domingo, 19 de abril de 2009

Ligar en el quiosco

Esta mañana bajé al kiosco a comprar algunas chuches para entretenerme mientras estudiaba. Mis padres se han marchado a la playa a pasar unos días fuera. Yo por haber suspendido algunas asignaturas por culpa de estar haciendo el amor con mis amigos en vez de estudiar he tenido que quedarme solo en casa este verano estudiando. Bajé sin vestirme, con un vaquero cortado, una camiseta de deporte de tirantes y unas sandalias. Al pedirle lo que quería no pude mas que fijarme en el chico guapo que había dentro sudando la gota gorda.

De vuelta a casa no pude concentrarme y mi mente volvía una y otra vez a la imagen de la gota de sudor deslizándose por la piel de su pecho lampiño que podía ver por la camisa entreabierta. Ni una ducha fría consiguió calmar mis ideas así que un rato mas tarde cuando apenas pasaba nadie por la calle y aun apretaba mas el calor volví a bajar al quiosco. Nervioso esperé que terminara de vender un periódico ojeando las revistas tras el cristal. Entonces se me ocurrió una idea. Escogí la que tenía en la portada el chico más guapo, una revista gay completamente pornográfica y cuando nos quedamos solos y por la calle no pasaba un alma, se la pedí.

Tuvo que salir del infierno y abrir una puerta de cristal y ahí pude ver por fin sus nalgas firmes y apretadas por un vaquero recortado aun más que el mío, sus fuertes muslos desnudos y casi sin vello. Abrió la cerradura y para sacar la publicación tuvo que inclinarse, así pude apreciar aun más la firmeza de sus bellas nalgas que me moría de ganas de tener en las manos. Al entregármela nuestros dedos se rozaron de una forma no del todo casual y una corriente eléctrica recorrió nuestros cuerpos. Nos miramos a los ojos y allí mismo me di cuenta de que entendía. Estábamos solos en la calle, en la ciudad en el mundo. En aquel momento no existía nadie mas que nosotros dos y el inmenso calor que recorría nuestra piel.

Me preguntó si me gustaban aquel tipo de revistas y mirándole a los profundos ojos azules le contesté que me gustaba él. Estaba lanzado, no podía detenerme ya. Espiando los alrededores por el rabillo del ojo para cerciorarnos de que nadie nos veía nos besamos. Sus dulces labios sobre los míos suaves como el toque de una mariposa.

Me cogió de la mano y me introdujo en el quiosco, aquello parecía un horno. Lo acorralé contra la puerta cerrada y volví a besarlo esta vez con ansia y pasión. Mi lengua comenzó explorando sus gruesos labios sensuales forzándolos a abrirse para acorralar su dulce lengua que me esperaba. Metí mi muslo desnudo entre los suyos sintiendo su suave piel sobre la mía.

La revista olvidada del todo cayó de mi mano al suelo y la cerré sobre su nalga por encima del algodón de la tela vaquera. Casi de inmediato el sudor brotó de nuestras pieles dándoles un sabor salado que de inmediato probé. Primero en su cuello lamiendo y besando la sal de su sudor. Abrí la empapada camisa para besar su pecho lampiño y seguí bajando por su vientre plano. Enseguida llegué a sus shorts que me ocultaban mi objeto de deseo y en el estrecho espacio me arrojé al suelo, donde de me senté para tener el mejor acceso posible. Oculto por la pequeña repisa desde la que despachaba y daba los cambios abrí la cremallera y saqué su pene ya duro del escaso tanga que me lo ocultaba. Lentamente pasé la lengua a lo largo de su tronco saboreándolo si prisa lamiendo el glande morado con mucho cuidado. Lo oía suspirar suavemente allá en las alturas.

De pronto casi me atraganto cuando le escucho saludar a un cliente. La situación era morbosa, intente dejarlo tranquilo por lo menos mientras le atendía pero él distrajo una mano con la que me volvió a acercar la cabeza a su polla durísima. Aceptando el reto me metí uno de sus testículos en la boca con la intención de que se delatara. Lamí su escroto, comiéndole los huevos. Y desde mi precaria posición lo veía mantener cara de póquer.

Se marchó la persona que nos había interrumpido y redoblé mis esfuerzos en darle placer. Apenas conseguía meterme tanta carne en la boca, nunca he sido un traga sables muy virtuoso, pero si conseguía apretar el glande contra mi paladar y acariciarlo todo con la lengua, mientras acariciaba el escroto, los testículos y el perineo con la mano. Deslicé un dedo entre sus nalgas hasta localizar el sensible ano, esfuerzo que me recompensó con un gemido. El sudor caía a mares desde mi cabello empapando la camiseta. Le acariciaba los suaves muslos, las nalgas poderosas sin abandonar ni por un segundo la polla dura. No paré hasta sentir su semen en la lengua, una abundante corrida con la que me recompensó tras un buen rato de placenteros esfuerzos que me hicieron sudar aún más.

De inmediato me levantó del suelo para besarme de una forma salvaje metiendo su lengua en mi boca lo más profundo que podía disfrutando del sabor de su propio semen entre mis dientes. Esta vez me acorraló él contra la puerta cerrada sin dejar de besarme y acariciar mi cuerpo. Yo tampoco perdía la ocasión de recorrer con mis avariciosas manos su piel desnuda, pues seguía con la camisa abierta y los pantalones cortos por los tobillos, Solo conservaba el tanga y aun así su rabo ya en posición de descanso salía por un lateral de la prenda.

Si se hubiera acercado alguien en ese momento hubiera huido atemorizado al ver sus nalgas desnudas por debajo de los faldones de la abierta camisa acorralarme sin tregua. Por suerte nadie nos sorprendió en medio del arrebato de pasión y aunque mi polla estaba a punto de explotar, conseguimos calmarnos lo suficiente para que recompusiera su ropa.

Sentados juntos nos contamos nuestras vidas mientras metía la mano por la pernera de mi pantalón y acariciaba sin dificultades y sin parar mi pene aun duro pues yo no me había puesto slip pensando en llegar justo donde estábamos. De vez en cuando se inclinaba sobre mí para besarme en los labios, o las orejas y entonces me decía muy quedo: -estoy deseando tener esto en mi culito, -te deseo -quiero desnudarte.