viernes, 28 de julio de 2023
Túnel dimensional, Camelot
8
"Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia"
Tercera ley de Clarke.
El túnel al multiverso es una tecnología desconocida y aún incontrolada. Los científicos no se ponen de acuerdo en sus bases teóricas. Pero sus efectos son bien conocidos en la institución que lo estudia gracias a los informes de los conejillos de Indias, ups, perdón, las personas que lo cruzan con destinos inesperados: Otras épocas, lugares e incluso mundos de fantasía, de novela o de cine.
Esta colección de extractos de esos informes hace hincapié en las vivencias más eróticas de la protagonista narradas por ella misma.
CAMELOT
"Una chica en la corte del rey Arturo"
Es el puñetero túnel otra vez, pensé mientras cogía lo primero que tenía a mano para cubrirme, una sabana de la cama. Tras el habitual juego de luces, pirotecnia y efectos especiales miré alrededor para ver gruesos muros de piedra cubiertos por hermosos tapices de aspecto muy antiguo.
Por suerte estaba sola, lo único que me faltaba era que algún patán barón medieval me condenara a la hoguera por brujería. El día que aparezca delante de alguien consciente le voy a dar un susto de muerte.
Me envolví como pude en un lienzo de lino que había sobre una mesa. a modo de túnica o péplum, habilidad que había aprendido en la Grecia clásica en un viaje anterior. Me decidí a comenzar una cauta exploración de lo que a primera vista parecía una fortaleza medieval. Era eso o un parque temático muy bien construido.
A punto estuve de darme de bruces con un par de guardias en cota de malla, armados con espadas cortas tipo gladius y dos pillum cada uno. Pero por suerte sus atuendos hacían tanto ruido a chatarra que pude resguardarme a tiempo en el nicho de una ventana sin que me vieran a pesar de mi blanco atuendo.
Asomada al pretil del estrecho ventanuco, mas bien una saetera, pude descubrir algunas pistas más de mi paradero. En primer plano una robusta muralla con torres redondas en las esquinas y un lienzo que parecía o ojo de más de nueve metros de alto y tres de ancho.
Por el pasillo de ronda almenado la guardia formada por mas de aquellos tipos cubiertos de chatarra estaba atenta al terreno del exterior del castillo. Como los de la muralla no estuvieran más atentos que los dos cegatos que yo había encontrado dentro estaríamos aviados. El tipo de fortificación no terminaba de encajar con las armas de los guerreros que la defendían. Era como si un productor de mal cine de época hubiera mezclado estilos diferentes.
Parecía verano por la temperatura. La estrecha ranura a la que me asomaba no dejaba entrar nada de la brisa. Por la estrecha tronera alumbrados por una hermosa luna llena se distinguían suaves praderas verdes y frondosos bosques algo mas alejados.
El aspecto de las armaduras y cotas de malla era bajo medieval pero no podía dármelas de experta. Por entonces todavía no había estudiado tanto como he hecho a posteriori, era uno de mis primeros viajes. Apenas había oído hablar a los dos guardias y no sabía a que tribu o noble o reyezuelo podían pertenecer: Germanos, francos, alanos, sajones o incluso tardoromanos.
Con un poco de suerte podía hacerme entender en latín. Pero si hubo una palabra que comprendí: Camelot. Si eso era cierto en alguna parte de ese enorme castillo dormía tranquilamente confiado en la destreza de sus caballeros el mismísimo rey Arturo.
Esperaba que todos los caballeros no fueran como aquellos dos. Cubierta con una sabana blanca y en plena oscuridad di gracias a su miopía y seguí explorando. Elegí las escaleras de una torre al azar sin saber donde podían llevarme mis pasos.
En ese momento solo pensaba alejarme de la patrulla. Si lo hubiera pensado mejor habría sido más lógico ir hacia abajo e intentar llegar a las cocinas o a la habitación de la servidumbre donde habría llamado menos la atención. O incluso a la campiña, más difícil pues tendría que pasar el puesto de guardia. Pero el viaje en el túnel y esa situación me tenían un poco descolocada.
Para escapar de otros dos guardias que me acorralaban en un pasillo abrí la puerta mas cercana y me refugié en la habitación que cerraba. Sin darme cuenta, al principio, de que sobre un lecho cubierto de suaves pieles dormía una pareja. Ambos completamente desnudos debido al calor reinante.
Ella, una joven morena de impresionante belleza tumbada de costado con la larga melena negra como ala de cuervo extendida a su bien torneada espalda. Sus pechos grandes y voluptuosos de gran aureola oscura descansaban uno sobre el otro. Y su brazo sobre la cintura de abdominales mercados de un hombre.
Era un estupendo ejemplar al que una barba y una larga melena blancas como la nieve daban una engañosa apariencia de anciano. Los pechos de la chica grandes, cónicos y duros clavados en el costado del pecho del hombre que roncaba con suavidad. Su rodilla doblada sobre los muslos de él.
Morgana le Fay abrió los negrísimos ojos confiada en los poderes de su magia y en la seguridad de la corte de su hermanastro. Al descubrirme en su dormitorio precariamente cubierta por una sabana blanca y suponiendo acertadamente que algo raro ocurría se levantó.
Todavía doy gracias que no se le ocurrió desenvainar la daga que podía ver colgada junto a su cabeza que aunque en una funda enjoyada tenia un aspecto letal. Sin despertar al mago se incorporó y se acercó a mí llevándose un dedo a los sensuales labios indicando con un gesto que parecía universal que no hiciera ruido. Su curiosidad, mas que la sospecha, hacía que no dejara de mirarme. Era evidente que no nos habíamos visto nunca y suponía que ella conocía al menos de vista a todas las mujeres de la corte.
Sin cubrir ni sus bellos y duros pechos ni sus rotundas caderas me tomó de la mano y me condujo a una habitación mas allá. A lo que parecía el laboratorio limpio y ordenado de un alquimista. Una estantería repleta de manuscritos en pergamino, además de otras con frascos y recipientes misteriosos adornaban las paredes.
Manojos de hierbas secas colgaban de las vigas del techo y a lo largo de las paredes robustos bancos de madera ofrecían sitio donde sentarse o trabajar. Las herramientas sobre una enorme mesa de trabajo de roble en el centro de la estancia me indicaban que allí realizaban algún tipo de oscura labor mágica. El olor a especias y raros perfumes inundaba la estancia.
Sinceramente esperaba que el trabajo de aquellos dos no tuviera nada que ver con mi destino en ese viaje y que de alguna forma me hubieran invocado desde mi tiempo.
Morgana parecía adivinar que yo, aunque desconocida para ella, no suponía ninguna amenaza. Como la hechicera no tenia prisa por cubrirse yo dejé de preocuparme tanto por esconder mi desnudez. Dejé caer en uno de aquellos bancos donde me había sentado parte del trozo de lino que apenas me cubría. Aún estaba anonadada por el viaje.
Mi vista se veía atraída de vez en cuando por la poblada mata de vello púbico tan negro como el de la lisa cabellera o por los voluptuosos pechos sobre los que la fuerza de la gravedad no parecía tener ningún efecto. Mi túnica ya medio abandonada le mostraba los míos a ella, la prenda aún enredada entre mis piernas y en mi cadera. Aprovechó para echarle un jugoso vistazo a mi anatomía.
Por fin se decidió a hablar, a interrogarme y preguntarme la razón de mi presencia en la fortaleza y en su dormitorio. Tras algunos intentos fallidos en lo que supuse eran versiones de la lengua común de la época, al que aún no se podía llamar inglés.
Desde luego mi conocimiento actual de ese idioma no valía un pimiento en esa situación. Por fin ambas conseguimos hacermos entender en nuestras versiones del latín. El mío mucho mas clásico que la versión degenerada e influida por pueblos barbaros lengua suya.
- ¿De dónde ha salido una belleza como tú?. ¿Cómo has terminado en mis aposentos a estas horas?.
- Estaba en mi lecho durmiendo tranquila. Y de pronto me he visto en la torre de ahí al lado, seguida por los guardias.
- Nosotros podremos averiguar lo que te ha pasado. Y mientras te puedes quedar conmigo. Soy Morgana aprendiz del poderoso Merlín.
- ¿De verdad ese hombre con el que estabas es Emrys? Hasta mi tierra han llegado noticias de la gestas de Arturo, sus caballeros y el mago. Y por supuesto de tu belleza y poder.
- No sabía que la fama hubiera llegado tan lejos.
Suponiendo que si atribuía mi viaje a alguna forma de hechicería ella lo asumiría como algo natural me limité a dejar esa explicación en el aire. Mi túnica eligió ese momento para caer del todo a mis pies, ayudada por un leve movimiento de mi cadera y se deslizó al banco en el que estábamos sentadas. Descubriendo por fin toda mi desnudez a los ojos de la poderosa hechicera.
- Eres muy hermosa, he tenido suerte de que llegaras a mí.
Me abrazó para consolarme, no es que lo necesitara mucho, pero en ese momento por la tensión del viaje me vendrían bien unos mimitos. Y la gran maga estaba dispuesta a darme consuelo. Nuestros labios se unieron, juguetearon las lenguas, mientras su mano curiosa investigaba los labios depilados de mi vulva.
Estaba claro que mi coñito pelón había llamado su atención tanto como a mí la melena morena que ocultaba el suyo. De inmediato pudo notar mi humedad mojando sus dedos entre los labios de mi vulva. Los labios se abrieron al primero de sus hábiles toques y tuve que ahogar con besos en el hueco entre su hombro y su cuello los gemidos que me provocaba. Luego siguió hacia mi coñito.
Cuando alcanzó mi clítoris con sus besos yo ya me derretía y gemía. No los acallé bien del todo pues al poco rato despertamos a su amante con nuestros jadeos y fuimos interrumpidas. Besaba y lamía su cuello y sus torneados hombros. Mi mano le daba placer mientras buscaba entre su pelambrera la vulva que estaba deseando acariciar desde que la había entrevisto en su lecho.
El mago nos sorprendió así, yo sentada a caballito sobre los muslos de la morena intercambiando saliva como si pretendiéramos saborearnos enteras. Se aproximó a mi espalda en un movimiento que parecía a la vez natural y ensayado.
Lo podía ver de reojo sin cubrirse y poderoso, el gran Merlín. Se deslizaba sobre el piso de piedra como algo etéreo y sobrenatural y completamente desnudo. La energía de su presencia era poderosa sin necesidad de hacerse notar por otros medios.
Mientras besaba mi nuca, el cuello y la parte trasera de mi oreja sentía como la poderosa polla de Emrys se abría paso entre mis nalgas buscando mi ano. Ya debía haberla lubricado pues solo sentía placer al ser penetrada o seria algún truco mágico, yo no estaba para pensarlo, solo para sentirlo.
- Dejáte llevar.
- No hace falta que me animes, lo estoy deseando.
Morgana no me había abandonado y notaba dos de sus dedos entrando en el coño mientras hacia circulitos con mi clítoris con otro. Ahí estaba, en el laboratorio del hijo del demonio, de Emrys y follada por los dos poderosos magos de la corte de Camelot. Solo después de mi primer gran orgasmo me condujeron a su lecho de suaves pieles para seguir haciéndome el amor hasta la madrugada.
Parecía que a aquellos dos no se les terminaba la energía y yo acababa de despertarme en mi siglo. Apenas llevaba media hora rondando por la fortaleza cuando entré en sus aposentos. Pocos minutos más tarde me estaba corriendo como una loca. A veces lo del Jet lag en esos viajes es una ventaja.
Sobre el lecho de pieles de la pareja me vi acariciada, besada y lamida por todas partes. Además de penetrada por todos mis orificios por la poderosa polla del mago. Su herramienta permanecía dura durante horas y capaz de dar placer a dos chicas hambrientas de placer. Si que parecía algún truco mágico.
Pasamos un par de días placenteros allí dentro. Por supuesto nadie molestaría al consejero del rey cuando estaba inmerso en alguna de sus investigaciones mágicas aunque esas fueran en lo más profundo de mi culo y coño. Se limitaban a traer bandejas con nutritiva comida repleta de grasas y dulces.
En algún momento teníamos que salir de la habitación y el laboratorio. Aunque me mostraron algunos de sus trucos más sencillos. Yo también pude compartir con ellos algunoa técnicas tecnológicas de mi tiempo. Además de iniciar una investigación sobre el túnel que por supuesto no llegó a ninguna parte.
Para presentarme ante la corte Morgana me prestó uno de sus mas bellos y elegantes vestidos en seda ribeteado con pieles y piedras preciosas, verde bosque y con un generoso escote. Hacía juego con el azul cielo que la bruja lucia a mi lado o el de purísimo blanco que la rubia Ginebra lucia en su trono al lado de Arturo. Creo que ese tipo de cosas ya las tenían coreografíadas.
Ninguna de nosotras usaba ropa interior como parecía ser costumbre en la época. El rey cubierto con una resplandeciente armadura completamente fuera de su época lleva al cinto una hermosa espada con empuñadura de piedras preciosas. Era la espada de la piedra, la espada de Inglaterra, no el regalo de la dama del lago, la embrujada Excalibur.
Cuando pude examinar tan bella arma descubrí el fino acero damasquino, las delicadas tallas de los gavilanes y el pesado pomo. Además de las piedras preciosas que adornaban la empuñadura que en mi tiempo valdrían una fortuna.
A su espalda Lanzarote, el paladín del rey, montaba guardia apoyado en una enorme lanza. Sin su yelmo se podía apreciar a distancia su carisma y lo guapo que era. Recibí los alagos de caballeros y damas además de prodigar yo misma alabanzas a la gallardía y belleza de los miembros de la corte.
Lógicamente esa fue una ocasión formal, una audiencia. Pero increíblemente Arturo no tenía un salón del trono como tal. Me recibieron en la sala de la mesa redonda. Por si no estuviera bastante deslumbrada por los personajes y el lugar en el que estaba esa impresionante pieza de marquetería terminó de dejarme anonadada.
De labios de Morgana sabia que los tres compartían lecho. Cualquier cotilleo sobre la corte me vendría bien para hacerme una idea más competa de la situación. La maga me relató como de vez en cuando invitaban a quien les complacía ya fueran caballeros o damas o incluso cualquier belleza o jovencito del pueblo y evidentemente a los magos de la corte.
Supongo que lejos de la corte y los amorosos brazos de la reina los dos aguerridos guerreros se consolaban muy juntos en sus campañas. Eso parecía una buena opción para pasar las largas noches de la guerra sobre un solo jergón.
Incluso yo pude disfrutar sin complejos de los encantos de la reina y sus damas, y de las hermosas pollas del rey y sus caballeros. Allí no se cortaban mucho en disfrutar de sus cuerpos. Lógicamente eso fue en audiencias mucho más privadas.
A la noche siguiente Lancelot me condujo a los aposentos de la reina. Ella estaba tumbada boca abajo completamente desnuda sobre las pieles de su lecho. La larguísima melena rubia de Ginebra se derramaba por sus pálidos hombros y torneada espalda.
El culito respingón era precioso en esa postura. Tenía los muslos blancos estirados. Apoyada en sus antebrazos los pechos firmes y duros caían hasta rozar con sus pezones el pelo del lecho.
Arturo sentado a sus pies y tan desnudo como ella se los acariciaba con ternura. Su magnífico cuerpo de guerrero, atlético, con músculos de acero estaba relajado disfrutando del descanso y del amor, de la admiración de sus seres queridos y del mío por supuesto.
En un rincón descansaba la armadura del rey y la de Lanzarote. Y de la pared colgaban sus espadas. Esta vez si que pude admirar Excalibur, un enorme mandoble con mango a dos manos, aunque Lancelot solo me dejó unos segundos para ello. Si que parecía un arma mágica con extraños brillos recorriendo su filo.
A mi espalda dejó caer la ligera túnica que lo cubría. Segundos más tarde me estaba ayudando a librarme de la mía, todo un caballero. Se pegó a mi espada haciéndome notar su polla dura en mis nalgas. Las poderosas manos de un guerrero rodearon mi torso y acariciaron mis pechos con suavidad.
Ginebra admiraba mi pubis depilado. Seguro que Morgana le habría comentado algo al respecto. Me hizo un gesto para que me acercara a ella. Despacio, luciéndome di los diez pasos que me separaban de ella sobre ese piso de pulida piedra. Curiosa estiró el brazo hasta alcanzar los lados de mi vulva.
La suave caricia me hizo estremecer y humedecer más de lo que ya estaba. Me incliné a besarla, sus labios eran dulces y tiernos. Mi lengua jugaba con la suya. Los dos soldados se limitaban a admirarnos y a acariciarnos con suavidad dejando que nosotras nos exploraramos. Aunque también se besaban de vez en cuando con abundante intercambio de saliva y juego de lenguas.
Se giró boca arriba, yo empecé a deslizarme sobre su cuerpo empezando por la suave boca de la reina. Pasé a sus voluptuosos pechos y el vientre plano con besos ligeros en la suave piel. Mi lengua en su ombligo le hizo cosquillas y se rió, justo bajo mi propio vientre. Tenía ante mí el vello de su coñito, tan rubio que casi parecía blanco.
Deslicé los dedos por allí. En busca de los labios de la vulva. Ya para entonces tenía ganas de probar su sabor. Sin más dilación clavé la lengua entre los dulces labios buscado el clítoris real. A la vez notaba la suya en mi xoxito. Creo que fueron segundos los que tardé en tener mi primer orgasmo.
Fue el rey del primero en penetrarme, supongo que lo tomaría como una especie de derecho de pernada. Lo vi de reojo moverse hasta colocarse detrás de mí. Ginebra sujetó mis nalgas con sus delicadas manos para que no me moviera. Sin separar la lengua de mi clítoris le hizo espacio a su esposo para que la poderosa polla del rey fuera entrando en mi cuerpo.
Supuse que la rubia estaría lamiendo los huevos de Arturo. Yo lo habría hecho. Lanzarote por su parte, bueno, cuando quise darme cuenta tenía su glande justo ante los ojos. Lo agarré con la mano y tras darle un par de lamidas para comprobar su consistencia la dirigí al coñito de la reina.
Estábamos perfectamente acompasados. Arturo sujetaba mi cadera para que no le diera cabezazos en el vientre a Lancelot mientras él me follaba firme. Yo tenía ante mis ojos calenturientos la dura polla del caballero entrando en el xoxito de la rubia. Y desde luego que no me privé de acariciar su clítoris e incluso de vez en cuando podía lamerlo.
Siempre había pensado que lo de las espadas era algún tipo de simbología fálica. Pero aquello superaba mis mayores espectativas. Como sabían manejar sus falos aquellos dos. La reina y yo no parábamos de corrernos. Por la forma en que las dos pollas se mantenían duras alguna influencia tendría Merlín en ello.
Dos galantes caballeros preparados para dar placer a sus dos damas hambrientas de buen sexo. Hacía rato que había perdido la cuenta de mis orgasmos cuando ellos sacaron los rabos de nuestro interior. Ambas llevamos la que teníamos más cerca a nuestras bocas para saborear la mezcla de jugos de la otra con el del semen que ellos habían echado.
Estaba claro que algo de las habilidades del mago había de por medio por que aquello no había perdido nada de su dureza ni aún después de haberse corrido.
La reina me llamó a su lado para besarnos y compartir sabores en nuestras lenguas abrazadas y acariciándonos. Ella era tan pervertida como los demás que compartíamos su lecho. Me dijo:
- Vamos a disfrutar del espectáculo. Chicos, vuestro turno.
- A sus órdenes, majestad.
Se limitaron a responder. Y se juntaron en un beso lascivo que nos puso los dientes largos a las dos. Lancelot agarró la dos pollas y las pajeó juntas frotando una contra otra. El rey en cambio echó las dos manos al durísimo culo de su caballero. Se le notaban las muchas horas cabalgando y no solo sobre un jaco.
Arturo terminó sentado en el lecho a nuestro lado mientras Lanzarote se subía sobre su dura polla mirándolo de frente. Nosotras nos movimos para contemplar la escena con más detalle y poder acariciar a los dos guerreros. Se notaba que el ano del paladín estaba acostumbrado a recibir la regia verga. Además de tener el mismo truco de lubricación que el nabo de Merlín.
Mientras contemplaba la erótica escena no podía descansar y mis manos recorrían las pieles de todos los participantes sin pausa. Tampoco ellos paraban de follarse.
Creo que no salimos de aquella estancia en dos días. Es difícil calcular el tiempo cuando la única luz natural que nos llegaba era a través de una estrecha saetera. Periódicamente bellos jóvenes y chicas nos traían viandas que disfrutábamos juntos.
Pero el rey tenía que volver a atender los asuntos de Camelot y me permitieron regresar a los tiernos y cariñosos brazos de la morena Morgana. Una de sus pociones me permitió recuperar fuerzas con rapidez tras la orgia con los reyes.
No solo de sexo vive la mujer. Así que también pude disfrutar de cabalgar por la campiña inglesa. De conocer a sus gentes y costumbres. Nuca llegaré a saber si todo eso ocurrió en algún momento de la historia o fue una visita más a un mundo de fantasía o literario.
El tema de inducir mejoras tecnológicas en épocas atrasadas nunca he llegado a tenerlo muy claro. Pero era evidente que hacían falta algunas mejoras. En las técnicas de lucha de los afamados caballeros de la tabla redonda aún combatían al modo romano, sin estribos. Controlaban sus monturas sólo con las rodillas.
Y yo había visto esa misma técnica en los entrenamientos de las legiones de César en un viaje anterior a Roma. Así que les descubrí el uso del estribo que mejoraba el manejo del caballo. La lanza pesada de caballería no solo el pillum arrojadizo y el uso de estrategias para aprovechar el potencial de esas innovaciones.
No solo participaba en las orgias, disfrutando de esos cuerpos de leyenda, sino también en mejoras tecnológicas durante los días que pase en Camelot.
......
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