sábado, 22 de enero de 2022
Placentera extorsión
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Es posible que lo hayan descubierto o nadie lo sabría. No tiene por que haberse enterado ninguna persona. Yo no se lo había contado a nadie. Siempre he sido muy discreto. El único secreto posible es el que solo sabe una persona.
Pero alguien debía haberme visto entrando en algún club o prostíbulo. Si, soy un putero, pago por sexo. Cuando me despido de mis amigos después de tomar unas copas me doy media vuelta y elijo alguna de las posibilidades que ofrece la ciudad.
Pequeños clubs escondidos en alguna calleja del centro de la ciudad con tres o cuatro putas. Sitios mas grandes con stripteases o espectáculos eróticos. Me llegaba hasta burdeles de carretera si había cogido el coche y tenia tiempo y dinero.
Cualquiera diría que un chico joven y no mal parecido del todo como yo no necesitaría ir a esos sitios para conseguir sexo. Pero al fin y al cabo son menos complicaciones que una relación y obtengo más variedad.
No hace falta pagar cenas caras, ni aguantar conversaciones interminables, ni celos, ni quejas. A ver, no es que sea misoginia, solo recojo los comentarios de mis amigos con novia. He pasado buenos ratos con chicas de alterne y aunque las he pagado ellas me han hecho disfrutar con sexo, con sus cuerpos suaves y sexos húmedos.
Y al terminar, como has remunerado su trabajo, te vistes y te vas. A casa no puedo llevarlas por que vivo con mis padres. No merece la pena pagar una habitación de hotel cuando lo que busco es solo un desahogo, no una Girlfriend experience.
Pero el problema se presentó cuando recibí el anónimo. Una carta impresa, que pasado de moda, sin pistas de su posible autor, podría haber sido un email. Ya no sé ni quien usa el correo físico.
Me acusaba de ir a esos clubs y daba algún dato concreto sobre uno de los sitios. E incluso una somera descripción de una de las chicas con la que había estado, una voluptuosa mulata caribeña. Pero no pedía nada, en esa primera comunicación. Como si solo hacerme pensarlo fuera suficiente.
A mi alrededor nada había cambiado. No notaba nada raro , ni en mis conocidos, ni amigos, ¿sería un desconocido?. Hasta que por fin recibí otra carta. Esta vez me citaba en una discreta cafetería alejada de mi zona.
Acudí temblando y me senté en un rincón oscuro en una mesa con un sofá. Miraba nervioso alrededor esperando al misterioso personaje.
A los diez minutos me llevé una sorpresa, mi chantajista se sentó a mi lado. Mi tía Nuria la hermana de mi madre, dos años menos, casada, algo regordeta pero bonita y tan nerviosa como yo. Toda una una milf curvy.
Se sentó a mi lado en el mismo sofá pegado a la pared. Fue directa al grano, supongo que si no se hubiera decidido en ese momento no hubiera pasado nada más. Me puso la mano en el muslo sobre la tela del vaquero. Me dijo:
- Eres un chico guapo, joven, podrías tener a la mujer que quisieras, no necesitas pagar por sexo.
Nuria agachó la cabeza, con algo de timidez, mirándose el precioso escote que sus enormes tetas dejaban en el corto vestido veraniego. Yo también agache la cabeza casi avergonzado, lo que no mejoró la situación precisamente. Pues solo veía sus preciosos muslazos bronceados saliendo de su corta falda apoyados en el cuero del sofá.
Resulta que trabajaba en uno de los clubs que mas visito y ya me había visto varias veces con chicas de allí. Mientras Nuria se dirigirá a limpiar la habitación que yo dejaba libre. Y yo no me había fijado, había pasado al lado de mi propia tía y no la había visto. Supongo que estaba más pendiente de los encantos de la meretriz de turno.
- Soy limpiadora en ese club, ya te he visto algunas veces por allí. Conozco a las chicas con las que has estado. Yo también me estoy poniendo en tus manos. Tampoco quiero que le cuentes a nadie donde trabajo de verdad. Y madre lo sabe, pero nadie más.
- Está claro que debemos guardarnos nuestros secretos mutuamente. Pero ¿qué quieres de mí?.
Imagino que trabajar limpiando los restos de los polvos del resto de la gente. Siendo morbosa y con ganas de follar mientras en casa estás a medias es como trabajar en una pastelería y no poder comer ni un dulce. Incluso había interrogado a las putas sobre mí, mis gustos, mi cuerpo y rendimiento.
- Las chicas me han hablado muy bien de ti. Dicen que eres todo un caballero. Las tratas bien e intentas que ellas también disfruten. Ya sabes, entre mujeres no hay secretos.
Me dijo con una risita nerviosa.
- Tu madre sabe lo mal que lo estoy pasando con mi marido. No falta nada para firmar el divorcio. Lo que me han contado todas de ti me atrae mucho. Quizá podamos llegar a un acuerdo más... carnal.
Ella, que no estaba nada contenta con su marido y a un paso del divorcio estaba al tanto de mi forma de follar y de las cosas que me gustaban. Me tenía alucinado.
Su mano seguía sobre mi muslo. Casi había alcanzado mi polla, que había empezado a coger rigidez, cuando terminó de contarme todo eso. Puede que se avergonzase de entrarle a un chico joven y su sobrino además, de esa forma, pero estaba perdiendo la timidez muy deprisa.
Mi pene para entonces ya estaba como una piedra. Puede que yo estuviera alucinando con su propuesta pero estaba claro que mi polla tenía ideas propias. No diré que más de una paja me había hecho en su honor.
Yo también había dejado un rato antes mis dedos sobre la tersa y suave piel de su muslo. Su ligero temblor me permitía adivinar lo que de verdad pretendía de mí y eso me permitía sentir sus nervios.
-¿Quieres dinero? ¿lo necesitas?. Para el divorcio.
Le pregunté adivinando con antelación su respuesta negativa.
-¡No! ¿Como puedes pensar eso de mí?
-¿Entonces?
-Te deseo a ti, tu cuerpo, tu polla, tu imaginación y que no gastes dinero en putas o no tanto por lo menos. Tampoco te pido que seamos exclusivos o que te enamores de mi. Yo no siento eso, pero sí quiero sentirme bien follada.
No hacía falta mucho para encenderme. Al oír eso mi mano ya estaba bajo su falda a punto de rozar el encaje del tanga. Me ofrecía gratis aquello por lo que estaba acostumbrado a pagar, pero no se si saldría bien. Incluso me decía algunas de las cosas que quería probar conmigo.
- Quiero me hagas de todo. Todo lo que haces con esas chicas. Deseo que me comas todo el cuerpo, sentir tu lengua y besos por toda mi piel. Yo también quiero lamer todo tu cuerpo. Notar tu polla en todos mis agujeros.
Con las meretrices se trataba de una negociación, yo pedía y si ellas aceptaban, pagaba y lo hacíamos. Con mi tía, ni idea ... Podíamos probar y ver que pasaba. Me gustaba su cuerpo sensual y sus ganas de intentar cosas nuevas.
En el discreto rincón de la cafetería el indice se deslizaba por los labios de la vulva recién depilada. Apartando el tanga. Muy húmedo su coñito mientras ella magreaba mi polla dura por encima de los vaqueros.
Sus primeros gemidos alagaban mis oídos. Procuraba no hacer mucho ruido para que no nos echaran de allí.
- Ha sido tu amiga la que me contó como depilarme ya sabia que te gustaban los coñitos sin pelo.
- Se comen mucho mejor.
Entonces la besé sellando el pacto. Su lengua buscaba ansiosa la mía con hambre atrasada de sexo y de caricias. Sin levantarnos del sofá y con los fríos cafés delante su primer orgasmo mojó mis dedos ysu falda con sus jugos. Los llevé a su propia boca y me los lamió lasciva.
Con la expresión de vicio que yo siempre había buscado y no había terminado de encontrar nunca ni pagándolo. Notaba su lengua jugando con mis dedos mientras su mano no había soltado mi pene magreándolo con insistencia por encima de los vaqueros. No parecía que fuera a negarse a nada que nuestra imaginación nos sugiriera.
Ella misma se había abierto más el escote del vestido. De forma discreta había metido la mano y se había subido las poderosas tetas dentro del escaso sujetador. Dejándome ver buena parte de los pezones asomando de un bonito sujetador de encaje negro y trasparente. Parece que había comprado lencería para una ocasión especial.
Agaché las cabeza y besé sus impresionantes tetas por el escote. Fue cuando supe que ya tenía gratis lo que hasta ahora había pagado con dinero.
- Estamos en público. No podemos continuar mucho más aquí. Aunque tengo muchas ganas de seguir.
- Y yo, me has puesto muy cachonda.
Pero seguíamos teniendo un problema, en mi casa estaban mis padres y en la suya su marido. Podríamos haber ido a un hotel pero... conocíamos otro sitio que tenía habitaciones. Creo que a los dos se nos ocurrió a la vez.
- ¿Crees que nos dejaran una habitación?
- Podemos acercamos y probar. Depende de la encargada que esté. Pero no creo que haya problema por preguntar al menos. Siempre hay habitaciones libres.
Me decía entre gemidos mientras yo había vuelto a acariciar su vulva. Su boca junto a mi oreja me hacía saber lo que le estaban gustando mis maniobras. Sacaba la lengua y la clavaba en mi oído.
- No aguanto más. Sobrino ¡Vámonos!.
Se colocó el escote como pudo. Nos levantamos y pagué las copas. La dejé ir delante más que nada para apreciar su culo en la ajustada y corta falda y la muslazos saliendo de la prenda. Ella sabía donde estaba mirando. Giró la cabeza y me dirigió una enorme y lasciva sonrisa.
En minutos alcanzamos su coche. Al subirse levantó la falda casi hasta el tanga antes de apoyar el culo en el asiento. He de admitir que la dureza de mi polla no había bajado ni un momento.
Aparcó en la parte de atrás junto a la entrada de la cocina, por donde accedimos al local. En el comedor estaba una de las chicas que conocía y que se levantó solícita a saludarnos.
- Hola. No pensaba verte hoy. Veros a ninguno de los dos. Creía que hoy no trabajabas.
- No vengo a trabajar, voy a ver a la encargada.
Y se dirigió a la recepción a buscar la llave de una habitación. Estaba deseando que lo consiguiera aunque tuviera que pagarla.
- No vengo como cliente, estoy con una amiga.
- Ya os he visto entrar juntos. Y muy acaramelados.
Su sonrisa socarrona me decía que se había dado cuenta de la situación.
- No sabía que os conocierais. Ella no te cobrará. Supongo.
- Es mi tía,
Le dije en confianza.
Tardaba más de lo que pensaba en volver y el que aquella chica apenas estuviera ataviada con un body de encaje no hacía nada por bajar mi excitación. Nuria volvió un momento después.
- He estado negociando un acuerdo. Tendremos que pagar por la habitación y dejarla en condiciones pero no nos cobrarán como si fuera un servicio completo.
- Me parece lógico. No hay problema.
- Y hoy nos la deja gratis.
Nos despedimos de la chica con unos besos. A mi un suave pico en los labios y Nuria, familiar y nueva conquista, con un estrecho abrazo. No sabía que su relación fuera tan íntima.
Cogiéndome de la mano me llevó hasta la habitación.
- Esta habitación la dejé limpia anoche yo misma. No creí que fuera yo la que la iba a usar.
Se paró en medio del cuarto, ante la cama, y con un sensual movimiento separó los tirantes del vestido. La prenda se enredó un segundo en sus fenomenales tetas y un momento después en su cadera. Pero al final se deslizó de su cuerpo hasta caer al suelo rodeando sus pequeños pies.
La tenía ante mí solo con su sensual y trasparente lencería. Tímida aún esperaba mi próximo movimiento. Pero yo estaba parado mirándola, deleitándome con sus curvas.
- ¿Por qué no me desnudas?
Le dije. Sonrió y se acercó a mí. Mirándonos a los ojos puso sus manos en mi cintura y empezó a subir mi camiseta despacio. Con todo lo que sabía de mí y lo que ya habíamos hecho en la cafetería aún no me había visto desnudo. O por lo menos hacía años desde la última vez.
Mientras mi piel iba quedando al descubierto, miraba mi cuerpo fibrado. Levanté los brazos para que terminara de sacarme la camiseta y lasciva se inclinó y le dio un lametazo a una de mis axilas.
Me encantó que tomara esa iniciativa por si misma además del escalofrio de puro placer que me produjo. Mis pantalones cayeron al suelo igual que su vestido en cuanto soltó el cinturón y el botón.
Los slips que suelo usar no son muy grandes y el de ese día era uno de los más pequeños que tengo. Era el momento de actuar, la cogí de la cintura y la apreté contra mi cuerpo. Nuestros labios se acercaron despacio y ya, piel con piel volvimos a besarnos. A darnos lengua y saliva como si no hubiera un mañana.
Mientras las lenguas jugaban y se cruzaban dentro y fuera de nuestras bocas solté el sujetador. De un tirón lo sacó de entre muertos cuerpos y lo arrojó sobre su vestido y mis pantalones.
Suavemente la empujé hacia la cama. Quería saborear más de su piel. Pasé a besar sus orejas, el cuello, la barbilla, lo s hombros. Me lo tomaba con calma excitándola todo lo posible antes de pasar a saborear sus tetazas.
- ¿Qué tiempo tenemos?
- Por ser nosotros todo lo que necesitemos pero tendríamos que volver a casa a dormir. Nunca se ocupan todas las habitaciones. Por mi marido y tus padres digo.
- Genial.
Era el momento de tumbarla y pasar a lamer esas dos masas de carne que tanto me habían atraído desde adolescente. Les dediqué un buen rato, saboreando sus pezones. Grandes, rosados saliendo puede que hasta un centímetro. Sus gemidos alagaban mis oídos.
Mientras le comía las tetas aproveché para quitarme el slip. Tenía la polla durísima. No necesitaba ni tocarla para mantenerla así. El vientre suave acolchado me dejaba bajar hasta el pubis. No me moleste en quitarle el tanga. Solo lo hice a un lado.
La vulva depilada, muy húmeda, chorreaba. Su sabor me atraía, estaba deliciosa. Le dí una buena lamida recogiendo sus jugos con la lengua. Eso la hizo gemir, se notaban sus ganas de disfrutar. En segundos lamiendo le conseguí un orgasmo más. Ya había tenido alguno en el bar.
Pero no paré. Levanté sus muslos. Captó la pista enseguida y fue ella la que arqueó la espalda hasta que sus rodillas fueron con los pechos. Así me dejaba el camino libre para comérmela enterita. Su culazo me llamaba. El agujero negro era un imán para la lengua.
Se había preparado a conciencia. Estaba bien limpio y se abría a mi toque. Le dí un buen rato a la lengua escuchando sus gemidos, sus orgasmos.
- Yo también quiero saborearte. Déjame lamer tu cuerpo.
Le di la vuelta a la cama. Colocándome sobre su cabeza volví a besarla en los labios. Su sabor y mi saliva caían de mi boca a la suya y lo recibía sacando la lengua.
Seguí bajando por su cuerpo. Mientras volvía a comer sus tetas ella lamía mis pezones justo encima de sus labios. Clavó la lengua en mi ombligo antes de que yo lo hiciera con el suyo. Mi polla acariciaba suave su cara mientras ambos besábamos el pubis del otro.
Abrió la boca para recibir en ella mi glande mientras yo volvía a lamer los labios de su vulva. También me chupaba los huevos. Los tenía depilados y suaves como me gusta que las chicas lleven el xoxito.
- Si sigues así me vas a sacar la leche. Ya me tenias muy cachondo.
- ¡Ah! Bueno, un pajarito me ha dicho que no tardas en recuperarte. Seguro que podemos seguir después.
- Pues adelante.
Desde luego, un rato más dándonos lengua el uno al otro, ella ya se había corrido mas veces cuando empecé a soltar lefa en su boca. No la tragó.
- Bésame. Vamos a compartirlo.
Me giré encima de ella y volví a meter la lengua entre sus labios. Volvimos a cruzarlas compartiendo lefa y saliva. Uno de los besos más guarros y satisfactorios que me habían dado nunca. Pocas putas lo habían hecho.
Nos acariciamos tiernos durante un rato tumbados en una cama que había visto innumerables polvos. ¿Cuántos clientes y prostitutas habrían follado en ese colchón?.
Sus carnes abundantes, la piel suave. No podía dejar de recorrerlo todo con la yema de los dedos. Y ella me correspondía de igual manera. Pocas chicas me habían acariciado así antes. Supongo que la diferencia estaba en que Nuria le ponía ganas.
- ¡Fóllame! Quiero que me des ese rabo. Tus amiguitas dicen que hace maravillas.
- Cabálgame. Quiero ver botar tus tetas.
Para entonces mí polla había recuperado la verticalidad. Con una expresión de pura lascivia en su bonito rostro puso cada uno de sus muslos a los lados de mi cadera y fue bajando despacio. Ella misma separaba los labios de la vulva con dos dedos. Con la otra mano sujetaba la base de mi polla.
El glande hizo contacto y se deslizó dentro del coñito. Tanta era la humedad que entró casi sola. Descansó el culo en mis muslos con un profundo suspiro. Pronto empezó a botar sobre mí, apoyada en mi pecho con sus manos acariciando mis pezones.
Yo me agarré a sus tetas amasándolas. O bajaba las manos sujetando sus muslos para con la energía que ponía no se saliera. También acariciaba el clítoris para que ella disfrutara más.
Cuando yo apartaba las manos de sus melones ella misma se los amasaba. O bajaba una para acariciar mis huevos acomodados entre sus nalgas.
Lo admito, a pesar de mis dudas iniciales y del método que ella había utilizado estaba siendo uno de los mejores polvos de mi vida.
Nuria había estado buscando en su bolso mientras nos acariciabamos. En su mano tenía escondido un tubito de gel lubricante y cuando bajaba la mano a mis huevos se ponía una buena cantidad en el ano.
Hizo fuerza con los muslos, subió lo suficiente para que mi rabo pasara del coño al culo. Estaba tan preparada que se deslizó bien dentro de su recto. Bajó despacio dejando que la polla fuera entrando en ella.
Ya no paró hasta que dejé la lefa dentro de su culo.
- Cómemelo, vuelve a chuparme el pandero.
Había probado un rato antes su ano, pero ahora estaba aderezado con mi semen. Se corrió de nuevo. Era increíble la facilidad que tenía para disfrutar con mis caricias. No me explicaba como una mujer tan sexual y con esa facilidad para el orgasmo lo estuviera pasando tan mal.
Llevábamos ocupando esa habitación más tiempo del que esperábamos. Era hora de volver a nuestras vidas pero esta vez sabiendo que podríamos disfrutar de nuevo y con el morbo añadido de hacerlo en familia. Que podríamos darnos todo el sexo que necesitáramos el uno al otro.
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domingo, 16 de enero de 2022
Internado, los chicos
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Un montón de gamberradas me habían llevado a un internado. La edad de diez y seis años, me hacía demasiado mayor para que mis padres quisieran aguantarme en casa después de todas mis cagadas. Como les sobraba el dinero decidieron llevarme interno a un instituto caro. Pensaron que esa sería la solución.
El resultado fue un pabellón nuevo de un colegio pijo en lo más profundo de un bosque, aislado de todo. Donde los jóvenes "rebeldes" recibíamos educación. O eso decía la publicidad y el delegado joven y guapo vestido con traje caro que fue a ver a mi madre.
Según recorría los enormes pasillos de altos techos camino de mi habitación con mis pocas pertenencias al hombro en una pequeña mochila sentía al final de mi espalda las miradas del resto de los alumnos. Intentaba hacerme el duro, pero no parecía salirme muy bien. En ese momento me parecía que todo el mundo allí quería follarme.
Mi compañero de habitación era muy jóven, como todos los internos, como yo mismo. El bedel que me acompañaba me habia dicho que no se trataba de un tipo peligroso. Más bien un buen chico con algunos errores en su currículum, como yo. Pero ya llevaba algún tiempo en el internado.
Por entonces yo era un adolescente lleno de hormonas, pero virgen. No creo que fuera una excepción por allí. Yo pensaba que el sexo sería para él, igual que para mi, una necesidad básica a cubrir. Y cuanto antes mejor, perder la virginidad en brazos de casi cualquiera. Que ambos tendríamos ganas de estrenaremos.
Era muy guapo, alto y delgado, en realidad. Yo que siempre había sentido una atracción especial por las chicas, no sabía como reaccionar a la idea de tener un pene en el ano, su polla en mi culo, o puede que la mía en el suyo.
Aeste paso no sé qué iba a estudiar allí. Mi imaginación volaba, seguro que todo se quedaría el en eso, en mi pensamiento. Cuando el portero nos dejó solos ninguno sabía cómo empezar, ni siquiera a conocernos.
Él, tumbado en la cama no tenía puesto encima mas que un mínimo pantalón de deporte que descubria su fibrado y moreno cuerpo. Mi primera impresión es que no había mucha vergüenza por allí. Si íbamos a compartir cuarto seguro que nos veríamos sin ropa muchas veces.
Aquel septiembre apretaba el calor, una gota de sudor recorria su frente y otra su pecho. No podía más que fijarme en su suave y perfecta piel. La verdad es que lo estaba mirando con cierto descaro y sus ojos recorrían mi cuerpo de igual forma.
Tras las presentaciones el bedel nos dejó solos, indicando que si tenía alguna duda podía preguntarle a mi nuevo compañero. No se esforzó mucho, aunque me fijé en que también miraba el cuerpo apenas cubierto del chico con cierta lascivia.
¿En qué tipo de putiferio me habían metido mis padres? me preguntaba a mí mismo. Todavía no estaba seguro en sí lo pasaría mal o podría disfrutar de todo lo que me ofrecería esa institución.
Si que hacía calor en aquella habitación con dos camas, dos armarios y dos escritorios. A todo eso se reducía el mobiliario. Tiré la mochila en la cama que no estaba ocupada.
Me senté en el colchón y empecé a hablar con mi nuevo compañero. En ese momento no importaban mucho ni los nombres, ni nuestra historia, ni nada que pudiéramos decir, solo la corriente de lujuria que iba de una cama a otra a caballo en nuestras miradas.
Yo me quité la camiseta. Al poco rato desaparecieron mis pantalones arrojados a un rincón. Seguiamos mirándonos de reojo mientras continuabamos charlando, conociendonos en una aproximación verbal. Nos deseabamos, era simple y a la vez muy complicado.
Él me deseaba, su expresión de hambre, de lujuria, lo decía todo. Pero no se lo iba a poner tan fácil. La última barrera, mi bóxer ajustado de lycra lo dejé para que me lo quitara él.
Todavía sin atrevernos a más pero queriendolo. A la media hora ya conociamos la vida del otro. Los errores de poca monta que nos habian llevado allí. La intransigencia de nuestros padres a los que les resultaba más cómodo librarse de nosotros que tomarse el esfuerzo de educarnos ellos mismos.
Solo con mi bóxer esperaba su próximo movimiento. La tensión se podía cortar con, bueno cualquier cosa, no haría falta nada afilado.
Él por fin se decidió a atacar, se levantó y se aproximó a mí, muy cerca. Apoyó la cabeza en mi hombro desnudo donde depositó un beso. Dejó una mano en mi cintura que despacito fue bajando hasta que un dedo se introdujo dentro del elástico del calzoncillo.
No podía moverme ni lo quería. Así que le dejé hacer. Rozando mi piel con una suavidad eterna.
Muy despacio fue deslizando ese dedo hasta alcanzar el glande de mi ya erecto falo que ansioso esperaba la caricia y reaccionó con un pequeño salto. Estaba claro que de aquella noche y de aquella habitación no iba a salir mi anal virginidad.
Naturalmente me encantaba la idea de sodomizar a las chicas con las que me hubiera gustado follar. Como para todos los tíos, para mí, el sexo anal era algo muy deseable. Así que desde luego pretendía disfrutar del culito de ese chico tan guapo.
No se iba a escapar sin que mi dardo penetrara su agujerito de placer. Mi mano se dirigió por fin hacia su pubis por las apariencias tan bien equipado como el culo más exigente pudiera desear. Bajé el pantalón de deporte hasta la base de sus nalgas. Dejé al descubierto la maravillosa polla. Él ya tenía la mía en su mano y la acariciaba con suavidad.
De perdidos al río. Ya que la cosa se ponía tan interesante tan rápido empecé a querer más. A desearlo todo.
No pude menos que arrodillarme ante él y retirando la piel que le cubria el glande me metí aquel rojo rubí entre los labios. Lo mordisqueé suavemente, intentando hacerlo solo con mis labios sin rodarlo con los dientes. Mi lengua pasó a acariciarlo y ensalivarlo.
Lo tragué, lo apretaba entre mis mandíbulas contra el paladar, hasta casi dañarlo o me lo sacaba de la boca para lamerlo con la lengua y besar el tronco. Llegando hasta los huevos que chupaba como caramelos.
Pensando que así era como deseaba que me lo hicieran a mí. Separó las piernas. Desilizaba un dedo entre sus muslos buscando la raja del culito duro y pefecto hasta insinuarlo en su ano apretado. Aguantaba la erección una barbaridad, en cualquier coño aquella polla haria maravillas.
Cuando me dí cuenta de que no iba a correrse tan pronto le pregunté si quería desvirgarme. Pues se limitaba a disfrutar gimiendo, casi sollozando, como resultado de mis caricias.
Me saqué el calzón y con su bien ensalivado y duro miembro se situó a mis espaldas. Cogió las nalgas con las manos para seprarlas, dejó caer saliva entre ellas. Situó la punta del capullo en mi agujerito extendiendo la baba suavemente.
Cuando comenzó a taladrarme el dolor puso lágrimas en mis ojos. Se pegaba a mí y me besaba los hombros dulce y tierno como se había mostrado hasta entonces. Giré la cabeza y besó mis labios y lamió con su lengua mis mejillas llevandose la sal de mis lágrimas. Intentó tranquilizarme con sus palabras.
Yo no quería mas que hiciera fuerza y entrara de una vez en mí, que me hiciera sentir de una vez toda su potencia de macho. Agarró mi polla con las manos deslizandolas por debajo de mi cadera acariciandome suavemente para mantener viva mi excitación. No hubiera hecho falta, se mantenía sola.
Cuando de pronto de un solo golpe de cadera la sentí entera dentro de mi, moviéndose casi como una presencia al margen de nosotros dos, lentamente.
Dándome tiempo para acostumbrarme seguía acariciandome el miembro, el pecho y el vientre y todos los lugares a los que llegaban sus manos inquisitivas. Besando mis hombros y mi cara. Cruzando su lengua con la mía cuando giraba la cara.
Poco a poco moviendose dentro de mí llegó al orgasmo inundandome de semen. Se quedó quieto dejando que la polla se quedra flacida sin sacarla y yo no podia moverme. Cuando se salió sola, sujetandome de las caderas comenzó a lamer mi espalda.
Siguiendo la columna o mordiendome muy suave en los omoplatos o las costillas. Bajando lentamente hacia mis nalgas que ansiosas sobresalian.
Hasta que llegó al culo casi pasó una eternidad en la que yo seguia muerto de placer. Allí volví a sentir sus fuertes manos en mis nalgas que casi se abrieron solas esperando una nueva caricia. Efectivamente su lengua se abrió paso por la raja lamiendo. Limpiando, cicatrizando la herida que él había abierto pero de la que pensábamos disfrutar muchas veces más.
Pronto la sentí en el ano haciendose con su propio esperma que rezumaba y lamiéndolo, haciendome un cosquilleo maravilloso que me mantenia excitado. separandose por fin se incorporó y lamiendome la oreja me dijo:
-házmelo tu a mi, te deseo.-
Y lo hice, esa noche y muchas más. Nos hicimos de todo el uno al otro. Nunca llegamos a hacer uso de la segunda cama de la habitación.
Fuimos amantes durante toda nuestra estancia en aquella habitación, durante dos cursos, protegiendonos, cuidándonos, amándonos y a veces hasta ligando con otros alumnos, profesores y personal, pero siempre juntos.
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