendría que gustarme y ver que pasa.
- Nada mal. Admito que lo que veo me intriga y puede que me guste... un poquito.
- ¿Pues a qué esperas?.
- A que me digas tu nombre.
- Yolanda.
La cogí de la cintura y besé sus labios rojos. Me estaba animando, todo ese morbo me estaba dando ideas y calentando mucho.
Nuestras lenguas se enredaron durante un buen rato. Mientras nuestros cuerpos se juntaban, tan pegados que no cabría entre ellos ni una hoja de papel de fumar. Me agarré a su culo y conseguí levantar la falda lo suficiente como para comprobar que debajo llevaba un tanga y un liguero.
Yolanda se estaba comportando como una auténtica dama. Acariciaba el cabello de mi nuca y su otra mano recorría mi espalda. También llegaba a mi culo y lo amasaba como si quisiera hacer pan con mis nalgas.
Eso estaba muy bien pero se me había metido algo en la cabeza. Algo que nunca se me habría ocurrido sin verla a ella así. Así que sujeté sus hombros y la separé unos segundos.
- Vísteme.
- ¿Cómo?.
- Si, déjame ropa, maquillaje y una peluca. Y nos montamos algo en plan rollo bollo.
- ¿Hablas en serio?.
- Desde luego. Sabes que me gusta probar cosas nuevas y me has picado con todo esto. Subamos el nivel de morbo.
- Creo que tengo algunas cosas que te valdrían. vas a quedar preciosa. Desnúdate.
Eso hice. Empecé a sacarme la ropa despacio, exhibiendome. Mirándola a los ojos para ver si le gustaba de verdad lo que veía. Y sí, parecía que me devoraba con la mirada.
- Mmmm. Ya estás depilado. Nos ahorramos un trabajo. Ven al dormitorio, allí lo tengo todo.
Y claro que lo tenía. Más de la mitad de su armario reservado para ropa de mujer, un tocador perfectamente preparado y unas cuantas pelucas bien colocadas.
- ¡Joder!. Si que te has esforzado.
- Si me ponía, merecía la pena hacerlo bien.
Yo entraba desnudo del todo, como preparado para ser algo completamente nuevo. Había dejado mi viejo yo en el suelo de su salón.
- ¡Siéntate!. Veamos que podemos hacer.
Ya solo con una peluca pelirroja con el pelo largo hasta los omóplatos mi aspecto cambiaba del todo. Pero no paró ahí claro. Empezó con el maquillaje. Yo no habría sabido ni por donde empezar, pero ella parecía toda una experta.
- Has practicado mucho.
- Lo suficiente, además de usar la ayuda de tutoriales de Internet claro. Pero quédate quieta. ¡Coño!.
Además de maquillarme aprovechaba para rozar mi piel cada vez con menos disimulo. Suaves caricias que me mantenían excitado. Tenía los pezones duros como escarpias y él, ella, los tocaba con las yemas de los dedos de vez en cuando.
Me pintó las uñas de las manos y los pies del rojo más rojo que había visto en mi vida.
- ¿Eso se quitará bien?.
- Pues claro. No pensarás que voy a ir a trabajar con estas uñas.
Me enseñó las suyas. Larguísimas y decoradas.
- Estas son acrílicas, postizas. Pero lo que te estoy poniendo a tí fue con lo que empecé y se quita bien.
Cuando quise darme cuenta no habría reconocido mi cara ni mi madre. Bueno ella nunca habría pensado verme así, claro. La piel, los ojos maquillados de azul, la nariz, los labios rojos como una fresa y como más grandes, todo había cambiado y parecía competamente femenino. Pero os hacéis una idea.
- Pasemos a la lencería. Pruébate esto.
Me acercó un body de lencería rojo putón que taparía muy poco de mi cuerpo. Mientras intentaba ponérmelo ella buscaba medias y más cosas para mí. Aún no sé cómo las tías se ponen esas cosas de forma habitual y admito que he repetido varias veces desde entonces.
- Espera, Mírate un segundo.
Me levanté y me miré en el enorme espejo que se había instalado. Ya casi parecía una putita. Pero faltaban detalles. Estando allí mismo me puso los rellenos en el pecho para que se me vieran unas tetas.
- Siéntate. No quiero que le hagas una carrera a las medias.
Parecía que lo había hecho toda la vida. Enrolló una media negra entre sus dedos, la encajó en mi pie y fue subiéndola por mi pierna. Acariciaba mi pantorrilla y muslo. Casi llegaba a la polla, apenas contenida por el encaje rojo, que llevaba horas dura.
- Tienes la piel suave.
La liga de esa media llegaba a la mitad del muslo. Y de la misma forma, suave, con sus dedos rozando mi piel, me puso la otra. Arrodillada frente a mí, incluso podía ver un bonito escote.
- Ahora una falda y un top, o una blusa. Será lo que mejor te quede.
- Y ¿los zapatos?. Espero que no me busques algo como eso que llevas puesto, me torcería un tobillo al dar el primer paso.
Los tacones que llevaba levantaban su ya considerable estatura al menos en otros catorce o quince centímetros.
- Tranquila cielo. Yo tampoco comencé con algo tan alto. Tengo ahí las sandalias con las que empecé, serán de tu número, son muy sexis y lo suficientemente bajas.
Sobre la cama ya había puesto una falda, que me quedó muy entallada a la cadera y tan corta que también se me veía parte de la piel del muslo por encima de la media. También había una blusa blanca que a primera vista parecía completamente trasparente y un top con la tela justa como para tapar el body. Supongo que para darme opciones, me probé las dos prendas.
- ¡Joder! Si parezco una tía.
- Estando así y conmigo. Eres una tía. Ve haciéndote a la idea.
- Soy Cristina, entonces.
Me sonrió aceptando mi nombre.
- Es bonito, como la chica que lo lleva.
Se acercó a mí y me cogió de la cintura. Mirándome a los ojos me besó. El primero que nos dábamos. Empezó suave solo mordisqueando mis labios con los suyos.
Yo estaba tan cachond...a que necesitaba más, mucho más. Sujeté su labio inferior entre los míos y puse la lengua por él. A la mierda el carmín que acababa de ponerme. Pero aquello debía ser caro y de buena calidad pues apenas se movió de su sitio.
Quería ver como aguantaba con los labios alrededor de nuestras pollas. Pero eso ya llegaría. En ese momento pretendía disfrutar de todo el morbo que estábamos viviendo.
- ¿Bailamos?.
Puso música suave como para un agarrado lento y lascivo. Mientras acariciábamos el cuerpo de la otra sobre la ropa femenina.
- Por supuesto. ¡Bésame!
Pegamos nuestros cuerpos como con cola. Las tetas falsas era lo único que nos hacía mantener una pequeña distancia. Nos frotábamos lascivas sin dejar de cambiar saliva de una boca a otra.
- ¡Joder! Sabía que eras un vicioso. Pero esto está superando mis mejores expectativas.
- Viciosa, cariño. Toda una guarrilla.
- Con la de pajas que me he hecho con videos de lesbianas y ahora estamos viviendo uno.
Por fin pude bajar una mano de su cintura al duro culo. Ella puso las dos en mis nalgas amasándolas como si no quisiera perderlas. Algo empezaba a ponerse duro bajo las faldas.
De pronto su boca empezó a recorrer mi cuello, la oreja, el filo de la barbilla. Humedecía mi piel de una forma completamente lasciva. Me hizo empezar a suspirar y gemir como no lo había conseguido ninguna mujer antes.
El reducido top por el que me había decidido al final solo tapaba el encaje rojo del body. Dejaba mucho de mi piel al alcance de su lengua. Yolanda se estaba esmerando.
- Me estás poniendo muy cachonda Yolanda.
- Tu llevas años calentándome.
Bajé más las manos por su cuerpo y por fin pude comprobar que efectivamente lo que llevaba bajo el vestido era un liguero. Tenía ganas de ver esa prenda sobre un cuerpo y no en Internet o en un escaparate.
Estaba levantando la falda de su vestido y acariciando la piel de sus muslos. Cuando por fin llegué a su culo me dí cuenta que tenía un tanga y que tenía a mi disposición sus nalgas desnudas.
- Cómeme las tetas, nena.
Entre el escote del vestido y los postizos conseguía disimular la ausencia de pechos. Así que volví a su cuello y bajé despacio por sus hombros. Los tirantes resbalaron por sus brazos dejando a la vista un sujetador de encaje precioso. Seguro que era un conjunto de lencería completo.
Le hice levantar los brazos para lamer sus axilas. Y seguir por el pecho hasta sus pezones. Ella misma abrió el suje y sacó los postizos. Me llevé una nueva sorpresa. Llevaba unos pircings, unos pequeños aros de oro.
- Para eso querías que te los comiera ¿eh?. Guarrilla.
- Pues claro, me pone muy burra que jueguen con los pircings.
- Es la primera vez que veo unos pezones así. Pero te quedan fantásticos.
No sé el tiempo que pasé disfrutándolos. Pero me encantaba comer esas tetas con los aros. Y desde luego a ella también le estaba volviendo loca que se lo hiciera. Tanto me gustó que más tarde me he puesto yo un par de barritas atravesando los pezones.
- Sácame el vestido, amor.
- Encantada.
Tenía ganas de ver ese conjunto sobre su cuerpo. Solo eso y los tacones.
- Déjame verte.
Se apartó lo suficiente como para dejarme verla. Y me ponía cachonda lo que tenía delante. Giró sobre si misma, no pude ajustar la tentación y le di un suave azotito a sus prietas nalgas desnudas.
- ¿Te gusta?.
- Pues claro. Parece un culito delicioso.
- Pues cómemelo.
Se inclinó, doblando el cuerpo lo suficiente como para dejarme ese estupendo pandero al alcance de mi boca. Como quería seguir el juego morboso me limité a apartar del camino de mi lengua la gomita del tanga.
Estaba claro que las dos lo deseábamos. Me incliné y besé suave la piel de su culo. Le di un muerdo y pasé la sin hueso por toda su raja. Cuando la clavé en el ano empezaron sus gemidos. Pasé una mano entre sus muslos para acariciar su durísima polla y los huevos apenas tapados ya por el resto de la prenda.
- Me derrites. Si sigues así me correré.
- ¿Quites que te folle?.
- Si, claro. ¡Clávamela!.
- Quítame algo de ropa.
Dejé en paz su adorable culito lo suficiente como para que me quitara la mini y el top que me había puesto minutos antes. Solo me quedé con el body y las medias. El rabo ya se había escapado un rato antes de su complicado encierro en el escaso encaje rojo.
Se inclinó para darme un buen par de lametones a los huevos y metérselos en la boca.
- No es la primera vez que comes una polla.
Pude decir entre suspiros.
- Ni va a ser la última. Pero pocas con tantas ganas como le tenía a la tuya.
Siguió lamiendo el tronco de mi rabo hasta meterse el glande en la boca y apretarlo contra su paladar y la lengua. Pasó una mano entre mis muslos para jugar con uno de sus dedos con mi agujerito trasero. Y todo ello solo apartando en encaje rojo del body.
- Teníamos que haber hecho esto mucho antes.
- Ahora que estoy bien preparada es mucho mejor. Quiero cabalgarte.
Tenía mi polla dura como una piedra, era el momento. Me empujó a la cama y se libró del tanga para hacerlo más cómodo. Pero aún así verla con el liguero y el sujetador con la verga dura apuntado a mi cara me tenía muy cachonda.
Tuvo las previsión de poner lubricante tanto en mi polla como en su ano. Despacio, sensual, como una auténtica dama subió sobre mi cadera y fue bajando el culito despacio hasta apoyar el glande en su agujerito.
Bueno puede que no tuviera que usar el diminutivo. Estaba claro que la mía no era la primera que entraba por allí, como estaba demostrando la forma en la me abría paso en su interior. Bajaba la cadera hasta apoyar las nalgas en mis muslos mientras gemía como toda una zorrita.
- ¡Joder! ¡Como me llenas!.
- Y tú. Cabrona. ¡Como me aprietas!. A poco que te muevas me correré.
- Lástima que no pueda saborearlo.
- Lo harás de mis labios.
Empezó a subir y bajar lentamente, con suavidad, para poder disfrutarlo ambas. Yo acariciaba sus muslos suaves a los lados de mi cuerpo. Y hasta de vez en cuando cogía su polla y huevos. No lo hacía mucho por que no quería que se corriera pronto.
- ¡Me corro! Nena.
- Lléname de leche, cariño.
El que lo hizo fui yo. No pude aguantar mucho más tiempo la excitación. Me derramé dentro de ella. Pocos orgasmos habían llegado a ese nivel de morbo.
- Levanta, quiero comerterlo. Te habías preparado bien.
- Me he limpiado esperando todo esto. Aunque pensaba que tú serias un caballero.
- Podemos cambiar de roles, viendo lo morboso que está resultando todo esto.
Sin una protesta, más bien con mucho gusto, se puso a cuatro patas a mi lado. Me incorporé para pasar la lengua por toda su grupa enmarcada por el liguero y las medias. De su prístino ano rezumaba un poco de mi lefa que de inmediato recogí entre mis labios.
- ¡Gírate!.
De rodillas sobre su cama, con los cuerpos bien pegados volvimos a cruzar las lenguas. Disfrutamos de mi sabor.
- Aún tienes que correrte tú.
- ¿Donde lo quieres? Preciosa.
- En la boca. Túmbate.
De inmediato me amorrré al pilón. Dejé caer mi saliva sobre el glande y muy cachonda empecé a pasar la lengua por todo su pubis. Chupé sus huevos. Lamí la piel alrededor de su base. Subí con la lengua por el tronco y luego me la tragué.
Como yo, tampoco pudo aguantar mucho tiempo ese tratamiento. En segundos me llenó la boca con su espeso y amargo semen. Y también quiso saborearlo en el beso más lascivo que pudimos darnos. Mezclando lefa y saliva entre nuestras lenguas.
Duró más por que esta vez había más cantidad. No dejábamos de recorrer la piel de la otra con nuestras manos. O agarrábamos el culo de la otra para tirar de su cuerpo y pegarnos todavía más.
Por fin agotadas por la emoción de la tarde nos derrumbamos sobre el colchón. Pero muy juntas, se acomodó de costado bien pegada a mí, con la cabeza en el hueco de mi hombro. De vez en cuando apartaba el tirante del body para besar mi pecho e incluso alguna vez llegaba a lamer mi pezón.
- ¡Ha sido fantástico! Sabía que eres un guarro, pero no esperaba este nivel.
Rodeé su cuerpo con mi brazo como habría hecho con cualquier mujer. Para darle su ración de mimos post coito.
- El que, perdón, la que no se esperaba todo esto he sido yo. Pero estoy de acuerdo ha sido genial. ¿Pero ya estás cansada?.
- Descansamos, comamos algo y ¿vamos por el segundo asalto?.
- Por mí estupendo.
Esa noche no llegamos a salir de su piso. Incluso volvimos a vestirnos de mujer para recibir al chico de las pizzas. No sé lo que pensaría de nosotros.
Otras veces uno de los dos ha hecho el papel de chico mientras el otro hacia de mujer. Alternando una vez ella y otras yo. Hemos vuelto a repetir en plan lesbi.
Si estábamos muy cachondos ni nos hemos preocupado de vestirnos, simplemente nos hemos puesto en pelotas y hemos hecho un sesenta y nueve o nos hemos follado.
También hemos ido a un local de ambiente y swinger, vestidas o no, donde hemos socializado con gente de gustos afines. Hasta conseguir algún trio o alguna pequeña orgía con nuevos amigos o amigas.
.......
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