sábado, 14 de enero de 2023

Topicazos, el bikini de chapa

. Para promocionar una nueva película de ciencia ficción la productora había organizado una convención en el recinto ferial de mi ciudad. Exposiciones de diverso material, libros, muñecos, merchandising, charlas de autores y dibujantes, proyecciones de otras películas, series y documentales sobre el tema. Todo un despliegue que esperaban recuperar en el primer fin de semana desde el estreno. Mi trabajo como azafata de congresos me llevó a participar en el evento. Me presenté en la agencia dispuesta a cualquier cosa que se me viniera encima. Lo que vino fue el bikini de chapa de la princesa Leia en el palacio de jabba el Hutt. Cualquier aficionado lo conoce y cualquier salido también. Es sugerente y provocativo y me iba a dejar muy expuesta. Casi toda mi piel al aire. Pero también es la ropa de una mujer fuerte que se enfrenta a sus enemigos y les retuerce el cuello por muy grueso que fuera. Cuando mi jefa me dio la caja sonreía burlona pensando que me negaría. No sé si buscaba una excusa para despedirme o sólo me tenia envidia. Lo que ella no sabia es que me encanta el personaje de chica dura. - Tendrás que ponerte eso. Solo podía pensar en la cara de los frikis al verme pasear entre ellos con tan poca ropa. Lo único que dejé en la caja cuando me lo puse en el vestuario de la convención fue el collar de esclava y la cadena, eso no va con mi personalidad. Lógicamente, no era yo la única azafata con tan escasa vestimenta, habíamos acudido de varias agencias. Incluso de la mía el reparto de cosplays había sido generoso. En el vestuario se veían monos de lycra plateados tan ajustados que no se podía llevar ropa interior debajo. Atuendos de tiras de cuero de esclavas verdes de Orión, pieles reducidas al mínimo de cavernícolas sexys. Otras con vestidos de gasa de princesas de fantasía, falditas de colegiala cortísimas sacadas de animes e incluso algún tanga y sujetador de malla metálica de guerreras bárbaras. También era lógico que las azafatas no fuéramos las únicas disfrazadas. Había klingons, federados, jedis, Han Solos, vulcanos, caballeros con armadura, guerreros barbaros. Algunos de los chicos más atrevidos también llevaban tangas de cuero y espadas o hachas de plástico. También se pasaban por los stands chicas del publico. Algunas mas serias pero otras tan sexys e incluso mas atrevidas y enseñando mas piel que nosotras, las que estábamos trabajando por allí. Estaba repartiendo unos folletos entre los stands cuando la vi. Venía derecha hacia mí con un bikini muy parecido al mío, incluida la faldita de gasa trasparente. Como yo, la había abierto por los lados hasta la ingle dejando que colgara por la espalda, luciendo sus largos muslos. Eso la hacía aún más sugerente. Al caminar, sus preciosas piernas bronceadas asomaban sucesivamente entre la tela. Pero ella no era una de mis compañeras. Me hubiera fijado en tal belleza si me hubiera cruzado con ella en la oficina o en los vestuarios habilitados en la feria. Me hubiera dejado hipnotizada el movimiento de su largo cabello negro recogido en una gruesa trenza, me habría percatado de su preciosa cara e incluso de su cuerpo algo mas voluptuoso y pleno que el mío. Le sonreí pero fue ella, muy decidida, la que se dirigió a mí, saludándome con un: - ¡Bonito bikini! - Gracias, el tuyo también. No pude mas que contestar riendo. No eran del mismo modelo, diferían ligeramente en la tela, los detalles y el color. Aprovechando el grupo de admiradores que nos rodeaba babeando terminé de repartir los folletos que me quedaban en las manos. Cogiéndola de la cintura desnuda con mi brazo le propuse que nos dejáramos fotografiar un rato. Al oído le dije: - ¿Dejamos que estos chicos tan simpáticos nos hagan unas fotos? Ella estaba encantada de exhibirse, de lucir su bello cuerpo. Flashes y un montón de cámaras y móviles nos apuntaban mientras nosotras posábamos con naturalidad. Incluso uno de los aficionados nos dejó un par de pistolas laser, para completar la coreografía. Si aquellas fotos colgadas en mis redes sociales no me valían para progresar y conseguir mas contratos de azafata o modelo no me llamo Lorena. Pero en ese momento toda mi atención la tenia la piel suave de la morena que tenía cogida de la cintura. Hablándole al oído, mis labios casi pegados a su pequeña orejita para que no me oyera nadie mas que ella, le pregunté por el motivo de su disfraz. Me contó que por gusto, que era tan friki como cualquiera de los que babeaban a nuestro alrededor y que le gustaba todo aquello. -¿Por qué Leia? y ¿por qué ese bikini? . - Soy tan friki como todos estos. Me gusta la ciencia ficción y este es el más sexi que he encontrado. ¿No te gusta? - Me encanta. Por eso te lo preguntaba. Y me gusta más como te queda a tí. - Tengo algún disfraz más en casa pero este lo estreno hoy. Sonriendo y salivando al rozar su fino cuello con mis labios le dije: - Me encantaría que me lo contaras todo sobre el tema, yo soy primeriza. Pero me está gustando. Me gustaría que me enseñaras el resto de tus disfraces y cosplays. Ella parecía estar a gusto con mi coqueteo y noté en mi oreja el suave y húmedo roce de la punta de su lengua. - Cuando termine esto hoy podemos ir a tomar un refresco a mi casa. No está lejos. Y te lo enseño todo. La promesa implícita en ese "todo" me puso los vellos que había depilado esa misma mañana de punta. Cuando me respondió que en su casa podríamos disfrazarnos juntas, estaríamos solas, me derretía. Al rato la megafonía anunciaba el final de la jornada. Pasamos ese tiempo juntas, me acompañó a repartir los últimos folletos y provocamos al personal meneando las caderas y la tetas. Las dos juntas éramos algo espectacular y todos babeaban a nuestro paso. - Ya estoy lists. ¿Nos vamos?. Recogí la mochila de la vestuarios. Pero no me molesté en cambiarme y salí con el disfraz. Ella no había llevado ropa de recambio así que andábamos por la calle casi desnudas. - Estamos llamando la atención. - Mejor, que nos miren. Aprovechando el calor de la tarde de verano nos dirigimos a su domicilio andando llamando la atención por la calle con nuestros escasos atuendos. La gente se nos quedaba mirando por lo sexis que íbamos, pero muchos reconocían el disfraz. Una razón más para quedarse pegados mirándonos. - ¡Bésame!. Lorena. Me acorraló en el ascensor buscando mi boca con sus labios. Abrí los míos recibiendo su lengua juguetona cruzándola con la mía. Chupando sus labios y cambiando la saliva de boca una y otra vez. Ya no podíamos esperar más. Demasiado habíamos aguantado. Éramos pura lascivia. Mientras mis manos recorrían la descubierta piel de su espalda. Bajando hacia su culo. Pasamos ante su boquiabierto y guapo hermano sin despegar las manos del cuerpo de la otra, camino a su dormitorio. Sólo pude echarle un vistazo pero me pareció muy atractivo, casi tanto como ella. Ya en su cuarto, encerradas tras un pestillo y a salvo de más miradas indiscretas pudimos dar rienda suelta a nuestra lujuria. En ese momento nos olvidamos de los demás disfraces y lo dejamos para más tarde muy ocupadas la una con la otra. - Aquí estamos tranquilas. Levantó la gasa que colgaba del cinturón de imaginación a metal sobre mi tanga para admirar mis largas piernas mientras sus rotundos muslos dejaban la ligera falda de su disfraz entre ellos. Su mano subía por la cara interna de mi muslo acariciando mi piel. Su lenta caricia me quemaba. Pronto noté sus dedos juguetones haciendo a un lado mi tanguita buscando los labios húmedos de mi coño. Cuando quise darme cuenta ya estaba desnuda de cintura la abajo. Seguíamos besándonos mientras su maníta juguetona deshacía mi escaso atuendo. Ella fue a por mi cuello y orejita, sabía que era una de mis zonas erógenas. - Sabes dulce. Yo en cambio fui a por sus enormes y preciosos pechos librándolos de la rígida pero escasa prisión que los contenía. Arrojé el sujetador sobre su cama y me agaché a comer sus duros pezones. - Son maravillosos. Asomaban del resto de su teta como un par de garbanzos de color granate. Podría arañar cristal con ellos y jadeaba mientras yo los tenía entre mis labios y dientes y los acariciaba con la lengua. Para entonces ella ya tenía dos dedos clavados en mi coño. Y mis suspiros hacían que gotas de mi saliva humedecieran su pecho. Me dejaba llevar aunque me pudiera oír su hermano al otro lado de la puerta. - ¡Joder! ¡Si!. Eres buena, nena. Levanté sus brazos para lamer sus axilas, quería saborear toda su piel. No tenía prisa. Bajé lamiendo el vientre con una ligera curvita. Me detuve un momento en su ombligo provocándole algunas cosquillas que la hicieron reír. Ella llegaba con sus manos a acariciarme los pechos y los hombros. No las separaba de mi cuerpo. En ese momento aprovechó para sacarme el sujetador de chapa. Ella conservaba el cinturón, la falda de gasa y el tanga. Así que tenía que deshacerme de ellos antes de llegar a su tesoro, mi tessssoro. - ¡Desnúdame! Quitárselo no me costó mucho y ella colaboró levantando el culo generoso del colchón. En un momento hice todo eso a un lado y poco más tarde todo terminó en el suelo donde se mezclaron nuestros disfraces. Su xoxito era delicioso, el monte de venus abultado bien depilado y suave. Los labios mayores gruesos se abrieron al primer roce de mi golosa lengua. A esas alturas ya chorreaba y pude degustar sus jugos sin perder un segundo más. - ¡Qué rica estás!. Estaba deliciosa y quería compartirlo con su lengua en un nuevo beso lascivo y profundo. Sus dedos empezaron a masturbarme con suavidad, pero yo hacía lo mismo, mientras cruzábamos las sin hueso fuera de nuestras bocas. Me corrí ahogando mis jadeos con sus besos. Y se que a ella le pasó lo mismo. - Levanta, quiero verte desnuda del todo. Lo hice, me exhibí para ella, para sus profundos ojos azules. Giraba y modelaba ante su mirada como si aún llevara puesto el cosplay. Incluso me separé las nalgas para indicarle que por detrás también me gustaba mucho y abrí los labios de la vulva. Se levantó y se acercó. Sujetó mi cintura para atraerme hacia sí. Me apretó contra su cuerpo. - Baila conmigo. Pasé la brazos por detrás de su cuello y acaricié su nuca. Sus manos habían pasado de mi cintura a mi culo y tiraban de mi cuerpo con más fuerza. Nuestros pechos se frotaban juntos. La música sólo la oíamos en nuestras cabezas pero la situación era muy sensual. Nunca había bailado desnuda con otra persona. Mi muslo se introducía entre los suyos llegando a notar en mi piel el calor y la humedad de su vulva. Bajé una mano por su torneada espalda acariciando por el camino la línea de la columna. Agarré una de sus poderosas nalgas y mis dedos se deslizaron por la raja buscado el ano. No me lo negó. Pronto empecé a introducir el índice por el agujerito de músculo que me lo apretaba. Soltó un gemido que intentó disimular escondiendo la cara en el hueco entre mi hombro y cuello y dándome un ligero mordisco. Se había dado cuenta de lo que gustaba eso. Al ver lo que hacía ella me imitó y pronto noté uno de sus dedos penetrándo mi ano. Seguíamos bien pegadas, en ese momento me hubieran tenido que separar de ella con una grúa. Y por cómo sujetaba mis posaderas a ella le pasaba lo mismo. Empezó a buscar mi boca, mi lengua de nuevo. Y yo se la dí. Las sin hueso parecían dos serpientes enredadas en una cópula salvaje. Ahora me empujó con suavidad al colchón. Fui yo la que separé bien los muslos, todo lo que podía y soy muy flexible, para hacerle hueco entre ellos. Por supuesto que aprovechó. Incluso levantó mis piernas con la fuerza de sus brazos. Hasta separar mi espalda de la sábana. Se metió uno de mis pies en la boca, lamiendo mis dedos. Joder, que bueno. Su lengua subía por mi pantorrilla, despacio llegando a la cara interna del muslo. Estando así de ofrecida clavó la lengua en mi coñito. Absorbía mi clítoris entre sus labios. Empujó más mis piernas hasta que mis rodillas tocaron mis pezones. Y entonces empezó a lamer todo. De mi espalda al pubis sin dejar un solo rincón. Dándome un montón de orgasmos, me corría una y otra vez con su habilidosa lengua. Cada vez que llegaba al ano me derretía. Y parecía que no quería parar. - ¡Me corro! Tenía muy claro lo que estaba haciendo y se esforzaba en ello. Y era yo la beneficiada, la que se corría como una loca sobre su colchón, jadeando y gimiendo. Después de todo el día de pie, exhibiéndome y repartiendo folletos y la paliza que ella me estaba dando no necesitaba más que un abrazo para relajarme. Parecía que ella me leía el pensamiento. Se acostó a mi lado y me tomó en sus brazos tierna. Me sentía bien allí. Con su cuerpo voluptuoso bien pegado al mío. Descansando, relajadas, sin preocuparnos de nada más. Anochecía cuando decidimos movernos. - ¿No querías ver alguno de mis disfraces?. - Pues claro, me interesa todo lo tuyo. Le contesté apretando uno de sus pechos con cariño. Me incorporé en la cama expectante. Ella se dirigió a su armario y abrió dos puertas. Allí tenía bien colgada en perchas y ordenada su ropa y entre ella estaban los cosplays. Empezó sacando el de colegiala japonesa, muy típico. A primera vista apostaría a que la faldita no llegaría a cubrir sus poderosas nalgas. Le quedaría fantástico. A su lado había un mono de lycra que debía quedarle tan pegado que parecería pintura corporal. Sería el mono de vuelo e un piloto de mecha. Sobre la cama, a mi lado, extendió un vestido de princesa confeccionado con una gasa tan trasparente y fina que se podría ver perfectamente la lencería que llevaba debajo. Si llevara alguna. También había un body hecho con tiras de finísimo cuero. Sería para hacer de esclava de Orión o de guerra bárbara. El uniforme de enfermera de Star Trek también tenía una falda cortísima. Pensaba que serían sólo uno o dos. Pero aquello parecía interminable. - Se que algunos te quedarán bien, si algún día quieres acompañarme a otra convención, o podemos disfrutarlos a solas. - Si tu quieres, por supuesto. Lo hacerlo juntas también me parece muy interesante. Le sonreía lasciva mientras me enseñaba sus cosplays desnuda ante mí. - Quédate a dormir y mañana vamos juntas al segundo día de la convención. Aquél trabajo tuvo para mí muchas implicaciones, puede que relate algunas de ellas en otros cuentos. ....

martes, 10 de enero de 2023

El gigoló se cruza con la travesti

. No soy un gigoló aunque me dedico a seducir mujeres por dinero. ¿Que soy? ¿Prostituto? Ni siquiera es el dinero de ellas, ni es mi única fuente de ingresos. Me lo tomo como si hiciera buenas obras, una especie de trabajo social, un hobby placentero. El rumor corre de boca en boca y así es como hago nuevas "amistades". La cosa empezó como una broma. Un, no puedo decir colega pues es más bien un impresentable, dejó caer que su hermana era tan horrorosa que no encontraba a un tío que follase por muy borracho que fuera. Yo acepté el desafío, supongo que ese día iba muy borracho. Al final la chica no solo no era tan fea sino que es una bellísima persona, desde luego mucho mejor que su hermano. En resumen nos lo pasamos muy bien los dos. Ella fue la primera y a partir de ahí surgieron más oportunidades. El asunto es un complemento para mis ingresos aparte de mi sueldo normal. Los clientes son los maridos, amigos y amigas e incluso padres o hermanos. Alguien que quiera hacerlas disfrutar o pasar un buen rato o como regalo. A veces me dan datos sobre la victima, perdón, objetivo. Otras solo una descripción o un numero de habitación de hotel. Y normalmente no son ni jóvenes, ni guapas, eso no es importante. Tampoco es que yo sea un adonis, no tengo mal cuerpo ni rostro, pero tengo cierto encanto, labia o como queráis llamarlo. Así que al entrar en esa cara suite me sorprendí al ver a aquella tímida joven. Tendría diez y ocho o diez y nueve años enfundada en una ropa no demasiado sexi. Llevaba una falda larga de tela ligera por debajo de las rodillas, la blusa tapaba todo el torso excepto parte de sus brazos finos, blancos, suaves. El negro cabello caía por debajo de sus hombros. Su cara bonita adornada con un suave maquillaje. Los ojos pardos eran profundos, podía perderme en ellos. Parecía tímida cuando me abrió la puerta, me habían dicho que se llamaba Noelia. Nerviosa, jugaba con la punta de un mechón de su cabello retorciéndolo entre sus finos dedos. Lógicamente no me lancé de inmediato sobre ella. No soy ningún depredador. Me presenté e intenté hacerla reír con algunas bromas tontas. Su voz apenas era un susurro, un dulce y suave susurro. Conseguí arrancarle el primer beso, un suave roce en los labios. - Hola, soy Alex. Tu hermana nos reunió aquí. - Yo soy Noelia. Sí, me ha dicho que eres dulce y cariñoso y que puedo dejarme llevar contigo. - Espero que pronto confíes en mí, sí. Me lo devolvió, tímida, pero un poco mas fuerte con sus manos entre las mías. Eran suaves, me gustaba acariciárselas, con las uñas perfectas pintadas de rojo brillante. - Eres muy bonita, eso no debería impedirte tener relaciones. ¿Eres tímida?. - Algo así. Sí. Despacio fui incrementado la fuerza de mis besos buscando más y más. Sus labios, su lengua con la mía que entregó al primer roce. Empezamos a cambiar saliva y ella me daba la suya. Me di cuenta de que se lo estaba tomando cada vez con más ansia. Solo separó los labios de los míos para decirme con una voz baja y suave y ronca por la excitación. Que fuera tierno con ella que era virgen. - Nunca he estado con nadie. Ten cuidado por favor. - Por supuesto, iremos a tu ritmo. Sólo relájate y déjate llevar por tus deseos, por tu imaginación. Sonriendo le dije que por supuesto lo sería. Llevé una de sus manos a mi pecho para que me acariciara. Para que se soltara y empezara a conocer el cuerpo de un hombre. Ni siquiera toqué el suyo hasta que ella me quitó la camisa. Dejé que sus manos siguieran las lineas de mis pectorales y abdominales para que cogiera confianza. Acariciaron mis pezones con suavidad, casi con respeto. - Estás muy bueno. Has trabajado estos músculos. - Me cuido. Y ahora te toca a tí, me gustaría ver más de ese cuerpo que escondes tanto. Por fin la puse de pie y abrí su vestido al completo dejándolo caer al suelo. Su lencería carisma dejaba al descubierto su blanca piel, sus pechos menudos, apenas insinuados y una cadera fina, tan delgada era que se le marcaban los huesos, las costillas. Se colgó de mi cuello para volver a besarme casi con desespero y yo por fin pude agarrar su prieto culo para pegarla a mi cuerpo. La suavidad de su piel me estaba volviendo loco. Volvió a darle otro ataque de timidez y solo dijo: - Perdóname. - ¿Por qué?. No has hecho nada malo. Mientras cogía mi mano, la llevaba a su pubis. De entre sus muslos había empezado a salir una polla que sin ser grande no era precisamente pequeña. Fina y recta, bien depilada, me desafiaba a rechazarla. Y parecía que nuestros besos y caricias la estaban poniendo bien dura. Tuve que apartar el encaje de la braguita para que no le hiciera daño. Tenía que estar ciego para no haberme dado cuenta antes, pero me había despistado su timidez. No es que me gustara el engaño en que había caído. Pero la dulzura de aquella virginal muchacha hizo que volviera a besarla sorbiendo su lengua. - No pasa nada. Para mí eres toda una mujer. Y lo vamos a comprobar. Sin prisa. Prometí que no me iría sin hacerla mujer. Deseaba arrancancar la braguita de encaje y el sujetador a juego para disfrutar de la vista de su hermoso cuerpo andrógino desnudo. - ¿Te hormonas?. - Desde hace poco, sí. - Parece que te queda bien. Muy bien, por lo que estoy viendo. Vas a ser una mujer preciosa. Creo que hasta se ruborizó con mis palabras. Pero ella se estaba excitándo a pasos agigantados y queria más. Con mis caricias su polla se había puesto bien dura. A mi también la situación y tener esa bonita estaca en las manos me estaba poniendo muy cachondo. Seguí desnudándola, con una sola mano solté el broche del sujetador y me quedé con la leve prenda en la mano. Al fin pude contemplar los pequeños y duros pechos. El pezón orgulloso, rojo oscuro, coronando dos conos de carne apenas apuntados. De besar sus dulces labios pasé a la oreja, el cuello, el hombro y esas tetitas que me llamaban. No soltaba su cadera, pero aún no quería librarla del delicado tanga. Solo seguía lamiendo su piel. Pasé por sus axilas, las costillas marcadas en busca del vientre plano y el ombligo. Mi legua humedeciendo su epidermis suave. Sus gemidos de placer alagando mis oídos. Cuando por fin llegué al pubis era el momento de bajar el tanga por sus largos muslos. Aún quedó unos segundos retenido por la dureza de su polla. Pero conseguí sacarla por sus cuidados pies sin más incidentes. Aprovechando que tenía mis manos por allí los leve a mi boca y me puse a chupar los dedos. Quería que se diese cuenta de que ninguna parte de su cuerpo me producía rechazo antes de llevar su rabo a mis labios. Y que todas ellas podían darle placer. Subí lamiendo la pantorrilla y la cara interna de los muslos hasta que sonriendo y mirando sus bonitos ojos castaños pasé la húmeda por sus suaves y depilados huevos. Me dediqué a chuparlos un rato. De ahí pasé a deslizar la húmeda por el tronco, fino y recto, con las venas bien marcadas, hasta llegar al glande, tan morado como el interior de una granada y duro como una roca. - ¡Para! Vas a hacer que me corra. - Mejor, déjate llevar. Recibí su semilla en la boca con gusto. Desde luego no era la primera que probaba y sí la persona con la que estaba me gusta lo hacía encantado. Pero con ella fue especial. Paladeé ese manjar un segundo antes de incorporarme y dárselo a probar en un lascivo beso. Abrió la boca recibiendo mi lengua, mi saliva y su semen con ganas atrasadas de lascivia. Agarré su pétreo culito pegando su cuerpo al mío. Temblaba de anticipación y deseo. Besé su cuello y orejita. Le dije: - ¿Quieres probar la mía?. - Estoy deseándolo. Es mi primera polla. ¿Sabes?. - Lo imaginaba, haz lo que quieras y lo que deseo yo, tanto como tú. Le dije sonriendo. Me tumbé a su lado en el colchón. Aún respiraba fuerte, excitada. Abrí las piernas para que se pusiera cómoda entre mis muslos, de rodillas. Ver su carita de vicio orientada hacia mí, algo tapada por los mechones que escapaban de su melena, mirándome a los ojos me excitaba mucho. Podía distinguir los pechos apenas apuntados. Había escondido su polla ya flácida tras el orgasmo entre sus piernas, debía ser su costumbre. Lo hizo sin pensar. Durante un rato estuvo contemplando mi rabo, tenía una cara de vicio impresionante. Moviéndolo con la mano de lado a lado para verla entera. Levantado los huevos. Su curiosidad me estaba poniendo cardíaco. Por fin se decidió a pasar la lengua por mi piel. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando lo hizo. A partir de ahí todo fue rodado, empezó a chuparme los huevos. Subir por el tronco con la sin hueso hasta el glande. Intentó tragarla pero le dio una arcada. - Tranquila cielo. Eso no hace falta en absoluto. Solo lamela. Chupa el glande y los testículos como caramelos. Piensa en lo que te gusta a tí. De todas formas vas a conseguir que me corra. Puedes hacer feliz a cualquier hombre con esos labios y lengua. Le decía bajito, suave, acariciado su cabello y hombros con ternura. - Pero yo quiero más, lo quiero todo. - No seas ansiosa, no tenemos prisa y ya te lo he prometido. ¿Querrías follarme a mí?. Intercalaba sus entrecortadas frases con lamidas a mi polla y gemidos de placer, pues de vez en cuando llevaba una mano a su polla y la acariciaba con suavidad. Se estaba volviendo a poner dura. - ¿Me dejarías?. - Todo lo que desees cariño. - Y ¿Tú me vas a penetrar?. Quiero que me hagas mujer, pero tengo miedo de que me duela. - Para eso está el lubricante. Vamos a hacerlo los dos. Solo disfrutar. Con la húmeda repasando mis genitales y la conversación estaba más que excitado. - Me voy a correr, cielo. ¿Donde quieres mi semen? - No voy a perderla. En mi lengua. Y así fue, siguió chupando hasta que me derramé en su boca. No se conformó y subió a besarme compartiendo mi lefa en un nuevo beso. Cruzamos las lenguas durante un rato sin dejar de explorar nuestros cuerpos en suaves caricias. Los dos queríamos más. Ella buscaba mi polla que con sus caricias y nuevos besos volvía a ponerse dura. Yo acariciaba su culo, deslizaba un dedo por su ano, empezando a dilatarlo. Sin prisa con ternura. Alcancé el lubricante y empecé a ponerlo con un dedo, luego dos abriendo su duro culito. Ella gemía. - Montáme tú. Así tendrás más control. Esparció más lubricante por mi rabo con su manita dulcemente. Haciendo que se pusiera más dura. Me tumbé boca arriba con la polla apuntando al techo. Su cadera parecía pequeña entre mis manos mientras la subía encima de mí. Con las rodillas a los lados de mi cuerpo fue bajando poco a poco el culo. Mi polla entraba despacio pero firme. En ningún momento se echó atrás. Los gemidos que salían de sus voluptuosos labios me indicaban que no le estaba doliendo y que le gustaba su primera vez. - ¡Ufff! Que rico. - Despacio, siéntela. Aproveché para acariciar su dura polla que apuntaba hacia mi cara. Pellizcaba sus pezones con suavidad. Pero no quería que se corriera, la reservaba para mi culo. Ella sí buscaba mi semen en su recto. No dejó de moverse arriba y abajo, sin prisa pero firme hasta que yo tuve mi orgasmo. Se derrumbó, cansada, sobre mi pecho besándome el cuello, los labios y hasta los pezones. Yo la acariciaba con ternura, el cabello, la espalda y hasta sus duras nalguitas. Su nabo duro estaba apretado entre nuestros vientres. Latía deseoso de descargar. Y yo quería que lo hiciera dentro de mí. Así que la levanté y me ofrecí. Quería ver si cara de vicio mientras me follaba. Me tumbé de espaldas y abrí bien las piernas, levantadas hasta mi pecho. - Te toca. Dilátame y lubrícame. Clavó dos dedos con un buen pegote del pringue en mi ano. Yo notaba como hurgaba en mi interior. Me encantaba la sensación, estaba gozando. - Venga póntelo en la polla y clávamela. Con una sonrisita perversa empezó a acariciar su recto mástil con el lubricante. Los pezones parecía que querían escapar de su pecho. -. ¿Estás listo?. - Ansioso. Dale. Apoyó el glande en mi ano y empezó a empujar despacio. No era mi primera vez, pero tampoco es que estuviera muy acostumbrado a tener un rabo en el culo. Ayudaba el que el suyo fuera finito y que se lo estuviera tomando con calma. No me dolió gran cosa y empecé a gemir y jadear como había hecho ella un rato antes. Se inclinó y empezó a acariciar mis pezones mientras me follaba. Me di cuenta que empezaba a soltarse a pasos agigantados. Iba a hacer feliz a sus siguientes amantes con su morbo y lascivia. Recibí en mi culo su semen e hizo algo que nunca hubiera imaginado cuando la vi entrar en la habitación. Se inclinó y empezó a lamer mi ano recogiendo el semen que salía cuando yo apretaba los músculos del vientre. Casi me vuelvo yo a correr en ese momento. Y ni siquiera tenía el rabo completamente duro. La atraje entre mis brazos para descansar y recuperarnos. - Si que estás aprendiendo, más de lo que te he enseñado. - Eso es por que eres un maestro estupendo. Me sonreía mientras me abrazaba con fuerza. Y yo la sujetaba entre mis brazos. - ¿Estás contenta?. - Ha sido genial. Lo estoy disfrutando mucho. Creo que estoy cogiendo más confianza. - Deberías vestir más sexy. Estos trapos no te hacen justicia. Tienes unas piernas muy bonitas, lúcelas. - Hasta ahora no me atrevía. Quería ser invisible. Pero creo que poco a poco tendré más confianza para enseñar algo más. Le iba arrancado confesiones mientras nos acariciábamos. Hacer un poco de psicólogo es parte de ese trabajo. Claro que es más fácil hacerlo desnudos, muy juntos en una cama que en un diván en una consulta. Me contó que su hermana, que nos había reunido en esa habitación de hotel era quien más le estaba apoyando. Y que su determinación era firme. Desde entonces ha seguido mejorando y ahora es una bellísima mujer con una polla fina y recta que me da placer de vez en cuando. Así como la mía le da gusto a ella, ya sin dinero de por medio. Hemos quemado los trapos tras los que ocultaba su bello cuerpo. Viste mucho más sexi. Follamos juntos por que nos apetece y nos gusta. ...