domingo, 16 de mayo de 2021
El ascensor
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Por fin sucedió, subía en el ascensor con la mujer mas bonita de la casa. Hoy en día sería una milf, exceptuando que no tenía hijos. Sin poder apartar la vista de su poderosa delantera, descubierta por un escote enorme, pensaba:
-"¡Cómo está!" lo que daría por follármela, me encantaría que me invitara a su casa. Cualquiera se atreve a insinuar algo.-
Ella parece que leia mis pensamientos, supongo que por la cara que estaba poniendo, por su amplia experiencia o por el sitio a donde yo dirigía la mirada.
-Cierra la boca o se te va caer la baba.
Y acercándose un poco me besó suave en los labios y me sujetó el culo como si fuera a perderlo. Cuando llegamos a su planta me dijo que la siguiera y lo hice como un perrito.
Es muy bonita, morena, de ojos azules, sus tetas grandes redondas resaltaban en su jersey fino con escote en uve y apretado, solo las tiras del sujetador disimulaban un poco la perfección de su cuerpo. Las caderas anchas marcadas en los ajustados vaqueros y un par de botas altas. Realmente no aparentaba los mas de cuarenta años que tenía.
Yo tenía unos vaqueros y una camisa abierta mostrando algo de mi pecho musculoso. No estaba mal del todo, en vez de estudiar me dedicaba a jugar a cualquier deporte que se me ocurriera. La moqueta de su salón era muy mullida y había un sofá sin respaldo allí en medio, una chaise long. Se descalzó y me indicó que hiciera lo mismo. Lo hice y me senté a su lado en el diván que era muy ancho.
-¿Sabes que soy prostituta? ¿verdad? y tú ¿eres virgen? ¿verdad?.
Lo sabía, ella era la comidilla del edificio. Y la cotilla de mi madre no se privaba de criticarla. Yo con cara de tonto me limité a asentir.
-Me hace ilusión ayudarte un poco con este tema. y creo que a ti, por la cara que estás poniendo, te gustaría que fuera yo tu primera chica. ¿verdad? Espero enseñarte algunas cosas, como tratar a una chica con dulzura.
Volví a asentir con la cabeza, y mi expresión debía ser la de un palurdo salido, ella debía pensar que yo era tonto integral.
- Sácate la camiseta.
Me la arranqué como si me quemará sobre mi pecho. Se inclinó sobre mí y empezó a lamer mis pezones que estaban como guijarros de río. Yo gemía dejándola hacer. Estaba como paralizado pero era por el placer que sentía.
Ella, como sin querer, puso una mano sobre mi rodilla y la otra en mi espalda. Después me beso en la boca y metió la lengua en la mía. Paseándola por mis dientes y cruzándola con mi lengua acariciándose entre ellas. Al principio me dejaba hacer sin saber muy bien cómo actuar, pero enseguida reaccioné y empecé a jugar con la sin hueso por toda su boca.
Impaciente, puse la mano en su pubis desabrochando sus vaqueros. La inexperiencia se me notaba a la legua. Me agarró la mano para que la acariciara suave, solo con un dedo en los labios de la vulva por encima de sus bragas humedecidas. Me decía:
-Suave cariño, no tengas prisa.
Subió la mano de la rodilla a la cintura y desabrochó mis pantalones. Yo también subí mis manos por debajo y por dentro de su jersey para sacárselo. Cuando llegué a sus pechos no pude mas que acariciarlos y amasarlos por encima del fino sujetador. Conseguí deslizar la mano dentro de la tela y cogerle un pezón. Acariciarla suavemente alrededor.
Separamos el beso lo suficiente como para sacarla el jersey. Me agaché y apartando la tela del sujetador le mamé, le lamí los enormes pezones. Siempre quise mamar de una teta, así que lo hice sorbiendo y clavando suave los dientes. Ella se reia y decía:
-Que bien mama mi niño.
Manoseado a su espalda intentando abrir el sujetador. Se me notaba la inexperiencia. tras un rato de intentarlo ella se cansó. Se sacó los tirantes de los hombros e hizo girar la prenda alrededor de su pecho. Así era mucho más fácil. Al soltar el broche sus impresionantes tetas quedaron a mi vista y al alcance de mis manos. Y volví a posar mis labios y lengua en ellas. Me dejó todo lo que quise hasta hartarme, bueno no, nunca me hartaría de unos pechos así.
Me sacó la camiseta y nos levantamos. Le bajé los vaqueros, me arrodillé y se los saqué del todo adorándola a sus pies. Separó los muslos y por fin pude contemplar la maravilla de su vulva. Aún cubierta por una mínimas braguitas mojadas y trasparentes en esa zona. Ella misma se las quitó y dejó que la contemplara a gusto.
Pude acariciarla y descubrir lo que para mí eran un montón de secretos. Toda la anatomía femenina que para mí era un misterio hasta entonces. Empezar a usar la lengua sobre esa maravilla. También le chupé, lamí los labios y se la metí lo mas posible hasta que tuvo un orgasmo, noté sus jugos, su sabor intenso bajando por mi lengua. A pesar de no saber lo que estaba haciendo, mi curiosidad me hacía métela por todas partes dándole gusto.
Me levanté y volvió a besarme sin importarle su sabor en mi boca. Cambiando lengua y saliva. Ella me bajó los pantalones y el slip y me hizo sentar al borde del diván, apoyando solo las nalgas. Fue ella la que se arrodilló. Empezó lamiendo mis huevos, chupándolos como golosinas.
Subiendo la lengua por el tronco y se metió mi polla en la boca. Me hizo tumbar del todo en el diván y levantar las piernas. Cuando empezó a pasar la lengua y un dedo ensalivado por el ano ya fue la locura. Haciéndome sentir lo que mis diez y ocho años de pajas nunca había sentido.
Continuó lamiendo a lo largo del pene, introduciéndose mis testículos en la boca o masticando mi glande. Siguió hasta que se tragó mi semen y volvió a besarme. Fui yo el que sentí mi sabor de sus labios y lengua. Me tumbé en el sofá y a la edad que tenía entonces me recuperaba pronto. Por supuesto ayudaron sus caricias y sus besos.
No me dejó de sobar por todo el cuerpo de los pies a la cara sin parar. Cuando que darme cuenta tenía puesto un condón que me había calzado con la boca. Nunca he llegado a saber como lo hizo, pero quería protegerme. Era evidente que ella no tenía miedo de que yo le pegara algo sino al revés.
Sin pensárselo dos veces se subió a horcajadas sobre mí y se fue clavando mi rabo despacio. Allí estaba bien apretado. Se irguió y comenzó a moverse. Todavía era mucho mejor que cuando me la comió. Solo pude poner mis manos en sus melones y acariciarlos. Su vagina apretaba mi pene como una prensa hidráulica, concentradas todas las sensaciones allí.
Yo le acariciaba de la cara a los hombros, los pechos, el vientre y el clítoris cuando podía alcanzarlo o sujetaba sus nalgas duras y grandes. Tenía una piel suave, esta vez medio tiempo a acariciarla todo lo que quise pues aguanté bastante mas.
Se bajó de encima y me impidió moverme. Empezó a tocarme y besarme, a lamer todo el cuerpo, la cara el pecho, bajando por el estómago y la polla húmeda de nuestras corridas y los muslos hasta los pies y el dedo gordo que se lo metió en la boca.
Me hizo dar la vuelta y continuó chupando y acariciando mi piel. Prestando especial atención al culo, lo abrió con las manos para lamerlo clavando la lengua en el ano. Hasta metió un dedo y lo movió sin dejar de lamer. Descubrí que me encanta el beso negro, y que jueguen con mi culo a su gusto.
Me pidió que se lo hiciera yo y con mi curiosidad hizo que me entretuviera en todo su cuerpo usando dedos, y lengua. Lamí cada uno de los deditos de sus pies y me gustó. Subí por la piel suave de sus pantorrillas hasta los torneados muslos, por la cara interna pero no sin lamer sus rodillas y las corvas.
Paré poco en su chochito pero aún así le di una cuantas lamidas. Su vientre plano y el ombligo me parecieron deliciosos y volver a disponer de sus tetazas me tenía alucinado. Incluso su cuello y la nuca cuando se giró para que pudiera besar su espalda. Y comerme su culo, hacerle a ella el beso negro y clavar la lengua en su ano. Nunca pensé que una mujer me dejara disfrutar así de su trasero.
Volví a su pubis. Arrodillado en el suelo y con sus muslos apretándome la cabeza lamí su coño con todas las ganas, estirando los brazos hasta sus tetas. Luego levantó las piernas hasta su pecho. Tras lamerle bien el culo, el ano, durante un rato. Nunca pensé que se me pusiera dura para un tercer asalto. Pero supongo que ese rato recorriendo su cuerpo me dio la excitación y fuerza para que se levantase otra vez.
Mi juventud y su experiencia estaban consiguiendo que la tarde empezara a quedarse corta. Eran horas y seguíamos teniendo ganas el uno del otro. Yo estaba recuperado y ella que lo vió, me dijo:
-¿A que esperas? Follame el culo.
Muy despacio explorando esa nueva posibilidad, haciéndolo, como mejor supe, la fui penetrando. Sujetando su cadera, su hombro. Ella me guiaba y aconsejaba como toda la tarde. Me indicaba cómo le gustaba y que acariciara su clítoris a la vez. Eyaculé dentro de ella.
Se la saqué de entre las nalgas y me fui al baño a lavarme. Como ella me indicó. Me esperó descansando, me tumbe a su lado. Creí que no se me levantaría ni con una grua, aunque eso no importaba en ese momento, nos acariciábamos con ternura.
Me preguntó si quería seguir y me propuso un masaje con todo el cuerpo. Embadurnados los dos bien de aceite de almendras nuestras pieles resbalaban la una sobre la otra. Ella encima o yo sobre el cuero de diván. Sus pechos grandes por todo mi cuerpo. Su culo sobre mi piel.
Ella me ponía a mil ya antes de esa tarde así que después de todo lo que estábamos haciendo mi excitación estaba por la nubes. La polla al principio flácida se fue poniendo morcillona, dura poco a poco, bien remojada en el aceite terminé con la espalda en el cuero y ella encima mirando hacia mis pies.
Viendo que me había recuperado empezó a comérmela con furia. Yo evidente hice lo mismo con su coño y su culo todos los fluidos de esa tarde. Nuestro sudor, mi semen los jugos de su coño el aceite, nada me importaba. Me sabía a gloria hasta el ano. Ella tampoco dejaba de comerme los huevos y de meter un dedo en mi ano.
Supongo que tardé en correrme una barbaridad y apenas saldría nada. Pero no importaba nada, era solo la sensación lo relevante.
Cuando me di cuenta de la hora, el sol bajando en la ventana. Me tuve que vestir a toda prisa y ponerle una excusa a mis padres. Pero estaba deseando volver a ver a la vecina.
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sábado, 15 de mayo de 2021
Coronas y la ladyboy
Oculta detrás de una estantería acariciaba con sensualidad las sedas y encajes de la lencería expuesta al público. Ella se sentía tan lasciva como la lencería que estaba mirando, tan excitada, tan caliente como una hembra en celo. Pero esa no era su realidad sólo su deseo, entre sus piernas su polla negaba la feminidad de su mente.
Pero todo eso no le impedía disfrutar del tacto de esas prendas. En ese momento de intimidad con sus deseos. La chica que atendía estaba con otra clienta pero observaba de reojo al jovencito andrógino pensando que iba a robar algo. Y era guapo el condenado, con el pelo largo negro, lacio, una linda carita delgada, un tipo fibroso casi delicado, con esas ropas demasiado grandes que no le hacían justicia a su cuerpo follable.
Cuando largó a la última clienta se dirigió al muchacho que seguía medio escondido manoseando las prendas mas finas y provocativas. Ella se llevó un buen susto cuando aquella voluptuosa rubia de larga melena lisa y ojos azules la descubrió. Agachó la cabeza avergonzada de haber sido descubierta así. Pero cuando le dijo:
- ¿Es que pretendes robarme?
Ella solo pudo negar moviendo la cabeza con vehemencia, asustada. Su melena negra se movía como las crines de una bonita yegua árabe.
-¿Entonces que haces con mi mercancía?
Preguntó la dependienta. Acorralada no pudo mas que admitir la verdad. Tímida y dulce le dijo agachando la cabeza:
- Solo miro, admiro la lencería que me gustaría ponerme. Son cosas preciosas, muy sensuales. Tengo dinero, puedo comprarlo.
Había entrado a comprarse algo pero no lograba decidirse entre prendas tan bonitas. Incluso tenía el dinero.
Eso había conseguido despertar la curiosidad de la rubia. Le preguntó:
-¿Que te gustaría?.
Ella se había fijado en un body de encaje trasparente con el escote hasta el ombligo y terminado en tanga, en color violeta. No tiene mal gusto la nena pensaba la voluptuosa rubia. Aún dudando pero empezando a excitarse cogió el de color rojo de la talla del cuerpo que tenia delante pensando en que no le quedaría nada mal. Puede que algo escaso en el pecho pero sensacional en ese culito duro. Mirándolo a los ojos con más de media sonrisa en los labios le preguntó.
-¿Quieres probártelo? Dime para quien ibas a lucirlo.
- No me atrevo a ponérmelo para nadie. No tengo novio ni nada parecido.
Tuvo que confesar que únicamente para ella misma y su espejo. Qué sentir el roce de esas prendas era el único placer que iba a sacar de ellas. Lo que parecía un auténtico desperdicio, tanto para la lencería como para el bonito cuerpo que se la iba a probar.
-vamos a hacer una cosa. ¿Por qué no vuelves a la hora de cerrar? Así solas y juntas vemos lo que podemos hacer por ti.
Normalmente no habría propuesto algo así, normalmente no. Pero de forma extraordinaria, ya había surgido alguna ocasión en la que tontear con una clienta hacia llevado a pasar un buen rato juntas. En la timidez, dulzura y belleza del muchacho se veían nuevos placeres posibles. Si volvía trataría con la situación y si no, se olvidaría de todo.
Nerviosa, la jovencita volvió a entrar en la tienda cinco minutos antes de cerrar. La dependienta ya había preparado algunas cosas para su nueva clienta especial. Incluido el body que le gustaba a ella. La recibió con un tierno abrazo y las llaves de la tienda para cerrar la puerta tras ella.
- Así no nos molestará nadie. Aún no sé como te llamas.
- Alex pero llámame Alexia por favor.
- Yo soy Coronas, como comprenderás es un apodo pero a mí me gusta. Vamos a ponernos cómodas. Te he elegido algunas prendas. Ve desnudándote aquí no puede vernos nadie.
Una vez a solas y como para darle confianza la rubia se abrió la blusa lo suficiente como para enseñar el negro sujetador de encaje casi trasparente. Claro que en ella con su talla cien era algo portentoso.
Con esas muestras de confianza la joven se relajó y empezó a desnudarse enseñando su blanca piel y su cuerpo delgado, su cuello fino elegante sobre los hombros níveos. Al bajarse los vaqueros demasiado anchos las nalgas duras y respingonas los retuvieron un segundo para luego caer al suelo y enseñar unas bonitas piernas finamente torneadas y bien depiladas, a las que unas medias sentarían de maravilla.
Lo único que le quedaba puesto eran unas pequeñas braguitas de una marca blanca de una gran superficie. Apenas podían contener la excitación del pene de Alexia. Al final con la cabeza gacha también se las saco descubriendo una polla pequeña y depilada. La rubia ya se había sacado la blusa luciendo el sujetador negro de encaje casi trasparente, que apenas podía contener la abundancia de sus senos y por el que se veían los pezones con claridad. Para darle confianza le dio un abrazo aplastando esa impresionante delantera en el pecho lampiño.
Le tendió la sensual prenda en la que se habían fijado con anterioridad. La ayudo a subirla por los suaves muslos, rozándolos con cierto descaro, se la subió hasta los hombros y dejó que la morenita se colocara como pudo la polla y los huevos. Alexia se giró ante el espejo admirando su propio culito duro, y como la prenda moldeaba su figura haciéndola más femenina.
Pero faltaban algunos detalles, unas medias suaves con ligas de silicona, unos altos zapatos de tacón, un cepillado a su lacio cabello para darle un toque mas femenino, un toque de maquillaje. En ese ambiente sensual fue la dependienta quien la ayudó con todo ello.
La jovencita de sentía tan femenina como bella y en ese momento desfilando por la tienda admirada por otra mujer. Tan sexual espectáculo había excitado a la rubia que dejó caer al suelo la falda de tubo y solo sacando un pie y luego el otro de la prenda. Coronas se lucia así en su sensual conjunto negro, muy pequeño y trasparente ante su nueva amiga y alumna.
La jovencita miraba a la dependienta con envidia admirando su cuerpo voluptuoso y su lencería. Y vio como la rubia llevaba la mano a su pubis mirándola a los ojos. Apartaba el tanga a un lado y se acariciaba despacio sin penetrarse solo humedeciendo el clítoris y los labios con sus propios jugos.
La jovencita correspondiendo a la confianza volvió a desnudarse del todo para probarse un conjunto con liguero que le sentaba fenomenal usando las mismas medias. El sujetador de copa más pequeña que había en la tienda no necesitaba ni prótesis para que le quedara bien. El tanguita era tan leve que apenas lo notaba. Todo lo sentía sin tocar su polla que apuntaba dura al techo. Se miraba al espejo desde todos los ángulos sintiéndose toda una mujer por primera vez en su vida. Sin esconderse y delante de alguien que parecía comprenderla.
Luego un corsé negro con un tanga tan leve y suave que parecía que no llevaba nada y la excitaba solo ponérselo. Desde luego no podía ocultar su erección que salía por un lado de la prenda, pero eso solo era una muestra de lo a gusto que Alexia se sentía en ese momento.
Motivada por la jovencita que ya había perdido la vergüenza con la que había entrado en la tienda, la dependienta se probó lo mismo pero en violeta se pusieron juntas ante el espejo, para contemplar su belleza. Una voluptuosa, de cadera amplia y grandes senos y la otra delgada con su alto respingón y aunque más plana, plana del todo, muy sensual.
La morenita no podía apartar los ojos de su nueva amiga y ver cómo se libraba de las dos reducidas prendas que le quedaban de una forma tan sensual la excitaba un tanto. Para ponerse un corsé y un tanguita como los que ella tenía puestos. La tetas de Coronas rebosaban por encima de las cosas del corsé. El tanga tan trasparente dejaba ver los labios de la vulva de la voluptuosa mujer.
Con confianza se cogieron dé la cintura para posar ante la enorme luna de cristal. Rozaban sus muslos sin cortarse y los enormes pechos de la rubia se frotaban con los costados de la jovencita. Esta estaba mucho más excitada de lo que quería admitir.
Siendo tan tímida nunca se había atrevido a ligar con nadie. Como ejercicio intelectual y estando segura de que le gustaría llegar a ser lo más mujer que pudiera siempre había supuesto que le gustarían los hombres. Coronas estaba volviendo del revés sus esquemas.
Por supuesto la dependienta no estaba dispuesta a dejar marchar ese bomboncito sin catarlo. Sus caricias se hacían más insinuantes, más íntimas. Se puso a su espalda clavando en ella sus melones que el corsé ya abierto no contenía. La besó en el cuello y el hombro apartando su melena.
- Eres preciosa vas a conseguir a cualquier persona que te propongas. Nadie podría resistir tus encantos.
- ¿Ni siquiera tú?
Le dijo sonriendo.
-A mí me tienes hechizada desde que te vi con el primer tanga.
Los besos se fueron haciendo más húmedos, más intensos. Alexia los aceptaba de buen grado. Caliente empezaba a darse cuenta de que la rubia podría enseñarle un montón de cosas y hacerla disfrutar mucho. Pronto sintió una mano acariciando sus huevos y un escalofrío de placer recorrió su columna. Eso hizo que se moviera echándose hacia atrás y su culo quedó pegado al pubis de Coronas.
Echo la cabeza atrás apoyándola en el hombro de la rubia. Así su cuello quedó a disposición de esta que lo aprovechó de inmediato lamiendo la piel suave. Sintió la mano cogiendo su pene y moviéndolo despacio y suave. La paja que le estaba haciendo iba a llevarla al orgasmo en pocos momentos.
- Si me haces eso me correré enseguida.
Coronas le hablaba al oído, suave, lamiendo la oreja de la morenita.
- Sería una lástima que se perdiera. ¿Me dejas que te la chupe?
- Me has abierto todo una constelación de experiencias y sensaciones. Va a ser mi mundo y te lo agradezco pero además quiero que lo hagas. Deseo disfrutar contigo.
Coronas le quitó el corsé pero le dejo el tanga. Las dos con la misma ropa. La arrastró hasta la moqueta para que fuera más cómodo para las dos. Y se subió sobre ella en un sesenta y nueve. Coronas tenía experiencia, sabía como hacerla disfrutar. Empezó lamiendo sus testículos sin dejar de acariciar la polla con una mano. La otra la puso en su prieto culo, amasando su dura carne y separando las nalgas.
Iba a demostrarle a esa nena que podría disfrutar con cualquier persona siendo ella queen quisiera ser. Pronto un dedo estaba investigando el ano. Ensalivado hacia círculos para empezar a dilatarla. Pronto dejó los huevos y de dedicó al tronco con su lengua juguetona. Lamiendo y chupando el glande.
Alexia al principio no supo qué hacer con el xoxito que tenía justo encima de su boca. Pero no en vano había visto mucho porno como para estar quieta mucho rato. Curiosa al ser la primera vulva que tenía a su disposición empezó a explorarla suave con los dedos mirando desde muy cerca cada detalle. Cada pliegue de los labios y el jugoso clítoris.
Unos segundos más tarde era su lengua la que empezaba a investigar. Coronas se dio cuenta de que su protegida empezaba a espabilar. Separó más los muslos y dejó que ella fuera a su aire. Si conseguía que se corriera estaría bien pero se conformaría con lograr que Alexia se soltara.
Así que fue una grata sorpresa lo que la jovencita le empezaba a hacer sentir. Notó su lengua entrando todo lo que podía en su vulva penetrándola. Luego jugando con el clítoris acariciándolo. Corona es de orgasmo fácil y no tardó mucho en dejar sus jugos en la lengua de Alexia.
Tampoco tardó nada ya en recibir en la suya la lefa de la chica. En vez de tragarla como hubiera hecho otras veces se giró y se la ofreció a la joven travesti mezclada con su saliva. Dejándola caer de su lengua a la boquita abierta.
No quería presionarla mucho más, esa tarde. Así que ni planteó que la follara aunque estaba deseando cabalgar esa polla teniendo a la chica vestida con la lencería más fina de la tienda. Tras correrse ambas decidieron que tenían que seguir conociéndose mejor pero que ese no era ni el momento ni el lugar.
Alexia se llevó toda la rosa que se había probado pero solo pagó la mitad. El resto fue un regalo de Coronas. Siguieron en contacto y aunque la joven seguía comprando su ropa allí, donde follaban era en el piso de la rubia.
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viernes, 14 de mayo de 2021
El padre de mi amigo, la moto
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Otros relatos de la misma serie:
El padre de mi amigo.
https://www.todorelatos.com/relato/154511/
El padre de mi mejor amigo, el cumpleaños.
www.todorelatos.com/relato/175246
Este es el comienzo, la precuela. Así es como se desarrolló la historia con mi mejor amigo Mario y como empezamos a follar. Y como empecé a provocar a su padre Julio que empezó a gustarme mucho en esas vacaciones. Luego una vez divorciado nos reencontramos. Tuvimos nuestros encuentros como follamigos y en un cumpleaños que terminó en orgía me presentó a algunos de sus amigos. Pero todo ello no habría pasado sin esas vacaciones, su cámara de fotos y los bañadores speedo rojos que usábamos todos.
Mi mejor amigo, Mario, había recibido un buen regalo, una moto nueva. A nuestros diez y seis años y con las hormonas revolucionadas era una maravilla tener libertad de movimientos. Me gustaba ir de paquete cojido de su cintura apretado contra su espalda. O cuando me dejaba conducir y era su pecho el que notaba detras de mí y no solo su pecho, sino su polla dura clavada en mi culo.
Somos inseparables desde que tengo memoria siempre hemos jugado juntos. Hemos hablado de todo sin secretos entre nosotros. Bueno casi, hay cosas que nunca nos habíamos atrevido a confesarnos. Hablamos de sexo sin cortarnos, de chicas, de sus cuerpos, pero no de los nuestros. A pesar de habernos visto desnudos infinidad de veces de rozarnos y tocarnos y tener estrecho contacto físico en nuestros juegos.
La moto nos permite alejarnos más, explorar más lejos y buscar nuestros refugios secretos y soledad compartida sin miedo a que nos encuentren. Dando esquinazo a nuestros padres y familia. Teníamos kilómetros de playas a nuestro alcance y aún mas de bosques y prados.
Explorábamos todo aquello y cuando encontrábamos sitios tranquilos descansamos allí, charlando medio desnudos sobre la arena caliente o la hierba fresca. Almorzando lo que hubiéramos llevado en una mochila. Llegábamos hasta la playa nudista de la que siempre habíamos oído hablar pero que nunca habíamos llegado a ver.
Los cuerpos desnudos nos llamaban la atención. Los primeros días no nos atrevíamos a desnudarnos pero por supuesto a las pocas visitas nos mostrábamos sin pudor. Al principio nos tomaban por mirones pero al ver nuestra juventud lo tomaban por curiosidad natural y nadie nos decía nada. Si volvíamos tarde o temprano nos desnudaríamos.
Ese día yo conducía sin camiseta y con un pantalón tan corto y fino que se me notaba todo. Mario llevaba un pantalón parecido al mío. Los muslos desnudos se rozaban. Sentado detrás de mí apretaba mi cintura con sus manos cruzadas justo sobre mi ombligo. Si las hubiera puesto por debajo yo estaría muy nervioso.
Su pecho pegado a mi espalda nuestras pieles desnudas en estrecho contacto frotándose en cada bache. A los lados de la carretera por la que íbamos chicas en bikini y chicos en bañador buscaban un lugar en las playas para quedarse y para pasar el día.
Nosotros pensábamos ir un poco mas lejos pero con el espectáculo y los roces la verdad es que me estaba poniendo caliente. La polla dura colocada hacia la izquierda me empezaba a apretar dentro de los pantalones. En mi culo empezaba a notar como a mi amigo le pasaba lo mismo que a mí. Empecé a notar en mis nalgas como su rabo se iba poniendo duro.
No era la primera vez que nos pasaba y no le di mas importancia. Apoyó la barbilla en mi hombro desnudo en un gesto de cariño que era habitual entre nosotros. La gente empezaba a escasear pero Mario no se separaba de mí y la sensación me gustaba así que solo acomodé mejor el culo en el sillín sintiendo aún mas la dureza de su polla.
Un poco mas lejos estaba la cala a la que íbamos. Mario se bajó primero y yo apoyé la moto en el caballete. Descolgamos la mochila y bajamos por la escalera del acantilado. Como esperábamos había poca gente y la mayoría desnudos.
Íbamos mirando el panorama buscando un sitio donde poner nuestras toallas. Debajo de nuestros pantaloncitos cortos no llevábamos nada. Al bajármelo mi polla saltó como un resorte y la de Mario hizo lo mismo. Los dos nos echamos a reír ante lo absurdo de la situación lo que atrajo algunas miradas. Así que corrimos al mar un poco para escondernos, otro para relajarnos y otro para estar juntos y solos. Muy juntos que era como mejor estábamos.
Yo entré primero y Mario tras de mí se me subió a caballito a la espalda. Era un juego pero su polla estaba cuatro dedos por encima de mi culo y mis manos sujetando sus muslos muy cerca de sus nalgas. Me adentré en el agua para ocultarnos de miradas indiscretas. Al soltarse su polla quedó atrapada justo en mi culo. Apreté las nalgas para mantenerlo ahí y eché las manos mas atrás para agarrar las suyas.
No hizo nada por separarse, mas bien sus manos acariciaron mi pecho despacio alcanzando mis pezones que estaban duros como piedras. Al darse cuenta de ello en vez de dejarme en paz empezó a pellizcármelos y a jugar con ellos lo que me excitó aún mas. Apreté el culo para no dejarle escapar y él me dio un muerdo en la nuca. Uno de mis dedos se deslizó por la raja de su culo hasta encontrar su ano y era la primera vez que lo tocaba. Al menos si el agujerito por que el culo nos lo teníamos bien sobado jugando.
No se amilanó para nada y me dejó penetrarlo hasta la primera falange antes de bajarse de mi espalda pero sin separar su cuerpo del mío. Notaba perfectamente la dureza de su polla rozando mis nalgas, mi muslo y mi propio rabo cuando se puso frente a mí. Lo tenía cogido de la cintura mientras el agua que nos llegaba a los hombros nos ocultaba de la visión desde la playa nos mirábamos a los ojos.
Nos acercamos más hasta que nuestros labios se tocaron, se abrieron y dejaron pasar las lenguas con hambre de la saliva que recogían juguetonas de la boca del otro. Nuestro primer beso. Le magreaba el culo a placer y él hacía lo mismo con el mío llegando a pasar un dedo por el ano. Nuestros penes apretados entre nuestros vientres los sentíamos duros y calientes. Una de sus manos agarró los dos pajeándolos despacio. Una de las mías acariciaba sus huevos sin dejar de sobar su cuerpo con la otra.
Tan calientes estábamos que nos corrimos enseguida dejando que el agua se llevara el semen. Jugamos un rato mas entre las olas sin atrevernos a comentar lo que había pasado. Y pensando que todo el mundo se había dado cuenta de lo que habíamos hecho. Salimos a la arena a tomar el sol y descansar fijándonos en los demás cuerpos desnudos, hombres y mujeres por igual.
A pesar de estar todo el mundo en bolas era un sitio demasiado público como para hacer nada más. Aunque cada vez que volvíamos a meternos en el mar, ocultos hasta el cuello, volvíamos a acariciarnos.
Esa noche me masturbé dos veces recordando la mano de mi amigo apretando mi polla contra la suya. Mezclándo imágenes de coños, tetas y de otras pollas sobre la arena caliente, de cuerpos desnudos. A la mañana siguiente me recogió temprano, lo único que me puse encima de mi cuerpo desnudo fue un short vaquero tan recortado que parecía un slip y Mario venía con su pantalón de deporte mas fino y pequeño.
Algo había surgido el día anterior entre los dos y parecíamos dispuestos a explorarlo. No me dejó coger el manillar así que acomodé mi pecho bien pegado a su espalda y mi pene morcillón a sus nalgas duras. Rodee su cintura con mis brazos apretándolo fuerte justo donde la tela dejaba paso a su piel bajo el ombligo y apoyé la barbilla en el hombro.
Si eso no le dejaba claro que me encantaría repetir los juegos de la playa tendría que decírselo. Por que no me iba a quedar sin ello. Pero si que lo tenía claro o al menos cierta parte de su anatomía. Al rato empecé a notar en mis dedos su polla dura queriendo salir del pantalón hacia arriba.
No sabía si podría o sabría reconocer con palabras mi bisexualidad. En vez de hacia el mar se encaminó al bosque a un rincón cubierto de de hierba fresca oculto entre arbustos. Nuestro rincón secreto en medio del monte. Sin bajarme del sillín agarré su polla por encima del pantalón descubriendo con agrado que ya estaba dura. Sin soltarla metí la otra mano por dentro de la tela y se la acaricié sin mas estorbos.
Mientras le besaba lamía y mordía suavemente el hombro y el cuello. Se giró como pudo para darme su lengua que de inmediato se cruzó con la mía. El pacto se había sellado. Nos bajamos de la moto sin dejar de sobarnos y en cuanto estuvimos frente a frente dejé caer sus pantalones al suelo. Hacía un momento los tenía bajados por debajo de la testículos y de ellos su polla asomaba. El abrió los míos dejando que la mía saltara dura. Metió la mano por dentro y saco los huevos. Se dejó caer de rodillas en la hierba.
En vez de coger mi rabo con la mano lo cogió entre los labios, las manos las metió por las perneras agarrando con fuerza mis nalgas. Su mirada mientras clavaba sus ojos en los míos era pura lujuria. Y allá abajo veía de vez en cuando su rabo duro rozándome los tobillos al ritmo de los movimientos de lamer mi polla y huevos.
Con todo eso y el calentón que llevaba de antes me corrí en su boca en muy poco tiempo. No se separó y recogió toda mi lefa en su boca. La mezclé con mi saliva cuando me incliné a besarlo y clavé mi lengua en la suya. Un beso largo morboso con el sabor del semen y sus manos librándome por fin del vaquero.
Sin levantarse se echó hacia atrás y se tumbó en la hierba con la perpendicular de su rabo tieso apuntando al cielo. No sabia donde lo quería pero tenia muy claro que lo necesitaba dentro de mí. Como hacía mucho que habíamos pasado el punto de no retorno me ensalivé bien dos dedos y me dediqué a abrirme el culo dispuesto a sentarme encima de su polla. Le veía en la cara lo que le gustaba el espectáculo.
Más cuando dejé caer mas saliva en su brillante glande y despacio doblé las rodillas hasta apoyar el ano en él. Con mas esfuerzo y dolor del que pensaba fue abriéndose camino en mi interior. Pero por nada del mundo iba a parar aquello hasta que no se corriera en mis tripas. El ayudaba poniendo más saliva en mi polla cuando levantaba el culo. Y más lubricado volvía a bajar. También me cogía la polla acariciándola. Tenía que conseguir que se corriera follándome. Y si fue, al rato su lefa llenaba mi ano.
Yo no me corrí pero para entonces mi nabo volvía a estar duro. Mario no quería quedarse sin su parte y se puso a cuatro patas para mí. No pude resistirme y cuando lo vi así de expuesto me puse a comerle ese prieto culito. A pesar la lengua por toda la raja y clavarla en el ano que aprecia abrirse pidiendo más. Y no era el su agujero el que pedía.
- ¡Vamos fóllame! Lo necesito.
Desde luego le di el gusto y segundos más tarde lo estaba penetrando a lo perrito en medio del bosque.
Pronto me di cuenta de que su padre me atraía. Mientras mi relación con Mario se afianzaba por un camino que ninguno de los dos había supuesto antes de esas vacaciones. Julio, todo un hombretón atractivo y masculino que usaba los mismos bañadores tipo slip que nosotros. El suyo rojo y minúsculo parecía que tapaba un buen rabo. Ese cuerpo me gustaba.
Se dedicaba a hacernos fotos en cuanto podía. Sus preferidas eran cuando estábamos en bañador en la playa o en el jardín del chalet alquilado y nosotros posábamos haciendo el payaso. Estoy seguro que me de una vez le enseñamos el culo bajándonos lo que lleváramos puesto en ese momento. Y si fue lo bastante rápido en alguna foto los dos estamos haciéndole un calvo a la cámara. Quiero una copia de esa foto.
Más de una vez quedaría plasmado en esas fotos más carne de la que pretendíamos. Pero aparte de provocarlo exhibiendo más piel de la necesaria o con roces y apretones nunca se me pasó por la cabeza pasar de ahí con Julio. Y joder como me gustaba. Si él hubiera pasado alguna vez de abrazarme y cogerme el culo en algún gesto cariñoso yo mismo me habría bajado los pantalones. Los míos para que me follara o los suyos para comerle ese rabo que se marcaba en el bañador tipo slip.
Ambos nos contuvimos por entonces. Esperando un momento más propicio para dar rienda suelta a nuestro deseo. También estaba mi relación con Mario por supuesto que siempre me tenía cachondo.
La continuación en:
El padre de mi amigo.
jueves, 13 de mayo de 2021
El padre de mi amigo, el cumpleaños
.
De vez en cuando quedaba con el padre de mi mejor amigo. No es que fuéramos novios, solo follamigos. Una veces solo nos tomábamos unas copas en un bar y otras directamente en su piso de divorciado nos lo comíamos todo y nos follábamos el uno al otro. Los dos seguimos siendo bisex, versátiles y muy morbosos.
Una tarde entre semana recibí un wassup suyo.
-¿Quedamos el viernes?
Como no tenía nada planeado le contesté que si.
- Perfecto, vente lo más putita que puedas, he pensado en algo. Vente por mi piso.
Fue la críptica respuesta. No sabía lo que tendría pensado pero seguro que sería algo divertido. Siempre me lo pasaba bien con él.
Al abrirme la puerta pareció algo decepcionado con mi atuendo, un vaquero y un jersey. Había decidido castigarlo por su misterio y yo también quise darle una sorpresa.
Ya en el salón me quité el jersey que tapaba una camiseta de rejilla negra totalmente trasparente. No la usaba mucho pero aquella era una ocasión ideal para lucirla. Sus ojos hacían chiribitas al descubrir los secretos de mi atuendo. Aflojé el cinturón ancho y con adornos metálicos del vaquero y cayó a media nalga descubriendo el bañador slip rojo que él me había regalado la primera vez que follamos. Llevaba también unas botas militares y una cadena entre los bolsillos del pantalón.
-¿Que tenías pensado? Julio.
- Me han invitado al cumpleaños de un amigo.
-¿Y quieres que yo sea el regalo?
- No, no solemos hacernos regalos. Tu serás el animador de la fiesta. No vamos a ser muchos, es algo íntimo.
-¿Y tú pretendes que la cosa se convierta en una orgía? Por lo que parece.
Ya estaba viendo por donde iban los tiros. Pero me estaba costando un triunfo que me diera detalles.
- Tanto como eso.... bueno ya veremos a ver como sale. Pero si animarlos un poco. Son todo tíos de mi edad, gay o bisex, así que no creo que sea difícil.
- Bueno dame unos minutos para terminar de prepararme.
Entré al baño y me eché algo de mi pelo lacio hacia la frente. Me puse algo de rimmel negro en los ojos y me añadí pintura o esmalte fácil de quitar en las uñas, negra también. Incluso algo de pintalabios negro y una gargantilla de cuero en el cuello. Con unos guantes de rejilla del mismo material que la camiseta quedaba terminado mi look de emo gay. No suelo ir así, la ciudad es pequeña y llamaría mucho la atención. Pero ante su petición me apetecía llevar ese tipo de imagen.
Salí al salón y me di una vuelta sobre mi mismo para lucirme. Se le veían las ganas de terminar de bajarme los pantalones y ponerme mirando a Cuenca allí mismo. Casi tuve que escapar de sus brazos, pero aún así nos dimos un buen morreo como preludio al resto de la noche. Saliva va, saliva viene y con cruce de lengua nos fuimos calentando.
- Vámonos o no terminamos de salir de aquí.
Cogimos el ascensor y un piso más abajo se subió una señora con nosotros. Se me quedó mirando. Por su expresión nunca llegué a saber si quería llamarme maricón, le estaba dando un infarto o quería bajarme los pantalones y comerme la polla. Se bajó en el portal y nosotros seguimos hasta el garaje riéndonos.
Llegamos en su coche al piso de la fiesta, en otro barrio al otro lado de la ciudad, sin más incidentes aunque si me fijé en que la gente me miraba en cada semáforo. No es una ciudad muy grande y ese look aún llamaba la atención.
Al llamar a la puerta del piso nos abrió un hombre bastante guapo, moreno, algo canoso, con un buen cuerpo fibroso, delgado, vestido con una camiseta de tirantes y unos vaqueros desgastados y una gran sonrisa que se ensanchó más al fijarse en mí. Julio me presentó.
- Este es Alex viene conmigo. Alex te presento a Nacho. Un buen amigo que me ayudó mucho después del divorcio, ya te haces una idea.
Seguro que se habían animado el uno al otro en una cama, o en el sofá o en la encimera de la cocina. Imaginaba y no estabas muy desencaminado.
- Pasad y serviros unas copas. Pablo ya está aquí.
Cuando entré sabía que sus ojos perseguían mi culo con una mirada de lujuria. Pero me hice el despistado continuando hasta el salón. Una música suave llenaba la estancia al suficiente volumen para que se notara sin molestar a los vecinos. Allí sentado en el sofá estaba el tal Pablo, digno del mismísimo Picapiedra. Un tío enorme que casi ocupaba dos plazas de un sofá de tres. Aunque no estaba gordo, parecía un cuerpo normal en talla extragrande. Se levantó de inmediato a saludarnos.
En vez de darnos la mano como hubiera sido habitual entre hombres se inclinó a darnos dos besos. Detalle que me encantó. Era evidente que tenía que inclinarse para ponerse al nivel de cualquiera de los que estábamos allí. A ojo debían ser más de dos metros. Llevaba unas bermudas que descubrían sus piernas bien depiladas y suaves. Además de una camiseta abierta que poco tapaba su torso de barril también sin un pelo.
Me cogió de la cintura para besarme las mejillas en cuanto Nacho nos presentó. Y yo en mi papel me colgué de su cuello para devolverle esos besos muy cerca de sus carnosos labios. Aproveché para pasar la mano por su cabello cortado al uno y que empezaba a escasear. Me imaginaba esa boca enorme comiendo mi polla.
Julio que también lo besó, suave y rápido en los labios preguntó:
-¿Falta alguien?
- Solo Marcos, pero no tardará. Me ha mandado un wassup diciendo que estaba aparcando.
- Estupendo. ¿Dónde están las copas?
Fue decir esa frase y Nacho ya nos estaba poniendo los vasos en las manos. Mientras el anfitrión y yo charlábamos por detrás oía cómo Pablo le comentaba al padre de mi amigo:
- ¡Que ricura!, ¿de donde has sacado ese bomboncito?
- Es un amigo de mi hijo, un chico muy majo. Aunque algo estrafalario.
Lo comento siguiendo el plan que habíamos trazado en el viaje. En ese momento llegó el invitado que faltaba. Nacho lo dejó pasar y le puso su copa. Sin contarme a mí, Marcos era el más joven, no pasaría mucho de la treintena. Era un rubito, guapo, delgado y de ojos azules por lo que daba la impresión de ser aún más joven.
Me sonaba de haberlo visto alguna vez en una discoteca, pero nunca me había acercado a él. Ni él a mí. Llevaba unos vaqueros y una camisa blanca muy fina y con algunos botones abiertos. También le pusieron una copa en la mano y me presentaron como es debido. Sí que me dio un apretón de manos firme y que duró bastante tiempo mientras nos mirábamos a los ojos.
- Creo que te he visto alguna vez por la Cómic.
- Eso me pareció cuando te he visto. Pero siempre ibas muy bien acompañado y nunca pude acercarme a tí.
Me dijo con una bella sonrisa.
- Igual hubiera tenido que acercarme yo.
- Pues te lo hubiera agradecido. Pero nunca te vi vestido así.
- Me apetecía darme un capricho. ¿No estoy bien así?
Les provoqué a ver por donde salían. Las protestas no tardaron nada en llegar alagando mis oídos.
- ¡Para nada! ¡Estas guapísimo! ¡Fantástico!
Terminadas las presentaciones y cada uno con su bebida dejé de ser el centro de atención. Estuvieron un rato poniéndose al tanto de sus vidas como amigos normales. Julio ocupó un sillón y yo me senté en el brazo del mueble dejando que rodeara mi cintura en un gesto posesivo. Acariciaba mi vientre y muslo dejando que los demás lo vieran perfectamente.
Incluso mientras charlábamos pues de vez en cuando yo también metía baza, deslizó su mano por debajo de la camiseta. Al ser esta trasparente del todo los demás veían su mano acariciar mi piel directamente. Eso empezaba a caldear el ambiente.
- Buscáos una habitación.
-¿Por qué? ¿no es mejor aquí? sin escondernos.
- Pues claro pero nos está dando envidia a los demás.
Ese fue Pablo.
-¿Quieres un poco?
- No me importaría.
- Alex ¿le quieres dar un poco de cariño?. Me dijo Julio
La cosa iba más rápida de lo que yo había pensado. No sé si por mi atuendo o por que ellos ya eran unos calentones de por sí y aquella no era su primera orgía. Sin contestar me levanté y fui a sentarme en las rodillas desnudas del gigante, de lado. Apoyé la cabeza en su pecho y rodeé aquel cuello de toro con mis brazos.
- ¿Así estas más contento?
- Todavía no, pero falta poco.
Y me besó. Esa lengua gigantesca hacia maravillas en mi boca pues de inmediato la abrí para dejarle pasar. Yo la lamía y chupaba apretándola entre mis labios. Me dediqué a acariciar uno de sus pezones por dentro de la camisa. Mientras una de sus manazas me agarraba el culo amasando las dos nalgas a la vez, por encima de la lycra del bañador. Daba para ello.
Con la otra, suave, me acariciaba la pierna. Junto a mi muslo notaba como su polla empezaba a coger dureza y tamaño. Como fuera a juego con el resto de su cuerpo aquello debía ser algo portentoso.
- ¡Mira ahora quien es el abusón!.
- Pura envidia.
- ¡Desde luego!
Todos nos reíamos con el intercambio de bromas. Marcos se acercó a nosotros. Me tendió la mano.
- ¿Bailas?
- Pues claro.
Sonriendo a Pablo para insinuarle que no me olvidaría de él, me levanté sin soltar la mano tendida. La música era suave, invitaba a bailar lento y agarrado. Lo que era perfecto. Marcos sujetó mi cintura y me pegó a su cuerpo delgado pero fibrado.
Apoyó la cabeza en mi hombro en un gesto tierno que me encantó y al que correspondí haciendo lo mismo. Debía notar perfectamente en su pubis la dureza de mi rabo pues Pablo ya me había excitado mucho. Y yo empezaba a notar como el suyo cogía consistencia bajo sus vaqueros.
Ya no me iba a cortar así que un segundo después mis manos estaban agarrando su trasero que por su dureza parecía forjado en hierro. Él en cambio se decidió por mi pecho pellizcando uno de mis pezones que la camiseta le dejaba ver. Por el rabillo del ojo pude ver como Nacho se había acercado a Julio que le estaba agarrando el culo con toda su fuerza.
- ¿No es hora de ver más carne?
-¿Te parece poco como voy? a mí se me ve todo.
- Tú estás genial. Decía los demás. Empieza a sobrar ropa
-¿Por qué no te quitas tu algo? Así nosotros podríamos ver mucha carne.
Decía alguien a mis espaldas, suponía que Julio. Pero no estaba para prestar mecha atención. Aún así en uno de los giros que hacíamos al bailar lo vimos quitarse la camisa. Lo único que cubría esa enormidad eran sus bermudas y no eran muy grandes. Si me concentré lo suficiente como para separarme lo justo como para empezar a abrir los botones de la camisa de Marcos. Por fin pude besarlo. Y como somos más o menos de la misma altura ninguno tuvo que inclinarse para hacerlo. Bastó con sacar las lenguas y empezar a jugar con ellas.
Al poco tenía su camisa colgando del cinturón y el torso fibrado y sexi, con las costillas marcadas a sus costados, desnudo. Me encantaba acariciar la piel suave de ese pecho. Marcos había metido las dos manos por dentro del bañador rojo. Y uno de sus dedos ya estaba deslizándose por la raja buscando mi ano para acariciarlo.
Julio y Nacho por su parte ya habían empezado por su lado. El anfitrión se había subido a caballito encima de mi amigo y se estaban comiendo las bocas como si no hubiera un mañana. Las manos de ambos recorrían sus cuerpos y sus ropas ya no estaban tan colocadas como cuando habíamos llegado.
Se levantaron y ya sin cortarse se quitaron los vaqueros y las camisetas. Solo con los ajustados slips se fueron a sentar junto a Pablo uno a cada lado. Y se pusieron a acariciar esa mole mientras él giraba la cabeza y los besaba por turnos. Cuando morreaba a uno el otro le comía los pezones y chupaba su pecho o levantaba el brazo de su lado para lamer la axila sin vello.
En medio del salón despejado Marcos y yo seguíamos bailando lentos y sacándonos algunas prendas despacio. No había prisa. Nos descalzamos para rozar nuestros pies y bailar más sensual. Además mis botas habrían machacado cualquier pie descalzo que hubiera pillado debajo. Terminé de tirar su camisa a un rincón mientras él soltaba el cinturón y mis pantalones caían hasta los tobillos. Me ayudó a liberarme de ellos. Agachado aprovechó para pasar la cara y los labios por encima de mi paquete y notar su dureza. Pero sin quitarme el bañador.
Volvimos a abrazarnos y besarnos en medio del salón dando espectáculo a los otros tres que seguirían acariciándose. Marcos se decidió por fin a quitarme la camiseta que tanto juego había dado hasta entonces. Pero que a mi ya me molestaba puesta. Aprovechó para lamer mis pezones y cuando tuve los brazos por encima de la cabeza las axilas.
El cinturón de sus vaqueros me arañaba el vientre así que empecé a quitarle los pantalones. Si slip era tan pequeño y ajustado como el mío. No me resistí a sujetar un momento su polla entre mis dientes con suavidad y por encima de la tela. Piel con piel, pecho con pecho seguimos bailando bien pegados. Nuestras pollas duras sólo separadas por los gayumbos.
Para entonces en el sofá Pablo tenía agarradas con cada una de sus manazas los nabos de sus amigos y los pajeaba con suavidad. Mientras los tres nos miraban a nosotros. Julio y Nacho habían conseguido sacar el mástil, pues aquello merecía ese nombre, de las bermudas del gigante y lo meneaban a dos manos y aún así sobraba polla.
Marcos y yo nos bajamos los slips a la vez dejando que los otros nos vieran las nalgas y frotando por fin los rabos desnudos uno contra otro. Yo agarré las dos y las pajeaba suave mientras seguíamos dándonos saliva. Me lamió la oreja para decirme lo suficientemente alto como para su lo oyeran todos:
-¿Y si vamos a la cama?
Todos estuvimos de acuerdo. Por el camino fueron desapareciendo las últimas prendas que quedaban enredadas en las ingles. Lo único que quedó fueron mis guantes de gasa trasparentes. Pablo me levantó con sus fuertes brazos y yo rodeé su cintura con mis piernas mientras le comía la boca y me llevaba sin esfuerzo aparente hasta el dormitorio. Su polla dura rozaba mi ano provocándome escalofríos de placer.
Sin soltarme se dejó caer en la cama conmigo encima. Tenía que lubricarme bien o aquello me iba a provocar un destrozo. Julio atento a que no me pasara nada se puso entre los muslos de Pablo. Allí noté su lengua en el ano para dilatarme aunque de vez en cuando le daba buenas lamidas al tronco de Pablo. Alguien le alcanzaría el lubricante pues al poco empezó a ponerlo en ambos sitios. Se gastó mucho de eso esa tarde noche.
Nacho se vino entre nuestras cabezas. En cuclillas consiguió meter su cara entre nosotros. Pablo le alcanzaba a comer el culo y yo tenía su polla justo frente a mi boca. Evidentemente no me resistí y empezando desde los huevos empecé a lamerla y chuparla. Estaba claro que no era la primera vez que se lo montaban así y que tenían las posturas ensayadas. Y yo me había tragado como un pardillo que iba de animador.
Marcos quedaba por allí, tocando, besando, lamiendo toda la carne que había expuesta. Toda la piel a su disposición. De vez en cuando yo sentía sus caricias y besos en mi piel. Pero se dedicaba a los cuatro. Una vez bien lubricado fui echando la cadera hacia atrás para irme clavando en el pene de Pablo. Julio lo sujetaba y guiaba para que no nos hiciéramos daño, sin dejar de lamer todo lo que alcanzaba. De los testículos del gigante a mi espalda.
Estaba en la gloria con todo aquello entrando en mí. Manos y lenguas por todas partes y no podía ni gritar ni suspirar de placer por que tenía la boca ocupada comiendo otro rabo. Soy bueno haciéndolo y no es falsa modestia pues Nacho fue el primero que se corrió en mi boca. No lo tragué pues Marcos vino enseguida a compartirlo en un beso tan lascivo como el resto que nos habíamos dado mientras bailábamos. De hecho nuestras babas y el semen caían o más bien lo dejábamos caer en la boca de Pablo justo debajo de nuestras caras juntas.
Yo no dejaba de moverme, quería sentir la lefa del gran hombre dentro de mí y quien estuviera cerca que se tomará el sobrante que saldría de mí ano. Era evidente que fue Julio quien consiguió comerme el culo mientras el enorme aparato se aflojaba y salía solo de mí. Con una expresión de lujuria en su enorme rostro me dijo:
- ¡Fóllame tú!
Si que me bajé el tiempo suficiente como para darse la vuelta y ponerse a cuatro patas. Y yo detrás, teníamos a los demás alrededor esperando su turno y con las pollas duras. Pero yo fui el primero en follar a Pablo.
Marcos a nuestro lado tenía a Nacho boca arriba con las piernas levantadas hasta el pecho y empezaba a follarlo. El gigante justo sobre su cara le daba lengua al anfitrión mientras yo empezaba a abrirme paso en su culo. Separaba las grandes nalgas con las manos mientras empezaba a penetrarlo.
Solo quedaba Julio, besándome, que a mi lado esperaba que me corriera para que le dejara el sitio. Y sus manos no dejaban de acariciarnos. Debido a la excitación de toda la tarde ya no tardé mucho más y le lleve el culo con mi lefa a Pablo. Me hice a un lado y le dejé el sitio a mi amigo que no tuvo ningún problema en meter su rabo que yo tanto conocía en el ano lleno de semen del gigante.
Mientras Julio terminaba yo fui a echarle una lengua a Marcos allí donde podía. De su cuello y hombros a todo el pecho y la axila. Pero tenía otro objetivo incluso más apetecible un poco más abajo. La polla de Nacho se meneaba al ritmo de la follada poniéndose dura poco a poco. Volví a chuparla, y el vientre plano de ambos. Los que no teníamos la boca ocupada suspiraban y gemían, proclamando lo que estaban disfrutando.
Ninguno aguantó mucho más la caña que llevábamos y uno ya otro se fueron corriendo en los agujeros correspondientes. Quedando todos mezclados y revueltos sobre la cama. Recuperando el resuello y relajándonos, pero sin dejar de acariciarnos y besarnos. Yo estiraba la mano y allí donde la ponía había carne, piel y un cuerpo que tocar.
Lógicamente también había manos y labios que se posaban en mi cuerpo procurando darme placer y no me molesté mucho en averiguar de quien eran. Me limitaba a disfrutar de las caricias. Al rato estábamos listos para un segundo ronda con las pollas apuntando al techo. A Julio lo tenía muy visto y de Pablo ya había disfrutado. A Marcos le tenía ganas desde que había estado bailando con él pero empecé por Nacho, que me había quedado muy cerca.
Nos besábamos con lascivia y mucha saliva mientras cada uno tenía en la mano la polla y los huevos del otro. Me giré y le dejé la mía sobre la boca mientras yo me dedicaba a darle lamidas a la suya y a sus testículos. Así que mi culo quedaba en pompa listo para quien pasara por allí. Marcos aprovechó la ocasión, calva como mi culo, sin un pelo. Y allí fue donde noté su lengua. Volviendo a dilatarme para follarme.
Ya estaba otra vez enganchado con aquellos viciosos. Pablo y Julio a nuestro lado también de lo estaban montando, mi amigo cabalgando al gigante. Marcos se echaba sobre mí para hablarme al oído y lamer mi oreja.
- Resérvate, quiero que me folles.
- Cuando quieras, la sacas y cambiamos.
- Nacho, ¿Te importa?
Este tenía la boca muy ocupada con mi nabo como para responder, pero no pareció importarle. Fui yo el que me tumbé boca arriba y ellos los que se me subieron encima. Mi culo había quedado vacío pero no me importó demasiado. Pues Marcos empezó a sentarse sobre mi polla que le fue entrando despacio pero firme, bien ensalivada por el anfitrión que se sentó sobre mi cara para que le comiera todo lo que alcanzaba. Del duro culo al morado glande.
Ya no volvimos a cambiar de postura. Yo me corrí en el recto de Marcos que lo hizo sobre mi vientre llenando mis abdominales de su lefa. Nacho no tardó en correrse en mi boca y entre los dos lamieron todo lo que había quedado sobre mi piel.
Para entonces llevábamos horas en aquella orgía. marcos se quedaría a firme con el anfitrión. Julio y yo fuimos por finalizada la diversión por esa noche y nos llevó a casa a Pablo y a mí. Dejamos al gigante en su chalet con un buen morreo para ambos y la promesa de volver a vernos y disfrutarnos.
Yo me quedé a dormir en casa del padre de mi amigo. Solo dormir hasta por la mañana. Cuando volviendo a follar comentamos la jugada de la noche anterior. Tuvo que confesarme que no era la primera orgía que montaban.
-¿Querrás participar más veces, no?
-Por supuesto, lo disfruté mucho. ¿Tu hijo no sabe de esos amigos tan viciosos que tienes?
- Claro que no, conocí a Nacho después del divorcio y él me presentó a los otros. Y ya vez que no nos cortamos mucho.
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domingo, 9 de mayo de 2021
La fragua
/".
Había mas de treinta grados fuera. Por las estrechas calles de aquel pueblo, un sol de justicia no perdonaba ni la mas pequeña sombra. Al salir del aire acondicionado de mi vehiculo, el calor me golpeó como un hierro al rojo.
La herrería estaba en un viejo cobertizo, apenas un techado de madera y tejas sobre tres paredes de adobe. Rodeado de viejos apeos de labranza y estructuras de metal poco reconocibles la construcción estaba cerca de la ruina.
Si fuera hacia calor, dentro no le haría justicia el interior de un horno. Mas bien parecía una fundición. El olor penetrante de las cenizas de carbón que alfombraban el suelo y la escoria de hierro al que le faltaba poco para fundirse invadía mis fosas nasales. En un rincón la máquina de carbón que daba nombre a todo aquello echaba chispas alimentada por un compresor eléctrico y había bancos y 0000mesas con viejas herramientas apoyados contra las paredes.
Y allí en medio, golpeando con un enorme martillo una barra de acero al rojo sobre un yunque tan viejo y golpeado que parecía salido de la mismísima fragua de Vulcano estaba el herrero.
Vestía con un vaquero muy desgastado, y agujereado por quemaduras, unas botas de trabajo y nada mas que un viejo y agujereado delantal de cuero para protegerse de las chispas y la escoria que volaban por todo el lugar. Los hercúleos brazos parecían pistones de una antigua máquina de vapor, su pecho un enorme barril, no podía ver mucho mas de su cuerpo. Podría haber participado en un concurso de culturismo o una competición de halterofilia, no habría desentonado. Pero si podía ver su cara.
Resulta que no era herrero, era una herrera, nadie me lo habías aclarado. Los pechos pequeños y duros estaban ahí escondidos tras el mandil y una cara dulce enmarcada en una mata de corto pelo rubio ceniza, que apenas correspondía al musculoso cuerpo. Ella ni siquiera llevaba una camiseta y por el vaquero todo roto se veían grandes porciones de sus poderosos muslos.
Yo estaba allí para encargar unas verjas de forja para mi nuevo chalet. Un amigo me había recomendado hacerlas de artesanía y pedirlas en ese pueblo de la meseta. Pero el cabrón se había guardado ese pequeño detalle.
Lógicamente debido al calor reinante mi ropa tampoco cubría gran parte de mi figura. Más voluptuosa que ella, el trabajo duro había quemado hasta el último grano de grasa en su caso, ninguna de las dos nos tapábamos con mucha ropa.
Me había puesto una minifalda con algo de vuelo, de la que decir que me tapaba el culo era ser generosos con ese trozo de tela. El top anudado a la espalda dejaba ésta completamente desnuda y mis tetas, mucho más grandes que las suyas, asomaban con generosidad por el escote. Mis sandalias de cuña de esparto pisaban las cenizas que alfombraban la vieja fragua.
Detuvo el martilleo por un instante y sus ojos de un intenso color azul, recorrieron mi cuerpo de abajo arriba lentamente como queriendo quedarse con todos los detalles hasta clavarse en la míos. Descubrí que los dos eran azules, fríos, todo lo contrario que el ambiente del lugar. Metió la pieza en la que estaba trabajando de nuevo en la forja antes de preguntar:
- ¿Que deseabas?
A punto estuve de decirle que a ella, pero me callé a tiempo. Y pasé a explicarle el asunto de las rejas. Llevaba incluso las medidas en un papel y algunas fotos para que se hiciera una idea. Pero en ese momento y pensando que desearía verla el mayor número de veces posible volví a guardar el móvil en el bolso.
-Me he comprado un chalet nuevo y para personalizarlo un poco quería una verja para la valla del jardín. Tengo las medidas, pero podrías venir un día, y ver el lugar por ti misma para decidir qué es lo que mejor quedaría. Si no tienes mucho trabajo.
Quería tenerla en mi terreno a pesar que todo lo que me calentaba estar en la fragua. Había descubierto que me excitaba ese ambiente, las máquinas, el sudor, el calor. Por supuesto verla allí medio desnuda entre todo ello.
Aún así estaba claro que podía provocarla y coquetear con ella. Cómo en un descuido me rascaba el muslo, o me secaba el sudor del escote. Y por supuesto me fijaba en si ella miraba esos gestos.
Cómo deseaba efectivamente Marta la herrera, me miraba con lo que yo creía que era una expresión de deseo. Con un solo gesto que hiciera yo me entregaría a ella, allí mismo. Me entregaría a sus caricias y yo le daría las mías.
- Desde luego sería mejor ver el sitio, pero aún así ahora te puedo enseñar algunos diseños y pruebas que tengo para otros encargos.
- Sería estupendo. Así me hago una idea de tu trabajo. Pero creo que ya me tienes muy convencida.
Me condujo a través de la hierba agostada a otro almacén cruzando el patio. El sitio estaba en las mismas condiciones ruinosas de la primera construcción. Pero en su interior oscuro se estaba mucho más fresco. Era evidente que lo usaba como almacén. Por allí esparcidos y en estanterías metálicas había trabajos en diversos estados de construcción. Incluso en una pared colgaban espadas y cuchillos de todos los tipos, herraduras y apeos agrícolas, de los que yo no conseguía adivinar su misterioso uso.
En otra pared colgaban trozos de reja de forja y verjas para ventanas. Trabajos en hierro en realidad muy bien hechos. Pero me había llamado la atención una espada de fantasía que colgaba justo enfrente. Parecía el centro de toda una panoplia de armas blancas. Intente descolgarla para verla más de cerca.
- Ten cuidado está muy afilada.
- Esto quedaría muy bien en mi salón.
Se acercó por detrás de mí para ayudarme a sujetar la pesada arma. Pegó su poderoso pecho a mi espalda y solo el delantal de cuero separaba sus durísimas tetas de mi piel. Rodeó mi cuerpo con sus poderosos brazos y puso su manaza rodeando la mía sobre la empuñadura del arma. Efectivamente parecía que aquella cosa podría cortar piedra y hacerlo sin esfuerzo.
Pero su cuerpo pegado a mi espalda aumentaba, no ya el calor que era mucho, sino mi excitación. Su otra mano se posó en mi muslo justo bajo la falda. No le costó mucho por que esta era muy corta. La caricia subía por mi piel despacio llevándose la tela con ella. Se me escapó un gemido al notarlo. Así le di a entender que me estaba gustando.
Al oído rozando mi oreja con sus labios, me dijo:
- Te la regalo si puedo ver ese salón, y el dormitorio.
- Seguro que podemos arreglarlo. Me encantaría enseñarte toda la casa, hasta llegar a la cama.
Su mano estaba llegando a mi nalga y no pretendía detenerla. Me pegué más a su cuerpo deseando que el maldito trozo de cuero que tapaba sus tetas no estuviera allí. Tuve que dejar la espada o se me habría caído y me hubiera cortado un pie. Por suerte eso me dio más margen de maniobra. Pude echar esa mano hacia atrás y agarrar su nalga por encima del vaquero. Pero la prenda estaba tan quemada que enseguida di con su carne dura como el hierro que ella trabajaba, pero a la vez muy suave.
Empezó a besarme el cuello y la nuca erizando cada poro de mi piel. Asomada por encima del hombro estaba mirando mis tetas que mi escote casi le dejaba ver al completo. Solo tenía que tirar de un extremo del nudo que sujetaba la tela por detrás de mí cuello para que la prenda desnudara mis pechos. Habilidosa lo hizo con los dientes y la tela cayó hasta mi cintura sujeta solo por un cordón que cruzaba la espalda a la altura de los riñones. Mis tetas son grandes pero sus manos casi las tapaban. Me pellizcaba los pezones con suavidad.
Sin soltar su nalga con una mano, con la otra pude soltar por fin su mandil. Separarme lo justo como para que el cuero cayera al suelo. Y girarme para contemplar por fin esas tetitas tan duras. Pegarme a ella para buscar sus labios. No esperó más para sacar la lengua en busca de la mía. Me colgué de su poderoso cuello. Nunca había estado con siguen tan musculoso. Ella en cambio se había apoderado de mis nalgas que empezaba a amasar bajo la falda.
Al fondo del almacén tenía un viejo sofá y cuando me quise dar cuenta me estaba llevando hasta allí en brazos. Me vi levantada en el aire, entre risas y volando entre las estanterias. Me dejó en los cojines. Para lucirme me puse a cuatro patas levantado el culo, destapandolo de la minifalda que me eché sobre la cintura y con mis tetas colgando.
Me miraba con lujuria, lo mismo que hacía yo, mientras se quitaba los vaqueros agujereados. Tras ellos fue su tanga, una prenda más delicada y diminuta de lo que me había imaginado. Pude ver su depilada y suave vulva bajo los marcados abdominales. Estaba deseando poner mi lengua allí.
Pero ella me ganó por la mano. Se puso detrás de mí y solo tuvo que hacer a un lado la gomita de mi tanga sobre una nalga para meter la cabeza entre mis nalgas. Pasó la lengua por toda la raja, de mi coñito a la espalda sin dejar de jugar un momento en el ano. Esperaba que todo el mundo en aquel pueblo estuviera durmiendo la siesta o se habrían enterado por mis gritos de lo que estaba pasando.
Que bien me estaba comiendo el coño y el culo, arrancándome gemidos de placer. No necesitaba sacar la falda por las piernas, bastaba con soltar un broche y se abría cayendo al sofá. El tanga no aguantó mucho más y se rompió. Tras mi primer orgasmo conseguí escaparme lo suficiente como para girarme y lamer mis propios jugos de su boca.
Sus besos eran lascivos y lujuriosos. Exploraba mi boca con la lengua igual que hacía con su martillo sobre el yunque, con firmeza. Yo recorría cada músculo de su cuerpo con mis manos sin poder moverlos apenas pero notando la suavidad de su piel. Acariciaba su dulce carita con las manos mientras notaba su dureza y peso sobre mí.
Ella no pensaba dejarme y pronto noté dos de sus dedos intentando penetrar mi vulva. Separé las piernas todo lo que pude para dejar que me masturbara y seguí corriendome. Quería darle placer a ella, quería sus orgasmos en mi boca pero tal y como eran sus caricias no podía resistirme a dejarle hacer.
Pero algo podía hacer, bajar lamiendo el sudor en su cuello, en sus hombros. Seguir hacia sus tetas y chupar sus pezones. Levantar su brazo, el que no tenía acariciándome, para pasar mi lengua por su axila depiladas. Ella clavaba sus dedos lo más dentro de mi vulva que podía y yo seguía corriendome. Como vio mi intención de seguir bajando por su pecho y vientre, me dejó continuar. Ella arrodillada y yo con mi cabeza entre sus muslos pudiendo llegar con mi boca a su vulva y cuando ella se separaba las nalgas con las manos a su ano.
Lógicamente olía, sabía a sudor pero no creo que yo oliese mejor y a ella no le hacia importado. Es más ese aroma a trabajo honrado, al calor del fuego y el carbón y al sol de Castilla me excitaba más. Todo le daba un algo más que una amante recién salida de la ducha no tenía.
Estaba haciendo que esa diosa de la fragua se corriera con mi lengua, con mis caricias. Que el almacén se llenará con sus gemidos y suspiros como un momento antes lo hacía con los míos. Estirando un brazo podía alcanzar sus tetas que apenas podía mover. A lo más que podía aspirar era a pellizcar sus pezones oscuros y tan duros como el cuerno del yunque.
La tarde pasaba, el sol bajaba y ella podía tener algún cliente más. Aunque el fuego desatendido de la forja hacia rato que se había apagado. Así que tuvimos que vestirnos y separarnos por el momento. Volvió a calzarse los rotos vaqueros y una camiseta qué tenía allí y que parecía tan castigada por el fuego como sus pantalones.
Yo me volví a poner la minifalda esta vez sin nada debajo, el tanga estaba arruinado del todo por sus fuertes dedos. Me ayudó a atarme el top en la nuca. Segura que el fuego de la fragua volvería a surgir entre nosotras.
Ella llevó la espada hasta mi coche y la puso en el maletero. Con un último beso y una caricia a mi coñito que sin él tanga roto que había dejado sobre el viejo sofá estaba al descubierto bajo la falda me puse al volante. Esperaba que pronto ella viniera a mi casa a tomar medidas de la valla del jardín y de la dueña del chalet.
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sábado, 8 de mayo de 2021
De vacaciones con un amigo de mi padre
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Mario era amigo de mi padre, de los de toda la vida. Soltero, bastante guapo y muy cuidado iba al gym, se depilaba, bronceado integral. Mi padre iba con él al gym, asi que también estaba bastante bien. Yo despistado, todavía no me había dado cuenta de la corriente de energía que había entre ellos. Los dos apenas pasaban de los cuarenta y yo muy poco de los diez y ocho.
Se veía de lejos la amistad y los gestos de confianza que se tenían. Muy íntima para ser solo dos amigos.
Yo era un panoli, no me enteraba de la misa la media y mi madre menos. A pesar de mi calentura permanente, de llamarme la atención cualquier trozo de piel expuesto ya fuera de chica o de un tipo decentemente construido jamás habría esperado lo que se me vino encima.
A Mario le surgió un viaje de empresa al extranjero, podía llevar un acompañante. Como no se le conocían novias, ni parejas, pensó en quien podía invitar a acompañarle. En otras ocasiones mi padre se hubiera ofrecido encantado. Pero ahora que pasaba una extraña época con mi madre no podía permitírselo. Lo que hizo fue proponerme a mí como su sustituto. Imaginando lo que era casi seguro que iba a ocurrir, que terminaríamos follando los dos.
-¿Por qué no va Alex contigo? Le vendrá bien un viaje, subir a un avión y conocer otro país.
Yo estaba encantado de visitar un país cálido en medio del frio invierno. Librarme durante unos días de las clases. Pensaba que como mínimo podría disfrutar de la vista de los cuerpos poco cubiertos al sol del trópico. Disfrutar de esos días como unas vacaciones. Desde luego si surgía la ocasión de ligar no la desaprovecharía.
Me llevé mi ropa mas fina y mis bañadores mas pequeños. Estaba dispuesto a pasármelo bien. A lucir mi cuerpo cuidado por las tardes de natación y bien depilado. A aprovechar ese cuerpo ofreciéndolo a quien lo quisiera.
Los pasajeros del avión y la gente en el aeropuerto parecía prever el calor del destino y lucían mas de sus cuerpos. Ya llevaban ropa más fina y ligera. Algún escote o pierna se empezaba a ver, lo que no contribuía a mi tranquilidad.
Antes de despegar aproveché una escapada al baño para cambiar mis vaqueros por unas reducidas bermudas que al sentarme descubrían mis muslos casi hasta la ingle. Dejar el jersey en la mochila que llevaba como equipaje de mano. Había visto en mi móvil la temperatura que hacía en nuestro destino. Además me puse una camiseta de tirantes con un buen escote en el pecho y las axilas, con lo que lucía casi todo mi cuerpo.
En esos estrechos asientos ya estábamos muy pegados y eso que íbamos en primera. Ya en el avión se puso tierno y cariñoso lo que en realidad no me disgustaba en absoluto. Ya que había admirado su cuerpo en mas de una ocasión, al volver con mi padre del gym, de nadar o de hacer joggin. Notar su mano con confianza rozándome el brazo o apoyada en mi hombro o espalda no me enfadaba. Más bien al contrario, me ponía caliente.
Iniciamos la ascensión y dejó descansar su mano en mi rodilla desnuda. Podría ser para darme confianza, era mi primer vuelo. Pero sus dedos calientes acariciaban mi piel con suavidad. Y yo me dejaba y le sonreía como si no me diera cuenta de ello. Tan excitado por estar por fin a bordo de un avión como por su compañía.
Él en cambio se había subido al avión con su traje. Lo que no me dejaba muchas opciones para acariciarlo. Aún así siempre me las apañaba para apoyar la mano sobre su muslo o su brazo. Así podía notar la firmeza de sus músculos. Al terminar el ascenso y soltar los cinturones de seguridad, le dije:
- ¿Por qué no te pones algo más cómodo?. Todo el viaje así vas a ir incómodo. Y a arrugar el traje.
- De acuerdo, pero creo que no me he traído nada tan sexy como lo que llevas tú.
-Esto no es nada sexy, es solamente algo cómodo para el avión.
Cogió su bolso de mano y se fue al baño. Al salir llevaba unos vaqueros raídos que le sentaban de fábula y una camiseta qué marcaba su torso de maravilla. En ese momento pensé que no me hacía falta ligar con nadie, que ya llevaba el ligue desde aquí.
Pasé una mano por su pecho rozando los pezones y le dije:
- Así estás mucho mejor. Más relajado. Por cierto tendrás que aclararme el rollito que os traéis mi padre y tú. Ahora que estamos solos podrás contarme los detalles.
-¿Tu padre no te ha dicho nada?
- Claro que no, y menos estando mi madre al loro.
- Si nos guardas el secreto te lo contaré todo.
Me sonrío y seguimos el resto del viaje con caricias disimuladas. Ya en nuestro destino, al salir del aeropuerto se veía el cambio de ambiente de nuestro país natal a allí. Las parejas, la gente, se trataba de una forma completamente distinta. La muestras de cariño que se brindaban eran completamente naturales y no solo entre parejas heterosexuales. A veces eran dos chicos, o chicas o incluso grupos.
Besos y caricias, calurosos abrazos, no era raro. Gente que llegaba o se iba a veces por meses así que los reencuentros y las despedidas eran muy calurosos. Pero justo a nuestro lado dos chicas con muy poca ropa encima que acababan de encontrarse empezaron a comerse la boca. Lo hacían de forma completamente sensual excitando a todo el que estaba alrededor.
Nada más cruzar la puerta giratoria de la terminal Mario me cogió de la cintura de forma natural. Como si no quisiera perder mente la multitud. Yo no solamente me dejé sino que además me acerque mucho más a él. Recogimos las maletas y un taxi nos llevó hasta el hotel. Mario había tenido la precaución de coger una sola habitación, eso sí enorme. Con una cama aún más grande que las que hubiera visto yo en toda mi vida, creo que era más grande que mi habitación en casa. Todavía no sé si lo hizo adrede. Pero admito que me gusto el descaro.
- No te importará que durmamos juntos.
- Para nada. Ahí hay sitio de sobra.
-¿ Qué hacemos ahora?
- Podemos bajar a la piscina o descansar un rato. Lo que prefieras.
- Me gustaría bajar a la piscina y ver el ambiente. Mario, ¿Te habrás traído el bañador speedo que usas para nadar con mi padre en la piscina?. Yo también tengo uno de esos.
- Por supuesto, creo que por aquí solo usan de ese tipo.
Salí a contemplar el panorama desde la enorme terraza y sin mas problemas empecé a desnudarme allí. Me daba igual que alguien me viera desde alguno de los otros edificios. Al fin y al cabo allí no me conocía nadie. Tiré las pocas prendas a una tumbona y completamente desnudo empecé a buscar en la maleta uno de mis pequeños bañadores.
Sabía que él me fue miraba, me devoraba, pero me hice el despistado. Y lo hacía adrede. Me agaché buscando en la mochila con lo que mi culo quedaba perfectamente ante sus ojos. Deseaba que él lo mirara, que lo viera y deseara. Entonces sin perder mi trasero de vista él empezó a desnudarse. Lo miraba de reojo apreciando lo cuidado que estaba sus músculos marcados y su vientre plano.
Cuando se bajó el boxer ajustado no pude hacer otra cosa más que quedarme mirando su polla. Era la primera que veía al vivo, no en una pantalla de ordenador, léase porno y me gustó. Sin un solo pelo colgaba entre sus muslos como desafiándome a acariciarla. Según me miraba la polla empezaba a coger algo de horizontalidad. Se notaba la exitacion corriendo entre los dos, como una corriente de energía.
Pero no se lo iba a poner tan fácil. No me iba a ponerme a follar con él nada más llegar a la habitación del hotel. Solo con los bañadores y las toallas al hombro bajamos a la piscina. Los cuerpos casi desnudos y perfectos se exhibían alrededor del charco. Chicos y chicas exhibiéndose sin complejos.
Mario tenía algunas reuniones el día siguiente y yo necesitaba algo para entretenerme durante ese tiempo. La piscina parecía un buen lugar o dar una vuelta alrededor del hotel y empezar a reconocer la ciudad. También podía ir a la playa que no estaba demasiado lejos y seguro que los cuerpos estarían aún más desnudos que en la piscina del hotel. Todas eran buenas opciones que dejaría para para el día siguiente.
Nadé un rato, tomamos el sol y contemplamos a los a los demás. Que tampoco llevaban mucha ropa. Los bikinis las chicas solo tapaban sus pezones y apenas el pubis. La mayoría de los hombres solo llevaba speedos aún más pequeños que los nuestros. Y todos miraban alrededor, se deseaban e intentaban buscar oportunidades para ligar. Un par de chicas estuvieron tonteando con nosotros mientras Mario les pagaba algunas copas.
De vez en cuando Mario pasaba la mano con disimulo por mi espalda, lo qué me hacía recordar con quién estaba en realidad allí. Y lo que pensaba hacer esa noche con él. Todo ello contribuía a mantener mi polla si no dura al menos morcillona. Y el rabo de Mario se mantenía más o menos igual.
En elrestaurante del hotel se permitía estar en bañador y la cena fue agradable y excitante a la vez. Nuestras rodillas desnudas se tocaban por debajo de la mesa. Y como en todas partes en aquel país la gente se miraba, se deseaba y en muchos casos se conseguía.
Entre bocado y bocado notaba la mano de Mario acariciando mi muslo, mi espalda o mi vientre. Y entonces es cuando yo empecé a corresponder y tocar su piel suave y depilada. Mi mano trepaba cada vez más por su pierna acercándose al bulto del bañador. O la posaba en su brazo acariciando su bíceps con confianza. A cada gesto mío el correspondía con la sonrisa e incluso un gemido muy quedo alguna vez.
Nos tomamos alguna copa en el bar. La anticipación aumentaba la excitación y el calor que sentía. Por fin subimos a la habitación. Parecía que por allí nadie se molestaba en vestirse y nosotros seguíamos en bañador. En el ascensor nos mirábamos a los ojos y casi podía sentir su deseo. Estaba muy alagado. Casi sin cerrar la puerta me cogió de la cintura y me besó. Abrí los labios de inmediato. Mi lengua buscó la suya, estaba ansioso por probar su saliva.
Mis manos duros directas a por su culo. Me agarré a sus nalgas por debajo del bañador. Cuando separamos los labios completamente desatado pasé la lengua por su cuello, barbilla y oreja. Para entonces sus manos ya me estaban librando de lo poco que tapaba mi cuerpo. Mi polla durísima saltó atrapada entre nuestros vientres. Y yo notaba la suya contra mis muslos.
Mario había empezado a lamer mi hombro y bajar por mi pecho para mordisquear mis pezones. Su saliva en mi piel me quemaba tanto como mi propio deseo. Aún no habíamos llegado a la cama y estaba lamiendo mis axilas. Mis gemidos llenaban la habitación y mira que era grande.
Sin dejar de lamernos, besarnos y acariciarnos nos fuimos acercando a la cama. Los bañadores en el suelo, en medio de la habitación. Caí en la cama boca abajo y él encima. Lamía mi cuello, la nuca y yo tenía todo el vello de esa zona erizado. Su polla dura en vertical entre mis nalgas. Se movía despacio pajeándose en mi culo. Sin separar los labios y lengua de mi piel empezó a bajar por mi espalda.
Estaba caliente como un horno y a cada segundo que pasaba aún más. Le dejaba hacer disfrutando, ya llegaría mi momento de explorar el cuerpo de Mario. Notaba su saliva resbalando por mi columna, la lengua en mis omóplatos o por encima de mis riñones. Se acercaba al culo. Me daba mordisquitos en las nalgas dándome tanto placer como haciéndome cosquillas. Las separó con sus fuertes manos dejando por fin mi oscuro objeto del deseo ante sus ojos.
Un fuerte gemido de escapó de mis labios cuando pasó la lengua de abajo arriba por toda la raja. Se puso a jugar con el ano clavando la lengua. Pero no estuvo mucho tiempo ahí. Igual que la tarde que habíamos pasado tocándonos furtivamente hacia aumentado la excitación. Decidió hacerme esperar, lamió mis huevos y empezó a bajar por la parte de atrás de los muslos.
Hasta llegar a mis pies, más cosquillas cuando paso la lengua por toda la planta. Cuando me chupó los dedos uno a uno pensaba que nunca volvería a sentir nada igual. Pasó la lengua entre ellos haciéndome suspirar. Me giré boca arriba para que pudiera seguir dándome placer con sus manos y caricias, besos y lamidas. Mirándonos a los ojos con lascivas miradas esta vez, empezó a subir por mis piernas sin separar la lengua de mi piel.
Llegó a mi rabo que apuntaba al techo duro como el palo mayor un velero e igual de vertical. Se metió los huevos en la boca, subió con la lengua pegada al tronco. Hasta que se metió el glande en la boca sin dejar de mirarme. Tener a ese hombre entre mis muslos comiéndome la polla, con toda la suma de sensaciones anteriores fue algo superior a mis fuerzas y me corrí. No me dio tiempo a avisarle pero eso no fue importante.
Se incorporó con la boca llena de mi lefa para besarme y jugar con ese jugo y las salivas entre nuestras lenguas. Me estaba encantando saborear mi semen mezclado con sus babas. Mi rabo empezó a perder consistencia mientras el suyo seguía bien duro apresado contra mi vientre. Me preguntó:
- ¿Quieres comerla? o ¿prefieres que te folle?
No me lo pensé ni un segundo.
- Tenemos toda la noche y todas las vacaciones para follar. ¿podré hacerlo yo?.
- Desde luego. Quiero es bonita polla en mi culo.
- Entonces quiero saborear la tuya. Aprender a hacer una buena mamada.
Se tumbó a mi lado boca arriba.
- Toda tuya.
Aparte de la mía propia era la primera que tocaba y sosteniendola con la mano empecé admirándola. La acariciaba con suavidad descubriendo todos sus detalles. Forma, la suavidad de su piel, su dureza, el color morado del glande. Por fin me decidí a usar la lengua y chuparla como su fuera un polo helado, empezando por los huevos que me atreví a meterme en la boca.
Besar el glande antes de metérmelo en la boca. Intentaba tener cuidado con los dientes y al no ver muecas de dolor pensaba que lo estaba consiguiendo. No tuvo que darme muchos consejos, al fin y al cabo había visto mucho porno y me había fijado en como me lo había hecho él a mí.
Para cuando se corrió en mi boca, no pensaba perderme ese momento por nada del mundo, mi polla ya se había recuperado. Me había gustado saborear mi semen de su lengua, así que hice lo mismo. Lo retuve en la boca y lo besé con toda la lascivia de que fui capaz. Lo dejé caer desde unos centímetros de altura a su boca abierta y estuvimos jugando un rato con las lenguas.
En ese momento Mario echo mano a mis nalgas abriéndolas y dejando al alcance de sus dedos el ano. Jugando, metió el índice en mi boca para ensalívarlo y empezar a dilatarme.
-¿Quieres que te folle?
- Desde luego, no voy a perdérmelo. Pero ten cuidado soy virgen.
Me hubiera gustado saborear más de su cuerpo. Lamerlo enterito. Pero también tenía ganas de probar ese rabo por mi culo.
-Siéntate sobre mi cara, quiero volver a cometerlo.
Hice como me indicaba, con cuidado de no aplastarlo aunque él me sujetaba de las nalgas con sus fuertes manos. De la huevos a la espalda parecía que notaba su lengua y la saliva por todas partes. Poca más dilatación necesitaría pero Mario empezó a añadir dedos en el ano. Más cachondo no podría estar. Él había tenido la precaución de buscar el lubricante en la maleta. Me dio la impresión de que había traído de sobra, pero yo pensaba hartado todo esos días.
-Ahora ponte tú a caballito y así lo controlas sin que te duela. Ve penetrandote despacio y paras cuando te moleste.
Podía seguir esas indicaciones. Me puse sobre su cadera y fui guiando su durísimo rabo hasta colocar el glande a la entrada e mi culo. Luego no tuve más que ir bajando despacio. Lo notaba abrirme pero no me dolió demasiado. Tardé un poco en llegar abajo hasta dejar descansar mis huevos sobre su pubis. Ahí paré a descansar un minuto mientras él me acariciaba el pene y los testículos y yo le pellizcaba los pezones.
Empecé a moverme, despacio, sin prisa. Notando cada penetración, cada subía y bajada con un escalofrío que me recorría la espalda hasta la nuca. Con nuestros gemidos que debían oírse en las habitaciones vecinas. Ya no paré hasta que se corrió dentro de mi, llenando el recto de lefa.
Mario también gritó con su orgasmo. Caí rendido entre sus brazos que me recibieron encantados. Nuestras sonrisas y miradas lascivas lo decían todo en ese momento. Su polla fue saliendo despacio y sola de mi culo del que rezumaba el semen. Lo acariciaba con un dedo recogiendo parte de lo que salía y poniéndolo entre nuestras bocas para que lo chupáramos en nuestros besos.
Nos fuimos tranquilizando, calmando las respiraciones alteradas. Relajados y abrazados nos fuimos quedando dormidos. Esperando renovar esos placeres por la mañana antes de sus reuniones.
Las vacaciones habían empezado muy bien. Esperaba continuarla en esa línea y follar todo lo posible. Después de esa noche tenía mucho más clara su relación con mi padre. sin necesidad de que él me diera más detalles.
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sábado, 1 de mayo de 2021
El tanga rojo, los hermanos y Hada
Trabajaba en una tienda de ropa. He tenido muchos trabajos. Incluso a temporadas y cuando escasea el dinero de scort y stripper. Sobre todo para pagarme las operaciones. Me gusta el sexo tanto o más que a cualquiera. Pero aquel verano me ofrecieron sustituir a una amiga en sus vacaciones en una tienda de ropa de putón, digo para adolescentes salidas.
Aquella aburrida tarde de agosto se animó de repente cuando entraron aquellos dos dos jóvenes guapitos y muy parecidos. La primera impresión fue que eran novios ya que se trataban con mucho cariño y él tenia la cara de sufrimiento de todo chico que acompaña a su novia a comprar ropa.
Él rellenaba su vaquero con un culo duro pero no muy grande y un respetable paquete. La camiseta ajustada marcaba un torso no demasiado musculoso, mas bien delgado y fibroso, rubio ojos azules y una preciosa sonrisa en los labios sensuales y gruesos.
Ella ya venía sexi, también rubia y de ojos azules pero una larga melena enmarcaba su carita, su recta nariz y sus labios que invitaban al beso. Por debajo de ello sus pechos se marcaban duros y cónicos en un fino top sin espalda y el vientre plano que asomaba entre esa prenda y una falda cortísima vaquera de la que salían dos preciosas morenas y largas piernas. Al subir al piso de arriba buscando más prendas ambos pudimos espiar su duro y precioso culo desnudo al completo y el trozo de tela que decía llamarse tanga cubriendo su vulva. Casi me lesiono el cuello al mirar hacia arriba.
Yo en cambio morena, también con el pelo largo los labios finos y la nariz mas ancha. Mis tetas operadas encerradas en un sujetador negro de encaje y una profesional blusa blanca. De la que abrí dos botones más del escote al verlos entrar. Mis piernas trabajadas en el gimnasio con mi culo prieto y el tanga de fina lencería negro que encerraba mi polla en una falda de tubo negra de imitación de cuero bien ajustada a mis muslos.
Me dirigí a ellos con mi mejor sonrisa en mis labios con el carmín mas rojo que había podido encontrar en la perfumería de al lado.
- ¡Hola! Me llamo Hada, ¿puedo ayudaros?
Fijándome en que la mano de él descansaba en la cadera de ella justo donde la escasa falda dejaba paso a su bronceada piel. Pensé que ya venían cariñosos de la calle.
- Yo soy Marta y él Juan.
Me respondió, simpática, con una preciosa sonrisa.
Ella, Marta, como se presentó venia dispuesta a quemar la visa de Juan y además pidiendo las prendas mas sexys que podíamos encontrar.
Mi compañera tenía prisa así que le dije que cerrara la puerta cuando se marchara dejándonos encerrados a los tres dentro y sin prisas.
- No te preocupes por nada, voy a hacer una buena venta.
Busqué el mini short mas pequeño que había en la tienda, le dejaría casi la totalidad de los cachetes al aire. Cuando ambos se lo vimos puesto con la mitad de su culo respingón al aire ambos la admiramos boquiabiertos.
Me fijé en que Juan también le echaba vistazos a mi jugoso escote, así que procuré lucirlo un poco mas. En un descuido me coloqué los pechos justo a punto de asomar los pezones por encima de la blonda negra. Con los botones que llevaba sueltos ya hacía rato que podía ver el encaje de la prenda. Y estaba pensando en como deshacerme de la falda.
Charlando con él, mientras ella estaba en el probador, por fin descubrí que eran hermanos en realidad. Eso explicaba las miradas que él me echaba o como su mano se apoyaba en mi brazo cuando me acercaba. Pero no los gestos tan cariñosos cuasi lascivos con Sara o sus besos en los labios. Aunque desde luego con mi secreto escondido entre los muslos no era yo quién para juzgar a nadie.
Le saqué un top aún mas pequeño que el que llevaba antes, apenas algo mas grande que un sujetador. No terminó de cerrar la cortina. Desde mi ángulo pude ver sus perfectas tetas desnudas. Eran cónicas bronceadas, como si nunca se hubiera puesto el sujetador de un bikini por encima de ellas. Con lo que las prendas que se probaba solo podían enseñar su piel perfecta.
Les ofrecí sacar un par de camisetas de rejilla para él, trasparentes y muy pegadas. Se las puso delante de nosotras quitándose la que traía puesta en medio de los percheros. Estábamos en el piso de arriba y no se nos veía desde la calle. Así animada ella hizo lo mismo cuando se iba a poner una camiseta con la foto de un musculitos desnudo pegada que marcaba de maravilla sus erectos pezones. Era más grande y tapaba más, pero la tela era increíblemente fina y marcaba todo. Él me arrojó una igual y me dijo:
-¡pruébatela !
Sin pensármelo dos veces, dejé junto a la caja registradora mi blusa blanca y el sujetador negro. Mis tetas operadas no desmerecían las suyas y cuando me lo puse, la cogí de la cintura y nos coloqué frente al espejo para que nos pudiéramos ver a gusto. Lado a lado estábamos impresionantes. Y el que nos miraba guapísimo.
Se le escaparon unos piropos que fueron para ambas, halagos que habrían sonrojado a un camionero y que su hermana acepto con una sonrisa. Yo también evidentemente. Acercándose a él de frente y echándole los brazos al cuello le dio un morreo con lengua que en otras circunstancias me habría escandalizado. Veía sus lenguas jugando ya en la boca de uno o del otro o las dos fuera de los labios con hilos de saliva entre ellas.
Sara tendió la mano reclamándome, la tomé con la mía y me juntó a ellos tirando de mí hasta que mi lengua se unió a las de ellos. Rodearon mi cintura apretándome contra sus cuerpos. Su saliva resbalaba por mi barbilla. Y mi lengua buscaba las suyas fuera de las bocas. Echó una mano al rotundo culo de Sara amasándolo a placer. Agarrando la piel de sus nalgas por debajo del borde del short. Yo hice lo mismo y le agarré la otra nalga. Nuestras manos se rozaban sobre la suave piel de Marta.
El pantalón del hermano no me permitía tocar su piel pero si apreciar la dureza de sus glúteos. Mientras ambos intentaban subir con poco éxito mi falda, lo que se lo impedía era su estrechez y la amplitud de mi cadera. Lamiendo la orejita de la chica le dije que lo intentara con la cremallera.
En cuanto soltó el botón y bajó la cremallera la falda cayó sola al suelo descubriendo el encaje de mi tanga y la durísima polla. Ninguno de los dos se escandalizó al mirar hacia abajo y ver como asomaba por el lateral de la prenda. Más bien pusieron cara de morbo. Las dos manos que no tenían rodeando mi cintura y culo las pusieron en mi rabo, él alcanzó primero el tronco y Marta echo mano a mis huevos.
Me acariciaban con suavidad y ternura excitándome aún mas de lo que ya estaba. Acerqué mi boca a la oreja de Sara y lamiendo su oído le dije que allí sobraban pantalones si que primero fuimos a por los de él. El slip que apenas cubría una polla tan dura como la mía también cayó enseguida liberándola a nuestras caricias. Solo quedaba el de la hermanita del que se liberó sola arrastrando con el short el minúsculo tanga. Por fin pude ver el coñito depilado de mi nueva amiga.
Todos nos libramos de las camisetas y mientras me empujaban al sofá del fondo de la tienda. El sitio más cómodo, donde los novios sufridores esperaban a que sus parejas terminaran las compras. Mi tanguita quedó roto entre los dedos de Juan dejándome desnuda del todo. Sus manos nos tenían agarradas por los culos mientras nos besaba alternativamente. Nosotras sujetábamos su pene que ya empezaba a necesitar en mi culito.
Pero Marta no se iba a conformar con las cosas habituales. Sabiendo que se folla a su hermano podía haberme imaginado que la chica era una pervertida. Riendo empujó a Juan al sofá y le levantó las piernas. Yo pensaba que me estaba ofreciendo ese pétreo culito para que lo penetrase. Pero fue ella la que se agachó y se puso a comerlo. Su lengua pasaba por toda la raja, se clavaba en el ano. Sus babas resbalando por su culo, lubricándolo y empezó a follar a su hermano con un dedo y luego dos.
Yo podía agarrar el pene y los huevos y acariciarlos despacio para que no se corriera pronto. Me hizo un hueco para que yo también usara la lengua y los dedos en carnes tan prietas. En ese momento ella agarró mi rabo. Estaba claro que ella era la que más morbo se gastaba. Y apostaría que la más flexible de los tres.
Cuando quise darme cuenta me estaba haciendo una de las mejores mamadas que me han hecho, arrodillada a mis pies. No solo tenía mi rabo en su boca, con la saliva que le sobraba lubricaba mi ano. Se notaba su experiencia con ello. El dedo me entraba más de dos falanges haciéndome ver las estrellas. Mi experiencia también se notaba al no correrme con todo lo que notaba en ese momento. De vez en cuando tenía que separar la cara del culo de su hermano para gemir y suspirar.
Haciendo de mamporrera llevó mi polla al culo del chico. Pero no me dejó terminar allí. sujetando mis huevos depilados y suaves solo me dejó bombear unas pocas veces. Era estrechito. Mi rabo se sentía ajustado, apretado allí dentro. Pero no me dejó correrme. Me separó de su chico.
- Quiero ver como te folla. No te importa. ¿Verdad?
Supongo que le daba morbo ver como mi polla me golpeaba el vientre mientras Juan me tenía bien cogída de la cadera y me bombeaba el culo.
Así que me puso delante de él a cuatro patas apoyando los brazos en el sofá y sujetando esa polla entre mis nalgas. Al principio no me penetró, solo la movía por la raja poniéndome más cardíaca todavía. Suavemente se deslizó dentro de mí, lubricada con la saliva de Marta, abriendo mi ano, sujetando mi cintura con sus fuertes manos. Suave y tierno, dulce y todo un caballero. Su dureza abriéndose camino en mi interior me hizo abrir la boca en un gemido de placer.
Momento en que ella aprovechó para colocarme el dulce coñito ante la cara. A cada empujón de la polla yo clavaba la lengua entre los labios de su vulva saboreando sus jugos. Buscando el clítoris y haciéndole suspirar cono su hermano a mí. Pero ella también quería un rabo dentro y el mío estaba libre en ese momento. Todavía no se como nos recolocamos. Tenía muy claro que ella era muy flexible.
Cómo ella se abría tanto de piernas tumbada sobre el brazo del sillón. Y cómo sin sacarme la polla de Juan del culo conseguí ensartarla mientras ella me clavaba la lengua hasta la garganta. Era él quien nos movía a las dos. Su cadera me empujaba a mi y yo me clavaba en ella apretando sus pechos entre mis manos. No sé como no me corrí en ese instante con todo lo que sentía. Logré aguantar lo suficiente para que Sara tuviera su primer orgasmo pero en ese instante con ella apretando mis tetas me derramé en su interior con una de las mejores corridas de mi vida.
El hermanito aún no se había corrido en mi culo pero ella estaba ya lamiendo mi polla untada de sus jugos y mi semen. El sacó su taco de mi interior y se lo limpiamos entre las dos con unas toallitas húmedas. Él también aguantaba como un campeón. Yo quería ver el incesto. Quería verle penetrar a su hermana. Verlo en primer plano y ayudar, guiando el hermoso falo entre los labios de una vulva que un instante antes habían rodeado el mío.
Con dos de mis dedos los mantenía separados mientras con la otra mano sujetaba la polla y la iba guiando dentro de su hermana. Cuando llegó al fondo le acariciaba los huevos depilados y el clítoris de Marta. Los besaba a los dos clavándoles la lengua hasta el fondo de sus bocas, acariciando sus cuerpos incestuosos y deliciosos.
Poniendo mis tetas en boca de ella que las lamía y acariciaba besaba y mordía. Dejé que el se corriera por fin dentro de Sara. Ahora tuve que demostrar yo mi flexibilidad. Para lamer los jugos de ambos, arrodillada entre sus muslos. Mientras el rabo se iba quedando flojo despacio aún dentro de su hermana. Volvimos a compartir los sabores y las salivas en un nuevo beso, las lenguas juguetonas y sus manos recorriendo mi cuerpo, mis tetas y mi culo.
Mas relajados sentados en el sofá pero sin dejar de acariciarnos me contaron mas detalles de su relación. De como habían empezado a follar y como lo hacían sin celos con quien se cruzaban. Él se arrodilló entre mis muslos para comerme mi polla. Ver como ese chico tan guapo me hacía una mamada tan buena mientras su hermana me lamia las tetas fue algo maravilloso. Mientras ella me acariciaba y yo les contaba detalles de mi vida, de como empecé a hormonarme y me operé los pechos y de como follaba con quien me cruzaba sin prejuicios.
Es evidente que la venta fue espectacular. Se llevaron todo lo que nos habíamos probado y algunas cosas más. Ellos volvieron más veces a la tienda mientras yo estuve de suplente. siempre por las piernas más sexis y lujuriosas. Pero no hemos dejado de vernos de vez en cuando para renovar todo lo que hicimos.
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