sábado, 20 de noviembre de 2021
Hada
Hada
I.
Hada me llamo o mejor aún, es el nombre que tengo ahora, el que decidí adoptar durante mi cambio de sexo. Ya sé que suena un poco cursi pero me gustaba. Aunque conservo mi polla, el resto de mi cuerpo es de mujer, joven y caliente. Chica que se viste provocativa y sexi, pero también dulce y cariñosa. Sé que puedo atraer a personas de ambos sexos y normalmente consigo a quien me gusta sin mucho esfuerzo. Es diferente la persona que quiero... que soy a las personas con las que quiero acostarme, sí, soy bisexual.
No es que vaya follando por ahí con todo el que se me cruza por el camino, bueno en realidad si, si paga bien, pero tampoco me hago la difícil cuando alguien me atrae. Por ejemplo la hija de mis vecinos, diez y ocho años de pasión y furia en un cuerpo de pecado, puro vicio en un metro setenta y tantos de carne prieta y bien formada.
Viste aún mas zorra que yo y desde luego con mucho menos gusto. Va de barriobajera calienta pollas, de choni. Provoca y se exhibe, luciendo sus curvas y mucho más de su piel de lo que a sus padres les gustaría. He oído varias peloteras a través de las finas paredes con ella por ese motivo y por sus salidas y por alguna borrachera importante... supongo que a esa edad se discute por todo. A mi me pasaba con mi padre, pero tenía más suerte con mi madre.
No creo que ella fuera bisexual, la he visto meterse mano con varios chicos en el portal y a horas más bien tardías. Aunque supongo que como la mayoría de las chicas en una noche de borrachera se habría morreado con alguna o más de sus amigas. O en un rato de calentura se habría dejado meter mano por alguna lesbiana cachonda. Descubrí que ella admiraba mi estilo de vestir cuando la vi con un vestido idéntico al que yo me había comprado una semana antes y no le quedaba nada mal. Con él ganaba algo de elegancia sin verse tan putón y sí tan sexi como siempre.
Con una gran sonrisa la adulé:
-bonito vestido. ¡Que bien te sienta!
Ella me devolvió el cumplido admitiendo que ya me lo había visto puesto:
-te queda mejor a tí.
-Seguro que podrías probarte algunas de mis prendas un día de estos. Podríamos tener una tarde de chicas probándonos trapitos.
-¿Me las dejarías? ¿Lo harías conmigo?
-claro, ¿Por que no?
Dejamos la conversación en esos términos pero la semilla estaba plantada. Solo de imaginarla en mi habitación vistiéndose mi ropa y desnudándose para ponerse la siguiente prenda la polla se me ponía dura.
Se había comprado una falda parecida a una de las mías que modelaba sus muslos sin necesidad de enseñar el tanga, como era habitual en ella. Eso me dio pie para volver a proponerle que se pasara por casa a probarse mi ropa. Me contestó:
- A mi padre le encantaría que me tapara un poco mas. O puede que no, por como me mira las piernas y el resto del cuerpo.
Aún no sé si lo decía en broma.
Cada vez que nos cruzábamos en la escalera el fulano solo miraba mis tetas, así que no se fijaba en la nuez. Si él supiera que podía dejarla embarazada seguro que no vería nuestra amistad con tan buenos ojos. Suponía que también disfrutaba de los espectáculos que su nena le daría con tan poca ropa por casa, parecía que ella así lo creía. Yo solo pensaba que él tenía un culito apetecible, duro y respingón que me encantaría desvirgar.
Por fin una calurosa tarde no mucho después de ese último intercambio de frases amables en el ascensor, sonó el timbre. Al abrir la puerta allí estaba ella, Lucía, con un short de lycra tan corto y ajustado que marcaba los labios de la vulva y mas de la mitad de sus prietas nalgas al aire y una camiseta por cuyo escote rebosaban sus dos cónicos pechos y recortada en el vientre enseñando el pircing del ombligo. Su melena rubia echada sobre un hombro enmarcaba la carita de zorra, los ojos azules, la nariz respingona y los labios con forma de corazón de rojo vivo, las perfecta imagen de la lujuria.
Con mi mejor sonrisa la invité a pasar cerrando la puerta tras ella y apoyándome un segundo en la madera para disfrutar del espectáculo de su mas de medio culo desnudo recorriendo mi pasillo.
Le ofrecí un refresco pero me pidió algo mas fuerte. Aunque no creía que empezar a beber tan temprano fuera buena idea pensé que una o dos copas de vino ayudarían a liberar tensiones. Ella ya parecía bastante liberada de tensiones o de cualquier otra cosa y yo no iba a ser menos al fin y al cabo estaba en mi propia casa.
Le dije que se pusiera cómoda y se sentó en el sofá doblando las piernas por debajo de su culo descalza, era una hermosa visión. Adopté su misma pose pero como yo no tenia puesto mas que una de mis viejas camisas de hombre con pocos botones abrochados se veía más de mi cuerpo. Mis pechos rebosaban por la prenda apenas cerrada y una escasa braguita que sujetaba en su sitio cada vez con mas dificultad aquello que yo pretendía ocultar.
Con nuestras copas en la mano, relajadas era el tiempo de las confidencias. Me contó algunas de sus aventuras mas picantes y yo de la mias. Lo que aún me excitó mas y en un descuido de ella tuve que colocarme la polla a un lado tapada por el faldón de la camisa.
De ahí fuimos a mi dormitorio a buscar algo que pudiera ponerse sin parecer una puta trabajando. Al fin vi su cuerpo lozano desnudo del todo cuando se quitó lo poco que llevaba puesto para probarse algunos de mis vestidos ajustados. Despacio, más sensual de yo lo que yo hubiera pensado que podría hacerlo subió la camiseta por encima de sus durísimas tetas. No llevaba suje, eso lo tenía claro ya de antes.
Pero verlas por fin al natural me la puso aún más dura. meneando su cadera se bajó el short arrastrando el tanga con la tela, aún no sé si fue un descuido o lo hizo adrede pero pude verla desnuda del todo ante mí. Su xoxito pelón estaba ante mis ojos y estaba deseando poner mi lengua y mi polla allí. Empezó a sacar su tanguita enredado en la lycra, para volver a ponérselo.
- Déjalo, en ese cajón tienes algunos míos. Busca uno que te guste.
Sabía que iba a coger el rojo de encaje, el más pequeño y trasparente. Me puse a su lado rozando su brazo con mi pecho y le ofrecí uno negro más discreto y elegante, y no es que tapara mucho más. Con una sonrisa me hizo caso, lo cogió de entre mis dedos, tocándolos con su manita de finos y largos dedos. Se lo puso con un sensual movimiento ondulante, meneando el culito.
Mis prendas deberían quedarle bien pero sin enseñar tanta piel como acostumbraba, que un vestido o falda con algo de vuelo enseñara solo cuando una lo pretende, pantalones ajustados no demasiado cortos que marcan pero no enseñan las nalgas al completo, tops con el suficiente escote como para mostrar canalillo y no la teta al completo.
Fuimos eligiendo lo que más podía favorecerla y empezó a ponerselas. Con el movimiento por la habitación ella había echado varios vistazos a mi entrepierna, no es nada tonta, ya mucho antes sabría lo que yo tenía allí. Estaba claro que eso no le importaba por cómo había ido la relación hasta ese momento, incluso es casi seguro que le daba morbo.
Quería empezar con un vestido, de tirantes, entallado en la cintura y con falda de vuelo, puede que a ella que era más delgada que yo no le ajustara tanto pero le quedaría bien. Cada vez que tenia que ajustar alguna prenda aprovechaba para acariciar y sobar su piel cada vez mas excitada. Al girar sobre si misma la falda se levantaba mostrando sus bonitos muslos, pero al menos no los llevaría desnudos siempre.
Mis pantalones le quedaban como un guante, sus duras nalgas los lucían como pintados sobre su piel. Mis faldas apenas cuatro dedos más largas que las suyas insinuaban sin enseñar el tanga, probablemente ni siquiera cuando subiera escaleras. Mis tops y blusas incluso le quedaban más serios que a mí considerando que yo uso sujetadores dos tallas más grandes que ella.... las pocas veces que ella usaba esa prenda. Aún así su cuerpo ser veía precioso y así se lo decía ante el espejo de cuerpo entero de mi dormitorio.
Situada a su espalda me pegué a su cuerpo y rodeé su cinturita con mis manos. Los colores vivos con los que llevaba pintadas las uñas hacían contraste con el rojo del rubí falso de su pircing. Apoyé mis pechos en su espalda y mi barbilla en su hombro rozando su fino cuello con mis labios. No rechazó mi caricia, muy al contrario se echó hacia atrás hasta que sus nalgas hicieron contacto con mi polla durísima que la braga apenas podía contener ya. Al notar mi lengua en la piel de su cuello y nuca se le escapó un gemido. Era hora de terminar con esos preliminares y pasar a cosas más íntimas.
Al separarme le puse otra copa, pero esta vez le hice beber de mi boca en un lascivo beso en el que pasé el alcohol de mi boca a la suya jugando con su lengua. No me rechazó, al contrario su lengua jugaba con la mía. Ella por fin aprovechó a meter la mano dentro de mi braga y agarrar mi polla. La ausencia de sorpresa delataba ya sin duda que ella si se había fijado en mis peculiaridades. La acariciaba con suavidad y la práctica que sugería su experiencia, cogía mis depilados huevos mientras seguíamos dándonos lengua y saliva. Ella misma terminó de abrir mi camisa y desnudar mis tetas.
De inmediato se apoderó de ellas con su boca y lamer mis pezones. La condenada sabía dar placer pero yo no me quedo atrás. Así que empecé a quitarle el pegadísimo vestido de tubo de lycra palabra de honor que le quedaba aún mejor que a mí y conseguí hacerme con su húmedo coñito que desde hacia rato mojaba mi tanga negro en la ingle.
Mis dedos acariciaban, investigaban su interior, sus labios y jugaban con su clítoris. Tenía que lamerlo, la empujé hasta mi cama, hasta tumbarla boca arriba y poder separar sus piernas todo lo que daba de si su cadera. Acerqué mi boca a su coño aspirando su dulce aroma. Soplando suave sobre sus húmedos labios ella se estremeció y lo hizo más cuando pasé la lengua por ellos.
Saqué la lengua y note el brinco que dio cuando hice contacto con su piel. Sus jugos se deslizaban dentro de mi boca. Saboreaba los mas profundos rincones de su vulva allí donde mi lengua podía alcanzar. La oía gemir a cada movimiento de lengua en su interior. Los muslos bien levantados por encima de mi cabeza. Con las manos alcanzaba sus tetitas duras hasta poder pellizcar con suavidad sus pezones oscuros.
Bajé un poco mas por su perineo buscando el ano, el culito apretado y se estremeció cuando acaricié el agujerito. Buscaba sus orgasmos con ansia haciéndola gozar lamiendo la humedad de sus corridas. Sin permitir que sus nalgas duras escaparan de mis manos hasta que supe que la tenia ganada por el placer que le estaba dando. Pero yo ya tenía claro que ella deseaba mi pene y lo quería dentro y por lo que estaba sintiendo en todos sus agujeros.
Mi polla en todos sus agujeros, así que sinuosa escapó de mis manos, solo lo suficiente como para deslizarse debajo de mi cuerpo y agarrar mi polla depilada. Ahora fui yo la que se estremeció cuando su lengua llegó a mis huevos, cuando se los metió en la boca chupándolos como caramelos. Lamiendo llegó el turno del rabo hasta que se metió el glande en la boca acariciándolo con la sin hueso. Parecía toda una experta en la felación, la garganta profunda no parecía tener secretos para ella, notaba sus labios en la raíz de mi rabo, rozando mis huevos.
Yo tampoco dejaba de clavar la lengua en su vulva, lo más que podía. Entre sus labios y acariciando el clítoris. Acariciando el ano con la yema del dedo índice mojado con mi saliva.
Pero ella también sabe jugar sucio y cuando noté sus dedos explorando mi ano me corrí en su boca. Mi semen retenido para poder compartirlo en un húmedo y lascivo beso, dulce venganza del osculo que yo le había dado con el vino. Sabíamos que solo era lujuria, solo sexo, pero estábamos enlazadas por las lenguas mientras saboreábamos mi semen.
Mi polla iba poniéndose en posición de descanso. Jugueteamos un rato mas con mi ropa y mi lencería mas sexi, más de putón mientras me recuperaba y eso sin dejar de acariciarnos ni de besarnos. Quería ver cómo le sentaban mis bodys de encaje, mis corsés, mis ligueros. No eran imaginaciones mías, podría llevarla a mi club o a hacer una danza exótica, léase strip tease, conmigo y los tíos babearian con ella.
Cuando empecé a endurecerme de nuevo subí un poco las apuestas abriendo un nuevo cajón, el de mis juguetes, vibradores, consoladores bolas chinas, e incluso las vaginas de silicona y los masturbadores mas realistas que había podido encontrar en los mejores sex shops. Juguetona le pregunté si quería follarme. Y saqué un arnés con una polla y sus correspondientes huevos a imitación de los de un famoso actor del porno.
Quería que ella me penetrara el culo antes de abrir el suyo con mi rabo, me había preparado a conciencia con un buen enema, limpia por dentro y por fuera. Fue tierna poniéndome en cuatro patas sobre la cama pasó un buen rato comiéndome el culo clavando su lengua y dedos dulce y gentil antes de poner el glande de silicona en mi ano. Follaba mi culo despacio pero con firmeza notando en su propio clítoris las caricias de la lengua de silicona que iba dentro del tanga de vinilo que sujetaba la polla. Se corrió antes que yo e incluso me giró boca arriba para comer mis tetas y polla sin déjar de follarme. Pero aun así no me dejó correrme quería darme una última sorpresa. Con una extraña sonrisa tímida me pidió:
-¡desvírgame!
Me dejó patidifusa su ruego. Con la gran experiencia en el sexo que me había demostrado ampliamente hasta ese momento y nadie había penetrado ese dulce coñito que yo acababa de saborear.
- Tengo que confesarlo, me encantada el sexo, comer y que me coman usar la lengua y las manos para dar placer. Pero nunca he dejado que me follen. Es una tontería pero nunca he encontrado a nadie tan especial como tú. Nadie a quién me gustaría entregar el virgo, hasta que me he dado cuenta que tú serías perfecta.
- Si vamos a hacer esto, quiero que tú seas quien lo haga.
Le dije. No quería hacerle daño por nada del mundo. Le arranqué el arnés para comprobar que estaba más que húmeda, que se derramaba en jugos cada vez que se corría. Me limité a tumbarme boca arriba con el pene apuntando al techo e indicarle que se subierá encima. Ya no se hizo de rogar puso los pies a los lados de mi cadera y fue bajando despacio dejándome ver esa belleza de su coñito acercándose al glande. Se abrió los labios con dos dedos para dejar que yo entrara en su interior. No ser dejó caer con fuerza sino que se mantuvo sobre sus rodillas bajando despacio hasta que el himen se desgarró.
No pareció que le doliera apenas y pronto llegué a su interior. Un hilillo de sangre escurrió hasta mis huevos mezclado con sus abundantes jugos apenas una manchita rosa pálido en mi piel. Un gemido escapó de su distendida garganta, su cara miraba al techo. Los fuertes muslos consiguieron levantar su cuerpo una y otra vez follándose ella sola con mi polla. Yo la sentía tan apretada en su vulva, tan excitada estaba. Conseguí agarrarme a sus tetitas mientras ella botaba sobre mi pubis. La avisé cuando iba a correrme pero ella puso un dedo sobre mis labios. Dedo que chupé como si fuera otra polla.
-Shiiii, ¿Recuerdas el día que me compré un vestido igual al tuyo?. Ese día empecé a tomar la píldora esperando que tú me follaras. He esperado a que me hiciera efecto para venir a buscarte.
Ya no hubo más palabras, me derramé en su xoxito agarrando su cadera para ayudarla a moverse mientras ella se corría una vez más. Se desplomó sobre mi pecho buscando mi boca para besarnos una vez más. Para chuparnos las lenguas, para cambiar saliva de una boca a otra y abrazarla con ternura entre mis brazos.
A pesar de ese vínculo que compartíamos, de haber sido la mía su primera polla, seguía siendo solo sexo, en una tierna amistad. Viendo su actuación esa tarde puede que si hiciera un buen papel en mi trabajo si ella llegaba a necesitarlo.
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II.
Me gustaba vestirme de chica. Hacia años que le cogía prestada ropa y zapatos a mi hermana y mi madre. Me he dejado el pelo largo. Era mi elección, hay quien me ayuda y otros a los que no les parece tan bien.
Mi cuerpo, ya era andrógino de nacimiento, lo que me ayudó, delgado, es femenino, suave fibrado. Ahora que he cumplido los diez y ocho he empezado a hormonarme, con lo que además tengo la piel aún mas suave casi sin vello. He empezado a ir de compras, mi propia ropa, lencería y maquillaje. Mi vida cada vez era mas femenina.
Ya no me vestía de chico nunca y aunque me costaba tiempo y esfuerzo siempre iba perfecta, depilada, maquillaje, ropa y lencería.
Aun así siempre había quien me rechazaba o a quien desagradaba mi actitud.
No se como él se fijó en mí. Andaría por los cuarenta guapo y atlético. Era vecino de mis padres, toda la vida puerta con puerta. Yo me sentía deseada cada vez que sus ojos se posaban en mí. Cuando nos encontrábamos en el pasillo me trataba como a una dama, sin extrañarse ni hacer gestos raros, ni de rechazo. Como me conocía de años antes su actitud conmigo tan natural, sin complejos, hacia que me sintiera atraída hacia él.
Cuando se divorció su aire melancólico y abatido me atraían y yo le sonreía intentando animarlo. Por fin se decidió y en un encuentro casual por la calle me invitó a tomar algo en un pub cercano.
-¡Hola! Nunca hemos estado a solas. ¿Te tomarías una copa conmigo?.
Siempre correcto y agradable con una charla interesante y amena seduciéndome con su actitud, pero en realidad sin querer hacerlo de forma consciente. Pasaban los minutos e incluso las horas perdida en su conversación y en su mirada.
Si noté que sus ojos recorrían mi anatomía, la barbilla suave por las hormonas y el escote en el que empezaban a despuntar mis pechitos, mi vientre plano adornado con un pircing que el top dejaba al descubierto, mis muslos largos y trabajados saliendo de una falda muy cortita y enfundados en unas finas medias con ligas de silicona y los pies en mis sandalias de alto tacón.
La conversación comenzó con frases casuales pero poco a poco se fue interesando por mi vida y pasando a temas más íntimos. Yo también le pregunté por su matrimonio. Imaginando que había algo más en la historia de lo que todo el mundo conocía. Conseguí sacarle que ella había sido infiel. Yo no le quería como novio, ni marido, solo animarle y desde luego follar, hablando en plata.
De pie junto a la barra con las copas en la mano el tiempo parecía que no pasaba. Le ponía la mano en el brazo notando sus músculos y le sonreía bobalicona deseando que se lanzara y me tomara entre sus brazos para hacerme el amor. Estaba dispuesta a entregarme. Por fin cuando me giré, para coger una servilleta, acercando el culito a su cadera, aparté la melena sobre un hombro. Se decidió a cogerme de la cintura, depositar un suve beso en la piel desnuda del otro hombro y apoyando la cabeza en mi clavícula destapada susurrarme al oído:
- Me gustas, te he visto mejorar mucho, de ánimo y de físico, estos últimos meses y me encanta la mujer en la que estás convirtiendo.
Mi sonrisa que él no llego a ver porque le daba la espalda tuvo que rozar mis orejas a pesar del carmín. Sin dudarlo más pegué el culo a su polla y mi espalda a su pecho fuerte y solo giré la cabeza para besarlo. Cogí sus manos para que las pusiera sobre mi vientre, cruzadas sobre el pircing, rodeando mi cintura. Mi lengua se enroscaba con la suya añadiendo saliva al deseo que ambos sentíamos.
- Eres la cosita más linda que he tenido nunca entre mis brazos. ¿Te vienes conmigo?. Vente a casa.
- Te deseo. Te he deseado siempre.
-¿No te importa lo que piensen los demás?
- Me da igual. Solo quiero estar contigo.
Le contesté. No me importaba, ni a él que nos vieran en esa actitud tan cariñosa. Sus manos empezaron a deslizarse por mi cuerpo, caricias suaves, tiernas que me enardecían aún mas. Aunque sus labios besaban mi cuello y hombros. No bajaba de mi cintura supongo que por un resto de complejo, aunque notaba su polla dura en mi culo.
Jugueteaba con el pircing rozando la piel desnuda de mi vientre. Lo deseaba, necesitaba ese pene duro que notaba en mi retaguardia en mi interior y se lo estaba haciendo saber. Empezábamos a montar todo un espectáculo en medio de aquel pub.
Así que me llevó a su casa sin soltar mi cintura en todo el camino sin importar que alguien conocido nos viera. En el ascensor su lengua húmeda exploraba mi boca profundamente, mientras sujetaba mi culo con fuerza. Ya ni le importaba que nuestros vecinos le vieran conmigo, la putita transexual del edificio. Mientras sus manos por fin se apoderaban de mis nalgas.
Levantó la minifalda y al fin noté sus caricias en la piel de mis muslos. Su piso estaba desordenado, típico de un soltero, pero ni me dio tiempo a verlo, me llevó cogida de la mano a su cama deshecha, directamente. Las sábanas aún conservaban el aroma de su sudor. Me tumbé de espaldas en el lecho dejando que el viniera encima y a mi costado sin separar sus labios de mi boca, su mano recorría todo mi cuerpo sin prisa subiendo por mis piernas por debajo de la falda ralentizándose según se acercaba a mi tanga.
Yo abrí su camisa desnudando su pecho, acariciando y pellizcando sus pezones. No llegó a acercarse a mi pene todavía, pero tiró de mis medias, enrollándolas, desnudando mis piernas. Sensual, tierno, acariciaba la piel de mis muslos. Aprovechó el momento para coger mis pies desde el borde de la cama y lamer mis dedos. Pasaba la lasciva lengua entre ellos y lamía mis plantas. Nunca unas cosquillas me habían gustado tanto ni me habían dado tanto gusto. Nos desnudábamos el uno al otro según el deseo nos dictaba.
- Quiero saborearte entera, como un caramelito, como un pastelito.
Pero aún no sé decidía a hacerlo del todo. Se notaba todavía algún tipo de recelo heterosexual. Tendría que tener paciencia.
-¡Hazlo! Deseo tu lengua en todo mi cuerpo.
Noté sus labios en mis axilas, mi cuello, su lengua en mi oreja. Yo misma me abrí el top para que tuviera acceso a mis tetitas desnudas. Puso sus labios sobre ellas haciéndome suspirar, mordisqueaba tierno mi piel, mis pezones, volviéndome loca.
Mi mano buscaba su polla, su rabo duro. Abrir sus pantalones, bajar la lycra y notar como salía de entre sus boxers ajustados buscando mi cuerpo. Acariciar sus huevos pelados y subir y bajar los dedos por el tronco. Masturbarlo despacio haciéndolo disfrutar.
Deseaba darle todo el placer que pudiera y decidí tomar su pene y huevos entre mis labios rojos y acariciarlo con la lengua. Nunca he siydo de hacer gargantas profundas pero me las apaño bien chupando el glande, baboseando el resto y lamerlo todo, del perineo a la punta, degustando los testículos con auténtica gula.
-¡Oh, sí! ¡cómeme!. Es toda tuya.
Ya ni paré hasta notar el sabor de su semen en mi boca. Por fin se soltó y me besó librándose de parte de sus complejos. Saboreamos los dos el sabor de su lefa cruzando nuestras lenguas. Mezclándolo con nuestras salivas en un baile de lenguas, en un lascivo beso blanco.
Ya estábamos desnudos del todo los dos. Estaba encima de mí, besaba mi cuello, mi cara mis orejas. Su lengua buscaba la mía a través de nuestros labios entreabiertos. Y yo se la daba, por supuesto, chupaba la suya como había hecho con su rabo.
El peso de su musculoso cuerpo sobre mi torso. La dureza de mi polla apretada por su pubis contra mi propia cadera ya no parecía molestarle. Parece que a él ya no le importaba al notarla contra la suya. Mis muslos rodeando los suyos por detrás de las corvas para sentirlo aún más, rozando mi piel, arañando con mis largas uñas su firme espalda.
Solo me dejaba llevar por la sensación de estar clavada al colchón de su cama. Esas sensaciones hacían que su polla despertara de su letargo y se frotaba con la mía, duras y juntas las dos.
Yo también tenía mi fuerza, así que nos giré para quedar yo encima. Me incorporé entre sus muslos mirándolo a los ojos con expresión lasciva cogí las dos pollas con una sola mano. Frotando una contra otra pajeándonos sin prisa. Por la cara que ponía y los gemidos que daba le gustaba.
-¿Quieres follarme?
Me preguntó con cara de morbo y algo de miedo.
-¿Quieres que lo haga? No te asustes, haremos todo lo que quieras.
Pero yo quería más.
- Fóllame tú. ¿A qué nunca has penetrado un culito? Tu mujer no te dejaba. ¿verdad?
- El tuyo va a ser el primero y me muero por hacerlo.
Me estiré y alcancé mi bolso y el tubito de gel lubricante. Chica preparada vale por dos. Mientras pajeaba las dos pollas juntas lo puse en la suya y en mi ano, aprovechando para dilatarme con un dedo. No le hice esperar más. Me subí encima de su cadera para cabalgarlo. Me gusta cuando puedo ver los ojos y la cara de mis amantes mientras me follan. Me apoyaba en su poderoso pecho pellizcando sus pequeños y duros pezones.
Sujetando su rabo en vertical, apoyé el glande en mi ano y fui bajando despacio. Mis rodillas a la lados de su cadera. Cuando por fin apoyé las nalgas en sus muslos se me escapó un gemido. Luego empecé a moverme, despacio, acostumbrándome a su grosor en mi interior. Para él era su primer culo, y para mí no era mi primera vez pero entonces tampoco podía considerarme una experta. No como después que her conseguido mucha experiencia. Así que hacerlo suave y sin prisa era la mejor opción para los dos y podíamos disfrutar juntos.
Mi polla y huevos golpeaban su vientre según subía y bajaba. por fin se decidió a cogerla con la mano y acariciarme. Como lo estábamos haciendo despacio y sin prisa podía hacerlo con comodidad recreándose con la primera polla aparte de la suya que tenía en la mano. Ya no paré hasta que se corrió. Dejó su semen en mi interior y yo me sentía contenta no, eufórica. Yo también me corrí sobre su tableta y me dejé caer sobre su pecho, besando y mordisqueando sus tetilla y pezones. Mi lefa se enfriaba entre nuestros vientres mientras él besaba mi cabeza, mi melena con ternura.
Yo temía ese momento, no se arrepintiera y me echara de su casa. No pasó, estábamos muy a gusto juntos. Me sentía muy abrigado entre sus fuertes brazos y él parecía tan cómodo como yo.
-¿Pedimos algo de cena? ¿tienes que volver a casa?
- Si, estoy famélica, y no hace falta, puedo llamar por el móvil o dejarles un mensaje. Si me dejas dormir contigo.
- Sería maravilloso. Tenerte en mis brazos toda la noche.
Abrí la puerta únicamente vestida con mi tanga dejando al repartidor boquiabierto y con la mínima concentración como para cobrarme la comida. Según cogía el ascensor debía escuchar nuestras risas.
Cenamos desnudos sobre la alfombra del salón mientras la suave brisa de la noche de verano refrescaba nuestras pieles. Notaba su mirada de deseo sobre mi cuerpo y me gustaba. Era sobre toda mi anatomía esta vez, sin sombra de rechazo por ninguna de mis partes.
Juguetón puso una rodaja de piña en mi polla y sin ningún problema de agachó a comérmela. Toda una corriente eléctrica recorrió mi columna del culo a la distendida garganta por donde escapó todo el aire de mis pulmones al sentir su lengua en mi glande. Me limite a echarme hacia atrás apoyada en mis antebrazos sobre la alfombra y dejar que él me hiciera gozar. Y separar bien los muslos para dejarle sitio a su fuerte cuerpo.
Fue la primera mamada de muchas que me hizo y bien que la disfrutamos los dos. Besaba mi escroto con auténtica adoración metiéndose los huevos en la boca y luego subía por el tronco hacia el glande que yo alucinada veía entrar en su boca. Nunca pensé que se atrevería a eso tan pronto pero allí estaba yo a punto de correrme en su lengua. Le avisé, claro, lo último que quería es que se enfadara conmigo por una tontería como esa.
- Me corro cielo, ¡sácala ya!
- He fantaseado tanto con este momento que no pienso para ahora. Dámelo cariño, dámelo todo.
Y así fue, un segundo más tarde me derramé en su boca y lo tragó todo. No me dejó más que el sabor en su lengua cuando volví a besarlo eufórica.
Era ya tarde, habíamos pasado toda la tarde y parte de esa noche jugando y conociéndonos mucho mejor. Me llevó a su cama y dormimos juntos. Pasé la noche en sus brazos, entre sus sábanas, como me había prometido.
La primera de muchas. Nunca lo engañé, durante nuestra relación follé con más gente, chicos y chicas y luego se lo contaba con pelos y señales. El también se ligó a más de una milf y también me enteraba de cada de detalle de su boca.
Meses después mi tía, la hermana de mi madre, un calco de la mujer que yo quiero ser cuando tenga la edad que ella tiene ahora, se vino a pasar unos días con nosotros. Los presenté y fue todo un flechazo, amor a primera vista. El hecho es que de vez en cuando los visito y dormimos los tres juntos.
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III.
La facultad de medicina y las prácticas de MIR habían abierto mi mente y mi actitud. Algo que mi educación en un colegio de monjas había iniciado, no por las hermanas, claro, sino por mis pervertidas compañeras. Pero estos años universitarios con médicos y enfermeras siempre dispuestos a pasar un buen rato consiguieron ampliar mucho más mis horizontes.
Han pasado unos años desde entonces pero esa actitud liberal no la he perdido nunca, más bien he tratado de cultivarla cada vez que tenía oportunidad con algún buen ejemplar. A veces si era posible con dos o más a la vez.
Ahora estoy de médico de familia en un centro de salud de barrio. No ofrece tantas posibilidades pero nunca he dejado de prestar atención a las opciones que se abrían ante mí. Así han caído compañeros y compañeras, más de un paciente o familiar de buen ver e incluso uno de los camareros del bar al que voy a tomar café en los descansos, un jovencito encantador y muy complaciente.
Una calurosa tarde de verano una choni entra en mi consulta. Era la última paciente del día y un bonito espectáculo por si misma. Delgadita y provocativa, minifalda vaquera muy corta, top luciendo unas tetitas pequeñas pero bonitas y que desnudaba su torneada espalda.
Unas inverosímiles sandalias de plataforma elevaban ese bonito cuerpo a casi diez centímetros del suelo. Al verlas lo primero que pensé es que venía por un esguince en el tobillo. Nunca la había visto por el consultorio, me habría fijado en ese ejemplar. Acababan de pasarmela de otro médico ciertamente con más escrúpulos que yo y que no quería atenderla.
Deslicé la vista desde las pintadas uñas de los pies a la lisa y preciosa melena rubia teñida y muy cuidada, recreándome en su exótica y salvaje belleza. De inmediato me di cuenta de lo que ocurría, las palabras escaparon de mí boca con una incontinencia verbal que no suele caracterizarme.
- pero ¡alma cándida! ¿a que edad empezaste a tomar hormonas?.
La nena tuvo el detalle de ruborizarse y a punto estuvo de salir corriendo por la misma puerta que acababa de cruzar. Desde luego que se lo impedí y avergonzada por mí actitud le pedí de inmediato disculpas por mi torpeza.
- Perdóname pero me has pillado de sorpresa. Nunca se me ocurriría tratarte así. Pasa y cierra. Así estaremos más tranquilas y me cuentas lo que te preocupa.
Tenía que hacerle un chequeo completo para comprobar que la alteración hormonal no había causado algún problema. Ahora que aún estábamos a tiempo de tratarlo si existiera.
- Desnúdate y tiendete en la camilla, tenemos que comprobar que estés bien y ajustar el tratamiento si lo necesitaras.
Para tranquilizarla mientras se libraba de su escaso atuendo y sin que yo me perdiera ni un detalle de tan bonito striptease le fui preguntando por lo que había tomado y por cómo se encontraba. Aparte del problema puntual por el que había venido ese día, una tontería de adolescente. Parecía encontrarse bien, francamente bien a primera vista.
Tenía, tiene, un cuerpo precioso, delgado bien moldeado, en el que empezaban a despuntar dos pechitos que prometían llegar a ser dos hermosas tetas. La cadera se le había redondeado que le había dejado un culito respingón y firme. Tenía pinta de hacer ejercicio además del tratamiento que había empezado por su cuenta. Y que había consultado en Internet.
Admito que me estaba recreando viendo ese streptease improvisado y las partes de su anatomía que iba descubriendo. Sus largos y ahusados muslos en cuanto la falda cayó, el tanguita apenas podía contener su polla aún no demasiado afectada por las hormonas. Se dejó esa prenda supongo que por un resto de timidez pero no tuve ninguna misericordia. Con un gesto le hice desprenderse hasta el último trapito.
Aunque parecía bastante acojonada por la situación el rabo no parecía pensar lo mismo. Morcillón colgaba entre las piernas amenazando con ponerse firme en cualquier momento. Le, la hice tumbar en mi camilla. Empecé de un forma muy profesional con un examen detallado pero sin recrearme palpando músculos y el vientre sin encontrar ningún problema.
La bata abierta descubría mi escaso atuendo y tanto como por la temperatura como con tenerla allí a mi merced, estaba pasando mucho calor. Lo que su presencia sensual no ayudaba a aliviar. Mi talla ciento diez doble d en un top escasito, aunque algo más grande que el suyo, eso sí, luciendo los pechos sin sujetador en la cálida tarde de verano. Sus ojos estaban clavados en mis tetas creo que con algo de envidia. La falda de tubo no muy larga marcaba mi voluptuosa cadera ajustada a mis muslos.
No se me iban a presentar muchas oportunidades de tener un ejemplar así de bonito a mi disposición. Así que un momento después estaba mandando mentalmente el juramento Hipocratico a la mierda y pensando en cómo pasar un rato agradable las dos juntas. Empecé a preguntarle por sus relaciones sexuales. Era lógico para comprobar si tenía alguna venerea.
- ¿Te has acostado con muchos chicos? ¿Eres muy promiscua? ¿Lo haces con protección?
- En realidad menos de lo que me gustaría. No hay mucha gente abierta de mente que me acepte tal y como soy. Pensaba que aunque fuera por morbo algo más podría ligar, pero no. Y sí, siempre con condón.
- Bueno ellos se lo pierden. A mi me pareces muy bella. Pero, ¿no eres virgen? ¿verdad?
- No, he tenido experiencias, aunque no demasiadas.
-Y ¿con chicas?
Fui llevándola al terreno que me interesaba. Entre los toqueteos y la conversación su polla apuntaba al techo. No era muy grande, pero si bonita cabezona, con las venas marcadas, sin un pelo y a un lado, en la cadera, un pequeño tatuaje de un hada. Aproveché el momento para empezar con ella y examinarla cogiendo los huevos y palpando comprobando que estaba perfectamente sana.
- Con chicas aún menos que con chicos, a todas les parezco un bicho raro.
-¿Pero te gustan?
- Si, aunque yo quiera ser una mujer, también me atraen.
Al oír eso yo flotaba.
- Yo pensaba que la gente de tu edad estaba más liberada, con menos complejos.
- Algunos demasiado para mis gustos y la mayoría demasiado poco. También hay mucho salvaje por ahí que ha visto demasiado porno. Lo difícil es encontrar el término medio que me guste y a quien yo guste.
- No creo que te cueste mucho viendo a lo que vas a llegar, con esa carita dulce y ese cuerpo tan femenino.
Echándole cara le decía todo eso sin dejar de acariciarla y sobarla. Incluso alguna vez que me inclinaba sobre ella rozando su cuerpo con mis tetas.
-¿No me pasa nada? ¿Estoy bien?
- Estás estupenda, nena. Preciosa, para mí gusto una belleza, y si vas a seguir por este camino te ajustaré la medicación y te puedo dar algún consejillo más.
Sonriendo, pero tímida aún, se daba cuenta que estaba flirteando con ella. Tonta del todo no era. Había echado buenos vistazos a mi generoso escote y a mis pezones marcados en la fina tela. Parecía que mi cuerpo voluptuoso no le era indiferente del todo. Y a juzgar por la dureza que había alcanzado su polla le estaba gustando la situación.
Cogí su pene y lo estuve acariciando un momento para provocarla aún más. Parecía que si seguía tocándolo no tardaría en correrse y eso no es lo que quería. Bueno si se daba la ocasión me la metería en la boca y me tragaría con gusto su corrida.
- Gírate, ponte boca abajo.
Aproveché un rato para manosear sus duras nalgas. Era evidente que por su edad un examen de próstata era innecesario pero no iba a privarme de ello. Y eso que estaba deseando hacérselo con la legua. Calzándome un guante de látex le pregunté.
- ¿Has venido limpita? Sube el culito por favor.
- Creo que sí doctora, pero no estoy segura del todo.
- No importa, ¿Te fías de mí?
- Por supuesto, estoy en sus manos.
Contestó con una bonita sonrisa que me pareció bastante lasciva. Poniéndose a cuatro patas sobre la camilla me dejó completo acceso al ano. Usando con generosidad el lubricante tanto en su culo como en el guante procedí a hacer un examen completamente innecesario y que iba a aprovechar para follar ese culito con mis dedos.
En cuanto empecé a acariciar la raja se le escapó un gemido que sonó dulce y femenino. Despacio repartiendo el lubricante empecé a meter un dedo, abriendo el ano con cuidado y cariño.
-¿Te duele?
-¡No! para nada, se siente ¡uf! genial. Nadie me ha hecho nunca algo así. Nadie me ha hecho sentir tan bien.
Con el índice y el medio le estaba llegando a la próstata. Traviesa con la otra mano sin guante le volví a acariciar la polla y llenó toda la camilla bajo su cadera de semen. La cabeza apoyada en sus antebrazos, la melena ocultando la expresión de lujuria. Pero nada pudo acallar el gemido que escapó de su boca cuando se corrió.
Hubiera preferido que lo hubiera hecho en mi boca. Menos mal que había mandado a la enfermera a su casa o habría pensado muy mal de mí. O tal y como nos conocíamos las dos se hubiera apuntado a darle gusto a la muchacha.
-¿Ya estás más relajada? Puedes levantarte cielo.
- Estoy en la gloria. Eres maravillosa. Nadie me había hecho correr así.
Salió de ella, en ese momento no hice nada. Nada más que lo que ya había hecho claro. Se giró hacia mí y me besó. Nuestros labios se juntaron suaves al principio, pero sin despegarse el beso se fue haciendo más profundo, más lascivo. Juro que fue su lengua la primera que entró en mi boca. Pero si hubiera tardado un segundo más yo le hubiera metido la mía hasta la garganta. Que fue lo que hice en ese momento.
Se agarró a mis tetas como si fueran el flotador de un náufrago. Y eso que aún llevaba la camiseta. Con un grácil movimiento se deshizo de mi bata que cayó a nuestros pies. Y eso aún encaramada a la camilla. Sin separar nuestros labios consiguió bajar y quedar frente a mí. Muy cerca.
Mientras hacía esa maniobra yo aproveché para soltar el cierre de mi falda que cayó al suelo. Así que además de ponérselo más fácil conseguí que la prenda no se manchara con el semen que aún goteaba de su bonita polla. El miembro iba perdiendo su dureza después del orgasmo.
Esperaba recuperarla pronto. Por la forma en que me la flotaba por el pequeño tanga estando abrazadas no iba a tardar. Yo seguía agarrando su pétreo culito que me tenía hipnotizada. Ella en cambio buscaba mis pechos apretando sus duras tetitas contra ellos.
No tardó nada en ayudarme a librarme del top sacándolo por mi cabeza. De inmediato se agachó a besar y lamer mis domingas.
- ¡Yo quiero unas como estas!.
- Las que tienes son preciosas, cielo, date tiempo. Pronto podrás operarte y ponerte algo más. Espero que elijas bien y no exageres.
- Tus tetas son hermosas, espero que me ayudes a elegir la talla adecuada para mí.
Conseguía contestarme sin separar los labios de mi piel, sin dejar de mordisquear suave mis pezones y continuar lamiendo de mis axilas al ombligo sin dejar de babosear todo por donde pasaba.
Joven y ansiosa ahora era yo la que estaba acorralada contra la camilla. Solo tuvo que palmear la colchoneta para conseguir que me subiera. Es hábil, mientras levantaba el culo para izarme aprovechó para tirar del tanga y dejarme tan desnuda como ella.
Ya me tenía en buena postura, bien abierta de piernas. Solo tenía que agacharse un poco para hacerme un cunilingus de antología. Pero quería hacerse de rogar. Empezó por mis pies, Aunque me había duchado antes de ir al trabajo debían estar algo sudados. No le daba ningún escrúpulo y se dedicó a besarlos y lamerlos un buen rato. De los dedos, todos y uno por uno, a la planta. Tenía que animarla.
- Vamos nena cómemelo todo.
Yo estaba loca por que me llegara al coño. Pero no por esas subía con parsimonia por mis piernas para hacerme sufrir y disfrutar a la vez. Paseaba la sin hueso por los tobillos, subiendo por las pantorrillas, escalando la cara interna de mis muslos.
Cuando por fin llegó a mi vulva, me moría de impaciencia. Los labios estaba abiertos, calientes y muy muy húmedos. Y yo creía que no podía estar más cachonda. Un gemido escapó de mi garganta que no sé como no llamó la atención en el centro de salud casi vacío cuando por fin sabores mis jugos directamente de la fuente.
En segundos me había corrido por primera vez. pero no fue el único orgasmo de la tarde. Siguió chupando, lamiendo y besando sin descanso. Saboreándome y recibiendo en la lengua mis jugos cada vez que me corría.
No estaba yo para averiguar lo que ocurría por sus bajos. Tal y como estaba tumbada no alcanzaba a verlo, pero su joven polla se estaba recuperando rápidamente. Mirándome a los ojos entre mis muslos con la expresión más lasciva que le había visto preguntó:
- ¿Quieres que te folle?
- Lo estoy deseando, cariño. Méteme ya esa polla.
No se hizo más de rogar. La altura de la camilla era perfecta. Se incorporó y guiando el firme miembro con la mano, el glande se fue abriendo camino entre mis labios. Firme, pero a la vez suave y con ternura.
Apoyó mis piernas en su pecho, notaba la dureza de sus pezones en la parte de atrás de mis pantorrillas. Sujetando mis muslos con las manos empezó a moverse. Sin prisa, haciéndome notar cada penetración, justo como a mí me gusta, no muy deprisa. Como hacía poco que se había corrido aguantó un buen rato. Y como yo estaba muy excitada no hacía más que encadenar orgasmos uno detrás de otro.
Acababa de examinarla y yo tomaba precauciones así que...
- Correte dentro cielo, dámelo todo.
- Estoy a punto doctora.
Me contestó con su más linda carita de vicio. Sé cuando tuvo su orgasmo, cuando sus ojos se pusieron en blanco y soltó un suspiro que salió de lo más profundo de sus pulmones. No se conformó, siguió bombeado hasta que su polla quedó flácida. Y entonces se inclinó para volver a lamer mi coñito encharcado.
Mis jugos mezclados con su semen que me dio a probar en un nuevo beso lascivo donde nuestras lenguas se cruzaron sin tregua. Nos quedamos un rato frente a frente acariciándonos, recuperando la respiración y besándonos con ternura.
- Bueno ¿que te ha parecido esta experiencia con tu doctora?
- Ha sido algo sensacional. Y espero poder repetir alguna vez más.
- Cuando quieras, reina. Tienes una amiga y una médica.
Y volví a besarla. Respondió a mi beso de nuevo con su lengua juguetona. Contenta por haber encontrado alguien que la comprende y a quien le gusta tal y como es.
Nos vemos de vez en cuando para disfrutar juntas. Me he hecho personalmente responsable de su salud y de los cambios que ella quiere llevar a cabo, haciendo sus recetas y aconsejándola.
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IV.
Una par de semanas después de la orgia de chicos en la piscina del relato "Fiesta de nabos" me invitaron a una boda. Fui solo porque mi mujer y los niños tenían otro compromiso. No nos apetecía arreglarlos tanto para un rato y que luego se portaran, bueno no mal, solo como niños.
Aunque me quedé con las ganas de ver a la parienta lucir el vestido de fiesta que se había comprado para la ocasión. Tuve que conformarme con un pase privado y así poder quitárselo yo, antes de lamerla entera.
Así que me tocó a mí representar a la familia. La verdad es que todo fue bastante aburrido hasta que me fijé en una chica. Mirando con un poco más de atención descubrí que era una joven transexual.
Toda una belleza, muy femenina con pechos pequeños y piernas larguísimas. Enfundada en un vestido de gasa estampada en colores claros y en algunas zonas muy fino y con aberturas. Se trasparentaba en el vientre descubriendolo plano con un pírcing en el ombligo.
También descubría sus largas y torneadas piernas y marcaba su culito respingón, con unos altos tacones era algo digno de verse. Una gargantilla en el cuello intentaba disimular la nuez. El cabello peinado en un recogido alto desnudaba el fino cuello dejando ver ese adorno.
Además de ella estuve disfrutando del espectáculo de unas cuantas chicas más con vestidos sexis y grandes escotes y algunos chicos con camisas finas. Durante toda la noche y el banquete era lo único que me mantenía entretenido. Apenas conocía a nadie y no podía charlar mucho, apenas comentarios casuales con desconocidos que no me importaban.
Volviendo a la joven transexual, tuvo detrás de ella algunos admiradores, moscones, uno de ellos más insistente que los demás. Contemplar el rito de cortejo fue divertido durante un rato. Además del resto de los participantes bailando y desmelenandose. Escotes de algunas de las mujeres, sus caderas y sus piernas.
Algunos chicos y hombres cuando se quitaron las americanas con camisas finas también tenían unos cuerpos definidos e interesantes. Lógicamente también había cosas horrorosas, pero claro no era cuestión mirarlas.
La chica joven que me había llamado la atención, la había perdido de vista un momento fijándome en las tetas enormes de una madurita en un escote enorme. En cierto momento desapareció de mi vista. Pensé que había salido al jardín a tomar el aire y se había llevado a su estela a su admirador.
Al rato vi al chico volver a entrar al chico solo, con cara de enfado y directo a la barra. Supongo que a enjuagarse la boca con alcohol. Temiendo que algo malo hubiera pasado salí al jardín. Al verla sola, sentada en un escalón, me tranquilice al darme cuenta que no había habido violencia. Pero no era difícil deducir lo que había ocurrido por la situación.
Me acerqué despacio para no asustarla. Le ofrecí un pañuelo. Se secó los ojos llenando la tela con su maquillaje e intentó devolvérmelo.
- Quédatelo. No lo necesito.
- ¿Sabes que todos los tíos son imbéciles?
- Todos no, pero una gran cantidad si.
- Pero ¿qué les pasa?
- Pues que no saben valorar a una belleza como tú. En algunos casos además de tontos del culo, cegatos.
Eso por fin le arrancó una bonita sonrisa.
- No puedo ver llorar a una chica guapa, eso está mucho mejor.
Soltó un bufido, herida todavía por lo que le acababa de pasar.
- Si, ¡chica! si lo fuera de verdad no me pasarían estas cosas.
-Bueno, eres una chica de verdad y a las que han nacido así también les pasan cosas. Nadie es perfecto cielo. Cada uno tenemos que pelear con las armas que nos dan.
- Pero en mi caso, tengo la pistola equivocada.
Sonrió. Viendo que empezaba a bromear me tranquilice.
-¿Y eso que importancia tiene? Hay muchas más cosas aparte de la pistola. Inteligencia, simpatía, personalidad, dulzura, belleza, creo que no te faltan cualidades para conseguir lo que te propongas.
- Ahora me estás adulando.
- Descaradamente.
Tuve que admitir, con lo que volvió a sonreír.
-¿Qué querrás de mí?
-Solo lo que quiere un caballero de una bella dama. Una sonrisa, compañía, un baile, que te tomes una copa conmigo. ¿A qué más podría aspirar un vejete como yo de una jovencita como tú?
- Compañía, ya me estás haciendo, sonrisas ya las has conseguido. Una copa y un baile podemos hacerlo si no te importa que te vean conmigo. Y lo demás... habría que verlo, no pareces tan viejo como para estar con una jovencita. Aunque si pareces casado.
Tonta no era, se había fijado en mi alianza.
- Me importa un pimiento con quien me vean y lo que piensen. Aquí nadie le va a ir con cuento a mi mujer. Al fin y al cabo solo es un baile y una copa. ¿no?.
Se lo pensó un momento, no sé si por no querer líos con un casado o por considerarme muy maduro para ella, o solo me lo pareció por mi propia inseguridad. Haciendo una absurda reverencia que casi le hizo reír le tendí la mano para ayudarla a levantar el precioso culito de la dura piedra donde lo tenía apoyado.
Ella sujetó mi mano y se levantó con gracia apoyada en sus inverosímiles tacones. Se colgó de mi brazo para volver a entrar al salón en busca de esa copa que le había prometido y de al menos un baile. Fue al baño a retocarse el maquillaje dañado y volvió aún más bonita.
Con las copas en la mano seguimos conversando de naderias. Me gustaba que me vieran con esa belleza. A esas alturas ya coqueteaba conmigo descarada. Parecía agradarle mi compañía.
-¿Bailamos?
- Desde luego.
Nos deslizamos por la pista como si estuviera recubierta de hielo o aceite. Bailaba de maravilla. Al principio la tenía cogida de la fina cintura y ella se agarraba a mi hombro y mi mano, típico. Pero poco a poco mis manos fueron bajando al pétreo culo y las suyas pasaron a colgarse de mi cuello. Empezamos a apretarnos el uno contra la otra, entre nuestros cuerpos no cabía ni una hoja de papel de fumar.
Me acariciaba la nuca y yo le sonreía como un bobo. Pero también aprovechaba la oscuridad de la pista para amasar sus nalgas. En nuestros pubis juntos se empezaba a notar cierta dureza, en los dos. No sólo no se quejaba sino que me devolvía la sonrisa.
- Me lo estoy pasando de miedo contigo. ¿Por qué no viniste al principio de la ceremonia?.
- Por qué no me hubieras hecho caso. Un maduro como yo con una preciosidad como tú.
- Ni eres tan maduro ni yo tan bonita. Y desde luego tengo mis propios problemas.
- No hablemos de eso, ya está olvidado.
La besé, después de todo, eso ya era inevitable. Me devolvió el beso. Su lengua buscó la mía y empezaron a jugar, cruzándose dentro y fuera de nuestras bocas. Juraría que el gallito que la había acosado antes ahora nos miraba con envidia. Pero me centré en ella. Mirándola a los ojos, oliendo el aroma de su piel y cabello, besando su fino cuello.
Devolvía mis caricias amplificàndolas lo que podía considerando que estábamos en público. Juguetona pellizcaba uno de mis pezones sobre la fina tela de la camisa.
-¿Y si cojo una habitación en el hotel?
- Pues no sé. ¿A qué estamos esperando?
La cogí de la mano para ir a la recepción. Creo que nuestras sonrisas tontas le hicieron saber al recepcionista lo que necesitábamos sin abrir la boca. Solo cogió mi tarjeta y me alargó la llave. Ya en el ascensor nos comíamos la boca con ansia de saborearnos, con sed de saliva.
Casi no podía esperar a llegar a la habitación para arrancarle el vestido que tanto me había impresionado. Una cosa era ver su suave piel a través de la gasa y otra el deseo que tenía de acariciarla y besarla.
Cuando por fin estuvimos a salvo de miradas indiscretas tras una puerta solo tuve que tirar de la prenda hacia arriba y sacarla por encima de su cabeza. Ella misma había soldado un trozo de tela que lo ceñía a su cinturita. Verla allí ante mí, solo con sus tacones y un tanguita que apenas cubría una polla a esas alturas ya bien dura me excitó con pocas veces había estado antes.
Unos cabellos habían escapado del recogido esu melena en nuestros escarceos anteriores dándole un aspecto de felino salvaje. El tatuaje de un hada muy cerca de su pene sobre el pubis depilado adornaba lo que no necesitaba de ningún complemento para ser precioso.
Tuve que dedicar un momento a contemplarla. No quería perder ningún detalle.
-¿Quieres hacerme una foto para recordarme?
- Te haría un montón, pero por ahora te guardaré en mi memoria. Prefiero disfrutarte. ¿Me ayudas a librarme de algo de mi ropa?.
- Por supuesto.
Contestó sonriendo. Y empezó a desabrochar mi camisa. Lo hacia lento, sensual y juguetona, acariciando mi piel e incluso dándome besitos y mordisquitos. Le dejaba hacer con gusto, la chica sabia lo que hacía. Cuando el fino algodón resbaló por mis brazos, acarició mis bíceps, besó la cara interna de mis codos y hasta la palma de mis manos. Incluso levantó mis brazos para lamer mis axilas.
Ya estaba muy caliente pero ella me estaba haciendo arder. Abrió la hebilla de mi cinturón y en cuanto soltó el botón y la cremallera estos cayeron a mis pies. El reducido slip que llevaba, poco más grande que su tanga pareció gustarle. Pero no supuso un gran inconveniente, terminó en mis tobillos de un tirón. Mi rabo saltó ante su bonita cara y se quedó mirándolo unos segundos.
-¿Quieres hacerle una foto?
Eso le arrancó una carcajada.
- Un montón, pero ahora vamos a disfrutarla.
Y dejándome como un pato, sin poder moverme, la levantó con la mano y empezó a lamer mis huevos. Golosa incluso se los metió en la boca. Ver esa linda carita con la lengua fuera, rodeando mi polla y esa expresión de lujuria me excitaba aún más.
Tuve que apartarme o corría el riesgo de correrme. Por fin tuve un segundo para librarme de toda la ropa que me quedaba. E inclinándome volví a besar sus dulces labios. La lengua juguetona buscó la saliva dentro de mi boca. No me daba un momento de respiro, ni yo lo quería.
Suavemente sin dejar de besarla la empujé hacia la cama. Colocándome sobre ella sin dejar de acariciarla. Su piel era suave y cuando la lamía dulce. Empecé a bajar besando y chupando su cuello, sus hombros, levantando sus brazos para probar el sudor de sus axilas.
Deseaba mordisquear sólo con mis labios esos pechitos que aunque apenas despuntaban eran terriblemente sexis. Lo hice, como con sus pezones, duros como para arañar un cristal. Sus gemidos llenaban mis oídos. Lamí su vientre plano y el pequeño pírcing que adornaba su ombligo. El tatuaje me llamaba y pasé la sin hueso por toda la piel del pubis antes de recorrer su escroto.
Me dediqué un buen rato a sus genitales, que se habían salido solos de la pequeña prenda que debía ocultarlos. Chupando sus huevos, y subiendo por el duro tronco de su polla. Se me dan muy bien las mamadas y sé que le estaba gustando. Pajeándola con ternura mientras babeaba todo lo que mi boca alcanzaba. Me la metí en la boca, apretándola contra mi paladar mientras la acariciaba con la boca.
Tampoco quería que se corriera pronto y eso que deseaba saborear su lefa. La giré para mordisquear esas durísimas nalgas. Separarlas, lo que hizo ella misma para dejarme lamer toda su raja. Aún tuve que apartar la goma del tanga para clavar la sin hueso en el ano y lubricarlo con mi saliva. Cuando llegué al agujerito el gemido que soltó debieron oírlo en la habitación de al lado.
Así que continué por la parte posterior de sus bien torneados muslos y pantorrillas hasta sus pies. Aunque grandes eran muy bonitos y cuidados. Me puse a chupar sus dedos, uno por uno. Haciéndole cosquillas y pasando la lengua por la planta. Su risa cristalina iluminó la habitación de hotel.
- Vamos, déjate de ponerme más cachonda aún y fóllame. Me tienes como un horno.
- Súbete encima y clávatela. Quiero que me cabalgues, ver esa carita de vicio mientras te mueves.
Me tumbé en la cama y ella subió su cadera encima de la mía. Dejó caer saliva en mi glande y lo extendió con un dedo como jugando. Por fin acercó el culito y fue sentándose encima. mi glande abriendo despacio su ano. Estaba claro que no era virgen, su expresión era de puro placer, de puro vicio.
Se movía de maravilla, como antes en la pista de baile, su cadera parecía que sabía sola lo que tenía que hacer. No se limitaba sólo a subir y bajar, hacía círculos y me exprimía el rabo. Yo no tenía manos suficientes para acariciar todo lo que quería. Así que me dediqué a sus tetitas y a su preciosa polla. La sujetaba con ternura mientras ella misma se movía sobre mí.
Ya poco más tarde en llenarle el culito de semen. Y cuando terminó de sacarlo apretando el ano tiré de ella para subirla sobre mi pecho. Hasta poder meter su nabo en la boca. Justo a tiempo para apretar los labios en torno a su glande y recibir su orgasmo en la lengua. Hasta la última gota como ella con la mía.
No me dejó tragarlo, se inclinó sobre mí para besarme y compartirlo. Estirada a mi lado, los dos de costado, mirándonos a los ojos, con mi brazo por sus hombros no dejamos de besarnos y acariciarnos compartiendo su semen en las lenguas. Charlábamos mientras nos relajábamos.
-Pues para tenerte por un maduro me has dado el polvo del año. Pocas veces he disfrutado así.
- Esta claro que has colaborado. Cariño. Ya no pareces muy preocupada por tu pistola.
- Con el tratamiento que le has dado preocuparme sería lo último. Ojalá todos los chicos fueran como tú y me trataran así.
- Todos, es mucho generalizar, pero seguro que encuentras los suficientes como para cumplir tus expectativas. Eres espectacular cielo. ¿Sabes? A mi mujer le encantarías, ya que decías que te gustan las chicas también.
- Si es tan morbosa y dulce como tú deberías presentarnos.
- Buscaremos el momento. ¿Te quedas a dormir?
-¿A dormir?
Preguntó con una carcajada.
-O a lo que surja y mañana desayunamos juntos.
Dormir, no dormimos mucho esa noche. El desayuno fue pantagruélico para reponer fuerzas. Y si, ahora mí mujer y ella se conocen. También nos hemos hecho muchas fotos. Pero eso lo dejo para otro día.
v.
Me contrataron para atender el bar en una fiesta en un chalet de ricos, gente de postín y pijos. No es que a esa gente le hagan falta mucha excusa para organizar un sarao. Era mi trabajo en esa época, soy un culo inquieto, un culo grande. Un servicio de catering lo había preparado casi todo y yo no tenía mas que presentarme con la blusa blanca y la minifalda negra. Como detalle me había puesto medias de las de ligas y un conjunto de lencería negra muy muy reducido.
Algo rellenita, con mi larguísima melena rubia y con los ojos azules jamas nadie ha dicho que yo sea fea, simplemente, una curvy, una gordi buena.
Incluso las tentativas de algunos de los invitados me adulaban y no por que no fueran atractivos o no tuvieran dinero que eso allí parecía abundar. Con el calor a la caída de la noche de verano y el alcohol el ambiente se fue caldeando.
Ellos con traje, tras trasegar una buena cantidad de alcohol, empezaron a perder las corbatas y las chaquetas e incluso los papeles.
Ellas, algunas muy muy operadas para mantener una juventud y una belleza que creían se les escapaba, bien acompañadas por maromos jóvenes hiper musculados.
Otras demasiado jóvenes con compañeros a los que definitivamente se les había escapado la edad y cualquier pretensión de belleza que hubieran podido tener en el pasado, una cintura delgada y hasta el pelo. Podrían llamarlos papis y en algún caso más flagrante abuelito.
Desde mi privilegiada posición en la barra podía ver algunos jugosos besos, algún magreo interesante e incluso algún seno o culo expuesto cuando la poca tela del vestido que trataba de ocultarlo era apartada por las ávidas manos de alguno de los fulanos allí presentes.
No es que la fiesta llevara camino de convertirse en una orgia pero quien pudiera hacerse con los favores de un compañero sexual seguro que encontraría algún lugar discreto o no tanto en el que desahogarse. ¡Ah! creo que sí iba camino de bacanal o mucho me equivoco o esa era la definición.
Entre tanto ricacho y putita o putito destacaba una belleza morena y de ojos tan azules como los míos que iba esquivando hábilmente las insinuaciones y manoseos de quien se le acercaba. La de pelo negro como ala de cuervo debía ser amiga de la dueña de la casa que se manoseaba con un jovencito en un rincón apartado del jardín. Mientras su marido le metía mano a los neumáticos melones de una rubia teñida y morena de rayos uva.
La lasciva morena que a primera vista no parecía demasiado retocada por los cirujanos, o es que estos habían hecho un gran trabajo, apenas se cubría con un sensual vestido negro a juego con su cabello. Era ceñido, con la espalda desnuda hasta la hucha de un culito respingón y perfecto. Tenía un escote vertiginoso que le llegaba al ombligo sostenido por una sola cinta que le pasaba por detrás del cuello. Un largo tajo en la falda le descubría el muslo izquierdo casi hasta la ingle.
Solo me había pedido para beber refrescos durante la tarde. Con lo que se mantenía bastante mas serena que el resto de los asistentes. No sé si eran ilusiones mías pero pensaba que le echaba algunos vistazos al bien expuesto escote de mi blusa. Debido al calor reinante tenía abiertos algunos botones mas de los requeridos, dejando ver bastante del nacimiento de mis pechos y buena parte del sensual sujetador negro de encaje.
Pronto los asistentes empezaron a extraviarse en dirección a los dormitorios o a perder parte de la ropa alrededor de la piscina con lo que mi trabajo también se relajó. Ya iban casi todos bien servidos de copas.
Hada, que así se me presentó, empezó a pasar mas tiempo sentada en la barra junto a mí comentando algunas de las jugadas mas sabrosas de la tarde.
- No es un nombre muy común.
- Ni el de Coronas, ya puestas. Es como si las dos hubiéramos elegido nuestros nombres o apodos.
- Pues tú has acertado con el tuyo eres toda una belleza digna de un ser sobrenatural.
La alagué con todo descaro.
Siguió relatando las incidencias de la fiesta incluido el baile en tanga que dos esculturales chicas, a juzgar por por su pericia, gogos de discoteca realizaban al ritmo de la música calentando al personal.
Sonia me describió con pelos y señales los encantos de las dos mozas ya que las había visto mas de cerca. Lo que me indicaba que no era del todo inmune a sus gracias.
- ¿Te fijaste en la dos chicas de la piscina? Son muy guapas. Llevaban dos vestidos muy pequeñitos have un rato.
- Si, han pasado por aquí a por sus copas. Muchas por cierto. A una de ellas le he visto el culito al completo. Estaba ahí mismo donde estás tú y se inclinó a atarse la sandalia. Un trasero muy bonito por cierto y parecía muy duro, pero seguro que el tuyo es mejor.
- Gracias por eso, creía que no te habías fijado.
- ¡Pues claro que me he fijado!
- Bueno, a lo que íbamos. Hace un rato que se han quitado los vestidos y están bailando. No me extraña que le viera el culo y seguro que algo más. Sus tangas solo son cordones, al fabricante se le olvidó poner la tela.
- Usual tengo que comprarme uno de esos para llamar tu atención.
- Tu no lo necesitas ya me has atraído y mucho. Están bailando muy bien ahí delante, no sé si son bailarinas o gogos. Mira el grupo de espectadores que han juntado.
- Ahora solo tengo ojos para lo que tengo aquí delante.
Aprovechando que estábamos solas en ese momento le sonreí picara y le pregunté si a mí me describiría de igual manera.
- ¿Yo me merezco una descripción tan alagadora?.
- De ellas he visto mucho más que de ti. Vas muy vestida para que pueda dar muchos detalles.
Devolviéndole la sonrisa me contestó que tendría que ver más de mí para poder hacerlo. Mientras uno de sus dedos jugueteaba con su escote abriéndolo hasta conseguir enseñarme el borde de la areola del pezón. No le costó mucho hacerlo por la poca tela de su vestido.
- Tu puedes ver más de mí cuerpo, hasta ahora que yo del tuyo.
- Tal y como la gente está terminando con las existencias en un rato podría enseñarte todo lo que quieras.
- Me encantaría y no solo ver.
Haciendo una promesa que de verdad estaba deseando cumplir le dije que al ritmo que avanzaba la noche igual podíamos arreglarlo. Selló esa promesa con un beso suave en mis labios y una rápida caricia en mi culo, puede que también deslizara la mano in poco más abajo, justo entre la falda y la blonda de la media, sobre la piel de mi muslo.
Creo que fue en ese momento cuando me dí cuenta del no tan pequeño secreto que la morena guardaba entre sus muslos. Hasta entonces la perfección de sus formas y la sensualidad de su voz me tenían despistada.
Por qué una sofisticada belleza como ella se había fijado en la camarera regordeta todavía es un misterio para mí. Quizá no había ninguna otra bisexual en la fiesta, pero lo dudaba. Puede que solo fuera tan superficial como todos los demás por allí y solo pensara en que yo era otra diversión sin compromiso. Desde luego yo no estaba como para hacer esas cábalas, simplemente me gustaba con todos sus complementos. Si ella quería diversión yo aún más y estaba dispuesta a pasarlo de puta madre con ella. Iba a ser mi primera transexual.
Se fue en busca de un lugar discreto al que llevarme y a hacer un reconocimiento rápido mientras yo servía las últimas copas y apuraba botellas. Los dormitorios y los baños parecían ocupados y según me dijo por gente que no se preocupaba mucho de cerrar puertas.
La piscina y sus alrededores la dominaba yo desde mi puesto y veía como las dos golfillas, perdón, gogos después de dar el espectáculo, estaban en remojo bien arrimadas a sus respectivos amantes mucho más mayores que ellas. Y alrededor de ellos mas parejas en diferentes estados de desnudez.
Al final me llevó de la mano a un retirado rincón del jardín sobre la verde hierba y bajo una enorme luna llena. Donde por fin pude sacarle el elegante vestido comprobando que era casi lo único que tenía puesto aparte de sus sandalias. Necesitaba un tanguita para sujetar una parte estupenda de su anatomía.
Y ahí cumplí con mi promesa de enseñarle mi cuerpo en un lento streep tease. Mi ropa fue cayendo despacio al suelo con la música de la fiesta que aún sonaba de fondo. La falda sólo con un meneo de cadera dejó a su vista el reducido tanga que apenas tapaba los labios de la vulva y las medias que solo llegabana la mitad de mis muslos. Mi blusa ya casi no tenía botones abrochados. Hada se había ocupado de irlos abriendo cada vez que venía a contarme algo de la fiesta. Así que deshacerme de ella y del suje no costó nada.
De inmediato me lancé sobre ella para comérmela enterita. Arrodillada en el césped entre sus largos muslos con sus rodillas sobre mis hombros contemplé el tesoro de su polla vertical y muy dura perfectamente depilada. Lentamente lamiendo la cara interna de sus muslos me fui aproximando con el sabor de su sudor en mi lengua. Me dediqué un buen rato a lamer sus huevos e incluso a jugar un rato con un dedo en su agujerito. Sonia que ella disfrutaría de su ano, y sus gemidos me indicaron que iba bien encaminada.
Seguí subiendo. Besando la suave piel por el plano vientre a sus durísimas tetas. Me encantaba lamer sus pezones que parecían querer salir de la masa que los contenía de puro duros. Lamer sus suaves axilas depiladas haciéndola gemir en poco explorados puntos erogenos. Besar su fino cuello incluso esa nuez que me había despistado hacia un rato. Hasta hacer contacto con los labios finos, que separándose solos al contacto de mi lengua golosa me dejaron entrar en su boca. Dejando que yo penetrase en su culo con dos dedos mientras nos besábamos con lujuria y mucha saliva.
Mantenía su duro rabo duro vertical, inquebrantable a fuerza de pura excitación. Pero lo lógico era aprovecharlo, no dejar pasar esa ocasión que podía ser única. Mi propia calentura me llevó a subirme sobre su cadera y clavarme en su mástil, que fue entrando despacio, abriéndome y llenándome. De esa forma podía agarrarme a sus tetas y ella amasaba las mías. O yo misma me cogía una y me la subía hasta que podía lamer el pezón con mi lengua. Hada también se incorporaba lo suficiente como para chupar mis pezones mientras agarraba con fuerza mi culo.
El nylon de mis medias rozaban sus costados dando una sensación genial. Se tomó su tiempo para correrse, para llenar mi coño de semen. Para entonces yo ya había disfrutado de unos cuantos orgasmos. Puede que hubiera sido un chico, y tuvo que ser uno muy guapo, pero para entonces ya sabía como hacer que una mujer se derritiera sobre, bajo o en ese rocoso pedazo de carne.
Ambas conservabamos los tangas, solo los apartamos, y quise usar el mío para limpiarme un poco. Pero retuvo mi muñeca para coger mi cadera y tirar de mi cuerpo hacia su carita. Dejando un reguero que semen y flujo sobre su vientre consiguió que dejara mi vulva al alcance de su lengua juguetona. Ya me había corrido y varias veces pero notar como su lengua recorría mi xoxito recogiendo su lefa y tocando el clítoris de vez en cuando consiguió que repitiera. Llegando a mi culo y clavando la sin hueso en mi ano. Quería su polla también allí pero ambas estábamos cansadas y aquello no reaccionaba.
Mis gemidos se confundían con el resto de los que se oían por todo el jardín y subían desde la piscina. Un poco mas allá oía los suspiros y gritos de otra pareja follando entre los arbustos mezclándose con los que yo arrancaba de mi amante y ella me hacía dar a mí. Parece que todo el mundo había encontrado compañía de su gusto en aquella fiesta.
Viendo que todo el mundo estaba ocupado decidí que era el momento de desaparecer. Le propuse venirse a dormir a mi apartamento, no rechazó la oferta y no ha sido la única noche que hemos pasado juntas
VI.
Oculta detrás de una estantería acariciaba con sensualidad las sedas y encajes de la lencería expuesta al público. Ella se sentía tan lasciva como la lencería que estaba mirando, tan excitada, tan caliente como una hembra en celo. Pero esa no era su realidad sólo su deseo, entre sus piernas su polla negaba la feminidad de su mente.
Pero todo eso no le impedía disfrutar del tacto de esas prendas. En ese momento de intimidad con sus deseos. La chica que atendía estaba con otra clienta pero observaba de reojo al jovencito andrógino pensando que iba a robar algo. Y era guapo el condenado, con el pelo largo negro, lacio, una linda carita delgada, un tipo fibroso casi delicado, con esas ropas demasiado grandes que no le hacían justicia a su cuerpo follable.
Cuando largó a la última clienta se dirigió al muchacho que seguía medio escondido manoseando las prendas mas finas y provocativas. Ella se llevó un buen susto cuando aquella voluptuosa rubia de larga melena lisa y ojos azules la descubrió. Agachó la cabeza avergonzada de haber sido descubierta así. Pero cuando le dijo:
- ¿Es que pretendes robarme?
Ella solo pudo negar moviendo la cabeza con vehemencia, asustada. Su melena negra se movía como las crines de una bonita yegua árabe.
-¿Entonces que haces con mi mercancía?
Preguntó la dependienta. Acorralada no pudo mas que admitir la verdad. Tímida y dulce le dijo agachando la cabeza:
- Solo miro, admiro la lencería que me gustaría ponerme. Son cosas preciosas, muy sensuales. Tengo dinero, puedo comprarlo.
Había entrado a comprarse algo pero no lograba decidirse entre prendas tan bonitas. Incluso tenía el dinero.
Eso había conseguido despertar la curiosidad de la rubia. Le preguntó:
-¿Que te gustaría?.
Ella se había fijado en un body de encaje trasparente con el escote hasta el ombligo y terminado en tanga, en color violeta. No tiene mal gusto la nena pensaba la voluptuosa rubia. Aún dudando pero empezando a excitarse cogió el de color rojo de la talla del cuerpo que tenia delante pensando en que no le quedaría nada mal. Puede que algo escaso en el pecho pero sensacional en ese culito duro. Mirándolo a los ojos con más de media sonrisa en los labios le preguntó.
-¿Quieres probártelo? Dime para quien ibas a lucirlo.
- No me atrevo a ponérmelo para nadie. No tengo novio ni nada parecido.
Tuvo que confesar que únicamente para ella misma y su espejo. Qué sentir el roce de esas prendas era el único placer que iba a sacar de ellas. Lo que parecía un auténtico desperdicio, tanto para la lencería como para el bonito cuerpo que se la iba a probar.
-vamos a hacer una cosa. ¿Por qué no vuelves a la hora de cerrar? Así solas y juntas vemos lo que podemos hacer por ti.
Normalmente no habría propuesto algo así, normalmente no. Pero de forma extraordinaria, ya había surgido alguna ocasión en la que tontear con una clienta hacia llevado a pasar un buen rato juntas. En la timidez, dulzura y belleza del muchacho se veían nuevos placeres posibles. Si volvía trataría con la situación y si no, se olvidaría de todo.
Nerviosa, la jovencita volvió a entrar en la tienda cinco minutos antes de cerrar. La dependienta ya había preparado algunas cosas para su nueva clienta especial. Incluido el body que le gustaba a ella. La recibió con un tierno abrazo y las llaves de la tienda para cerrar la puerta tras ella.
- Así no nos molestará nadie. Aún no sé como te llamas.
- Alex pero llámame Alexia por favor.
- Yo soy Coronas, como comprenderás es un apodo pero a mí me gusta. Vamos a ponernos cómodas. Te he elegido algunas prendas. Ve desnudándote aquí no puede vernos nadie.
Una vez a solas y como para darle confianza la rubia se abrió la blusa lo suficiente como para enseñar el negro sujetador de encaje casi trasparente. Claro que en ella con su talla cien era algo portentoso.
Con esas muestras de confianza la joven se relajó y empezó a desnudarse enseñando su blanca piel y su cuerpo delgado, su cuello fino elegante sobre los hombros níveos. Al bajarse los vaqueros demasiado anchos las nalgas duras y respingonas los retuvieron un segundo para luego caer al suelo y enseñar unas bonitas piernas finamente torneadas y bien depiladas, a las que unas medias sentarían de maravilla.
Lo único que le quedaba puesto eran unas pequeñas braguitas de una marca blanca de una gran superficie. Apenas podían contener la excitación del pene de Alexia. Al final con la cabeza gacha también se las saco descubriendo una polla pequeña y depilada. La rubia ya se había sacado la blusa luciendo el sujetador negro de encaje casi trasparente, que apenas podía contener la abundancia de sus senos y por el que se veían los pezones con claridad. Para darle confianza le dio un abrazo aplastando esa impresionante delantera en el pecho lampiño.
Le tendió la sensual prenda en la que se habían fijado con anterioridad. La ayudo a subirla por los suaves muslos, rozándolos con cierto descaro, se la subió hasta los hombros y dejó que la morenita se colocara como pudo la polla y los huevos. Alexia se giró ante el espejo admirando su propio culito duro, y como la prenda moldeaba su figura haciéndola más femenina.
Pero faltaban algunos detalles, unas medias suaves con ligas de silicona, unos altos zapatos de tacón, un cepillado a su lacio cabello para darle un toque mas femenino, un toque de maquillaje. En ese ambiente sensual fue la dependienta quien la ayudó con todo ello.
La jovencita de sentía tan femenina como bella y en ese momento desfilando por la tienda admirada por otra mujer. Tan sexual espectáculo había excitado a la rubia que dejó caer al suelo la falda de tubo y solo sacando un pie y luego el otro de la prenda. Coronas se lucia así en su sensual conjunto negro, muy pequeño y trasparente ante su nueva amiga y alumna.
La jovencita miraba a la dependienta con envidia admirando su cuerpo voluptuoso y su lencería. Y vio como la rubia llevaba la mano a su pubis mirándola a los ojos. Apartaba el tanga a un lado y se acariciaba despacio sin penetrarse solo humedeciendo el clítoris y los labios con sus propios jugos.
La jovencita correspondiendo a la confianza volvió a desnudarse del todo para probarse un conjunto con liguero que le sentaba fenomenal usando las mismas medias. El sujetador de copa más pequeña que había en la tienda no necesitaba ni prótesis para que le quedara bien. El tanguita era tan leve que apenas lo notaba. Todo lo sentía sin tocar su polla que apuntaba dura al techo. Se miraba al espejo desde todos los ángulos sintiéndose toda una mujer por primera vez en su vida. Sin esconderse y delante de alguien que parecía comprenderla.
Luego un corsé negro con un tanga tan leve y suave que parecía que no llevaba nada y la excitaba solo ponérselo. Desde luego no podía ocultar su erección que salía por un lado de la prenda, pero eso solo era una muestra de lo a gusto que Alexia se sentía en ese momento.
Motivada por la jovencita que ya había perdido la vergüenza con la que había entrado en la tienda, la dependienta se probó lo mismo pero en violeta se pusieron juntas ante el espejo, para contemplar su belleza. Una voluptuosa, de cadera amplia y grandes senos y la otra delgada con su alto respingón y aunque más plana, plana del todo, muy sensual.
La morenita no podía apartar los ojos de su nueva amiga y ver cómo se libraba de las dos reducidas prendas que le quedaban de una forma tan sensual la excitaba un tanto. Para ponerse un corsé y un tanguita como los que ella tenía puestos. La tetas de Coronas rebosaban por encima de las cosas del corsé. El tanga tan trasparente dejaba ver los labios de la vulva de la voluptuosa mujer.
Con confianza se cogieron dé la cintura para posar ante la enorme luna de cristal. Rozaban sus muslos sin cortarse y los enormes pechos de la rubia se frotaban con los costados de la jovencita. Esta estaba mucho más excitada de lo que quería admitir.
Siendo tan tímida nunca se había atrevido a ligar con nadie. Como ejercicio intelectual y estando segura de que le gustaría llegar a ser lo más mujer que pudiera siempre había supuesto que le gustarían los hombres. Coronas estaba volviendo del revés sus esquemas.
Por supuesto la dependienta no estaba dispuesta a dejar marchar ese bomboncito sin catarlo. Sus caricias se hacían más insinuantes, más íntimas. Se puso a su espalda clavando en ella sus melones que el corsé ya abierto no contenía. La besó en el cuello y el hombro apartando su melena.
- Eres preciosa vas a conseguir a cualquier persona que te propongas. Nadie podría resistir tus encantos.
- ¿Ni siquiera tú?
Le dijo sonriendo.
-A mí me tienes hechizada desde que te vi con el primer tanga.
Los besos se fueron haciendo más húmedos, más intensos. Alexia los aceptaba de buen grado. Caliente empezaba a darse cuenta de que la rubia podría enseñarle un montón de cosas y hacerla disfrutar mucho. Pronto sintió una mano acariciando sus huevos y un escalofrío de placer recorrió su columna. Eso hizo que se moviera echándose hacia atrás y su culo quedó pegado al pubis de Coronas.
Echo la cabeza atrás apoyándola en el hombro de la rubia. Así su cuello quedó a disposición de esta que lo aprovechó de inmediato lamiendo la piel suave. Sintió la mano cogiendo su pene y moviéndolo despacio y suave. La paja que le estaba haciendo iba a llevarla al orgasmo en pocos momentos.
- Si me haces eso me correré enseguida.
Coronas le hablaba al oído, suave, lamiendo la oreja de la morenita.
- Sería una lástima que se perdiera. ¿Me dejas que te la chupe?
- Me has abierto todo una constelación de experiencias y sensaciones. Va a ser mi mundo y te lo agradezco pero además quiero que lo hagas. Deseo disfrutar contigo.
Coronas le quitó el corsé pero le dejo el tanga. Las dos con la misma ropa. La arrastró hasta la moqueta para que fuera más cómodo para las dos. Y se subió sobre ella en un sesenta y nueve. Coronas tenía experiencia, sabía como hacerla disfrutar. Empezó lamiendo sus testículos sin dejar de acariciar la polla con una mano. La otra la puso en su prieto culo, amasando su dura carne y separando las nalgas.
Iba a demostrarle a esa nena que podría disfrutar con cualquier persona siendo ella queen quisiera ser. Pronto un dedo estaba investigando el ano. Ensalivado hacia círculos para empezar a dilatarla. Pronto dejó los huevos y de dedicó al tronco con su lengua juguetona. Lamiendo y chupando el glande.
Alexia al principio no supo qué hacer con el xoxito que tenía justo encima de su boca. Pero no en vano había visto mucho porno como para estar quieta mucho rato. Curiosa al ser la primera vulva que tenía a su disposición empezó a explorarla suave con los dedos mirando desde muy cerca cada detalle. Cada pliegue de los labios y el jugoso clítoris.
Unos segundos más tarde era su lengua la que empezaba a investigar. Coronas se dio cuenta de que su protegida empezaba a espabilar. Separó más los muslos y dejó que ella fuera a su aire. Si conseguía que se corriera estaría bien pero se conformaría con lograr que Alexia se soltara.
Así que fue una grata sorpresa lo que la jovencita le empezaba a hacer sentir. Notó su lengua entrando todo lo que podía en su vulva penetrándola. Luego jugando con el clítoris acariciándolo. Corona es de orgasmo fácil y no tardó mucho en dejar sus jugos en la lengua de Alexia.
Tampoco tardó nada ya en recibir en la suya la lefa de la chica. En vez de tragarla como hubiera hecho otras veces se giró y se la ofreció a la joven travesti mezclada con su saliva. Dejándola caer de su lengua a la boquita abierta.
No quería presionarla mucho más, esa tarde. Así que ni planteó que la follara aunque estaba deseando cabalgar esa polla teniendo a la chica vestida con la lencería más fina de la tienda. Tras correrse ambas decidieron que tenían que seguir conociéndose mejor pero que ese no era ni el momento ni el lugar.
Alexia se llevó toda la rosa que se había probado pero solo pagó la mitad. El resto fue un regalo de Coronas. Siguieron en contacto y aunque la joven seguía comprando su ropa allí, donde follaban era en el piso de la rubia.
.
VII.
Trabajo en una gasolinera, no es lo mas común, ni lo más glamuroso, para una chica. Pero siempre me ha gustado, un trabajo sencillo en el que no hace falta pensar mucho. Incluso a veces con tiempo libre entre vehículos para dedicarme a mis cosas, como por ejemplo escribir relatos. Lejos de todas partes, en un paraje bonito entre dos pueblos y en una carretera por la que no pasa demasiada gente. Lo justo para mantener la instalación pero sin obtener grandes beneficios.
Este verano hace un calor de mil demonios. Y me he acostumbrado a trabajar solo con la ropa interior debajo del mono. Normalmente prendas sencillas de algodón blanco, nada sexi. Mi figura no es muy voluptuosa, más bien delgada y fibrosa. Esas prendas sencillas me hacen provocativa perfectamente ajustadas a mi cuerpo, los tops deportivos e incluso bragas tipo bikini altas en las ingle. No llevo refuerzos más bien me gusta marcarlo todo. Pero antes del turno de noche del sábado había salido con unas amigas a tomar unas copas y mi lencería era mas provocativa de lo habitual. Un conjunto de encaje negro que trasparentaba mis rosados pezones y los depilados labios de mi vulva. Apenas me dio tiempo a quitarme el short y el top y calzarme el mono para llegar a tiempo al relevo.
A las tres de la mañana después de haberme aburrido un montón paró un coche, un pequeño deportivo rojo descapotable. Al volante una impresionante morena con una larga melena y una cara preciosa. Un larguísimo par de piernas bien torneadas y desnudas saliendo lentamente por la puerta. Más que abandonar el vehículo, lo que hacía era desdoblarse fuera de él.
Pude verla al completo cuando se puso al lado del coche para estirar su esbelto cuerpo. Debido al calor reinante esa noche ella lucía una microscópica minifalda, casi al ras de su prieto par de nalgas y con una impresionante abertura sobre su muslo izquierdo casi hasta la cintura y un top aún mas pequeño del que rebosaban un enorme par de pechos, algo casi exagerado y probablemente operados. He de confesar que me quedé atontada mirándola sin siquiera acercarme al surtidor.
Me excité solo con verla, mojando el mínimo tanga de fino encaje que llevaba. Era preciosa y una buena opción para pasar un rato charlando o lo que surgiera. Me bajé la cremallera del mono naranja, el colmo de la elegancia, por debajo del ombligo, a ver cómo respondía a un poco de provocación. A través del hueco abierto en la prenda se veía perfectamente mi sujetador de encaje y el canalillo entre mis pequeños y duros pechos. Es el momento que ella aprovechó para echarme un detenido vistazo. Mas abajo, si se asomaba, si se inclinaba un poco hacia mí, seguro que podía apreciar mi depilado pubis al ser el mono de trabajo suficientemente amplio y el tanga muy bajo de cintura.
Al notar su interés bajé más la cremallera del mono hasta la cinturilla del tanga a juego con el suje del que ella no se había perdido detalle. Todo esto como en un descuido mientras conversábamos amigablemente del calor que hacía, de su ruta y de lo que yo tenía que hacerle al coche, como si no pasara nada. Como si todo el coqueteo y los gestos sensuales que nos traíamos no fueran importantes. No parecía tener prisa por llegar a ningún sitio así que al terminar de poner gasolina le ofrecí un refresco para que descansara y se relajara.
- tómate algo conmigo. Es una noche aburrida.
Con una bella sonrisa me respondió.
- pues claro, no tengo prisa por llegar a ninguna parte.
Nos lo tomamos en un viejo sofá que tenía en la parte de atrás de la caseta, mirando a las estrellas que en esa noche de verano y en medio del culo del mundo brillaban con intensidad. Le indiqué el camino rodeando la caseta mientras yo detrás de ella llevaba los refrescos en las manos. Era imposible apartar la vista del movimiento de su cadera, del meneo de su duro culito.
No sabía como entrarle a esa belleza con lo que me apetecía tenerla entre mis brazos. Su faldita recogida un poco más al sentarse me permitió ver de refilón su culo duro y prieto. Al inclinarse, su escote, su canalillo me pareció aun mas deseable. Estaba claro que hasta ese momento no le había mirado el cuello, había muchas partes interesantes en su cuerpo en las que fijarme.
Una vez decidida tenía que subir las apuestas. Me saqué la prenda de los hombros y los brazos y me bajé el mono hasta la cintura quejándome del calor. Del vientre hacia arriba lo único que me quedaba puesto era el sujetador trasparente que apenas tapaba la aureola de mis pezones. Vi como sus ojos se perdieron en mis pechos, que el sostén de lencería fina casi descubría. Me preguntó:
-¿Es un conjunto? ¿las braguitas van a juego? seguro que te sientan tan bien como el sujetador. Por cierto te queda de maravilla.
Le contesté:
- a lo primero, sí es un conjunto. Y el tanga va a juego. ¿Te gustaría descubrir por ti misma cómo me sienta?.
Por supuesto dijo que sí o no estaría contando todo esto. A cambio le pregunté:
-¿que me vas a enseñar tú?
Ni siquiera se molestó en responder. Sin mas complejos que yo se limitó a sacarse su reducida camiseta por encima de la cabeza. Liberando con ello sus enormes tetas pues no llevaba nada debajo de la prenda. Esas tetas me dejaron hipnotizada. Duras, se sostenían solas como dos obuses y con la misma forma que la punta de dos proyectiles de artillería. Sus pezones oscuros pequeños y duros apuntaban directamente a mi cara. Aproveché la oportunidad de lamerlos y comerlos. Lo que ella me permitió hacer encantada. Me las puso en la cara y las amasé con mis manos encantada de tener para mí ese par de operados pechos. Por fin tenía ese objeto de deseo en mis manos.
Nunca había podido tener unas tetas así a mi alcance, para sobar y lamer y las disfruté a gusto. Por supuesto no eran los primeros pechos que acariciaba y besaba pero las de mis amigas eran bastante más reducidas o en otros casos cuando el tamaño era similar más caídas. Ahora me tocaba a mí dar algo mas, me puse de pie y me saqué el mono del todo exhibiéndome ante ella en mi provocativo conjunto de lencería. Allí de pie sobre una vieja alfombra extendida sobre la tierra y bajo las estrellas en mi mejor tanga y ella mirándome con deseo. Me giré para que pudiera verme al completo, me hacía sentir especial.
En cuanto vio mi culo descubierto por el tanga le echó mano sobándolo y agarrándolo, lo que a mi me encanta. Es uno de mis puntos sensibles. Me di la vuelta frente a ella para besarla, inclinarme y buscar sus rojos labios con los míos. Para notar su lengua jugando con la mía y la mezcla de nuestras salivas. Recorría mis labios y los mordisqueaba con los suyos.
Despacio me fui acercando aún más. Separando mis muslos para sentarme encima de los suyos. Mirándola a sus bonitos ojos castaños. Mis manos seguían pegadas a sus impresionantes tetas como con cianocrilato. Amasandolas y pellizcando sus pezones. Me fui acercando más a su cuerpo. Apretando mis pechos contra los suyos, sentada a caballito sobre sus muslos. Ella no soltó mis nalgas en ningún momento como si tuviera miedo de que se le fueran a escapar.
Quería descubrir mas de su cuerpo así que aproveché ese momento para deslizar una mano entre mis muslos y alcanzar su cintura. Desabroché la escasa falda que cubría su cadera. No hizo falta bajarla por sus muslos. Me limité a soltar dos corchetes y la prenda quedó abierta en el cojín del sofá bajo su culito. Tendría que comprarme una falda igual que esa. Su tanga era tan fino y trasparente como el mío pero apenas podía mantener a raya la sorpresa que la bella mujer ofrecía.
Saltando de su lugar entre los muslos una bella polla que suavemente fue a apoyarse en mi pubis. Al notar ese roce sensual fue cuando por fin me di cuenta de lo era mi invitada. La sorpresa era más que agradable mientras nos besábamos con pasión y deseo deslicé una mano entre nuestros vientres para acariciarle el pene. Lo coji en mi mano y deslice un dedo del glande a los huevos apreciando su tamaño y su dureza. Su piel suave y depilada recibía mis caricias y sus gemidos los ahogaba metiéndole la lengua hasta la garganta.
Ella seguía comiéndome la boca mientras terminaba de desnudarme. Mi trasparente sujetador pronto le hizo compañía a su camiseta a un lado del vetusto mueble. Liberando mis pechos que eran bastante más pequeños que los suyos, muy sensibles y estaban ansiosos de caricias. Tras besar mi cuello y lamer la piel de mi escote fue a por ellos metiéndose mis pezones en la boca.
Se pensó un segundo si romper mi tanga o hacerlo a un lado pero bajando por la raja de mi culo siguiendo la goma de las prenda pronto localizó mi encharcado conejo y se limitó a apartar la mojada prenda. Apoyé los labios de mi vulva en su duro rabo que salía por lateral del suyo, aún sin penetrarme solo moviéndome despacio adelante y atrás. Así recibía suaves roces de su glande en mi clítoris. Ella siguió con sus caricias por mis piernas, por mis muslos, cosquilleando, por las pantorrillas o por detrás de las rodillas, lo que erizaba aun más mis sentidos.
Deseaba esa polla. Notarla allí dura y desafiante en el perfecto cuerpo de mujer me hacía desearla aún más. Notaba sus pechos frotándose con los míos mientras nos besábamos y ahora sujeté sus manos rodeando mi cuello mientras me inclinaba hacia atrás sobre uno de los brazos del sofá. Le dije que quería notar su peso sobre mí mientras me follaba.
La arrastre sobre mi cuerpo hasta quedar tumbada con mis muslos bien abiertos esperándola. Notaba sus labios y su lengua recorriendo mi piel, el cuello, los hombros e incluso mis sobacos. Yo misma, aparté el tanga, me abrí los labios de mi coño y guié el falo con la otra mano hacia mi interior. Luego agarré sus nalgas con fuerza para impulsarla dentro de mi. Rodeando con mis piernas las suyas por detrás de las rodillas aplastando mis tetas con sus enormes pechos, mirándonos a los ojos.
Hasta que haciendo fuerza con su cadera se metió en mí hasta que sus huevos se toparon con mi perineo. Lamía el sudor de mi cuello mientras me follaba y me clavaba al viejo sofá con su peso y su polla. Agarrando fuerte sus nalgas pronto empecé a correrme con ese cúmulo de sensaciones. Encadenaba los orgasmos, nuestros gemidos debían oírse a kilómetros en el silencio de la noche veraniega mezclados con los sonidos de los grillos y de los pájaros.
Suerte que no se oía el ruido de ningún motor que viniera a interrumpir nuestro placer. Pronto ella empezó a acelerar el ritmo buscando su orgasmo. Le pedí que se corriera dentro, que quería notar como me llenaba a con su semen. Mordió mi hombro mientras se derramaba y yo me corría una vez mas. No me dejó ni moverme, no separó su boca de mi piel. Iniciando un nuevo recorrido por mi cuerpo hacia abajo.
Volví a notar su lengua en mis pechos, en mis axilas, en mi vientre recreándose en el ombligo, llegando a mi depilado pubis y creando para mí sensaciones nuevas en esa calurosa noche. Según bajaba por mi cuerpo yo notaba sus duros pezones acariciando mi piel, rozándome con insistencia. Un espasmo de placer me recorrió entera cuando su lengua separó mis labios llegando a mi clítoris. Sin importarle nada que mi coñito estuviera inundado con su semilla. De hecho parecía que la buscaba dentro de mí con su legua juguetona. Levantó mis piernas un poco más hasta clavar la puntita de su lengua en mi ano. Mis rodillas llegaban a tocar mis pezones. Logrando con todo ello que volvieran nuevos orgasmos.
Casi asfixiándola con mis muslos apretando su cabeza. Mas relajadas se volvió a tumbar sobre mi besándonos con cariño tras lo que habíamos compartido. Notaba en su lengua los sabores mezclados de mi flujo y su semen lo que me incitaba a jugar aún mas con su boca. Y sin dejar que nuestras manos descansaran, aunque recorrían nuestros cuerpos lánguidamente.
No quería dejarla marchar sin probar su lefa directamente de la fuente. Ni siquiera sabía si se volvería a empalmar. Pero no sería por falta de esfuerzo por mi parte el que ella no se corriera por segunda vez. La tumbé a ella de espaldas sobre los cojines. Me incliné sobre su cadera entre sus muslos. Así que en un último esfuerzo volví a chupar del caño que ella me ofrecía gustosa. Poco a poco su hermosa herramienta volvía a tomar consistencia, dura se erguía sobre su pubis apuntando a las estrellas.
Seguía asombrada de cómo una mujer tan bella podía disponer de una polla tan bonita casi a su antojo a juzgar por lo rápido que había vuelto a ponerse en condiciones. La miré durante un rato disfrutando de esa obra de arte y por fin me incliné más hasta que mis labios hicieron contacto con sus huevos. Saqué la lengua y me puse a lamerlos como si fuera una gatita golosa. Era curioso pero ambas conservamos aún los tangas puestos. pero el suyo no me estorbaba en la labor de lamer suy suave piel. Mi saliva resbalaba por su pubis perfectamente depilado cuando me decidí a subir por el portentoso tronco.
Nunca fui de hacer gargantas profundas pero me las apaño muy bien con la lengua y los labios para darle placer a un buen pene. A ello me dediqué con todo mi deseo por ella. Me metía el glande en la boca y lo lamía con la lengua. Besaba el tronco y volvía a meterme los huevos en la boca y chuparlos como caramelos. Todo ello sin dejar de subir y bajar la mano por el mástil. Mis duras tetas apoyadas en sus torneados muslos. Por fin llegaron los espasmos que anunciaban su orgasmo y me la volví a poner en la boca para recibir en la lengua todo su semen. Lo conservé allí para compartirlo con ella en un nuevo beso lascivo.
De nuevo no se cortó en compartir sus fluidos conmigo en un beso en el que nuestras lenguas se cruzaban. Lasciva, no dejaba un rincón de mi boca sin recorrer con su lengua juguetona. Tras un rato de hacernos mimos ella debía continuar su viaje. Pero sin prisa nos vestimos la una a la otra. Ya más relajada su polla volvió a caber sin demasiados problemas en el tanga. La pequeña falda que no había tenido problemas para desabrochar hacía un rato volvió a quedar sobre su cadera tan provocativa como cuando se bajó del coche e igual con el reducido top. Mi lencería también volvió a su sitio y el mono a cubrir mi cuerpo, demasiado a juicio de las dos. Todavía pude inclinarme sobre ella ya sentada en el descapotable y darle un último morreo de despedida antes de ver desaparecer sus luces traseras por la carretera.
VII.
.
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