domingo, 17 de septiembre de 2023
Topicazos, fiesta de pijamas
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Hermana que vuelve de marcha y al volver a casa pilla a su hermana bollera de fiesta de pijamas con sus amigas.
Mi hermana, Silvia, quería organizar una fiesta de pijamas con sus dos mejores amigas, Marta y Susana, como cuando era una niña. Al explicarme el plan toda entusiasmada parecía que volvía a tener doce años. Pero las tres tienen los diez y ocho y yo no creía que fuera un buena idea. Tampoco tenía argumentos para oponerme.
Ellas querían recordar viejos tiempos y no era yo quién en para llevarle la contraria en esa situación. Me bastaba con quitarme de en medio arreglarme y salir con mis propias amigas de copas y a ligar algún macizo. Al fin y al cabo nuestros padres no estaban ese fin de semana. Y para colmo me habían dejado a mí de responsable.
La única condición que les puse es que no se trajeran ningún chico a casa. Y todo terminara como el rosario de la aurora, con la casa destrozada por una fiesta descontrolada. Pero la última intención que podían tener era meter un chico en su diversión y yo en la inopia.
Las famosas amigas habían llegado a media tarde y me tocó a mi abrir la puerta y recibirlas. Hacía tiempo que no las veía. Y joder como se habían desarrollado las puñeteras. Me quedé con la boca abierta al dejarlas entrar en el piso meneando esos culitos.
Susana se había convertido en una rubia alta y espigada, con una larga melena y un cuerpo moldeado por alguna entidad sobrenatural, enfundado en una ajustada minifalda de lycra y un top que apenas era más grande que un sujetador.
Marta en cambio había optado por la voluptuosidad en sus formas y es una curvy con todo muy bien repartido, pero en abundancia. Llevaba un mono de tela ligera, no suelto por que con su cuerpo se le marcaba todo y con la espalda completamente desnuda.
Al pasar a mi lado las dos me echaron una buena ojeada. Una termina fijándose en esas cosas igual que en su evidente belleza aunque nunca había tenido ese tipo de inclinaciones. Tampoco es que fuera muy tapada, para estar por casa usaba una camisa vieja de mi padre muy lavada y fina, que apenas tapaba mi culo y un tanga sencillo.
Creo que ellas radiografíaron todo mi cuerpo en esos pocos segundos. Pero no me dí cuenta de que que lo hacían con deseo. Así que me limité a dejarlas pasar e indicarles el cuarto de mi hermana que no se había dejado ver desde que habíamos metido los platos de la comida en el lavavajillas. No les presté mucha más atención.
Durante un rato estuve viendo la tele y el móvil. Y ya más tarde me dediqué a arreglarme para salir esa noche. Había quedado con una de mis amigas, la última que quedaba en la ciudad en ese verano.
Oía como en segundo plano música que salía de la habitación de mi hermana. Supuse que estarían charlando y bailado. Pero no pensé mucho en ello.
Peiné mi larga melena, me maquillé y me enfundé en el vestido de lycra más corto y ajustado a mis curvas que tenía. Solo lo sujetaba el cuello halter, una tira que cruzaba por mi nuca y me dejaba un escote fantástico.
Llamé a la puerta de la habitación de Silvia para despedirme. Me dijeron que pasara. La escena que vi tuvo que darme alguna pista pero debía tener la cabeza en otra parte. Parecía que se estaban probando ropa, nada más. Yo también lo hacía con mis amigas, a veces usando solo un probador.
Susana estaba junto al armario de mi hermana únicamente con un tanga de encaje muy sexi, las tetas al aire y con un sujetador de mi hermana en las manos. Giró la cabeza y pude ver su preciosa sonrisa en sus finos labios.
Marta estaba sentada en el suelo. No le valdría ninguna de las prendas de las otras dos. Pero había soltado el peto del mono y lucia sus impresionantes tetazas al desnudo. A ojo tendría una talla ciento diez o ciento cinco. Admito que algo de envidia tenía de esas impresionantes mamas. A mi me cuesta rellenar una noventa y cinco.
Mi hermana tumbada en su cama, boca abajo tenía puesto el top de su amiga y unas bragas, nada más. Lucía así el canalillo de sus tetas contenidas y el precioso culito respingón. Los largos muslos sobre la cama y con las rodillas dobladas tenía las pantorrillas y los piecitos levantados.
Tenía el móvil en la mano. Pensé en que esperaba que si se estaban haciendo fotos no las publicaran en Internet. Al menos no vestidas así.
- Bueno chicas, yo me voy. Portaros bien.
- Pues claro.
Contestaron las tres casi a coro. Me quedé un momento más mirando la escena y esperando a que Susana se pusiera el sujetador y ver cómo le quedaba ese conjunto. Como imaginaba parecía una modelo. También eché un último vistazo a los cántaros de la otra amiga.
Mientras cerraba la puerta me pareció oír no sé en cuál de las dos voces:
- Nena, ¡que buena está tu hermana!.
Sacudí la cabeza y la melena y salí de la casa sin darle más vueltas. Fui al encuentro de mi amiga. Es guapa y sexy pero con ella jamás se me había ocurrido pensar en su belleza, de forma lasciva. Y eso que nos habíamos cambiado juntas y visto desnudas del todo un montón de veces. Al menos no como lo que había sentido con mi hermana y sus amigas un rato antes.
Esa salida no fue muy memorable, más bien todo un fracaso. Tomamos un par de copas. Nos entraron un par de chicos. Pero para entonces ellos ya estaban tan borrachos que cuando intentaron meternos mano lo único que consiguieron fue calentarnos en vano.
Al mío no pude ni besarlo por el olor a alcohol de su aliento. Pero durante un rato había conseguido alcanzar mi tanga con los dedos. Apoyados en una columna de la discoteca consiguió meter la mano entre mis muslos. Con sus caricias en mi vulva consiguió humedecerme, pero nada más que eso. Muy lejos del orgasmo se quedó dormido sobre mi hombro.
Todavía puedo agradecer que no vomitara sobre mí. Cabreada, lo aparté para despertarlo y salí a la calle a tomar el aire. Me dio por pensar que igual lo estaría pasando mejor con mi hermana y sus amigas bailando en pijama o lencería y contándonos chistes malos.
¿Qué estaba haciendo allí aguantando a borrachos?. Así que despidiéndome a la francesa me encaminé de vuelta hacia casa.
Al abrir la puerta respiré hondo, aliviada. No había en marcha ninguna fiesta salvaje con chicos. En la cocina estaban las cajas de pizza que habían cenado y las latas de refresco. ¡Qué suertudo el pizzero cuando le abrieron esas tres beldades!.
Fui hacia el dormitorio de Silvia de donde aún salía música a un volumen suficiente como para no molestar a los vecinos y un rayo de luz por debajo de la puerta cerrada. Aún seguían despiertas.
Le di unos golpes a la madera para hacerles saber que estaba allí. Pero no oía ninguna respuesta sino más bien gemidos y suspiros. Volví a pensar en que allí había uno o más chicos. Abrí la puerta con cuidado. Al menos podría comprobarlo. No, no había ningún representante del género masculino. Habían juntado las dos camas de la habitación.
Mi inocente hermanita y sus amigas se las apañaban solas. Ya habían terminado con los bailes y los chistes. Lo primero que vi fue el imponente culo de Marta que estaba arrodillada entre los muslos de mi hermana. Con las rodillas separadas podía ver el pubis y los labios gruesos y sensuales. Y hasta el ano oscuro entre las dos inmensas nalgas.
Silvia gemía suave solo cuando la rubia separaba los labios de su boca. Y lo hacía solo para lamer sus tetas y chupar sus pezones. Ya ha quedado claro que no soy de piedra. Aunque nunca había tenido inclinaciones sáficas aquella escena me estaba calentando mucho más y más deprisa que los dedos del borracho.
Susana, aunque tenía la manita de mi hermana entre sus muslos, fue la primera que se dio cuenta de mi presencia. Me sonrió.
- ¿Qué haces en la puerta?. Ven.
No dudé mucho y di un par de pasos dentro del cuarto. Allí hacía mucho calor pero no era del termómetro. Pude captar más detalles. En el culazo de Marta había un pequeño tatuaje, un triskel. Sus tetas colgaban acariciando y rozando los muslos de Silvia
Mi hermana tenía los pezones tan en punta que parecían a punto de salir disparados. Tenía una mano sobre la cabeza de la curvy para que no apartara la lengua de su coñito. La otra mano acariciaba el clítoris y los labios de Susana.
Marta, tan ocupada estaba, que no se había dado cuenta de mi presencia. Mi familiar me vio en ese momento y me dedicó una sonrisa. Para entonces mis pezones estaban tan duros que se marcaban de maravilla en la lycra de mi vestido. Casi me dolían así que solté la tira que sujetaba mi escote y bajé toda esa tela hasta mi cintura. Me acaricié los pechos y pellizqué mis pezones contemplando tan bello espectáculo. Sin participar todavía.
Admito que las poderosas posaderas me atraían en ese momento como un imán. Así que se las acaricié con suavidad. Me chupé un dedo para pasarlo por el ano oscuro y cerrado. Eso le arrancó un fuerte jadeo sobre el pubis de Silvia.
- Eso me ha gustado. ¿Quién es la qué...?
- Soy yo cielo. ¿Me dejas?.
- Pues claro. Siempre me has gustado mucho.
- Pero tu sigue con ese xoxito tan lindo.
Sin dejar de amasar tan poderoso pandero me levanté lo suficiente como para besar a mi hermana. Buscó mi lengua de inmediato aunque tuvo que compartirla con su amiga que también buscó mis labios.
- Creía que no te gustaban las chicas, tata.
- Y así era. Pero algo está cambiando, sobre todo al ver como os divertís vosotras.
- Besas bien.
- Tú también, hermanita.
- Pues sigue.
Nos estuvimos morreando un buen rato jugando con nuestras lenguas y nuestra saliva. Y ambas recibíamos las caricias y besos de Marta. Notaba sus manos subiendo mi falda y apartando a un lado mi tanguita. Cuando empezó a lamer mi coño mi hermana ahogó mis jadeos con su lengua.
También notaba las manos de Susana recorriendo el resto de mi cuerpo con suavidad. También su boca amorrada a uno de mis pezones. Por ser la novedad estaba recibiendo las atenciones de las tres.
- ¿Bailas?
Fue la diosa rubia la que me reclamó. Tiró de mi mano para ponerme de pie. Yo aún llevaba mi vestido recogido como una falda, pero ella estaba desnuda del todo. Me cogió de la cintura y me pegó a su cuerpo con ternura.
Nuestras tetas prácticamente iguales, firmes conos de prieta carne, se frotaban. Yo agarré con fuerza sus duras nalgas. Y empezó a lamer y besar mi cuello. Nos movíamos despacio, sensuales, al ritmo de la música, buscando el mayor contacto posible entre nuestros cuerpos.
Silvia nos miraba desde la cama, sonriendo, con Marta a su lado. Habían cogido un móvil y nos estaban haciendo fotos y un video.
- Espero que no lo publiques.
- No, tranki, esto es para consumo propio. Sólo para nosotras.
Pero poco tardaron en unirse a nosotras. Mi hermana se colocó detrás de mí para terminar de desnudarme. El vestido y el tanga salieron por los pies dejando que notara por delante el cuerpo de Susana y por detrás el de mi hermana.
Marta se había juntado a la espalda de la rubia. Frotando sus tetazas y cadera con ella. A la vez había manos por todas partes. Yo notaba dos lenguas en mi cuello una a cada lado. Estaba muy excitada. Y eso que nunca había pensado que me pondría así con otras chicas.
Sentí la mano juguetona de mi hermana acariciando mi culo. Deslizándose entre mis nalgas, acariciando el ano a su paso. Y por fin a través de mis muslos separados en los labios de mi vulva. Chorreaba. Si mano se mojó de inmediato con mis jugos. Pero no por ello dejó de masturbarme.
- Tata estás muy mojada.
- Vosotras me estáis poniendo así.
Mientras yo me agarraba con una mano a una nalga de Susana para juntarla todavía más a mí con la intención de seguír frotando nuestras tetas. Con la otra amasaba una de las poderosas mamas de Marta.
Las cuatro muy juntas, de pie, en medio de la habitación, moviéndonos sensualmente al ritmo de la música. Era algo sensacional que me hacía jadear de placer como nunca había sentido. Parecía estar en medio de un orgasmo continuo.
- Besa a tu hermana. Siempre te ha deseado. Nos lo ha confesado muchas veces.
Me giré para abrazar a mi hermanita y darle la ternura que ella me estaba proporcionando. Mirándola a los ojos besé sus labios. Pero a esas alturas también éramos pura lujuria. Las lenguas entraron en acción y uno de sus muslos se metió entre los míos.
Ninguna de ellas estaba dispuesta a darme tregua. Seguía rodeada por sus bellos cuerpos desnudos. Poco a poco volvieron a llevarme a la cama. Parecía que yo era la única receptora de todas sus atenciones.
- Túmbate.
Me tumbaron en la cama y de inmediato empecé a notar labios, lenguas y manos por todo mi cuerpo. Y digo todo al completo. Desde mis pies hasta la nuca. Incluso alguien levantó mis piernas hasta que alcanzó mi culo y clavó la lengua en él.
- ¡Joder!. Sois insaciables.
- Silvi, cariño, quiero comerte.
Yo también quería dar placer y la primera en sentarse sobre mí cara fue mi hermana. Su xoxito es precioso, delicado, caliente y muy suave y húmedo. Y de inmediato me puse a lamerlo, a jugar con su clítoris y clavar la lengua lo más que podía en su coñito. Agarrando y separando sus nalgas para llegar al ano.
La oía jadear por encima de mi cabeza mientras yo misma tenía que ahogar mis gemidos con mi boca en su potorro. Esas tres me iban a matar de placer. Y desde luego estaba dispuesta a devolverles el favor.
A mi hermanita ya la tenía parece que satisfecha pues se levantó al cabo de un rato para dejar su sitio a Marta. Su impresionante cadera fue descendiendo despacio sobre mí cara. Como Susana me estaba comiendo el culo Silvia se dedicó a mi xoxete.
- ¡Te toca!. ¡Qué lengua tiene!
Y todas acariciando cada trozo de piel que podíamos alcanzar. Llegó un momento en que no sabía quién, ni donde me estaba acariciando. Seguía en un orgasmo continuo.
- ¡Tregua!
Agotadas y casi satisfechas nos quedamos dormidas unas en brazos de las otras y muy juntas. Me habían descubierto un mundo nuevo de placeres. No iba a renunciar a los chicos pero estaba convencida de que tenía que explorar ese nuevo horizonte.
Y desde luego viendo que mi hermana era una experta en el tema, además de estar buenísima, le pediría ayuda, teórica y práctica. A ella y a sus amigas por supuesto.
Por la mañana seguimos desnudas. Nos duchamos juntas. Seguimos haciendo el amor allí donde nos pillaba y con la que deseábamos en ese momento. Seguimos así hasta media hora antes de volver nuestros padres.
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viernes, 15 de septiembre de 2023
Realizando fetiches. La zapatería
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Como se puede deducir del título mi trabajo es vender zapatos. Eso y botas, sandalias y cualquier producto relacionado, plantillas, cepillos y betunes que pueda colar. Eso es precisamente lo que el jefe pide. Luego cada una hace lo que puede.
Esa tarde de verano, calurosa y agobiante no había entrado nadie y me encontraba cruzada de brazos y aburrida con el local limpio como una patena.
Normalmente ando bastante liada, colocando, cobrando o haciendo cualquier tarea que necesite el establecimiento. Así que les doy los zapatos y dejo que se los prueben sin prestar mas atención. Pero aquella tarde de verano había tenido pocos clientes y la tienda estaba en orden.
En su caso no pude contenerme y tampoco tenía otra cosa que hacer. Pero es que ella estaba muy buena. La camiseta fina de tirantes que llevaba insinuaba una delantera de bellas proporciones y formas. La breve minifalda me permitía una vista espectacular de sus bien torneados muslos y sus reducidas sandalias unos pies muy bonitos y cuidados.
Estuvo dando una vuelta y mirando la mercancía. Le llamó la atención los zapatos y sandalias de fiesta con mucho tacón. Eligió dos pares para probarse y fui solícita a buscar los de su número.
Tengo que admitir que cierto fetiche por los pies también tengo. Como siempre me han gustado los cuerpos hermosos y no había nadie más en la tienda decidí darle una atención personalizada.
Yo misma me arrodillé a sus pies con los zapatos de tacón que ella había seleccionado a mi lado. Dejando caer el suelto escote barco de mi camiseta para que fuera ella la que le echara un buen vistazo a mis pechos libres de sujetador.
Con uno de sus pies desnudo entre mis manos levanté la vista hasta su rostro y nuestras miradas se cruzaron. Solo un segundo pero había una sonrisa de complicidad en sus brujos ojos azules. Tenía las uñas bien recortadas, limadas y pintadas de rojo.
Al calzarle una sandalia masajeé su pie un momento. Separé sus piernas sin que ella opusiera resistencia y allí donde sus muslos se unían pude apreciar la humedad de su excitación en un tanga de color claro. De igual forma ella podía apreciar en mis duros pezones lo que sus bellas formas provocaba en mí.
- Te van a quedar muy bien con un vestido de fiesta.
- Son para una ceremonia y el color va con el del vestido.
Mis dedos se deslizaban por su tobillo y pantorrilla acariciando una piel tan suave como la podría soñar. El suave masaje parecía que le gustaba. Al menos no protestó, ni retiró la pierna de mis manos.
Ella se inclinó aún más para ver algo de mi cuerpo, todo lo que mi ligera ropa le permitía. Pero no me tocó. Eran mis manos las que tocaban sus pies, deslizándose entre sus dedos, acariciando la planta y el empeine.
El que calla otorga. Como mis caricias eran bien recibidas y estábamos solas, me atreví a más. Me lo llevé a la boca. Chupé sus elegantes dedos y deslicé mi lengua entre ellos saboreando su sudor. Mis labios por la planta lamiendo y humedeciendo con mi saliva el bello pie.
Su sonrisa se hacía más amplia cuando las cosquillas casi la hacían reír. Pero lo disfrutaba, los gemidos y los suspiros que escapaban de su fina garganta así me lo indicaban. Apoyé el pie húmedo entre mis senos por encima del escote, sobre mi piel desnuda. Con el pie bajé la tela descubriendo mis tetas y más piel para acariciarme con él. Mientras subía con mi lengua lamiendo por la pantorrilla y el interior de sus muslos.
Levantó un poco el culito del sillón. Lo suficiente para que yo pudiera agarrar del levísimo tanga y sacarlo descubriendo su vulva a mis ansiosos ojos. Al llegar a medio muslo, impaciente, me limité a romper el encaje y meterlo dentro de uno de los zapatos para quitarlo de en medio.
Tiré de sus piernas hasta tener apoyado su culo en el filo del sillón. Me pasé sus rodillas por encima de los hombros. Acerqué la cara a su coño que besé con todo el deseo acumulado desde que la vi entrar en la zapatería.
El olor de sus jugos me embriagaba. Cuando mi lengua acarició sus labios un escalofrío recorrió su cuerpo y un leve grito se le escapó. Separó más las piernas dándome más acceso a su coño. Sin usar las manos, solo con la lengua, abrí los labios buscando el clítoris, clavándola lo mas que pude en el interior de su vulva.
Su humedad resbalaba por mi barbilla. Mientras ella disfrutaba con la minifalda enrollada en la cintura y sus muslos apretando mis orejas en cada orgasmo.
De pronto estiró una de sus preciosas piernas. Noté sus dedos acariciando mi vientre. Incluso en mi ombligo. Luego un poco más abajo, sobre mí monte de venus. Por suerte yo también me había puesto una minifalda. Un poco de ligera tela separaba los dedos de su pie de un tanga microscópico que apenas tapaba los labios de mi depilada vulva.
Apenas habíamos cruzado un par de frases sobre zapatos y ya le estaba comiendo el coño. Y ella buscando el mío con uno de sus pies. Aquello iba lanzado pero podían pillarnos en cualquier momento. Cualquiera podía entrar en la tienda y sorprendernos en tan grata tarea. Eso creo que nos excitaba más a las dos. Algo exhibicionistas además de fetichistas de los pies.
Y además quería más de ella, quería hacerle el amor con todo mi cuerpo y que ella respondiera a cada una de mis caricias con las suyas. Sin que nadie nos pillara. Bueno, en ese momento todo me daba ya igual. Quería la caricia en mi xoxito.
Todo ello pasó durante un segundo por mi mente. Puede que también por la suya pero para nada importaba. En ese mismo momento yo lo descarté y en ella no hubo ninguna muestra de que hubiera caído en ello. Así que seguí con mi dulce tarea. Podía la llegar al perineo pero no llegaba al ano.
Aparté mi falda para dejar paso a su pie. Era habilidosa. No hizo falta más, con un suave movimiento de su dedo gordo apartó mi tanga. Enseguida lo noté acariciando los labios de mi vulva. Buscaba el clitoris y no tardó en encontrarlo.
Incluso me penetraba todo lo que podía. Así fue como yo empecé a gemir y suspirar. Con la pierna estirada y la otra por encima del brazo del sillón yo apenas pude alcanzar el clítoris con la lengua. Además de jadear, claro.
- ¡Córrete, nena!.
- Ya me viene. ¡Sigue!
Pero ella ya se había corrido y varias veces, por lo que había podido deducir. Así que no le importaba más que buscar mi orgasmo. El primero me llegó con facilidad. Lo del pie en mi coñito me estabas volviendo loca.
- Yo también quiero ver los tuyos cielo. Ponte de pie.
- No son tan bonitos como los tuyos.
Me hice la humilde aunque estaba muy orgullosa de mis pies. Bien cuidados con dos fuimos y uñas pintadas. Y si no tenía a nadie que me los acariciara lo hacía yo misma. Al ponerme de pie aproveché para quitarme el tanga. Estaba tan húmeda que solo era un trapo mojado entre mis muslos. Y ella tampoco lo tenía puesto.
Palmeó su rodilla para indicarme lo que quería que hiciera. Me libré de mi sandalia y puse el pie derecho sobre ella. Sus manos fueron de inmediato a acariciarlo con suavidad. Y yo seguía con las tetas al aire.
- Es precioso, reina.
Como había hecho yo antes pasó sus dedos entre los míos. Acarició el empeine y me hizo cosillas en la planta. Incluso subió por el tobillo y la pantorrilla. Yo misma amasaba mis prechos para darme aún más placer.
- ¿Me dejas que te lo coma?
- Lo estoy deseando.
Tuve que sentarme a su lado para estar más cómodas y poder alcanzar su carita con el pie. Solo con sentir su legua repasando la plante ya me corrí jadeando. Cuando me chupó los dedos casi me vuelvo loca. Y cuando pasó la lengua entre ellos me corrí mojando el sofá sobre el que otra gente se probaba zapatos. Y sin tocarme el coño.
Quedé completamente postrada y respirando con fuerza, jadeando, intentando encontrar el aire que faltaba a mis pulmones. Con las tetas al aire, un pie sin calzado con una sandalia en el suelo y el otro por encima del respaldo del sofá.
Tenía las piernas completamente abiertas, la falda levantada por encima de la cintura. Estaba expuesta del todo a sus lascivos ojos y por supuesto a su lengua juguetona. Se inclinó sobre mí cuerpo dispuesta a seguir dándome placer.
Yo creía estar saciada pero aún no había sentido su lengua en mi coño. Jamás pensé que se podía gozar tanto. Seguía encadenando orgasmos y más cuando levantó mis piernas y llegó con la lengua hasta mi ano.
Fue una locura total, pero mi excitación hizo que no me importará nada. Aunque estábamos en un rincón discreto lejos del escaparate y tapadas por una estantería era posible que alguien nos viera. Supongo que si eso pasó le gustó el espectáculo pues nadie dijo nada.
He vuelto a verla. Aunque no me atraían de forma especial las mujeres no es fácil encontrar alguien que comparta tu fetiche. Y menos capaz de dar y recibir placer así.
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jueves, 14 de septiembre de 2023
Me paso el día bailando
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SEXI ES LA PALABRA QUE LO DEFINIA
Sexi es la palabra que lo definía. Era guapo y él lo sabía.
Yo con mi vestido ajustado gran escote y falda corta podía presumir de mi cuerpo serrano.
Me acerqué a él como pude y coloqué mi culo en su bragueta. Insinuándome lo más descaradamente que pude en aquella pista de baile abarrotada.
Se me estaba derritiendo el sexo de pensar en la tranca que se ponía dura por momentos contra mis nalgas.
Él me agarró por la cintura y me besó en el cuello. Sus labios se deslizaban por la piel de mis hombros que el vestido dejaba desnudos. Su mano estaba muy baja sobre mi pubis y me apretaba contra él.
Me sacó de la pista y nos sentamos muy juntos. Nos besamos con mucha pasión, menuda y salva. Puso su mano en mi muslo y cada vez iba más dentro en busca de unas bragas que no me había puesto.
Llegó sin dificultad a mi coño que encontró abierto y dispuesto a ser acariciado y penetrado por sus dedos. Tuvo que callar mi gemido con su boca.
Mientras nos besábamos en la boca y nuestras lenguas se enroscaban la una en la otra recorriendo nuestras dentaduras. Su índice abrió mis labios vaginales donde quedó mojado.
Subió hasta mi clítoris que acarició incansable. La otra mano apretaba mis nalgas duras y respingonas.
Yo no podía corresponderle obnubilada por todo lo que estaba sintiendo. Pero no parecía que eso le molestara dedicado a darme placer.
Pocos minutos más tarde me estaba corriendo sobre sus dedos. Me derretía por el coño. Con un gesto lascivo se llevó los dedos a la boca y los lamió.
El bello desconocido se levantó del sofá y se perdió entre la multitud. Nunca ha vuelto a esa discoteca a pesar de las veces que le he buscado en la pista de baile.
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miércoles, 6 de septiembre de 2023
Entre la arena y el agua, Coronas
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La playa siempre se me hizo un lugar perfecto para ligar, pero nunca pensé que allí otra chica consiguiera ligar conmigo. Básicamente yo era heterosexual practicante, a ser posible muy practicante, vamos que me encanta el sexo. Pero entonces encontré más de lo que pretendía.
Tomaba el sol en top less para provocar a los chicos y esperar que alguno se me acerque. Mis braguitas de bikini se habían ido reduciendo a la mínima expresión. Procuraba ponerme el bronceador de la forma más sensual posible, acariciando mi propio cuerpo.
Cuando alguien a mi lado extendió una toalla y se tumbó en la arena. Miré hacia allí de reojo para no ser demasiado descarada. Vi una chica rubia y voluptuosa, de amplias caderas y muy generosos senos apenas cubiertos por su bikini. No me importó, podía ponerse donde quisiera.
Yo soy pequeña morena y como hago mucho ejercicio mis músculos se marcan en la piel muy bronceada. La verdad es que tengo un aspecto un poco masculino. Pero mis pechos pequeños y firmes están ahí para mostrar una feminidad desatada. Mi cadera es estrecha y el culito respingón, los muslos largos con los músculos definidos.
El minúsculo tanga blanco procedente de un sex shop hacia resaltar aún mas el moreno de mi piel o el negro azabache de los abundantes rizos del pubis que la poquedad de la licra no llegaba a contener.
Decidí mostrarme como buena vecina, la saludé y me presenté. Ella se llamaba Coronas y está verdaderamente buena, una chica maciza, una curvy sexy. Parecía que me miraba con deseo. Después de haber provocado esa mirada en muchos chicos sabía reconocerla.
- ¡Hola! Soy Olga, ¿te vas a poner aquí?
- Si no está reservado, si claro.
- No, para nada, adelante.
Y le dediqué una sonrisa. Pensaba que las dos juntas con nuestros cuerpos casi desnudos, atraeríamos más miradas, a más chicos.
Mirando mis pechos al descubierto. Mi oscura piel haría un bonito contraste con la suya más clara para los chicos que pasaran cerca de nosotras. Mientras ella estaba pensando en cómo acariciar la mía.
Había gente a nuestro alrededor y ella tenia que empezar con cierta prudencia. Pero en algún rincón de mi mente ya sabía que ella iba a entrarme. Me dijo que le vigilara sus cosas mientras iba al chiringuito cercano a por unos refrescos.
- Voy al chiringuito, ¿me vigilas mis cosas?.
- Pues claro.
- ¿Quieres algo?.
- No gracias, tengo de todo.
Al volver yo estaba sentada mirando hacia el mar despistada y pasó una de las latas heladas por mi espalda. Me rei de la broma pues la verdad es que necesitaba refrescarme un poco. No solo por el calor del sol. Y acercamos un poco mas las toallas hasta que quedaron pegadas.
- ¿Me pones bronceador?
- Pues claro, túmbate.
Luego me pidió que le diera bronceador por la espalda. Lo que cumplió su misión nos permitió un mas intimo conocimiento aparte de las primeras de inocentes caricias.
Solté el nudo de su sujetador para no mancharlo. Pude masajear sus dorsales con fuerza y parecía que le gustaba. Cada vez que me inclinaba hacia un lado veía sus preciosos y voluptuosos pechos sobresalían por sus costados aplastados sobre la toalla.
La braguitas de su bikini tampoco era muy grande. Apenas tapaba su culo poderoso. Así que también tuve que poner bronceador por allí. Y estaba claro que le gustaba.
- No te cortes, nena. El culo también se quema.
Al poco rato ya charlábamos como viejas amigas y allí comenzó nuestra relacion. Yo le contaba como me gustaban los chicos, como me encanta follar, en todas las posturas posibles y de donde había salido el tanga.
- Es un tanga muy bonito, parece casi trasparente.
- Es una travesura. ¿Te cuento la verdad?.
- Pues claro. Mientras voy a atarme el suje.
En estas era ella la que me estaba poniendo crema a mí. Desde luego se cortaba mucho menos que yo. Aprovechó para sobar mi cuerpo por todas partes. Y esas caricias me estaban gustando, mucho.
No sé si lo de volver a ponerse el suje lo hacía adrede para provocarme. Ocultar sus pezones a mi vista. Mantener el misterio unos momentos más.
- Compré el tanga en una tienda erótica. En realidad no sé si es un bañador. Pero a quien le importa y ¿a que me queda bien?.
- Te queda fantástico. Estoy pensando en buscar algo parecido para mí.
- Menos mal que me echas un piropo por fin.
Ella me contó una triste y no del todo verdadera historia sobre una prima suya lesbiana. Un cuento, vamos, sobre cómo a ella le habían empezado a gustar las chicas. A mi me picó la curiosidad.
- ¿Tú eres como tu prima ahora?.
- No del todo. He tenido experiencias con chicas y me han encantado. Pero también sigo haciendo cosas con chicos. No eres la única a la que le gusta el sexo. Desde luego.
- Sinceramente creo que eso nos pasa a muchas aunque no se atrevan a decirlo.
Aunque nunca había tenido esas inclinaciones mi filosofia es que hay que probarlo todo aunque solo sea una vez en la vida.
Eso y con la bien fundada sospecha de que Sara quería ligar conmigo me hizo decidirme. Podría probar y ella es muy atractiva. Le di un piquito en los labios con la intención de pasar a mayores en cuanto pudiera.
- ¿Nos bañamos?.
Nos metimos en el agua lo que nos permitió acariciarnos con disimulo y sin que nadie se fijara en nosotras. Pasamos un rato jugando y yo sentia sus manos por todo mi cuerpo. La sensación era muy agradable.
Tampoco se cortó nada durante el baño. En cuanto el agua nos cubrió por encima de la cintura noté sus manos en mi cintura sujetándome y sus labios buscando los míos. Yo había sido la primera que la había besado así que respondí abriéndolos y esperando su lengua.
El ser deseada y acariciada así por otra chica me hacia sentir caliente, aunque para eso no hace falta mucho. Deslizó una de sus manos bajo mi tanga para rozarme el coñito. Estaba muy mojada y no era por el agua del mar. Fue solo un segundo pero me encanté.
Yo le acaricié, por fin, los enormes pechos dejándola en top less como yo estaba. Mis manos se aferraron solas a aquellas dos preciosas masas de carne. Todo el tiempo que ella me dejó estuve amasándolas.
Me llevé su sujetador como trofeo en la mano. Ella me persiguió entre risas y cuando me dejé coger se dedicó a amasar mis tetas mucho más pequeñas que las suyas. Tenía los pezones duros como guijarros de río.
- ¡Que duras las tienes!
Volvimos a las toallas y una nueva ración de bronceador nos permitía seguir acariciándonos casi sin disimulo. Yo deslizaba una mano entre sus muslos cada vez mas arriba hasta el bikini. Lo que me permitían sus piernas abiertas.
- Como separes más los muslos se van a dar cuenta.
Visto que allí no hacíamos nada más "interesante" me decidí a invitarla al apartamento que tenía alquilado durante las vacaciones. Ella se puso un ligero vestido de falda corta y amplios escotes sin preocuparse del sujetador. Yo me puse unos vaqueros muy cortos y una camiseta que dejaba mi vientre al desnudo de los que me libré de inmediato al cruzar el umbral.
- Como si estuviera en tu casa.
La invite a ponerse cómoda, se sacó los zapatos y nos sentamos juntas en el sofá. Se lanzó a por mí casi de inmediato y yo solo con mi breve tanga se lo había apuesto muy fácil.
- ¡Bésame! Cielo.
Me cogió un pecho mientras se sinceraba conmigo y me contaba que era lesbiana desde hacía cinco años. Me dio un beso de amante en la boca poniendo en ello toda la pasión, lengua y saliva, de la que era capaz y era capaz de mucha.
- Adoro estas tetitas.
- Y yo estas tetazas. Coronas.
Yo no pude, ni quise, reaccionar en contra una vez decidida a hacer el amor con esa belleza no me iba a mostrar tímida. Y me encontré entre sus brazos. sintiendo sus caricias en mi piel, en toda ella. Me besaba en el cuello y hombros y comenzó a acariciame los muslos cada vez mas cerca de mi ya por entonces muy húmeda vulva.
- Voy a saborearte.
Yo casi sin darme cuenta le estaba devolviendo las caricias y besos deslizando mis manos por debajo de la ligera tela de la falda hacia su coñito. Se me hacia muy fácil seguir su ritmo o incluso adelantarme a ella. Muy suavemente como hacía con los chicos la besé en los hombros, deslizando los tirantes del vestido y bajé por los pechos amplios hacia los pezones sonrosaditos que me metí en la boca. La hice gemir.
- Pues para ser tu primera vez con una chica me estás llevando al cielo.
Con los chicos eso es automático, la mayoría de ellos no saben que eso podria excitarlos. Con ella fue algo sensacional sentir como se ponían duros bajo mi lengua mientras mis dientes recorrían sus areolas suavemente. Los chupé y mordí con deseo y alrededor de ellos los suaves montes de carne dulce que formaban sus tetas. Solo rozándolas con mis labios y alrededor de ellos por sus costillas, cosquilleándola con mis labios, dientes y lengua.
- Cómemelas, cielo.
Y bajando por su vientre siguiendo la tela de su vestido que bajaba por su cuerpo. Levantó el culito del sofá lo justo para que se los sacara por los muslos blancos y fuertes. y quedara solo con la escasa braguita del bikini. Besé su piel alrededor del breve triangulo de tela que me ocultaba su coño.
- ¿Es tu primer coñito?.
- Si, preciosa.
- No hay prisa, disfrútalo.
Ella misma se lo sacó para permitirme el libre acceso hasta la mas rica almeja que probaron mis labios. Abrí los que ella tiene allí con los dedos no sin antes lamerles de la sal del mar con mi hambrienta lengua que no tardó en introducirse lo más que pudo en la húmeda y caliente gruta de la que brotan todos los placeres. Jadeaba así que debía estar haciéndolo bien.
Encontrando su clítoris al que dediqué grandes atenciones y caricias. Para ser la primera vez que chupaba un coñito no debía estar haciéndolo mal pues ella me regalaba los oídos con los más ardientes suspiros y gritos de goce de los que había disfrutado en toda mi vida. Yo entre sus piernas todavía conservaba el tanga completamente húmedo por mis propios jugos.
- Me he corrido, cariño. Bésame.
Ella lo agarró y me lo saco por las piernas dejándome totalmente desnuda a su vista. Me cogió de los sobacos y me izó con suavidad hasta que mi cara volvió a quedar a la altura de la suya y volvimos a unir nuestros labios en un cálido y apasionado beso. Ella disfrutó su propio sabor en mis labios.
- Me gustan tus caricias.
Deslizaba las manos por todo mi cuerpo. Mi espalda, las piernas y pronto el triángulo de vello negro bien recortado que me dejó encima de mi pubis y el organo de placer que ese pelo apenas esconde. No me depilo del todo. Con sus dedos abrió un poco la entrada y comenzó una lenta penetración sin olvidarse de acariciar por el camino el clítoris.
- Dijiste que te gustan los chicos.
Dijo con una risita. Con uno de los dedos de la otra mano alcanzó el agujero de mi ano que también forzó para completar esa consentida iniciación lésbica, que cada vez me proporcionaba más placer. Desde luego no era virgen por el culito y me encanta sentir algo duro y caliente allí dentro. Incluso puso pasar la lengua durante un rato por mi ano. Pedí la cuenta de las corridas.
Sabia que la estaba mojando los dedos, una y otra vez, igual que ella se estaba corriendo en mi mano que no había dejado de masturbarla, y por las apariencias dándole tanto placer como ella a mi.
- Sigue preciosa.
Mi otra mano acariciaba sus pechos y retorcia sus pezones claros y grandes con el pezón duro y marcado. Se inclinó sobre mi pecho para besar mis tetas y se metió mis oscuros pezones en la boca que mordisqueó suavemente.
Me estiré para alcanzar el cajón de la mesilla. Allí guardaba uno de mis juguetes, un vibrador de silicona anatómicamente bastante correcto. Lo había llevado por si no conseguía ligar o como complemento si la otra persona lo admitía.
El motor es bastante silencioso así que cuando lo encendí Coronas no se enteró. Solo se dio cuenta cuando empecé a pasarlo con suavidad por la piel de su espalda bajando despacio hacia sus poderosas nalgas y a deslizarlo entre ellas.
- Pero si vienes con complementos. ¿Donde me lo vas a poner?.
- Donde quieras.
Me lo llevé a la boca para lubricarlo un poco con mi saliva y al momento tenía su lengua ayudándome. Si hubiera sido una polla de verdad el chico lo hubiera disfrutado.
- ¿Por dónde te lo meto?.
- Ibas bien. Fóllame el culo nena.
Ella misma boca arriba se agarró las rodillas pegadas a sus tetas para exponer bien su cadera. Sus abundantes jugos resbalaban de su xoxito al ano lo que unido a la saliva que le habíamos puesto hizo que el aparato entrara con facilidad en su recto.
Mientras movía el pene de silicona en su interior con suavidad me dediqué a lamer su coñito ya chupar su clítoris. Ahora si que los vecinos tuvieron que oír sus gritos y jadeos si no nos habían escuchado antes. Todavía más cuando lo puse s su máxima potencia. Sus corridas fueron sísmicas. Auténticos terremotos que acudían su voluptuoso cuerpo.
- ¡Joder nena! Ha sido genial. Ningún tío hubiera podido hacer esto sin la ayuda de una tercera persona.
- Pues agárralo que ahora te toca a ti.
Después de lavarlo. Ella me puso a cuadros patas y prefirió metérmelo en la vulva y comerme el culo. Con el vibrador a máxima velocidad el orgasmo parecía continuo. sólo podía disfrutar y ahogar mis gritos en la almohada.
Tras esas intensas corridas en las que demostramos las ganas que nos teníamos conseguimos relajarnos. Dormimos juntas.
Bueno para cerrar la historia, pasamos el resto de las vacaciones juntas. Incluso conseguimos montar algunos tríos. Un par de chicos se unieron y una chica de la localidad que nos pilló morreándonos y acariciándonos en una disco.
......
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