miércoles, 27 de octubre de 2021

Sentada en la escalera

. Era un julio caluroso, agobiante. Regresaba a casa después de un turno de noche especialmente incordiante. Me apetecía meterme en la cama aunque nadie me esperase dentro. Solo me cubría un short vaquero especialmente corto y una camiseta de tela ligera que marcaba mis pechos como si apenas llevase ropa encima. Y es que debajo de ella no llevaba nada. Bueno eran mas de las seis de la madrugada y no me vería nadie, así que no importaba. Al abrir la puerta del ascensor, en mi piso, me llevé un pequeño sobresalto, a esas horas no esperaba encontrar a nadie en el pasillo. Pero allí estaba ella sentada en la escalera. Sus larguísimos muslos saliendo de una casi inexistente minifalda. Era la hija de los vecinos de al lado. A la que había visto crecer desde que sus faldas eran de ese mismo tamaño, pero le cubrían las piernas casi por entero, o por lo menos hasta los calcetines largos y llevaba coletas recogiendo esa bella melena castaña. - ¿Pero qué haces ahí? criatura. ¿Y a estas horas? La pinta era que regresaba de juerga pero tuve que preguntarle que hacía en el pasillo sentada en un escalón y no en su cama. Sus padres estaban de viaje y ella se había dejado las llaves dentro del piso. - Me he dejado las llaves dentro y estoy sola. No sé que hacer. - Bueno no te vas a quedar ahí más rato. Anda, entra en casa. Casi me vi obligada a invitarla a pasar mientras esperábamos a un cerrajero o a sus familiares. Aunque solo por contemplar un rato mas aquellas piernas o su tremendo escote merecía la pena quedarme despierta toda la mañana. O todo el día si hiciera falta. La vista era realmente espectacular. - ¿Te apetece comer algo? ¿Un café?. - Si te vas a hacer algo para ti, lo mismo. Si no, no te molestes. - No es molestia, ponte cómoda. Me mostré amable como buena vecina mientras preparaba un ligero desayuno para las dos. Interesándome en su vida y en como había pasado la noche, a la vez que le echaba jugosos vistazos cada vez menos disimulados a su expuesta anatomía. No era la única, mis muslos completamente desnudos por el short parecían atraer sus bellos ojos castaños. También mis pezones duros y marcados en el algodón de la camiseta se llevaron buenos vistazos. - Antes, de niña, me contabas todo. Hace mucho que no hablamos, aunque con la uni estarás liada. ¿Te has divertido? ¿Has ligado?. - Si, apenas coincidimos. Con tus horarios y los míos, aunque se que mi madre te tiene al tanto de mis andanzas. Y me echó una enigmática sonrisa que no supe descifrar en ese momento. -Y esta noche al final nada. Un par de copas, unos bailes y a pasar el resto de la noche con el móvil en la escalera. Si no llega a ser por ti, un desastre de noche. Solo de imaginarla bailando con esa minifalda en medio de un montón de babosos me ponía cachonda. Ya me hubiera gustado estar en el mismo pub tomando una copa o trabajando de camarera. - Pasa al baño y quítate el maquillaje. Yo me pondré algo más cómodo. Le ofrecí mi baño para que se desmaquillara. Mientras, dejaba adrede la puerta de su aseo abierta. Ya en mi dormitorio, me desnudaba del todo y luego me cubría con un pequeño y corto kimono de fino satén. Me pareció ver por el rabillo del ojo como ella espiaba mi desnudez desde el espejo sobre el lavabo. Nos habíamos estado contemplando desde que la dejé pasar a mi casa. Nos sentamos a la mesa de la cocina, una enfrente de la otra. La prenda que me cubría, descubría mas bien, estaba mas abierta por el escote de lo que pretendía al principio y mis muslos permanecían desnudos aún mas arriba que los suyos. Sorprendí más de una mirada fugaz hacia mis pechos, así que decidí subir las apuestas. Había conseguido que dejara sus stilettos en el salón. Le ofrecí algo mas cómodo para ponerse mientras esperábamos. - Ya que tienes que quedarte un rato, te puedo dejar algo para que cambies. Podrás escoger, tenemos una talla parecida. Al terminar el desayuno volvimos a mi dormitorio a buscar en mis cajones. Se los señalé con un gesto, dando permiso para curiosear lo que quisiera. Incluido aquél en que guardaba mi lencería mas sugerente, aquél en el que ella curioseó bastante. Después de un rato, terminé ofreciéndole un breve camisón de tirantes de raso y con la falda justo al ras de mis nalgas. Era la prenda que hacía juego con el kimono que yo tenía puesto y que había decidido dejar en el cajón un rato antes. Como ella es más alta que yo debería quedarle aún mas corto. Era la prenda que hacia juego con lo que yo tenía puesto pero que no me había molestado en usar. Sentada en mi cama pude ver pude ver como se deshizo sin complejos del cinturón que ella llamaba falda y del top que comprimía sus preciosos, cónicos y duros pechos. Ante mí solo con el microscópico tanga de encaje lucia su bello cuerpo sin mas vergüenza que yo el mío. Moviéndose por mí dormitorio sensual y felina tardó un rato en cubrirlo con la prenda que le había ofrecido. Como imaginaba le quedaba completamente provocativa. Los pezones marcados en el fino satén. Al ser un poco más alta que yo, tenía más de medio culo desnudo. No nos movimos del dormitorio, ya no hacía falta disimular mucho más. - Estás preciosa. Te queda fantástico. - Creo que le gustaría a cualquiera con esto puesto. Es muy provocativo, no sabía que tuvieras esta lencería tan sensual. - Cielo, con cualquier cosa e incluso sin nada, tendrías encandilado a cualquiera que te propongas. Podríamos habernos echado en la cama y dormir pero esa no era la idea de ninguna de las dos. Estábamos cómodas allí. Yo terminé de recostarme en mi cama de matrimonio dejando que el kimono se abriera mas y ella pudiera ver sin estorbos mis pezones. Con los muslos juntos ella aún no podía ver mi vulva. Se tumbó a mi lado de costado mirándome y mordiendo su labio inferior mientras me contaba más detalles de su noche. Los reducidos y provocativos vestidos de sus amigas, sobre alguno de los chicos que le habían entrado y que no le gustaron. Casi solos, mis dedos acariciaron suavemente su largo muslo. Como no rechazó la caricia dejé descansar mi mano en su cadera justo sobre el prieto culo. Ella aún llevaba su microscópico tanguita que me ocultaba los labios de su vulva. Con algo de su largo cabello ocultando su bello rostro me pareció sorprender una sonrisa en sus rojos labios. Se inclinó sobre mi cara, rozándome con su melena me besó con suavidad en los labios. Y por fin una de sus manos se apoderó de mi teta desnuda acariciando entre sus dedos el pezón. La mano en su cadera se apoderó de su nalga firme agarrándola con fuerza atrayéndola sobre mi cuerpo. Comenzó a darme lengua, a compartir su saliva. Mientras nuestras manos se hacían mas atrevidas en la exploración de nuestras pieles. Poco tardó en librarme del kimono con lo que me dejó desnuda del todo. Tuve que incorporarme lo justo como para sacar la prenda por mis brazos. Quedé a su merced. Lo que aprovechó para situarse entre mis muslos. Encima de mi cuerpo notaba sus duras tetas aplastarse contra las mías más esponjosas y grandes que las suyas. Tuve que separar las piernas para que se acomodará entre ellas y yo ya no tenía las bragas puestas. Así que notaba perfectamente su piel rozando mi vulva. Seguía dejando caer saliva dentro de mi boca y volviendo a recogerla con la lengua. Cruzándose con la mía que se la chupaba. Mis manos recorrían su suave piel sin prisa. De las duras nalgas a su nuca, por toda la espalda. Con toda intención puso el muslo en mi coñito y apretó. Se me escapó un gemido al notarlo. No era su primer asalto. La chica sabia que teclas tocar y yo no tenía mi idea de con quien habría aprendido. Apreté su precioso culo para notarla. Al moverla arriba y abajo nuestras tetas, nuestros duros pezones se frotaban con más fuerza. No sé el tiempo que estuvimos besándonos, solo eso. Además de acariciarnos con suavidad. A mí se me había pasado el sueño y ella parecía no tenerlo. Al cabo de un rato ella empezó a moverse, sin prisa. Besando y lamiendo toda mi cara. Al meter la lengua en mi oreja me hizo cosquillas pero no le pedí que dejara de hacerlo. Bajaba despacio por mi piel, por el cuello y los hombros. Cuando empezó a mordisquear mis pechos y besar mis pezones casi me corrí. Pero ella no era la única que sabía jugar a ese juego. Conseguí deslizar una mano entre las dos, por el plano vientre hasta alcanzar su coñito. El gemido que soltó lo acalló en mis tetas. Suave separé los labios hasta alcanzar el clítoris. Ahora sus flujos caían en mi muslo y el dedo índice se introdujo casi solo en su conejito. - Déjame, quiero saborearte. Y la dejé. Notaba lengua por todas partes, por mi pancita y el ombligo. Por suerte llevo el pubis bien depilado y limpio. Cuando ella lo alcanzó con sus labios la que gemía y suspiraba con fuerza era yo. Mi primer orgasmo llegó cuando su lengua tocó el clítoris. Me tenía muy caliente la nena. Derramé mis jugos en su boca apretando su cabecita entre mis muslos. ¡Joder, como lo comía!. Y no se conformó con eso. Me hizo levantar las piernas hasta llegar con las rodillas a los pezones. Estaba claro lo que buscaba. Y desde luego que no se lo negué aunque pensaba que muy limpio no estaría después de toda la noche en el trabajo. Le dio igual, su lengua me llegaba de la rabadilla al pubis pasando una y otra vez por el ano y el xixi. Y yo me corría una y otra vez. No me dejó respirar, subió buscando mi boca de nuevo. Recorrí con mi lengua sus labios untados con mi sabor más íntimo. Aún no sé como conseguí salir de debajo de ella buscando devolver el placentero favor que me había dado. La dejé tumbada boca abajo en mi colchón. Y me puse sobre ella. Me tomé un momento para contemplar esa bella obra de arte, la torneada espalda, la curva de sus nalgas, los larguísimos muslos, hasta sus pies estirados eran preciosos en esa postura. Quería saborear cada centímetro de esa piel prefecta. Empecé por los bellos pies. Lamí las plantas, se retorcía por las cosquillas pero la tenía bien sujeta. Los finos tobillos y las pantorrillas eran deliciosos. Separé sus piernas con las manos para deslizar la lengua por la cara interna de los muslos. Un poco mas arriba veía como la humedad de su coñito resbalaba hasta mi colchón. Deseaba concentrarme allí pero no iba a ser tan fácil. Mordisqueé sus duras nalgas, que suave era su piel. ella tenía la cabeza enterrada en la almohada para ahogar sus gemidos y gritos. Subí besando la línea de la columna desvíandome hacia los riñones o los omóplatos. Tuve que apartar la melena para poder lamer su nuca con mi cuerpo completamente sobre el suyo. Mis pechos apoyados en su espalda y mi pubis frotándose con su culo, los muslos enredados. Por fin iba a saborear lo que tanto había deseado esa noche. Me levanté de ella para ponerla a cuatro patas. Su grupa era prefecta, la postura le hacia lucir su gracia felina. Volví a saborear sus nalgas, desplazándome despacio por la raja. Clavando la lengua en su ano, sudado pero limpio. Pasé por el perineo y por fin pude besar la delicada vulva. Los flujos pasaron directamente a mi legua. pude jugar con el duro clítoris con la punta de la sin hueso. Y cada uno de sus orgasmos lo sentía en mi boca cada vez que su cadera temblaba contra mi cara. No quería dejarla, pero en algún momento tuve que volver a subir hasta quedar las dos tumbadas boca abajo lado a lado. Respirando con fuerza y tranquilizándonos, nos sonreíamos satisfecha al menos en parte nuestra lujuria. - ¿Desde cuando te gustan las chicas? - Siempre, bueno no en exclusiva. Voy probando y me gusta como se siente. Pero podría preguntarte lo mismo. No tenía ni idea. - Siempre he sido discreta y si alguna amiga se queda a dormir, de puertas afuera solo es una amiga, como tú y yo para tus padres. Si quieres un sitio para traer a alguien puedes contar conmigo y desde luego repetir. Me dio un beso, un buen morreo hasta sacar de mi boca hasta el último resto del sabor de su chochito. - Desde luego que quiero repetir esto, no me vas a privar de saborearte de nuevo. Eres muy amable si me dejas traer alguien aquí. Pero ¿no vas a querer mirar o participar? - Solo si tu me dejas. Desde luego. Nos fuimos a la ducha sin dejar de acariciarnos. Al poco tuvo que volver a su casa cuándo oímos regresar a sus padres. .

viernes, 22 de octubre de 2021

Picadero de caballos

. Mi trabajo en un picadero de caballos no era muy complicado, es duro, se trabajan los músculos pero no es un gran desafío intelectual, por lo menos en cuanto a los animales se refiere. Era un curro de verano mientras volvía a empezar los cursos en la universidad. La cosa cambia cuando llegan los clientes, nunca sabes como van a reaccionar. Supongo que cualquier oficio en que que haya que tratar con público es así, hay que estar atento a cualquier reacción de la persona a la que tratas. Empiezo a pensar que los animales son más fáciles. Aquel día apretaba el calor así que me quité la camisa y me quedé solo con las botas y los vaqueros. Estaba colocando balas de paja recién llegadas en un camión, así que aunque sudado no estaba sucio ni olía mal del todo. El suv de lujo que aparcó no dejaba dudas, a la dueña le salía el dinero por las orejas. Pagaba el mantenimiento de dos caballos y un pony de su propiedad. Montaban ella, su hija y el pequeño animal era para su nieta, una pizpireta niña de unos diez años. Ya las había visto más veces por allí a las tres. Pero esa tarde solo venía ella. Se presentó con un pantalón de montar tan ajustado que parecía pintado sobre su piel marcando un mínimo tanga. Y una blusa blanca bajo la que no parecía llevar nada mas que sus dos enormes y preciosas tetas. Maquillada como si fuera a una fiesta de postín, verla mover el pandero mientras iba caminando hacia las cuadras era todo un espectáculo. Eran evidentes las muchas horas de gimnasio que la señora se dedicaba. Probablemente también ayudaba a mantenerla así un buen cirujano plástico y por supuesto esteticistas, peluqueros y vendedores de ropa que se ajustaba a su cuerpo como un guante de látex. Así que la impresión que daban las tres cuando venían juntas eran de una niña, su hermana mayor y su madre. En vez de la abuela, la hija y la nieta. Eso que la buena mujer, por lo buenorra que está, discúlpenme la grosería, los cincuenta ya no los cumplía y puede que ni los sesenta. El jefe siempre pendiente de los deseos de sus adinerados clientes me hizo una seña para que fuera a atenderla de inmediato. A estas alturas creo que sabía perfectamente los deseos de la señora y lo que buscaba en concreto. Creo, estoy seguro, que la boca se me quedó abierta al verla así y más al ver lo que el jefe me pedía. Pensaba que la atendería él. Y la polla se me puso dura al pensar en esas tetas botando al ritmo del trote del caballo. Mientras iba detrás de ella bien atento al movimiento de sus nalgas. Me sonrió como siempre, simpática y me acompañó al interior de la cuadra a buscar la yegua que solía montar. En el tiempo que ensillé al animal un botón mas de su escote apareció abierto. Tan cerca estaba ella que su caro perfume casi podía con el olor de sudor del caballo. Pude echarle un buen vistazo a las dos preciosas tetas que peleaban por escapar del escote de la blanca camisa. Su melena rubia teñida me rozaba los hombros y brazos desnudos cada vez que movía la cabeza, casi como las crines de la jaca que iba a montar. Al ayudarla a subir a la silla ella hizo un movimiento como de pedida del equilibrio. La sujeté para que no cayera. Apoyé las dos manos en su rotundo culo, disfruté unos segundos mas de lo necesario de sus duras nalgas. Y una vez encima del animal me sonrió descubriendo sus blancos dientes. Un sonrisa de depredadora. Busqué mi caballo en cuanto la vi salir por la puerta. Era evidente que el jefe no me iba a detener y mandarme continuar mi trabajo anterior. Sin la camisa, montando a pelo, la seguí entre los árboles. Mi garañón volaba sobre la hierba hasta ponerme a su lado. Hablamos de los caballos, de montar. De pronto, sin que yo supiera como habíamos llegado a ese punto, nos vimos charlando de lo erótico que es sentir el poderoso animal entre las piernas. De la sensación del movimiento de la cabalgada en la pelvis, en la cadera y en el sexo. Supongo que ella se refería al suyo. A los labios de la vulva casi directamente sobre el cuero repujado de una silla que casi merecería estar en un museo por su antigüedad, belleza y precio. Vaya usted a saber que honorables culos habrían cabalgado en esa albarda. Por que si yo no tenía buen cuidado de colocar la polla en el slip podía machacarme los huevos en un bote del caballo. Notaba el rabo, el que tengo delante, duro en los vaqueros. Siguiendo el bamboleo de sus duras tetas dentro de la blusa casi abierta del todo a esas alturas. Se habían abierto más botones de su camisa, no se si adrede o por el movimiento de la abundancia que tenía que contener. Pero a ella parecía no importarle que de vez en cuando pudiera contemplar uno de sus grandes y oscuros pezones. Paramos junto a un arroyo para que pudieran beber los animales. Me arrodillé al lado del agua. Yo me lavé un poco el sudor. Ella no perdía de vista mis manos recorriendo la nuca, mi pecho lampiño y las depiladas axilas. Igual que mis ojos espiaban sus pechos por el escote abierto de la blusa. Ella no se molestaba en ocultármelos. Nos acercamos el uno al otro despacio notando el deseo como una corriente de aire aún más caliente entre los dos. Una de sus manos descansó suave sobre mi pecho acariciando mi pezón con suavidad con uno de sus dedos de perfecta manicura. Por fin besé suya labios rojos y clavé mi lengua entre ellos lamiendo los dientes perfectos, buscando su lengua. Ella no me la negó. Sacó la suya de la boca, lasciva, dejando que las dos lenguas se juntarán a medio camino unidas por los hilos de saliva que segregaban nuestras bocas. El juego de las sin hueso nos fue calentando aún más. Sujeté su cintura aproximándola a mi cuerpo hasta que sus poderosos pechos se apretaron contra el mío. Arranqué la blusa de su cuerpo para poder ver y amasar por fin las tetas que llevaba todo el día siguiendo. Grandes, suaves, un poco caídas, solo lo justo, así era como bailaban con el trote del caballo. Morenas de hacer top less o rayos uva, el pezón inmenso, oscuro saliendo. Se frotaban con mi torso mientras nos abrazábamos disfrutando del beso. Me agaché a lamerlos, comerlos mientras separaba su ajustado pantalón de montar de su portentoso culo y bajarlo por sus muslos llevándome de paso el diminuto tanga. Apenas pude pasar de sus rodillas pues los dos conservabamos aún las botas. Tenía claro que ella mandaba, sabía lo que quería y cómo conseguirlo de mí. Aún así no me dominaba, solo tenía que hacer leves indicaciones para hacerme saber sus deseos. Yo no soy tonto del todo, sabía que si colaboraba lo iba a pasar muy bien. No importaba, ante mí tenía la depilada vulva humedecida por los abundantes jugos. Aproveché un momento para darle los primeros lametones y eso que ella no podía separar mucho los muslos. Gemía sin cortarse aunque por allí no había nadie que pudiera oirnos. Me apoderé de sus nalgas, amasándolas con mis manos, mientras lamía su vientre plano y musculado, jugando con el ombligo. Subiendo por su cuerpo, pasaba la legua por sus axilas, su cuello, el sudor de su piel mientras ella abría mis vaqueros y sacaba mi pollavenía dura. Riéndonos caímos al suelo para sacarnos las botas el uno al otro y con ellas lo que quedaba de nuestra ropa. Sobre la fresca hierba, al lado del arroyo dimos rienda suelta a nuestra lujuria. Había desensillado su yegua para que el animal estuviera más cómodo. Y el bien aceitado cuero nos sirvió para apoyarnos y hacer más cómoda la postura. Ella fue la que terminó encima, su coño depilado encima de mi cara, su culo sobre mi lengua. La comí entera, lamí sus labios saboreando sus jugos y oyendo sus suspiros allá arriba. Excitando el clítoris mientras ella jugaba con mi polla. Sus gemidos eran más fuertes todavía cuando clavaba la lengua en su ano y su xoxito destilaba más jugos. Ella misma se amasaba las tetas pellizcando sus pezones con suavidad. Yo solo podía agarrar y separar sus nalgas. Mi polla bien dura casi desde que montábamos juntos, los caballos, no necesitaba mas atenciones para cumplir con sus necesidades. Aún así ella se inclinaba de vez en cuando y le daba suaves pasadas con la lengua al glande o los huevos. Una vez bien excitada ella misma se desplazó sobre mi cuerpo hasta clavársela en el coño y botar. Toda ella experiencia y sabiduría en ese tema. Cabalgarme a mí como cabalgaba a su yegua. Hacer saltar sus pechos grandes y llenos. Los jugos resbalando por el tronco de mi pene y los huevos depilados. En ese momento yo era su semental ella me follaba a mi controlando su placer y el mío. Por cómo gemía, apretaba mi tronco y suspiraba suponía que se estaba corriendo. Pero tampoco se molestó en aclarar mis dudas en ese aspecto, mal del todo no debía estar haciéndolo. Con su edad no sabía si aún podía quedar embarazada o tomaba precauciones, el caso es que no le importó seguir botando sobre mi cadera hasta que llené su vulva con mi semen. Mi rabo empezó a aflojar pero estaba claro que no se iba a conformar con un solo polvo. Me hizo girar y apoyar los antebrazos en la silla de montar. A cuatro patas levantando bien el culo fue ella la que empezó a hacerme un lascivo y bien guarro beso negro, me puso un dedo en la boca para que se lo lamiera y penetrarme con él. También bajaba un poco y me chupaba los testículos llegando a meterlos en la boca. Admito que me encantó la novedad. Nadie me había hecho eso. Con tan tiernas atenciones mi polla volvió a ponerse dura el cuestión de segundos. No le importó. Siguió durante un rato degustando mis cuartos traseros, incluso mordisqueando mis duras nalgas. A poco más que hubiera seguido con la faena me hubiese corrido en la fresca hierba que llegaba a hacerme cosquillas en el glande. Por supuesto no estaba dispuesta a desperdiciar así mi semen. Sabía perfectamente cuando parar y tomar mi postura. Así pude ponerme detrás y volver a penetrarla. Ganas me dieron de follar su ano que parecía bien limpio y dispuesto, toda una tentación. Pero aunque pasé el glande por allí acariciando y tentando no era el momento. Ni estaba dilatado, ni excitado. Me indicó que siguiera más abajo donde los labios chorreantes de su vulva esperaban mi nabo. Entró sin esfuerzo ni resistencia, de un solo empujón me vi clavado hasta que mis huevos rozaron su clítoris. Apretó el músculo pubococigeo exprimiendo mi polla mientras la tenía bien enfundada en su interior. Así me indicó que empezará a moverme despacio al principio. Aumentando en ritmo poco a poco hasta llegar a un orgasmo casi simultáneo entre gemidos y suspiros de ambos. No la dejé moverse y mientras las últimas gotas de mi lefa se perdían en la tierra, cuando el rabo se me fue aflojando, me incliné a su espalda. Buscaba darle el mismo placer que ella me había proporcionado un rato antes. Empecé a besar sus nalgas, pasar la lengua por la raja, clavar la sin hueso en su ano y bajar un poco más. Lamí su coñito del que rezumaba mi semen, recogiendo lo que iba saliendo. Esa mezcla de los sabores de los dos que pensaba compartir con ella en los últimos besos junto al arroyo. Así fue ella volvió a darme de lasciva lengua desnuda tumbada sobre mi cuerpo. Era hora de volver a ensillar, vestirnos y regresar a las cuadras después de tan placentero paréntesis. .

jueves, 7 de octubre de 2021

Hacia frío

. En la calle hacía mucho frio, neviscaba. Busqué refugio en el piso de mi primo que pillaba cerca de mi trabajo. El viento sacaba el calor de debajo de la ropa y llegué aterida a su casa. - Hola primito, ¿puedo refugiarme aquí?. - Pues claro, mi prima más guapa siempre. Pasa. Él tenía la calefacción puesta al máximo así que después de dejar tirado el abrigo en una silla me tuve que sacar mas prendas para no morirme de calor. - ¿No te asas aquí? - Me gusta estar caliente. Y me sonrió lascivo. - Eso lo has sido siempre. Conversábamos amigablemente tras una copa como habíamos hecho miles de veces en reuniones de familia, pero en el ambiente se notaba cierta tensión sexual. Las frases tenían más dobles sentidos que de costumbre. Jamás nos habíamos tocado mas que como primos jugando pero esta vez las manos se rozaban sin descanso. -Te veo muy cómodo. El vestía solo un culote de lycra y una amplia camiseta de tirantes, como de basket, que no me ocultaba su pecho. Con la temperatura que tenía en su casa me extrañaba que no estuviera desnudo del todo. - Ponte tu igual. Ya me había quitado el jersey que quedó olvidado junto al abrigo y la camisa de franela lo siguió pronto pues era de una tela fuerte. Me quedé solo con una camiseta de tirantes muy ajustada, ni siquiera llevaba sujetador. Llevaba unos pantalones pitillo y los calcetines pues las botas ya descansaban al lado del radiador a petición suya. Era agradable andar descalza sobre la gruesa alfombra que cubría el centro del salón de mi primo sin ningún estorbo de por medio. Aún menos ropa cuando imitándolo me saqué los calcetines sudados y mojados y estiré las piernas cómodamente. Los pezones se marcaban duros en el algodón de mi camiseta pues no me había puesto sujetador. Los cónicos, duros pechos necesitan poca ayuda para mantenerse erguidos. Ademas me había puesto el pantalón mas ajustado que tengo, marcando mi cadera como si fuera desnuda. No lo estaba excitando de una forma consciente pero bajo el ajustado short de lycra que él tenía puesto algo parecía reaccionar ante mi lenta exhibición anatómica. Mas excitada estaba yo con su cadera y paquete completamente delineados por la ajustada prenda. Incluso su amplia camiseta sin mangas me permitía una visión de su pecho depilado y muy masculino con los marcados pectorales que siempre habían llamado mi atención. Y sus oscuros y pequeños pezones asomando entre los tirantes cada vez que se movía. Ninguno de los dos nos atrevíamos a dar un primer paso, un acercamiento mas físico que los imaginados en las fantasías que hasta ahora sin duda habíamos tenido ambos. Por mi parte desde luego que sí, un montón de veces me había imaginado arrancándole la ropa y lamiendo su piel sudada. No tenia excusa para sacarme mas ropa y él, bueno, a pesar de que me encantaría ver su cuerpo desnudo no parecía estar dispuesto a librarse de mas prendas. Hasta que el vaso que sostenía entre mis manos me hizo recordar el viejo y mas que de sobra conocido truco de tirarme la bebida encima. No quería ser tan obvia, pero de perdidos al rio. Mi camiseta quedó arruinada de inmediato e incluso una buena mancha salpicó el pantalón. Maldiciendo y sacudiéndome me levanté de repente intentando por todos los medios reprimir la sonrisa que luchaba por salir de mis labios. Encantada con lo bien que había salido tan burda maniobra. - ¡Vaya! ¡Que mierda! Y ahora toda la ropa manchada. Por las miradas que siempre les echaba sabia que deseaba ver mis tetas. Así que enganché la camiseta y tiré de ella para sacarla por mi cabeza luciendo mi torso sin complejos. - Tranquila, se puede lavar. Era evidente que sus ojos se clavaron en mis pezones como dos espadas. Lo comprobé con gusto, me estaba mirando. Me hice la despistada comprobando el estado de mis ajustados vaqueros. Viendo que con la excusa de la mancha se me permitía sacármelos y quedarme en tanga. Así lo hice y puse las dos prendas en el radiador para secarlas meneando el culo en el viaje. - Aquí estarán bien y me las podré poner luego. Me giré y ya sin excusas lo miré directo a los ojos y con la interrogación en mi mirada. Me preguntaba si estaría petrificado y no se atrevería a moverse. No era eso. Solo me estaba mirando. Pero sí, consiguió incorporarse y acercarse a mí. - Prima, eres preciosa. Atrapando dulcemente mi cadera entre sus manos depositó un suave beso en mis labios. Abrí la boca pues lo deseaba y recibí en la mía su lengua habilidosa, libidinosa. No paré quieta y en cuanto pude tiré de su camiseta y dejé su poderoso torso a mi vista. - Parece que ha estado nadando mucho esta temporada. ¡Qué torso! Se le ponían los ojos en blanco, se mordía el labio de abajo y yo no sabía si era mérito mío o suyo, iba tan caliente. Hilos de saliva unían nuestros labios cuando separábamos el beso. Solo podía gemir. Acerqué mi cadera a su pubis y noté la dureza de su rabo. Aún la tela lo separaba de mi piel pero ya deseaba tenerlo dentro. Como había tomado la iniciativa seguí con ello y me agaché a mordisquear sus duros pezones. Mi lengua recorría la piel suave de su pecho. Lamí sus axilas y besé sus pezones. -¿Te gusta? - Me derrites. Metí la mano dentro del short haciendo mía por fin la pieza de artillería y las dos balas de cañón que allí estaban camufladas. Bajé la prenda hasta los tobillos. A la vez que me agachaba, pasando la lengua por el ombligo, en un solo movimiento metí su glande en la boca. Me hice con sus duros huevos en la mano. Si polla estaba rica y limpia. - No los aprietes que duele. - Tranquilo, soy una chica muy tierna. Bajé la lengua por el tronco lamiéndolo jugueteando con ella hasta meterme los testículos en la boca. Saqué toda mi vena mas guarra, me chupé un dedo y le acaricié el ano. Clavándoselo un poco hasta la primera falange dilatando, acariciando entero de la punta del glande a las duras y poderosas nalgas. Se le escapó un gemido cuando notó mi dedo en su ano. No quería que me penetrara aún. Solo pensaba en hacer disfrutar a mi primo, en demostrarle mi amistad y amor con la mejor mamada que podía hacer. Y no pecaré de modesta si digo que puedo hacerlas muy bien. - ¡Qué boquita! Masturbaba el tronco con la mano despacio mientras metía el glande en la boca y con saliva humedecía mis dedos. No necesitaba mas lubricante estaba echando saliva por los dos. Sustituía un dedo en su ano con otro humedecido metiéndoselo cada vez mas dentro hasta la misma próstata. A la vez metía la otra mano dentro de mi tanga para acariciarme a mí misma. Pasando los dedos por los labios o jugando con el clítoris. Volví a lamer sus huevos jugando con ellos. Mordisqueé el tronco suave con los labios. Volví a metérmela en la boca todo lo que pude que no era mucho pero no dejé de sobar y acariciar el tronco con la mano. - Correte primo, dame tu lefa. Mis palabras debían ser confusas pues no separé mucho los labios de su rabo, pero la idea general estaba clara. No le dejé que hiciera nada. No quería perder concentración. Quería su semen en mi boca, quería su sabor y no dejé de lamer hasta conseguirlo. Soltó dos chorros de semen directamente en mi boca. Exprimí el resto sacándolo yo misma de su polla. Me puse de pie para besarlo en la boca aún con su leche en mi lengua. Se la pasé a la suya y la aceptó como había aceptado el resto de mis caricias. Con cara de vicio. Una vez que se diluyó el sabor entre nuestra saliva y como favor con favor se paga... - Que guarrilla eres prima. - Le dijo la satén al cazo. Me hizo arrodillar sobre el sofá sacando el culo bien en pompa y agachando la cabeza en el respaldo del mueble. Noté sus dientes en mis nalgas, pero suavemente y cuando clavó la lengua en mi ano me sentí la mas guarra del mundo. Como antes yo, paso la lengua por todo mi pubis y clavó sus dedos húmedos en los dos agujeros masturbándome con cuidado pero sin pausa, acariciando mi clítoris con la lengua. No sé cuanto tiempo estuvo lamiendo y masturbándome, me parecieron horas por las veces que me corrí. No solo se dedicó a lamer mi coñito y culo. Bajó por mis piernas hasta los pies o subió pasando la lengua por toda mi espalda hasta la nuca y las orejas. - ¡Prima que buena estás!. No sabía si su polla se estaba recuperando no me importaba. En ese momento su lengua y dedos me estaban dando todos los orgasmos que necesitaba. Se me había olvidado todo el frio que hacía fuera, nosotros estábamos calientes como hornos. Se puso lo suficientemente duro como para clavarle en el coño, Pero a las pocas embestidas se corrió dentro de mí dándome un orgasmo más. Volvió a agacharse detrás de mí para lamer de mi vulva su propio semen y mis jugos y hacer que siguiera corriéndome. No importó mi ropa manchada con la copa, dormimos abrazados en su cama. Y no salí de allí hasta el día siguiente. .

domingo, 3 de octubre de 2021

Amnesia

. Me levanté de la cama del hospital después del accidente de coche. No recordaba nada de mi vida anterior. En mi armario de la habitación ni siquiera estaba mi ropa destrozada en el accidente, ni documentos, nada. Lo llaman amnesia. Al poco rato acompañando al médico que me había atendido entró en la habitación una hermosa mujer. Al verla sexi y elegante en un ajustado vestido deseé que ella fuera mi esposa o novia. En cambio se presentó como mi hermana, Sonia. Y cuanto más la miraba más bonita me parecía. Después de los remiendos en el hospital yo no parecía estar mal del todo y unos días de ejercicio y fisioterapia me devolverían la forma perdida. Lo que no volvía era la memoria. Mi hermana me llevó a su casa para poder cuidar de mí y devolverme mi vida anterior. Mi pijo cuñado al que no reconocería ni aunque me diera de bruces con él en el salón de su casa se pasaba los días de viaje dejándonos solos en la enorme y bonita casa. Me habían preparado un elegante dormitorio junto al de ellos, el de ella, pues él no parecía aprovecharlo mucho. Supongo que tenía sus apaños por ahí. Pero esa habitación tenía algo raro, parecía que tenía mucho uso y las ropas del armario eran todas de mi talla. Hasta los reducidos bañadores tipo slip que no recordaba haber usado nunca. Mientras mi bonita hermana se paseaba por la casa con las mínimas prendas posibles. Cosas muy sugerentes: camisones semitransparentes realmente cortos, ajustados shorts que dejaban buena parte de su firme culo al aire. Llevaba sujetadores de bikini tan pequeños que tapaban poco mas que los pezones de esos pechos que parecían la excelente obra de un carísimo cirujano plástico. Me mantenía así en un estado de constante excitación que apenas podía aplacar en cuanto ella se daba media vuelta pajeándome como un mono. Era incapaz de recordar si ese nivel de confianza era previo a mi situación o en realidad ella me estaba provocando por algún motivo propio. Así que mi confusión crecía a cada vistazo a su descubierta piel. Incluso me dejaban conducir el range rover completamente equipado. Recordaba como se conducía. Una tarde tras dejar a mi cuñado en el aeropuerto para uno de sus viajes de negocios nos fuimos juntos de copas. Nadie nos conocía en los bares a los que fuimos. Yo vestía camisa y pantalón que debían ser míos por que me sentaban estupendamente. Y ella estaba arrebatadora con un ajustadísimo vestido verde de tirantes con la falda cortísima por la que lucía sus bronceados muslos. Ante el mundo debíamos parecer novios demostrándonos un cariño que por mi parte era equivalente al deseo. Mis manos se deslizaban por su cintura con la confianza que había ido surgiendo desde el accidente. Ella se apoyaba al completo en mi cuerpo como si estuviera acostumbrada a hacerlo desde que éramos niños. Bailando muy apretados en un oscuro pub mis manos en su, bueno, justo encima de donde la espalda pierde su casto nombre. Su cara apoyada en mi hombro, notaba su caliente respiración en mi cuello. Casi sola la mano bajó a su precioso culo amasando la nalga con confianza y sin que ella pareciera sorprenderse de ello. Al contrario, cuanto más sobaba su culito más se apretaba a mi cuerpo. Llamándome hermanito y suspirando en mi oído. Me revolvía el cabello con las mano y los labios entreabiertos. La lengua asomando entre sus sensuales labios parecía que pedía la mía. Así que la besé y nuestras salivas se mezclaron en medio de la pista de baile donde nadie nos conocía. En realidad ni yo mismo me conocía. Le acaricié un pecho y sus suspiros subieron de nivel. Siguiendo el tirante del vestido desde el hombro hacia el pezón marcado en la fina tela. Sentí su cadera fuerte voluptuosa apoyándose en la mía donde mi rabo estaba cada vez mas duro. Su pubis apoyado en mi polla. Ella acariciaba mi espalda bajando hacia mi culo y cuando apoyó las manos allí me atrajo más hacia ella. Tenía que notar mi deseo, la firmeza de mi pene latiendo por ella y parecía que lo quería exactamente así. Ya las lenguas exploraban la boca del otro y las manos el cuerpo y la piel. A duras penas conseguimos separarnos para llegar al rover todoterreno y luego a casa hasta la enorme cama de matrimonio que mi cuñado apenas usaba. Ella parecía conocer mi cuerpo casi mejor que yo, sabía dónde tocarme. Como sacarme la camisa lamiendo mi pecho y mordiendo mis pezones. Mis prendas iban quedando por el camino al dormitorio, los zapatos junto a la entrada, la camisa en la escalera. Pasando la lengua por mis axilas haciendo que me excitara mas. Intenté arrancarle el vestido pero ella me pidió que fuera despacio. De hecho se lo sacó ella sola sensual, sinuosa, felina. El cuerpo de mi hermana bellísimo solo cubierto por un fino y caro tanga de encaje allí ante mí, entregada a nuestro placer. Por fin pude acariciar sus tetas sin nada por medio, lamer sus pezones pequeños y oscuros, tan duros, sentada sobre mis muslos mirándonos cara a cara. En ese momento no pensaba en que ella fuera mi hermana solo deseaba lamer todo ese cuerpo perfecto. Y no me privé. Recorrí cada centímetro de su piel con mis labios, besandola suavemente, con mi lengua humedeciendola. Sus gemidos sinceros me decían que ella lo deseaba tanto como yo. Esa temporada en el hospital y la convalecencia habían hecho que estuviera aún más caliente. Besé su cuello, sus níveos hombros. Mordisqueé sus pezones solo con los labios. Levanté sus brazos para lamer sus axilas suaves y se seguí por la cara interna de sus brazos y antebrazos hasta las muñecas y las palmas de sus manos agradecido. Ella revolvía mi cabello y acariciaba mi espalda con la mano que yo no tenía cogida. Volví a su cuerpo, me gustaban y excitaban los preliminares con ella. Mil besos en su plano vientre le dí. Jugaba Con la lengua en su ombligo haciéndole cosquillas. Sus risas se mezclaban con sus gemidos y suspiros. No quería que ella me tocara. Si en ese momento sus finos dedos hubieran rozado mi rabo me hubiera corrido. Así de caliente me tenía con sus coqueteos, sus insinuaciones y su ropa provocativa. Poco a poco estaba llegando a su pubis. Tan suave, bien depilado, empecé dando suaves besitos alrededor de su xoxito. Bajé por la cara interna de sus muslos, por la enorme longitud de sus piernas hasta sus cuidados pies. Besarlos, lamerlos chupar sus deditos y la planta. Volví a su coño. Agarraba su culito con fuerza, sus nalgas jugando con un dedo en su ano apartando la goma del tanga. Durante un buen rato me dediqué a saborearla. Sabía que se estaba corriendo. Algún rastro de memoria me lo decía, puede que fuera igual que conducir, solo lo sabía. Sus jugos me sabían a gloria, como nada que recordara haber probado antes. Incluso cuando clavé la lengua en el ano e intentaba penetrar ese agujerito con la sin hueso algo me decía que acertaba Subí hasta su boca. Nuestros besos la hacian gemir y suspirar y clavarme la lengua hasta la garganta. La saliva cambiaba de boca. No parábamos de tocarnos y acariciarnos en ningún momento. Ella misma me sacó los pantalones llevándose el pequeño slip con ellos y volviendo a subir sobre mi cuerpo. A trepar encima de mi y ponerse donde más se excitaba. Pero en ningún momento me aclaró nada de esa nueva "situación". Se callaba como puta. Y aunque en ese momento se estuviera comportando como la más experimentada meretriz en ningún momento se me ocurriría compararla con una señorita de vida alegre. Cuando ella sola se clavó la polla en su coño sin sacarse el tanga sensual, incestuosa, estiró el cuello echando la cabeza hacia atrás. La cascada de su pelo cayendo por la espalda en un gesto que yo debía haber visto mil veces con anterioridad y que no recordaba. Por que fue en ese momento cuando en un flash volvió mi memoria. Mirando su cara de vicio y de pura lascivia y con las manos pegadas a sus perfectas tetas, con su cadera sobre la mía y mi polla en su interior. Todos mis recuerdos volvieron de repente, las veces que ella me había cabalgado en esa misma postura. Como su matrimonio había sido pactado entre los tres para que mi cuñado pudiera irse a follar con chicos que era lo que le gustaba y nosotros pudiéramos seguir nuestra incestuosa relación que manteníamos desde adolescentes. Sin darse cuenta de mi momentánea confusión intentando ordenar mis recuerdos siguió moviéndose sobre mí. Follándome hasta que mi semen la inundó corriéndonos a la vez. No hicieron falta mas explicaciones cuando ella vio la mirada de amor y comprensión completa en mis ojos. Lo que si hubo fue mucho sexo entre nosotros. A veces con su marido, mi mejor amigo y millonario mirando mi polla con deseo. Bueno si quería tener un sobrino de alguna forma habría que excitar al marido, ya que entre hermanos sería peligroso engendrar. .