domingo, 17 de septiembre de 2023
Topicazos, fiesta de pijamas
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Hermana que vuelve de marcha y al volver a casa pilla a su hermana bollera de fiesta de pijamas con sus amigas.
Mi hermana, Silvia, quería organizar una fiesta de pijamas con sus dos mejores amigas, Marta y Susana, como cuando era una niña. Al explicarme el plan toda entusiasmada parecía que volvía a tener doce años. Pero las tres tienen los diez y ocho y yo no creía que fuera un buena idea. Tampoco tenía argumentos para oponerme.
Ellas querían recordar viejos tiempos y no era yo quién en para llevarle la contraria en esa situación. Me bastaba con quitarme de en medio arreglarme y salir con mis propias amigas de copas y a ligar algún macizo. Al fin y al cabo nuestros padres no estaban ese fin de semana. Y para colmo me habían dejado a mí de responsable.
La única condición que les puse es que no se trajeran ningún chico a casa. Y todo terminara como el rosario de la aurora, con la casa destrozada por una fiesta descontrolada. Pero la última intención que podían tener era meter un chico en su diversión y yo en la inopia.
Las famosas amigas habían llegado a media tarde y me tocó a mi abrir la puerta y recibirlas. Hacía tiempo que no las veía. Y joder como se habían desarrollado las puñeteras. Me quedé con la boca abierta al dejarlas entrar en el piso meneando esos culitos.
Susana se había convertido en una rubia alta y espigada, con una larga melena y un cuerpo moldeado por alguna entidad sobrenatural, enfundado en una ajustada minifalda de lycra y un top que apenas era más grande que un sujetador.
Marta en cambio había optado por la voluptuosidad en sus formas y es una curvy con todo muy bien repartido, pero en abundancia. Llevaba un mono de tela ligera, no suelto por que con su cuerpo se le marcaba todo y con la espalda completamente desnuda.
Al pasar a mi lado las dos me echaron una buena ojeada. Una termina fijándose en esas cosas igual que en su evidente belleza aunque nunca había tenido ese tipo de inclinaciones. Tampoco es que fuera muy tapada, para estar por casa usaba una camisa vieja de mi padre muy lavada y fina, que apenas tapaba mi culo y un tanga sencillo.
Creo que ellas radiografíaron todo mi cuerpo en esos pocos segundos. Pero no me dí cuenta de que que lo hacían con deseo. Así que me limité a dejarlas pasar e indicarles el cuarto de mi hermana que no se había dejado ver desde que habíamos metido los platos de la comida en el lavavajillas. No les presté mucha más atención.
Durante un rato estuve viendo la tele y el móvil. Y ya más tarde me dediqué a arreglarme para salir esa noche. Había quedado con una de mis amigas, la última que quedaba en la ciudad en ese verano.
Oía como en segundo plano música que salía de la habitación de mi hermana. Supuse que estarían charlando y bailado. Pero no pensé mucho en ello.
Peiné mi larga melena, me maquillé y me enfundé en el vestido de lycra más corto y ajustado a mis curvas que tenía. Solo lo sujetaba el cuello halter, una tira que cruzaba por mi nuca y me dejaba un escote fantástico.
Llamé a la puerta de la habitación de Silvia para despedirme. Me dijeron que pasara. La escena que vi tuvo que darme alguna pista pero debía tener la cabeza en otra parte. Parecía que se estaban probando ropa, nada más. Yo también lo hacía con mis amigas, a veces usando solo un probador.
Susana estaba junto al armario de mi hermana únicamente con un tanga de encaje muy sexi, las tetas al aire y con un sujetador de mi hermana en las manos. Giró la cabeza y pude ver su preciosa sonrisa en sus finos labios.
Marta estaba sentada en el suelo. No le valdría ninguna de las prendas de las otras dos. Pero había soltado el peto del mono y lucia sus impresionantes tetazas al desnudo. A ojo tendría una talla ciento diez o ciento cinco. Admito que algo de envidia tenía de esas impresionantes mamas. A mi me cuesta rellenar una noventa y cinco.
Mi hermana tumbada en su cama, boca abajo tenía puesto el top de su amiga y unas bragas, nada más. Lucía así el canalillo de sus tetas contenidas y el precioso culito respingón. Los largos muslos sobre la cama y con las rodillas dobladas tenía las pantorrillas y los piecitos levantados.
Tenía el móvil en la mano. Pensé en que esperaba que si se estaban haciendo fotos no las publicaran en Internet. Al menos no vestidas así.
- Bueno chicas, yo me voy. Portaros bien.
- Pues claro.
Contestaron las tres casi a coro. Me quedé un momento más mirando la escena y esperando a que Susana se pusiera el sujetador y ver cómo le quedaba ese conjunto. Como imaginaba parecía una modelo. También eché un último vistazo a los cántaros de la otra amiga.
Mientras cerraba la puerta me pareció oír no sé en cuál de las dos voces:
- Nena, ¡que buena está tu hermana!.
Sacudí la cabeza y la melena y salí de la casa sin darle más vueltas. Fui al encuentro de mi amiga. Es guapa y sexy pero con ella jamás se me había ocurrido pensar en su belleza, de forma lasciva. Y eso que nos habíamos cambiado juntas y visto desnudas del todo un montón de veces. Al menos no como lo que había sentido con mi hermana y sus amigas un rato antes.
Esa salida no fue muy memorable, más bien todo un fracaso. Tomamos un par de copas. Nos entraron un par de chicos. Pero para entonces ellos ya estaban tan borrachos que cuando intentaron meternos mano lo único que consiguieron fue calentarnos en vano.
Al mío no pude ni besarlo por el olor a alcohol de su aliento. Pero durante un rato había conseguido alcanzar mi tanga con los dedos. Apoyados en una columna de la discoteca consiguió meter la mano entre mis muslos. Con sus caricias en mi vulva consiguió humedecerme, pero nada más que eso. Muy lejos del orgasmo se quedó dormido sobre mi hombro.
Todavía puedo agradecer que no vomitara sobre mí. Cabreada, lo aparté para despertarlo y salí a la calle a tomar el aire. Me dio por pensar que igual lo estaría pasando mejor con mi hermana y sus amigas bailando en pijama o lencería y contándonos chistes malos.
¿Qué estaba haciendo allí aguantando a borrachos?. Así que despidiéndome a la francesa me encaminé de vuelta hacia casa.
Al abrir la puerta respiré hondo, aliviada. No había en marcha ninguna fiesta salvaje con chicos. En la cocina estaban las cajas de pizza que habían cenado y las latas de refresco. ¡Qué suertudo el pizzero cuando le abrieron esas tres beldades!.
Fui hacia el dormitorio de Silvia de donde aún salía música a un volumen suficiente como para no molestar a los vecinos y un rayo de luz por debajo de la puerta cerrada. Aún seguían despiertas.
Le di unos golpes a la madera para hacerles saber que estaba allí. Pero no oía ninguna respuesta sino más bien gemidos y suspiros. Volví a pensar en que allí había uno o más chicos. Abrí la puerta con cuidado. Al menos podría comprobarlo. No, no había ningún representante del género masculino. Habían juntado las dos camas de la habitación.
Mi inocente hermanita y sus amigas se las apañaban solas. Ya habían terminado con los bailes y los chistes. Lo primero que vi fue el imponente culo de Marta que estaba arrodillada entre los muslos de mi hermana. Con las rodillas separadas podía ver el pubis y los labios gruesos y sensuales. Y hasta el ano oscuro entre las dos inmensas nalgas.
Silvia gemía suave solo cuando la rubia separaba los labios de su boca. Y lo hacía solo para lamer sus tetas y chupar sus pezones. Ya ha quedado claro que no soy de piedra. Aunque nunca había tenido inclinaciones sáficas aquella escena me estaba calentando mucho más y más deprisa que los dedos del borracho.
Susana, aunque tenía la manita de mi hermana entre sus muslos, fue la primera que se dio cuenta de mi presencia. Me sonrió.
- ¿Qué haces en la puerta?. Ven.
No dudé mucho y di un par de pasos dentro del cuarto. Allí hacía mucho calor pero no era del termómetro. Pude captar más detalles. En el culazo de Marta había un pequeño tatuaje, un triskel. Sus tetas colgaban acariciando y rozando los muslos de Silvia
Mi hermana tenía los pezones tan en punta que parecían a punto de salir disparados. Tenía una mano sobre la cabeza de la curvy para que no apartara la lengua de su coñito. La otra mano acariciaba el clítoris y los labios de Susana.
Marta, tan ocupada estaba, que no se había dado cuenta de mi presencia. Mi familiar me vio en ese momento y me dedicó una sonrisa. Para entonces mis pezones estaban tan duros que se marcaban de maravilla en la lycra de mi vestido. Casi me dolían así que solté la tira que sujetaba mi escote y bajé toda esa tela hasta mi cintura. Me acaricié los pechos y pellizqué mis pezones contemplando tan bello espectáculo. Sin participar todavía.
Admito que las poderosas posaderas me atraían en ese momento como un imán. Así que se las acaricié con suavidad. Me chupé un dedo para pasarlo por el ano oscuro y cerrado. Eso le arrancó un fuerte jadeo sobre el pubis de Silvia.
- Eso me ha gustado. ¿Quién es la qué...?
- Soy yo cielo. ¿Me dejas?.
- Pues claro. Siempre me has gustado mucho.
- Pero tu sigue con ese xoxito tan lindo.
Sin dejar de amasar tan poderoso pandero me levanté lo suficiente como para besar a mi hermana. Buscó mi lengua de inmediato aunque tuvo que compartirla con su amiga que también buscó mis labios.
- Creía que no te gustaban las chicas, tata.
- Y así era. Pero algo está cambiando, sobre todo al ver como os divertís vosotras.
- Besas bien.
- Tú también, hermanita.
- Pues sigue.
Nos estuvimos morreando un buen rato jugando con nuestras lenguas y nuestra saliva. Y ambas recibíamos las caricias y besos de Marta. Notaba sus manos subiendo mi falda y apartando a un lado mi tanguita. Cuando empezó a lamer mi coño mi hermana ahogó mis jadeos con su lengua.
También notaba las manos de Susana recorriendo el resto de mi cuerpo con suavidad. También su boca amorrada a uno de mis pezones. Por ser la novedad estaba recibiendo las atenciones de las tres.
- ¿Bailas?
Fue la diosa rubia la que me reclamó. Tiró de mi mano para ponerme de pie. Yo aún llevaba mi vestido recogido como una falda, pero ella estaba desnuda del todo. Me cogió de la cintura y me pegó a su cuerpo con ternura.
Nuestras tetas prácticamente iguales, firmes conos de prieta carne, se frotaban. Yo agarré con fuerza sus duras nalgas. Y empezó a lamer y besar mi cuello. Nos movíamos despacio, sensuales, al ritmo de la música, buscando el mayor contacto posible entre nuestros cuerpos.
Silvia nos miraba desde la cama, sonriendo, con Marta a su lado. Habían cogido un móvil y nos estaban haciendo fotos y un video.
- Espero que no lo publiques.
- No, tranki, esto es para consumo propio. Sólo para nosotras.
Pero poco tardaron en unirse a nosotras. Mi hermana se colocó detrás de mí para terminar de desnudarme. El vestido y el tanga salieron por los pies dejando que notara por delante el cuerpo de Susana y por detrás el de mi hermana.
Marta se había juntado a la espalda de la rubia. Frotando sus tetazas y cadera con ella. A la vez había manos por todas partes. Yo notaba dos lenguas en mi cuello una a cada lado. Estaba muy excitada. Y eso que nunca había pensado que me pondría así con otras chicas.
Sentí la mano juguetona de mi hermana acariciando mi culo. Deslizándose entre mis nalgas, acariciando el ano a su paso. Y por fin a través de mis muslos separados en los labios de mi vulva. Chorreaba. Si mano se mojó de inmediato con mis jugos. Pero no por ello dejó de masturbarme.
- Tata estás muy mojada.
- Vosotras me estáis poniendo así.
Mientras yo me agarraba con una mano a una nalga de Susana para juntarla todavía más a mí con la intención de seguír frotando nuestras tetas. Con la otra amasaba una de las poderosas mamas de Marta.
Las cuatro muy juntas, de pie, en medio de la habitación, moviéndonos sensualmente al ritmo de la música. Era algo sensacional que me hacía jadear de placer como nunca había sentido. Parecía estar en medio de un orgasmo continuo.
- Besa a tu hermana. Siempre te ha deseado. Nos lo ha confesado muchas veces.
Me giré para abrazar a mi hermanita y darle la ternura que ella me estaba proporcionando. Mirándola a los ojos besé sus labios. Pero a esas alturas también éramos pura lujuria. Las lenguas entraron en acción y uno de sus muslos se metió entre los míos.
Ninguna de ellas estaba dispuesta a darme tregua. Seguía rodeada por sus bellos cuerpos desnudos. Poco a poco volvieron a llevarme a la cama. Parecía que yo era la única receptora de todas sus atenciones.
- Túmbate.
Me tumbaron en la cama y de inmediato empecé a notar labios, lenguas y manos por todo mi cuerpo. Y digo todo al completo. Desde mis pies hasta la nuca. Incluso alguien levantó mis piernas hasta que alcanzó mi culo y clavó la lengua en él.
- ¡Joder!. Sois insaciables.
- Silvi, cariño, quiero comerte.
Yo también quería dar placer y la primera en sentarse sobre mí cara fue mi hermana. Su xoxito es precioso, delicado, caliente y muy suave y húmedo. Y de inmediato me puse a lamerlo, a jugar con su clítoris y clavar la lengua lo más que podía en su coñito. Agarrando y separando sus nalgas para llegar al ano.
La oía jadear por encima de mi cabeza mientras yo misma tenía que ahogar mis gemidos con mi boca en su potorro. Esas tres me iban a matar de placer. Y desde luego estaba dispuesta a devolverles el favor.
A mi hermanita ya la tenía parece que satisfecha pues se levantó al cabo de un rato para dejar su sitio a Marta. Su impresionante cadera fue descendiendo despacio sobre mí cara. Como Susana me estaba comiendo el culo Silvia se dedicó a mi xoxete.
- ¡Te toca!. ¡Qué lengua tiene!
Y todas acariciando cada trozo de piel que podíamos alcanzar. Llegó un momento en que no sabía quién, ni donde me estaba acariciando. Seguía en un orgasmo continuo.
- ¡Tregua!
Agotadas y casi satisfechas nos quedamos dormidas unas en brazos de las otras y muy juntas. Me habían descubierto un mundo nuevo de placeres. No iba a renunciar a los chicos pero estaba convencida de que tenía que explorar ese nuevo horizonte.
Y desde luego viendo que mi hermana era una experta en el tema, además de estar buenísima, le pediría ayuda, teórica y práctica. A ella y a sus amigas por supuesto.
Por la mañana seguimos desnudas. Nos duchamos juntas. Seguimos haciendo el amor allí donde nos pillaba y con la que deseábamos en ese momento. Seguimos así hasta media hora antes de volver nuestros padres.
.....
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