lunes, 27 de septiembre de 2021
Modelo
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Soy modelo, pintura, fotografía, de lencería y ropa de baño hasta trajes o que salga. Así que tengo un buen cuerpo y me cuido mucho. Cuando mi agente me ofreció el trabajo con aquel pintor no tuve más problema.
No me pareció que quisiera algo mas de mí que pintarme. Empezamos como en otros casos, con unos apuntes al carboncillo. Algo sencillo de la cara y del cuerpo.
El segundo día ya me propuso el desnudo, evidentemente con una prima especial, pues no habíamos hablado de ello con anterioridad. Nunca he tenido complejos y acepté sin problemas. No era mi primer desnudo, ni siquiera mis primeros posados eróticos en solitario para alguna revista.
Tenía mucho calor en su estudio y un divan allí en medio. Sin sentirme incómodo me quité el albornoz y me puse en la posición que él me dijo, a lo maja desnuda pero en majo.
Intentaba tranquilizarme, lo que no hacía falta en absoluto. Yo estaba muy relajado, no era mi primer rodeo.
-Imagina que estas en una playa nudista, para que estemos mas igualados yo también voy a quitarme algo de ropa.
Ahí fue cuando empecé a sospechar de sus intenciones, lo que tampoco me incomodaba en absoluto. Es más o menos de mi edad y bastante guapo, rubio de ojos azules, muy atractivo desde luego. Se sacó el pantalón y el slip quedándose solo con la camisa abierta puede que para protegerse de las manchas de pintura.
Lo del slip aunque yo tenia la polla al aire me pareció un pelín excesivo, al menos tan pronto. Su polla era bonita, nada exagerada en reposo, el resto de su cuerpo bien musculado, delgado sin vello en absoluto.
Mientras no soltara los pinceles no iba a preocuparme. No pensaba preocuparme aunque los soltara y cogiera la brocha gorda que tenía entre sus piernas. Aunque hasta ese día nunca me había planteado hacer el amor con otro chico. No me consideraba bisexual, aún, pero sí de mente abierta, muy abierta.
Él tenía la lengua bien suelta y con la excusa de que se me pusiera dura empezó a contarme relatos de situaciones escabrosas y de escenas sexuales de todo tipo. Incluyendo algunas homosexuales con protagonistas de los dos géneros.
No me había fijado mucho en él, más que lo lógico al tenerlo delante de mí casi desnudo, bastante en realidad. Guapo, tipo nórdico, con una buena musculatura tórax desarrollado y abdomen y piernas de gran fuerza. Al poco tiempo de empezar con sus relatos ya teníamos las pollas en erección, los dos. Yo ya me había decidido a experimentar algo nuevo. Cuando me propuso un descanso estiré mis no muy mal formados huesos resentidos de estar tanto tiempo en la misma postura. Él me admiró diciendo:
-Eres muy guapo, con esas formas y ese cacharro no debes tener dificultades con las chicas.
-¡Bah! ahora no me interesan demasiado las mujeres.
Jugué a provocarlo, dejando que de lo interpretase como más gustase y haciendo lo posible para excitarlo. Podía haberme puesto otra vez el albornoz, pero me quedé desnudo. Para tomar un café me senté a su lado dejando que nuestros muslos se rozaran, viendo que para entonces ambos queríamos lo mismo.
En la mesa junto a las taza tenía preparada otra paleta con colores diferentes, algo que me extrañó. Pero no me había fijado mucho en ello.
- Ahora vamos a usar otro lienzo.
Hasta que metió un dedo en el naranja y lo pasó por mi pecho alrededor de mis pezones y en ellos. Estaba agradablemente fría. Me di cuenta que eran comestibles y que estaba jugando con ellos. Y se inclinó a lamerlos, su lengua en mis pezones me excitó aún más de lo que ya estaba. Lo imité y pasando la yema del índice por el chocolate, lo puse en su ombligo. Si quería jugar yo no me iba a quedar atrás.
Cuando el vertía algo en mi taza nuestras cabezas quedaron muy juntas, le miré a los ojos y aún se acercaron más, hasta que nuestros labios se juntaron en un apasionado beso. Nuestro primer beso. Mi lengua pasó por sus entreabiertos labios y tocó sus dientes hasta que sintió el contacto de la suya que respondía con un excitante contacto. Metí el dedo en otra de las tarrinas y se lo puse en la lengua directamente. Él chupó mi dedo.
Él dejó la cafetera, antes de que nos quemaramos y se hizo con mi rabo que comenzó a mover arriba y abajo masturbándome lentamente, no lo tenía nada difícil. Aunque admito que me gustan los preliminares ya estaba tan excitado que no me importaría dejarlos para después de correrme.
Mi mano derecha recorrió su muslo hasta sus testículos y se los acaricié suavemente. Los tenía depilados, ni un vello en su pubis y acariciaba la piel suave hasta cerrar los dedos alrededor del tronco de su polla. Retiré el pellejo de su glande y acaricié el rojo rubí.
Con la otra mano le acariciaba el culo, las nalgas y me introducía entre ellas buscando su ano. De pronto me puso las manos en los hombros y me empujó hasta que me tumbóen el mismo divan sobre el que había posado. Se subió sobre mí y puso su pene en mi cara, mirando hacia mis pies. Pasé mis manos en sus nalgas que abrí y un dedo se metía en el ano. Un sesenta y nueve nos permitiría tener nuestros orgasmos y seguir después con las caricias.
Y aprovechó para sacarse su ultima prenda, la camisa. Lamí sus huevos suaves. Empujé su espalda para que la polla me entrara en la boca. Abrí los labios pero no mucho para besar el glande, luego más para tragarlo. Mordisqueé con los labios la punta un rato para enseguida meterla entera. Le daba fuertes chupadas y lamidas con la lengua.
Incluso levanté sus muslos para poder lamer su su ano, algo que me encantaba hacer a las chicas. Al poco tiempo eyaculó por lo excitado que estaba y su semen me resbalaba por el mentón al no poder tragármelo todo.
Mi polla había sido objeto de idénticas atenciones por su parte, los besos en el capullo, en el tronco y en los huevos, Pero conseguí retener mi leche, aguanté más que él. Lo que aprovechó para incorporarse y moverse sobre mi cuerpo, y ponerse arrodillado sobre mi pubis. Estaba claro que me quería dentro.
Se abrió el mismo las nalgas con las manos. Con el glande duro le acariciaba el culo, le pasaba a lo largo de la raja arriba y abajo y lo ponía a la entrada del ano. Pero sin meterlo todavía, lubricándolo con un tubo de gel. Hombre precavido... pasamos un rato en esos preliminares. Hasta que una vez según bajaba al pasar por el agujero empujó y se lo clavó el solito.
Ayudé levantando la cadera. Me daba la espalda y podía acariciar sus nalgas. Subía y bajaba clavándose mi polla cada vez más. Me apretaba el rabo como ningún coño lo había hecho antes. Me corrí allí dentro y vi cómo mi semen rezumaba de su ano prieto. Tiré de él para que volviera a ponerse sobre mi cara y poder hacerle un beso negro, lamer toda esa lefa y su ano de nuevo.
Sintiendo dentro mi polla la suya se había recuperado y quiso usarla en mí a lo que no puse objeciones dispuesto a probarlo todo. Ya he dicho que soy de mente abierta y ese día de ano también. Me arrodillé en el diván poniendo el culo en pompa para que me lo abriera y lubricara suavemente, despacio, con la lengua primero, excitándome aún más. La sin hueso me estaba volviendo loco de deseo.
Después con los dedos y el gel lubricante. Aproximando su polla me la fue clavando con mucho cuidado en mi ano virgen, yo respondía echando el culo hacia atrás. Así me lo clavé desvirgándome yo solito.
El me abrazó acariciando mi pecho y el vientre y la polla flácida, besándome los hombros y la nuca y dándome lengua cuando yo giraba la cabeza. Echaba hacia atrás las manos sujetando su culo y sus muslos. Me follaba despacio pero firme haciéndome gozar.
Lógicamente el resto de la tarde nos olvidamos de los pinceles y del cuadro. Nos la pasamos acariciándonos, comiéndonos y follándonos.
Durante una temporada se dedicó a pintarme en todas las posturas y en los descansos follábamos de todas las maneras. Hasta que él se buscó otros modelos. A mí me contrató una fotógrafa pelirroja que también hace desnudos desnudándose ella con los modelos. Debe ser una técnica aceptada y nueva de trabajo pero evidentemente muy pero que muy placentera.
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domingo, 19 de septiembre de 2021
Albañil
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Chica albañil en un caluroso verano.
Provocando a sus compañeros.
Empecé a trabajar en la construcción a principios de año. Con el frio, cubierta hasta las orejas con tantas capas de ropa cono podía, ninguno de los otros trabajadores, albañiles, fontaneros, electricistas o lo que fueran no podrían adivinar mis formas. Aparte de la extrañeza de ver a una chica trabajando en una obra ellos no podían saber mucho de mi.
Según iba avanzando el año y haciendo mas calor usaba menos ropa, igual que ellos. Pero el ancho mono de trabajo aún disimulaba mi cuerpo. Hasta que uno de ellos dejó de usarlo y lo sustituyó por short vaquero y una ajustada camiseta. Evidentemente el levantar ladrillos es un buen ejercicio y su cuerpo fibroso y sus músculos duros así lo demostraban.
Mas de una vez me quedé mirándolo pensando en lo que ocultaba la camiseta. Más bien poco, por que su definido torso se marcaba perfectamente. Incluso si alguna brisa fría llegaba a un piso alto y nos pillaba juntos, podía ver sus duros pezones marcándose en el algodón. Otros fueron imitándolo.
Lógicamente había de todo, aunque la mayoría eran relativamente jóvenes y estaban bastante bien. Algunos maduretes lucían sus barrigas cerveceras en clásicas camisetas blancas de tirantes. A ver, que no es que yo sea muy escogida y dependiendo del nivel de alcohol en sangre alguna vez me he tirado a alguno e incluso alguna que no había por donde cogerlos. Pero pudiendo elegir...
Al final solo yo seguía usando la amplia prenda sabiendo que sus ojos lascivos y curiosos dudaban en si lo hacia porque quería ocultar un cuerpo feo o esconder unas bonitas curvas. Ni siquiera me bajaba la cremallera, si no estaba sola, aunque pasara calor. Pensaba mantener el misterio unos días más.
Según los veía sin camiseta luciendo los torsos musculosos, yo también los miraba con lascivia pensando en disfrutar de esas pieles que se iban bronceado con el sol del verano.
Ellos no sabían que debajo del mono lo único que llevaba puesto era mi lencería más pequeña. Sencilla, de algodón y lycra, sin encajes, ni adornos, pero lo más pequeño que había encontrado. El tanga solo tapaba los labios de mi vulva. El sujetador apenas tapaba unos pechos pequeños y duros que no necesitaban ningún sostén.
Mi cuerpo es delgado, fibrado, el trabajo duro también está haciendo algo por mantener mi forma física. Así que suponía que no tendría ningún problema por atraer al que quisiera de ellos. O si estaba muy caliente a varios. Pero no adelantemos acontecimientos.
Me había dado cuenta de que los viernes al salir el aparejador y el encargado se iban a tomar unas cervezas con los más veteranos. Eran gente que ya se conocía de otras obras y se tenían confianza. Dejando que los demás fuéramos recogiendo y terminando para dejarlo hasta el lunes.
Alguna vez habían hecho un intento de invitarme, pero suponiendo intenciones licenciosas en ellos había declinado amablemente. Si había esas inclinaciones prefería a los que se quedaban.
El viernes más caluroso de junio desde el piso alto en el que estaba trabajando vi como iban desfilando camino de la tasca más cercana, sudorosos y agotados. Era un momento tan bueno como cualquier otro para ver como reaccionaba los demás.
Eché un vistazo a ver quién tenía cerca. El albañil chulillo al que le gustaba exhibirse y un electricista francamente guapo pero del que sospechaba que le gustaban más los hombres que a un tonto una golosina estaban recogiendo las herramientas cerca de donde yo estaba.
Con deliberada lentitud empecé a bajar la cremallera del mono, hasta un par de centímetros por encima del pubis. Lo saqué de mis hombros y brazos y lo até a la cintura con un nudo sencillo que no tardaría mucho en soltarse. Me estaba exhibiendo adrede.
A esas alturas de la obra ya habíamos de dejado de usar cemento y aunque sudados, mucho, todos estaríamos relativamente limpios. Incluso los muros de pladur son terminar nos darían cierta intimidad.
El sujetador que llevaba a duras penas tapaba las areolas de mis pezones. Pero para provocar aún más cogí la manguera del agua y me di un buen remojón en la nuca y el pelo corto que llevaba ese verano. Lógicamente el líquido elemento al resbalar por mis hombros llegó a los pechos e hizo trasparentes los pequeños triángulos de algodón que apenas los tapaban.
El primero que se fijó en toda la maniobra fue el electricista. Yo me hacía la despistada. Aunque lo miraba de reojo. Su mandíbula le tocaba los pectorales bien formados. Claro que yo había pasado de hacerme la mojigata a dar esa exhibición sin término medio.
Le hizo un gesto al otro zagal para llamar su atención. Ambos se me quedaron mirando ojipláticos sin saber muy bien como racionar. Con el calor que hacía estar mojada no me molestaba y además estaría más limpia. Así que seguí echándome agua por encima mientras dejaba que fueran acercando.
Por cómo me miraban estaba claro que les interesaba el tema. En el short vaquero del albañil, Rubén, parecía que se empezaba a marcar la dureza de una polla. Se me puso delante y fue acercándose más hasta que pudo besarme. Para entonces el agua nos mojaba a los dos. Su fina camiseta blanca de tirantes mojada se trasparentaba del todo.
El electricista, Mario, se acercó por detrás y sujetando mi cadera empezó a besar mi cuello. Se había quitado la camiseta así que noté enseguida su torso desnudo pegado a la piel de mi espalda. Una de sus manos dejó mi piel y me di cuenta que la puso sobre uno de los pezones de Rubén. Rozando en el proceso uno de los míos. El albañil no pareció molestarse por ello.
Yo tampoco dejaba quietas las manos y me agarré al duro culo del albañil para tirar de él hacia mí. Conseguí meter la manos por dentro del flojo short y agarrar sus duras nalgas, directamente, su piel. Empezamos a cruzar las lenguas y a darnos saliva.
Mario se estaba ocupando de mover mí pequeño sujetador liberando mis pequeñas tetas. Lo que aprovechó su amigo para inclinarse y empezar a lamerlas. Mordisqueaba mis pezones con suavidad. Al inclinarse yo tiré de su short que ya le quedó a medio muslo. El pequeño slip que usaba también había dejado medio culo al aire y apenas podía contener su rabo.
Por fin el nudo que sujetaba mi mono se había soltado, dejando caer la prenda hasta mis rodillas. El pequeño triángulo del tanga estaba muy mojado y no era solo por el agua que me había echado por encima. Ellos se habían dado cuenta de lo poco que tapaba mi pubis y parece que les gustó.
El electricista también se había bajado sus pantalones y notaba su nabo firme en el canal de mis nalgas rozándose arriba y abajo. Sin buscar penetrarme todavía.
Nuestros gemidos estaban atrayendo más atención. A la puerta de la habitación donde estábamos se asomó Alex, uno de los fontaneros que estaba tendiendo tuberías en esa planta. Un pelirrojo guapo con el cuerpo definido. Se había sacado la polla, la tenía depilada. Mirándonos se estaba pajeándo con suavidad. Podía verlo sobre el hombro de Rubén sin camiseta, su pecho bronceado, con una mano de estaba pellizcando un pezón. Los vaqueros abiertos y un poco bajados para acariciarse con comodidad el rabo y los huevos.
Le hice un gesto para que se acercara. Como el albañil estaba bajando por mi cuerpo besando y lamiendo mi piel allí por donde pasaba el nuevo participante tenía sitio donde besarme. Rubén estaba ocupado en mi ombligo y se veía que de allí iba a bajar hacia mi coñito.
Así que Alex tras meterme la lengua hasta la garganta sujetó una de mis manos y empezó a subir besando y lamiendo mi brazo. Lamió mi muñeca delicado y suave. Siguió por el antebrazo la cara interna del bíceps hasta pasar la lengua por mi axila bien depilada y suave.
Estaba claro que había acertado con ellos, morbosos y cariñosos. Nos lo íbamos a pasar bien. Notaba sus lenguas y sus manos por todo mi cuerpo excitando cada poro de mi piel. Terminaron de desnudarme. Menos mal que tenía más lencería en mi taquilla. La que tenía puesta era irrecuperable.
Pronto tenia una lengua lamiendo mi coñito. Entendí todo lo que podía dentro de mi vulva. Pero a la vez detrás de mí unas manos separaban mis nalgas para que su dueño pudiera comerme el culo. El tercero seguía besándome, chupando mis pezones, el cuello, los hombros, los sobacos.
En cierto momento miré hacia abajo y vi como una mano pasaba entre mis piernas y le cogía la polla del otro que tenía arrodillado delante de mí. El dueño de ese nabo en vez de quejarse sabiendo que era otro chico el que lo acariciaba redobló sus esfuerzos lamiendo mi vulva.
Si que me gustaría verlos actuar entre ellos y lo iba a conseguir. Buscamos un sitio donde estar algo más cómodos que de pie el medio de paredes a medio terminar. Habían descargado ese mismo día un palé de suave material aislante recién traído de la fábrica. El plástico de los envoltorios nuevo y limpio. Me cargaron a hombros para llevarme hasta allí.
Creo que fue el pelirrojo fontanero el que se puso entre mis muslos para comer mi coño. Lamiendo los labios, subiendo hacia el clítoris. Levantando mis muslos para continuar en mi ano la placentera faena que Mario había comenzado.
Y no estaba segura de que fuera Alex por que ante mí cara tenía dos bonitas pollas también depiladas que me tapaban el resto del mundo. Enseguida me puse a acariciar los huevos de ambas, un escroto con cada mano. Me las acercaba a la boca y sacaba la lengua para lamer los glandes alternativamente.
Bajaba por los troncos de los rabos y lamía los huevos. Mientras chupaba una, pajeaba la otra con suavidad. Sus gemidos me decían que les gustaba lo que les hacía. Y de vez en cuando tenía que parar mi labor para suspirar yo por lo que el pelirrojo me hacía en el chichi. Conseguí pasar una mano entre los muslos de uno de ellos para jugar con su ano. Su dueño empezó a gemir más fuerte.
Los dos empezaron a besarse. Los veía cruzando lengua por encima de sus pollas. Alguna gota de su saliva cayó encima de mí. Estaba muy muy caliente y era hora de tener esos rabos en más sitios. Me incorporé para dejar que uno de ellos ocupará ese sitio.
Fue Rubén el que se tumbó y los otros dos me ayudaron a subir encima de él. Apoyándome en sus hombros mi cadera sobre la suya. Poco a poco bajando con su rabo en mi interior. Hasta apoyar mi culo en sus muslos. Me quedé quieta un momento esperando lo que vendría. Mario se coló entre nuestras piernas y con cuidado y mucha saliva fue penetrando mi ano.
Se acompasaron enseguida follando mis dos orificios. Quedaba Alex que acercó su bonito nabo a mi boca. Admito que Rubén me sorprendió cuando me ayudó con su lengua repasando el otro lado de la polla. Cruzábamos las sin hueso por la suave piel, por el escroto y por el glande. No necesitaba ni moverme a cada empujón del electricista notaba moverse dentro de mí el nabo de Rubén y uno de los dos se tragaba ese falo tan duro que teníamos en la boca.
Yo llevaba encima unos cuantos orgasmos. Mis gemidos y suspiros debían haber resonado por toda la planta inacabada. Y no era la única en hacer esos ruidos de placer. Ellos me hacían coro. Alex notando las dos lenguas el su polla fue el primero en correrse en la boca y por toda la cara del albañil. Tras terminar de limpiar la polla me dediqué a besar y a lamer los restos de la lefa del rostro de Rubén.
Seguimos dándonos lengua en un beso blanco, compartiendo el rico jugo. Esperaba con ganas que mis otros dos amantes se corrieran dentro de mí. Y quería saber lo que harían a continuación. No me decepcionaron. Tras derramarse en mi culo Mario se salió, se inclinó. Empezó a lamer mi ano del que rezumaba su semen y los huevos de Rubén que yo le dejaba pues me movía despacio sobre él con las piernas bien abiertas.
Por fin se corrió y la polla se le salió sola de mi vulva cuando se le quedó floja. Menos mal que Mario estaba pendiente y le limpió el nabo y de paso los labios de mi coño con su lengua juguetona.
En todo ese rato apenas habíamos cambiado algunas pocas frases. Algo así como ponte aquí, gírate, besáme o métemela. No había hecho falta nada más.
Bien follada, satisfecha les sonreía lasciva. Ellos me devolvían la sonrisa a gusto como el gato que se hubiera comido el ratón.
- Chicos esto tenemos que repetirlo.
Desde luego que estuvieron de acuerdo.
Fuimos a arreglarnos a los vestuarios. Y nos despedimos con unos morreos. No solo me besaron ellos a mí, también entre ellos. Lo que a esas ya no me extrañaba nada.
Desde luego conseguí repetir con ellos de uno en uno o varios a la vez y no solo en la obra.
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domingo, 5 de septiembre de 2021
Con Hada en una boda
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Una par de semanas después de la orgia de chicos en la piscina del relato "Fiesta de nabos" me invitaron a una boda. Fui solo porque mi mujer y los niños tenían otro compromiso. No nos apetecía arreglarlos tanto para un rato y que luego se portaran, bueno no mal, solo como niños.
Aunque me quedé con las ganas de ver a la parienta lucir el vestido de fiesta que se había comprado para la ocasión. Tuve que conformarme con un pase privado y así poder quitárselo yo, antes de lamerla entera.
Así que me tocó a mí representar a la familia. La verdad es que todo fue bastante aburrido hasta que me fijé en una chica. Mirando con un poco más de atención descubrí que era una joven transexual.
Toda una belleza, muy femenina con pechos pequeños y piernas larguísimas. Enfundada en un vestido de gasa estampada en colores claros y en algunas zonas muy fino y con aberturas. Se trasparentaba en el vientre descubriendolo plano con un pírcing en el ombligo.
También descubría sus largas y torneadas piernas y marcaba su culito respingón, con unos altos tacones era algo digno de verse. Una gargantilla en el cuello intentaba disimular la nuez. El cabello peinado en un recogido alto desnudaba el fino cuello dejando ver ese adorno.
Además de ella estuve disfrutando del espectáculo de unas cuantas chicas más con vestidos sexis y grandes escotes y algunos chicos con camisas finas. Durante toda la noche y el banquete era lo único que me mantenía entretenido. Apenas conocía a nadie y no podía charlar mucho, apenas comentarios casuales con desconocidos que no me importaban.
Volviendo a la joven transexual, tuvo detrás de ella algunos admiradores, moscones, uno de ellos más insistente que los demás. Contemplar el rito de cortejo fue divertido durante un rato. Además del resto de los participantes bailando y desmelenandose. Escotes de algunas de las mujeres, sus caderas y sus piernas.
Algunos chicos y hombres cuando se quitaron las americanas con camisas finas también tenían unos cuerpos definidos e interesantes. Lógicamente también había cosas horrorosas, pero claro no era cuestión mirarlas.
La chica joven que me había llamado la atención, la había perdido de vista un momento fijándome en las tetas enormes de una madurita en un escote enorme. En cierto momento desapareció de mi vista. Pensé que había salido al jardín a tomar el aire y se había llevado a su estela a su admirador.
Al rato vi al chico volver a entrar al chico solo, con cara de enfado y directo a la barra. Supongo que a enjuagarse la boca con alcohol. Temiendo que algo malo hubiera pasado salí al jardín. Al verla sola, sentada en un escalón, me tranquilice al darme cuenta que no había habido violencia. Pero no era difícil deducir lo que había ocurrido por la situación.
Me acerqué despacio para no asustarla. Le ofrecí un pañuelo. Se secó los ojos llenando la tela con su maquillaje e intentó devolvérmelo.
- Quédatelo. No lo necesito.
- ¿Sabes que todos los tíos son imbéciles?
- Todos no, pero una gran cantidad si.
- Pero ¿qué les pasa?
- Pues que no saben valorar a una belleza como tú. En algunos casos además de tontos del culo, cegatos.
Eso por fin le arrancó una bonita sonrisa.
- No puedo ver llorar a una chica guapa, eso está mucho mejor.
Soltó un bufido, herida todavía por lo que le acababa de pasar.
- Si, ¡chica! si lo fuera de verdad no me pasarían estas cosas.
-Bueno, eres una chica de verdad y a las que han nacido así también les pasan cosas. Nadie es perfecto cielo. Cada uno tenemos que pelear con las armas que nos dan.
- Pero en mi caso, tengo la pistola equivocada.
Sonrió. Viendo que empezaba a bromear me tranquilice.
-¿Y eso que importancia tiene? Hay muchas más cosas aparte de la pistola. Inteligencia, simpatía, personalidad, dulzura, belleza, creo que no te faltan cualidades para conseguir lo que te propongas.
- Ahora me estás adulando.
- Descaradamente.
Tuve que admitir, con lo que volvió a sonreír.
-¿Qué querrás de mí?
-Solo lo que quiere un caballero de una bella dama. Una sonrisa, compañía, un baile, que te tomes una copa conmigo. ¿A qué más podría aspirar un vejete como yo de una jovencita como tú?
- Compañía, ya me estás haciendo, sonrisas ya las has conseguido. Una copa y un baile podemos hacerlo si no te importa que te vean conmigo. Y lo demás... habría que verlo, no pareces tan viejo como para estar con una jovencita. Aunque si pareces casado.
Tonta no era, se había fijado en mi alianza.
- Me importa un pimiento con quien me vean y lo que piensen. Aquí nadie le va a ir con cuento a mi mujer. Al fin y al cabo solo es un baile y una copa. ¿no?.
Se lo pensó un momento, no sé si por no querer líos con un casado o por considerarme muy maduro para ella, o solo me lo pareció por mi propia inseguridad. Haciendo una absurda reverencia que casi le hizo reír le tendí la mano para ayudarla a levantar el precioso culito de la dura piedra donde lo tenía apoyado.
Ella sujetó mi mano y se levantó con gracia apoyada en sus inverosímiles tacones. Se colgó de mi brazo para volver a entrar al salón en busca de esa copa que le había prometido y de al menos un baile. Fue al baño a retocarse el maquillaje dañado y volvió aún más bonita.
Con las copas en la mano seguimos conversando de naderias. Me gustaba que me vieran con esa belleza. A esas alturas ya coqueteaba conmigo descarada. Parecía agradarle mi compañía.
-¿Bailamos?
- Desde luego.
Nos deslizamos por la pista como si estuviera recubierta de hielo o aceite. Bailaba de maravilla. Al principio la tenía cogida de la fina cintura y ella se agarraba a mi hombro y mi mano, típico. Pero poco a poco mis manos fueron bajando al pétreo culo y las suyas pasaron a colgarse de mi cuello. Empezamos a apretarnos el uno contra la otra, entre nuestros cuerpos no cabía ni una hoja de papel de fumar.
Me acariciaba la nuca y yo le sonreía como un bobo. Pero también aprovechaba la oscuridad de la pista para amasar sus nalgas. En nuestros pubis juntos se empezaba a notar cierta dureza, en los dos. No sólo no se quejaba sino que me devolvía la sonrisa.
- Me lo estoy pasando de miedo contigo. ¿Por qué no viniste al principio de la ceremonia?.
- Por qué no me hubieras hecho caso. Un maduro como yo con una preciosidad como tú.
- Ni eres tan maduro ni yo tan bonita. Y desde luego tengo mis propios problemas.
- No hablemos de eso, ya está olvidado.
La besé, después de todo, eso ya era inevitable. Me devolvió el beso. Su lengua buscó la mía y empezaron a jugar, cruzándose dentro y fuera de nuestras bocas. Juraría que el gallito que la había acosado antes ahora nos miraba con envidia. Pero me centré en ella. Mirándola a los ojos, oliendo el aroma de su piel y cabello, besando su fino cuello.
Devolvía mis caricias amplificàndolas lo que podía considerando que estábamos en público. Juguetona pellizcaba uno de mis pezones sobre la fina tela de la camisa.
-¿Y si cojo una habitación en el hotel?
- Pues no sé. ¿A qué estamos esperando?
La cogí de la mano para ir a la recepción. Creo que nuestras sonrisas tontas le hicieron saber al recepcionista lo que necesitábamos sin abrir la boca. Solo cogió mi tarjeta y me alargó la llave. Ya en el ascensor nos comíamos la boca con ansia de saborearnos, con sed de saliva.
Casi no podía esperar a llegar a la habitación para arrancarle el vestido que tanto me había impresionado. Una cosa era ver su suave piel a través de la gasa y otra el deseo que tenía de acariciarla y besarla.
Cuando por fin estuvimos a salvo de miradas indiscretas tras una puerta solo tuve que tirar de la prenda hacia arriba y sacarla por encima de su cabeza. Ella misma había soldado un trozo de tela que lo ceñía a su cinturita. Verla allí ante mí, solo con sus tacones y un tanguita que apenas cubría una polla a esas alturas ya bien dura me excitó con pocas veces había estado antes.
Unos cabellos habían escapado del recogido esu melena en nuestros escarceos anteriores dándole un aspecto de felino salvaje. El tatuaje de un hada muy cerca de su pene sobre el pubis depilado adornaba lo que no necesitaba de ningún complemento para ser precioso.
Tuve que dedicar un momento a contemplarla. No quería perder ningún detalle.
-¿Quieres hacerme una foto para recordarme?
- Te haría un montón, pero por ahora te guardaré en mi memoria. Prefiero disfrutarte. ¿Me ayudas a librarme de algo de mi ropa?.
- Por supuesto.
Contestó sonriendo. Y empezó a desabrochar mi camisa. Lo hacia lento, sensual y juguetona, acariciando mi piel e incluso dándome besitos y mordisquitos. Le dejaba hacer con gusto, la chica sabia lo que hacía. Cuando el fino algodón resbaló por mis brazos, acarició mis bíceps, besó la cara interna de mis codos y hasta la palma de mis manos. Incluso levantó mis brazos para lamer mis axilas.
Ya estaba muy caliente pero ella me estaba haciendo arder. Abrió la hebilla de mi cinturón y en cuanto soltó el botón y la cremallera estos cayeron a mis pies. El reducido slip que llevaba, poco más grande que su tanga pareció gustarle. Pero no supuso un gran inconveniente, terminó en mis tobillos de un tirón. Mi rabo saltó ante su bonita cara y se quedó mirándolo unos segundos.
-¿Quieres hacerle una foto?
Eso le arrancó una carcajada.
- Un montón, pero ahora vamos a disfrutarla.
Y dejándome como un pato, sin poder moverme, la levantó con la mano y empezó a lamer mis huevos. Golosa incluso se los metió en la boca. Ver esa linda carita con la lengua fuera, rodeando mi polla y esa expresión de lujuria me excitaba aún más.
Tuve que apartarme o corría el riesgo de correrme. Por fin tuve un segundo para librarme de toda la ropa que me quedaba. E inclinándome volví a besar sus dulces labios. La lengua juguetona buscó la saliva dentro de mi boca. No me daba un momento de respiro, ni yo lo quería.
Suavemente sin dejar de besarla la empujé hacia la cama. Colocándome sobre ella sin dejar de acariciarla. Su piel era suave y cuando la lamía dulce. Empecé a bajar besando y chupando su cuello, sus hombros, levantando sus brazos para probar el sudor de sus axilas.
Deseaba mordisquear sólo con mis labios esos pechitos que aunque apenas despuntaban eran terriblemente sexis. Lo hice, como con sus pezones, duros como para arañar un cristal. Sus gemidos llenaban mis oídos. Lamí su vientre plano y el pequeño pírcing que adornaba su ombligo. El tatuaje me llamaba y pasé la sin hueso por toda la piel del pubis antes de recorrer su escroto.
Me dediqué un buen rato a sus genitales, que se habían salido solos de la pequeña prenda que debía ocultarlos. Chupando sus huevos, y subiendo por el duro tronco de su polla. Se me dan muy bien las mamadas y sé que le estaba gustando. Pajeándola con ternura mientras babeaba todo lo que mi boca alcanzaba. Me la metí en la boca, apretándola contra mi paladar mientras la acariciaba con la boca.
Tampoco quería que se corriera pronto y eso que deseaba saborear su lefa. La giré para mordisquear esas durísimas nalgas. Separarlas, lo que hizo ella misma para dejarme lamer toda su raja. Aún tuve que apartar la goma del tanga para clavar la sin hueso en el ano y lubricarlo con mi saliva. Cuando llegué al agujerito el gemido que soltó debieron oírlo en la habitación de al lado.
Así que continué por la parte posterior de sus bien torneados muslos y pantorrillas hasta sus pies. Aunque grandes eran muy bonitos y cuidados. Me puse a chupar sus dedos, uno por uno. Haciéndole cosquillas y pasando la lengua por la planta. Su risa cristalina iluminó la habitación de hotel.
- Vamos, déjate de ponerme más cachonda aún y fóllame. Me tienes como un horno.
- Súbete encima y clávatela. Quiero que me cabalgues, ver esa carita de vicio mientras te mueves.
Me tumbé en la cama y ella subió su cadera encima de la mía. Dejó caer saliva en mi glande y lo extendió con un dedo como jugando. Por fin acercó el culito y fue sentándose encima. mi glande abriendo despacio su ano. Estaba claro que no era virgen, su expresión era de puro placer, de puro vicio.
Se movía de maravilla, como antes en la pista de baile, su cadera parecía que sabía sola lo que tenía que hacer. No se limitaba sólo a subir y bajar, hacía círculos y me exprimía el rabo. Yo no tenía manos suficientes para acariciar todo lo que quería. Así que me dediqué a sus tetitas y a su preciosa polla. La sujetaba con ternura mientras ella misma se movía sobre mí.
Ya poco más tarde en llenarle el culito de semen. Y cuando terminó de sacarlo apretando el ano tiré de ella para subirla sobre mi pecho. Hasta poder meter su nabo en la boca. Justo a tiempo para apretar los labios en torno a su glande y recibir su orgasmo en la lengua. Hasta la última gota como ella con la mía.
No me dejó tragarlo, se inclinó sobre mí para besarme y compartirlo. Estirada a mi lado, los dos de costado, mirándonos a los ojos, con mi brazo por sus hombros no dejamos de besarnos y acariciarnos compartiendo su semen en las lenguas. Charlábamos mientras nos relajábamos.
-Pues para tenerte por un maduro me has dado el polvo del año. Pocas veces he disfrutado así.
- Esta claro que has colaborado. Cariño. Ya no pareces muy preocupada por tu pistola.
- Con el tratamiento que le has dado preocuparme sería lo último. Ojalá todos los chicos fueran como tú y me trataran así.
- Todos, es mucho generalizar, pero seguro que encuentras los suficientes como para cumplir tus expectativas. Eres espectacular cielo. ¿Sabes? A mi mujer le encantarías, ya que decías que te gustan las chicas también.
- Si es tan morbosa y dulce como tú deberías presentarnos.
- Buscaremos el momento. ¿Te quedas a dormir?
-¿A dormir?
Preguntó con una carcajada.
-O a lo que surja y mañana desayunamos juntos.
Dormir, no dormimos mucho esa noche. El desayuno fue pantagruélico para reponer fuerzas. Y si, ahora mí mujer y ella se conocen. También nos hemos hecho muchas fotos. Pero eso lo dejo para otro día.
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miércoles, 1 de septiembre de 2021
Invítame a pecar
Nunca habría pensado que me pudiera afectar el complejo de lolita de alguien y menos de un chico. Yo siempre me había considerado heterosexual practicante y pensaba que los hombres no eran para mi.
Por razones de trabajo me tendría que desplazar una temporada a otra ciudad lejos de mi domicilio habitual. La empresa se encargaba de todo y me buscó alojamiento en casa de una familia. El padre, la madre y un chico guapísimo de unos diez y ocho años. Delgado, tez pálida, moreno y largo el cabello, claros ojos dorados y felinos, un hermoso ejemplar. Yo en cambio maduro, no es que me conserve mal del todo, estoy soltero e incluso tengo mis líos de vez en cuando, con mujeres por supuesto. Pero ni por mi físico ni por mi dinero ni por cualquier otra cualidad imaginable pensé que pudiera atraer a una persona tan joven sea chico o chica.
Yo trabajaba de noche cuando no interrumpía el resto de las operaciones de la planta y terminaba cuando entraban los obreros. Sus padres en cambio tenían un horario mas normal y al ser pleno verano él estaba de vacaciones. Así que prácticamente yo pasaba la mayor parte del día con él. Más considerando que no conocía a nadie en esa ciudad.
Al principio ni me daba cuenta de su presencia, me limitaba a hacer mi vida. Aprovechando para dormir y relajarme cuando salía del trabajo. Pero poco a poco su personalidad se fue haciendo notar. Él y yo usábamos el mismo baño en la planta baja del chalet, lo veía tomar el sol desde mi ventana en el jardín con un bañador tan pequeño que apenas cubría nada de su bello cuerpo.
Detalles que al principio me pasaron desapercibidos: Siempre que estaba conmigo o donde yo pudiera verlo apenas llevaba ropa mientras que con sus progenitores siempre se ponía camiseta. Su ropa interior olvidada en el baño con manchas de semen. Roces que parecían descuidos en el pasillo o la cocina cuando buscábamos la comida que su madre debía dejar preparada. Siempre parecía que su duro culo estaba en el camino de mi polla.
Conversábamos día a día con mas confianza aunque no tardó en decirme que le gustaban los hombres, dijo eso y no chicos, como yo hubiera esperado. Yo también me mostraba mas abierto, empecé a tomar el sol con él aunque mi bañador era mucho mas grande que el suyo. Y a tener más confianza, me pasaba el día sin camisa hasta que llegaban mis hospedadores. A veces lo invitaba a pizza, en vez de comer lo que nos habían dejado preparado y divertido observaba como se le iban los ojos tras el guapo repartidor.
Una tarde salimos juntos de compras, lo llevé en mi coche y entramos juntos en las tiendas de un centro comercial. Me animó a comprarme ropa mas juvenil e incluso bañadores como los que él usaba tipo slip. Y también ropa interior en una pequeña boutique del centro comercial dedicamos un buen rato a rejuvenecer mis calzoncillos. Cuando le ofrecí regalarle lo que quisiera me dejó asombrado escogiendo un par de tangas y un suspensorio.
Me entró curiosidad por esas prendas y yo también terminé comprando algunas para mí. Una vez a solas en mi habitación me las probé y descubrí que no me sentaban del todo mal. Incluso me notaba más joven con ropa que nunca se me habría ocurrido comprar yo solo.
Le pedí consejo sobre algún pub o bar al que pudiera ir y se ofreció a hacer de cicerone. Quedamos para salir juntos en mis noches de descanso. Era un sábado, esa noche yo descansaba y con mi horario cambiado no me costaría trasnochar.
Por supuesto cuando quise darme cuenta estábamos tomando copas rodeados de hombres cachondos que se ligaban o directamente se besaban y metían mano. Era la primera vez que entraba en un pub de ambiente pero sorprendentemente me pareció un sitio muy agradable. Todas la noches que salíamos me llevaba al mismo tipo de bar. Por supuesto él no permitió que nadie se me acercara guardando mi honra con la fiereza de la mejor carabina. Claro que empezaba a sospechar, mas bien a tenerlo muy claro, que la guardaba para sí. Le invité a todas las copas que quiso tomar, que no fueron demasiadas, estuvo bailando, algo a lo que yo no me atreví. No se si bailaba o se exhibía remedando con sus movimientos la lujuria de una cópula. Si sé que la mayoría de los tíos miraban con deseo sus meneos al ritmo de la música, lo que yo ignoraba por qué eso me daba celos.
Cuando salimos a la calurosa noche él parecía más borracho de lo que correspondía a lo que había bebido. Lo que me hizo sostenerle ayudándole a caminar hasta mi coche y notando sus manos en sitios que me incomodaban pero que también me excitaban. Apoyaba la cabeza en mi hombro al volver había el coche y su suave melena rozaba mi barbilla, su brazo me rodeaba, la cintura lo que me daba ternura. Desde luego la curda se le pasó misteriosamente justo antes de cruzar la verja del jardín.
Entramos con la actitud de dos buenos amigos saludado a su familia que se habían quedado viendo la tele con total normalidad y retirándonos cada uno a su dormitorio. Al pasar por el salón creo que ambos nos dimos cuenta de que el padre lucía una enorme erección en el reducido y casi trasparente pantalón del pijama y que tenía una mano bajo la ligera falda del pequeño y fino camisón de verano de ella. Que la película que se veía en la pantalla tenía un alto contenido erótico, además de las copas que tenían ante ellos sobre la mesa. Parecía que ellos también tenían montada su particular fiestecita.
Al día siguiente, domingo, sus padres habían montado una barbacoa en el patio, lo que nos obligó a levantarnos mas pronto de lo que pretendía. La etiqueta era: los chicos en bañador y ella con un mínimo pantaloncito vaquero y el escueto sujetador del biquini. La verdad es que yo ya me había fijado en los pechos de la madre pero con ellos presentes no podía ser muy descarado. De vez en cuando podía echarles un vistazo de reojo. Y cuando el chico me sorprendía haciéndolo su ceño se arrugaba. Me daba cuenta de que no era por que me atreviera a mirar a su madre con lujuria sino por que no lo miraba a él con esa actitud.
Lógicamente nuestros bañadores eran del tipo bermuda, muy grandes que disimulaban cualquier actividad que pudiera pasar por debajo del ecuador y no las reducidas prendas que usábamos estando a solas. De la parrilla se ocupaba su padre. Mientras ella ponía la mesa y meneaba su culo y sus tetazas por todo el jardín. La verdad es que para sus cuarenta y tantos estaba francamente bien. El sujetador apenas podía contener la abundancia de sus pechos que sobresalían por los laterales de la tela de las copas y cada vez que se agachaba a recoger algo buena parte de sus poderosas nalgas asomaban por debajo del corto short.
Entre los bamboleantes pechos de ella y las miradas de celos de él agradecí que la prenda cubriera mis más bajos instintos. Para entonces la idea de hacer el amor con el bello muchacho había ido calando en mi mente. Su delgado cuerpo me provocaba cada vez más. Con la cabeza hecha un lío fui esa noche a trabajar. Los acontecimientos se estaban precipitando.
Al día siguiente volveríamos a estar solos y a poco que se insinuara él sabía que yo iba a caer. De forma inconsciente cuando de madrugada llegué tras pasar por el baño me puse para dormir uno de los nuevos suspensorios. Me encontraba cómodo con esa prenda.
Mi sueño fue intranquilo y no solo por el calor de la mañana, los nervios no me dejaban dormir. Oí levantarse a sus padres y marchar. Daba vueltas en mi cama y cerca del mediodía cuando parecía que acababa de quedarme dormido entró en mi cuarto. Como un sueño, sensual, pálido, hermoso, una delicia. Al despertar lo vi en el umbral contra el resplandor del sol del mediodía parecía un ángel sexi.
Le hice un gesto para que entrara. Solo tapaba su cuerpo con uno de los tangas que habíamos comprado juntos, el más pequeño. Su belleza me tenía obnubilado. Sinuoso, caminaba hacia mi cama sin que yo pudiera moverme, hipnotizado por sus felinos ojos claros. Se sentó a mi lado dejando sus prietas nalgas a unos centímetros de mi mano. Sabíamos que ese era el momento. Que ya no había marcha atrás. Se inclinó hacia mi y dulce como todo lo que hacía me besó. Se apoyó en mi pecho acariciando mis pezones que a esas alturas estaban tan duros como mi polla. Él ya sabia que me tenia en sus manos y que sólo deseaba follarmelo.
Sus tiernos labios se pasearon sobre los míos, mordisqueándolos, al principio suaves pero pronto se hicieron mas ardientes. Una de sus manos acariciaba mi pecho notaba sus dedos rozando apenas mi piel. Empecé a usar la lengua, buscaba la suya cada vez con mas ganas. La humedad de su boca, su saliva cayendo a mi boca desde la suya cada vez mas lascivos.
Su mano empezó a bajar por mi vientre, deteniéndose un momento en el ombligo siguió por mi peludo pubis. Debajo del suspensorio agarró por fin el tronco de la polla, las ganas que tenía. Me pajeaba suave sin separar la lengua de mi boca. Yo no podía moverme paralizado por sus atenciones. Empezó a bajar por mi pecho lamiendo mi piel y mordisqueando mis pezones. De vez en cuando tenía que parar para escupir alguno de mis pelos. Sonriendo me dijo:
-voy a tener que depilarte para poder comete a gusto.
Y a mí no me disgustaba esa idea. Por fin pude moverme y deslizar mi mano por la espalda abajo buscando ese culo que el tanga dejaba desnudo. Al fin lo tenia en la mano apretando su nalga y amasándola. Y él llegaba al suspensorio por donde asomaba mi rabo durísimo, lo miraba con cara de vicio, apartaba la escasa tela y gemía con mi polla ante su cara al notar mi mano.
Por fin se decidió a meterla en la boca, con largas lamidas de los huevos al glande me estaba dando la mejor mamada de mi vida. Y lo único que yo podía hacer era agarrarme a su culo e intentar no correrme enseguida para no quedar mal, además de gemir y suspirar. Ni pensar en la tabla de multiplicar me fue útil en ese momento. Lógicamente no sirvió de nada, era tal el morbo que me estaba dando que en dos minutos le llené la boca de lefa. No pude ni avisarle, lo que no pareció importarle. Lo guardó en la boca y volviendo sobre mi cara lo dejó caer en mi boca sobre mi lengua. Ya no me importaba nada, solo quería disfrutar de esos nuevos placeres que se abrían ante mí y abrí la boca para recibir esa mezcla de mi semen con su saliva. Detrás de ella vino la lengua que jugaba con la mía y volvimos a besarnos con todo el vicio que ese muchacho estaba despertando en mí.
Aprovechó un momento para sacarse el tanga y quedar desnudo ante mí. Recostó la cara sobre mi pecho pegándose a mi cuerpo para descansar un momento. Yo notaba su polla durísima adosada a mi muslo depilada y suave piel contra piel. Conseguí estirar la mano para alcanzarla y acariciarla con suavidad, la primera que tocaba en mi vida aparte de la mía. Era un buen aparato para su juventud y me gustaba sentirla caliente y dura cabecear en mi mano. Y quería mas, quería verla de cerca, acariciarla, probarla y lamerla como él había hecho con la mía. Tiré de sus axilas subiéndolo sobre mi cuerpo, a caballito, hasta sentarlo sobre mi pecho. Hasta tener ese rabo sobre el que tanta curiosidad sentía justo enfrente de mi cara. Lo miré a los ojos con picardía un momento y me devolvió la mirada curioso por ver hasta donde era capaz de llegar.
Lo besé, en el glande, notando en mis labios el sabor de su líquido pre seminal, recogiéndolo con mi lengua. Luego lamí la piel suave de sus huevos y los chupé como caramelos. Por fin me dediqué al tronco que orgulloso se levantaba rozando mi nariz. No tenia la practica para meterlo entero en la boca pero si pude lamerlo. Meterme el glande en la boca y chuparlo. Seguí con ello, quería que se derramara en mi boca, como yo había hecho en la suya y como yo, la excitación le pudo y en un momento sentí su semen. Ya había saboreado el mío así que no me importó tener el suyo. Y volvió a besarme, esta vez fue su sabor el que compartimos. Con su cuerpo sobre el mío mientras acariciaba su espalda y culo seguíamos compartiendo saliva en besos lascivos.
Mi polla se estaba recuperando a pasos agigantados, lo que no solía ocurrirle tan pronto. Pero ese chico me ponía a mil, él y todo ese nuevo sexo que estaba experimentando. Y él lo notaba justo en su culo, entre sus nalgas endureciéndose. Sonrió al sentirlo y empezó a mover el culito arriba y abajo para excitarme mas, a apretar las nalgas para apresar mi rabo entre ellas. Cuando consideró que la cosa estaba lo bastante dura sólo usó nuestras salivas mezcladas que recogió con los dedos de nuestras bocas para lubricarse el ano. No necesitaba mucho más, parecía que dilataba muy bien y que mi polla no era la primera que probaba. Se incorporó un poco apoyándose con las manos en mi pecho para clavarse mi rabo. Nunca lo había tenido en un sitio tan estrecho, tan apretado. Me cabalgaba despacio sintiéndonos el uno al otro, mirándonos a los ojos con expresiones de vicio y placer gimiendo y suspirando.
Su pene también se había vuelto a endurecer y cabeceaba sobre mi vientre. Ni pude hacer otra cosa mas que agarrarla y dejar que se masturbara solo con el movimiento de la follada. Él se corrió con fuerza sobre mi pecho y poco antes yo lo había hecho en el interior de su ano. Sellamos ese momento con un nuevo y lascivo beso restregando su lefa entre nuestros cuerpos, lo que me pareció muy morboso. Apenas nos quedaba tiempo para una ducha antes de que llegara su madre y ventilar la habitación para que no se notara tanto el olor a sexo. Ni siquiera pudimos ducharnos juntos.
Aún seguía celoso de las miradas que le echaba al cuerpazo de su madre a pesar de como le había follado. De como nos habíamos revolcado sobre mi cama el día anterior. Así que esa mañana quiso darme una sorpresa. Al ir a despertarme apareció en mi puerta vestida de chica y digo vestida y no disfrazado por que estaba fantástica. Incluso se había maquillado. Si no supiera que era hijo único le habría tomado por una hermana desconocida.
Me levanté desnudo como había dormido y con un empalme brutal aún no se si era el típico mañanero o se me puso la polla como una piedra al verlo así, teniendo ese detalle conmigo. Cogí su mano y la hice girar sobre si misma para poder ver esa maravilla por todos los ángulos. Una vez que me dio la espalda la abracé, rodeé su cuerpo con mis brazos atrayéndola hacia mi cuerpo.
Colocado a su espalda subí despacio la minifalda que se había puesto acariciando sus ahusados muslos. Le cogí por la cintura y lo apreté contra mi pecho. Se había propuesto volverme loco. Besé su cuello apartando su melena negra como ala de cuervo, el top con escote barco que había cogido del armario de su madre me dejaba lamer su hombro. Llevaba un tanguita de mujer, de encaje, muy pequeño y sexi, apenas podía contener su polla, solo la sujetaba contra su plano vientre, pero eso no podía verlo, solo palparlo. Ante mí solo tenía sus duras nalgas prietas apretadas contra mi dura polla.
-¿he sido una niña mala?. Le he cogido ropita a mi mamá. ¿Me vas a castigar?
-¡no!, nunca se me ocurriría azotar este culo tan bonito. Si está como para comérmelo.
Uniendo acción a la palabra, me agaché y empecé a besarlo, recorrer su piel tan suave y fina como la seda con la lengua. Deslizar mi cara por la raja del culo separar las nalgas con las manos. Apartar la tirilla de encaje que las separaba y clavar la lengua en su limpio y cerrado ano. Me volvía loco ese culito, duro y prieto, redondito, como se abría a mis besos y caricias.
Deslicé el tanga por sus largos muslos para evitarme la tentación de romperlo y que su madre se diera cuenta. Aunque me da que a esas alturas ella estaba al tanto de quien follaba con su hijo. Sólo al ver las sonrisas de bien follado y su actitud alegre de los últimos días. Y sí, seguro que se había dado cuenta de que su ropa y lencería estaban revueltas aunque fuera él quien hacia la colada.
Una vez sin el tanga se sentó sobre mis muslos desnudos echando la faldita atrás. Sus nalgas desnudas sobre mis piernas y rozándose con mi durísima polla. Mis manos seguían rodeando su cinturita como si se me fuera a escapar. Y él rodeaba mi cuello con sus finos brazos besando y lamiendo toda mi cara de la barbilla a la frente.
Cogí un puñado de su melena negra lisa y suave y eché su linda cabeza hacia atrás. Abrió la boca y sacó la lengua pidiendo mi saliva, la dejé caer desde mi lengua y luego la junté con la mía buscando mis babas junto a las suyas dentro de su boca.
Le miraba a los ojos con toda la seriedad y concentración que su cuerpo entre mis manos me permitía y le dije:
-no quiero que seas sumisa. Te quiero lascivo, morboso, putita y quiero que pidas lo que deseas y te hagas valer. Te deseo como eres, me sedujiste con tu personalidad y yo era heterosexual. Nunca me valdría un esclavo o esclava, es absurdo que en pleno siglo XXI alguien busque placer dominando o maltratando a alguien. Eres una guarrilla por ti mismo, no necesitas que nadie te mande.
-me gustas, ademas de por que estas bueno,
Ahí casi suelto una carcajada, nunca me he considerado un cachas o un buenorro. Pero él se estaba abriendo a mí y no quería cortarle por nada del mundo. Me seguía hablando mientras se giraba mirándome a los ojos y sin sacarse mas ropa se volvía a clavar en mi polla. Mis muslos cubiertos por la faldita. Se movía suave, despacio subiendo y bajando y disfrutando de la profunda penetración. Nos besábamos con ternura sin dejar de hablar. Me gustaba ese chico, aunque no lo amara, ni él a mí, teníamos un sexo fantástico. Un sexo que yo descubría con él.
- por que me haces ser yo mismo, libre, comportarme como deseo ser, sacar todo el morbo y la lascivia, sin ataduras. Ya sabes que con mis padres no me atrevo a hacerlo, aunque no son precisamente puritanos.
No lo eran, las mañanas de los fines de semana se les oía follar y gemir como hacíamos nosotros cuando estábamos solos. Sin cortarse un pelo sus gemidos que se podían oír por toda la segunda planta dejaban claro que también sabían pasarlo bien follando. Suponía que no se tomarían a mal la tendencia de su hijo y la mía no tenia por que importarles un pimiento. De todas formas sería una conversación incomoda si nos pillaran en una situación comprometida y tuviera que decir:
-¡Ejem! Disculpe señora pero me follo a su hijo.
¿Eso nunca llegó a pasar?, no se como hubiéramos reaccionado o no lo contaría. Todo tiene un final y mi trabajo allí también terminó. Volvía a mi casa y me tuve que despedir de él. Fue una mañana fantástica incluso pude follarle a cuatro patas algo que no solíamos hacer. Le gustaba ver mi cara de vicio cuando le penetraba. Así que siempre me cabalgaba o boca arriba con sus piernas en mi pecho le sujetaba la cadera y entraba en su culito despacio como nos gustaba a los dos. Y siempre con sus ojos clavados en los míos.
Nos lo habíamos pasado bien y nos echaríamos de menos pero encontraríamos otras personas con las que repetir esos placeres. Seguimos en contacto. Él tiene novio, un chico de su edad, y viven los dos con sus padres incluso están pensando en adoptar un niño juntos. Yo he repetido con chicos y hombres sin dejar de hacerlo con mujeres pero casi nadie ha sido capaz de darme tanto morbo después de él.
Hada con su doctora
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La facultad de medicina y las prácticas de MIR habían abierto mi mente y mi actitud. Algo que mi educación en un colegio de monjas había iniciado, no por las hermanas, claro, sino por mis pervertidas compañeras. Pero estos años universitarios con médicos y enfermeras siempre dispuestos a pasar un buen rato consiguieron ampliar mucho más mis horizontes.
Han pasado unos años desde entonces pero esa actitud liberal no la he perdido nunca, más bien he tratado de cultivarla cada vez que tenía oportunidad con algún buen ejemplar. A veces si era posible con dos o más a la vez.
Ahora estoy de médico de familia en un centro de salud de barrio. No ofrece tantas posibilidades pero nunca he dejado de prestar atención a las opciones que se abrían ante mí. Así han caído compañeros y compañeras, más de un paciente o familiar de buen ver e incluso uno de los camareros del bar al que voy a tomar café en los descansos, un jovencito encantador y muy complaciente.
Una calurosa tarde de verano una choni entra en mi consulta. Era la última paciente del día y un bonito espectáculo por si misma. Delgadita y provocativa, minifalda vaquera muy corta, top luciendo unas tetitas pequeñas pero bonitas y que desnudaba su torneada espalda.
Unas inverosímiles sandalias de plataforma elevaban ese bonito cuerpo a casi diez centímetros del suelo. Al verlas lo primero que pensé es que venía por un esguince en el tobillo. Nunca la había visto por el consultorio, me habría fijado en ese ejemplar. Acababan de pasarmela de otro médico ciertamente con más escrúpulos que yo y que no quería atenderla.
Deslicé la vista desde las pintadas uñas de los pies a la lisa y preciosa melena rubia teñida y muy cuidada, recreándome en su exótica y salvaje belleza. De inmediato me di cuenta de lo que ocurría, las palabras escaparon de mí boca con una incontinencia verbal que no suele caracterizarme.
- pero ¡alma cándida! ¿a que edad empezaste a tomar hormonas?.
La nena tuvo el detalle de ruborizarse y a punto estuvo de salir corriendo por la misma puerta que acababa de cruzar. Desde luego que se lo impedí y avergonzada por mí actitud le pedí de inmediato disculpas por mi torpeza.
- Perdóname pero me has pillado de sorpresa. Nunca se me ocurriría tratarte así. Pasa y cierra. Así estaremos más tranquilas y me cuentas lo que te preocupa.
Tenía que hacerle un chequeo completo para comprobar que la alteración hormonal no había causado algún problema. Ahora que aún estábamos a tiempo de tratarlo si existiera.
- Desnúdate y tiendete en la camilla, tenemos que comprobar que estés bien y ajustar el tratamiento si lo necesitaras.
Para tranquilizarla mientras se libraba de su escaso atuendo y sin que yo me perdiera ni un detalle de tan bonito striptease le fui preguntando por lo que había tomado y por cómo se encontraba. Aparte del problema puntual por el que había venido ese día, una tontería de adolescente. Parecía encontrarse bien, francamente bien a primera vista.
Tenía, tiene, un cuerpo precioso, delgado bien moldeado, en el que empezaban a despuntar dos pechitos que prometían llegar a ser dos hermosas tetas. La cadera se le había redondeado que le había dejado un culito respingón y firme. Tenía pinta de hacer ejercicio además del tratamiento que había empezado por su cuenta. Y que había consultado en Internet.
Admito que me estaba recreando viendo ese streptease improvisado y las partes de su anatomía que iba descubriendo. Sus largos y ahusados muslos en cuanto la falda cayó, el tanguita apenas podía contener su polla aún no demasiado afectada por las hormonas. Se dejó esa prenda supongo que por un resto de timidez pero no tuve ninguna misericordia. Con un gesto le hice desprenderse hasta el último trapito.
Aunque parecía bastante acojonada por la situación el rabo no parecía pensar lo mismo. Morcillón colgaba entre las piernas amenazando con ponerse firme en cualquier momento. Le, la hice tumbar en mi camilla. Empecé de un forma muy profesional con un examen detallado pero sin recrearme palpando músculos y el vientre sin encontrar ningún problema.
La bata abierta descubría mi escaso atuendo y tanto como por la temperatura como con tenerla allí a mi merced, estaba pasando mucho calor. Lo que su presencia sensual no ayudaba a aliviar. Mi talla ciento diez doble d en un top escasito, aunque algo más grande que el suyo, eso sí, luciendo los pechos sin sujetador en la cálida tarde de verano. Sus ojos estaban clavados en mis tetas creo que con algo de envidia. La falda de tubo no muy larga marcaba mi voluptuosa cadera ajustada a mis muslos.
No se me iban a presentar muchas oportunidades de tener un ejemplar así de bonito a mi disposición. Así que un momento después estaba mandando mentalmente el juramento Hipocratico a la mierda y pensando en cómo pasar un rato agradable las dos juntas. Empecé a preguntarle por sus relaciones sexuales. Era lógico para comprobar si tenía alguna venerea.
- ¿Te has acostado con muchos chicos? ¿Eres muy promiscua? ¿Lo haces con protección?
- En realidad menos de lo que me gustaría. No hay mucha gente abierta de mente que me acepte tal y como soy. Pensaba que aunque fuera por morbo algo más podría ligar, pero no. Y sí, siempre con condón.
- Bueno ellos se lo pierden. A mi me pareces muy bella. Pero, ¿no eres virgen? ¿verdad?
- No, he tenido experiencias, aunque no demasiadas.
-Y ¿con chicas?
Fui llevándola al terreno que me interesaba. Entre los toqueteos y la conversación su polla apuntaba al techo. No era muy grande, pero si bonita cabezona, con las venas marcadas, sin un pelo y a un lado, en la cadera, un pequeño tatuaje de un hada. Aproveché el momento para empezar con ella y examinarla cogiendo los huevos y palpando comprobando que estaba perfectamente sana.
- Con chicas aún menos que con chicos, a todas les parezco un bicho raro.
-¿Pero te gustan?
- Si, aunque yo quiera ser una mujer, también me atraen.
Al oír eso yo flotaba.
- Yo pensaba que la gente de tu edad estaba más liberada, con menos complejos.
- Algunos demasiado para mis gustos y la mayoría demasiado poco. También hay mucho salvaje por ahí que ha visto demasiado porno. Lo difícil es encontrar el término medio que me guste y a quien yo guste.
- No creo que te cueste mucho viendo a lo que vas a llegar, con esa carita dulce y ese cuerpo tan femenino.
Echándole cara le decía todo eso sin dejar de acariciarla y sobarla. Incluso alguna vez que me inclinaba sobre ella rozando su cuerpo con mis tetas.
-¿No me pasa nada? ¿Estoy bien?
- Estás estupenda, nena. Preciosa, para mí gusto una belleza, y si vas a seguir por este camino te ajustaré la medicación y te puedo dar algún consejillo más.
Sonriendo, pero tímida aún, se daba cuenta que estaba flirteando con ella. Tonta del todo no era. Había echado buenos vistazos a mi generoso escote y a mis pezones marcados en la fina tela. Parecía que mi cuerpo voluptuoso no le era indiferente del todo. Y a juzgar por la dureza que había alcanzado su polla le estaba gustando la situación.
Cogí su pene y lo estuve acariciando un momento para provocarla aún más. Parecía que si seguía tocándolo no tardaría en correrse y eso no es lo que quería. Bueno si se daba la ocasión me la metería en la boca y me tragaría con gusto su corrida.
- Gírate, ponte boca abajo.
Aproveché un rato para manosear sus duras nalgas. Era evidente que por su edad un examen de próstata era innecesario pero no iba a privarme de ello. Y eso que estaba deseando hacérselo con la legua. Calzándome un guante de látex le pregunté.
- ¿Has venido limpita? Sube el culito por favor.
- Creo que sí doctora, pero no estoy segura del todo.
- No importa, ¿Te fías de mí?
- Por supuesto, estoy en sus manos.
Contestó con una bonita sonrisa que me pareció bastante lasciva. Poniéndose a cuatro patas sobre la camilla me dejó completo acceso al ano. Usando con generosidad el lubricante tanto en su culo como en el guante procedí a hacer un examen completamente innecesario y que iba a aprovechar para follar ese culito con mis dedos.
En cuanto empecé a acariciar la raja se le escapó un gemido que sonó dulce y femenino. Despacio repartiendo el lubricante empecé a meter un dedo, abriendo el ano con cuidado y cariño.
-¿Te duele?
-¡No! para nada, se siente ¡uf! genial. Nadie me ha hecho nunca algo así. Nadie me ha hecho sentir tan bien.
Con el índice y el medio le estaba llegando a la próstata. Traviesa con la otra mano sin guante le volví a acariciar la polla y llenó toda la camilla bajo su cadera de semen. La cabeza apoyada en sus antebrazos, la melena ocultando la expresión de lujuria. Pero nada pudo acallar el gemido que escapó de su boca cuando se corrió.
Hubiera preferido que lo hubiera hecho en mi boca. Menos mal que había mandado a la enfermera a su casa o habría pensado muy mal de mí. O tal y como nos conocíamos las dos se hubiera apuntado a darle gusto a la muchacha.
-¿Ya estás más relajada? Puedes levantarte cielo.
- Estoy en la gloria. Eres maravillosa. Nadie me había hecho correr así.
Salió de ella, en ese momento no hice nada. Nada más que lo que ya había hecho claro. Se giró hacia mí y me besó. Nuestros labios se juntaron suaves al principio, pero sin despegarse el beso se fue haciendo más profundo, más lascivo. Juro que fue su lengua la primera que entró en mi boca. Pero si hubiera tardado un segundo más yo le hubiera metido la mía hasta la garganta. Que fue lo que hice en ese momento.
Se agarró a mis tetas como si fueran el flotador de un náufrago. Y eso que aún llevaba la camiseta. Con un grácil movimiento se deshizo de mi bata que cayó a nuestros pies. Y eso aún encaramada a la camilla. Sin separar nuestros labios consiguió bajar y quedar frente a mí. Muy cerca.
Mientras hacía esa maniobra yo aproveché para soltar el cierre de mi falda que cayó al suelo. Así que además de ponérselo más fácil conseguí que la prenda no se manchara con el semen que aún goteaba de su bonita polla. El miembro iba perdiendo su dureza después del orgasmo.
Esperaba recuperarla pronto. Por la forma en que me la flotaba por el pequeño tanga estando abrazadas no iba a tardar. Yo seguía agarrando su pétreo culito que me tenía hipnotizada. Ella en cambio buscaba mis pechos apretando sus duras tetitas contra ellos.
No tardó nada en ayudarme a librarme del top sacándolo por mi cabeza. De inmediato se agachó a besar y lamer mis domingas.
- ¡Yo quiero unas como estas!.
- Las que tienes son preciosas, cielo, date tiempo. Pronto podrás operarte y ponerte algo más. Espero que elijas bien y no exageres.
- Tus tetas son hermosas, espero que me ayudes a elegir la talla adecuada para mí.
Conseguía contestarme sin separar los labios de mi piel, sin dejar de mordisquear suave mis pezones y continuar lamiendo de mis axilas al ombligo sin dejar de babosear todo por donde pasaba.
Joven y ansiosa ahora era yo la que estaba acorralada contra la camilla. Solo tuvo que palmear la colchoneta para conseguir que me subiera. Es hábil, mientras levantaba el culo para izarme aprovechó para tirar del tanga y dejarme tan desnuda como ella.
Ya me tenía en buena postura, bien abierta de piernas. Solo tenía que agacharse un poco para hacerme un cunilingus de antología. Pero quería hacerse de rogar. Empezó por mis pies, Aunque me había duchado antes de ir al trabajo debían estar algo sudados. No le daba ningún escrúpulo y se dedicó a besarlos y lamerlos un buen rato. De los dedos, todos y uno por uno, a la planta. Tenía que animarla.
- Vamos nena cómemelo todo.
Yo estaba loca por que me llegara al coño. Pero no por esas subía con parsimonia por mis piernas para hacerme sufrir y disfrutar a la vez. Paseaba la sin hueso por los tobillos, subiendo por las pantorrillas, escalando la cara interna de mis muslos.
Cuando por fin llegó a mi vulva, me moría de impaciencia. Los labios estaba abiertos, calientes y muy muy húmedos. Y yo creía que no podía estar más cachonda. Un gemido escapó de mi garganta que no sé como no llamó la atención en el centro de salud casi vacío cuando por fin sabores mis jugos directamente de la fuente.
En segundos me había corrido por primera vez. pero no fue el único orgasmo de la tarde. Siguió chupando, lamiendo y besando sin descanso. Saboreándome y recibiendo en la lengua mis jugos cada vez que me corría.
No estaba yo para averiguar lo que ocurría por sus bajos. Tal y como estaba tumbada no alcanzaba a verlo, pero su joven polla se estaba recuperando rápidamente. Mirándome a los ojos entre mis muslos con la expresión más lasciva que le había visto preguntó:
- ¿Quieres que te folle?
- Lo estoy deseando, cariño. Méteme ya esa polla.
No se hizo más de rogar. La altura de la camilla era perfecta. Se incorporó y guiando el firme miembro con la mano, el glande se fue abriendo camino entre mis labios. Firme, pero a la vez suave y con ternura.
Apoyó mis piernas en su pecho, notaba la dureza de sus pezones en la parte de atrás de mis pantorrillas. Sujetando mis muslos con las manos empezó a moverse. Sin prisa, haciéndome notar cada penetración, justo como a mí me gusta, no muy deprisa. Como hacía poco que se había corrido aguantó un buen rato. Y como yo estaba muy excitada no hacía más que encadenar orgasmos uno detrás de otro.
Acababa de examinarla y yo tomaba precauciones así que...
- Correte dentro cielo, dámelo todo.
- Estoy a punto doctora.
Me contestó con su más linda carita de vicio. Sé cuando tuvo su orgasmo, cuando sus ojos se pusieron en blanco y soltó un suspiro que salió de lo más profundo de sus pulmones. No se conformó, siguió bombeado hasta que su polla quedó flácida. Y entonces se inclinó para volver a lamer mi coñito encharcado.
Mis jugos mezclados con su semen que me dio a probar en un nuevo beso lascivo donde nuestras lenguas se cruzaron sin tregua. Nos quedamos un rato frente a frente acariciándonos, recuperando la respiración y besándonos con ternura.
- Bueno ¿que te ha parecido esta experiencia con tu doctora?
- Ha sido algo sensacional. Y espero poder repetir alguna vez más.
- Cuando quieras, reina. Tienes una amiga y una médica.
Y volví a besarla. Respondió a mi beso de nuevo con su lengua juguetona. Contenta por haber encontrado alguien que la comprende y a quien le gusta tal y como es.
Nos vemos de vez en cuando para disfrutar juntas. Me he hecho personalmente responsable de su salud y de los cambios que ella quiere llevar a cabo, haciendo sus recetas y aconsejándola.
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Hermanos divorciados
Después de mas mas de diez años de casado llega el divorcio. Como mi trabajo no da para mantener dos casas me he tenido que refugiar en el piso de mis padres. Menos mal que ellos ya no están, han pasado a mejor vida, no pienses mal, un apartamento en la costa donde disfrutar sus años dorados.
Pronto me adapté a vivir en mi antigua habitación, no me parecía bien ocupar su cama de matrimonio. A no ser que consiguiera un ligue o me trajera una prostituta a casa. Que no es que ese fuera el caso con frecuencia.
A los pocos meses mi hermana, Sandra se vio en una situación similar. Una enorme pelea con su novio y se presentó con dos maletas a la puerta del piso donde yo me había refugiado. Con la intención de quedarse en su antigua habitación donde todavía estaban colgados en las paredes los posters de los cantantes que le gustaban de adolescente.
Nunca nos habíamos llevado mal del todo, para ser hermanos. Tuvimos nuestras peleas pero en general nos manteníamos como amigos. Y no es por que no nos echáramos buenos vistazos. Desde que le empezaron a crecer las tetas estaba buenísima. Había desarrollado un culito redondo y firme y unos pechos cónicos y duros como piedras. Y sus muslos que podría decir de ellos, interminables. Era la envidia de todos mis amigos. Su melena negra como ala de cuervo enmarcaba una carita dulce de ojos azules. Era alucinante verla cruzar del baño a su habitación solo con unas braguitas. Material para pajas que me duró años.
En esa época yo salía con la bici y a nadar, bueno sigo haciéndolo pero menos. Y mantenía un cuerpo que era la envidia de mis amigos. Ella también me miraba a mí sobre todo cuando mi polla dura se marcaba en la mallas de ciclista o en mis bañadores tipo slip de natación. Podía ver como sus ojos me seguían por la habitación. Y se que algunas de sus amigas también me miraban y no sólo eso. Conseguí pasarme por la piedra a algunas de ellas.
Fue una época divertida. Pero maduramos, pasó el tiempo y nos liamos con otras personas. Así que esas ligeras tendencias incestuosas pasaron a la historia. Pero ahora volvíamos a coincidir viviendo juntos en el mismo piso. Y ambos estábamos solos en esta ocasión.
La mentalidad de los dos había evolucionado. A mí me encantaba el sexo y por la ropa que ella usaba parecía que también le hacia cogido cierto gustillo. Sus mallas parecían aplicadas con pintura en spray sobre un culo que no había cambiado ni un ápice en veinte años. Las minifaldas y shorts que habían salido de esas dos maletas descubrían sus piernas tan cerca del culo que menos mal que esas braguitas que recordaba se habían reducido a tanguitas por que si no las iría enseñando. Los tops y camisetas que usaba mostraban buena parte de unas tetas que habían crecido bastante con los años. Sandra con treinta y siete estaba cañón.
Así que en general descubrí que mi hermana me ponía mas palote a mis cuarenta años que cuando tenía veinte. Y encima no parecía que lo hiciera adrede, era una actitud natural. Yo había seguido practicando algo de deporte con lo que mantenía a raya la panza cervecera y el resto de mi cuerpo aunque no le estaba sacando tanto partido como me gustaría. Al fin y al cabo tampoco tenía otra cosa que hacer en mi tiempo libre.
A pesar de su indumentaria sexi ella también parecía estar en un período de sequia y por lo menos no tenia que aguantar el interminable desfile de chulitos que la seguían como perrillos falderos cuando era adolescente. Claro que yo tampoco podía presumir de llevar una conquista femenina o incluso masculina cada noche a casa.
Un sábado que Sandra había quedado con una antigua amiga se me ocurrió contratar una scort que viniera a darme una alegría. Estuve dudando si elegir una travesti preciosa, en las fotos de su web tenía unas tetas como obuses apuntando al frente. Y una polla que si no era muy grande si parecía tener una buena dureza, no iba a ser el primer rabo que me comiera. O una dulce morenita de poco más de veinte años que tenía un extraño parecido con mi hermana. De hecho ellas eran mas similares entre sí que Sandra conmigo. Lo pude comprobar cuando la tuve frente a mí a la puerta de casa con el vestido palabra de honor de lycra mas corto y ajustado que había visto en mi vida. Sus pezones se marcaban en la fina tela como si no llevara nada sobre ellos. No pude evitar pensar por un segundo que me encantaría ver esa prenda sobre el cuerpo de Sandra.
De inmediato la invité a pasar y le puse una copa de alcohol de verdad, no de zumo de manzana que es lo que le habrían puesto en un burdel. Al poco estábamos comiéndonos la boca sentados en el sofá. Y mi mano se deslizaba sola por su muslo debajo de la escasa falda hasta acariciar su coñito depilado por encima de un minúsculo tanga de encaje negro. Ella misma se bajó el escote del vestido a la cintura dejando sus durísimas tetitas al alcance de mi hambrienta boca. Me pasé un buen rato besándolas, lamiéndolas, baboseándolas, mordisqueando sus pezones con suavidad o paseando la lengua por sus costillas que se le marcaban o por las suaves axilas sin que me importara su sudor.
-¿nos damos una ducha?
Le propuse y de pie frente a mí terminé de desnudarla sacando vestido y tanga por sus delicados pies. Yo apenas tenía que sacarme unas bermudas e incluso me ayudó a ello acariciando mi dura polla por el camino. Dejando las prendas en el sofá la conduje al baño donde nos enjabonamos el uno al otro hasta los rincones mas ocultos de nuestros cuerpos. Sentía sus dedos abriendo y limpiando mi ano con cuidado y ternura, juguetona. Sin salir de la ducha se arrodilló detrás de mí para comérmelo y clavar su lengua follándome el culo con ella. Se lo agradecía con mis gemidos y suspiros. A veces metía la cabeza entre mis muslos para chupar mis huevos o coger la polla y tirando de ella meterla en la boca.
Yo también me dediqué a lamer su suave piel. Sus pies me habían llamado la atención y estuve chupándolos mientras el agua caía sobre nuestros cuerpos. Por fin la llevé a la cama de mis padres y dejé que ella se ganara el dinero que ya había guardado en su bolso cabalgándome. Apretaba mi polla enfundada en uno de sus condones con los músculos de su vagina como si quisiera exprimirla. Mientras se movía arriba y abajo sacando hasta el ultimo ergio de energía de sus largos muslos. Mis manos parecían pegadas a sus pechos con cianocrilato mientras los amasaba y le miraba a sus dulces ojos pardos nublados por el placer. Era su trabajo pero o era muy buena actriz o no parecía pasarlo mal del todo.
Cuando por fin me corrí dentro de su duro culito en el condón había disfrutado con ella todo lo que pretendía cuando la contraté esa tarde. Vi con placer como se volvía a enfundar en el vestidito dejando el tanga como detalle colgado de una lámpara de pie. También le di una generosa propina por sus esfuerzos. Solo con las bermudas la acompañé hasta la puerta. Justo en ese momento, casi las dos de la madrugada, se abría la puerta del ascensor y salía Sandra con un top poco mas grande que un sujetador, un short corto por el que asomaban parte de los cachetes de su prieto culo y unas botas mosqueteras por encima de las rodillas.
Como dos gatas en celo se echaron largas miradas de arriba abajo mientras se cruzaban por el pasillo. Dos preciosas y sexys mujeres evaluándose, comparándose viendo lo parecidas que son, dándose cuenta con una sonrisa de algo que yo apenas había sospechado. Por algo ellas son mas inteligentes que nosotros.
-¡valla con mi hermanito!¡Que buen gusto tiene!
Me dijo al cruzar la puerta de nuestra casa mientras la del ascensor se cerraba tras el firme culito de la meretriz. Sandra se decidió a tomar el toro por los cuernos, algo a lo que yo no me había atrevido desde que volvíamos a vivir juntos.
-Aunque esa chica me recuerda a alguien.
-¿Como? Dije asombrado.
-que sí. ¡Joder! Si hasta llevaba mi peinado de antes.
-No me tomes el pelo. No se parecía tanto a ti.
-¡No! Si en realidad me halaga.
En ese momento se fijó en el regalito que había dejado la joven y lo descolgó con dedo. Hizo algo que no me esperaba en absoluto, lo llevó a la nariz y aspiró el aroma del coño de la chica.
-parecía excitada, a juzgar por su olor. ¿Usarías protección? Seguro que llevaba los muslos mojados en el ascensor.
Sentada en el sofá, con las piernas cruzadas aún enfundadas en sus botas altas me parecía adorable. Me hubiera lanzado sobre ella en ese instante, tanto había llegado a provocarme. Pero mi autocontrol aún era firme, mas que el suyo por lo que vendría después.
-¿Es una amiga? O ¿Le has pagado?.
-¡Joder! Sandra no tienes pelos en la lengua.
-me los quitó el burro de mi ex. Pero tú no me has contestado a la pregunta. Y a juzgar por la cara que llevaba la zorrita salía contenta de aquí.
-si que la he pagado, no tengo amigas tan guapas. Y según creo eso parece ser un cumplido tanto para ella como para ti.
-pues creo que la has dejado satisfecha.
-bueno. No era a lo que venía, sino a dejarme satisfecho a mí, pero me gusta hacer disfrutar a las chicas. Intento que se lo pasen bien aunque tenga que pagar.
-¿aún esta desecha la cama de los papis?
-no me has dado tiempo a cambiar las sabanas.
-Sacate la polla y enséñamela. Hace mucho que no la veo o por lo menos que no la sospecho en esos bañadores que solías usar.
Me soltó a bocajarro. Y si que era verdad que últimamente no me había puesto las mallas de ciclista o un bañador frente a ella. Así que contraataqué.
- -¿Así? En frio. Tendrías que enseñar algo tu. Seguro que merece la pena.
-¿Que quieres ver que no te haya enseñado ya?
-podemos empezar mas despacio. Quitate el top. Sé que no llevas sujetador.
Sin cortarse un pelo, con la misma actitud que traía de la calle esa noche cruzó las manos bajo sus pechos y tirando de la prenda se la sacó por la cabeza. Sacudiendo la melena como un caballo sus largos cabellos apenas cubrirán las aureolas.
-ves mis pezones?
-no he dejado de mirarlos.
-puedo cogerte la polla ahora?.
-es toda tuya ponla donde quieras.
Y mientras lo decía me iba bajando las bermudas bajo las que no llevaba nada. Dejaba mi polla que empezaba a endurecerse al ver sus tetas ante su lujuriosa mirada.
-¿Solo la polla?.
-no, todo mi cuerpo es para ti. Pon tu culo y tu coño en mi boca.
-eres un guarrete tato. Quieres comerme el xumino.
-ese lindo coñito y el culo también, tal y como lo llevas ahora. Separa esos bonitos muslos y siéntate en mi boca y en mi cara. Dejate las botas.
-Me las dejo, pero ayúdame con el short.
Levantó el culito del sofá lo justo como para bajar el pantaloncito al ras de sus nalgas. Y así pude tirar de él con cuidado de que las botas pasaran por las perneras. Solo con eso y el microscópico tanga me parecía una diosa en una pose erótica. Abierta de piernas en el cómodo sofá donde hacía años le metía mano a sus amigas. Con dos dedos hizo el tanga a un lado mostrándome al fin los labios sin vello de su dulce vulva.
Me arrodillé entre sus muslos y mirándola a los ojos me eché sus piernas a la espalda y empecé a pasar la legua por todos los rincones que alcanzaba. Sus labios dejaron paso libre a la punta de la húmeda y enseguida alcancé su clítoris que me desafiaba erguido fuera de su capuchón. Bajé por el perineo en busca del agujerito de su culo ensalivando toda su piel por el camino. Volvía al coñito intentando penetrarlo solo con la sin hueso o lamía todo su depilado pubis. Tenía la mirada perdida, los ojos vidriosos no podían concretarse en nada, perdida la mirada en el infinito mientras se limitaba a disfrutar de mis caricias.
Sus orgasmos eran deliciosos, silenciosos, jugosos y pude saborear al menos dos antes de que ella tirara de mí para poder besarnos al fin. El tanga volvió sólo a su sitio cuando lo soltó mientras escalaba sobre su cuerpo. Mi polla quedo encajada entre los labios de la vulva sobre el encaje negro pero pude alcanzar su boca con la mía. En mi lengua pudo saborear sus propios jugos lo que parecía gustarle. Nuestras lenguas se cruzaban. Nos lamíamos la cara y mezclábamos nuestras salivas. Lascivos, desatando unos deseos que llevábamos años reprimiendo, pero que últimamente estaban aflorando. No dejaba de besarla, de mordisquear sus sensuales morritos mientras ella me lo devolvía con creces, parecía que me buscaba la garganta con su lengua.
-¡Dame saliva!
Me dijo y dejé caer un hilo de baba en su boca.
-!y me llamabas guarro a mí!.¿Esta bien todo esto?
Le pregunté un poco sobrepasado por los acontecimientos.
-no lo sé y no me importa. Solo sé que lo deseo, que te necesito hermanito. Dentro de mí. Vamos a la habitación.
Caminando sobre los tacones de las mosqueteras se dirigió al dormitorio de nuestros padres donde las sabanas aun estarían calientes de mi anterior encuentro con la prostituta. Su culito se meneaba lado a lado manteniéndome hipnotizado mientras la seguía.
Se tumbó boca arriba en la cama estirando una pierna para que le quitara la bota. Lo hice y me llevé su lindo pie a la boca. Estaba sudado pero no me importó. Lamía la planta, pasé la lengua entre sus dedos oyéndola gemir mirando al techo, estirando su fino cuello en alguna parte allá arriba. Chupaba cada uno de sus cuidados deditos. Y lamía el empeine, empezando a subir por la bien formada pantorrilla. Me paré el tiempo suficiente como para sacarle la otra bota y dedicarle parecidas atenciones al otro pie.
-ya me tienes muy caliente, no pierdas mas tiempo. ¡Follame!
Me lo decía mientras arqueaba la espalda y doblaba las rodillas para sacarse lo ultimo que separaba nuestros cuerpos, el tanga. Mi polla seguía dura como el hierro desde que había empezado a provocarme nada mas entrar en casa. Pero me había olvidado de ella mientras me dedicaba a darle placer a Sandra. Ahora mi pene reclamaba atenciones que mi hermana parecía dispuesta a otorgarle. La cogió con su manita suave pero firme para conducirla directamente a su coñito mientras yo trepaba sobre ella. Me recibía con los muslos bien abiertos y una expresión de pura lujuria, probablemente espejo de la mía.
Su vulva ardía y chorreaba y mi pene entró en ella como un cuchillo caliente en mantequilla. Me sentía apretado y húmedo en su interior, en el cielo. Ni siquiera quería moverme solo necesitaba sentirme unido a ella por nuestros sexos mirándonos a los ojos.
Por fin ella hizo un movimiento con la cadera que me indicó que era hora de empezar. Lo hice suave al principio sincronizando nuestros movimientos, poco a poco fuimos acelerando pero sin separar nuestras bocas, nuestras lenguas. Sus manos me tenían bien cogido por las nalgas y tiraba de mí hacia ella.
-no la saques por nada, no me vas a dejar embarazada.
Y seguí sus órdenes, continué empujando todo el tiempo que aguanté, pero llegó el momento de dejarme ir. Me corrí como un adolescente, derritiéndome en su xoxito. No fue simultaneo pero ella también se corrió o eso me dijo al menos. Y como pensaba repetir supongo que era verdad.
Me dejé caer a su lado en la cama y ella se refugió en mi pecho en el hueco de mi brazo con sus duros pechos clavados en el costado de mi torso.
-hemos tardado mucho en hacer esto. Deberíamos haber follado mucho antes.
-no quería que me tomaras por un salido y un depravado.
-yo estaba tan salida como tú. No sabes los celos que tenía de mis amigas cuando te las follabas y luego venían corriendo a comérmelo. No sabes la de de veces que me quedé con las ganas de arrancarte el bañador y comerte esa polla tan rica. ¿Por que crees que me paseaba por casa en bragas?.
-¿Para provocarme?. Y yo que me creía un santo por no saltar sobre ti y comerte entera.
Mientras hablábamos besaba mi hombro o la axila o intentaba llegar a mi cuello. Con su mano tocaba con ternura mi polla y mis huevos. Yo acariciaba su cabeza jugando con su larga melena y con la otra mano pellizcaba suave sus pezones. A veces inclinaba la cabeza buscando sus labios su lengua. Era tarde. Relajados como estábamos nos quedamos dormidos uno en los brazos del otro, desnudos.
Desperté descolocado, no era mi cama y tenía una bella morena cortando la circulación de uno de mis brazos. Ya era media mañana. Pero mi polla tenia una erección mañanera difícil de ocultar desnudo como estaba. Desperté a Sandra besándola en la frente suave.
-despierta Bella Durmiente.
Me sonrió, una preciosa sonrisa y estiró la mano para agarrar mi erección. Demostrando que no se arrepentía de nada.
-¿No tuviste bastante anoche?
-en absoluto. Y además tu ya venias cansado de estar con esa chiquilla. Ahora pareces más recuperado.
Acariciaba mi dureza con suavidad. O arañaba mis huevos con sus uñas manteniendo mi excitación. Toda la habitación olía a sexo, a los fluidos que tres personas excitadas habían derramado allí durante la noche.
-además anoche no llegué a comerte la polla y siempre he tenido ganas de hacerlo.
Uniendo acción a la palabra se fue subiendo sobre mí. Sin prisa, frotándose con mi cuerpo. Piel sudorosa con piel sudorosa. Hasta que noté su lengua remojando mis huevos. Subiendo lentamente por mi tronco. Pasó una de sus rodillas sobre mi cabeza y puso su depilado coñito al alcance mi lengua. Como la noche anterior estaba muy caliente y húmeda. Sus jugos resbalaban directamente a mi lengua que pasaba una u otra vez por sus labios, por su clítoris. Pronto sentí como Sandra se tragaba mi polla todo lo que podía. Su cabecita subía y bajaba pero sus manos no dejaban de acariciame. Los huevos, el perineo, los muslos y bajando más las nalgas y con un dedo el ano.
Así que mi hermanita se había levantado juguetona. Si ella quería jugar con mi culo yo no me iba a privar del suyo. De su coñito me estiraba para alcanzar su ano, para lamer todo lo que alcanzaba de ella entre sus duras nalgas. Ya no paró hasta que me descargué en su boca. Me estaba corriendo con ella como en mis mejores polvos de joven. No se conformó y se giró para besarme, para mezclar nuestros fluidos en las lenguas con nuestras salivas. Tumbada sobre mí, con sus pechos esponjosos sobre mi torso y su pubis sobre mi polla que empezaba a perder su dureza seguíamos besándonos lascivos, jugando con nuestras lenguas.
-No vas a volver a contratar una prostituta. ¿Verdad?
En esa situación ¿como iba a negarle nada?
-¡Jamás!
-a no ser que la elijamos juntos para jugar los dos con ella. Claro.
Lo decía con su mas pícara sonrisa.
Teníamos un hambre de lobos después de la noria de sentimientos de la noche y del ejercicio físico realizado. Desayunamos desnudos con el mismo deseo que habíamos tenido todos esos años el uno por el otro y que no nos habíamos atrevido a materializar hasta esa noche. Desde luego tendríamos que empezar a cerrar por dentro no tuviéramos una visita inesperada de nuestros padres y nos pillaran desnudos. Nuestra relación había cambiado para siempre ¿Quien me iba a amar más que mi hermana? Y yo a ella claro. Y ¿Quien me iba a dar tanto placer como Sandra, mi dulce pervertida?
Emo se lo monta con una pareja
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Fui a tomar una copa a uno de mis bares preferidos, un local de ambiente. Un sitio agradable, discreto en que conocer gente o tomar algo tranquilo. Me había puesto de lo más sexi que podía. Estaba junto a la barra y ni le vi entrar. Pero al ponerse a mi lado me fijé en él, andaría por los cuarenta y estaba bastante bien. Moreno, un poco más alto que yo, cuidado de gimnasio y piel bronceada.
Me invitó a otra de lo que estaba bebiendo y nos pusimos a charlar. Empezó con la conversación típica de un ligue, ya sabéis, edad, a qué te dedicas y esas cosas. Veía su mirada de deseo fijándose en mi cuerpo delgado, fibrado y me calentaba. Vestía además provocativo y sexi, camiseta de rejilla trasparente y pantalones ajustados marcando. Ya había visto esa mirada otras veces, en otros tíos, claro y él me gustaba. Me parecía atractivo.
Me pareció curioso que me hablara de su mujer y más cuando me enseñó las fotos de ella en lencería en la pantalla de su móvil y hacía eso mirándome a la bragueta. Ella estaba buena y siempre me habían atraído tanto un buen par de tetas como una polla dura.
Lo que no sabia era como él se había dado cuenta de mi vena bisexual en aquel lugar, rodeados de tíos cachondos. Así que cuando me dijo que ella nos esperaba en su casa me decidí a acompañarlo. Un buen trío siempre apetece ¿no?.
Al salir del local me acarició el culo en un descuido. Me gustaba su mano firme agarrando mi nalga sobre el vaquero. En cuanto nos subimos a su SUV BMW negro me agarró del cuello y me besó profundo y lascivo. Mi lengua hurgó en su boca cruzándose con la suya y mezclando nuestras salivas. Podía notar el cuero del respaldo a través de mi fina camiseta de rejilla.
Conducía demasiado deprisa para mi gusto sin soltar su mano de mi rodilla y muslo. Entramos al garaje de un bonito chalet en una zona cara de la ciudad.
Pasamos al salón donde estaba la mujer de las fotos del móvil vestida con un elegante y sexi vestido negro. Tan fina era la tela que se pegaba a su voluptuoso cuerpo como si estuviera mojado. Era evidente que esperaba a su marido con un ligue nuevo, esa noche yo. Le saludó a él con un jugoso morreo y a mí observándome como a un pedazo de carne. Me saludó con dos besos muy cerca de la comisura de los labios.
Acariciando mi bíceps que salía de la corta manga de mi camiseta, apreciando su dureza trabajada en el gimnasio y en la piscina. Sonriendo a su marido le dijo que había buscado a un chico guapo. Así que seguimos con las presentaciones y un mejor conocimiento.
Mientras Juan nos ponía dos copas en las manos quedándose él con la tercera. Nos pusimos cómodos en los sofás de cuero mientras una música suave cubría el ruido de fondo.
Estaba a gusto con ellos pero era evidente que no me habían llevado hasta allí por la buena conversación ni el caro alcohol envejecido en barrica de roble. Juan fue abriendo los botones de su camisa y dejando ver su pecho depilado con laser. Sara me recomendó que me pusiera cómodo y como hacía calor en su salón me saqué la camiseta de rejilla trasparente que me había puesto ese día.
Luciendo mi torso cuidado ante sus hambrientos ojos. La conversación picante aún caldeaba mas el ambiente y exhibir algo mas de piel ayudaría. Sara parecía estar de acuerdo conmigo y se puso a bailar ante nosotros, sensual, sobre sus altísimos tacones lo que parecía el inicio de un lascivo Strep tease.
Subía la falda casi hasta el firme culo mostrando los bellamente torneados muslos morenos. Solo por centímetros no llegábamos a ver sus firmes nalgas insinuando lo que asemejaba ser un carísimo tanga negro de encaje. Pero no se lo quitaba.
Arrodillada entre mis piernas mirándome lasciva a los ojos me abrió el pantalón y me hizo levantar el culo del sillón para tirar de él. Sonrió morbosa al ver el tanga morado de chico que apenas cubría mi dura polla. Terminando de sacarlos por los pies me dejó solo con el tanga.
Un poco mas lejos el marido nos miraba caliente librándose también de parte de su ropa. Su polla dura se marcaba en un bóxer ajustado y bastante pequeño. Ella aun entre mis muslos se bajó los tirantes del vestido desnudando sus bonitos pechos sin sujetador, los duros pezones apuntándome.
Agachó la cabeza y con los dientes sujetó la goma del taparrabos liberando mi duro rabo que dio un salto acariciando su cara. Sin usar las manos que tenia apoyadas en mis rodillas pasó la lengua húmeda desde los huevos y la base de mi polla subiendo despacio su saliva resbalando por mi piel hasta que se metió el glande en la boca mirándome a los ojos. Me levantó los muslos y su lengua bajó por el perineo buscando el culo, asustarse la goma del tanga con un dedo, hasta que pudo clavar la lengua en el ano. Era el primer beso negro que me hacía una mujer. Y me estaba encantando.
Por fin él se levantó y se acercó a nosotros buscando mi boca, su lengua jugando con la mía inundándome de saliva. Sus manos deslizándose por mi pecho acariciando mis pezones. Ella seguía lamiendo mis huevos depilados levantando una de mis piernas para alcanzar el perineo con la lengua.
Yo estaba a tope mientras sacaba la polla de Juan de su bóxer y la masturbaba despacio y con suavidad. Acerqué mi cabeza para pasar la lengua por el duro glande. Mientras la sujetaba con la mano.
También iba depilado al completo y tiré de él para acercarle a mi cara y poder lamer y saborear su pene despacio, usando la misma técnica de su mujer largas lamidas húmedas. Meterme sus huevos en la boca.
A esas alturas ella ella era la mas vestida y la que menos estaba disfrutando dedicada a mí. Así que para no correrme en su golosa boca decidí tirar de sus brazos y subirla a mi lado en el sofá.
Abandonar una polla para buscar el coño también pelado, no hubo quejas. La acaricié con suavidad subiendo por el interior de sus muslos al monte de Venus con las yemas de los dedos bajando hacia los labios que chorreaban abriéndose al leve toque. Su humedad me permitía indagar mas dentro, los pliegues brillantes pulidos que la hacían suspirar un largo gemido que escapó de sus rojos labios cuando alcancé el clítoris. No paré de darle legua hasta que se corrió en mis labios. La dejamos descansar un momento tras su orgasmo.
Ahora le tocaba a él, fue bajando despacio. Lamí su vientre plano, su ombligo, los pezones que mordisqueé suavemente, sus axilas suaves y con regusto a desodorante excitándolo mas. Mientras su glande recorría el camino inverso acariciando la piel de mi torso y vientre. Al fin me besaba en los labios mezclando nuestras salivas mientras con su mano guiaba mi polla entre sus nalgas. Ni siquiera se en que momento se quitó los boxers y se lubricó el ano pero en el momento en que mi glande tocó el aro de músculos noté como se deslizaba con suavidad en su interior.
Sus músculos apretaron mi rabo pero dejando que sus nalgas siguieran bajando hasta apoyarse en mis muslos. Su nabo apretado entre nuestros vientres. Tenía ganas de probarla a ella. Haciendo fuerza entre sus piernas le subí entre los dos. Separé sus muslos e hice mas fuerza hasta que dejé descansar su coño de nuevo sobre mis labios. Recogí con la lengua todo el jugo que salía de su vulva y le clavé la sin hueso todo lo dentro que pude. Jugué con su clítoris.
Repasé los labios, me deslicé hasta el perineo donde crucé la lengua con la de su marido que separando sus nalgas le estaba lamiendo el culo. Ella clavaba los tacones de sus zapatos carísimos en los cojines del sofá sin preocuparse de si rasgaba el cuero blanco. Los negros mechones de su melena caían por su bella espalda mientras gemía por encima de nuestras cabezas que le daban placer.
-¡Basta de lengua! Quiero rabo.
Gritó en cierto momento. A regañadientes él sacó mi polla de su avaricioso culo y juntos nos deslizamos a la gruesa alfombra. Las pelvis bien pegadas, los muslos cruzados y los rabos apuntando al techo rozando los testículos. Viendo lo que le ofrecíamos ella misma dobló las rodillas bajando sobre nuestros cuerpos juntos. Nosotros con las manos guiábamos los penes hacia sus orificios, la mía a la vulva que ella abría con los dedos.
Mientras mi glande se abría paso entre los labios, el de su marido le abría el culo lubricado con su saliva y con lo mismo que se lo había abierto él. Acompasando el ritmo ella botaba sobre nuestros cuerpos una de mis manos en su cadera y la otra amasando sus firmes tetas. Al final nos corrimos dentro nuestro semen rezumando de los dos agujeros.
Me recosté mientras ella se sentaba sobre mi cara para que la limpiara con la lengua. Juan hacia lo propio con mi polla cubierta de semen y de los jugos de su esposa. Yo pasaba la lengua del culo al monte de Venus limpiando la lefa de ambos y los jugos de ella manteniendo su excitación y consiguiendo algún que otro orgasmo. Una vez los dos orificios bien repasados pasamos al rabo del marido a dos bocas cruzando las lenguas sobre sus testículos, sobre su polla que iba perdiendo dureza.
Ambos necesitábamos un descanso pero seguíamos excitados. Así que no dejamos de acariciarnos. Ellos no podían dejar de acariciar mi piel de besarme, de lamerme por delante y por detrás. Abrieron mi culo y clavaron la lengua en él me llegaban muy dentro excitándome más y más. Yo tampoco podía dejar de tocar sus pieles sus cuerpos sus sexos. Allí donde podía.
Nuestras pollas volvían a estar duras y era yo el que quería ser penetrado.
- ¡Fóllame!
Colocando mis pantorrillas en sus hombros empezó a acercar su glande a mi ano. Pero antes de que llegara fue ella la que ser encargó de lubricarlo con el misterioso mejunje que llevábamos usando toda noche. Entró firme pero despacio, justo como me gusta haciéndome notar cada centímetro. Y haciéndome soltar el aire de mis pulmones en un suspiro de placer.
La boquita golosa de ella se hizo de inmediato con mi nabo que también vivía a estar en condiciones. Y ya no paramos hasta corrermos. Primero yo con el doble estímulo. Ella recogió mi semen en su lengua y vino a dejarlo caer en mi boca en un nuevo lascivo beso. Él no tardó mucho más llenándome el culo con su semen y volviendo a lamerlo para prolongar mi placer.
Pero a mí se me hacía tarde y tuve que vestirme. Se ofrecieron a llevarme a casa en el BMW los dos sin ropa interior y ella abierta de piernas a mi lado en el asiento de atrás. Para que pudiera acariciar su coño de camino. Todo el viaje acariciando la jugosa vulva y llevándome sus jugos y olor en mis dedos hasta mi cama.
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