domingo, 16 de junio de 2024

La mujer del cirujano

...... .... ...... Carmen lucia un par de mórbidos senos por lujuriosos escotes, pero muy poca gente sabía que esas tetas perfectas estaban llenas de silicona. Carmen en su transexualidad se sentía cómoda y le gustaba su cuerpo tal y como lo había moldeado. Desde crío había sido chapero pero había tenido suerte; de lujo. Sus servicios, los mas caros de la capital, eran reclamados por la gente de mas dinero y éxito y a veces no solo hombres, también mujeres y parejas. También tenia el cuerpo más perfecto y la cara mas bella. Desde luego nada de drogas y cuidarse mucho. Gracias a todo eso y a su astucia pudo retirarse pronto con sus buenos ahorros, prácticamente era millonaria. Ya desde antes había moldeado su cuerpo de acuerdo con lo que sus clientes buscaban. Y cuando dejó la profesión mas antigua del mundo se decidió a transformarlo en lo que ella deseaba. Hacerlo según sus gustos y transformarse en lo que es ahora: por fuera una chica con una larga melena rubia lacia y lisa. Quedarse con una preciosa de carita redondeada, con sus dos ojazos negros, pómulos marcados y labios sensuales y rojos. El cuello y hombros perfectos, dos pechos suspendidos como frutos tropicales maduros pero no excesivos, un culito capaz de quitar el sueño y unas largas y torneadas piernas. Y si debajo de sus faldas o pantalones tiene un pene capaz de dar satisfacción tanto a hombres cachondos como a la hembra mas ardiente eso no le importa a nadie más que a quien pretenda acostarse con ella. El cirujano que le operó los pechos, un exitoso profesional pero más bien maduro, tenía una mujer joven y bonita. A quién el doctor no podía atender del todo en sus aspectos sexuales. Tras cruzarse con Carmen en la sala de espera de la consulta se encaprichó de ella, de su salvaje erotismo. Y más todavía al enterarse por su esposo que no era del todo una mujer, sino una mujer con pene. Es tan femenina que al principio ni siquiera se dio cuenta de la poderosa herramienta que la otra mujer lleva entre sus muslos. Se decidió a conquistar a ese extraño ejemplar de ambigua sexualidad. - ¿Quién es esa mujer que salía?. - ¿La última paciente o la enfermera?. - La rubia. A la putita de tu enfermera ya la conocía. - ¿Es guapa?. ¡Eh!. - Preciosa. - Sus tetas han sido un trabajo magnífico. Casi como las tuyas. Y eso que no había materia prima con la que empezar. - Gracias. Pero sigues sin decir nada de ella. - Es una transexual. Llevo unos años haciéndole trabajillos. Me estoy esforzando con ella. - Pues por lo que he visto lo consigues. Es una belleza. Las dos son bellas mujeres que quieren seguir siéndolo y coincidían en algo más que en el cirujano. Se veían en el gimnasio. Más bien fue la esposa la que localizó el local donde la transexual ejercitaba sus glúteos perfectos y el resto de su cuerpo. Se apuntó también. Y allí comenzó el ataque. Pronto entre las dos surgió una gran amistad. Habían empezado a desnudarse para cambiar sus ropas de calle por la lycra con la que se ejercitaban. - ¡Hola! Eres tú. - Pues si claro, soy yo. Pero no sé quién eres tú. Sonreía la rubia sin saber muy bien donde quería llegar la otra bella mujer. - Eres paciente de mi marido. Te he visto en su consulta. - Vaya es imperdonable que yo no me fijara en ti. Es imposible que no haya visto una chica tan guapa. - No pasa nada, salías con prisa y creo que yo me ocultaba tras una revista. Soy Sonia por cierto. Encantada. Se dieron allí mismo, en el vestuario, ambas solo con la lencería, los dos primeros besos, en las mejillas, demasiado castos para el gusto de ambas. Pero ya rozaban sus tetas cubiertas con sensuales sujetadores de encaje. Desde entonces empezaron a hacer ejercicio juntas y charlaban como viejas amigas. Sonia necesitaba algunos consejos sobre cómo mantener alta la líbido del veterano médico. Carmen como experta en ese campo, no en vano había dedicado años a ese trabajo, podía compartir sus vastos conocimientos. - Ya apenas se le levanta. Ni con juegos, ni disfraces. Estoy perdiendo la esperanza. No se me ocurre nada. - ¿Sabes lo que tienes que hacer?. - Dime. - Métele un dedo en el culo. No hay nada como estimular la próstata para que mantengan la polla dura. - ¡Pero eso es una marranada!. - Si el sexo no es guarro no hay diversión. Cielo. Por supuesto ella era perfectamente consciente de ello, y lo practicaba, pero no lo iba a confesar de primeras. Sonia, la esposa del cirujano se quejaba de sus problemas sexuales y la otra, de gran experiencia, le daba consejos sobre como aumentar la excitación, la relajación o mantener la erección de marido. El tema del sexo no era tabú entre ellas pero Carmen tampoco se sinceraba del todo. Claro que Sonia sabía lo de su no precisamente pequeño secreto. - Este finde te vienes a casa y lo pasamos juntas. Voy a estar sola. Nos divertiremos. Podemos salir de copas, probarnos ropa, hacer lo que queramos. Carmen seguía pensado que Sonia estaba en la inopia y no estaba muy segura de poder pasar un par de días con su nueva amiga sin que todo saltara por los aires. Pero al fin se decidió. Le atraía mucho esa chica y pensaba que ella también le gustaba a la mujer. - De acuerdo, iré. Hasta que estando el doctor en un congreso y las dos en casa de este, la mujer se quedó solo con sus braguitas ante su invitada y le pidió hazme el amor. No fue tan descarada pero esa era la idea. - Has venido muy guapa. Ese vestido te queda genial, tan ajustado. Pero solo pensaba en verla sin él. - Gracias. Tú también estás fantástica. También quería verla desnuda, desde luego. Sin esa falda, ni la blusa. - ¿Quieres beber algo?. - ¿Me pones una copa?. Aprovechó el viaje a la cocina a buscar hielo para aligerar su atuendo. Una vez decidida para qué perder más tiempo. Se quitó la falda, la blusa y el sujetador. Era una jugada arriesgada pero estaba convencida de que le iba a salir bien. ¿Acaso no se iban a probar ropa?. Pues empezarían por librarse de la lencería. Se quedó solo con unas sexis braguitas de encaje y se lucía así ante su invitada. Sabía que se lo iba a tomar bien. Aún con las dos copas en las manos desde la entrada al salón le dijo: - ¡Fóllame!. A Carmen le gustaba la chica, su desparpajo, y no se hizo de rogar. Se levantó del sillón. Le quitó los vasos de las manos. Se sacó el entallado vestido de lycra por la cabeza y aproximándose a su anfitriona la tomó en sus brazos. - Será todo un placer. Llevo días deseándote. - Pues anda que yo. La besó en los labios, agarró sus nalgas con las manos y metió un muslo entre los suyos. - ¡Que rica estás! Nena. - ¡Que buen trabajo ha hecho mi marido contigo!. Cielo. Se besaban con furia y deseo. Mientras al sentir un coño ardiente en su muslo desnudo a la transexual le crecía en la entrepierna lo que una chica de nacimiento no tiene ahí. Su pequeño tanga ya casi no lo tapaba. - ¡Que ganas tenía de verla! y tocarla. Lo que me la he imaginado. - ¡Lo sabías!. Pues es toda tuya. Cariño. - Me lo había contado un pajarito, pero bueno, luego hay pistas que lo confirmaban. Sonia no aguatando más, le apartó el tanga a un lado y se puso a chupar la polla. Retiró la piel del capullo y pasó su lengua una y otra vez por excitado glande. También chupaba los depilados huevos como caramelos. Pero Carmen, que no quería correrse tan pronto, la cogió de los sobacos la enderezó y volvió a besarla en la boca. - Tienes una boquita que parce una aspiradora. Si sigues me voy a correr. - No me importaría. Quiero saborear tu semen. - Tenemos todo el finde. Y vamos a hacer de todo. Ahora quiero follarte. Vamos a tu cama. Mientras, Carmen la empujaba hacia el dormitorio y el lecho y le quitaba la braguita brasileña. La quería completamente entregada. Aún estaba con el tanga del que su polla escapaba orgullosa. Poco le iba a durar. Los perfectos pechos operados de ambas se rozaban incesantemente, duros como piedras los pezones. Lo hacían mientras se besaban compartiendo saliva junto a la cama. Cruzando las lenguas. El cirujano había hecho un trabajo maravilloso con las tetas de las dos. Y pretendían disfrutarlas juntas. Ninguna de ellas sabía que en la habitación de un hotel de otra ciudad el marido estaba controlando el sistema de seguridad de la casa. Viendo en su tablet las cámaras repartidas por las habitaciones. Y desnudo del todo se pajeaba con furia. Él también había deseado a Carmen. Sonia empujó a su amante al lecho conyugal. - Quiero montarte. Fue Carmen quien se tumbó boca arriba mientras la morena mujer del médico se colocó a horcajadas cabalgando sobre el erecto miembro. Hizo descender su voluptuosa cadera despacio sobre el enhiesto bauprés. Consiguió que le llegara al fondo de su coño. Apoyó las nalgas en los muslos de la transexual y empezó a moverse con auténtica furia. Sonia nunca había visto o notado esa forma de mover la pelvis. Esa forma de apretar la músculos pubococigeos exprimiendo su nabo. Solo había sentido su polla tan apretada en los culos de sus clientes cuando se dedicaba a ello. Y con el movimiento parecía que la mujer del cirujano quería arrancárselo. La bella transexual masajeaba suavemente los enormes pechos operados de su compañera de cama que con los ojos cerrados sentía en su interior el taladro de placer. Subiendo y bajando sobre la cadera de Carmen. - Ahora quiero follarte yo. De pronto Carmen se revolvió en la cama y se dieron la vuelta quedando ella encima. Los pechos frotándose y sintió como su partenaire cruzaba las piernas por detrás de sus muslos casi encima de su culo. Las dos gemían y suspiraban, cachondas. En otra ciudad al ver el culo de la transexual, que nunca había conseguido tocar pues ya era perfecto de por sí, el médico se estaba corriendo. Carmen sujetaba las muñecas de su amiga por encima de su cabeza para poder lamer las axilas y las perfectas tetas. Respondiendo cada vez con más fuerza y más deprisa a los golpes de pelvis de la rubia con la proximidad del orgasmo. Para las dos un completo golpe de placer en oleadas sucesivas y llenas de felicidad por compartir así el sexo guarro y morboso. Por fin llegando ambas a un orgasmo casi simultáneo. - Cielo. Este finde te voy a follar por todos tus agujeros y tú a mí los míos. - ¿Yo a tí?. Pero si no tengo polla. - Pero tienes dedos, y lengua y tus juguetes como me contaste. Te dije que el sexo ha de ser guarrete para disfrutarlo. No solo con la furia con que tú lo haces. - Me tendrás que enseñar todo eso. Así también podré hacerlo con mi marido. - ¿Crees que le gustaría estar con las dos?. - ¿Quién no querría estar con dos diosas como nosotras?. Y podríamos enseñarle trucos nuevos. Ese orgasmo fue el inicio de un idílico fin de semana lleno de placer, y guarreo, para ambas. Y también para el doctor, que se perdió la mayoría de las conferencias encerrado en la habitación con la tablet haciéndose pajas como un mono. Pero creo que voy a dejar lo que pasó durante el resto del fin de semana para la continuación. A ver si el cirujano coge un vuelo más temprano para pillar a su mujer y su amante desnudas y poder unirse a ellas. ..........

sábado, 15 de junio de 2024

Dos cross dresser

..... ...... Las dos cross dresser. - ¿Pero esto que es?. - La primera vez estaba solo, depre, caliente y con una curda de las que hacen época. Empecé a jugar, oler y pasar por mi piel la ropa que mi ex se había dejado en casa cuando se largó. En realidad estaba tan borracho que hasta que no vi las fotos que me había hecho con el móvil no me acordé de nada. Y eso fue a la mañana siguiente. - Vale eso te lo admito, pero de ahí a ponérte la ropa y seguir con ello hasta vestirte y maquillarte como una mujer, e incluso comprarte tu propia ropa, hay un mundo. - Si claro. Al principio fue el pedo. Pero al ver las fotos y verme con su lencería me dio morbo. Y eso que ni me acordaba de habérmela puesto. - Así que seguiste. - No es tan fácil. Al principio me daba reparo. Pero la noche del sábado siguiente ya sobrio pero muy cachondo pensé: ¡Que diablos! No se va a enterar nadie. - Así que volviste a hacerlo. - No solo eso. Intenté hacerlo lo mejor posible, vestirme y maquillarme, aunque lo hice fatal. Para el sábado siguiente busqué un par de pelucas y algo de maquillaje nuevo. También me he comprado ropa y lencería más de mi talla. Los tutoriales de Internet han ayudado también. He seguido practicando desde entonces y ya ves el resultado. - Vale, todo eso me lo trago. Pero no me has dicho si quieres follar con hombres. Si te has vuelto gay de repente. - De joven tuve mis experiencias con hombres. Durante una época fui bastante bisexual pero como chico. Mientras estuve casado no hice nada fuera del matrimonio aunque creo que ella sí me puso los cuernos. - Y ¿ahora?. - Ahora quiero probarlo todo, hombres, mujeres, transexuales, vestido de hombre o mujer. Me he liberado y no me voy a cortar por nada. Toda esa conversación la estábamos manteniendo en su salón ante dos cubatas. Había quedado con él, ella, menudo lío, para recogerlo e irnos de copas y ligue, o de putas para ayudarle a pasar el duelo del divorcio. Y me encontré con esa sorpresa. Me recibió con un pelucón rubio, larguísimo, muy bien maquillada y un vestido muy sexi. La falda era tan corta que podía ver la blonda de las medias y lo que parecía un liguero. Y para colmo unos inverosímiles tacones sobre los que parecía moverse perfectamente meneando la cadera. Parecía que había practicado mucho. Tras superar el susto inicial comencé ese interrogatorio. - Vale acepto todo. Y ¿por qué me lo muestras a mí? Y ¿por qué ahora?. - A ti porque hemos ido juntos a clubs las suficientes veces como para saber que no te vas a asustar. Te he visto subir con transexuales. Sé que no te molesta una polla. - ¿Solo por eso?. - Sabía que eres el pervertido capaz de aceptarlo. Pero sobre todo, porque me gustas. Si quería enseñarle esto a alguien, tendría que gustarme y ver que pasa. - Nada mal. Admito que lo que veo me intriga y puede que me guste... un poquito. - ¿Pues a qué esperas?. - A que me digas tu nombre. - Yolanda. La cogí de la cintura y besé sus labios rojos. Me estaba animando, todo ese morbo me estaba dando ideas y calentando mucho. Nuestras lenguas se enredaron durante un buen rato. Mientras nuestros cuerpos se juntaban, tan pegados que no cabría entre ellos ni una hoja de papel de fumar. Me agarré a su culo y conseguí levantar la falda lo suficiente como para comprobar que debajo llevaba un tanga y un liguero. Yolanda se estaba comportando como una auténtica dama. Acariciaba el cabello de mi nuca y su otra mano recorría mi espalda. También llegaba a mi culo y lo amasaba como si quisiera hacer pan con mis nalgas. Eso estaba muy bien pero se me había metido algo en la cabeza. Algo que nunca se me habría ocurrido sin verla a ella así. Así que sujeté sus hombros y la separé unos segundos. - Vísteme. - ¿Cómo?. - Si, déjame ropa, maquillaje y una peluca. Y nos montamos algo en plan rollo bollo. - ¿Hablas en serio?. - Desde luego. Sabes que me gusta probar cosas nuevas y me has picado con todo esto. Subamos el nivel de morbo. - Creo que tengo algunas cosas que te valdrían. vas a quedar preciosa. Desnúdate. Eso hice. Empecé a sacarme la ropa despacio, exhibiendome. Mirándola a los ojos para ver si le gustaba de verdad lo que veía. Y sí, parecía que me devoraba con la mirada. - Mmmm. Ya estás depilado. Nos ahorramos un trabajo. Ven al dormitorio, allí lo tengo todo. Y claro que lo tenía. Más de la mitad de su armario reservado para ropa de mujer, un tocador perfectamente preparado y unas cuantas pelucas bien colocadas. - ¡Joder!. Si que te has esforzado. - Si me ponía, merecía la pena hacerlo bien. Yo entraba desnudo del todo, como preparado para ser algo completamente nuevo. Había dejado mi viejo yo en el suelo de su salón. - ¡Siéntate!. Veamos que podemos hacer. Ya solo con una peluca pelirroja con el pelo largo hasta los omóplatos mi aspecto cambiaba del todo. Pero no paró ahí claro. Empezó con el maquillaje. Yo no habría sabido ni por donde empezar, pero ella parecía toda una experta. - Has practicado mucho. - Lo suficiente, además de usar la ayuda de tutoriales de Internet claro. Pero quédate quieta. ¡Coño!. Además de maquillarme aprovechaba para rozar mi piel cada vez con menos disimulo. Suaves caricias que me mantenían excitado. Tenía los pezones duros como escarpias y él, ella, los tocaba con las yemas de los dedos de vez en cuando. Me pintó las uñas de las manos y los pies del rojo más rojo que había visto en mi vida. - ¿Eso se quitará bien?. - Pues claro. No pensarás que voy a ir a trabajar con estas uñas. Me enseñó las suyas. Larguísimas y decoradas. - Estas son acrílicas, postizas. Pero lo que te estoy poniendo a tí fue con lo que empecé y se quita bien. Cuando quise darme cuenta no habría reconocido mi cara ni mi madre. Bueno ella nunca habría pensado verme así, claro. La piel, los ojos maquillados de azul, la nariz, los labios rojos como una fresa y como más grandes, todo había cambiado y parecía competamente femenino. Pero os hacéis una idea. - Pasemos a la lencería. Pruébate esto. Me acercó un body de lencería rojo putón que taparía muy poco de mi cuerpo. Mientras intentaba ponérmelo ella buscaba medias y más cosas para mí. Aún no sé cómo las tías se ponen esas cosas de forma habitual y admito que he repetido varias veces desde entonces. - Espera, Mírate un segundo. Me levanté y me miré en el enorme espejo que se había instalado. Ya casi parecía una putita. Pero faltaban detalles. Estando allí mismo me puso los rellenos en el pecho para que se me vieran unas tetas. - Siéntate. No quiero que le hagas una carrera a las medias. Parecía que lo había hecho toda la vida. Enrolló una media negra entre sus dedos, la encajó en mi pie y fue subiéndola por mi pierna. Acariciaba mi pantorrilla y muslo. Casi llegaba a la polla, apenas contenida por el encaje rojo, que llevaba horas dura. - Tienes la piel suave. La liga de esa media llegaba a la mitad del muslo. Y de la misma forma, suave, con sus dedos rozando mi piel, me puso la otra. Arrodillada frente a mí, incluso podía ver un bonito escote. - Ahora una falda y un top, o una blusa. Será lo que mejor te quede. - Y ¿los zapatos?. Espero que no me busques algo como eso que llevas puesto, me torcería un tobillo al dar el primer paso. Los tacones que llevaba levantaban su ya considerable estatura al menos en otros catorce o quince centímetros. - Tranquila cielo. Yo tampoco comencé con algo tan alto. Tengo ahí las sandalias con las que empecé, serán de tu número, son muy sexis y lo suficientemente bajas. Sobre la cama ya había puesto una falda, que me quedó muy entallada a la cadera y tan corta que también se me veía parte de la piel del muslo por encima de la media. También había una blusa blanca que a primera vista parecía completamente trasparente y un top con la tela justa como para tapar el body. Supongo que para darme opciones, me probé las dos prendas. - ¡Joder! Si parezco una tía. - Estando así y conmigo. Eres una tía. Ve haciéndote a la idea. - Soy Cristina, entonces. Me sonrió aceptando mi nombre. - Es bonito, como la chica que lo lleva. Se acercó a mí y me cogió de la cintura. Mirándome a los ojos me besó. El primero que nos dábamos. Empezó suave solo mordisqueando mis labios con los suyos. Yo estaba tan cachond...a que necesitaba más, mucho más. Sujeté su labio inferior entre los míos y puse la lengua por él. A la mierda el carmín que acababa de ponerme. Pero aquello debía ser caro y de buena calidad pues apenas se movió de su sitio. Quería ver como aguantaba con los labios alrededor de nuestras pollas. Pero eso ya llegaría. En ese momento pretendía disfrutar de todo el morbo que estábamos viviendo. - ¿Bailamos?. Puso música suave como para un agarrado lento y lascivo. Mientras acariciábamos el cuerpo de la otra sobre la ropa femenina. - Por supuesto. ¡Bésame! Pegamos nuestros cuerpos como con cola. Las tetas falsas era lo único que nos hacía mantener una pequeña distancia. Nos frotábamos lascivas sin dejar de cambiar saliva de una boca a otra. - ¡Joder! Sabía que eras un vicioso. Pero esto está superando mis mejores expectativas. - Viciosa, cariño. Toda una guarrilla. - Con la de pajas que me he hecho con videos de lesbianas y ahora estamos viviendo uno. Por fin pude bajar una mano de su cintura al duro culo. Ella puso las dos en mis nalgas amasándolas como si no quisiera perderlas. Algo empezaba a ponerse duro bajo las faldas. De pronto su boca empezó a recorrer mi cuello, la oreja, el filo de la barbilla. Humedecía mi piel de una forma completamente lasciva. Me hizo empezar a suspirar y gemir como no lo había conseguido ninguna mujer antes. El reducido top por el que me había decidido al final solo tapaba el encaje rojo del body. Dejaba mucho de mi piel al alcance de su lengua. Yolanda se estaba esmerando. - Me estás poniendo muy cachonda Yolanda. - Tu llevas años calentándome. Bajé más las manos por su cuerpo y por fin pude comprobar que efectivamente lo que llevaba bajo el vestido era un liguero. Tenía ganas de ver esa prenda sobre un cuerpo y no en Internet o en un escaparate. Estaba levantando la falda de su vestido y acariciando la piel de sus muslos. Cuando por fin llegué a su culo me dí cuenta que tenía un tanga y que tenía a mi disposición sus nalgas desnudas. - Cómeme las tetas, nena. Entre el escote del vestido y los postizos conseguía disimular la ausencia de pechos. Así que volví a su cuello y bajé despacio por sus hombros. Los tirantes resbalaron por sus brazos dejando a la vista un sujetador de encaje precioso. Seguro que era un conjunto de lencería completo. Le hice levantar los brazos para lamer sus axilas. Y seguir por el pecho hasta sus pezones. Ella misma abrió el suje y sacó los postizos. Me llevé una nueva sorpresa. Llevaba unos pircings, unos pequeños aros de oro. - Para eso querías que te los comiera ¿eh?. Guarrilla. - Pues claro, me pone muy burra que jueguen con los pircings. - Es la primera vez que veo unos pezones así. Pero te quedan fantásticos. No sé el tiempo que pasé disfrutándolos. Pero me encantaba comer esas tetas con los aros. Y desde luego a ella también le estaba volviendo loca que se lo hiciera. Tanto me gustó que más tarde me he puesto yo un par de barritas atravesando los pezones. - Sácame el vestido, amor. - Encantada. Tenía ganas de ver ese conjunto sobre su cuerpo. Solo eso y los tacones. - Déjame verte. Se apartó lo suficiente como para dejarme verla. Y me ponía cachonda lo que tenía delante. Giró sobre si misma, no pude ajustar la tentación y le di un suave azotito a sus prietas nalgas desnudas. - ¿Te gusta?. - Pues claro. Parece un culito delicioso. - Pues cómemelo. Se inclinó, doblando el cuerpo lo suficiente como para dejarme ese estupendo pandero al alcance de mi boca. Como quería seguir el juego morboso me limité a apartar del camino de mi lengua la gomita del tanga. Estaba claro que las dos lo deseábamos. Me incliné y besé suave la piel de su culo. Le di un muerdo y pasé la sin hueso por toda su raja. Cuando la clavé en el ano empezaron sus gemidos. Pasé una mano entre sus muslos para acariciar su durísima polla y los huevos apenas tapados ya por el resto de la prenda. - Me derrites. Si sigues así me correré. - ¿Quites que te folle?. - Si, claro. ¡Clávamela!. - Quítame algo de ropa. Dejé en paz su adorable culito lo suficiente como para que me quitara la mini y el top que me había puesto minutos antes. Solo me quedé con el body y las medias. El rabo ya se había escapado un rato antes de su complicado encierro en el escaso encaje rojo. Se inclinó para darme un buen par de lametones a los huevos y metérselos en la boca. - No es la primera vez que comes una polla. Pude decir entre suspiros. - Ni va a ser la última. Pero pocas con tantas ganas como le tenía a la tuya. Siguió lamiendo el tronco de mi rabo hasta meterse el glande en la boca y apretarlo contra su paladar y la lengua. Pasó una mano entre mis muslos para jugar con uno de sus dedos con mi agujerito trasero. Y todo ello solo apartando en encaje rojo del body. - Teníamos que haber hecho esto mucho antes. - Ahora que estoy bien preparada es mucho mejor. Quiero cabalgarte. Tenía mi polla dura como una piedra, era el momento. Me empujó a la cama y se libró del tanga para hacerlo más cómodo. Pero aún así verla con el liguero y el sujetador con la verga dura apuntado a mi cara me tenía muy cachonda. Tuvo las previsión de poner lubricante tanto en mi polla como en su ano. Despacio, sensual, como una auténtica dama subió sobre mi cadera y fue bajando el culito despacio hasta apoyar el glande en su agujerito. Bueno puede que no tuviera que usar el diminutivo. Estaba claro que la mía no era la primera que entraba por allí, como estaba demostrando la forma en la me abría paso en su interior. Bajaba la cadera hasta apoyar las nalgas en mis muslos mientras gemía como toda una zorrita. - ¡Joder! ¡Como me llenas!. - Y tú. Cabrona. ¡Como me aprietas!. A poco que te muevas me correré. - Lástima que no pueda saborearlo. - Lo harás de mis labios. Empezó a subir y bajar lentamente, con suavidad, para poder disfrutarlo ambas. Yo acariciaba sus muslos suaves a los lados de mi cuerpo. Y hasta de vez en cuando cogía su polla y huevos. No lo hacía mucho por que no quería que se corriera pronto. - ¡Me corro! Nena. - Lléname de leche, cariño. El que lo hizo fui yo. No pude aguantar mucho más tiempo la excitación. Me derramé dentro de ella. Pocos orgasmos habían llegado a ese nivel de morbo. - Levanta, quiero comerterlo. Te habías preparado bien. - Me he limpiado esperando todo esto. Aunque pensaba que tú serias un caballero. - Podemos cambiar de roles, viendo lo morboso que está resultando todo esto. Sin una protesta, más bien con mucho gusto, se puso a cuatro patas a mi lado. Me incorporé para pasar la lengua por toda su grupa enmarcada por el liguero y las medias. De su prístino ano rezumaba un poco de mi lefa que de inmediato recogí entre mis labios. - ¡Gírate!. De rodillas sobre su cama, con los cuerpos bien pegados volvimos a cruzar las lenguas. Disfrutamos de mi sabor. - Aún tienes que correrte tú. - ¿Donde lo quieres? Preciosa. - En la boca. Túmbate. De inmediato me amorrré al pilón. Dejé caer mi saliva sobre el glande y muy cachonda empecé a pasar la lengua por todo su pubis. Chupé sus huevos. Lamí la piel alrededor de su base. Subí con la lengua por el tronco y luego me la tragué. Como yo, tampoco pudo aguantar mucho tiempo ese tratamiento. En segundos me llenó la boca con su espeso y amargo semen. Y también quiso saborearlo en el beso más lascivo que pudimos darnos. Mezclando lefa y saliva entre nuestras lenguas. Duró más por que esta vez había más cantidad. No dejábamos de recorrer la piel de la otra con nuestras manos. O agarrábamos el culo de la otra para tirar de su cuerpo y pegarnos todavía más. Por fin agotadas por la emoción de la tarde nos derrumbamos sobre el colchón. Pero muy juntas, se acomodó de costado bien pegada a mí, con la cabeza en el hueco de mi hombro. De vez en cuando apartaba el tirante del body para besar mi pecho e incluso alguna vez llegaba a lamer mi pezón. - ¡Ha sido fantástico! Sabía que eres un guarro, pero no esperaba este nivel. Rodeé su cuerpo con mi brazo como habría hecho con cualquier mujer. Para darle su ración de mimos post coito. - El que, perdón, la que no se esperaba todo esto he sido yo. Pero estoy de acuerdo ha sido genial. ¿Pero ya estás cansada?. - Descansamos, comamos algo y ¿vamos por el segundo asalto?. - Por mí estupendo. Esa noche no llegamos a salir de su piso. Incluso volvimos a vestirnos de mujer para recibir al chico de las pizzas. No sé lo que pensaría de nosotros. Otras veces uno de los dos ha hecho el papel de chico mientras el otro hacia de mujer. Alternando una vez ella y otras yo. Hemos vuelto a repetir en plan lesbi. Si estábamos muy cachondos ni nos hemos preocupado de vestirnos, simplemente nos hemos puesto en pelotas y hemos hecho un sesenta y nueve o nos hemos follado. También hemos ido a un local de ambiente y swinger, vestidas o no, donde hemos socializado con gente de gustos afines. Hasta conseguir algún trio o alguna pequeña orgía con nuevos amigos o amigas. .......

Dos cross dresser

..... ...... Las dos cross dresser. - ¿Pero esto que es?. - La primera vez estaba solo, depre, caliente y con una curda de las que hacen época. Empecé a jugar, oler y pasar por mi piel la ropa que mi ex se había dejado en casa cuando se largó. En realidad estaba tan borracho que hasta que no vi las fotos que me había hecho con el móvil no me acordé de nada. Y eso fue a la mañana siguiente. - Vale eso te lo admito, pero de ahí a ponérte la ropa y seguir con ello hasta vestirte y maquillarte como una mujer, e incluso comprarte tu propia ropa, hay un mundo. - Si claro. Al principio fue el pedo. Pero al ver las fotos y verme con su lencería me dio morbo. Y eso que ni me acordaba de habérmela puesto. - Así que seguiste. - No es tan fácil. Al principio me daba reparo. Pero la noche del sábado siguiente ya sobrio pero muy cachondo pensé: ¡Que diablos! No se va a enterar nadie. - Así que volviste a hacerlo. - No solo eso. Intenté hacerlo lo mejor posible, vestirme y maquillarme, aunque lo hice fatal. Para el sábado siguiente busqué un par de pelucas y algo de maquillaje nuevo. También me he comprado ropa y lencería más de mi talla. Los tutoriales de Internet han ayudado también. He seguido practicando desde entonces y ya ves el resultado. - Vale, todo eso me lo trago. Pero no me has dicho si quieres follar con hombres. Si te has vuelto gay de repente. - De joven tuve mis experiencias con hombres. Durante una época fui bastante bisexual pero como chico. Mientras estuve casado no hice nada fuera del matrimonio aunque creo que ella sí me puso los cuernos. - Y ¿ahora?. - Ahora quiero probarlo todo, hombres, mujeres, transexuales, vestido de hombre o mujer. Me he liberado y no me voy a cortar por nada. Toda esa conversación la estábamos manteniendo en su salón ante dos cubatas. Había quedado con él, ella, menudo lío, para recogerlo e irnos de copas y ligue, o de putas para ayudarle a pasar el duelo del divorcio. Y me encontré con esa sorpresa. Me recibió con un pelucón rubio, larguísimo, muy bien maquillada y un vestido muy sexi. La falda era tan corta que podía ver la blonda de las medias y lo que parecía un liguero. Y para colmo unos inverosímiles tacones sobre los que parecía moverse perfectamente meneando la cadera. Parecía que había practicado mucho. Tras superar el susto inicial comencé ese interrogatorio. - Vale acepto todo. Y ¿por qué me lo muestras a mí? Y ¿por qué ahora?. - A ti porque hemos ido juntos a clubs las suficientes veces como para saber que no te vas a asustar. Te he visto subir con transexuales. Sé que no te molesta una polla. - ¿Solo por eso?. - Sabía que eres el pervertido capaz de aceptarlo. Pero sobre todo, porque me gustas. Si quería enseñarle esto a alguien, tendría que gustarme y ver que pasa. - Nada mal. Admito que lo que veo me intriga y puede que me guste... un poquito. - ¿Pues a qué esperas?. - A que me digas tu nombre. - Yolanda. La cogí de la cintura y besé sus labios rojos. Me estaba animando, todo ese morbo me estaba dando ideas y calentando mucho. Nuestras lenguas se enredaron durante un buen rato. Mientras nuestros cuerpos se juntaban, tan pegados que no cabría entre ellos ni una hoja de papel de fumar. Me agarré a su culo y conseguí levantar la falda lo suficiente como para comprobar que debajo llevaba un tanga y un liguero. Yolanda se estaba comportando como una auténtica dama. Acariciaba el cabello de mi nuca y su otra mano recorría mi espalda. También llegaba a mi culo y lo amasaba como si quisiera hacer pan con mis nalgas. Eso estaba muy bien pero se me había metido algo en la cabeza. Algo que nunca se me habría ocurrido sin verla a ella así. Así que sujeté sus hombros y la separé unos segundos. - Vísteme. - ¿Cómo?. - Si, déjame ropa, maquillaje y una peluca. Y nos montamos algo en plan rollo bollo. - ¿Hablas en serio?. - Desde luego. Sabes que me gusta probar cosas nuevas y me has picado con todo esto. Subamos el nivel de morbo. - Creo que tengo algunas cosas que te valdrían. vas a quedar preciosa. Desnúdate. Eso hice. Empecé a sacarme la ropa despacio, exhibiendome. Mirándola a los ojos para ver si le gustaba de verdad lo que veía. Y sí, parecía que me devoraba con la mirada. - Mmmm. Ya estás depilado. Nos ahorramos un trabajo. Ven al dormitorio, allí lo tengo todo. Y claro que lo tenía. Más de la mitad de su armario reservado para ropa de mujer, un tocador perfectamente preparado y unas cuantas pelucas bien colocadas. - ¡Joder!. Si que te has esforzado. - Si me ponía, merecía la pena hacerlo bien. Yo entraba desnudo del todo, como preparado para ser algo completamente nuevo. Había dejado mi viejo yo en el suelo de su salón. - ¡Siéntate!. Veamos que podemos hacer. Ya solo con una peluca pelirroja con el pelo largo hasta los omóplatos mi aspecto cambiaba del todo. Pero no paró ahí claro. Empezó con el maquillaje. Yo no habría sabido ni por donde empezar, pero ella parecía toda una experta. - Has practicado mucho. - Lo suficiente, además de usar la ayuda de tutoriales de Internet claro. Pero quédate quieta. ¡Coño!. Además de maquillarme aprovechaba para rozar mi piel cada vez con menos disimulo. Suaves caricias que me mantenían excitado. Tenía los pezones duros como escarpias y él, ella, los tocaba con las yemas de los dedos de vez en cuando. Me pintó las uñas de las manos y los pies del rojo más rojo que había visto en mi vida. - ¿Eso se quitará bien?. - Pues claro. No pensarás que voy a ir a trabajar con estas uñas. Me enseñó las suyas. Larguísimas y decoradas. - Estas son acrílicas, postizas. Pero lo que te estoy poniendo a tí fue con lo que empecé y se quita bien. Cuando quise darme cuenta no habría reconocido mi cara ni mi madre. Bueno ella nunca habría pensado verme así, claro. La piel, los ojos maquillados de azul, la nariz, los labios rojos como una fresa y como más grandes, todo había cambiado y parecía competamente femenino. Pero os hacéis una idea. - Pasemos a la lencería. Pruébate esto. Me acercó un body de lencería rojo putón que taparía muy poco de mi cuerpo. Mientras intentaba ponérmelo ella buscaba medias y más cosas para mí. Aún no sé cómo las tías se ponen esas cosas de forma habitual y admito que he repetido varias veces desde entonces. - Espera, Mírate un segundo. Me levanté y me miré en el enorme espejo que se había instalado. Ya casi parecía una putita. Pero faltaban detalles. Estando allí mismo me puso los rellenos en el pecho para que se me vieran unas tetas. - Siéntate. No quiero que le hagas una carrera a las medias. Parecía que lo había hecho toda la vida. Enrolló una media negra entre sus dedos, la encajó en mi pie y fue subiéndola por mi pierna. Acariciaba mi pantorrilla y muslo. Casi llegaba a la polla, apenas contenida por el encaje rojo, que llevaba horas dura. - Tienes la piel suave. La liga de esa media llegaba a la mitad del muslo. Y de la misma forma, suave, con sus dedos rozando mi piel, me puso la otra. Arrodillada frente a mí, incluso podía ver un bonito escote. - Ahora una falda y un top, o una blusa. Será lo que mejor te quede. - Y ¿los zapatos?. Espero que no me busques algo como eso que llevas puesto, me torcería un tobillo al dar el primer paso. Los tacones que llevaba levantaban su ya considerable estatura al menos en otros catorce o quince centímetros. - Tranquila cielo. Yo tampoco comencé con algo tan alto. Tengo ahí las sandalias con las que empecé, serán de tu número, son muy sexis y lo suficientemente bajas. Sobre la cama ya había puesto una falda, que me quedó muy entallada a la cadera y tan corta que también se me veía parte de la piel del muslo por encima de la media. También había una blusa blanca que a primera vista parecía completamente trasparente y un top con la tela justa como para tapar el body. Supongo que para darme opciones, me probé las dos prendas. - ¡Joder! Si parezco una tía. - Estando así y conmigo. Eres una tía. Ve haciéndote a la idea. - Soy Cristina, entonces. Me sonrió aceptando mi nombre. - Es bonito, como la chica que lo lleva. Se acercó a mí y me cogió de la cintura. Mirándome a los ojos me besó. El primero que nos dábamos. Empezó suave solo mordisqueando mis labios con los suyos. Yo estaba tan cachond...a que necesitaba más, mucho más. Sujeté su labio inferior entre los míos y puse la lengua por él. A la mierda el carmín que acababa de ponerme. Pero aquello debía ser caro y de buena calidad pues apenas se movió de su sitio. Quería ver como aguantaba con los labios alrededor de nuestras pollas. Pero eso ya llegaría. En ese momento pretendía disfrutar de todo el morbo que estábamos viviendo. - ¿Bailamos?. Puso música suave como para un agarrado lento y lascivo. Mientras acariciábamos el cuerpo de la otra sobre la ropa femenina. - Por supuesto. ¡Bésame! Pegamos nuestros cuerpos como con cola. Las tetas falsas era lo único que nos hacía mantener una pequeña distancia. Nos frotábamos lascivas sin dejar de cambiar saliva de una boca a otra. - ¡Joder! Sabía que eras un vicioso. Pero esto está superando mis mejores expectativas. - Viciosa, cariño. Toda una guarrilla. - Con la de pajas que me he hecho con videos de lesbianas y ahora estamos viviendo uno. Por fin pude bajar una mano de su cintura al duro culo. Ella puso las dos en mis nalgas amasándolas como si no quisiera perderlas. Algo empezaba a ponerse duro bajo las faldas. De pronto su boca empezó a recorrer mi cuello, la oreja, el filo de la barbilla. Humedecía mi piel de una forma completamente lasciva. Me hizo empezar a suspirar y gemir como no lo había conseguido ninguna mujer antes. El reducido top por el que me había decidido al final solo tapaba el encaje rojo del body. Dejaba mucho de mi piel al alcance de su lengua. Yolanda se estaba esmerando. - Me estás poniendo muy cachonda Yolanda. - Tu llevas años calentándome. Bajé más las manos por su cuerpo y por fin pude comprobar que efectivamente lo que llevaba bajo el vestido era un liguero. Tenía ganas de ver esa prenda sobre un cuerpo y no en Internet o en un escaparate. Estaba levantando la falda de su vestido y acariciando la piel de sus muslos. Cuando por fin llegué a su culo me dí cuenta que tenía un tanga y que tenía a mi disposición sus nalgas desnudas. - Cómeme las tetas, nena. Entre el escote del vestido y los postizos conseguía disimular la ausencia de pechos. Así que volví a su cuello y bajé despacio por sus hombros. Los tirantes resbalaron por sus brazos dejando a la vista un sujetador de encaje precioso. Seguro que era un conjunto de lencería completo. Le hice levantar los brazos para lamer sus axilas. Y seguir por el pecho hasta sus pezones. Ella misma abrió el suje y sacó los postizos. Me llevé una nueva sorpresa. Llevaba unos pircings, unos pequeños aros de oro. - Para eso querías que te los comiera ¿eh?. Guarrilla. - Pues claro, me pone muy burra que jueguen con los pircings. - Es la primera vez que veo unos pezones así. Pero te quedan fantásticos. No sé el tiempo que pasé disfrutándolos. Pero me encantaba comer esas tetas con los aros. Y desde luego a ella también le estaba volviendo loca que se lo hiciera. Tanto me gustó que más tarde me he puesto yo un par de barritas atravesando los pezones. - Sácame el vestido, amor. - Encantada. Tenía ganas de ver ese conjunto sobre su cuerpo. Solo eso y los tacones. - Déjame verte. Se apartó lo suficiente como para dejarme verla. Y me ponía cachonda lo que tenía delante. Giró sobre si misma, no pude ajustar la tentación y le di un suave azotito a sus prietas nalgas desnudas. - ¿Te gusta?. - Pues claro. Parece un culito delicioso. - Pues cómemelo. Se inclinó, doblando el cuerpo lo suficiente como para dejarme ese estupendo pandero al alcance de mi boca. Como quería seguir el juego morboso me limité a apartar del camino de mi lengua la gomita del tanga. Estaba claro que las dos lo deseábamos. Me incliné y besé suave la piel de su culo. Le di un muerdo y pasé la sin hueso por toda su raja. Cuando la clavé en el ano empezaron sus gemidos. Pasé una mano entre sus muslos para acariciar su durísima polla y los huevos apenas tapados ya por el resto de la prenda. - Me derrites. Si sigues así me correré. - ¿Quites que te folle?. - Si, claro. ¡Clávamela!. - Quítame algo de ropa. Dejé en paz su adorable culito lo suficiente como para que me quitara la mini y el top que me había puesto minutos antes. Solo me quedé con el body y las medias. El rabo ya se había escapado un rato antes de su complicado encierro en el escaso encaje rojo. Se inclinó para darme un buen par de lametones a los huevos y metérselos en la boca. - No es la primera vez que comes una polla. Pude decir entre suspiros. - Ni va a ser la última. Pero pocas con tantas ganas como le tenía a la tuya. Siguió lamiendo el tronco de mi rabo hasta meterse el glande en la boca y apretarlo contra su paladar y la lengua. Pasó una mano entre mis muslos para jugar con uno de sus dedos con mi agujerito trasero. Y todo ello solo apartando en encaje rojo del body. - Teníamos que haber hecho esto mucho antes. - Ahora que estoy bien preparada es mucho mejor. Quiero cabalgarte. Tenía mi polla dura como una piedra, era el momento. Me empujó a la cama y se libró del tanga para hacerlo más cómodo. Pero aún así verla con el liguero y el sujetador con la verga dura apuntado a mi cara me tenía muy cachonda. Tuvo las previsión de poner lubricante tanto en mi polla como en su ano. Despacio, sensual, como una auténtica dama subió sobre mi cadera y fue bajando el culito despacio hasta apoyar el glande en su agujerito. Bueno puede que no tuviera que usar el diminutivo. Estaba claro que la mía no era la primera que entraba por allí, como estaba demostrando la forma en la me abría paso en su interior. Bajaba la cadera hasta apoyar las nalgas en mis muslos mientras gemía como toda una zorrita. - ¡Joder! ¡Como me llenas!. - Y tú. Cabrona. ¡Como me aprietas!. A poco que te muevas me correré. - Lástima que no pueda saborearlo. - Lo harás de mis labios. Empezó a subir y bajar lentamente, con suavidad, para poder disfrutarlo ambas. Yo acariciaba sus muslos suaves a los lados de mi cuerpo. Y hasta de vez en cuando cogía su polla y huevos. No lo hacía mucho por que no quería que se corriera pronto. - ¡Me corro! Nena. - Lléname de leche, cariño. El que lo hizo fui yo. No pude aguantar mucho más tiempo la excitación. Me derramé dentro de ella. Pocos orgasmos habían llegado a ese nivel de morbo. - Levanta, quiero comerterlo. Te habías preparado bien. - Me he limpiado esperando todo esto. Aunque pensaba que tú serias un caballero. - Podemos cambiar de roles, viendo lo morboso que está resultando todo esto. Sin una protesta, más bien con mucho gusto, se puso a cuatro patas a mi lado. Me incorporé para pasar la lengua por toda su grupa enmarcada por el liguero y las medias. De su prístino ano rezumaba un poco de mi lefa que de inmediato recogí entre mis labios. - ¡Gírate!. De rodillas sobre su cama, con los cuerpos bien pegados volvimos a cruzar las lenguas. Disfrutamos de mi sabor. - Aún tienes que correrte tú. - ¿Donde lo quieres? Preciosa. - En la boca. Túmbate. De inmediato me amorrré al pilón. Dejé caer mi saliva sobre el glande y muy cachonda empecé a pasar la lengua por todo su pubis. Chupé sus huevos. Lamí la piel alrededor de su base. Subí con la lengua por el tronco y luego me la tragué. Como yo, tampoco pudo aguantar mucho tiempo ese tratamiento. En segundos me llenó la boca con su espeso y amargo semen. Y también quiso saborearlo en el beso más lascivo que pudimos darnos. Mezclando lefa y saliva entre nuestras lenguas. Duró más por que esta vez había más cantidad. No dejábamos de recorrer la piel de la otra con nuestras manos. O agarrábamos el culo de la otra para tirar de su cuerpo y pegarnos todavía más. Por fin agotadas por la emoción de la tarde nos derrumbamos sobre el colchón. Pero muy juntas, se acomodó de costado bien pegada a mí, con la cabeza en el hueco de mi hombro. De vez en cuando apartaba el tirante del body para besar mi pecho e incluso alguna vez llegaba a lamer mi pezón. - ¡Ha sido fantástico! Sabía que eres un guarro, pero no esperaba este nivel. Rodeé su cuerpo con mi brazo como habría hecho con cualquier mujer. Para darle su ración de mimos post coito. - El que, perdón, la que no se esperaba todo esto he sido yo. Pero estoy de acuerdo ha sido genial. ¿Pero ya estás cansada?. - Descansamos, comamos algo y ¿vamos por el segundo asalto?. - Por mí estupendo. Esa noche no llegamos a salir de su piso. Incluso volvimos a vestirnos de mujer para recibir al chico de las pizzas. No sé lo que pensaría de nosotros. Otras veces uno de los dos ha hecho el papel de chico mientras el otro hacia de mujer. Alternando una vez ella y otras yo. Hemos vuelto a repetir en plan lesbi. Si estábamos muy cachondos ni nos hemos preocupado de vestirnos, simplemente nos hemos puesto en pelotas y hemos hecho un sesenta y nueve o nos hemos follado. También hemos ido a un local de ambiente y swinger, vestidas o no, donde hemos socializado con gente de gustos afines. Hasta conseguir algún trio o alguna pequeña orgía con nuevos amigos o amigas. .......

sábado, 20 de abril de 2024

Trio, hermano y compañero

..... ... ..... ..... Tomando una copa por fin me lo confesó todo. Lo conocí cuando lo habían destinado a mi oficina desde otra ciudad. Se llama Mario. Habíamos coqueteado desde entonces. Pero hasta ese día no se había sincerado conmigo. - ¿Querés salir a tomar algo luego, al terminar aquí?. Era muy guapo, moreno, ojos azules, alto y espigado. Siempre bien afeitado y con aspecto muy cuidado. No parecía tener muy marcados los músculos pero apenas había podido distinguirlos pues casi siempre usaba traje y corbata en la oficina. Solo según iba entrando la primavera se quitaba la americana algunas tardes. Yo solía enseñar bastante más de mí cuerpo, lo que además contribuía a atraer más clientes. Mis vestidos y minifaldas mostraban lo suficiente de mis torneados muslos como para que más de uno se agachara a ver si conseguía ver algo de mis nalgas duras y respingonas. Los ajustados jerseys marcaban mi vientre plano y mis pechos generosos, algunos dirían que maternales, que a veces lucía con escotes más bien amplios. La melena pelirroja enmarca mis rasgos finos, mis ojos verdes y mi cutis pecoso. Había tensión sexual entre nosotros. Algunas bromas subidas de tono y coqueteos descarados. Pero ese día por fin me lo contó. No podía seguir adelante conmigo por que le gustaban los chicos. Había entrado al trapo conmigo un poco por soledad, otro poco por yo le caía bien y le gustaba y otro poco por que no se supiera lo suyo en el trabajo. Siendo de otra ciudad no conocía mucha gente con la que congeniar y menos aún de sus mismos gustos. - He de confesarte algo. Me gustas mucho, me caes muy bien pero no me atraes físicamente. - ¿Entonces?. ¿Qué estamos haciendo?. - Bueno, me gustan los chicos. Eres una gran amiga pero solo podemos ser eso. - ¡Joder! Me lo dices ahora. Debería enfadarme contigo. No me lo tomé mal del todo por que algo sospechaba. - Y como un chico tan guapo como tú aún no ha encontrado un ligue aquí. Los gays soléis tenerlo fácil. - Soy tímido, fuiste tú la que se me presentó. ¿Recuerdas?. Y además no me gusta ir por el ambiente y no es que en esta ciudad haya mucho de eso. No me lo tomé demasiado a mal, bueno puede que un poco si, había estado tonteando conmigo y dejando que me hiciera ilusiones. Pero al fin y al cabo a mí me gustaban, gustan a día de hoy, también las chicas y me hubiera sentado muy mal que se cotilleara en la oficina sobre ello. Y tampoco habíamos dicho nunca nada claro. Esta era las primera vez que salíamos juntos fuera del trabajo. Y la primera vez que nos sincerábamos del todo. Mi mente calenturienta comenzó a darle vueltas al asunto. Un chico tan guapo y resulta que yo conocía a otro en parecida situación, gay y guapo. Mi propio hermano, David, disfruta de una buena polla tanto como yo y parecía ser que tanto como mi compañero. - Pues pude que tengas más suerte de la que te mereces. Cabroncete. - ¿Me perdonas?. Entonces. - Si, bobo. Pero no lo digo por eso. Te podría presentar a alguien. Y creo que lo hago más por él que por ti. Conste. Así que me propuse presentarles, pero no iban a ser ellos los únicos que disfrutaran. Yo también quería disfrutar sino de un rato de sexo al menos de las vistas. Me daba un montón de morbo ver a dos chicos guapos en acción en vivo. - Eso sí, para que te perdone de verdad... Me tendríais que dejar mirar. - ¿Va en serio? Te digo que soy tímido y quieres verme follar con otro chico. - Pues la timidez te la guardas, guapo. Ya verás en cuanto lo conozcas si merece la pena o no. Y además me da mucho morbo ver a dos chicos juntos. No digamos si están tan buenos como vosotros. A ver, no me considero tan creída como para ser capaz de hacer cambiar de acera a nadie. Pero solo de pensar en algo tan morboso como ver a mi hermano follando con otro chico mojaba las bragas Si las hubiera llevado puestas, pues para ese entonces ya las tendría por los tobillos y me estaría haciendo un dedo de campeonato. En cuanto llegué a casa me fui directa a la habitación de mi hermano. Entre sin llamar. Y lo pillé sin camiseta y por las apariencias a punto de hacerse una paja. Al menos a juzgar por lo que se veía en la pantalla de su portátil: dos macizos a punto de hacer un sesenta y nueve. - Tato, tengo un amigo que me gustaría presentarte. Ya sabes, de tus mismos gustos. - Vaya, ¿y desde cuando te metes tú en mi vida sexual?. ¿Vas a hacer de Celestina? - Desde que tengo una magnífica oportunidad de mejorarla. Y ¿en serio te importaría? - Ya será menos. Seguro que es un callo. - De eso nada. Mario es muy guapo y sabes que no tengo mal gusto en absoluto. Estaba intentando ligarmelo yo. Ya lo verás cuando te enseñe sus fotos. Pero hay una condición... - ¿Cuál?. Qué te tengo miedo. - Apenas nada... Solo que me dejéis mirar. - ¿Hablas en serio?. - Pues claro. Algo exhibicinistas seréis. Tomároslo como si estuvierais follando en una playa o un parque. Pero solo conmigo mirando. Lo decía como dudando pero desde luego por dentro estaba convencida de que él quería. Además tuve que enseñarles a cada uno las fotos del otro que tenía en el móvil. Por suerte algunas muy subiditas de tono. Sobre todo el cuerpazo de mi hermanito con un speedo. Eso les animó bastante. Les pregunté a ambos por separado si confiaban en mi y les puse una serie de condiciones. Si se gustaban y llegaban a algo tenían que dejarme mirar. Tenia que ver aquellos dos preciosos cuerpos masculinos juntos, tocándose, amándose y follándose, ver las dos pollas a pleno rendimiento. Desde luego a ser posible no me iba a conformar solo con eso, ya intentaría algo más, aunque claro no sé lo iba a decir todavía. Así que los presenté ante unas copas para relajar el ambiente y deje que se conocieran mejor. Que todo fluya como deba. Perece ser que había acertado en mi papel de Celestina. Estuvieron charlando horas y yo allí delante, de carabina. Oyendo detalles que ya sabía, de ambos. Se debieron caer bien, cosa que ya imaginaba y estaban dispuestos a pasar al siguiente nivel. A conocerse de una forma bíblica. Para ello decidieron quedar un sábado en el que ninguno de los tres tenía nada más que hacer. - El sábado quedamos y cumplimos con nuestra parte del trato. - ¡Ya era hora!. - ¿Pensabas que no íbamos a cumplir?. - Estaba segura. Ellos como caballeros que son pasaron a recogerme para hacer honor al trato que teníamos. Habían quedado en una cafetería un rato antes. Durante esos días que los había dejado tranquilos aunque suponía que ya habrían follado además de hablar y conocerse mejor. Pero no me importaba mientras respetaran el acuerdo. - Vamos, sube, petarda. ¿Lista para el show?. Mi hermanito siempre tan considerado. - Preparada y cachonda, tato. Creo que a ellos también les daba cierto morbo exhibirse, aunque lo negaran. Para la ocasión incluso había sacrificado mi melena y le había dado a mi cabello un corte a lo garçón. A ver si les provocaba algo. Eso y mi culazo debían ser un par de bazas para animarles a hacer algo conmigo. Pensando en lo que iba a disfrutar solo me puse una camiseta y una falda, sin lencería debajo. Y ya sé que ir sin bragas y con minifalda puede provocar accidentes. Pero en ese momento ponerme bragas solo habría servido para empaparlas. Mi hermano, según conducía hacia el piso de Mario ya le iba acariciando su muslo por encima del vaquero. Desde el asiento de atrás, al verlo apreté los muslos. Corría el riesgo de que mis jugos mojaran la falda y la tapicería del coche. - Ten cuidado no nos la peguemos. - Tranquila que maneja la palanca de cambios muy bien. - Eso es lo que quiero ver esta noche. En el ascensor empezaron a besarse suave en la boca mientras Mario le agarraba el culo a David. Yo los miraba sonriendo y deseando ver mas carne. Ellos parecían haberme olvidado mientras llegaban al sofá sin separar las manos del cuerpo del otro, sus ojos turbios de deseo. - ¡Joder!, David ¡qué ganas te tengo!. - Y yo a ti. - Y yo de veros a los dos en pelota picada. Así que me puse cómoda en el sillón de enfrente. Las lenguas de ambos se cruzaban e hilos de saliva resbalaban por sus barbillas. Mi compañero ya le estaba sacando la camiseta a mi hermano. - ¡Desnúdame!. Por supuesto que ya había visto muchas veces ese torso depilado pero seguía siendo un bonito espectáculo. Que mejoró rápidamente cuando Mario se puso a lamerle las axilas, los pezones y el pecho mientras echaba una mano a su bragueta para buscar su polla. Aquel chico tenia hambre atrasada. No me extrañaba que hasta hubiera tonteado conmigo. David aprovechó para tirar de la camiseta de mi amigo y dejarme ver mas piel a mi. Me acariciaba yo una teta por debajo de la tela de la mía. Pellizcando uno de mis pezones y siguiendo la acción con un ritmo tranquilo. Continuaron tocándose el uno al otro sin separar las lenguas ni las manos del cuerpo del otro. - ¡Qué bueno estás!. Tendré que agradecer a mi hermana que nos haya presentado. - Bien que se está cobrando el favor. - Se lo merece. Me miraban de reojo y me veían con los muslos bien abiertos y una mano por debajo de mi falda. La otra la tenía amasando uno de mis pechos. Me encantó verlos desnudos del todo por fin. Sus cuerpos fibrados, con los músculos definidos. No tardaron mucho, sus pantalones y calzoncillos terminaron en un rincón. Ver sus durísimas pollas en las manos del otro. Se las acariciaban despacio, sin prisa. Dándose placer pero sin la intención de correrse pronto. Fue estupendo ver como mi hermano se agachaba y enseñándome su prieto culo se inclinaba para lamerle los huevos y la polla a su nuevo amigo. Tuve que ponerme a su lado para observar más de cerca. Empezó lamiendo sus huevos. Subía con la lengua por el tronco hasta meterse el glande en la boca. - ¡Joder! ¡Tato que bien la comes! Ver la carita de vicio que estaba poniendo mientras le comía el rabo me hizo pensar en que la mía seria parecida en ese instante cuando le hacía el mismo favor a algún chico. Es una polla preciosa recta, el glande casi morado por la cantidad de sangre que la ponía dura. - ¿Lo haces tú así?. - Creo que nadie puede hacerlo tan bien. Mario arrastró a David al sofá para quedar sobre él haciendo un sesenta y nueve. Y quedó sobre él. Así que ahora tenía a la vista el culito duro de mi compañero con el que jugueteaban los dedos de mi hermano. Me acerqué más para ver como entraba cada rabo en la boca del otro. Estaba ojiplática y muy cachonda. A esas alturas ya me había sacado la camiseta y tenía la falda completamente recogida alrededor de mi cadera. Los muslos bien abiertos y mi mano acariciando el clítoris y los labios de mi vulva. De vez en cuando llevándome los dedos a la boca para saborear mis jugos y ensalivarlos para que entraran más en mi interior. Quería ser acariciada pero tampoco quería romper la magia que había entre los dos, entre sus cuerpos desnudos. Así que dejé que llegaran al orgasmo sin molestarlos. Cuando se corrieron cada uno en la boca del otro se giraron para morrearse y mezclar semen y saliva en un húmedo lascivo y largo beso. Ese era el momento de mi intervención cuando tenían la guardia baja tras el orgasmo. Despacio para no asustarlos, aunque esos dos no se asustarían de nada, me fui coloqué a su lado en el sofá. Me arrodillé a sus pies y les cogí las pollas que estaban bajando pero que aún tenían semen en ellas. Las sujeté con mi mano, solo para llevarlas juntas a mi boca y lamer los restos de semen que había en ellas. Seguían besándose, bien pegados, y jugando entre ellos con sus lenguas. No parecía que les estuviera interrumpiendo. Empecé a lamerlas por turnos pero como estaban muy juntos llegue a meterme las dos a la vez en la boca y terminar de limpiarlas con mi lengua. No pareció importarles mi atrevimiento que recibieron con una sonrisa. Aunque un hilo de saliva o semen todavía unía sus labios. Al fin y al cabo las bocas se parecen mucho. Y los culos también pues aunque ambos se habían corrido todos queríamos más. Yo también. Hasta ese momento me había dado placer sólo con mis dedos, tenía guardada una sorpresa en mi bolso. Un plan B si las cosas se torcían un poco con ellos, me había traído uno de mis dildos. Una polla de silicona no demasiado grande pero muy realista y con un motor potente para una buena vibración. También valdría para follar sus culitos. Empezando por mí que solo pensaba en ver a mi hermano sodomizando o sodomizado y conseguir la polla que quedara libre entre mis nalgas. Los dos me lo pusieron fácil. Fue David el que dijo: - Quiero que me folles, guapo. Eso sí que sería morboso. Ya veía en mi imaginación lo que pensaba hacer. Meterme bajo mi hermano mientras a él se lo follaba un tío bueno. Le pasé el culo por la cara en un intento de excitarle o provocarle algo más. - Tato, se bueno y cómemelo un poquito. - Acercarme ese culazo, nena. Solo tuve que dar un paso atrás y noté como sus fuertes manos me agarraban las nalgas. Las separaban y me acercaban a su boca y lengua. De inmediato la noté pasando por toda la raja y clavándose en mi ano. No le disgustaba el sabor de mi coño al menos. Mis jugos habían llegado hasta allí cuando estaba sentada frente a ellos. Y también su lengua bajaba a veces hasta mis labios. - Nunca había pensado en comerte este culo tan bonito, reina. Mis jadeos debían llegar a oídos de los vecinos. El negro agujero se abría solo al toque delicado y húmedo de la sin hueso. Casi como si quisiera penetrarme con ella. Estaba más que preparada para notar una polla dentro de mí. - Vamos nene, fóllate ese culito tan duro. Le dijo, mi compañero. - ¿No te importa?. - Estoy deseándo verlo. Si te digo la verdad me pone que sea tu hermana. Ya veré como me las apaño yo. Entre los dos me pusieron lubricante y Mario le puso a David en su polla. Con una mano en mi cadera y otra en mi hombro fue deslizándome bajo su cuerpo. Mi hermano me manejaba como una muñeca dispuesta para su placer... y el mío. Por fin noté el glande apoyado en mi esfinter. Abriéndose paso dentro de mi cuerpo. Siempre me gustado el sexo anal pero la forma en que lo hacen esos dos con cuidado, cariño, ternura es maravillosa. A esas alturas sólo podía gemir y suspirar. Mi hermano se movía despacio, pausado haciéndome notar cada entrada y salida. Pero firme y con fuerza aprovechando al máximo la dureza de su instrumento. Mario hizo un intento de ponerse detrás y follar a David. Pero en el sofá la postura era complicada. Apenas había sitio y con el movimiento casi imposible. - Busca en mi bolso, compi. Se quedó con cara de alucinado al ver el vibrador. - ¿Te lo has traído por si había agujeros de sobra? - Lo llevo siempre en el bolso por si las moscas. Pero va a venir bien. Se inclinó y me besó. Un buen beso, con legua y abundante intercambio de saliva. Puede que lo hiciera como agradecimiento, pero nos gustó a los dos. Con las ganas que yo tenía de que lo hubiese hecho cuando salíamos como amigos. Puso la polla de silicona entre nuestras bocas y ambos dejamos caer babas sobre el instrumento. - Creo que con esto basta como lubricante. Ya he estado jugando con su ano un buen rato y parece bien abierto. - Pues fóllaselo. Al notar el vibrador en su ano las embestidas de mi hermano se hicieron aún más fuertes. No podía verlo, claro, pero lo estaba notando. Y era genial. David me mordida el hombro o lamía mi cuello y nuca. Además de que Mario se prodigaba besándonos a ambos y lamiendo nuestras pieles allí donde le apetecía. Es más, se atrevió a deslizar la mano que no tenía ocupada con el vibrador entre mis muslos y acariciar mi clítoris. Y a penetrarme con dos dedos. Le había perdido el respeto a un coño a pasos agigantados. Está claro que ambos son lo suficientemente bisexuales como para complacerme sin ningún signo de rechazo. Disfrutando los tres. O solo era el morbo de la situación entonces aún no lo sabía. Al rato tenía el semen de mi hermano llenando mi recto. Y todo el peso de su cuerpo aplastándome contra los cojines del sofá. Y aún así era agradable y estaba satisfecha. Hacía rato que había perdido la cuenta de mis orgasmos. - Levanta, que pesas. Pude salir de debajo y cuando me giré él aún tenía clavado mi dildo en el culo. Fue una de las imágenes más morbosas que he visto en mi vida. Su cara de vicio y de su ano asomando el aparatito. Nunca habíamos hecho nada, sobre todo por que yo pensaba que le gustaban los chicos en exclusiva. Sabiendo lo buenorro que está no había sido por que a mí me lo impidiera el parentesco. Pero aquella tarde estábamos perdiendo todos nuestros complejos y tabúes los tres. Sobre todo ellos. - Déjame a mí. Y uniendo la acción a la palabra tiré con suavidad del vibrador. Todavía estaba a cuatro patas. Se escapó un gemido de su garganta mientras el aparato salía. Pensaba que tendría que llevarlo al baño de inmediato para lavarlo pero salió casi prístino. Los dos, los tres, se habían puesto, nos habíamos puesto enemas y teníamos los culos como para comer sopas en ellos. Aprovechamos la pausa para ducharnos. Los tres juntos en una enorme ducha plana. Y desde luego seguir con las caricias, los besos, lubricadas las pieles con el gel de baño. Yo me hacía un poco a un lado dejando que fueran ellos los protagonistas, para disfrutar del espectáculo. Pero enseguida tiraban de mí para que me uniera. Incluso me pusieron entre los dos para darme mimos y caricias. - Tenemos que agradecer el que nos hayas presentado. - Pues hasta ahora estoy muy contenta con la atención. El anfitrión nos puso unas copas y las tomamos desnudos. Estuvimos comentando las mejores jugadas y reponiendo fuerzas. Pero desde luego todos queríamos más. David y yo salimos del piso de mi compañero al medio día del domingo y durante ese tiempo ninguno de los tres se puso una prenda de ropa encima. Hemos repetido muchas veces ese trío, e incluso mientras mi hermano siguió viviendo en casa de mis padres jugábamos juntos y yo le pedía que me follara el culo, lo que hacía encantado. Y ¡albricias! Hasta me penetra el coño con gran placer para ambos. Ahora los dos son pareja y viven juntos. Yo me uno cuando puedo. Están pensando en pasar por el ayuntamiento y casarse. Y ya me han pedido que sea la madre de sus hijos. .......

domingo, 10 de diciembre de 2023

Mis dos madres

... . . Marta, Sonia, Alex.... A ver, la historia no es fácil de explicar así que tened un poco de paciencia. Tengo dos madres, Marta y Sonia eso ahora no es tan raro, pero si digo que una de las dos es mi padre la cosa se complica. Mis padres se conocieron cuando tenían diez y seis años, se enamoraron y en un descuido con un condón mi madre quedó embarazada. Por aquel entonces eran Marta y Juan. No es que mis abuelos fueran el colmo de la liberalidad pero una vez planteada la situación lo aceptaron con todas las consecuencias. Les dieron todo su apoyo. Y además fueron aprendiendo con el tiempo, evolucionando y adaptándose. Hasta ahí todo normal, una pareja con un niño de penalti pero que se aman y tiran para adelante. Ahora es cuando la cosa se complica. Mi padre, Juan, no estaba muy a gusto con su cuerpo. Poco más tarde, decidió que no era él sino ella y con el completo apoyo de mi madre y abuelos que las querían como siempre, inició la trasformación. Se seguían amando y nada cambiaba eso. Poco a poco y según yo iba creciendo ella se iba convirtiendo en una hermosa mujer, en Sonia. Mis padres se convirtieron en una pareja lésbica algo extraña pero que se ama profundamente. Ahora con mis diez y ocho años tengo dos madres, dos pibones de treinta y seis años. Con mis hormonas revueltas eso a veces resulta incómodo, muy inusual y otras muy excitante. Llevan entre las dos una tienda de ropa femenina. En ella surten a casi todas las chicas travestis y transexuales de la ciudad, casi toda la clientela es queer pero también hay muchas mujeres que simplemente quieren vestir sexis pero elegantes. Así que el dinero ni sobra ni falta en casa, vivimos bien. Yo he pasado un montón de tardes en la tienda disfrutando de la vista del desfile de cuerpos femeninos y no tan femeninos pero muy excitantes. Con su historial estaba claro que en casa no íbamos a ser muy pudorosos. Ellas se pasaban el verano en braguitas, haciendo top less y yo apenas me ponía un bóxer encima. Ver a una de mis madres con una polla más grande que la mía apenas cubierta por la fina tela de su lencería, y verlo como algo normal. Influyó en mi forma de ver el sexo y las relaciones, hizo que no le tuviera miedo a otro miembro masculino. Tengo claro que mi identidad sexual es la de chico, pero a la hora de elegir con quien follar también es cristalino que soy bisexual. He estado con chicos y chicas y lo he disfrutado. E incluso algunas de las clientas, transexuales o mujeres,a clientas de la tienda me han dispensado sus favores. Mis madres son relativamente liberales, si quieren hacer algo con otras personas han de estar las dos. Desde que tuve edad para fijarme sé que hacen tríos o están con otras parejas, pero siempre juntas. Ellas también tienen su vena bisexual por supuesto. Debe ser un sueño para cualquiera, hombre, mujer o cualquier persona que esté entre esos extremos, estar con dos monumentos como ellas a la vez. Es evidente que con las hormonas disparadas y con todo eso en casa yo me excitaba con ellas. Fantaseaba con ellas y andaba siempre con la polla en la mano como un mono. Vale, ya se que soy un pervertido. Tontas no son, así que cuando me veían con la polla dura por casa sabían que era por ellas. Pero de ahí a plantearse hacer algo conmigo iba un mundo. O al menos supongo que no se lo plantearon nunca mientras yo era menor. Pero después de mi décimo octavo cumpleaños empezaron a mirar mi cuerpo delgado, cuidado, fibrado, con algo más de interés. Habían descubierto que en casa había una tercera persona con un sexo interesante. Desde luego ellas sabían de mis aventuras. Teníamos mucha confianza y habíamos tenido largas charlas sobre sexo. Todo teórico hasta que yo empecé a practicar. Me habían instruido para que supiera dar placer a mis parejas y que no dejara embarazada a ninguna chica, como les había pasado a ellas, y todo sobre la protección. Todo de forma teórica claro. Tenía pocos secretos que ellas no conocieran. Así que estaba claro que no me iban a desvirgar. Pero de las fantasías y deseos a llegar a follar hay un mundo. Todos tienen morbos, pero al final casi nadie los lleva a la práctica. Aún así las miradas, los roces, las muestras de cariño se fueron intensificando según la primavera y el verano hacían que aligeráramos lo que nos cubría. Nunca he llegado a saber lo que hablaron entre ellas, pero tal y como las conocía seguro que se lo plantearon y llegaron a algún tipo de acuerdo. En algún momento me di cuenta de que sus tetas, las cuatro hermosas y duras peras estaban siempre en el camino de mi torso cuando estaba de pie. Si estaba sentado la cosa era aún mejor me las pasaban por la cara y siempre con los pezones duros. O eran sus nalgas las que rozaban mi nariz y eso cuando solo llevaban un tanga era algo difícil de soportar para un saco de hormonas. Lo hacían todo como en un descuido, como si no lo hicieran adrede, pero eso fue solo el principio. Unos días después lo que se interponía en mi camino eran sus perfectos culos. Las nalgas de una o de otra parecía que siempre estaban donde yo iba a poner mi cadera y a esas alturas ya mi polla bien dura. Al principio intentaba hacer como que no pasaba nada o incluso les pedía perdón por esos roces que yo no buscaba, todavía. Pero visto que la cosa se volvía bastante descarada dejé de evitar los encuentros y poco más tarde era yo quien los provocaba. No diré que nunca le había tocado el culo o una teta a alguna de ellas, puede que jugando hacía años y desde luego en la playa o la piscina me deleitaba esparciendo crema por sus dos suaves pieles. Pero por supuesto todo eso siempre había sido mucho más inocente que todo lo que estaba pasando ahora. Las deseaba y aunque en ese momento todavía no lo sabía ellas también me tenían ganas a mí. Ahora había que ver quién daría el primer paso. Marta llevaba unos días muy mimosa. Tampoco me extrañaba, de vez en cuando le daban esos arrebatos. Yo lo achacaba a sus periodos. No hacía más que darme largos besos húmedos y frotarse con mi cuerpo. Pero ahora es verano y ella solo tenía puestas unas bragas y más bien pequeñas y sexis. Y lo mío no era más que un ajustado bóxer que marcaba un pene que se ponía duro cada vez que la tenía cerca. Además la mayoría de las veces Sonia andaba por allí viéndonos, lo que sacaba cierta vena exhibicionista en mí. Y todo ello le ponía la polla dura a ella. Así que todos nos excitábamos más, provocándonos con esos juegos. Era retroalimentación. Al final fue Sonia la que dio el primer paso. Una mañana antes de salir para la tienda fue a darme un beso de despedida y despertarme. Apenas me tapaba con la sabana, dormía desnudo y tenía una erección mañanera de las que hacen época. Verme así creo que fue lo que la decidió. En vez de agarrar mi hombro o darme un beso en la mejilla rodeó mi polla con la mano en una suave caricia. El beso fue en los labios, uno suave pero bastante más largo de lo habitual. Incluso me pareció notar su lengua en mis labios. - Cariño, nos vamos. Te hemos dejado el desayuno. Me encontraba muy adormilado y aparte de notar una suave mano acariciando mi escroto y sus tiernos labios sobre los míos apenas me estaba enterando de nada. Si hubiera seguido un minuto más me hubiera corrido. No me dí la vuelta y seguí durmiendo por que me tenía agarrado por mis partes pudendas. - Salgo, para que puedas arreglar eso con tranquilidad. Dijo con un retintín de burla en la voz. Para cuando conseguí abrir los ojos solo alcancé a ver sus torneados muslos saliendo de una cortísima minifalda y la torneada espada desnuda por su top saliendo por mi puerta. Todo me había parecido un sueño. Pero la semilla estaba plantada. Tras el desayuno me hice una buena paja. Para arreglar eso como ella había dicho. Por cierto lo hice usando uno de sus vibradores, que me prestaban sin problema, en mi ano, y tomé una ducha. Podía elegir entre quedarme y entrar en Internet o jugar a la consola, o acercarme a la tienda y ver algo bonito en directo. Como con la paja ya estaba más relajado me puse unas bermudas, sin nada debajo y una camiseta y me decidí a enfrentarme al calor de la calle. Por el camino la piel descubierta de los viandantes volvía a ponerme cachondo. Chicos con camisetas aún más pequeñas que la mía, chicas con shorts enseñando media nalga, el vientre o con tremendos escotes. Desde luego me tomé el camino con tranquilidad disfrutando del espectáculo. En la tienda solo estaban mis madres y una chica bajita, rubia, curvy y muy muy sexy. Miraba una estantería con tops tan reducidos que durante un rato me estuve planteando cómo querría meter esas dos tremendas masas de carne y me refiero a sus tetas, en uno de ellos. A la vez que pensaba en que me gustaría verlo si lo conseguía. Fui a saludarlas y esta vez fueron las dos las que me apretaron entre sus brazos y besaron mis labios. Besos más largos y húmedos que los de costumbre. Ya que se estaban tomando esas confianzas decidí aprovechar y puse las manos en sus cinturas e incluso las bajé hacia sus culos. Sonia estaba excitada, notaba su polla tan dura como la mía solo separadas por las telas de mis bermudas y su short. A saber lo qué estarían haciendo antes de llegar yo. Pero no se separaba de mi cuerpo. Yo notaba sus tetas operadas en mi torso y no quería apartarme de ella nada más que por un abrazo parecido de mi otra madre. Incluso pasó la lengua por mis labios. Un contacto que me provocó un escalofrío que recorrió toda mi columna. La clienta por fin se había decidido por un par de tops. Entró al probador pero antes me pidió si podía decirle que tal le quedaban. Por supuesto accedí. Mis madres se unieron a darle su opinión. - ¿Me dirás como me queda?. Necesito la opinión de un hombre. Vale, eso de hombre me alagó. - Pues claro. Todos lo haremos. Cuando salió de detrás de la cortina nos quedamos asombrados al ver sus impresionantes tetas apenas contenidas por la prenda. Las sostenía lo suficiente como para dejar un escote precioso y la espalda desnuda. - ¡Espectacular!. - Te queda fantástico, guapa. - Sois muy amables. ¿Pero no se me ve mucho?. - Nena, esas tetas hay que lucirlas. - Si te detienen por escándalo público nosotras vamos a sacarte de la cárcel. - Y os cobráis la fianza en carne. ¿Verdad?. Nos echábamos unas risas bromeando con ella. El ambiente era relajado pero también excitante. Me estaba costando no pedirle que nos las enseñara al natural. Y creo que a mis madres les pasaba lo mismo. Para subir las apuestas Marta cogió el mismo modelo y sin cortarse un pelo se quitó la ajustada camiseta que tenía para ponérselo. Desde luego mi madre no tiene la misma talla que Coronas aún así le quedaba precioso. Y todos miramos sus pechos el momento que los tuvo al aire. Sus pezones parecían querer salir disparados. Yo para entonces tenía la polla como una estaca. Empezaba a marcarse en las bermudas. Y aunque las tres lo habían notado ninguna decía nada para no avergonzarme. Coronas tenía cosas que hacer y tuvo que marcharse. Aunque lo hizo a regañadientes. - Ya he visto que este top te ha impresionado y sobre todo las tetas de chica. Cariño, pero ¿no me queda bien a mí? - Fantástico, Mami, no hace falta tenerlas tan grandes. A ti te queda precioso. ¿Verdad Sonia?. Evidentemente mi otra madre se apresuró a darme la razón y más le valía. Aunque un bulto padecido al mío en su pequeño short proclamaba que su respuesta era tan sincera como la mía. - Pues claro que sí, parece hecho a medida. Aunque ya sabes que a mí tus tetas me gustan más al natural, amor mío. - Si hasta parece que lo decís en serio. Se burló de nosotros mirando descarada nuestros paquetes abultados. - Y ¿solo os gustan mis peras?. Estaba claro que estaba juguetona. Me lo había dejado claro cuando fue a despertarme y en ese momento aumentó más las apuestas. Levantó despacio la escasa tela de su minifalda subiendo por sus torneados muslos. Cuando llegó a la vulva Sonia y yo pudimos ver que no llevaba bragas. - Cielo ¿has estado así todo el rato?. - ¡Pues claro!. Pero no me contestas. Se había pasado la mañana con el xoxito al aire. Asombrados podíamos ver su precioso coñito pelón. - Nena a mi me tienes enamorada desde hace mucho tiempo y a Alex le estás poniendo cardíaco, pobrecito mío. - ¿Por qué no le ayudas a relajarse? Cielo. Seguro que le gusta como usas la boquita y he cerrado la puerta cuando ha salido Coronas. Sonia tampoco es nada tímida desde luego. Se había colocado detrás de mí y empezaba a subir mi camiseta para quitármela. Notaba sus labios y lengua en mi cuello y hombros. Y un momento más tarde sus tetas operadas en mi espalda. Además de su polla bien pegada a mis nalgas. Mientras ante nosotros Marta sensual y lasciva seguía dándonos un espectáculo digno de peep show. Acariciaba su cuerpo descubriéndolo según levantaba o apartaba la tela que lo cubría. Abrió el escote del todo sacando sus pechos, los acariciaba y sobaba. Pellizcaba sus pezones sin dejar de mirarnos a los ojos. No es que me dejara llevar. En ese momento aún estaba como paralizado sintiendo las caricias y besos. Suspirando bajito y disfrutando del strep tease que mi madre nos dedicaba. Y de las atenciones que recibía desde mi espalda. Sonia había acercado sus labios a mi oreja y rozaba mi piel de vez en cuando con su lengua. Muy bajito me preguntaba: - ¿Te gusta?. - Me alucina. Es lo más bonito que he visto nunca. Mi otra madre no se había separado de mi cuerpo y en cierta forma imitaba los movimientos de las manos de Marta con las suyas sobre mi cuerpo. Me había estado acariciando el pecho y pellizcando los pezones al mismo tiempo que su esposa los suyos. Cuando Marta empezó a bajar por su plano vientre deslizando un dedo por su ombligo yo notaba en el mío los hábiles dedos de Sonia. Delante de nosotros dejó caer la minifalda al suelo. Y en ese momento mis bermudas se deslizaban por mis muslos abajo. Como no llevaba otra cosa mi polla durísima saltó frente a Marta. - ¿Has visto? El chico ya venía preparado. Para entonces Sonia ya tenía su mano rodeando el tronco de mi rabo. Mientras con la otra seguía pellizcando mi pezón. Marta se acercó a nosotros hasta pegarse a mi cuerpo. Su lengua buscó la mía esta vez en un profundo morreo. Me tenían emparedado entre las dos y desnudo. Sonia separó su cuerpo del mío lo justo con para dejar caer su short al suelo. Así que enseguida noté su dura polla metida entre mis nalgas hacia arriba. No pensaba quedarme quieto y dirigí mis manos a las dos preciosas y duras tetas que tenía delante. Tiré del top completamente descolocado hacia arriba y sujeté las muñecas por encima de la cabeza con el trozo de tela. Me incliné hacia adelante para besarla, en la boca, el cuello, las tetas, las axilas. Eso hizo que mi culo quedara completamente al alcance de Sonia. Ella empezó a jugar con él. Notaba el glande pasando por toda la raja, arriba y abajo. Se insinuaba en mi ano. - Mamá, eso me gustaría pero busca el lubricante, anda. Menos mal que es una chica lista y lo tenía preparado sobre el mostrador justo al lado de la mano. Entre tanto yo había terminado de desnudar a Marta, lo que no me resultó muy difícil. Bastó con dejar caer la minifalda al suelo. Ya estaba tan pegada a mí que tenía que notar mi polla apretada en su vientre. Colgada de mi cuello teníamos las lenguas enredadas como serpientes en su nido. Un momento más tarde tenía dos dedos acariciándome el ano bien untados de lubricante y empezando a dilatarlo. - Joder, Mami. ¡Que gusto!. - Así, cielo, disfruta. Marta me dijo lamiendo mi oreja. - ¿Podrás conmigo?. - Claro que sí, eres como una pluma. Pero depende de lo que me hagan por detrás. Y sin más saltó sobre mis manos. La sujeté de las nalgas y la yema del dedo índice terminó justo en su ano. Siguió lamiendo mi oreja y provocándome más con sus palabras. Mientras mi glande fue abriendo los labios de la vulva hasta que mi polla terminó en su interior. Rodeó mi cintura con sus piernas interrumpiendo el placentero trabajo que Sonia estaba haciendo. Se sostenía bien pero como yo quería más di los pasos suficientes como para apoyarla en el mostrador. Quedo perpendicular a mi cuerpo y con mi polla clavada hasta los huevos. Además me incliné lo suficiente como para besarla y lamer los huevos. Lo que le dejó el camino libre a mi culo a ya sabemos quien. Se arrodilló tras de mí y separó mis nalgas con las manos. El lubricante debía ser comestible por que con la primera pasada de lengua que le dio a mi ano lo dejó bien limpio y eso que acababa de ducharme en casa. A la vez que me arrancaba un fuerte gemido. - Vamos cariño, ¡fóllame!. Me decía Marta. - Vamos Mami, ¡fóllame!. Le decía yo a Sonia. Volvió a ponerme lubricante en el culo y lo puso en su polla. No tardamos en acompañarnos. Entre gemidos y suspiros de todos. Me lamía la oreja mientras me tenía clavado hasta los huevos y me decía. - ¡Que ganas le tenía yo a este culito! - Y yo a tu polla Mami. Marta tenía estiradas las piernas hasta que yo podía lamer sus pies. Me encantaban, pequeñitos, con las uñas pintadas y bien cuidados. A la vez que llegaba a acariciar su ano con un dedo. Notaba unas manos pellizcando mis pezones y no sabía de cual de mis madres eran. Ni me importaba de hecho. Solo quería disfrutar de su amor, cariño y desde luego de sus muy deseables cuerpos. Se que Marta es multiorgásmica y se corría mucho antes y mucho más de que nosotros lo hiciéramos. Sonia se derramó en mi interior y pocos segundos más tarde le llenaba yo el coñito a Marta. Era la perífrasis vez que excitábamos nuestro amor de esa forma y no iba a ser la última estaba claro. - Vamos a seguir dándote mimos nene. Se sentó en el suelo delante de mí y cuando sacaba la polla del xoxito de Marta ella se la metió en la boca. Y eso sin dejar de acariciar su propio rabo que seguía morcillón. Mi otra madre se bajó del mostrador y fue a darme un beso negro y limpiar el semen de su esposa que salía de mi ano. Las piernas me temblaban. Solo me sostenía en pie por que ellas me ayudaban y quería seguir recibiendo las atenciones de sus boquita juguetonas. Miraba hacia abajo y podía ver la expresión perversa de mi madre mientras su lengua repasaba mi nabo y aún más abajo sus pechos moviéndose al mismo ritmo que su cabecita. Detrás tenía a Marta recorriendo todo mi culo con su lengua o mordisqueando mis nalgas. una de sus manos había pasado entre mis muslos para acariciar mis huevos y ofrecérselos a Sonia. Hasta allí llegaba la lengua, y por todo el pubis. Habían conseguido que mi polla volviera a ponerse dura después de dejarla bien limpia. Y estaba volviendo a excitarme tanto que estaba de nuevo al borde del orgasmo. - Me voy a correr, mamás. - ¿Otra vez?, cariño. - Pues claro sois puro fuego. Las dos se pusieron delante de mí para seguir lamiendo hasta que eyaculé en sus boquitas. Se repartían mis huevos, el tronco y el glande cruzando las lenguas sobre mis genitales. Y cuando me corrí lo hice entre ellas. Compartían mi semen en un lascivo beso al que me uní de inmediato. Me arrodillé junto a ellas echando mano, las dos, a sus duros culos. Mi lengua se unió al baile que las suyas estaban sosteniendo juntando mi saliva a sus bocas. Notaba mi sabor en ellas. - ¿No podíais esperar a casa? Y hacerlo en la cama. Les pregunté cuando conseguimos separarnos. Pero sin dejar de acariciarnos derrumbados sobre la cómoda moqueta de la tienda. - Te teníamos muchas ganas y hemos aprovechado la ocasión. Además hemos visto que Coronas te estaba calentando. - Ya venía caliente pero es que vosotras sois unas diosas. Hace tiempo que os deseaba. - Lo sabemos. Estaba seguro de que alguno de nuestros culos llegaba a verse por el escaparate, pero la verdad es que me importaba un pimiento. Si alguien miraba que disfrutase. - Deberíamos vestirnos y volver a abrir. Esta noche hablamos. - ¿Hablamos?. Y los tres nos echamos a reír. ........

sábado, 25 de noviembre de 2023

Rejuv

... ... Efectos de la rejuv: Mejora drástica del tono muscular y flexibilidad de la piel. Recuperación de la coloración y número de cabellos, uñas etc. Amplia recuperación de las capacidades cognitivas. Intenso aumento de la libido. Nunca tuve complejo de Edipo pero cuando mi abuela salio de rejuv verla así, prácticamente con el físico de una chica de mi edad me cambió en algo. La abuela, Marta, es una matrona viuda que gobierna el clan con mano de hierro. La fortuna familiar administrada por ella le permite mantener ese control. Sobre todo si los hijos, nietos y sobrinos quieren llegar a disfrutar algún día de algo de esa ingente cantidad de dinero. Y estamos hablando de mucho dinero. La ciencia ha perfeccionado mucho todo el proceso de rejuvenecimiento. Pero es caro, lógicamente, solo los muy muy ricos pueden permitírselo. Neuro activadores para evitar la degeneración del cerebro, hay tratamientos con nanocitos, cirugía plástica y demás opciones. Incluso tenían la posibilidad de obtener un cambio de sexo, los millonarios viejales podían salir de allí como jovencitas sexis y ninfómanas pero millonarias. Exceptuando claro el pellizco que la clínica le daba a sus fortunas. Lo mismo vale para el caso contrario, el de ancianitas que ganaron sus fortunas en la cama de maridos ricos. Ahora se convierten en jóvenes agraciados con pollas de caballo. Dispuestas a ser ellas las que se follen a todo lo que se mueva. El caso de mi abuela es diferente, empiezo ya con una buena posición de salida, una antigua fortuna familiar, trabajó y tuvo suerte hasta convertirse en más rica que Creso. Así que a mí me parece bien que haga con lo que ganó lo que quiera. El abuelo fue un personaje casi indiferente, invisible y que desapareció pronto en un isla del caribe con una mulata después de dejar su semilla. La abuela ha pedido casi todo lo que el sanatorio podía ofrecer. Desde luego salió de allí con el mismo tipo de genitales con los que había entrado pero rejuvenecidos. Esta muy orgullosa de ellos. Tenía muy claro que era mujer, una gran mujer. Eso hasta yo se lo reconozco. Poco a poco va quedando como una tía buena, con un cuerpo aún mejor que el que tenía a sus veinte años, cuando tenía que trabajar. Todo eso ni yo ni nadie lo vio hasta el final. Tiene dinero para permitírselo. En la publicidad no se habla abiertamente de que uno de los efectos del tratamiento es aumentar la líbido y mucho. Eso solo se comenta de boca en boca. Lo que en realidad es una ventaja. Pero yo no tenía ni idea de eso, siempre he ido a mi aire. En cambio mi madre y su mente maquinadora sí lo sabía. Ha salido a su madre es evidente. Aunque siempre he intentado ser independiente y alejarme de los familiares, llegó un momento en que no pude librarme. Durante el tratamiento no se permitían las visitas. Los pacientes a veces ni siquiera estaban visibles encerrados en bio cámaras del tamaño de enormes féretros. Así que recibir esa llamada de mi madre me sorprendió al principio, hasta que averigüé de donde venían los tiros. - Marcos, la abuela sale mañana de la clínica. - Lo sabía, tienes esa fecha marcada a fuego en el calendario. ¿En qué me afecta a mí? - Vas a coger el Merc de tu padre e ir a recogerla. - Oh vamos, seguro que hay muchos deseando ir. - Por eso precisamente vas tú. El resto de los que quieren ir no saben cuándo es exactamente. - Así que piensas conseguir ventaja. Te lo has callado. Ya veo. Pero ¿por qué no vas tú? - Ya cariño, podría, pero seguro que a la abuela le hace más ilusión ver a un chico joven y guapo como tú ese día. Hazme ese favor, anda. Sabía que algo maquinaba. - No me alagues que sabes que no me lo trago. Si vas tú la abuela de lo va a oler, es muy lista. He de admitir que le hice pedírmelo durante un buen rato antes de aceptar. Al fin y al cabo quería defender mi independencia. Pero al fin al día siguiente me presenté a la puerta de la clínica con el lujoso suv eléctrico de mi padre. Yo usaba un viejo Toyta de segunda mano, aunque admito que era un poco por postureo. Con mis vaqueros rotos, mi única camisa y zapas si no fuera por el coche los vigilantes me hubieran echado de allí nada más verme. Al verla salir por la puerta no la reconocí aunque había visto fotos de ella de joven. En realidad no se parecía ni a ella misma. Igual hasta necesitaría pruebas de adn o comprobación de sus huellas dactilares. Tan previsora como siempre se había comprado todo un vestuario nuevo antes del tratamiento. Supongo que quemaría todo lo viejo. Y eso que para su edad sería siendo una mujer muy sexy antes de entrar en la clínica, aunque no lo fuera exhibiendo. El vestido con el que salía se ajustaba a sus nuevas curvas como si lo llevara pintado encima. Era sexi pero a la vez elegante. Parecía flotar sobre unos tacones que superaban la altura de uno de mis palmos y yo no tengo la mano pequeña precisamente. En su rostro no quedaba ni el menor rastro de arrugas. El cuello fino y delicado hubiera podido dar envidia a una chica de diez y ocho años. El cabello lo llevaba muy corto, incluso rapado en la nuca, las puntas eran blancas, pero por debajo las raíces parecían del rubio con con el que solían teñirla las carísimas estéticien que la atendían en su casa. Y parecía un rubio completamente natural ahora. Le quedaba bien ese peinado a su cara ovalada de rasgos algo duros pero muy atractivos. Más de la mitad de las tetas asomaba por el escote dejando un canalillo que nada tendría que envidiar a Suez o Panamá. Incluso se le marcaban los pezones en la fina tela. Delatando que no se había puesto sujetador. Es una mujer a la que nunca le había visto las rodillas. Siempre vestía elegante pero no especialmente sexy, supongo que por sus años. Ahora lucía sus muslos torneados y tersos casi hasta el tanga sobre el cuero del sillón. No es muy alta, de hecho para besar su frente yo tengo que inclinarme. Al subir al coche la falda se había subido. Y en la tela ajustada se marcaba que en efecto lo único que llevaba debajo del vestido era un reducido tanga. Por lo entallado de la prenda el vientre se notaba plano e incluso se podían notar los abdominales. Ya los tenía antes pues hacía bastante gimnasia, pero ahora parecían esculpidos en mármol. Si me la hubiera cruzado en una discoteca sin saber quien era no le habría echado más de veinte años. Y sin dudar le hubiera tirado los trastos. Me estaba poniendo cachondo mi abuela. No podía estar más salido. Ella sí que me reconoció a mí. Su cerebro que nunca había perdido ni un ápice de su capacidad ahora tenía más teras que el mas potente de los ordenadores del gobierno. Y no había perdido ni un pelo del filo que le caracterizaba. En segundos tenía sentada a mi lado sobre el caro cuero del asiento a un precioso bombón. Estaba claro que el genio, el carácter y la mala uva lo había conservado. - ¡Arranca!. ¿O te vas a quedar ahí parado mirándome las tetas con cara de pasmo?. Me lo decía mietras miraba de reojo mi bragueta con una pícara expresión en sus bonitos ojos azules. Estaba claro a esas alturas que los vaqueros rotos intentaban ocultar sin mucho éxito, una erección cada vez más evidente. - Claro abuela. Vámonos. - Llévame de copas. "Cielo". Y no me llames abuela, hazlo por mi nombre Marta. Así era como solía llamarme, cielo, no sé si se habría molestado en aprenderse mi nombre alguna vez. Y no era por que no me quisiera. Quería y cuidaba de toda la familia, creo que como si fuéramos pollitos y ella la mamá gallina. Eso sí con mano hierro. ....... De copas y de compras con mi abuela. ........ - A tus órdenes Marta. Pero no se sí te van a gustar los sitios por los que voy yo. - Pues tendré que acostumbrarme. No voy a ir a sitios de viejos. Arranqué el enorme SUV y pensando dónde podía llevarla me dirigí uno de los pubs más discretos y sencillos. Y a esa hora tan temprana estaría bastante tranquilo y no se le echarían encima un montón de babosos y por qué no, también babosas. No quería asustarla. Aunque empezaba a imaginar que esa belleza no se iba a acobardar por nada. Era imposible no echarle un buen vistazo a los bien torneados muslos que tenía casi desnudos al completo en el asiento de al lado. No se le escapa nada. - Mira a la calle que no quiero volver a la clínica tan pronto. - En este tanque no nos puede pasar nada, abu... Marta. Me corrigí a tiempo. Pero por si acaso tuve que dejar las miraditas a su estupenda anatomía para los semáforos y paradas del tráfico. Me estaba calentando con mi propia abuela, increíble. Pero por la forma en que esos dos perfectos muslos se frotaban uno contra otro yo no era el único cachondo en ese coche. Pues claro que lo veía, en cada semáforo. Ella también me estaba echando buenos vistazos de reojo. Me había abierto la camisa, un poco por lucir mi torso trabajado y otro poco por el calor que sentía. Y por los efectos no le disgustaba lo que estaba viendo. A pesar del aire acondicionado la temperatura estaba subiendo allí dentro. Por fin conseguí aparcar la monstruosidad no lejos del pub y como todo un caballero corrí a abrir su puerta. Evidentemente con lujuriosas intenciones. Para bajar del vehículo mi abuela separó los muslos un poco más de la cuenta dándome el precioso espectáculo del encaje de su diminuto tanga. A poco que supiéramos de su carácter sospechaba que lo estaba haciendo completamente a posta. Sostuve su mano para ayudarla a bajar, algo que no necesitaba en absoluto y ella apretó la mía un momento más del necesario. Se acercó a mi cuerpo clavando sus preciosos pechos nuevos en el mío y besó mi mejilla largo y húmedo. - Gracias por todo, cariño. - Está siendo todo un placer, Marta. - Más de lo que pensabas, ¿verdad?. - Mucho más. La dejé pasar delante para poder ver al fin la grupa que le habían dejado. Si por el frente era algo espectacular, por detrás era algo digno de dioses. La rubia cabecita sobre el fino y terso cuello, la espalda moldeada, las nalgas prietas y duras apretadas una contra otra con su caminar cadencioso y al fin las largas y estilizadas piernas. No me perdí ni un detalle. Las caras de estupefacción de los pocos clientes al ver entrar aquel monumento hubieran sido dignas de mención si no hubiera estado tan pendiente de mi abuela y me hubiera fijado en ellas. Se colgó de mi brazo para llegar hasta la barra apretando una de sus tetas contra mi bíceps. Yo sabía que la camarera es bisexual. La había visto con chicos y chicas pero nunca había intentado ligar con ella. Además estaba con su reducido uniforme de trabajo, únicamente un microscópico short vaquero y en top less. Nos miraba entrar petrificada desde detrás del mostrador. En ese momento era el hombre más dichoso del mundo. Eso sí, con la estaca como una piedra. Mientras pedía las copas a la camarera embobada por los evidentes encantos de mi abuela pude ver como los pocos clientes se habían quedado prendados de su figura. La cabrona parecía que lo hacía adrede, sacaba el culo o se inclinaba ante la guapa camarera enseñándole el escote. Yo estaba algo celoso, tengo que admitirlo. Pero después de sus coqueteos siempre se giraba hacia mí y me hacía una caricia. Supongo que para mantener mi interés. Algo que no necesitaba en absoluto. Ya me había cautivado desde que la vi acercarse al coche. No lo esperaba en absoluto pero de pronto las cosas empezaron a subir de nivel. Pegó su cuerpo al mío, cogió una de mis manos para que rodeara su estrecha cintura y me pareció que temblaba. La miré asombrado. - Marta, ¿estás bien?. No es que yo fuera don Juan Tenorio, pero alguna experiencia he tenido. Podía apreciar las perlas de sudor en su frente, el temblor de su pecho y los muslos muy frotándose uno contra otro. O estaba pillando la madre de todas las gripes, poco probable considerando de donde había salido, o estaba muy cachonda y apunto de tener un orgasmo. - Mejor que hace muchos años, cariño. Todavía tendré que agradecerle a tu madre que te haya enviado. Parecía todavía muy excitada cuando se colgó de mí cuello y metió la lengua en mi boca hasta casi alcanzar la campanilla. No me tengo por el más espabilado del mundo pero habiendo visto las señales previas correspondí al beso poniendo de mi parte todo el ansia y las ganas que llevaba acumuladas de todo el rato. Además de mis dos manos en su pétreo culo. La apreté contra mi pecho como si quisiera incrustarla en él. - Abuela, ¿crees que esto está bien?. - ¡Esta increíble! ¡Y llámame Marta!. - Pero... No me dejó terminar la frase sellando mis labios con un nuevo morreo de los que hacen época. Aproveché entonces para llevar una mano a su pecho y hacerme con una de sus tetas. El pezón parecía querer romper la tela. Aproveché para acariciarlo y retorcerlo suavemente entre dos dedos. - Hacia mucho que no se sentía tan bien. Llévame a los sofás del fondo. Era ella la que mandaba. Así que cogí su manita para guiarla hasta el final del local. A esa temprana hora solo otra pareja, dos chicos, se hacía arrumacos muy juntos en un sillón. Me dio un empujón que me hizo sentarme de golpe sobre los cojines. Se subió sobre mis muslos a caballito. Mirándome de frente y directo a mis ojos. Yo podía perderme en esa mirada profunda y lasciva. No perdió un momento más y volvió a meter la lengua en mi boca. Yo agarré su prieto culo con las manos que se deslizaron solas por debajo de la cortísima falda. No se que habrían hecho con su piel pero aquello era lo más suave que había tocado nunca. A la vez que duro y firme. Con el dedo índice alcanzaba el ano por debajo del fino cordón de su prenda. El gemido que estaba a punto de soltar hizo que su lengua entrara más en mi boca a la vez que su abundante saliva. Volvió a coger mi mano para llevar uno de mis dedos entre sus labios y ensalivarlo. Al oído mientras empezaba a lamer mi oreja me dijo: - Sigue, mételo. - A tus órdenes, preciosa. Alagarla no me vendría mal. Los jugos que fluían de su xoxito habían calado el tanga y empezaban a humedecer mis panaderas. Justo donde mi durisima polla hacia presión en los labios de su vulva. Como seguía lamiendo mi oreja y todo el lateral de mi cara tenía a la vista a nuestros vecinos. Ver como uno de ellos le sacaba la polla al otro y lo pajeaba suave la animó a seguir. Por entonces yo había metido la mano por dentro del tanga. Ya estaba abriendo su coñito con dos dedos y buscaba el clítoris. Un escalofrío de placer recorrió su cuerpecito que temblaba sobre mis muslos. Pensé que se había corrido. Ella misma se abrió el escote, lo que no le costó nada por como estaba hecho el vestido, sacando las tetas a tomar el aire. - Cómetelas. Parece que cada cosa que le hacía le entusiasmaba. Al pasar la lengua por sus pezones sus gemidos llegaron a ser audibles para la otra pareja que nos sonreía. - Quiero que me folles. Cariño. Quiero tu rabo. - Sácamela. Es toda tuya, abu. En ese momento no le molestó que volviera a recurrir a nuestro parentesco. Puede que hasta le diera más morbo. Metió una mano entre sus muslos buscando mi pubis. Con los nuevos tejidos y cierres de la ropa apenas tuvo que tirar de un broche para que mis pantalones y ropa interior se abrieran. La polla saltó sola hasta que el glande rozó el pequeño trozo de tela mojado que tapaba su coño. Aparté el tanga y ella misma bajó la cadera. El glande fue abriendo los labios de la vulva y entrando en su ardiente interior. Otro fuerte suspiro alagó mi oído. Parece que no había perdido práctica con los años. Por encima de su hombro podía ver como la camarera no pedía detalle. Nos miraba, a las dos parejas, con los ojos como platos y se pellizcaba un pezón. Podía ver el culo perfecto de mi abuela por que tenía el vestido recogido en la cintura. Aunque mis manos tapaban parte, yo le agarraba las nalgas de vez en cuando. Marta se movía despacio, subiendo y bajando sobre mis muslos sin prisa. Sentía cada penetración larga y suave. Un horno húmedo que asprisionaba mi verga. Por supuesto mi boca no había abandonado sus tetas y besaba y lamia sus duros pezones. Apenas pude entender entre sus gemidos sus frases entrecortadas. - No recuerdo haber tenido tantos orgasmos seguidos. Me encanta cielo, tu polla me viene como un guante. Ella también pellizcaba mis pezones. O pasaba una mano por su espalda hasta alcanzar mis huevos y acariciarlos. Parecía magia como ella era capaz de excitarme y a la vez retrasar mi orgasmo para conseguir su propio placer. Paraba cuando yo estaba a punto de correrme y luego aceleraba y volvía a ponerme a punto del climax. A nuestro lado uno de los dos chicos se había arrodillado entre los muslos del otro para comerle la polla. Aún así ambos giraban la cabeza a menudo para mirar la sensualidad de mi abuela. También la camarera con una mano entre sus propios muslos, la otra amasando una de sus tetas, los ojos vidriosos y los bonitos labios entreabiertos estaba cerca de su propio orgasmo. Marta con una última fuerte convulsión de derramó sobre mí hombro respirando con fuerza. Podía notar el movimiento de su pecho intentando hacerse con aire apoyado en el mío. Sus labios aún podían recorrer mi cuello y su lengua lasciva humedecía mi piel. Con un elegante movimiento bajó la falda y el vestido quedó tan arreglado como si acabara de salir de la caja. Se cerró el escote ocultando el precioso espectáculo de sus tetas a mis ojos y a los de todos los demás que estaban a nuestro alrededor. Aún así no estaba satisfecha. Ni yo me había corrido. Aunque tenía mi polla, huevos y todo el pubis mojado con sus jugos. Así que se inclinó y empezó a deslizar su lengua juguetona por el glande. Ese fue el comienzo, pero siguió por el tronco, los testículos, mis muslos, la parte baja del vientre. Esa lengua me estaba volviendo loco. Recogía su propia humedad de mi piel be nuevos escalofríos de placer. Y al fin cuando volvía a tenerme a punto de la corrida se metió el capullo en la boca y dedico una mano a pajear el rabo y la otra a acariciar los huevos. No dejó caer ni una gota de mi semen. Todo quedó en su boca y para terminar se pasó la lengua por los labios en un gesto completamente obsceno. También le guiñó un ojo a la camarera que se había corrido. Luego buscó mi boca para besarme con mi sabor en la lengua. Correspondí al beso con todas mis ganas, toda la lengua y mucha saliva. Por fin, con ella más tranquila, conseguimos hablar. - No te comas la cabeza cariño. Me ha encantado follar contigo y espero que lo repitamos. Te confieso que estás siendo uno de mis mejores amantes y he tenido unos cuantos. Y lo decía tan tranquila, sin alterar el gesto lo más mínimo. Aunque yo tenía que admitir que había sido el mejor polvo de mi vida, de lejos, y eso que había tenido unos cuantos. Incluso con los mirones a nuestro alrededor o puede que ellos también ayudarán al morbo. - Pero. ¿Ha sido por la rejuv?. - Supongo que algo ha influido, pero desde luego me apetecía mucho pillar un chico joven tan guapo como tú. Debes tener una buena genética jejeje. - Gracias, Marta. Desde luego eres una maravilla. Creo que me apetece mucho conocer mejor a mi abuela. Te he tenido muy descuidada. - Yo también quiero conocer mejor al pervertidos preferido de mi nieto. Al menos a juzgar por estos sitios a los que vienes. Igual aún día podríamos invitar a la camarera o alguna otra amiga o amigo tuyo. - Y a mí me tienes que contar más cosas de esos amantes y aventuras tuyas. Además ¿Así que también te gustan las mujeres?. ... Aventuras de la abuela en el mar arábigo con las mujeres del jeque. Follando con todo el harén. .......